Buch lesen: «Paisaje de la mañana»
Paisaje de la mañana
Esbozo para un curso de literatura infantil peruana
Jorge Eslava
Paisaje de la mañana. Esbozo para un curso de literatura infantil peruana Primera edición digital: septiembre, 2018
© De esta edición:
Universidad de Lima
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Diseño, edición y carátula: Fondo Editorial de la Universidad de Lima
Imagen de portada: Ilustración de Felipe Morey, basada en la carátula de la revista Figuritas (Lima, 1 de agosto de 1912, año I, n.° 31)
Versión e-book 2018
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Lima - Perú
Prohibida la reproducción total o parcial de este libro, por cualquier medio, sin permiso expreso del Fondo Editorial.
ISBN 978-9972-45-454-7
Índice
PRESENTACIÓN
PRÓLOGO
Por una literatura infantil de alto nivel artístico 27 Diálogo con Jesús Cabel
PRIMERA UNIDAD
NOCIONES PREVIAS
Referencias en torno al texto literario
El lenguaje literario
Estudios clásicos de la crítica literaria en el Perú
Acercamientos a la literatura infantil peruana
El canon literario
Conciencia de lo nacional
El carácter unitario
Literatura oral y literatura infantil
Otros ámbitos de la literatura infantil
La función de las editoriales
LECTURAS EJEMPLARES 1
Consideraciones generales, de José de la Riva Agüero
Nota preliminar, de Ventura García Calderón
La literatura de la Colonia, de José Carlos Mariátegui
Indios, españoles y los demás, de Luis Alberto Sánchez
Carta a Fernando Lecaros, de Jorge Basadre
El niño en la literatura, de María Wiesse
Prólogo para el niño, de Sebastián Salazar Bondy
La literatura peruana: totalidad contradictoria, de Antonio Cornejo Polar
SEGUNDA UNIDAD
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Fuentes prehispánicas y literatura de la Colonia
Autores representativos y sus obras
Juan Díez de Betanzos
Pedro Cieza de León
Cristóbal de Molina
Pedro Sarmiento de Gamboa
Felipe Guamán Poma de Ayala
Inca Garcilaso de la Vega
Francisco de Ávila
Bernabé Cobo
Un caso singular
Jorge Basadre
LECTURAS EJEMPLARES 2
Leyenda de los hermanos Ayar, de Juan Díez de Betanzos
De cómo Viracocha Inca tiró una piedra de fuego …, de Pedro Cieza de León
Fábula del origen de los Ingas del Cuzco, de Pedro Sarmiento de Gamboa
Una huaca llamada Cavillaca, de Francisco de Ávila
Historia de Pedro Serrano y Leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo, del Inca Garcilaso de la Vega
Los hechiceros comunes, de Felipe Guamán Poma de Ayala
Fábula de las guacamayas, de Cristóbal de Molina
Del origen fabuloso de los Incas, de Bernabé Cobo
Narraciones y cantos quechuas, recopilados por Jorge Basadre
TERCERA UNIDAD
BASES LITERARIAS
Literatura de la Emancipación y de la República
Autores representativos y sus obras
Mariano Melgar
Felipe Pardo y Aliaga
Ricardo Palma
Tres casos singulares
Adolfo Vienrich
Arturo Jiménez Borja
José María Arguedas
LECTURAS EJEMPLARES 3
Seis fábulas, de Mariano Melgar
Un viaje, de Felipe Pardo y Aliaga
La achirana del Inca, Los incas ajedrecistas,
La misa negra y El rosal de Rosa, de Ricardo Palma Fábulas quechuas, compiladas por Adolfo Vienrich
El zorro y el cuy, cuento recogido por Arturo Jiménez Borja
El sueño del pongo, cuento recogido por José María Arguedas
CUARTA UNIDAD
PERIODO DE FUNDACIÓN EN NARRATIVA
Primera mitad del siglo XX
Autores representativos y sus obras
Abraham Valdelomar
César Vallejo
María Wiesse
Alida Elguera
Angélica Palma
José Diez Canseco
Ciro Alegría
Carlota Carvallo de Núñez
Francisco Izquierdo Ríos
José Portugal Catacora
Teófilo Acuña Figueroa
Enriqueta Herrera Grey
Manuel Robles Alarcón
LECTURAS EJEMPLARES 4
El vuelo de los cóndores, de Abraham Valdelomar
El vencedor, de César Vallejo
El niño robado, de María Wiesse
Madrecita, de Alida Elguera
