La técnica de amar...

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Giarrocco, Germán

La técnica de amar... Seamos pragmáticos / Germán Giarrocco. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

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ISBN xxxxxxxxxxxxxxxx

1. Autoayuda. I. Título.

CDD 158.1

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: info@autoresdeargentina.com

INTRODUCCIÓN

Este libro tiene por finalidad proporcionarle al lector una metodología —lo más sistemática posible— que le permita maximizar sus relaciones de pareja. Tanto para conseguir pareja como para optimizar los resultados de los vínculos que se logren.

Para ello se plantea la lectura en 2 partes bien definidas. La primera parte contiene la justificación de la obra y hacia donde apunta, con la delimitación de sus alcances; mientras que la segunda parte ya trata específicamente la metodología en particular.

Me he dado cuenta de que la obra puede ser interpretada por el lector como un conjunto de recetas prácticas y también como una satirización de la vida moderna al mismo tiempo, por lo que aspiro a que su lectura sea útil, entretenida y reflexiva.

Esperando que sea de su agrado, lo invito a adentrarse en el mundo de la seducción...

Germán Giarrocco

PARTE PRIMERA

Capítulo I

Por qué hablar de una técnica de amar

En Tiempos del emperador Augusto (Cayo Julio César Octaviano), entre los años 27 a. C. a 14 d. C., cuando daba los primeros pasos el Imperio romano, floreció un poeta de nombre Publio Ovidio Nasón —en adelante Ovidio—, quien pasó a la eternidad por sus obras en verso.

Sin dudas, la obra más conocida de Ovidio fue El arte de amar (Ars Amatoria, en su título original), la cual consiste en un poema didáctico que pretendió enseñar sobre seducción a los romanos de la época.

No se sabe la fecha exacta de publicación de El arte de amar; la podemos ubicar entre el 2 a. C. y el 2 d. C., pero sí sabemos que fue un texto literario tan revolucionario y controvertido cuando se dio a conocer que el mismo emperador ordenó el exilio de Ovidio, quien se vio obligado a refugiarse fuera del Imperio.

Aparentemente Augusto estaba furioso, en parte porque la obra era irreverente ante las antiguas costumbres, y según afirman las malas lenguas, porque su propia hija habría tenido un romance con el poeta.

En cierta forma inspirado por El arte de amar del poeta clásico me he decidido a escribir este libro... Claro que no pretendo igualar en genio a Ovidio, como tampoco replicar su redacción en verso, ya que una redacción de tal estilo ha sido muy popular en aquellos tiempos, pero poco atractiva para el lector moderno, por eso mi idea fue escribir un texto recreativo y útil para el lector promedio.

Ahora me preguntarán por qué titular la obra La técnica de amar en vez de El arte de amar moderno o algo por el estilo, y aquí es donde tengo que detenerme a plantear el núcleo de la cuestión por tratar...

La Real Academia Española1 nos proporciona múltiples definiciones de “arte”, y encontramos tres que son las que más identifica el ser humano común:

1) Capacidad, habilidad para hacer algo.

2) Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.

3) Conjunto de preceptos y reglas para hacer algo.

Por otra parte, si indagamos las acepciones del término “técnica” en la RAE nos topamos con las siguientes definiciones:

1) Adj. perteneciente o relativo a las aplicaciones de las ciencias y las artes.

2) Adj. dicho de una palabra o de una expresión: empleada exclusivamente, y con sentido distinto del vulgar, en el lenguaje propio de un arte, ciencia, oficio, etc.

3) M. y f. persona que posee los conocimientos especiales de una ciencia o arte.

4) M. Méx. miembro del cuerpo de Policía.

5) F. conjunto de procedimientos y recursos de que se sirve una ciencia o un arte.

6) F. pericia o habilidad para usar una técnica.

7) F. habilidad para ejecutar cualquier cosa, o para conseguir algo.

Ahora, bien, normalmente cuando escuchamos “arte” asociamos el término a la creatividad humana, e inevitablemente nos viene a la mente la pintura, la escultura, el cine, la música, el teatro, la ópera, o la literatura.

