Buch lesen: «La vida de Dios en el alma del hombre»

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Publicado por:

Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043

Graham, NC 27253

www.farodegracia.org

ISBN: 978-1-629462-96-7

Title original: God´s abundant life, © Grace Publications Trust First published 2003

© Traducción al español por Publicaciones Faro de Gracia, Copyright 2021. Todos los Derechos Reservados.

©2021 Publicaciones Faro de Gracia. Traducción al español realizada por Giancarlo Montemayor; edición de texto Julio Caro Alonso, diseño de la portada y las páginas por Juan Diego Chaves

Todos los Derechos Reservados.Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro— excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor

©Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina–Valera ©1960, Sociedades Bíblicas en América Latina.

©Renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que sea notado como otra versión. Utilizado con permiso.



La vida abundante de Dios

Un compendio moderno de The Life of God in the Soul of Man [La vida de Dios en el alma del hombre], por Henry Scougal, y Rules and Instructions for a Holy Life [Reglas e instrucciones para una vida santa], por Robert Leighton, arzobispo de Glasgow.

Editado por:

Steve Hanchett

Contenido

Introducción

PARTE 1: Cómo experimentar la vida abundante – La vida de Dios en el alma del hombre

El verdadero cristianismo

1. Ideas equivocadas sobre el cristianismo

2. ¿Qué es el cristianismo?

3. ¿Qué es la vida natural?

4. ¿Cómo se manifiesta el carácter de la vida divina?

5. La vida de Cristo refleja la vida de Dios

6. Una oración pidiendo semejanza a Cristo

La excelencia de la vida abundante

1. La excelencia de amar a Dios

2. Las ventajas de amar a Dios

3. La excelencia de amar a los demás

4. La excelencia de la pureza

5. La excelencia de la humildad

6. Una oración por un corazón transformado

Dificultades y deberes de la vida cristiana

1. Superando el desaliento

2. Confiando en Dios y entrando en acción

3. Los pasos que debemos seguir

4. La meditación es una herramienta poderosa

5. La oración nos acercará a Dios

6. La Cena del Señor ayuda en nuestro progreso

7. Oración final

PARTE 2: Cómo nutrir la vida abundante – Reglas e instrucciones para una vida santa

1. La disciplina de meditar en Dios

2. Jesús como Señor

3. Morir a uno mismo

4. Abandonando todo por el conocimiento de Cristo

5. Regocijándose en la tribulación

6. Pensamientos generales sobre el crecimiento espiritual

7. Pensamientos finales

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“Los hombres pueden escribir grandes volúmenes y, como decimos, hablar mucho y no decir nada; pero es algo maravilloso hablar poco y decir mucho”. Estas palabras fueron pronunciadas por George Gairden en el funeral de su amigo Henry Scougal. Scougal había muerto de tuberculosis unos días antes, el 13 de junio de 1678. Tenía solo veintiocho años.

Según todos los informes, Henry Scougal era un joven brillante y devoto. Al principio de su vida, su padre, Patrick, había dedicado a Henry al ministerio del Señor y su infancia estuvo marcada por un rápido desarrollo espiritual e intelectual. Memorizó grandes porciones de las Escrituras y aprendió hebreo, griego y latín, así como otros idiomas. Era experto en matemáticas e historia y aprendió de forma autodidacta las complejidades de la filosofía. Scougal ingresó al King’s College en Aberdeen, Escocia, a la edad de quince años y terminó sus estudios cuatro años después.

Durante su breve vida, Scougal sirvió como profesor en King’s College durante cuatro años, pastoreó la iglesia en Auchterless durante un año y luego regresó al King’s College, donde entrenó a jóvenes para el ministerio como profesor de divinidades. Scougal utilizó cada una de estas posiciones para llevar a cabo la misión de su vida de ayudar a otros a experimentar la vida abundante que proviene de un conocimiento salvador de Cristo.

En su enseñanza, su predicación, su escritura y sus relaciones personales, Scougal siempre se enfocó en este único objetivo: ayudar a otros a conocer a Cristo y a encontrar su felicidad en Él. Tomaba cada conversación casual como una oportunidad para plantar semillas de evangelio en los corazones de las personas. Cada sermón fuepreparado, no solo estudiando el significado de un texto bíblico, sino también estudiando qué palabras, frases e ilustraciones serían las mejores para comunicar la verdad a aquellos que escucharían el mensaje. Cada vez que compraba un libro, pensaba en alguien que podría ser bendecido por su contenido.