La aventura de Pipo, de Angélica Palma
Repartición de premios, de José Diez Canseco
Cuarzo, de Ciro Alegría
El abuelo volador, de Carlota Carvallo de Núñez
Ladislao, el flautista, de Francisco Izquierdo Ríos
Los exámenes, de José Portugal Catacora
Pelota de trapo, de Teófilo Acuña Figueroa
Por qué vive el añás debajo de la tierra, de Enriqueta Herrera Grey
¿Quieres que tengan patitas rojas? Mételos a la candela, de Manuel Robles Alarcón
QUINTA UNIDAD
PERIODO DE FUNDACIÓN EN POESÍA
Primera mitad del siglo XX
Autores representativos y sus obras
José María Eguren
Luis Valle Goicochea
Abraham Arias Larreta
Jorge Ortiz Dueñas
Mario Florián
LECTURAS EJEMPLARES 5
Simbólicas, La canción de las figuras, Rondinelas, Visiones de enero y otros poemas, Últimos poemas, de José María Eguren
Las canciones de Rinono y Papagil, El sábado y la casa al oído de este niño, de Luis Valle Goicochea
Rayuelo, de Abraham Arias Larreta
Poemas, Jorge Ortiz Dueñas
Poemas, Mario Florián
SEXTA UNIDAD
PERIODO DE AFIRMACIÓN
Segunda mitad del siglo XX
Autores representativos y sus obras
Esther M. Allison
Javier Sologuren
Sebastián Salazar Bondy
Rosa Cerna Guardia
Carmen Luz Bejarano
José Hidalgo
Arturo Corcuera
Mercedes Eguren
Jorge Díaz Herrera
Roberto Rosario
José Watanabe
Óscar Colchado Lucio
Cronwell Jara Jiménez
LECTURAS EJEMPLARES 6
Las lágrimas de la Virgen, de Esther M. Allison
Retornelo, de Javier Sologuren
El amigo de las mariposas, de Sebastián Salazar Bondy
La niña de las trenzas azules e Informe escolar, de Rosa Cerna Guardia
Tambor de luna, de Carmen Luz Bejarano
Una historia de abuelito, de José Hidalgo
Noé delirante, de Arturo Corcuera
El muñeco de aserrín, de Mercedes Eguren
El rey Ogrón y Don Manuel y su amigo Campeón, de Jorge Díaz Herrera
El burrito Jijau, de Roberto Rosario
El «canarigallo» que escapó, de José Watanabe
Historia de dos loros, de Óscar Colchado Lucio
El asno que voló a la luna, de Cronwell Jara
EPÍLOGO
Un maestro debe conocer profundamente lo que enseña Diálogo con Jéssica Rodríguez López
REFERENCIAS
ANEXO. CRONOLOGÍA BÁSICA DE LA LITERATURA PERUANA
ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES
Para mis colegas de la enseñanza escolar
con estos versos de César Vallejo:
Confianza en el anteojo, nó en el ojo; en la escalera, nunca en el peldaño; en el ala, nó en el ave y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.
PRESENTACIÓN
Como consta en la dedicatoria, el trabajo está destinado principalmente a los maestros y maestras de nuestras escuelas. Ofrecimiento que tiene pleno sentido, sobre todo cuando este oficio sobrelleva actualmente un desdén social que es imprescindible reconciliar. Mis preocupaciones educativas responden, además, a dos razones fundamentales: la convicción de que el estudio de la literatura y su desarrollo sociocultural es compromiso del magisterio —en especial hoy que la lectura ocupa el ojo de la tormenta—, y la gratitud que guardo por una vocación que atiende a las nuevas generaciones de estudiantes y que, en consecuencia, educa el devenir histórico del país.
Ser maestra de inicial o profesor de primaria, tal vez tutora de secundaria —sea cual fuera el caso— es un quehacer delicado que exige conocimiento e ímpetu mayores de los que podamos imaginar. No es inopinado que el gran educador de la mitología griega, formador de Aquiles y Teseo, fuera nada menos que un ser fabuloso, ni divino ni humano, sino el noble Quirón, un centauro confinado en su cueva. Recluido para cultivar la música y las letras, el temple del músculo y de la moral, para luego salir a transmitir su íntegra sabiduría. Quizá constituirse como educador consista, en gran medida, en unir las virtudes de cada especie animal: el brío salvaje y la serenidad humana.
