Álvaro d'Ors

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GABRIEL PÉREZ GÓMEZ

ÁLVARO D'ORS

Sinfonía de una vida

EDICIONES RIALP

MADRID

© 2020 by GABRIEL PÉREZ GÓMEZ,

© 2020 by Ediciones Rialp, S. A.,

Colombia, 63, 8º A - 28016 Madrid

(www.rialp.com)

Este libro ha contado con el apoyo de la Fundación Ciudadanía y Valores (FUNCIVA)


Realización ePub: produccioneditorial.com

ISBN (versión impresa): 978-84-321-5276-4

ISBN (versión digital): 978-84-321-5277-1

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

ABREVIATURAS

PRÓLOGO

UNA SINFONÍA

AGRADECIMIENTOS

CURRICULUM VITAE

1. ADAGIO DE JUVENTUD (1915-1936. INFANCIA Y JUVENTUD)

BARCELONA, PRINCIPIOS DEL SIGLO XX

EL NIÑO DE LAS JUDÍAS

MAMA, FES-ME ROS!

«UN AUTO Y UN PIANO HACEN UN TREN»

1923. EL EXILIO MADRILEÑO

UN VIAJERO OBSERVADOR

EN EL INSTITUTO-ESCUELA

AÑOS 30. OCUPANDO EL TIEMPO LIBRE

VERANO DE 1931. DESCUBRIENDO LOS CLÁSICOS

1932. UNIVERSIDAD

UN DURO GOLPE

JUNIO DE 1936. LOS CUADERNOS

2. ALLEGRO VIVACE (1936-1939. TIEMPO DE GUERRA)

JULIO DE 1936. UNA FAMILIA DISPERSA

DEJARÁ DE LLAMARSE D’ORS

OTOÑO DE 1936. SOBRE LA BELLEZA

TIEMPO DE ESPERA

PLANES DE FUGA

RUPTURA CON SU MAESTRO

INVISIBLE

SOLDADO A LOS 22 AÑOS

SEPTIEMBRE DE 1938. CADETE ASPIRANTE

OTOÑO-INVIERNO DE 1938. OFICIAL PROVISIONAL

FEBRERO DE 1939. «MIRA EL LADRÓN DE GALLINAS»

MARZO-ABRIL DE 1939. LA PAZ

VERANO DE 1939. VUELTA A LA UNIVERSIDAD

3. ANDANTE (1940-1988: ESTUDIO Y DOCENCIA)

OTOÑO DE 1939. PROFESOR AYUDANTE

ENERO DE 1940. A ROMA EN HIDROAVIÓN

PRIMAVERA DE 1940. ENTRE EL CINE Y LA ESPOSA DESEADA

DOCTOR Y PREMIO EXTRAORDINARIO

1941. CONOCE EL OPUS DEI

1942. CON EL KEMPIS Y EL DIGESTO

DICIEMBRE DE 1943. CATEDRÁTICO EN GRANADA

OTOÑO DE 1944. SANTIAGO

1944. CARL SCHMITT

1945. NOVIAZGO Y BODA

1945. COÍMBRA

RAFAEL GIBERT

CARBALLEDO

1953. EL CÓDIGO DE EURICO

ENERO DE 1953. ISTITUTO GIURIDICO SPAGNOLO IN ROMA

1954. De la guerra y de la paz

PADRE JOVEN DE FAMILIA

SEPTIEMBRE DE 1954. MUERTE DE XÈNIUS

UNA DEFINICIÓN DE AMOR

1957. EMPIEZA EL DPR

JUNIO DE 1958. BELINHA

1958. PROBLEMAS DE CENSUR [A]

LA IDEA DE LA UNIVERSIDAD

1960. «LEALTAD OBLIGA»

VERANO DE 1961. TRASLADO A PAMPLONA

INQUILINO E INMIGRANTE

«UN POBRE QUE NO SABE QUÉ HACER CON EL DINERO»

