Me casé con un cura

Text
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Me casé con un cura
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa

GABRIELA DE NAPOLI

Me casé con un cura


De Napoli, Gabriela

Me casé con un cura / Gabriela De Napoli. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-1818-7

1. Narrativa. I. Título.

CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com info@autoresdeargentina.com

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Quiero que la palabra ‘gracias’ sea un regalo de amor:

Gracias a mi comprensivo marido, con quien gozamos juntos de la vida. Gracias a nuestros cinco hijos, incondicionales y amorosos. Gracias a mis amigos y familia que están siempre en mi corazón.

Gracias a los lectores, inspiración de esta historia real.

Índice de contenido

PORTADA

CRÉDITOS

ÍNDICE

PRÓLOGO

DE EMMA AL LECTOR

1 Igual y diferente

2 La jugada del ángel

3 La casa materna

4 Mi abuela

5 De cuando frecuenté los conos de sombra

6 La señorita Una

7 Café irlandés

8 Amor y piedras

9 En la carpeta

10 Un ave que dejó sus plumas

11 El viejo Vizcacha

12 En el fondo

13 El barrilete

14 Media luz verde

15 No es maldad

16 En la casa de Lili

17 Dos regalos: confianza y alegría

18 Son un número muy grande

19 Un debate muy particular

20 Las mujeres casadas con sacerdotes

21 Dejo mi corazón

Sinopsis

PRÓLOGO

Esta es la historia de Emma, que desde su propia experiencia busca y ansía promover el respeto por la libertad individual, que quede atrás la discriminación, y por otro lado desea abrir un debate sobre los temas que trata.

Personalizar las vivencias no tiene sentido. Los nombres pasan, lo importante es mover conciencias. Por eso en esta historia de la vida real, los nombres propios están modificados, incluso el de la protagonista.

Ella, Emma de Ancares, está casada con Juan, un ex cura, y relata lo que le implica esta situación en su vida personal y familiar. Descubre otra cara de la sociedad, la sufre, la critica y hasta escribe bromeando en determinadas situaciones. Se refiere a las vicisitudes de quienes pasan de la condición clerical al estado laical, y sobre todo de las mujeres que los acompañan. Finalmente manifiesta su postura frente a la obligatoriedad del celibato, impuesta en la Iglesia católica.

Da cauce a su espontaneidad siendo fiel a cómo las sentía cuando estaba experimentando esas vivencias. Ella sabe que hacerlo así es más auténtico y respetuoso con el lector.

DE EMMA AL LECTOR

Yo viví todo lo que acá refiero. Tantas preguntas, experiencias y dolores me hicieron pensar mucho y darme cuenta de que es importante narrar lo que siento como mujer. Porque la crisis no la vive solo quien sale de la vida religiosa, sino también la esposa que lo acompaña y los hijos de esa peculiar familia.

Poco se habla sobre la situación de los clérigos cuando dejan el ministerio sacerdotal y se hacen uno más del pueblo, pero bastante menos aún acerca de sus esposas. ¿Cómo les resulta la vida de casada con un religioso? ¿Qué les dicen las personas cuando se enteran de su situación? ¿Sienten cambios en el trato hacia ellas por parte de la sociedad? ¿Qué viven adentro de sí mismas? ¿Qué desean? ¿Qué les gustaría cambiar? ¿Qué es perentorio que cambie en todo este tema?

Esta tarde te invito a mi lado para compartir recuerdos, que espero que creen un vínculo entre nosotros, para que los corazones, el tuyo y el mío, vibren juntos y mi mensaje se haga “nuestro”.

Al empezar a hablarte me ubico en el sillón de la sala; es el mejor lugar para contarte serenamente algo tan profundo y delicado. Acá puedo estar con luz natural, mientras miro a mi mascota caminar entre los muebles.

Gato que ronroneas mientras suavizas mis piernas con caricias de consuelo. ¡Qué mimos tan suaves! ¿Acaso tienen un significado?

Trato de dejar libres las voces para que puedan viajar hacia un ámbito de perdón, de agradecimiento y de esperanza.

