Buch lesen: «La laguna de Agua Grande»
Uribe Castro, Hernando
La laguna de agua grande: El conflicto ambiental en la laguna de Sonso en Colombia / Hernando Uribe Castro.-- Primera edición.-- Cali: Programa Editorial Universidad Autónoma de Occidente, 2018. 144 páginas, ilustraciones.
Contiene referencias bibliográficas.
ISBN: 978-958-8994-65-9
1. Conflictos ambientales 2. Laguna de Sonso. 3. Protección del medio ambiente. 4. Conservación de los recursos naturales. I. Universidad Autónoma de Occidente.
333.91816- dc23
La laguna de Agua Grande. El conflicto Ambiental en la laguna de Sonso en Colombia
ISBN: 978-958-8994-65-9
Primera edición, 2018
Colección Investigacion
Libro No. 1
Autor
© Hernando Uribe Castro
Gestión editorial
Director de Investigaciones y Desarrollo Tecnológico
Alexander García Dávalos
Jefe Programa Editorial
José Julián Serrano Q.
Coordinación Editorial
Jennifer Juliet García S.
Comunicadora:
Luisa Fernanda Panteves
Corrección de Estilo:
Eduardo Franco
Diagramación y Diseño:
Melissa Zuluaga Hernández
© Universidad Autónoma de Occidente
Km. 2 vía Cali-Jamundí, A.A. 2790, Cali, Valle del Cauca, Colombia
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Este libro no podrá ser reproducido por ningún medio impreso o de reproducción sin permiso escrito de las titulares del copyright.
Personería jurídica, Res. No. 0618, de la Gobernación del Valle del Cauca, del 20 de febrero de 1970. Universidad Autónoma de Occidente, Res. No. 2766, del Ministerio de Educación Nacional, del 13 de noviembre de 2003. Acreditación Institucional de Alta Calidad, Res. No. 16740, del 24 de agosto de 2017, con vigencia hasta el 2021. Vigilada MinEducación.
Esta obra forma parte de la colección Investigación, serie: libros y capítulos de libro derivados de procesos de investigación 2017-2018, cuyo objetivo es fortalecer la producción intelectual de la Universidad Autónoma de Occidente, que se deriva de procesos de investigación, realizada a través de convocatoria interna, para miembros de la comunidad académica o colaborativas con otras instituciones.
Diseño epub: Hipertexto – Netizen Digital Solutions
A Álvaro del Campo y Rodolfo Espinosa
La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción, de consumo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan.
(Papa Francisco, Laudato si’)
Contenido
Introducción
1. Generalidades teóricas y conceptuales
Sobre ecología política y conflicto ambiental
Sobre la historia ambiental
Sobre las oportunidades políticas en la acción colectiva
2. Características ecosistémicas y proceso de poblamiento de la laguna de Sonso
La laguna de Sonso: características ecosistémicas
El proceso de poblamiento prehispánico y colonial
3. La laguna de Sonso, construcción de un conflicto ambiental
El valle geográfico del río Cauca, territorio diseñado
La historia del conflicto en la laguna de Sonso
La laguna de Sonso como reserva natural en la década de los setenta
El periodo de los estudios especializados
La búsqueda de la protección de la laguna de Sonso y nuevo marco constitucional
Las nuevas afectaciones al humedal en el siglo XXI
4. Acción, conflicto ambiental en la laguna de Sonso
Actores sociales y formas de organización para la defensa de la laguna de Sonso
Los pescadores como actores sociales en la defensa de la laguna
La lucha de los académicos por la laguna
Las organizaciones sociales
Repertorios de acción colectiva y la movilización de recursos
Las oportunidades políticas y los ciclos de protesta social en la laguna de Sonso
Las respuestas de las agencias del Estado
Conclusiones
Bibliografía
Anexos
Notas al pie
Introducción
Este libro expone una versión ampliada, actualizada y mejorada de uno de los estudios de caso, el de la Laguna de Sonso, abordado en la tesis doctoral titulada Transformaciones ambientales y acción colectiva en el valle geográfico del río Cauca frente a la agroindustria cañera 1960-2015: tres estudios de casos (Uribe, 2017c), realizada en el marco del Doctorado Interinstitucional en Ciencias Ambientales de la Universidad del Valle, la Universidad Tecnológica de Pereira y la Universidad del Cauca en el periodo de 2014-2017. Tesis doctoral que obtuvo la calificación de meritoria y que fue dirigida por la PhD Aceneth Perafán Cabrera, profesora del Departamento de Historia de la Universidad del Valle.
