Las antesalas del alma

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Las antesalas del alma
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Las antesalas del alma

Eva Argüelles

© Eva Argüelles

© Las antesalas del alma

Mayo 2021

ISBN ePub: 978-84-685-5837-0

Editado por Bubok Publishing S.L.

equipo@bubok.com

Tel: 912904490

C/Vizcaya, 6

28045 Madrid

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Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Índice

AGRADECIMIENTOS

MENCIÓN ESPECIAL A TRASGU (mi perrito)

PREFACIO

LAS ANTESALAS DEL ALMA

CAPÍTULO 1 DESCUBRIENDO LAS REGRESIONES

CAPÍTULO 2 EL GRUPO

CAPÍTULO 3 EL PILOTO

CAPÍTULO 4 ENTRE LO MUNDANO Y LO ESPIRITUAL

CAPÍTULO 5 CRISTAL POR FIN ENTENDIÓ

CAPÍTULO 6 SIN QUERER... UNA TERAPIA

CAPÍTULO 7 EL VIAJE SOÑADO

CAPÍTULO 8 IMPRESIONADA TESA

CAPÍTULO 9 EL CIRUJANO

CAPÍTULO 10 LA CASA AZUL

CAPÍTULO 11 CATERINA

CAPÍTULO 12 CONJETURAS

CAPÍTULO 13 TRASGU

CAPÍTULO 14 REGISTROS GRUPALES EN EL HOTEL

CAPÍTULO 15 INVESTIGACIONES

CAPÍTULO 16 GRAN SORPRESA Y ENTENDIMIENTO PARA JOAQUÍN

CAPÍTULO 17 SACANDO CONCLUSIONES

CAPÍTULO 18 MÁS QUE UN REENCUENTRO CON YAIZA

CAPÍTULO 19 EL VIAJE

CAPÍTULO 20 IMARA SE ENCUENTRA CON SU PASADO

CAPÍTULO 21 CÓRDOBA NOS RECUERDA OTRO PASADO

CAPÍTULO 22 EL CONFINAMIENTO

DE LA AUTORA

AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer a los cuatro hombres de mi vida, a quienes amo:

Sergio, mi esposo, sin el cual nada de esto sería posible, ya que él es el maestro metafísico que guía todas las sesiones con gran paciencia y dedicación.

Mi hijo Jessé, por todos sus cuidados hacia mí, por su amabilidad y su sonrisa que cada día me anima a seguir contagiándome sus ilusiones.

Mi hijo Israel, por sus enseñanzas en mi vida, ya que fuimos niños casi a la vez y aprendimos y seguimos aprendiendo el uno del otro de la mejor forma.

Mi primo Noel, para mí todo un ejemplo a seguir, una gran persona y mi ángel en la tierra.

MENCIÓN ESPECIAL A TRASGU (mi perrito)

Puedo percibir cómo me escuchas cuando leo en voz alta, cuando corrijo cada capítulo, cuando dudo si seguir, pero al igual que en el trabajo de cada uno de mis libros anteriores contigo echado a mi vera, te miro; ahora con los ojos del alma, y adquiero la fuerza suficiente para seguir, sabiendo que tú siempre has estado y siempre estarás, con tus ojos almendrados, los mismos que ven lo que yo veo, con la vibración de tu espíritu, el mismo que me acompañó en los efímeros tiempos de un pasado compartido e impregnado en los archivos de nuestras existencias.

Querido Trasgu,

¡Gracias! ¡Tú sí que has tocado mi alma!

¡Siempre serás mi gran amor! ¡Sabes que te espero!

Dedicado a la familia del alma; los que siempre han estado, los que siempre están.

PREFACIO

Los registros akáshicos o registros del alma, como a mí me gusta llamarlos, son conexiones directas (de alma a alma) de un médium con cualquier otra persona con la que se conecta a veces espontáneamente, y, en otras ocasiones a través de una meditación guiada especial para este trabajo extrasensorial.

Yo suelo decir que en el libro o disco duro de cada alma se registran todas nuestras vidas pasadas; por lo tanto, nuestras almas contienen los archivos sagrados que guardan secretos muy importantes, a los que podemos acceder con la ayuda de un médium natural y el consentimiento de los maestros de la luz que dirigen estos menesteres, y que darán paso solo a las secuencias de algunas vidas; aquellas para las que estemos preparados para afrontar y que a su vez sirvan como autosanación espiritual al enfocarlas o encararlas, pudiendo dejarnos saber el porqué de algunas circunstancias repetitivas de nuestra vida actual y llegando también a la aceptación y comprensión, por lo que, de algún modo, sanamos y aligeramos nuestro karma.