Dejo sentado que al conversar con vos me interesa dirigirme al que desee compartir mi testimonio. Por otro lado, a quien no logre comprender del todo mi historia, aunque se esmere en hacerlo. Por último, a quien no comparta lo que expreso; a él le pido que me escuche con respeto.

Tenerte cerca y departir un rato, me resulta gratificante, como beber agua fresca en el desierto. Soy apasionada; ya lo verás. Recurro a metáforas, porque ellas son las únicas capaces de expresar de un modo adecuado las turbulencias interiores. Te doy las gracias por sosegarme con tu escucha y compañía. Desde este momento puedo empezar a sentirme feliz. Quizás presiento un hombro donde apoyar mi alma, y en tu oído atento puedo experimentar un abrazo en mi camino. ¡Gracias por estar ahí!

¿Realidad o fantasía? No sé.

Es mi historia.

Te entrego un abrazo de luz.

Emma de Ancares

1 Igual y diferente
De un amigo interlocutor al lector:

Acepté la invitación de Emma para acompañar sus recuerdos y también la propuesta de hacerlos conocer a otros. Ella estuvo de acuerdo con que yo expresara las dudas o inquietudes que me fueran apareciendo, y así lo hice.

Emma quiere hacer conocer su testimonio, entre otras razones, para sacar todo lo que le pesaba adentro….

Lo que hemos hablado surgió desde lo más sincero de su alma. Quizás a otro lo movilice algo o hasta lo estremezca con alguna lágrima, como le sigue pasando a ella por dentro, cada vez que lo recuerda.

A Emma le resultaba difícil iniciar su historia y por eso empezó a escribir simplemente escribiendo.

Pensaba que redactar sería ser dueña de una idea y nada más que componer con ella un texto en forma apropiada, o al menos pasable; que se trataba de apoderarse de un pensamiento, de sentir el deseo y poseer las razones para hacerlo conocer, y al final adentrarse en lo literario y jugar con las palabras, buscando que la historia fluyera armoniosamente.

Se llevó una sorpresa. Le resultó difícil encontrar el momento oportuno para escribir, porque cargaba desde tiempo atrás con demasiadas heridas en el corazón, que de tan profundas le costaba y aún le cuesta sanar.

Al principio se encontró atragantada con su enojo y su padecimiento, y no descifraba lo que le había tocado enfrentar, ni podía explicar claramente lo que aquellas emociones desagradables habían causado en su alma.

Tenía una fuerte inclinación a expresar lo suyo, pero generalmente se encontraba fuera de toda inspiración y aturdida entre miles de sentimientos que anulaban su sensatez. Así y todo, escribió páginas y páginas. En algún momento hasta más de trescientas. Borró casi todo de ellas y volvió a empezar. Probó cambiar de estilo o formas de redactar. Pidió consejos para hacerlo. Por tiempos, aunque breves, pensó que abandonaba.

 

Sin embargo, como el mundo interior encuentra un orden cuando se expone, a fuerza de intentarlo logró ir saliendo de su adentro. Poco a poco se fue serenando para encontrar respuestas, y desde ellas iniciar senderos que derivaban en diálogos. Nunca llegaba a estar del todo conforme, pero empezó a percibir que lograba estar más cerca de lo que necesitaba contar.

A menudo pensaba en la Iglesia y en el celibato obligatorio de los sacerdotes católicos. Se preguntaba si valdría la pena un aporte suyo, para que conductas y convicciones, que ya llevan varios siglos de teoría o tradición indiscutida a pesar de muchas prácticas dudosas, lograran rumbear para otro lado.

¿Sería mejor abandonar este anhelo de cambios y hacer como si una parte de su biografía se hubiera borrado?

Amigo interlocutor en diálogo con Emma:

—¿Cuánto creés que ha progresado la postura de la Iglesia, Emma?

—Creo que nada. Es cierto que nada se detiene, pero… ¿significa eso que cambia?

—¿No cambia nada?