Mientras que la mayoría de nosotros asocia la técnica a la faz pragmática, por eso la definición a la que apunto para este caso bien puede ser: “habilidad para ejecutar cualquier cosa, o para conseguir algo”.

Por ello en La técnica de amar pretendo esbozar precisamente esto, una técnica, y de allí la razón de ser de su título. Se trata en definitiva de una serie de recetas que pretenden obtener un objetivo por medio de la aplicación práctica, así de sencillo.

No desmerezco a Ovidio por el título de su obra, y soy un gran apasionado de las manifestaciones artísticas en todas sus formas, solo que, atento a los tiempos posmodernos en los que vivimos, creo que es mejor recurrir a una técnica para tratar el tema.

El arte es maravilloso, por supuesto, y si se aplica a la seducción se podrán sin dudas adquirir experiencias enriquecedoras, solo que estaríamos omitiendo un elemento importante en nuestro análisis, el factor tiempo

Vivimos en un mundo donde los días se nos pasan volando, con suma rapidez. Nos desenvolvemos en una sociedad que nos sobreexige y a la vez nosotros le sobreexigimos a la sociedad. Posiblemente mientras esté leyendo estas páginas estará pensando que tiene que presentar un informe de trabajo pronto, o que tiene que salir a hacer su rutina de ejercicios porque ya hace dos días que no se ejercita, o simplemente tiene que dormir en breve, ya que lleva toda la semana durmiendo mal.

Le propongo al lector que se tome unos minutos para pensar. ¿De cuánto tiempo libre dispone en realidad?

Una persona promedio trabaja entre ocho y diez horas los días hábiles, algunos trabajan media jornada los sábados, algunos incluso trabajan de lunes a lunes. A la vez aconsejan los médicos dormir ocho horas, aunque una considerable parte de la población no llega a ese tiempo mínimo de sueño, hay que comer cuatro veces al día, hacer ejercicio.

Por otro lado, gran parte de nosotros nos vemos obligados, por cuestiones de mercado en materia de capital intelectual, a formarnos y actualizarnos en nuestras respectivas carreras profesionales en forma permanente, o sea que ahora nuestra educación no finaliza cuando nos graduamos de estudios terciarios o universitarios, sino que tenemos que estudiar en forma continua hasta el resto de nuestras vidas. Una situación muy distinta a la de los tiempos de nuestros abuelos en la que bastaba el título secundario para tener un trabajo estable y gozar de ingresos razonables.

Y no nos tenemos que olvidar que el poco tiempo que nos queda libre hay que afectarlo a desarrollar nuestra vida social y nuestros pasatiempos. Si no vemos a nuestros amigos, a nuestras familias, leemos un libro, vemos una película o una serie, si no empleamos el poco tiempo que nos queda libre en aquello que nos gusta y reanima, vivimos por mera inercia sin nutrirnos de aquello y de aquellos que en definitiva nos dan satisfacción. Descarto del análisis las vacaciones, que son necesarias porque solo ocurren en una porción muy limitada de tiempo en un año estándar.

Ahora bien, una vez que podemos desarrollar todas estas actividades deberíamos preguntarnos: ¿en qué momento tenemos tiempo para seducir y practicar relaciones íntimas con otras personas?

Claro está que queda espacio para todo, el problema radica en que dicho espacio se redujo sensiblemente en la vida moderna. Por eso la necesidad de implementar una técnica tendiente a conocer, seducir, entablar relaciones con otras personas, con fines de obtener encuentros íntimos, aprovechando al máximo el poco tiempo que nos queda disponible y obteniendo los mejores resultados en el marco de nuestras posibilidades.

No intento retrotraer ni modificar nada concerniente al statu quo de la modernidad. Las posturas más conservadoras dirán que antes estábamos mejor, las más revolucionarias dirán que el sistema es injusto y debe ser desmantelado para darle paso a un sistema nuevo. Quizá ambas tienen razón quizá ninguna. Pero por el momento el sistema en que nos movemos es el actual, y no se evidencia que en un futuro cercano se retrotraiga, evolucione o revolucione, por lo cual, estimado lector, seamos pragmáticos, e intentemos obtener los mejores resultados posibles con las herramientas y el tiempo que disponemos.