1962. BIBLIOTECARIO GENERAL

DE COMIDAS Y BEBIDAS

BORRICO DE NORIA

GUSTOS MUSICALES

UN VIAJE AGOTADOR

MAESTRO Y DISCÍPULOS

AGOSTO DE 1964. VIAJE A AMÉRICA

1965. EL CÉNIT DEL CARLISMO

FORALISTA

1969. EL FARO DE MOTRIL

1972. DOCTOR HONORIS CAUSA EN TOULOUSE

MUERE MARÍA PÉREZ PEIX

EL CASO ENRIQUE Y EL VERANEO EN BENICASSIM

POLÍGLOTA Y TRADUCTOR

MAYO DE 1976. MONTEJURRA

UN INFARTO POR LA CALLE

DICIEMBRE DE 1983. MÁS HONORES EN COÍMBRA

 

1985. CALENDARIOS DE ADVIENTO

ÚLTIMA LECCIÓN

CON LA MITAD DE LA CASA

1988. PATRIARCA

4. ALLEGRO MAESTOSO (1989-2003. TIEMPO DE JUBILACIÓN)

POMPAS Y VANIDADES

MAGNANIMIDAD

SOBRE LA SANTIDAD

LA PRODUCCIÓN FINAL

SE DETERIORA SU SALUD

LA IDEA DE LA MUERTE

SERVIAM!

LA MUERTE DE DOÑA PALMIRA

NUEVO INGRESO

VOLVER A EMPEZAR... HASTA EL FINAL

VITA MUTATUR

ÍNDICE ONOMÁSTICO

ARCHIVO FOTOGRÁFICO

AUTOR

ABREVIATURAS

EPISTOLARIOS:


A. G. B.Amador García Bañón
A. F.Antonio Fontán
E. V.Emilio Valiño
G. F. M.Gonzalo Fernández de la Mora
J. B.Jesús Burillo
J. N.Javier Nagore
M. A.Miguel Ayuso
M. C. A.María Cuervo Arango
R. D.Rafael Domingo
R. F. C.Rodrigo Fernández-Carvajal
R. G.Rafael Gibert

Notas a M.T.: Notas manuscritas a El pensamiento de Eugenio d’Ors: diálogo entre la filosofía y la vida, tesis doctoral de Marta Torregrosa (publicada como Filosofía y vida de Eugenio d’Ors. Etapa catalana: 1881-1921. Eunsa, Pamplona, 2003).

OTRAS FUENTES INÉDITAS:

C.P. Cuadernos Personales

Catalipómenos

Veladas imaginarias

La devoción del Sagrado Corazón de Jesús

PRÓLOGO

DECÍA EUGENIO d’ORS QUE «toda biografía se vuelve, inevitablemente, una obra en colaboración. A medias, del biógrafo y de su héroe, un Autor y una Sombra». Un hecho del que dejó constancia en su libro sobre Goya, redactado «página tras página» por Goya y por él mismo[1].

Al acabar de escribir esta biografía de Álvaro d’Ors, tengo una sensación muy parecida: página a página, el personaje ha ido imponiéndose, como sugiriéndome lo que venía a continuación. La impresión de coautoría es más que evidente cuando, repasando estas hojas, encuentro muchos textos del protagonista —en buena medida inéditos—, que expresan acontecimientos y apreciaciones con mucha más intensidad de lo que podría hacerlo yo. Después de pensar sobre la conveniencia de resumir los hechos con mis palabras o dejar al biografiado que se exprese libremente, me he decantado por la segunda posibilidad. Sus textos aparecen unas veces en el mismo cuerpo principal, con sangría y fuente más pequeña; y otras, en algunas notas a pie de página.

A don Álvaro —así se le llamaba habitualmente— le gustaba mucho la imagen del collar de perlas, del que decía que lo importante es el hilo que las ensarta; justamente lo que no se ve. Me gustaría mucho que el resultado de esta biografía fuera algo parecido: perlas de distintos aspectos de su vida, unidas por el hilo invisible del amor hecho servicio. Pero mi mujer —a la que debo el haberme convertido en yerno de don Álvaro, y de ahí esta segunda paternidad suya sobre mi persona que tanto me complace— me dijo, después de leer uno de los primeros borradores de este libro, que «parecía un tendedero», en el que había ido colocando las piezas de ropa y en donde tendría que «ajustar mejor algunas pinzas». ¡Vanidad mía! Aunque, bien visto, en los tendederos también hay una cuerda.