Esta tuvo como objetivo general “analizar las transformaciones ambientales y las expresiones de acción colectiva ambiental llevadas a cabo por algunas comunidades asentadas en el valle geográfico del río Cauca, para hacerles frente a los impactos producidos por la agroindustria de la caña de azúcar sobre sus territorios y ecosistemas” (p. 16). Uno de sus principales resultados, además de recuperar la historia ambiental y las transformaciones del medio geográfico en esta región, fue la identificación de 61 conflictos ambientales existentes a lo largo de este valle geográfico que cubre tres departamentos en el suroccidente colombiano (Cauca, Valle del Cauca y Risaralda) y que estaban asociados a la expansión de la caña de azúcar.
Una vez comprendido el diseño territorial del valle geográfico el río Cauca por parte de los agentes agrícolas, agroindustriales y del Estado colombiano, la tesis logró identificar 61 conflictos ambientales asociados a este proceso, de los cuales se seleccionaron tres para profundizar en su conocimiento. Estos casos fueron los siguientes: 1) el conflicto ambiental en la laguna de Sonso, municipio de Buga en el departamento del Valle del Cauca; 2) el conflicto por el acceso al agua potable en el corregimiento de Villagorgona, municipio de Candelaria en el departamento del Valle del Cauca; y 3) el conflicto ambiental por contaminación del río Palo, municipio de Puerto Tejada en el departamento del Cauca.
La laguna de Sonso es un humedal léntico que, al ser visto por los españoles en su incursión por estas tierras en el siglo XVI, lo llegaron a denominar la laguna de Agua Grande, pues su extensión en aquella época y su riqueza en diversidad de peces y todo tipo de fauna era de tal magnitud que atrajo la atención de todos los que pudieron llegar a ella. Las dimensiones de aquel entonces no se corresponden con la extensión actual, debido a las transformaciones territoriales que se produjeron a lo largo del tiempo y, sobre todo, en el siglo XX en este humedal.
Según lo señala la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), ente encargado inicialmente del desarrollo regional y luego de los temas ambientales en el departamento del Valle del Cauca, “en la actualidad, hay 49 humedales lénticos, remanentes del complejo hidrológico del Alto río Cauca, con aproximadamente 2.500 ha y 2.000 ha de la laguna de Sonso” (CVC, 2012). Estos humedales hacen parte del entramado natural de Colombia, país que es considerado como uno de los países más megadiversos del planeta. Según se reporta en la Tercera comunicación nacional de Colombia a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales [Ideam], 2017, p. 14). Colombia cuenta con 30 436 especies de plantas (que incluyen 4010 orquídeas, 262 palmas, 1643 helechos y afines, 1636 musgos y afines), 7432 especies de vertebrados (que incluyen 2000 peces marinos, 1533 peces dulceacuícolas, 1889 aves, 763 anfibios, 571 reptiles, 479 mamíferos), 300 000 especies de invertebrados (que incluyen 3274 mariposas, 7000 escarabajos, 2250 moluscos de mar, 398 abejas), 1644 especies de hongos, 1674 especies de líquenes, aproximadamente 59 134 663 ha de bosque natural y 477 575 ha de plantaciones comerciales. Posee parques nacionales naturales a 2016 con 14 268 224,29 ha (59 áreas protegidas); en 2010, tenía 45,3 km² de glaciares; en 2012, contaba con 2 906 137 ha de páramos; a 2014, poseía bosques secos con 720 000 ha; y a 2014 tenía 30 781 149 ha de humedales. Aun así, reporta deforestación promedio anual entre 2012-2013 de 120 934 ha/año.