—Nada de lo que sobre este punto yo quiero que cambie, verdaderamente cambia. Al mirar hacia atrás el corazón tiende a estar cubierto con algo gris, algo opaco. La realidad se evidencia como es, y parece indiferente a lo que en la vida desea brotar. Lejos estoy de hablar en un tono triste, aunque reconozco que algo de ese sentimiento está al acecho.

Dificultosamente vislumbro recuerdos y pensamientos como en colores pastel, en medio de resentimientos que solo guarda el que vivió mucho, el que olvida poco, o el que sana lento. Guardo emociones desde hace casi treinta años. ¡Ya mucho tiempo!, que me pesa demasiado para seguir llevándolas adentro.

Ahora mismo, demoran los vocablos en salir de mí. Me canso de tanto forzar las reflexiones para que nazcan. No sé si aguanto más.

(Uno, dos, tres, respiro profundo y vuelvo a pujar).

—¿Cómo pudiste vivir tantos años sin hablar?

—Pienso que porque los secretos a veces pudren la garganta y entumecen la voz.

Ha llegado el tiempo de compartir y traspasar la frontera del silencio. Lo que tengo adentro guardado, me agota.

—¿Cómo creés que puedo ayudarte?

—Dejá expandir tus alas capaces de ilusiones y emprendé vuelo conmigo.

Todavía no empecé a hablar y ya me siento mejor.

(Amigo: Así empezó nuestro diálogo. Su relato expresado en primera persona me permitió adivinar los latidos de sus pasiones y fue como si escuchara el ritmo lento y costoso de un arroyo de llanura avanzando entre guijarros, que intentan obstruir o dificultan sus canales para que pueda existir).

—(Emma: Ay… ay... A veces me cuesta respirar y cuando me escucho me doy cuenta de que ha cambiado el tono de mi voz. Quiero decir y decir, y sin embargo me choco con los contornos de mis propias palabras, que me limitan, y no puedo ahondar en lo que quiero expresar con cada una de ellas. Necesito aprender a licuar odios, a hacer de la sonrisa una estrella y a cantar con palomas blancas que traduzcan el susurro de los ángeles).

—¿Qué decías, Emma?

—Me pregunto a quién le puede importar leer sobre la existencia de otro. Puede ser que lo que digo sea solo para mí. Aunque al escribir y por alguna razón, levanto la cabeza hacia el cielo y no me detengo hasta que pueda descubrir por qué lo hago.

—Decís: “la cabeza hacia el cielo”; y abajo ¿hay algo?

—Abajo aparece el camino que fui transitando. Por eso anhelo que alguien reciba mis argumentos como un tesoro y lo cuide.

De Emma al lector:

Pienso que reconocerás algo de mi camino en el tuyo, y a algunas personas también. Son personajes animalescos hasta en la sombra de sus propias patas barrosas, incluyendo a quienes me dijeron: “No te conozco” o "Acá no".

Te sugiero que no te confundas pensando que se trata de un montón de historias pretéritas, porque lamentablemente muchas siguen siendo actuales.

Deseo que mis disputas internas y amarguras formen parte de algo terminado, para decir que son pruebas superadas. Sin embargo, en repetidas ocasiones me encuentro atrapada en medio de comentarios que me recuerdan lo vivido.

¡Todos sabemos que hay gente dañina que nunca para con sus habladurías!

Amigo interlocutor en diálogo con Emma:

—¿Cómo lográs ir adelante con todas tus vivencias?

—Para conseguir un tenue sosiego, lucho con mis duendes intempestivos cada vez que aparecen. No quiero tener ni cerca el riesgo de pertenecer al grupo de los desechos humanos. Por eso, reflexiono, respiro profundo y sigo. Resisto para que mis broncas no me empujen a semejarme a retratos viejos y decadentes.

Puede ser que no estés de acuerdo conmigo, porque, como leí alguna vez, “no todas las verdades son para todos los oídos”. Espero expresarme claramente y despertar sentimientos parecidos a los míos. O contrarios, pero que inviten a cuestionamientos. A pesar de lo que acabo de decir, deseo e intento que esta historia “sea para todos los oídos”.