Fue este deseo de Scougal de llevar a otros a Cristo que dio a luz a The Life of God in the Soul of Man [La vida de Dios en el alma del hombre]. Originalmente escribió este libro como una carta a un amigo con la esperanza de verlo llegar a una fe verdadera. Algunos de los amigos de Scougal leyeron la carta y se emocionaron tanto por su contenido que le dieron una copia al obispo Gilbert Burnet con la solicitud de que considerara publicarla. Una vez que leyó la carta de Scougal, Burnet no dudó en conceder la solicitud. Burnet no imaginó el gran impacto que traería publicar la carta de Scougal.

La lista de personas cuyas vidas han sido influenciadas por este libro es amplia. John Newton, el autor del himno “Sublime gracia”, consideraba esta obra como una de sus favoritas. Más recientemente, J.I. Packer escribió el prólogo de una edición de La vida de Dios y Los deleites de Dios de John Piper, quien se inspiró en la obra de Scougal.

Susanna Wesley, la madre de John y Charles Wesley, se conmovió tanto con este libro que animó a sus hijos a estudiarlo. John lo hizo y este estudio ayudó a dar forma a su creencia de que el cristianismo es ante todo una religión del corazón y el alma. John quedó tan impresionado por la presentación del evangelio de Scougal que se unió a su madre para pedirle a Charles que leyera la obra de Scougal. Debió causar una profunda impresión en Charles porque cuando su amigo George Whitfield luchaba por encontrar la paz con Dios, este es el libro que Charles le dio a leer.

Dios usó La vida de Dios para abrir los ojos de George Whitfield y ver que todas sus obras religiosas nunca podrían salvarlo y que él necesitaba la nueva vida que viene a través de Cristo.

Whitfield, al hablar sobre este incidente en su vida, dijo: “Aunque ayuné, observé, oré, y recibí la Santa Cena por tanto tiempo, nunca supe qué era la verdadera religión hasta que Dios me envió ese excelente tratado de la mano de mi amigo”. Años después, en un sermón, Whitfield relató esa experiencia diciendo: “Debo dar testimonio de mi viejo amigo, el Sr. Charles Wesley. Puso un libro en mis manos llamado La vida de Dios en el alma del hombre, donde Dios me mostró que debo nacer de nuevo o ser condenado”. Whitfield, por supuesto, se convirtió en ese poderoso instrumento de Dios en el Gran Avivamiento que trajo multitudes al reino de Dios. El mensaje que predicó fue el mensaje que aprendió primero al leer La vida de Dios en el alma del hombre.

Yo me familiaricé con el nombre de Henry Scougal a través de la escritura de John Piper y la biografía de George Whitfield. Primero leí La vida de Dios deseando saber qué contenía que influyó tan poderosamente en las vidas de tanta gente. Francamente, el lenguaje arcaico y la estructura de las oraciones demostraron ser una barrera para comprender completamente la intención del autor. Para superar esa barrera pedí prestado un diccionario de inglés antiguo y me propuse traducir las palabras de Scougal al inglés moderno. En el transcurso de un par de años caminé a través de La vida de Dios en numerosas ocasiones. Cada relectura aportó nuevos conocimientos y bendiciones. La obra de Scougal es una mirada hermosa y fresca sobre lo que significa experimentar la vida abundante de Dios.

En este momento de la historia, muchas personas tienen religión, pero pocas parecen tener una vida espiritual real. Scougal aborda directamente este problema y abre un camino para que otros caminen en la plenitud de la vida de Dios. Espero sinceramente que una traducción moderna de su obra tenga el mismo efecto transformador que la escritura original.

Aunque la vida de Scougal fue de unos breves veintiocho años, la influencia de su vida es inconmensurable. Para citar nuevamente el mensaje funerario de George Gairden: “la duración de la vida no debe medirse por los años, sino por el progreso que hemos realizado en el gran diseño para el cual somos enviados al mundo... él ha vivido mucho en unos pocos años y murió siendo anciano a los veintiocho años”.