En este país, la región del valle geográfico del río Cauca es un territorio que ha sido reconocido como de gran importancia económica por su amplio despliegue productivo nacional, debido a que fue convertido en un espacio especializado para la actividad agrícola y agroindustrial. Las decisiones tomadas y las acciones ejecutadas por parte de la élite política y económica de la región en direccionar la especialización de este territorio tuvieron como resultado efectos en la dinámica socioecosistémica y la producción de conflictos ambientales. Por solo citar de entrada un dato de la primera década del siglo XXI, según el documento Conpes 3624/2009, de 20 de noviembre, la distribución del uso del agua para las distintas actividades humanas ha tenido las siguientes características en el Valle del Cauca: para la producción agrícola con el 75,0 %, seguido de la producción industrial con el 14,0 %. y para el abastecimiento doméstico, el 9,7 % (Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, 2009, pp. 9-10).
Una de las características del valle geográfico del río Cauca es su abundancia en fuentes de agua no solo superficiales sino también subterráneas. El agua es un bien que ha marcado la historia de todo este escenario geográfico. El empleo de este bien (o como se le denomina en la sociedad capitalista, recurso natural) ha beneficiado el conjunto de actividades productivas; no obstante, su aprovechamiento intensivo ha dado lugar a un significativo deterioro. Y este deterioro fue producido porque, con la construcción de obras como embalses, canalizaciones y estructuras para riego, se interfirió su dinámica natural y ecosistémica. A ello se le sumó la desecación de la mayor parte del sistema de humedales que se habían formado a lo largo de miles de años a fin de acondicionar estas tierras para la ampliación de la frontera agrícola. Concretamente, la CVC (2012) ha señalado que
en la década del 50 existían 15.286 hectáreas de humedales lénticos en el departamento del Valle del Cauca, a finales de los años sesenta, el 88 % de ellos había desaparecido, principalmente por la adecuación del espacio para la expansión de los monocultivos de la caña de azúcar, desconociendo los atributos, productos y funciones que cumplen estos ecosistemas.
Al ampliar la frontera agrícola, actividades como la ganadería fueron también desplazadas hacia las faldas de las cordilleras, arrasando con ello los bosques (secos, de laderas y de neblina) en las montañas. Según Pizano y García (2014),
en los análisis realizados [...] se encontró que queda menos del 4 % de la cobertura original del BST (Bosque Seco Tropical) maduro en el país. Otro 5 % corresponde a lo que se puede denominar remanentes de BST con algún grado de intervención, lo cual quiere decir que más del 90 % de los bosques secos del país han sido talados. Más de 60 % de estas tierras deforestadas se encuentra actualmente bajo usos agrícolas o ganaderos, y lo preocupante es que más del 70 % de estas tierras presenta degradación y erosión, y más del 65 % desertificación. (p. 15)
Se introdujeron actividades agrícolas, ganaderas, recreativas, urbanizadoras, infraestructuras y monocultivos —intensivos y extensivos— en nombre del “desarrollo” y del “progreso” de la región. Según el documento Conpes 3624/2009, de 20 de noviembre,
el mayor grado de conflicto por uso del suelo en el Valle del Cauca se registra por la ocupación en cultivos básicamente causado por la utilización de las márgenes de ríos para el establecimiento de cultivos de caña de azúcar, olvidando que su verdadera vocación es para coberturas forestales que permitan la protección de sus franjas y ganadería las zonas forestales ubicadas en las partes altas de las cuencas. (p. 18)
Estos procesos de intervención sobre el territorio produjeron transformaciones radicales en el paisaje con efectos nocivos para la diversidad faunística y florística al modificar o erradicar los ecosistemas naturales a fin de sacar renta y provecho económico. Las repercusiones de estos actos intensivos de la mano de los agentes económicos continúan produciendo efectos irreversibles sobre los humedales, los cuales experimentan día a día la pérdida de su espejo de agua, la contaminación emanada de distintas fuentes, así como la extinción de la mayor parte de su flora y fauna. Estas acciones han generado voces de protesta de diferentes actores que comprenden la delicada situación y han confrontado el modelo de desarrollo impuesto en el valle geográfico del río Cauca (Uribe, 2014, p. 148).