Pido, pues, al lector que aplique un criterio benevolente a la lectura de estas páginas y entienda que los errores que hay son solo del autor que queda vivo, incapaz de seguir el exacto orden temporal en una vida tan rica de matices que daría para un collar con muchas vueltas o varios collares a la vez.

UNA SINFONÍA

La estructura de este libro, dividido en cuatro partes, sigue el modelo de la sinfonía musical, aunque se trate de una sinfonía bastante sui generis. Álvaro d’Ors había previsto este título, Sinfonía de una vida, para una serie de escritos, todavía inéditos, que llamaba de manera genérica Catalipómenos metaescolásticos. Con este nombre se refería, siguiendo lo que el término griego indica, a “lo que ha ido quedando atrás”, fuera del ámbito científico, pero que había formado parte de su existencia. Cuando, todavía en activo, comenzó a redactar esta obra se refería a ella como Paralipómenos, es decir, “lo que queda al margen”. Una vez jubilado oficialmente, cambió el nombre a Catalipómenos, ya con el sentido claro de cosas del pasado.

Según nuestro biografiado, su vida fue una sinfonía:

porque se divide en cuatro tiempos: el adagio de la juventud, el allegro vivace de la Guerra, el andante de la vida profesional y el allegro maestoso de la jubilación[2].

Pero, como en tantas otras cosas que pasaba por el tamiz de su pensamiento, Álvaro d’Ors tampoco sigue en esto el esquema convencional musicológico, y construye su propio molde sinfónico: adagio, allegro vivace, andante y allegro maestoso.

Lo habitual en una sinfonía es que, después de una lenta introducción, el primer movimiento comience con un allegro, con forma de sonata, en donde ya se encuentran los temas principales que, posiblemente, aparecerán desarrollados después. El segundo movimiento suele ser un adagio o un andante que adopta una forma ternaria o seccionada como la del rondó. El tercero es normalmente el más breve y suele consistir en un scherzo, un minueto o un vals. El cuarto y último movimiento, el finale, acostumbra a ser más rápido que el allegro inicial, con forma de sonata o de rondó o con una mezcla de ambos. Sobre este esquema básico caben muchas posibilidades, como que dos movimientos se unan en uno solo (lo que ocurre, por ejemplo, en la Sinfonía para órgano de Saint-Saëns o en la Quinta Sinfonía de Sibelius) o incluso que se añada un quinto movimiento (como en la Pastoral de Beethoven o en la Quinta Sinfonía de Mahler). Lo que no es tan habitual es arrancar, como hace Álvaro d’Ors para su propia sinfonía, con un adagio, seguir con un allegro, dedicar el tercer tiempo a un andante especialmente largo, y terminar con un allegro vivace. Pero tiene sus razones.

La división que el protagonista de estas páginas hace de su propia vida parece obedecer más a un criterio etimológico, al significado de los términos mismos, que a la disposición métrica habitual de las sinfonías. En este sentido, además de composición musical, por sinfonía hay que entender también —como la voz griega sugiere originalmente— el conjunto de voces, instrumentos, o ambas cosas, que suenan acordes a la vez[3]: lo mismo que ocurre en una vida, en donde lo que sucede no siempre es lineal, con tramas que se superponen y muchos hilos argumentales que discurren al mismo tiempo. La trayectoria de Álvaro d’Ors es muy rica y hay muchos momentos en los que sus actividades se multiplican, de tal manera que es muy difícil seguir un único hilo en cada instante: su biografía está trenzada de muchos cabos que no hacen sino proporcionar unidad y coherencia, se trate de cuestiones profesionales, personales o familiares.

Para el caso de Álvaro, el “sonar acorde” de sus distintas facetas vitales significa que todas sus manifestaciones personales, familiares o científicas estaban dirigidas en una misma dirección; lo que, en otras palabras, se llama también “unidad de vida”.

El adagio inicial sugiere el ritmo lento con que transcurre el tiempo en los años de infancia y juventud: época de experiencias que van a marcar una personalidad, momentos de estudio y formación en los que la cadencia es parsimoniosa y en los que se puede subrayar la idea de tranquilidad, paz, despreocupación...

Dedicar a la guerra civil española un allegro vivace es un guiño muy propio de Álvaro, para quien este tiempo de acción vital influyó con fuerza en diferentes órdenes de su vida, pero fundamentalmente le sirvió para adquirir madurez en su concepción del mundo.

