Lo que mi voz leía

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Lo que mi voz leía : cartas / compiladores y editores literarios: Javier Naranjo Moreno, Orlanda Agudelo Mejía. -- Medellín: Editorial EAFIT, 2019

182 p.; 21 cm. -- (Letra x letra)

ISBN 978-958-720-597-8

1. Cartas colombianas. 2 Lectura. 3. Escritura. I. Naranjo Moreno, Javier, comp. II. Agudelo Mejía, Orlanda, comp. III. Sierra, Luis Germán, pról. IV.Tít. V. Serie

C866 cd 23 ed.

L795

Universidad EAFIT – Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas

Lo que mi voz leía

Cartas

Primera edición: septiembre de 2019

© De las cartas, sus remitentes

© Del prólogo, Javier Naranjo Moreno

© De la presentación, Luis Germán Sierra

© De esta edición, Editorial EAFIT

Carrera 49 # 7 Sur - 50, Medellín. Tel. 261 95 23

http//www.eafit.edu.co/fondo

Correo electrónico: fonedit@eafit.edu.co

ISBN: 978-958-720-597-8

Coordinación: Claudia Ivonne Giraldo

Edición: Juan Felipe Restrepo David y Marcel René Gutiérrez

Corrección de textos introductorios: Juana Manuela Montoya

Diseño y diagramación: Alina Giraldo Yepes

Imagen de carátula: Hoy murió la Woolf, 1979. Victoria Inés Paz, Colombia.

Universidad EAFIT | Vigilada Mineducación Reconocimiento como Universidad: Decreto Número 759, del 6 de mayo de 1971, de la Presidencia de la República de Colombia Reconocimiento personería jurídica: Número 75, del 28 de junio de 1960, expedida por la Gobernación de Antioquia. Acreditada institucionalmente por el Ministerio de Educación Nacional hasta el 2026, mediante Resolución 2158 emitida el 13 de febrero de 2018.

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita de la editorial

Editado en Medellín, Colombia

Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

Nuestra admiración y gratitud,para quienes entregaron sus palabras,hechas de memoria y entereza

Allí donde la toques, la memoria duele

Yorgos Seferis

Contenido

Nota editorial

Presentación

Luis Germán Sierra

Prólogo

Lo que mi voz leía

Carepa, Antioquia, sept-25 – 2009 QUERIDO PROFESOR ANICIO FLÓREZ

Girardota, noviembre 17 de 2012 AMADA MAMÁ

Medellín, octubre 24 de 2016 QUERIDO PAPÁ

El Retiro, 12 de junio de 2010 PROFE…ANA GONZÁLEZ. SONSÓN ANTIOQUIA

Cajamarca, Perú, noviembre 22 de 2014 A ROSA

El Retiro, 16 de junio de 2012 MI QUERIDO PEDRO

Oaxaca, 25 de octubre de 2018 [QUERIDO TIO]

Medellín, 15/12/18 HIJO. JUAN RAUL

Medellín, 2014 [CREO QUE DE NO HABER NACIDO DONDE NACÍ]

Matituy, junio 3 de 2016. (Carta dictada) QUERIDA PROFESORA JACINTA

Cali, septiembre 8 de 2016 [EN EL COLEGIO ERA PÉSIMO LECTOR]

Medellín, Noviembre 12-2009 [DISTANTE PROFESORA]

Medellín, 12 de noviembre de 2009 CARTA DES-AMOROSA PARA LOS QUE YA NO ESTÁN

Buenos Aires (Argentina) [MI PRIMER RECUERDO RELACIONADO CON LA LECTURA]

25/4/12 Matituy, junio 2 de 2016 QUERIDO SEÑOR

CARTA Cajabamba, Perú, noviembre de 2014 AL PROFESOR MÁS MALO DE MIS PRIMERAS LETRAS

Medellín, enero 19 de 2015. Manuel Estrada QUERIDOS PAPÁ Y DOÑA PARCA

Cajamarca, Perú, noviembre 20 de 2014 SEÑOR

San Juan de Pasto, junio 2/2016 HERMOSÍSIMO PAPÁ

Girardota, noviembre 17 de 2012 ANDREA, QUERIDA

Rionegro, agosto 6 de 2013 [EN PRINCIPIO SOLO RECUERDO UNOS PADRES AUSENTES]