El conflicto fue reconstruido metodológicamente al combinar la teoría analítica de la historia ambiental (Perafán, 2013) con el de las oportunidades políticas en la acción colectiva (Tilly, 1978; Mirza, 2006), así como las directrices relacionadas con la guía para el análisis de los conflictos socioambientales de Environmental Justice Organizations, Liabilities and Trade (EJOLT).
Este libro se estructura en cuatro capítulos. En el capítulo 1, se presentan las generalidades teóricas y conceptuales necesarias para abordar el conflicto ambiental. En el capítulo 2, se muestran las características ecosistémicas y el proceso de poblamiento de la laguna de Sonso. En el capítulo 3, se aborda la construcción del conflicto ambiental en la laguna de Sonso, considerado como un humedal estratégico a lo largo del siglo XX hasta la actualidad. Y en el capítulo 4, se atienden los aspectos relacionados con la dimensión de la acción colectiva ambiental liderada por distintos actores a lo largo de los años, sobre todo desde la década de los sesenta, encaminadas a la defensa, protección y exigencia a las agencias del Estado de su obligación de protección, conservación y mejoramiento de las condiciones socioecosistémicas de la laguna de Sonso.
El autor expresa sus más sinceros agradecimientos a la Universidad Autónoma de Occidente por su publicación. Y reitera sus agradecimientos a las directivas, en especial al doctor Álvaro del Campo Parra por el apoyo incondicional al proceso de formación doctoral del autor; al decano de la Facultad de Humanidades, profesor Jesús Alfonso Flórez; y a la jefe del Departamento de Ciencias Sociales, Elizabeth Gómez Etayo. Agradecimientos que se hacen extensivos a los profesores Mario Pérez (Universidad del Valle), Isaías Tobasura (Universidad de Caldas) y Reinaldo Funes (Universidad de La Habana y Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, en Cuba) por sus valiosos comentarios. También a las comunidades que, con valentía, han defendido este importante humedal en el Valle del Cauca. Finalmente, a la Editorial de la Universidad Autónoma de Occidente por acoger este trabajo para su publicación y difusión.
1.
Generalidades teóricas y conceptuales
Sobre ecología política y conflicto ambiental
A lo largo del pensamiento sociológico, la teoría del conflicto ha estado presente en el debate teórico y epistemológico. La cuestión por el conflicto ha sido, y sigue siéndolo, eje central de las reflexiones tanto del pensamiento clásico como del contemporáneo en las ciencias sociales (Karl Marx, Émile Durkheim y Georg Simmel). Desde una perspectiva sociológica, el conflicto es un fenómeno social, un hecho social, que evidencia las tensiones entre las apuestas de sentido de los actores, sus concepciones divergentes, las contraposiciones que flotan sobre el escenario social.
En muchos casos, conflicto y cambio social se presentan como elementos relacionados en el análisis social. En Marx, la histórica lucha de clases era la historia del conflicto histórico humano entre clases sociales. El conflicto está en las bases del pensamiento de Marx cuando analiza el desarrollo material de la historia como un proceso dinámico de largo plazo que se da por etapas, las cuales están caracterizadas por los modos de producción que se constituyen independientes, de “los proyectos utópicos ni de los buenos deseos de la gente de cada época” (Collins y González, 1996, p. 56). Marx ve en cada etapa el conflicto como parte integral de esa lógica de dinámica humana. Para Marx, “las clases son los principales actores en el escenario de la historia. Ellas son las que participan en las luchas económicas y políticas, las que hacen alianzas y producen el cambio histórico” (p. 68).