Por lo que se refiere al andante de su carrera profesional que, contrariamente a lo que dicta la teoría sinfónica, es el movimiento más largo de su existencia, la misma expresión de andante puede sugerir la idea de caminante, de homo viator, de persona que sigue el camino de servicio que se ha trazado, paso a paso, clase a clase, libro a libro.

La coronación de su trayectoria, el finale, adopta para él un tiempo de allegro maestoso, porque efectivamente está viviendo con júbilo la última etapa de su vida, ya sin obligaciones académicas y cada vez más cerca del «beneficio de la muerte», el lucrum mori en expresión de san Pablo, que él había considerado y hecho suya muchas veces.

Un esquema parecido a este que acabamos de glosar es el que utilizó su discípulo Rafael Domingo en su intervención con motivo del acto in memoriam que le dedicó la Universidad de Navarra poco tiempo después de su muerte. Para esta biografía suya nos inclinamos por seguir exactamente la misma división que Álvaro hace de sus 88 años, tomando además como hilo conductor lo dicho por nuestro protagonista en un apresurado currículum que escribió a petición del propio Rafael Domingo, su sucesor en la cátedra de Pamplona, y que transcribimos más abajo. Una visión rápida, de conjunto, de algunos de los hitos fundamentales de su vida puede servir para que el lector logre ubicarse sin pérdida por las digresiones en que, inevitablemente, ha de caer este relato.

AGRADECIMIENTOS

El resultado de este trabajo no hubiera sido posible sin la ayuda de muchas personas que han puesto a mi disposición su tiempo, sus recuerdos y también sus consejos. Es de justicia reconocer el amparo de tres de los discípulos de Álvaro: Jesús Burillo, Emilio Valiño y Rafael Domingo, cuya memoria de hechos, conversaciones y circunstancias da cuenta del afecto que profesan a su maestro.

He pasado muchas horas de agradable conversación con amigos de Álvaro, ya fallecidos, como Javier Nagore, José Cañadell o Miguel Garísoain, que me supieron transmitir una visión cercana de su trato directo. Fue una lástima que la enfermedad de don Amadeo de Fuenmayor me impidiera más ratos de charla con él. Quizá por la premura de tiempo —del poco tiempo de vida que él sabía que le quedaba cuando hablamos— su testimonio fue escueto, pero también muy preciso. Igualmente murieron don Federico Suárez y don José Orlandis después de contestar a mis primeras cartas con sentidas remembranzas que agradezco profundamente. Don Amador García Bañón me proporcionó cartas y otros materiales que había elaborado. Antonio Fontán tuvo la amabilidad de hacerme algunas indicaciones para que entendiera mejor un pasaje-clave de esta historia. Ana Rosa Bello, hija de Antonio Bello, compañero de don Álvaro en el Instituto-Escuela, buscó y encontró viejos recuerdos que me hizo llegar. Extiendo este agradecimiento a Montserrat Herrero, quien no tuvo inconveniente en facilitarme la traducción castellana del epistolario entre Carl Schmitt y Álvaro d’Ors[4], a pesar de tratarse de una versión provisional.

Tengo que mencionar con especial gratitud a uno de los amigos más fieles de nuestro protagonista: Rafael Gibert, que me confió cerca de 1 000 cartas que le escribió don Álvaro entre los años cuarenta y el final de su vida. Con esa entrega, él sabía que renunciaba a una parte muy importante de su intimidad, que yo he procurado tratar con pudor. Sin ese material, estas páginas no serían posibles. El profesor Gibert tuvo también la amabilidad de leer un borrador de esta biografía y aclararme algunos aspectos confusos, al tiempo que su buena memoria «iluminaba» el original con pasajes desconocidos.

 

Por lo que se refiere al capítulo familiar, Ana María Pérez Bofill, prima de Álvaro y monja de la Compañía de Santa Teresa de Jesús en Barcelona, me ha hecho sabedor de algunos momentos clave de su infancia y juventud, lo mismo que otro primo, Fernando Martínez Pérez-Peix (que falleció antes de que estas páginas vieran la luz), que además me ha proporcionado abundante material gráfico inédito. Gracias a ellos he podido reconstruir el ambiente en el que nuestro protagonista vivió sus primeros años.