Es una utopía, qué duda cabe, a la que este libro sustenta de manera modesta. Aferrarnos al afán formativo del docente es nuestro aporte frente al descuido del Estado, a la monumental burocracia del Ministerio de Educación y al exiguo presupuesto del sector. ¿No son acaso los bajos salarios, las bibliotecas escolares fantasmas, la precaria capacitación cultural un agravio para el magisterio? Con sencillez, Paisaje de la mañana pretende dar respuesta a algunas inquietudes que profesores y profesoras tienen en torno a la enseñanza de la literatura infantil. A ratos con desconcierto, a ratos con desaliento.
Las interrogantes que con mayor frecuencia se hacen los docentes abarcan las nociones básicas del género artístico, los autores representativos, las contiendas con las literaturas foráneas, los temas más convenientes o el desarrollo de la producción literaria en el país. Esta urgencia de conocimiento ha sido develada a causa de un fenómeno cultural inusitado de nuestro sistema educativo nacional: la eclosión de los programas de lectura en el ámbito escolar. Un impulso de aliento empresarial que ha puesto en agenda —frase al uso— una carencia cultural. Ahora los maestros se cuestionan sobre el acto de leer y qué leer, quieren conocer sobre literatura y sus manifestaciones, observar el proceso histórico de nuestra literatura, descubrir nuevos escritores, discernir entre obras de calidad y de consumo. Enhorabuena.
Empieza a ser una cicatriz del pasado la indolencia en el campo de la lectura y, más aún, ante el organismo vivo de la literatura. Hoy muchos de nuestros docentes se resisten a aceptar la precariedad de la crítica y las tentaciones del mercadeo editorial; advierten el embuste de ciertas promesas provenientes de empresas o autores, cuyos postulados desestiman la literatura oral, invalidan los textos clásicos bajo el estigma de tristes o pesimistas, excluyen la poesía como género inalcanzable, realzan ciertos valores conservadores y condenan al catálogo de libros prohibidos títulos consagrados que suenan políticamente incorrectos.
Es evidente que el Plan Lector del Ministerio de Educación y de las grandes editoriales ha impuesto un régimen de lecturas en las aulas e, incluso, fuera de ellas; se trata, en gran medida, de una voluntad encomiable. Sin embargo, las normas se aplican en colegios públicos y privados con diversa suerte. Y, sobre todo, dependiendo del estrato económico al que pertenezcan. Además seamos sinceros: es la reacción tardía a un cataclismo cultural que padecemos hace décadas. No podría calificarla de extemporánea —siempre estaremos a tiempo—, pero tampoco sacralicemos la advertencia de las pruebas PISA, pues nuestro descalabro cultural tiene larga data.
Yo no recuerdo lectores en mi barrio ni entre mis compañeros de colegio. Busco una época en que nuestro país haya tenido muchas librerías, suficientes bibliotecas municipales o salas de teatro. O que la lectura haya sido una práctica consustancial ciudadana. No encuentro señales evidentes. Afirmar que antes se leía más, tal vez resulte una idealización del pasado que no comparto, pero lo que mi memoria sí registra es un respeto mayor por la cultura escrita —las librerías eran lugares entrañables, las secciones culturales de la prensa estaban escritas con dignidad y las películas las “leíamos” con fervor— y de una superior autoestima del docente. Es indiscutible que hace algunas décadas nuestro magisterio gozaba de mejores condiciones de trabajo y de mayor prestigio profesional.
Creo que la comunidad educativa nacional ha desatendido un deber primordial con los maestros y maestras: constituirlos y honrarlos como agentes principales de transformación, más valiosos que el libro impreso y que todo decreto oficial. Qué falacias guardan ahora los discursos institucionales y cuán poca confianza despierta la vocación docente. José María Eguren tiene una bella imagen que podríamos aplicarla a nuestro oficio: “Somos los ojos de diamante que miran desde las ciegas alturas con el afán de cuidar el futuro de una nación”. Quizás sea cierta la creencia de que una vez que cerramos la puerta del aula, los maestros adquirimos mayor transcendencia que el propio ministro.