En autores como Simmel (1986), la clave del entendimiento sociológico estaba en el estudio de los grupos pequeños, del interaccionismo y del intercambio. El interés estaba dado en estudiar las formas de la interacción humana, de las distintas expresiones de las relaciones sociales. Cuando se analiza la obra de Simmel, es factible percibir que su planteamiento está fuertemente influido por un tipo de relación analítica entre lo filosófico-sociológico, algo así como un proyecto teórico de la sociología. Es posible identificar dos planteamientos en Simmel como un gran aporte para la investigación del conflicto en las ciencias sociales:
• Uno de los planteamientos centrales tiene que ver con la idea según la cual toda actividad humana transcurre dentro de la sociedad, sin que nadie pueda sustraerse a su influjo.1 No existe la menor duda de que esta idea, a propósito, de carácter estructuralista, lo aproxima al razonamiento de Durkheim (1997), planteado sobre todo en Las reglas del método sociológico, donde la regla es comprender que la explicación de lo social debe hacerse desde lo social. Esto nos permite pensar en dos cuestiones esenciales: primero, que la sociedad no posee un exterior y que toda actividad humana en sentido de su acción estaba dentro de los marcos sociales; y segundo, que lo social debe ser abordado por las ciencias sociales.
• El otro planteamiento tiene que ver con el hecho de que pensar en formas de socialización es pensar en la acción recíproca. Desde esta perspectiva, no es posible explicar por medio del individuo los hechos históricos, la cultura, la ciencia y la moralidad, lo que conlleva superar la idea tradicional centrada netamente en el individuo y las explicaciones de la filosofía del conocimiento. Para Simmel, ya no se estaba en condiciones de seguir replicando que las cosas del hombre han sido inventadas o pueden ser explicadas por “individuos geniales” o por Dios. Las acciones recíprocas son parte central del conocimiento sociológico a través de las cuales es posible comprender los fenómenos históricos.2 La sociología pasa, entonces, a ocupar un lugar privilegiado como un nuevo método por medio del cual se pueden explicar los fenómenos sociales, pero, sobre todo, privilegiando más una sociología del presente. Toda acción recíproca involucra, por lo menos, dos individuos, pues, para que sea recíproca, requiere una relación social.
En la experiencia cotidiana de las personas, existe una amplia gama de interacciones sociales, o bien de relaciones de solidaridad, o bien de relaciones de confrontación. Tanto unas como otras son formas de socialización, pues la cooperación y colaboración coexisten. En palabras de Simmel, “lo que en esta vida aparece inmediatamente como disociación, es, en realidad, una de las formas elementales de socialización” (1986, p. 271). Esta idea confronta las ideas de sentido común que conciben la lucha como una expresión negativa, porque disocia los integrantes de un colectivo. Simmel explicaría que esto es una idea no precisa, pues lo que se observa en verdad es que la lucha, al ser una acción recíproca, es una forma de socialización entre seres humanos.
La tarea es, por tanto, demostrar que eso que regularmente se considera como negativo para la sociedad, en verdad, representa otra cosa. Al respecto, expresa Simmel que “la oposición de un elemento frente a otro en una misma sociedad, no es un factor social meramente negativo, aunque solo sea porque muchas veces es el único medio que hace posible la convivencia con personalidades propiamente intolerables” (1986, p. 270).
Se debe recordar que la acción recíproca surge cuando los individuos se movilizan en la búsqueda de una unión con otros individuos, lo cual conlleva una unidad social. Así pues, las relaciones sociales contienen (tienden) a constituirse en unidad que puede ser a través de diversos mecanismos: por ejemplo, a través de la violencia donde unos dominan a otros y los someten y así lograr una unidad, o a través de relaciones de solidaridad entre los integrantes de la sociedad como sucede con las sociedades modernas a partir de los nacionalismos y los Estados nación, algunas de ellas como la francesa, que surgen precisamente de revoluciones y luchas.