Finalmente, varios hijos de don Álvaro me han ayudado de distintas maneras: desde la lectura paciente y comprensiva de los primeros borradores de esta biografía, hasta hacerme partícipe de algunas de sus experiencias con su padre que yo desconocía. En este sentido, permítaseme que resalte de manera muy especial a Paz, mi mujer, y a Miguel, cuyas memorias han guardado con precisión muchos hechos y las circunstancias sensibles que los rodeaban. Soy consciente de que me he aprovechado de ellos. Con Javier tengo una deuda de gratitud grande: como legatario de los escritos paternos, él me ha permitido bucear entre papeles para encontrar muchas de las cosas que se transcriben aquí, al tiempo que su microscópica lectura del original ha sabido detectar errores y falsas interpretaciones por mi parte.

Y una última precisión: este trabajo no es una obra colectiva. No lo ha hecho ni la familia de don Álvaro, ni sus amigos, ni sus discípulos. Le diré al lector, en la confianza de que me va a entender bien, que este libro está escrito como si yo hubiera tenido la oportunidad de acudir a una imaginaria clase de don Álvaro en la que, en contra de su humildad natural, hubiera explicado su vida y yo tomara unos apuntes. Las deficiencias que se pueden apreciar en este trabajo vienen, por tanto, de mi propia incapacidad —entre otras cosas, yo no soy letrado ni filólogo— y de mis frecuentes distracciones, quizá mirando a su hija mayor, que también “estaba” en aquella clase.

Pamplona, Carballedo, Bueu, mayo de 2006, diciembre de 2019.

[1] Eugenio D’ORS, “Biografía”, ABC, 6-VII-28, p. 3. «Apenas sobrepasa los límites del puro documento pedagógico, toda biografía se vuelve, inevitablemente, una obra en colaboración. A medias, del biógrafo y de su héroe, de un Autor y de una Sombra. Así he podido advertirlo yo, al escribir un libro, que ha salido —ahora lo advierto— redactado, página tras página, por Goya y por mí. De los dos, empero, era, y con mucho, Goya el más fuerte. No podía evitarse que, en este caso, la Sombra arrastrase al Autor con quien se le emparejaba. La vida del gran artista barroco, ha debido, desde luego, contarla a lo barroco. Con aquel desorden en la sensibilidad, que a mí no me gusta (que no me gusta, es decir, que, secretamente, tengo miedo de amar demasiado). Con desorden, con profusión, con desigualdad. Con humores diversos y graves contradicciones internas».

[2] Álvaro D’ORS, Veladas imaginarias [Original inédito].

[3] Del lat. symphonia, y este del gr. συμφωνία, de σύμφωνος, “que une su voz, acorde, unánime. f. Conjunto de voces, de instrumentos, o de ambas cosas, que suenan acordes a la vez” (DRAE).

[4] Carl Schmitt und Álvaro d’Ors. Briefwechsel, ed. de Montserrat HERRERO, Duncker & Humblot, Berlín, 2004.

CURRICULUM VITAE

EL 27 DE MAYO DE 1987, Álvaro d’Ors redactó su curriculum vitae a petición de su discípulo Rafael Domingo, para los Estudios de derecho romano que se iban a publicar con motivo de su jubilación. Escrito en tercera persona, tiene el valor de reflejar lo que considera que son los hechos más importantes de su biografía hasta ese momento, aunque tengamos la sensación de que no les da ninguna importancia: para él, su vida no tenía interés para nadie, porque se trataba de la «existencia de un pobre catedrático en provincias» que no había tenido mayor relevancia[1].

En este curriculum se omiten muchos datos significativos y da la sensación de que, en la parte final, se centra en campos de actividad más que en hechos relevantes. Por otra parte, debido a la fecha en la que está redactado, no se recogen otras ocupaciones de Álvaro d’Ors durante su época de Pamplona, al servicio de la Universidad de Navarra, así como algunos de sus trabajos en torno al Derecho Foral navarro. Tampoco se reseñan los premios y distinciones que obtuvo después de 1987.

A pesar de estas carencias, parece un buen modo de comenzar esta biografía presentar una visión de conjunto del personaje, de sus rasgos más relevantes y redactada por él mismo.