Estos registros contienen toda palabra, hecho, sentimiento e intención que nos haya ocurrido alguna vez y en diferentes vidas.

Nosotros hacemos este trabajo de una forma seria y profunda, con la mayor preparación, delicadeza y entrega.

Debido a la intensidad energética del acontecimiento, no solemos hacerlo muy a menudo, solo en fechas determinadas.

Fue después de una de las sesiones realizada a una clienta y amiga, que dicho sea de paso está plasmada en este nuevo miembro de mis hijos de papel, cuando ella me dio la idea de escribir sobre esto, contando los casos reales con los que he podido conectar en los diferentes viajes en los tiempos, y después de mucho pensarlo y tras el consentimiento de todas y cada una de las personas sometidas a este reconocimiento astral, decidí poner en marcha el proyecto. Cabe destacar que aunque todos los relatos están basados en las realidades vividas en las diferentes consultas, ninguno sale con su nombre real, ni siquiera yo.

Espero disfruten de las mencionadas travesías. En más de una ocasión podrán plantearse si es realidad o ficción. Yo también lo hago en cada momento, pero como me dijo un amigo psiquiatra, no importa a qué faceta corresponde, siempre que sirva para el bien. Así que, queridos amigos, les presento mi muy preciado tesoro.

LAS ANTESALAS DEL ALMA

CAPÍTULO 1

DESCUBRIENDO LAS REGRESIONES

Cuando en mi niñez observaba a las personas que especialmente llamaban mi atención y de pronto las veía en otros lugares o haciendo cosas que no podía comprender, jamás hubiese imaginado que era una forma de psicometría en el tiempo, o mejor dicho, a través de los tiempos.

Eran pequeños flases de fragmentos que nada tenían que ver con estas gentes, por eso cuando mi abuela me prohibió hablar de eso, explicándome que algo en mi mente no andaba bien debido a los graves episodios presenciados en la convivencia con mis padres durante mis dos primeros años de vida, obedecí, le creí y me callé para siempre, o mejor dicho para casi siempre.

Treinta y seis años más tarde, cuando conocí a mi segundo esposo y por fin pude hablar con claridad, le expuse esos episodios y varios más, esperando alguna respuesta o un claro en el oscuro bosque de mi cabeza con el que tuve que aprender a convivir.

Edgar pertenecía a una familia vinculada al mundo espiritual, por lo que lo había mamado desde la cuna; más adelante acrecentó sus conocimientos con diferentes cursos, especializándose en la metafísica. Aparte de eso, su marcada sensibilidad y sus guías espirituales le fueron llevando a través de la vida hacia las personas y maestros adecuados llenándose de sabiduría intelectual en los temas espirituales y sobre todo aumentando su intuición, y de esta forma llegó hasta mí.

Comenzamos nosotros solos, en nuestro pequeño apartamento del centro de Marbella, haciendo la primera regresión guiada por él, a través de una meditación adecuada.

—Respira profundo y más profundo y déjate llevar —susurraba Edgar mientras yo abandonaba la sala, entre un somnoliento agudizar de los sentidos que se crecían con cada respiración y con cada visita de los guías de otros planos.

 

Fue una meditación extensa y propicia para la ocasión, e hizo saltar la chispa del porqué habíamos escogido esta ciudad para vivir.

En la grabación que con sigilo hizo mi novio en aquel entonces se podía apreciar con lujo de detalles nuestras vivencias en las inmediaciones del casco antiguo, en una época donde todos éramos árabes. Salía el relato de la indumentaria, las costumbres, mis hermanas, que éramos siete en total, entre las que pude reconocer el rostro de algunas personas de mi entorno, como mi cuñada mayor, por ejemplo. ¡Parecía un cuento de las mil y una noches! Yo lucía un pelo muy largo y ensortijado, aunque luego tuviera que taparlo y fue ese el motivo de la gran envidia de mi suegra de esa época, que solo quería cortármelo y echaba verdaderas pestes por su boca al hacer referencia al mismo. Ella creía que su hijo (mi actual pareja) estaba hechizado por mi cabello. Ella es mi madre en la vida actual y también desde niña ha querido cortar mi pelo; de hecho lo hizo en muchas ocasiones, desatando la furia de mi padre cuando oía mis llantos ensordecedores. Posiblemente ella pensara que era lo mejor para que el cabello creciera fuerte y sano después. Cuando crecí... no cambió de idea. ¿Sería posible que esta manía la trajera implícita en su memoria akáshica de otra vida?