La sociedad debe su existencia no solo a la armonía, sino también a la desarmonía, de asociación y competencia; y requiere esto para existir unida, por lo que un grupo totalmente armonioso es empíricamente irreal. Incluso, partiendo desde el individuo, es factible encontrar que este no unifica su personalidad solo con procesos armonizadores mediante normas, sino que también lo hace mediante la contradicción y la lucha con la norma, que le persisten durante toda su vida. La lucha es un complemento de la función de la sociedad, por lo que la sociedad está constituida por el conflicto. La significación sociológica de la lucha se puede entender de dos maneras: por un lado, existen en la lucha diferentes formas de acción recíproca entre las partes como la confrontación, la competencia, el antagonismo, el aniquilamiento y la sumisión; y por otro, además de las relaciones entre las partes, existe en cada parte una estructura que hace de esa parte algo diferente una vez se ve expuesta a la lucha. Por ejemplo, no sería lo mismo el grupo en tiempo de paz que el grupo en tiempo conflicto. En otras palabras, se puede entender que existen matices sociológicos en la explicación de la lucha: por una parte, la que se refiere a la relación entre las partes y, por otra, la que alude a la estructura interior de cada parte.
Simmel plantea que “la experiencia diaria enseña cuán fácilmente la lucha entre dos individuos modifica no solo la relación de cada uno con el otro, sino al individuo mismo” (1986, p. 325). Para Simmel, si los elementos disociadores provocan la lucha, esta se convierte en el remedio para esa disociación y se convierte en una vía para llegar a la unidad, aunque sea través del aniquilamiento del opositor. Dentro de la unidad, los desacuerdos no son siempre negativos, pues los acuerdos-desacuerdos, la negociaciónenfrentamiento, la simpatía-antipatía, son elementos inherentes a la acción de la vida en sociedad.
Existen entonces diversas clases de unificaciones a las que pueden llegar las partes enfrentadas, tales como mezclas de antítesis y síntesis, construcción de unas sobre otras, limitaciones y potenciaciones mutuas, etc.; y a estas formas de unificación se puede llegar a través de diversos caminos, uno de ellos la avenencia. La avenencia representa en la posibilidad de las partes en lucha, aunque solo parcialmente realizada, de evitar la lucha o ponerle término antes de decidirla por la simple fuerza, mediante la firma de un tratado, un convenio, que es la propuesta negociada para el caso del conflicto colombiano o los resultados del proceso de resolución a los conflictos en Sudáfrica.
A diferencia de la avenencia está la reconciliación, que constituye un modo puramente subjetivo. Una manera de llegar a soluciones a partir de diálogo y mecanismo diplomáticos. Para Simmel, la reconciliación está “emparentada en su peculiaridad psíquico-sociológica con el perdón, que tampoco presupone una laxitud de la reacción, una falta de ímpetu antagónico, sino que brilla con entera pureza tras la injusticia hondamente sentida, y tras la apasionada contienda” (1986, p. 350). Pero no todas las luchas logran estos niveles de socialización. Existen otras donde no se controla el límite de violencia como sucede con luchas extremas, aquellas que llegan al exterminio, o cuando se orientan hacia el aniquilamiento y la historia. Ya dio ejemplo de ello la decisión del presidente estadounidense Harry Truman el 6 de agosto de 1945 de soltar la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki en Japón. Pero cuando se da un límite de violencia ya existe un aspecto socializador. Finalmente, en Simmel, el conflicto se entiende, no como una perturbación de una situación idealmente inestable, sino como el resultado de fuerzas opuestas en interacción. La oposición surge como una consecuencia inevitable de movimiento y de cambio. Factores disociativos como el odio, la envidia, la necesidad y el deseo son por tanto formas de socialización.