Nació el 14.4.1915, como tercer hijo de Eugenio d’Ors Rovira y María Pérez Peix, en Barcelona, en la conocida Casa de las Punxas de la Avenida Diagonal. Fue bautizado con los nombres de Álvaro (como su abuelo materno) y Jordi. En Barcelona había de vivir la familia hasta 1922.

Por su obstinada resistencia a frecuentar la escuela, no empieza sus estudios regulares hasta los 8 años (cuando la familia vive ya en Madrid), en el Instituto-Escuela, donde, tras dos años de preparatorio, cursa el Bachillerato entre 1925 y 1932. Hubo de ser su madre quien le enseñara a leer y escribir cuando tenía ya 6 años.

Su inclinación hacia las letras se manifestó desde los primeros años de estudio. Sin embargo, suele decir que, para su formación intelectual, aparte el trabajo de traducción, lo más decisivo fue el aprendizaje de la cerámica, dibujar mapas y coleccionar insectos.

A los años de su juventud corresponden los viajes familiares por toda Europa, que le habían de facilitar en su madurez sus relaciones académicas internacionales.

En las vacaciones estivales de 1931 estuvo en Londres para practicar la lengua inglesa. En aquel momento se sentía especialmente atraído por el estudio de la Literatura inglesa, en especial por autores como Keats, Shelley y otros poetas románticos. Pero, en Londres, las visitas diarias al Museo Británico lo convirtieron al mundo clásico. Durante el último curso del Bachillerato solo estudió griego y latín.

Comenzada la carrera de Derecho en el curso 1932-1933, su interés por el mundo clásico le llevó irresistiblemente a intensificar el estudio del Derecho Romano, a consecuencia de lo cual, el catedrático José Castillejo se interesó por él, hasta el punto de que le animó a seguir estudiando Derecho Romano, y, desde el curso 1934-1935, a explicar un cursillo libre sobre partes del Programa de la asignatura. Le animó asimismo a ampliar los estudios de latín y griego, y por ello se matriculó desde 1933-1934 en la Facultad de Filosofía y Letras; cuyo plan, obra de García Morente, su Decano, daba gran libertad para escoger las asignaturas a gusto de cada estudiante.

Habiéndole sorprendido el Alzamiento militar de 1936 cuando se hallaba en Barcelona de paso para pasar las vacaciones en Heidelberg, hubo de refugiarse en un lugar del campo hasta que consiguió evadirse atravesando el Pirineo. Sirvió luego en el Ejército Nacional, principalmente en los Tercios de Requetés Burgos-Sangüesa y Navarra y desde entonces se ha mantenido unido al Tradicionalismo. En 1938 se hizo alférez provisional.

A pesar de haber seguido los cursos de Filología Clásica hasta el extremo de tener ya un primer borrador para su tesis doctoral cuyo tema era la comedia togada de Afranio, la Guerra Española vino a interrumpir esos estudios, y tras los tres años de interrupción bélica, aunque se licenció en Derecho no llegó a licenciarse en Letras.

Ya desde el mismo año 1939, una vez licenciado del servicio militar, asumió parte de la docencia de Derecho Romano en la Universidad Central, de cuya cátedra se había encargado el ya catedrático (excedente de Murcia) Ursicino Álvarez, que había de acceder a la titularidad de Madrid en 1943.

Empezó a trabajar entonces en el Centro de Estudios Históricos, donde el profesor italiano Giuliano Bonfante se había encargado de promover los estudios clásicos. Ese profesor, cuyos cursos de latín y griego impartidos en aquel centro siguió, le encargó, ya en ese momento en que todavía era estudiante, de hacer una edición anotada del discurso ciceroniano «Pro Caecina» (para la colección de Clásicos Emerita) que solo años más tarde pudo realizar.

Asimismo trabaja en el Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, y especialmente en la redacción del Anuario de Historia del Derecho, de cuyo consejo directivo formó parte hasta 1984. Tanto en uno como en el otro de estos dos centros de Madrid tomó parte muy activa en la formación de sus respectivas bibliotecas.

Durante estos años de docencia en Madrid trabaja asiduamente en el Instituto Nebrija de Estudios Clásicos, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y concretamente en la redacción de la revista Emerita, en cuyo consejo de dirección sigue figurando. En estos años, y estimulado por el tema de su tesis doctoral, se dedicó con interés a la Papirología, en la que es reconocido como un precursor dentro del ámbito español. Con ocasión de poder estudiar y publicar los nuevos fragmentos de El Rubio, de la Ley colonial de Osuna, se adentró en el campo de la Epigrafía.