En otra secuencia vi y sentí en mis propias carnes como llegaba al final de mis días, estando embarazada de cinco meses, a consecuencia de un infarto; se me comunicó entonces mediante un guía espiritual, un maestro de las memorias del alma, que el bebé volvería a nacer de mí, y hoy es mi hijo mayor y es posible que su espíritu recordara los akáshicos de su anterior nacimiento, puesto que esta vez hubo serios problemas al darlo a luz por cinco vueltas del cordón umbilical. ¿Coincidencia o memorias del pasado que necesitaban sanar y cerrar ciclo? Aún me lo estoy preguntando.

En otro de los capítulos de las andaduras de mi alma, pude presenciar como acudían a mí diferentes soldados de la época de Carlo Magno, para ser curados con mis aguas y varias plantas entre las que yo nombraba, somnolienta, los helechos. También reconocí a otras almas de mi actual paraje, entre ellas se encontraban Edgar, mi hijo Ezequiel, y varios amigos y amigas conocidos, otros no tanto.

Vivía en lo que parecía una choza y no tenía a nadie como familia. En la grabación se escucha, con voz muy triste, cómo fui abandonada por la que era mi madre. No sabía el motivo, pero en mi actual vida tuve el gusto de conocerla. Fue una grata sorpresa en uno de los viajes a Argentina. Nos estábamos quedando en casa de un primo de Edgar y su esposa, por cierto muy hospitalarios y encantadores. A ella no la conocía, pero había un magnetismo excepcional entre nosotras, algo inexplicable por ambas partes. Caí muy enferma debido a un neumococo, por lo que ella se volcó de una forma inaudita; su preocupación casi la llevó al límite buscando médico, llevándome a los análisis y cuidando cada detalle para que yo, postrada en la cama, no dejara de comer, de beber líquidos, de ponerme aerosoles, etc. Fue entonces cuando, en tantas horas febriles de cama, tuve una revelación y, medio trasvolada, volví a aquella secuencia donde pude reconocer la energía y el rostro, aunque mucho más moreno. Había sido mi mamá; sí, la misma que me había abandonado. Pasados dos días, se lo comenté y, para mi sorpresa, ella ni se inmutó. Respondió que así lo había sentido, ya que su desesperación por mí la había llevado a esa conclusión: se sentía como madre, queriendo cuidarme y mimarme, y agregó:

—Seguro que estoy resolviendo algo que no hice bien.

Era evidente que se estaba cerrando un karma importante, el posible acuerdo al que nuestras almas habían llegado antes de nacer en esta nueva vida.

Volviendo a la misma regresión, salió el nombre del pueblo, y nuevamente… ¡Sorpresa! Medina del Campo, otra vez España. Parecía la época de la Inquisición, puesto que un cura y un alcalde o algo parecido me llevaron a la hoguera, confundiendo los términos de bruja con sanadora o curandera. Una chica muy joven gritaba y lloraba por mí, era la hija del alcalde o intendente y parecía muy amiga o seguidora mía, por este motivo fue brutalmente golpeada por su padre y hoy en día es mi guía espiritual, Marta. Por fin pude saber de qué me conocía. Fue terrible sentir en mis propias carnes, aun estando en trance, la quemazón en mi piel y la asfixia total. Edgar se las vio negras para sacarme del sueño y se llevó un gran susto; fue en ese momento cuando uno de los maestros ascendidos que atienden estos trances le explicó, a través de mi boca, que debía de darme la orden de verlo siempre desde arriba para no involucrarme. Justo ahí descubrí el motivo de mi gran miedo al fuego, a prender cerillas o encender mecheros. Debo decir que lo hago ya normalmente desde entonces.

Casi nunca me acordaba de todas las escenas vividas, pero sí me quedaban grabadas algunas, y también ciertas caras; unos días sí y otros no, aún no sabemos por qué.

Nuestra vida transcurría tranquila, con nuestros trabajos respectivos y mucho salir a pasear con nuestro lindo perrito que tanta compañía nos hacía.

A los pocos días de esa profunda regresión, fuimos a una ciudad cercana, a un funeral de alguien conocido. La capilla era muy pequeña por lo que nos pusimos justo de pie, atrás, frente al altar. El sacerdote no llegaba y alguien lo tuvo que llamarlo por teléfono; se había quedado dormido. Él lo contó mientras pedía disculpas en el púlpito, alegando que jamás le había pasado semejante cosa. De repente cruzó sus ojos con los míos y no los quitaba de mi persona, casi me sentí cohibida. Yo llevaba un vestido blanco y estaba muy bronceada y pensé que tal vez estaba muy llamativa. De pronto comenzó a sudar, sin quitarme sus pupilas de encima y alegó:

—¡No sé qué me pasa! Empiezo a sentirme mal. Nada me duele, a no ser el alma.