Reconozco que el verbo “amar” introducido en el título es un tanto capcioso. Porque no pretendo desarrollar ninguna retórica ni texto filosófico respecto de “qué es el amor”, “cuándo sabemos que nos llega el amor” o lo famosos “síntomas del enamoramiento”. Entiendo en este punto que cada persona en su fuero interno forma sus respectivas opiniones. Sin duda se me hizo atractivo el título de Ovidio y lo que su obra significó en la era clásica, para armar una nueva obra que trate sobre la seducción y las relaciones que de ella derivan. Así que procuraré no utilizar el término “amor” ni ninguno de sus derivados de ahora en más.

 

Tampoco pretendo entrar en contradicción con ninguna postura moral ni religiosa, ya que todas ellas merecen ser dignas de respeto, insisto, solo se trata de dar a conocer una técnica, un conjunto de conocimientos aplicados a un campo determinado, fundado en la simple utilidad, y libre de toda formulación relativa al deber ser.

Muchos me podrán achacar que no tengo estudios en la materia y tendrán toda la razón. Pero tenga en cuenta el lector que no vengo a presumir de trayectoria académica en el tema, ni a contar una verdad absoluta y eterna, sino solamente a compartir humildemente este mecanismo que en mi experiencia puede serle de utilidad. Pues, en definitiva, vivimos gobernados por la tecnocracia y la sistematización. Recordemos al respecto que en todo oficio el individuo adquiere pericia practicándolo, y la seducción como las relaciones que de ella derivan no escapan a este precepto, así que practiquemos entonces.

1 https://www.rae.es/

Capítulo II

A quién está dirigida la obra

Es de mi mayor interés poder contribuir a mejorar los resultados del lector en la materia que nos ocupa.

Con esto mi idea no es más que proporcionar un manual sencillo para cualquier persona mayor de edad que quiera explorar el mecanismo que aquí presento, o simplemente conocerlo por mera curiosidad.

Por lo tanto, el universo de lectores destinatarios de la presente es sumamente amplio, no importa el género, la condición social, la ideología, ni rasgo individual alguno. Ya que el fin de toda técnica en definitiva radica en ser de aplicación al mayor número de casos posibles sin entrar en matices ni particularidades.

De esta noción o búsqueda de universalizar un mecanismo, me tomé el tiempo de pensar en otro elemento que es de vital importancia: la escasez. No solo se trata de la escasez de tiempo sobre la que ya hablé en el capítulo anterior, sino también de la escasez de recursos. Partimos, pues, de una premisa elemental muy usada en la ciencia económica: los recursos son limitados.

En verdad, si uno tuviese recursos ilimitados podría prescindir de una técnica para maximizar resultados, ya que los resultados se presentarían sin más preámbulo en virtud de los recursos con los que se cuentan para alcanzarlos. Claro que no solo me refiero a recursos materiales, sino también a aquellos recursos inmateriales que sirven a la hora de la seducción, tales como la facilidad de expresión, un físico codiciado por la media poblacional, etc.

En otras palabras, me tomé tiempo de pensar en la persona común como quien le escribe, de clase trabajadora, sin ninguna distinción fundada en la riqueza material, la belleza extraordinaria (aquellas por arriba de los estándares sociales de la belleza), o el carisma personal; y de esa forma poder escribir algo que les sea útil a todas las personas por igual.

Volviendo al punto de inflexión, se trata de maximizar sus resultados a la hora de seducir y entablar relaciones íntimas con otras personas, con las herramientas que usted tiene a su alcance.

Es una cuestión de recetas, y al igual que en el mundo culinario, sería poco útil que se proponga una receta partiendo de ingredientes que no puede encontrar al alcance de su mano.

Por lo tanto, procuraré desarrollar mi punto de vista, sin necesidad de poner al lector en necesidades de conseguir algún elemento fuera de su alcance para verificar y ejercitar esta técnica que le presento.

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