En 1940 se trasladó a Roma para ampliar estudios de Derecho Romano bajo la dirección de Emilio Albertario. Allí elaboró en gran parte la tesis doctoral sobre la Constitutio Antoniniana que fue presentada en Madrid en 1941, cuando había reanudado su labor docente en aquella Universidad. Obtuvo entonces el premio extraordinario del Doctorado en unión de Amadeo de Fuenmayor, Hernández Gil y Fenech, todos ellos profesores de la Facultad, que habían de ser catedráticos poco después.

En diciembre de 1943 ganó por oposición la cátedra de Derecho Romano de Granada, pero ya en el verano de 1944 se trasladó por permuta a la de Santiago de Compostela.

En Santiago vivió los diecisiete años centrales de su vida. Allí contrajo matrimonio con Palmira Lois, en 1945, de cuyo matrimonio nacieron once hijos.

En los veinte años siguientes, su vinculación a aquella Universidad habría de seguir, incluso después del traslado a Pamplona, y por ello leyó allí, el 12 de abril de 1985, su última lección oficial.

A los cursos ordinarios de Derecho Romano se unieron de 1947 a 1952 los de una de las cátedras de Derecho Civil, y en los dos cursos siguientes los de la cátedra de Historia del Derecho. Al mismo tiempo tuvo a su cargo la dirección de la Biblioteca de la Facultad de Derecho.

Desde Santiago acudió regularmente, hasta 1948, a la Universidad de Coímbra, para impartir allí seminarios romanísticos con el fin de suscitar la vocación de un romanista que la Facultad de Derecho de Coímbra deseaba conseguir. Esa fue, en efecto, la de su discípulo Sebastián Cruz, luego catedrático de Derecho Romano de aquella Facultad. Esta reiterada colaboración con la Universidad portuguesa culminó años más tarde con el doctorado honoris causa, poco después de que igual distinción le hubiera sido concedida por la Universidad de Toulouse.

La mencionada docencia en Historia del Derecho le impulsó al estudio de las fuentes jurídicas visigóticas, que concluyó con su libro, en 1960, sobre El Código de Eurico.

Desde 1953 en que se creó el Istituto Giuridico Spagnolo en la Delegación romana del Consejo Superior de Investigaciones Científicas fue encargado de su dirección. Durante los veinte años que retuvo este encargo, sin dejar la cátedra, viajaba con regularidad a Roma con el fin de atender la supervisión de los trabajos que allí hacían los pensionados. Con este motivo se intensificaron también sus relaciones con los romanistas italianos que habían empezado ya el año 1940 en que él había sido pensionado en Roma. A esta época corresponde el aumento de su colaboración con la revista del Laterano Studia et Documenta Historiae et Iuris, especialmente por la crónica de Epigrafía jurídica griega y romana que, durante esos veinte años, publicaba trienalmente en esa revista. Por ese Instituto Jurídico Español pasaron como becarios pensionados muchos jóvenes juristas españoles, buena parte de los cuales fueron accediendo después a cátedras de las más variadas especialidades jurídicas.

Desde el curso 1961-1962 profesó en la Universidad de Navarra, en la que continúa actualmente como profesor emérito, tras su jubilación oficial en 1985. Durante los diez primeros años de Pamplona estuvo encargado de la organización de las nuevas bibliotecas de esta Universidad, culminando así lo que había sido un quehacer constante de toda su vida académica.

Sus servicios como universitario fueron oficialmente reconocidos con la concesión de la Cruz de Alfonso X el Sabio al mérito docente, y los de la Universidad de Navarra con la Medalla de Plata por los XXV años de servicio.

[1] Mis Catalipómenos metaescolásticos (Sinfonía de una vida) no sé si se llegarán a publicar. Son una serie de estampas distribuidas en cuatro tiempos sinfónicos y vienen a sustituir a las memorias habituales pero que yo no escribiré, pues mi vida de catedrático en provincias no tiene tanto interés. Epistolario A. F., Pontevedra, 24-IX-1997.