Bastaron esas palabras y entonces reaccioné. ¡Era el mismo cura que había visto en el último registro akáshico! Otra vez repetía de ministro de la Iglesia católica y era evidente, o al menos yo así lo creí, que su espíritu había reconocido al mío. Edgar no daba crédito cuando se lo pude contar, después de salir de mi asombro.

Pasados unos días me encontré, mientras paseaba a Trasgu, con el hijo del señor del funeral y le pregunté si había sabido algo del sacerdote, a lo que me contestó que sí, que era su amigo y estaban en contacto. Dijo que estaba totalmente sano, que se había sentido muy nervioso en la pequeña iglesia, sin saber por qué y que solo necesitó dormir para que aquel malestar desapareciera del todo.

Yo seguía pensando, dentro de mi locura, o fantasía, o recuerdo kármico, que me había reconocido. Qué su «yo» interior sabía que nos íbamos a encontrar y es por eso que no acababa de llegar a dar la misa.

Una vez más los recuerdos de las almas eran precisos.

CAPÍTULO 2

EL GRUPO

En sábados alternos, mi entonces pareja y actual marido, Edgar, impartía sus clases como coach de metafísica y otros temas espirituales.

Éramos un grupo reducido y de lo más variopinto. Estudiábamos las siete leyes herméticas de Hermes Trimegisto, al cual yo canalizaba cuando «él» tenía algo que decir. Todo era muy intenso a la vez que divertido.

Una de las noches en que estudiábamos los acuerdos que las almas hacen antes de nacer, planeamos prepararme durante unos días con meditaciones profundas dirigidas a la regresión, para intentar hacer un registro de almas; es decir, con todos juntos, para ver hasta dónde mi alma podía contactar con las demás a la vez y relatar las vidas en las que todos tuviésemos algo que ver.

Me preparé a fondo, muy consciente de que me exponía a un gran derroche de energía. Temía pero también me fascinaba, de modo que me lanzaría de cabeza al misterio.

Ese sábado todos llegaron muy puntuales. Se palpaba ciento nerviosismo en el ambiente con una mezcla de algarabía.

Edgar nos acomodó a cada uno en una posición, formando un círculo, y a mí me puso medio recostada en el sofá, por si al entrar en trance me caía; quiso asegurarse de que eso no ocurriría.

En la pequeña sala comenzaba a reinar la paz. La luz al mínimo, una velita de testigo presidiría el encuentro. Todos comenzamos a respirar profundo, atentos a la voz que guiaría la extraña velada.

Al cabo de unos intensos minutos, comencé a hablar muy bajito y bien pronunciado. Ángela grababa, los demás abrieron los ojos y algunos copiaron lo que pudieron en un papel.

—El metafísico tiene un plan de seguridad, una copa de calma, una armonía en sus manos y en su corazón, que sabe llevar a sus labios. —Fue la primera frase que salió de mis labios dormidos. Cuando Edgar le preguntó quién era, pronto respondió—: Hermes soy.

Supimos en ese momento que él presidiría el encuentro con el pasado, pues sabíamos que siempre algún maestro ascendido tiene que respaldar al médium, de modo que todo estaba dispuesto.

—Vivo en una casa pequeña, bastante humilde. Soy muy joven pero ya tengo un hijo.

Mi madre está medio enfadada porque me voy con mi mejor amiga a palacio, bailaremos para los jeques y sacaremos un buen dinero. Somos varios hermanos y también está el abuelo. Un amigo de la familia nos trae huevos para ayudar.

Llega la costurera y trae mi vestido para bailar, pero no me gusta y le grito: «¿Otra vez verde?». —Parece que en ese momento me agité bastante, por lo que mi pareja tuvo que reconducirme y calmarme. Aprovechó para preguntarme si alguno de los que veía en esas secuencias se encontraba ahora en la salita sentado con nosotros, a lo que contesté que sí—: ¡Todos! La modista es mi peluquera. —Y nombré a algunas personas más, también conocidas por nosotros. Por supuesto estaba Ángela, una gran amiga mía ahora y entonces también (fue quien me introdujo en el baile pecaminoso).