Cuando pienso en el tiempo que pasó sin contar mi historia, hallo algo, como una especie de presencia. Indago dentro de mí buscando qué o quiénes son los que me llevaron a tal mutismo y abatimiento, y conjeturo que es algo relacionado con la muerte.

La muerte… La muerte es parte de la vida. La muerte es la puerta a otro mundo más perfecto. La muerte asusta. La muerte se supera. La muerte se combate. La muerte se acepta. La muerte enseña.

Pienso, cuestiono y, afirmo que hay más de una muerte. Está la del cuerpo, y la que puede vivir adentro de nosotros. ¿Cuál es la que se llora? ¿Es aquella que existe en nosotros? ¿Cuántas experimentamos? ¿Una, muchas, o varios puñados de pequeñas muertes? ¿Cuánta gente se cae sin poder erguir la espalda por el peso del sufrimiento? Agonías.

—¿Caer, levantarse o quedarse hundido? ¿Son esas las opciones?

—A menudo, sentarse a pensar sobre todos los “¿por qué a mí?”, es una pérdida de tiempo. En cambio, buscar, encaminar los pies hacia una dirección e intentar acertar… es lo correcto; pero no es sencillo. En algún momento las circunstancias me ubicaron en un lugar de oscuridad. Luego de ese tiempo y con el afán por estar mejor, intenté descansar la mirada en la luz de la confianza. Confieso que a veces en aquella travesía entre albores y noches no advertía los rayos de la Fuerza Superior.

—A veces en el camino hay obstáculos, ¿no?

—Sí, son las piedras… las que dan la impresión de que te crujen por el cuerpo; las que aparecen en un camino sinuoso, resbaladizo o desnivelado, y siempre excesivamente largo.

2 La jugada del ángel
Observaciones y reflexiones del amigo interlocutor:

Emma sigue frecuentando con alegría a sus inestimables amigos cuando viaja de visita a su ciudad natal, y se organiza para no dejar de ver a ninguno de ellos. En esas oportunidades hacen falta pocas palabras para iniciar la comunicación: ¿Salimos? ¿Nos vemos? Tengo algo para decirte. ¿Cómo estás? ¡Qué lindo encontrarnos!

¿Quién podría cerrarse a esta característica tan humana de querer compartir las alegrías, las pesadumbres o la simple cotidianeidad?

La segunda vez que me encontré con Emma fue en su casa. Me invitó a sentarme cerca de una mesa baja, de madera pintada. Sirvió café, y mientras se enfriaba bajó una caja que estaba entre los libros de uno de los estantes.

¡La caja de los recuerdos!, donde está todo lo que se puede tener: rostros, mensajes, perfumes de flores sobre todo de lavanda, de rosa y de jazmín y también de algunos otros pocos olores a alquitrán o ceniza. Fechas, nombres que persisten y otros que olvidó. En el fondo quedan hierbas frescas que aún se conservan intactas, y piedras que recogió al moverlas para poder avanzar.

Hay un pequeño espacio de donde se despiertan historias al ver la luz; por eso, abrir su caja es recorrer pisadas sobre distintos terrenos, es sentir el aire y el entorno de hojas verdes, de cardones, de rocas y de arena. Es estar frente a reminiscencias que saltan eufóricas hacia quien las quiera conocer; es escuchar secretos y anécdotas. Veo un dibujo a lápiz y unas cartas que me imagino que atesora; quizás sean de Juan. Adentro hay texturas de todo tipo, que irrumpen en el corazón del que las descubre y generan interrogantes, como los ¿por qué?, los ¿para qué?, los ¿hasta cuándo? Parece un cofre que explota de riquezas del alma, que arman collares de vida y de afectos.

¡Afectos! Los que consuelan, los que acompañan y aquellos que mantienen el entusiasmo por vivir.

Sie haben die kostenlose Leseprobe beendet. Möchten Sie mehr lesen?