Agrego a la escritura de Scougal un breve trabajo de Robert Leighton (1611-1684) titulado Rules and Instructions for a Holy Life [Reglas e instrucciones para una vida santa]. Parece apropiado poner estas dos obras juntas. Leighton influyó mucho en Henry Scougal. Leighton vivió un momento turbulento en la historia de la iglesia. A lo largo de su vida hubo una lucha constante entre los líderes presbiterianos y episcopales en Escocia por la supremacía en la iglesia. Su padre había sido un ministro presbiteriano que fue perseguido por sus puntos de vista y que persiguió a otros por los suyos.

Robert primero comenzó su ministerio como un ministro presbiteriano ordenado, pero después de desencantarse con algunas de las acciones entre sus compañeros recibió la ordenación episcopal. El objetivo final de Leighton era encontrar lo mejor en ambos sistemas y unirlos en una sola iglesia. Fue una experiencia frustrante para Leighton, que finalmente abandonó.

El legado de la vida de Robert Leighton no es que haya cambiado el mundo en el que vivió, sino que el mundo en el que vivió no lo cambió. Vivió su vida en el ojo de una tormenta, pero siguió siendo un hombre de profunda espiritualidad e integridad moral. Nunca buscó el poder personal y se comportó en todo momento honorablemente con los demás. Nunca intentó usar la fuerza o la coacción para cambiar a otras personas. Consideró perseguir a otros por sus puntos de vista para “escalar al cielo con escalas traídas del infierno”.

Leighton creía profundamente que lo que las personas necesitaban era una verdadera vida espiritual interna. Fue la pasión de Leighton por la religión sincera lo que, en parte, influyó en el pensamiento de Henry Scougal. Lo que era importante para Leighton se puede observar en su respuesta a una pregunta que le hicieron sobre el contenido de su predicación. Cuando se le preguntó por qué no estaba predicando sobre los problemas actuales, respondió preguntando quién estaba predicando esas cosas. Le dijeron que todos los hermanos lo estaban haciendo. A lo que él respondió: “Si todos predican los tiempos, seguramente pueden permitir que un pobre hermano predique de Cristo Jesús y la eternidad”.

Ese fue realmente el deseo de la vida de Robert Leighton: dar a conocer a Jesucristo y encontrar vida en Él. La visión y el corazón de Leighton encuentran un espíritu afín en Henry Scougal. Por lo tanto, es apropiado que las obras de estos dos hombres se unan en este volumen, llamando a la gente a experimentar, no solo la religión, sino una vida abundante en Jesucristo.

-Steve Hanchett, 2003

Mi querido amigo,

Nuestra amistad te da el derecho de esperar que mi mayor esfuerzo sirva a tus necesidades. No pienses que es una carga para mí intentar saciarlas. Tus necesidades más profundas son espirituales, y como el llamado de mi vida es ayudar a otros a crecer espiritualmente, ministrarte me produce una gran alegría.

Estoy seguro de que hay mejor ayuda disponible que la que puedo ofrecer. Probablemente no diga nada que no sepas. Aun así, espero que aceptes esta carta por ser amigos. Mi oración es que Dios pueda dirigir mis pensamientos de manera que las palabras que escribo te sean útiles.

Quiero comenzar compartiendo algunos pensamientos sobre lo que es un cristiano. Estoy seguro de que ya conoces estas verdades, pero quiero comenzar aquí para darte una buena base sobre la puedas que construir.

1. Ideas equivocadas sobre el cristianismo

Me entristece pensar que muchas personas que dicen ser cristianas realmente no saben lo que eso significa. Algunas personas piensan que son cristianos porque han aceptado las creencias de una iglesia en particular. Pero el único testimonio que tienen es que pertenecen a una iglesia o denominación en particular.

Otras personas piensan que son cristianos debido a sus buenas obras. Piensan que como viven en paz con sus vecinos, no comen ni beben demasiado, van a la iglesia, dicen sus oraciones, y ayudan a los pobres de vez en cuando, han complacido a Dios.

Aún otros piensan que deben ser cristianos porque han tenido experiencias religiosas emocionalmente profundas. Siempre intentan orar fervientemente y esperan que sus pensamientos sobre el cielo resulten en sentimientos profundos. Ellos piensan que Cristo los recibirá a causa de sus emociones. Están persuadidos de que sus emociones demuestran que están profundamente enamorados de Él. Para ellos, la única prueba que necesitan para su salvación es el sentir que son salvos.