Andes, 2011 COLEGIO “LA PIEDRA”

Cúcuta, 20/10/2016 PARA: POLINA ALEXANDROVNA

Medellín, julio 18 de 2014 MI PRECIOSA SALOMÉ

Itsmina, Noviembre 9 2013 QUERIDA AMANDA

05/08/15 Cúcuta [SIEMPRE FUI UNA PERSONA SOLITARIA]

Medellín, 2016 CECILIA PELÁEZ

Matituy, junio 2 de 2016 HOLA PROFE, OLVIDADO MAESTRO

Medellín, 2012 A VOS MUJER DE ENSEÑANZAS INFINITAS

A mi padre, En su memoria. Medellín, julio 15/2015 [NO SE AHORA QUE LABERINTOS TENDRIA QUE RECORRER]

Oaxaca, 25 de octubre, 2018 ISABELA

Medellín, julio 15 de 2015 CARTA DE UN PECADOR Y DE UN SUICIDA INCONCLUSO

Girardot 26 agosto 2016 PARA MI ADORADA MADRE

Medellín, 2012 PROFE

Matituy, 2016 DOÑA FELICITA

Medellín, 15 julio 2015 PARA FREDY PAJON (PROFESOR DE LENGUA CASTELLANA)

Manaure, Cesar 31 de agosto 2017 HOLA PROFE LAURA

Oaxaca, 25-10-18 CUANDO DESPERTÉ EL MUNDO ESTABA AHÍ

Girardot, 26 de agosto de 2016 QUERIDA VIDA

Cali, Sep- 08 - 16 A CLAUDIA ELENA

Matituy, 3 de junio 2016 QUERIDA PROFESORA

Girardota, Noviembre 17 de 2012 SIEMPRE TE RECUERDO LEYENDO

San Juan de Pasto, 2016 QUERIDO ABUELO

Matituy, 2016 JULIA

Rionegro, 29 de marzo de 2014 MARÍA CANDELARIA

Cajabamba. 20 de Diciembre del 1981. Trujillo SR: CESAR APAZA CAHUANA

Guarne, junio 14 de 2012 QUERIDO PROFESOR ORTIZ

Subachoque 28-05/15 QUERIDA SOLEDAD!

Medellín julio de 2015 PROFESORA GABRIELA

Oaxaca, 25 de octubre de 2018 PARA MI PROFE DE LITERATURA

El Carmen de Viboral, 2015 [RECUERDO EN LAS FRIAS NOCHES]

Cali, 2016 MITA

1 Sep 8 2016 A MI HERMANO….MI HEROE

Pomabamba, 2014 [QUERIDA MAMÁ]

Istmina 9 del 2013 SEÑORA NARCISA

Apartadó, 2014 PARA BERNARDO… EL NECIO BERNARDO...

 

Barranquilla, marzo 19 de 2015 [HOLA LILIA]

9-SEP/2016 CARTA A MAMÁ

Girardota, 2012 BRINDIS DE PALABRAS

Cajabamba, 17 de noviembre de 2014 SEÑOR: SAMUEL QUISPE TORRES

Medellín, 19 de noviembre de 2009 [QUERIDO PAPÁ]

Medellín, Colombia. 15 de julio, 2015 MADRE

Pomabamba Noviembre del 2014 QUERIDO PROFESOR: JORGE RAMOS CHÁVEZ

El Retiro 15 de julio de 2010 SEÑORA LIA

Girardot, 2016 POR ESTE LADO LEE

Cali, 2016 A MI MADRE

San Roque- Antioquía, 2014 MI AMADA MADRE

Cúcuta, 2016 NIÑO DE OJOS VERDES

Apartadó, 2014 MI LINDA TIA

Carepa, 2010 MI PROFESORA FIDELIA

Puerto Berrío, Feb/18/09 HOLA

Andes, 2009 A - E - I - O - U LAS VOCALES DEL PERÚ?