Por ejemplo, Coser (1970) recupera la idea de Sorel quien veía que una de las funciones del conflicto era, precisamente, evitar la “osificación” de la sociedad o del sistema social debido a que este forzaba la innovación y la creatividad de los actores. Del mismo modo, el conflicto no solo genera nuevas normas y nuevas instituciones, sino que también lograba estimular la esfera económica y tecnológica. Una visión que se podría considerar positiva con respecto al papel del conflicto en la sociedad.
Como respuesta a la visión estructural del conflicto, autores como Collins y González (1996) consideran que la tradición en la teoría del conflicto ha estado centrada, especialmente, en las estructuras sociales, dejando de lado aspectos del conflicto en los actores. Logró detectar cuatro tradiciones en la teoría del conflicto: la tradición marxista (Marx, Friedrich Engels), la tradición racional-utilitarista (Willard Waller), la tradición durkheimiana (Durkheim y los funcionalistas) y la tradición microinteraccionista (Charles Cooley, George Herbert Mead, entre otros). La sociedad debe su existencia no solo a la armonía sino también a la desarmonía, de asociación y competencia; y requiere esto para existir unida, por lo que, sociológicamente, un grupo del todo armonioso es empíricamente irreal. Incluso, partiendo desde el individuo, es posible encontrar que este no unifica su personalidad solo con procesos armonizadores mediante normas, sino que también lo hace mediante la contradicción y el conflicto con la norma que preceden a esta unidad y que le persisten durante toda su vida. Así como el conflicto interno está en el individuo, el conflicto colectivo se puede hallar en la sociedad.
Collins y González (1996) consideraban que los sociólogos del conflicto “han tendido a centrar su atención en los materiales históricos y observan sobre todo los patrones de cambio a largo plazo. A esta tradición intelectual se le podría llamar también la tradición de la sociología histórica, o del “conflicto histórico” (p. 52). Por ello, desde su tradición fenomenológica y etnometodológica, proponen el estudio del conflicto, donde el eje central lo tienen los actores en sus pensamientos y en sus acciones (Ritzer, 1993, p. 81).
Autores como Dahrendorf (1962) consideraron que la sociedad se caracteriza por poseer dos caras: el conflicto y el consenso. Ello conllevaría que, desde una perspectiva intelectual, la sociológica tendería a dividirse en dos vertientes. Por un lado, los teóricos del consenso que estudiarían cómo en la sociedad se expresan procesos de integración de los valores. Por otro, los teóricos del conflicto encargados de abordar los asuntos de la coerción social, cuyo propósito es tratar de mantener a la sociedad en control y unida a pesar de las tensiones que se dan en ella. Ritzer (1993) considera que autores como Dahrendorf admitieron “que la sociedad no podía existir sin conflicto y consenso, que son prerrequisitos uno para el otro” (p. 140). La teoría del conflicto ha estado presente también en campo como la teoría del comportamiento social o de la acción colectiva y los movimientos sociales, como se podrá observar con la perspectiva de Tilly (1978) y Tarrow (1994).
En la segunda parte del siglo XX, aparecen los aportes de la sociología del estructuralismo-constructivista o como también se le conoce el constructivismo estructuralista de Bourdieu.3 Bourdieu y Passeron (1970) definen a la sociedad o, en su sentido más exacto, la formación social, como “un sistema de relaciones de fuerza y de sentido entre los grupos y las clases” (p. 20). De este modo, el conflicto en cuanto un tipo de relación social es un complemento de la función de la sociedad, por lo que la sociedad está constituida por el conflicto y consenso, no como entes separados, sino complementados. Bourdieu considera, además, que la noción de campo pulveriza “todo tipo de oposiciones comunes, empezando por la oposición entre consenso y conflicto” (2003, p. 85). Incluso, en cuestiones tan sutiles como lo son las opiniones que emiten los individuos de una sociedad, estas se entienden como “fuerzas” “y las relaciones de opiniones son conflictos de fuerza entre grupos” (Bourdieu, 1990, p. 177).