Conocer la verdad, hacer buenas obras y tener experiencias emocionales son una parte de la vida cristiana, pero no deben confundirse con la salvación misma. En el mejor de los casos, estas cosas son frutos de la vida cristiana, pero no son su raíz.

Hay muchas imitaciones del verdadero cristianismo. Incluso las actitudes y acciones pecaminosas pueden transmitirse como verdadero cristianismo. No me refiero a la falsa adoración de los paganos. Eso obviamente no es cristiano. A lo que me refiero es a personas que se consideran cristianas aunque no vivan como deberían hacerlo los cristianos.

Pretenden que sus pecados y deseos malvados son realmente cosas buenas. Actúan como si sus palabras cortantes y su orgullo fueran evidencia de su seriedad cristiana. Fingen que su ira feroz y amarga es realmente celo sagrado. Además, hacen creer que cuando se rebelan contra los que están en el liderazgo y en autoridad, muestran valentía y determinación cristianas.

2. ¿Qué es el cristianismo?

El verdadero cristianismo es completamente diferente de lo que he descrito. Quienes realmente conocen a Cristo rechazarán todas las imitaciones de la fe verdadera. El verdadero cristianismo es la unión del alma del hombre con la vida de Dios. Es compartir realmente la vida de Dios. El cristianismo es tener la misma imagen de Dios grabada en el alma. En las palabras del apóstol Pablo, es “Cristo en ti” (Colosenses 1:27). Las dos mejores palabras que conozco para describir la naturaleza del verdadero cristianismo son: vida divina. Estas dos palabras son la base de lo que te escribo sobre el verdadero cristianismo. Primero, quiero mostrarte por qué lo describo como vida. En segundo lugar, mostraré por qué se llama divina.

El verdadero cristianismo es vida eterna

Elegí describir el cristianismo por la palabra vida antes que nada porque perdura. Incluso si una persona tiene experiencias emocionales y hace buenas obras, si no es constate, no puede llamarse cristianismo verdadero. La mayoría de las personas piensan que deben hacer algunas buenas obras para salvar sus almas. Las personas que se convencen de esto a menudo cambian sus vidas muy rápidamente. Pero estas mismas personas pronto se cansan y se rinden. Comienzan con pasión, pero su celo pronto se enfría. Hacen buenas obras y parecen estar creciendo. Pero como una planta sin raíces, se marchitan rápidamente.

Estos repentinos ataques religiosos son como las acciones de un pollo decapitado. Corre alrededor haciendo cosas, pero no puede seguir así porque no hay vida en él. Por el contrario, las acciones de un verdadero cristiano son fieles y duraderas porque se originan en la vida eterna de Dios.

Esta vida de Dios en el alma del hombre no siempre tiene el mismo grado de fuerza y poder. Los cristianos experimentan tiempos de decadencia espiritual y luchan contra las tentaciones. No siempre están alegremente listos para obedecer a Dios. Pero incluso en tiempos de decadencia espiritual, la vida de Dios nunca se extingue y los cristianos nunca son esclavizados por el amor del mundo.

El verdadero cristianismo es vida en el corazón

El cristianismo también se puede describir con la palabra vida porque es un poder interno que habita el corazón. Las obras del cristiano son producidas por la vida de Dios en el alma. El cristiano no hace cosas porque se ve obligado a hacerlas por algo externo a él. Los cristianos no son impulsados a vivir para Cristo con amenazas de castigo, ni siendo sobornados por promesas. En cambio, tienen un deseo interno de hacer el bien y encontrar alegría al hacerlo.

La persona verdaderamente espiritual no ama a Dios y a la bondad porque se le ordena. Ama a Dios porque tiene una nueva vida en su alma. Esta nueva vida lo enseña y lo mueve al amor. El cristiano no ora porque se ve obligado a hacerlo. Él no lee la Biblia para evitar la ira de Dios. Él no adora a Dios para calmar su conciencia acusadora. Él hace estas cosas porque, habiendo recibido esta nueva vida, encuentra placer en su compañerismo con Dios.

La persona espiritual no ora y se arrepiente simplemente porque se le ordena. Él lo hace porque quiere. Él ha experimentado la gracia de Dios y conoce los problemas y la miseria que provienen de una vida pecaminosa. No está obligado a ser generoso. Su ofrenda no le es arrancada de sus manos. Su amor a Dios produce la voluntad de dar. Incluso si no hubiera un deber de dar, su corazón idearía “generosidades” (Isaías 32:8).