Apartadó, 25/07/2014 QUERIDA Y RECORDADA. PROFESORA AMANDA

La Ceja, 2012 FLOR MARÍA

Medellín 18. de julio 2014 [QUERIDA PROFESORA]

Santiago de Cali, septiembre 2016 AMADA MAMITA

Cisneros, 2009 ¿QUIÉN ME HIZO LECTORA?

El Carmen, 29-03-14 QUERIDA SEÑORITA ROSA

Cúcuta, octubre 20 de 2016 QUERIDA TIA: PETRONA. SALUDOS

Guarne, 14-2009 CORDIAL SALUDO

Medellín, 2016 LA PEDAGOGÍA DEL SILENCIO

Andes, 2009 CIELO

Matituy, 2016 [MI INFANCIA LA COMPARTÍ DENTRO DE UNA FAMILIA]

El Carmen. 29/03/2014 BUENAS TARDES, DÍAS Y NOCHES SEÑORA DESCONOCIDA

Girardota, 2012 A - E - I INTENTABA ENTENDERTE

Cajamarca, 2014 MUY NO ESTIMADA TELEVISIÓN

Cucuta, VIII-5-2015 [MI MADRE, UNA CAMPESINA]

Cesar, 30 de sept./09.- SEÑORA JOSEFA DAVILA

Cúcuta, octubre 20 de 2016 SALUDO CORDIAL

Girardota, 2012 *ATRAC ED ROMA ROP AL ARUTCEL

Condoto. Fecha. Noviembre. 09 - 11 - 2013 NOMBRE. MARY LUZ MURILLO MIES

El Carmen de Viboral [ME HUELE A POLVO DE TIZA]

Cúcuta 2015 [YA EL TREN NO LLEGABA A LA ESTACIÓN]

Medellín, 12 de noviembre de 2009 [RECUERDO CON UNA MEZCLA DE JÚBILO Y NOSTALGIA]

Nombre Ana Rocío Lenis [HOLA MIS A YO ME A ENSEYADOA LOS GRITOS]

Notas al pie

Nota editorial

Este es el tercer título de nuestra colección LETRA X LETRA – EPISTOLAR. Y aunque hace parte de esa escritura (epistolográfica) que nace de un decir que se le envía a otro (cercano o lejano, vivo o muerto, real o imaginario), es un volumen que brilla por su contraste y autonomía. Como lo aclara uno de sus compiladores y editores literarios, Javier Naranjo, no siempre los textos suelen ser cartas en el sentido tradicional que las conocemos o las hemos nombrado; a veces son quejas directas, confesiones tristes, secretos revelados, declaraciones rabiosas, fragmentos de memorias, mínimas autobiografías… O sea, aunque el formato es el epistolar, su escritura transita por muchos lugares, y el alma que las envuelve es algo que, como editores, preferimos llamar poesía, pero una poesía de la vida, cotidiana, de las emociones, de las alegrías y los dolores, las amarguras y los recuerdos hondos. Lo bello de estas cartas, raras y únicas, radica en el hecho, como dice Naranjo, de que fueron escritas por aquellos que no están en nuestro radar de famosos y reconocidos, sino que son, como la mayoría de nosotros, ciudadanos y habitantes de las calles y los caminos; cartas que, a su manera, le pueden pertenecer a cualquiera cuando, a decir verdad, nos expresamos con nuestras palabras más sinceras y propias (las que nacen de nuestros sentimientos), y que no han pasado por ninguna norma ni regla de lenguaje: nuestro decir no-domesticado. Lo bello y conmovedor de estas cartas-textos-escritos es que los talleristas que las incitaron (Javier Naranjo y Orlanda Agudelo) lograron que los participantes (pertenecientes la mayoría al diverso mundo de la palabra, la docencia y la escritura) “sacaran” algo de la poesía personal que los acompaña, que los ha hecho ser lo que son, a su pesar o contento: en esto, Javier y Orlanda hacen magia; hoy en día, en este mundo nuestro, en el que es una necesidad aprender a convivir con la realidad y sus máscaras, mientras logramos conquistar un lugar, es harto difícil llegar a una escritura como esta: tan desnuda de corazón. Como editorial celebramos, desde que llegó a nuestras manos, este manuscrito: es un privilegio presentarlo a los lectores. Y, por último, algo sobre la unificación y el registro de la escritura: como editores y correctores estamos obsesionados con la correcta sintaxis y gramática, con la diafanidad y univocidad que ofrece la norma lingüística; este manuscrito, por decirlo así, exige su propia manera de ser leído: aquí, los errores no son errores, son huellas y alma de quien escribe. Por eso, cada carta es un pequeño mundo que pide paciencia para ser conocido y explorado. Dicho de otra manera: cada carta es la que edita nuestra manera de leer y comprender; incomoda, si hay resistencia; ilumina, si hay apertura. Es este un libro, sí, pero también es un coro y un hermoso viaje por cada caminito que son estas vidas. Y, lo mejor, un coro de otredades sobre nuestra realidad colombiana y latinoamericana, que tanto necesitamos seguir conociendo.