Además de una selección de textos representativos —algunos inhallables—, Paisaje de la mañana contiene múltiples anotaciones tomadas de mis lecturas y de mis apreciaciones como profesor. Una que otra charla o entrevista y muchos papeles sueltos de mis archivos personales; nada que tenga que ver con la visión de un especialista. Creo que el título del libro me exime, por su carácter sugestivo, de dar mayores explicaciones; prefiero respetar los sentidos que le otorgue el lector. Más bien quisiera detenerme en las significaciones que pudiera inspirar el subtítulo. La palabra esbozo, como ejecución de una obra artística, deviene de la imagen pictórica del título y señala su vocación de dibujo representativo de un proyecto artístico. Este trabajo no constituye, por lo tanto, un estudio acabado ni profundo sobre nuestra literatura infantil y juvenil, es simplemente un proyecto o apunte preparatorio para un curso del género.
Adviértase que no uso el término de asignatura o materia, sino curso en la variada acepción que establece el diccionario: tanto como asignatura, itinerario y también continuidad y destino de un proceso. Agradecería que se tomen en cuenta dichos criterios, pues estamos ante una suerte de cuaderno de campo con informaciones y reflexiones literarias, que guardan una secuencia progresiva aunque sin demasiado rigor, como los apuntes que hacemos los profesores y profesoras la noche que nos desvelamos por un tema pendiente o los subrayados camino a la escuela antes de una clase.
Quisiera que el espíritu de las anotaciones expresara el propósito mismo del trabajo, para que opere como una guía pedagógica atractiva e incitante. Su estructura, al igual que una programación curricular, está formada por unidades académicas y el lenguaje que empleo es el de un profesor escolar, muy directo y cordial. De modo que el desarrollo de las clases de cada unidad queda en manos del docente. Como además los profesores y profesoras van cargados de libros por los pasillos y cruzan, a duras penas, el patio de recreo, para ahorrarles tiempo y espacio he elegido y organizado en un solo volumen las mejores lecturas referidas a la literatura infantil de nuestro país.
La selección de dichas “Lecturas ejemplares” ha evitado consignar textos muy conocidos o de fácil acceso —“Paco Yunque”, de César Vallejo, por ejemplo—, sin obviar en ningún caso a autores indispensables. Lo deseable es que las páginas literarias de cada apartado se analicen a la luz de las consideraciones precedentes; de este modo, pongamos por caso, leer las fábulas y los testimonios de los cronistas Garcilaso Inca de la Vega o Felipe Guamán Poma de Ayala, correspondientes a la Segunda Unidad, supone haber revisado antes los Antecedentes históricos de la unidad.
Tal vez convenga explicar la razón de incluir dos largas entrevistas, tanto en la introducción como en el epílogo. Sabemos que la entrevista es una modalidad periodística que ha consagrado el diálogo versado sobre algún tema de interés y que puede llegar al lector de una manera clara y amable. Es lo que he procurado hacer en las conversaciones con Jesús Cabel y Jéssica Rodríguez López; a quienes me he acercado como un profesor de colegio, lleno de curiosidad intelectual, y ansioso por descubrir nuevas formas de compartir la literatura con mis estudiantes. Ambos son maestros, han investigado y escrito sobre literatura infantil, y conocen además los mecanismos secretos del trabajo creativo.
En las Nociones previas de la Primera Unidad intento reflexionar en torno a las características que conforman el texto literario y la literatura dirigida a la infancia, además de delinear algunas propuestas de pensadores peruanos del siglo pasado sobre nuestro proceso literario. Considerar los juicios de Luis Alberto Sánchez, José Carlos Mariátegui o Antonio Cornejo Polar puede sorprender en un libro de esta naturaleza, pero mi aspiración es clara: reconocer el estatuto artístico y social del género infantil y juvenil, integrarlo al corpus de la gran literatura peruana y contribuir a su necesaria difusión.
A partir de la Segunda Unidad, hasta la sexta, el criterio de agrupación de autores, obras y movimientos literarios responde a una línea cronológica y a la práctica de un género predominante. En Antecedentes históricos, por ejemplo, las primeras expresiones en verso y prosa se revelan en las crónicas de la Conquista y la Colonia. Autores españoles e indios se reúnen, con desiguales intereses, para entregarnos testimonios de nuestro pasado y deslumbrarnos con una todavía silenciada literatura oral: leyendas, poemas, canciones o fábulas circularon de manera anónima, y reflejaban la vida cotidiana y ceremonial que animaron las culturas prehispánicas. El lector podrá apreciar parte de este manantial en la sección correspondiente a Lecturas ejemplares.