La falta de autocontrol, la injusticia o cualquier otro vicio es contrario a la naturaleza de la nueva vida en Jesucristo. Estos pecados son tan extraños para el cristiano como lo sería la falta de amabilidad en el corazón más amable o la vulgaridad en la persona más modesta. El apóstol Juan tenía razón cuando dijo: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3:9).

Las personas cristianas piadosas no ignoran la ley de Dios. La tienen en alta estima. Pero no es tanto la amenaza del castigo lo que los mueve. Obedecen porque ven cuán pura, buena y razonable es la ley. Consideran la ley excelente y deseable en sí misma. Saben que al guardarla hay gran recompensa. El amor de Dios los hace convertirse en una ley para ellos mismos.

¿Quién prescribirá una ley a los que aman? El amor es una ley más poderosa que los impulsa.

Lo que Jesús dijo de sí mismo es en cierto modo cierto para sus seguidores: “Mi comida es que haga la voluntad del [Padre]” (ver Juan 4:34). Es natural tener deseo por la comida. Deseamos comer incluso si no pensamos cómo la comida sustenta nuestra vida física. De la misma manera, el verdadero cristiano tiene un deseo natural, no forzado, por lo que es bueno y correcto.

Es cierto que las cosas que están fuera de nosotros pueden ayudarnos a querer vivir vidas espirituales. Esto es particularmente cierto cuando una persona aún es espiritualmente inmadura y débil. Una persona espiritualmente inmadura puede no ser capaz de crecer sin ser impulsada por sus miedos o problemas. Puede ser que necesite la autoridad, la ley o la influencia de otras personas para moverla hacia la madurez. Si un cristiano inmaduro es fiel y constante en su obediencia, crecerá hasta la madurez. Si él sinceramente odia su debilidad espiritual y realmente quiere servir a Dios con celo y pasión, Dios honrará sus primeros pasos titubeantes de la vida espiritual, incluso si son débiles.

Por otro lado, una persona que no está experimentando este tipo de vida y no la desea, no puede ser llamada cristiana. Una persona que actúa “espiritualmente” solo debido a su entrenamiento, tradición, miedo al infierno o nociones no espirituales del cielo, no puede llamarse cristiano más de lo que un títere puede llamarse hombre. El cristianismo forzado y artificial es apático, sin vitalidad. Para las personas coaccionadas a la vida cristiana, vivirla es como levantar pesas sobre sus cabezas. Su fe es fría y sin espíritu. Actúan como una mujer que se ha casado con alguien a quien no ama, pero que cumple su rol debido a su sentido del deber.

Este cristianismo nominal es mezquino y egoísta. Cuando se trata de hacer cosas contrarias a sus deseos naturales, los cristianos nominales se resistirán. Las personas sin la vida de Dios hacen solo lo que se les exige tajantemente. Como están motivados por la ley, solo hacen lo que se les exige y nada más. Además, interpretarán la ley de manera que les dé la mayor libertad posible para hacer lo que quieran. El verdadero cristiano se entrega a sí mismo libremente. El verdadero cristianismo no tiene nada que ver con el espíritu legalista y calculador que hace solo lo suficiente para salir adelante. La persona que se ha comprometido completamente con Cristo nunca pensará que hace demasiado por Él.

El verdadero cristianismo es vida divina

En este momento, espero que quede claro que tiene sentido definir el cristianismo como vida. Espero que también esté claro por qué es de vital importancia diferenciarlo de la espiritualidad coaccionada y que depende de causas externas. En este punto, quiero explicar por qué lo describo como vida divina. La razón por la que lo llamo así no es solo porque Dios es la fuente de esta vida. Sin duda, Dios es el autor de esta vida. Los hombres nacen de nuevo por el poder del Espíritu Santo. Pero también se llama vida divina debido a su naturaleza.

El verdadero cristiano refleja la naturaleza de Dios. El cristianismo es la gloria de Dios brillando en el alma del hombre. Es un intercambio real de su naturaleza. Es un rayo de la luz eterna de Dios. Es una gota del océano de su infinita bondad en el alma del hombre. Quienes son verdaderamente cristianos tienen a “Dios [viviendo] en [ellos]” (ver 1 Juan 4:12, DHH), y a Cristo siendo formado en ellos (Gálatas 4:19).

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