Juan Felipe Restrepo David

Presentación

Lo que mi voz leía es, si se quiere, un libro singular. Noventa y cinco testimonios acerca de cómo comenzó en la infancia la práctica de la lectura. Y quiénes tenían la responsabilidad en ese, casi siempre, tortuoso camino. Cuesta escribir la palabra “tortuoso”, cuando debería ser “festivo” la palabra empleada. Pero aquí mandan los recuerdos y ellos, correspondientes a noventa y cinco personas que les cuentan por escrito a Javier Naranjo y a Orlanda Agudelo sus primeras experiencias en dicho aprendizaje, son casi siempre inexorables. Sufrieron el duro carácter de sus profesores y guías, además de las adversas condiciones que en algunos casos tuvieron que padecer quienes querían, por encima de todo, aprender a leer. Y quienes hoy son o se aprestan a ser, en la mayoría de los casos, a su vez, profesores y guías de lectura.

Es un bello título el de este libro, que dice a las claras que cada uno de nosotros tiene una voz particular para juntar letras y pronunciar palabras, balbuceantes, que van conformando los pequeños universos que se abren ante nuestros ojos, ya para siempre. Y que, cualquiera sea ese camino, es la voz que conservaremos toda la vida. La voz que, sin duda, nos hace felices. Y trasmisores de felicidad, por lo tanto.

El lector se encontrará con testimonios (“cartas”, les dicen los autores) asombrosos y tal vez repudiables, porque la experiencia lectora va acompañada de castigos y de condiciones que, de nuevo, no se compadecen con lo que tendría que ser el reino de la alegría, de la holgura y de la libertad. Y también se encontrará con páginas de muy dudosa ortografía y con faltas de lenguaje que, como bien dice la introducción, ponen a prueba la persistencia de buenos lectores de quienes abracen estos testimonios. Páginas que, en todo caso, no desdicen en absoluto la validez de las experiencias. Deben ser, eso sí, un llamado de atención para ellos mismos, formadores o futuros formadores de lectores.

Luis Germán Sierra J.

Prólogo

Escribir fue leerme en el afuera

Profesora de Medellín

Por casi doce años me he empeñado en hacer en muchos lugares1 un ejercicio simple: recordar las experiencias en lectura y escritura que han tenido personas de diversas condiciones y culturas. La gran mayoría –casi todos realmente– de los que participaron, están o van a estar vinculados al ejercicio docente.2 En ese propósito me ha acompañado desde hace algunos años, Orlanda, mi esposa.

Los resultados de ese ejercicio son las noventa y cinco cartas (escogidas entre casi mil quinientas) que ahora tiene en sus manos. Aunque es justo decir que en pocos casos no son precisamente cartas (pero así las llamaremos), son testimonios sin un destinatario particular, y en ellos cuentan su relación con las letras, o algunas circunstancias de su vida en la escuela. Transcribimos fielmente sus palabras desde su manejo de la lengua escrita, en la precariedad o riqueza de su dominio, y en los trazos de la fusión entre oralidad y escritura. Estos textos son como dibujos del ánima de cada uno, aún no constreñidos (ni construidos) por las reglas del bien escribir. Feracidad y erial que, admitimos, pueden dificultar la lectura de quien se acerca a este libro. Y esa también es una manera de poner a prueba su propia condición lectora.