La Tercera Unidad aborda un momento crucial de nuestra historia: la crisis de la Independencia que enfrenta violentamente dos tendencias políticas: la sociedad colonial y la sociedad criolla americana. Las nuevas ideas y expresiones literarias, así como el fervor patriótico, encuentran en el romanticismo un impulso de escritores con personalidad propia; los más significativos, Mariano Melgar y Ricardo Palma, quienes con sus fábulas y sus tradiciones inauguran un lector infantil y juvenil en la literatura peruana. Dotada de afanes didácticos, es cierto, pero que consiente la aparición de un sector del público que antes no había recibido atención. La Cuarta y Quinta Unidad ofrecen un mismo periodo histórico —desde las primeras décadas del siglo XX hasta mediados de siglo—, pero apuntan a dos géneros distintos en formación: la narración y la poesía dirigida a los niños y niñas.
En estas unidades hallamos un venero de importantes narradores como Abraham Valdelomar o Ciro Alegría, al lado de escritoras como María Wiesse o Angélica Palma que son ilustres desconocidas para nuestros maestros y maestras, y, en consecuencia, para el público infantil. Algo similar ocurre con el poeta José María Eguren, quien comparte la sección de lecturas ejemplares con los olvidados escritores Luis Valle Goicochea y Abraham Arias Larreta. La Sexta Unidad cubre un periodo de consolidación de la literatura para niños —la segunda mitad del siglo XX—, con autores que si bien se leen muy poco en las escuelas de hoy –salvo José Watanabe y Óscar Colchado Lucio, los demás, injustamente, no forman parte de los actuales catálogos de las editoriales–, ningún educador ignora el papel trascendente de su arte y magisterio. Tal vez los nombres de mayor prestigio sean los de Javier Sologuren y Rosa Cerna Guardia, un poeta extraordinario y una delicada narradora.
Ha sido grato realizar el presente trabajo, aunque nada sencillo. Mis experiencias docentes son manifiestamente escasas: he ejercido como profesor escolar muchos años y solo en colegios particulares en Lima, jamás de una escuela pública ni de provincia. Lo que me ha conferido, desafortunadamente, una visión parcial del mapa educativo peruano. Es verdad que he tenido numerosos encuentros y talleres con docentes del interior del país, pero es insuficiente para conocer un sistema tan dispar y frágil. Además de mis limitaciones en materias de teoría literaria e historiografía, considérese las carencias de bibliotecas especializadas y registros bibliográficos en torno al género; la inexistente presencia de la literatura infantil en los tratados de literatura nacional y el espejismo creado por el fenómeno cultural surgido con el plan lector en nuestras escuelas, después del año 2006, cuyas operaciones comerciales y producción novísima han distraído el cauce de nuestra valiosa tradición.
Con discreta inmodestia anhelo que este libro enriquezca el horizonte educativo del país, pues continúo aferrado al empeño de ver profesoras y profesores emancipados gracias a su propia cultura, entregados al ejercicio de sus meditaciones y su imaginación, amparados por mejores condiciones de trabajo. Docentes con tiempo libre para estudiar, departir y disfrutar del ocio, esa voluntad de paz y albedrío que reclamaban los antiguos griegos como concepto originario de la palabra `escuelá: lugar libre de las urgencias de la vida, ámbito propicio para cultivarse. A diario me recuerdo que nuestra emergencia educativa exige de la pasión del magisterio, y que la lectura constituye el arma fundamental de combate en la toda democracia digna, como pensaba el maestro Luis Jaime Cisneros.
La nobleza obliga a ser agradecido con personas e instituciones que alentaron el presente trabajo. Muchas gracias al Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima por su vocación formativa y su renovada confianza; a los estudiosos Jesús Cabel y Jéssica Rodríguez López por su sapiencia y cordialidad; a mis jóvenes asistentes, la bibliotecóloga Grace Cortez Ruvnoch y las comunicadoras Daniela Betancour González y Emi Teruya Gonzales por su apoyo entusiasta; y a mi esposa Rosario de la Hoz por su alegría pedagógica.
Jorge Eslava
Miraflores, otoño del 2014.