Fui narrando que varios de los allí presentes eran jeques y otros familia entre sí, pero ciñéndome a lo principal. Citaré como yo, siendo en ese entonces una seductora bailarina, le robé un saquito con monedas de oro a uno de los jeques que se supone estaba colado por mí. Cuento, en ese momento, que me sentía obligada a mantener relaciones con él para ganar dinero y sustentar a la familia, y es en ese momento cuando empiezo a hablar en un árabe antiguo. Uno de los presentes en el grupo me contesta, ya que sabía el idioma. Faltó muy poco para que yo le pegara dentro de mi letargo, por lo que seguí blasfemando en árabe contra él. Todos se asustaron muchísimo. Nuestro amigo explicó más tarde que trató de provocarme diciéndome que pronto me iría a vivir con el jeque; eso fue lo que encendió la mecha del enfado, y no quiso traducir todo lo que le contesté porque hasta vergüenza le daba. Fui ayudada, en el robo, por otro hombre que le tenía muchos celos y envidia al adinerado; este que me ayudó en esa vida sucedida en Turquía, era ahora una de las alumnas de la clase de metafísica. Y no dudé ni un segundo, dentro del adormecimiento del trance, en levantarme y bailar una danza del vientre casi perfecta ante la mirada de los miembros del grupo de metafísica que, estupefactos, temían me diera un golpe con algo ya que estaba profundamente dormida.

Helen entendió ahora el cariño protector que sentía hacia mí, pues había sido mi madre, y Elías, el chico más joven de la reunión, comprendió por qué me hacía las preguntas de la vida como a una mamá, ya que en Turquía yo lo había sido. Hasta Trasgu, mi perrito actual, había sido mi mascota querida; un lindo pajarito que cantaba melodías para esta bailarina, al que yo alimentaba y paseaba en mi hombro, sin ningún tipo de jaula.

Pasados los meses después de esta regresión, yo comienzo a tener sueños muy raros y agitados, donde veía continuamente a la gestora de nuestra empresa, una mujer mayor, de unos 60 años, pelirroja y llamada Nely, llorando por ser acusada de engaños, malversación, estafa y varias cosas similares. Ella era bastante amiga y solíamos invitarla a nuestras fiestas, a comer, a cumpleaños, pues bien sabíamos de su soledad; por lo tanto, y siendo tan cercana, no dudé en llamarla y comentarle mis sueños repetitivos. Ella me escuchaba atentamente y realmente se preocupaba.

—Lo curioso del tema, Nely, es que hay como una pantalla que no me deja ver quién te acusa —le explicaba yo mientras ella escuchaba con estupor.

—Tal vez sea porque la persona en cuestión me quiere mucho y no desea acusarme, y tal vez por eso no ves su rostro —dijo ella con voz entrecortada.

 

Pasaron solo noventa días cuando en mi domicilio recibo una notificación de Hacienda exponiendo varias deudas de nuestra empresa, llamada entonces Destellos de Luna S. L. Supuestamente nunca habíamos pagado ni los impuestos, ni las tasas, ni ninguna otra cosa. Yo no daba crédito a lo que leía y pensé que tenía que ser un error, todo ese dinero había sido abonado a través de Nely, firmados varios documentos que ella traía cada trimestre y en plena confianza.

La llamé por teléfono, pero no lo cogía, de modo que consultamos con un abogado, que justamente nos dijo lo que ya temíamos: ¡nos había estafado! Ninguno de los documentos que teníamos era válido, tan solo el de la apertura de sociedad; los demás eran meras falsificaciones y la deuda ascendía a más de diez mil euros, por lo que después de pagar la correspondiente multa había que cerrar y posteriormente abrir una nueva sociedad, la que ahora tenemos.

Estábamos indignados, dolidos, amargados. Al día siguiente, de camino al despacho del abogado, nos la encontramos tomando café, sentada en una cafetería con un amigo del cual ella estaba enamorada. A mí se me congeló la sangre y me acerqué a ella con decisión, recriminándole lo que nos había hecho. Ella, sin más, se echó a llorar y fue entonces cuando recordé no solo los sueños repetitivos, sino que en la regresión del grupo la había nombrado como el opulento jeque al que yo le había robado cuando era bailarina. Y he de destacar que el personaje que había colaborado conmigo en aquella vida, que ahora era una mujer, también tenía sus papeles de empresa con ella, y también estaba siendo estafada, aunque con mucho menos dinero.

¡Caray con el karma! ¡Estaba funcionando!

Barajamos durante días la posibilidad de denunciarla, pero nos pudo más el corazón que la razón. Pensamos en su soledad, en que estaba arruinada, lejos de su familia y luego estaba su edad, de modo que decidimos partir de cero, con un nuevo gestor, una nueva empresa y un nuevo notario. ¡Deuda kármica cumplida!