En los talleres nos reuníamos para recordar nuestros primeros tratos con las palabras, los libros que las nutrieron (o la ausencia de ellos), los olores, las atmósferas, las expresiones en los rostros, los gestos o las voces de quienes nos invitaron a leer y a escribir, o de quienes lo negaron, que, por cierto, también es otra historia, la de un no, la de no pude, la de no quise, o la de nadie me acompañó.

Las sesiones eran de tres horas en promedio. Al comenzar leíamos el testimonio del escritor boliviano Víctor Montoya en una escuelita del pueblo de Llallagua, Potosí, una región de reconocida tradición minera. Su texto se llama La letra con sangre entra,3 y en él evoca con gran poder su infancia lastimada por esa tortura cotidiana que fue su aprendizaje en la escuela Jaime Mendoza. El estremecimiento que causaba su relato nos tocaba, para llevarnos a la soledad de niño de cada uno, que se pregunta por la alegría o el sufrimiento con los que aprendió sus primeras letras. Compartíamos el extravío, el dolor y el miedo del niño Víctor, golpeado por su profesora y acostumbrado a la “pedagogía del silencio”, para luego buscar adentro, en nuestra risa de infancia, en los largos silencios o en la amorosa conversación con quienes nos mostraron la fuerza de las palabras.

Desde la conmoción de la escucha, les sugeríamos que escribieran una carta a la persona (o personas) que les hizo acercarse o distanciarse de la lectura y la escritura, con todo lo que quisieran evocar de esos primeros momentos. Les decíamos también que no se preocuparan por la ortografía, los acentos, la puntuación; que esas reglas se requerían, porque así convinimos expresarnos por escrito, pero que en ese momento no importaban. Que se abandonaran al flujo de la memoria, imágenes y sensaciones, y las contaran en el papel, tan libremente como llegaran. Después de que escribían recogíamos las hojas y pedíamos su permiso para leer y para dar sus nombres.

 

Al finalizar el taller, al que llamábamos “¿La letra con sangre entra?”, conversábamos de las impresiones que generaron sus historias de vida, y del modo como nos apropiamos de nuestra lengua y hasta dónde esa conquista estaba marcada por el dolor o el afecto. Así eran en general esas sesiones, todas y cada una cargada de emociones y matices surgidos de ese rememorar, que no es posible transmitir aquí.

La inmersión en ese tiempo encontraba la niñez. Feliz o dolida, temerosa, acompañada o sola. Sea como sea esa tierra a la que se retorna, eran niños y adolescentes otra vez quienes estaban frente a la hoja. Y sus lágrimas, sus risas y sus expresiones cuando leíamos sus testimonios, tuvieron un aire de infancia que, me atrevo a decir, nadie ha perdido del todo. Nadie. Y desde allí nos hablaron, interpelaron, preguntaron por lo que se les dio y cómo se les dio. Confiamos en que estos testimonios lleven a quien los lea a preguntarse: ¿y yo qué?, ¿cómo fue mi trato inicial con las palabras?, ¿qué me marcó? Para que, volviendo a ese niño, pueda sentirse, remirar caminos y acompañar con transparencia y sensibilidad a otros.

Respetamos todos los trazos, su peculiar sintaxis. Era necesario para nuestro propósito la publicación de esos documentos con sus exactas grafías, porque esto, en consonancia con sus historias, evidencia la relación de cada uno con el idioma. Los rasgos, dificultades, aciertos o limitaciones en sus componentes y estructura, son manifestaciones palpables de su adquisición. Y la sensible verdad, el valor que todos esos textos rezuman, no puede desdeñarse privilegiando los modos “correctos” de escribir sobre su capacidad de conmover y generar reflexión. No se pueden resaltar más las normas que la entrega a los demás, a su alta vocación, que muchos de los que signaron las cartas manifiestan.

En las trascripciones cambiamos los nombres propios y solo agregamos las ciudades y las fechas de los talleres cuando faltaban. No suprimimos nada, no cambiamos acentos, no sumamos palabras, cuando como verán hay muchos equívocos, que siempre nos confirman que la trascripción del habla toma otro aliento en la escritura. Así conversan ellos en sus escritos, los que no tienen reconocimiento, y están o serán encargados de formar a las nuevas generaciones.

Valoramos mucho esas voces aún crudas, como en el habla tranquila de tantos campesinos, donde destellan ocasionales chispazos poéticos, hechos de rumia y palabras, que huyen si se ordenan muy juiciositos en la escritura. Por eso, a veces, y de manera inesperada, hay encuentros poderosos, como en los juegos de escritura hechos con niños. No creo temerario aventurar que, en ambos casos, deslumbra algo que se llama inocencia. Nos gusta explorar esa posibilidad que en ocasiones hace esguinces al lenguaje normado, y permite que puros prodigios escapen de lo previsto, de lo soso y lo políticamente correcto. Hallazgos de sentido y sonido. Sin detenerse demasiado, porque como sabemos, si pensamos en cómo estamos caminando, nos vamos de bruces… o de bronces, como alguien decía, y esa es una caída más fuerte. Hay que dejar que en el andar fluya cierta inconsciencia… o la inocencia… si algo nos dejan conservar de ella.

Es claro, sin embargo, que hay una pregunta que se impone: si la mayoría de los que hicieron este ejercicio son o van a ser docentes, ¿cómo se explican las limitaciones de su escritura en tantos casos? Hay que pensar en la incidencia que la lectura (más que el aprendizaje de las normas) tiene en una correcta escritura. Y considerar cómo el sistema educativo en muchos casos privilegia un manejo funcional, instrumental, muy básico, del lenguaje, que ni siquiera nos prepara para ser medianos lectores. Podríamos también preguntarnos por cómo leemos, y si leemos lo suficiente. Pero, ¿qué es lo suficiente? No lo sé, pero debo decir que he leído toda mi vida, y aun así para publicar mis propios escritos (como este), tengo que luchar por encontrar las palabras justas, y averiguar por un uso adecuado de ciertos elementos gramaticales, ortotipográficos, sintácticos. Luego, no debo haber sido un buen aprendiz de esas lecturas. Considero que un escritor es alguien que tiene un gran dominio de la lengua, por eso no me siento como un escritor, y prácticamente ninguno de los que participaron aquí se asume así. No son pues cartas de escritores, aunque no ignoro que muchos de ellos, aun los tocados por el duende, recurren a editores y correctores que ayudan a afinar su voz.

Conocemos la relación con el lenguaje de algunos grandes autores, sus lecturas de iniciación, sus maestros, atmósferas de ese aprendizaje, encantamientos, asombros y agradecimientos. Narraciones inspiradoras, tantas veces. Lo que no sabíamos, por ejemplo, es cómo aprendió a leer una profesora sin ningún renombre, que agradece haber recibido sus primeras letras con “miedo y pesar”, mientras recogía “papeles caca de perro. caballo que amanecia al rededor de la escuela”. Esa profesora que también nos contaba que viajaba en bote varias horas y después en mula a una escuelita en una vereda del Bajo Cauca antioqueño, para arrebatarles a los cultivos de coca el destino de unos cuantos muchachos. Desconocíamos también el encanto y complicidad que encontró una promotora de lectura en un error ortográfico, que le ayudó a acercarse “a ese niño que me gustaba” y que le dijo: “beso se escribe con b grande y no con v pequeña”.

Finalizo con esta carta de la única niña que hay en el libro, porque las actividades se hacían con adultos y solo en dos o tres ocasiones las hicimos con niños.

Katherine de doce años le escribe a su profesora:

“Hola Mis a yo me a enseyadoa los gritos a lospeyiscones a laspalmetadas a las obe den sias y mepegamucha memaltratan y chononos deja descansar nodos de jajugar en el momentoqueellasal”.

Es preciso leer y releer en voz alta, despacio, para sentir en esa confusa “habla”, el maltrato y el dolor que causa una manera de enseñar bastante común y arrasadora.

Pero ¿qué es lo que se “enseya” ahí? Por fortuna sabemos que no es el único camino. En muchos de estos testimonios se multiplican los ejemplos de las más amorosas enseyanzas.

Javier Naranjo

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