Lacan y algunos feminismos

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Lacan y algunos feminismos
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Delgado Ramos, Guillermo Enrique.

Lacan y algunos feminismos. Una introducción para un diálogo por venir / Enrique Delgado Ramos. Primera edición. Lima: Universidad de Lima, Fondo Editorial, 2021.

122 páginas.

Referencias: páginas 113-122.

1. Psicoanálisis y feminismo. 2. Teoría feminista. 3. Mujeres y psicoanálisis. I. Lacan, Jacques, 1901-1981 – Crítica e interpretación. II. Freud, Sigmund, 1856-1939 – Crítica e interpretación. III. Universidad de Lima. Fondo Editorial.


150.195
D54 ISBN 978-9972-45-568-1

Lacan y algunos feminismos. Una introducción para un diálogo por venir

Primera edición impresa: abril, 2021

Primera edición digital: septiembre, 2021

De esta edición

© Universidad de Lima

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Lima - Perú

Esta publicación es resultado de una investigación auspiciada por el Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima.

Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro, por cualquier medio, sin permiso expreso del Fondo Editorial.

ISBN 978-9972-45-568-1

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú n.o 2021-08164

Índice

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1. FREUD: LO FEMENINO Y EL FEMINISMO

1.1 En el principio fue la histeria

1.2 Freud y la mujer

1.2.1 Edipo, castración y madre

1.2.2 Masculino y femenino

1.2.3 Lo femenino y el masoquismo

1.2.4 Lo femenino y la alteridad

1.3 Freud contra el feminismo

1.4 El feminismo y el psicoanálisis contra Freud

1.5 Y sin embargo, gracias a Freud (con otras y otros…)

CAPÍTULO 2. LACAN: CON Y CONTRA FREUD

2.1 El sujeto no es el individuo

2.2 El Edipo no es una fase del desarrollo

2.2.1 El Edipo y el declive del padre

2.2.2 El Edipo estructural

2.2.3 La mujer contra la madre

2.2.4 Nota “binaria”

2.3 Los cuatro discursos no son palabras

2.3.1 La historia y los discursos

2.3.2 El discurso capitalista: economía y pulsión

2.3.3 El malestar en el discurso: estructura e historia

2.3.4 Nota “binaria”

2.4 Lo femenino sin género

2.4.1 La sexuación, el falo y las feministas

CAPÍTULO 3. LACAN CON LOS FEMINISMOS

3.1 Beauvoir y Lacan van a una fiesta (y de paso cuestionan los esencialismos sobre la mujer)

3.2 Wittig critica a Lacan, pero es tan antiesencialista como él

3.3 Feminismos, esencialismos y construccionismos

3.4 Relaciones peligrosas

3.4.1 El sujeto no-todo, la emancipación y la ideología

3.5. Las violencias feminicidas

3.5.1. El modelo de Rita Segato, el padre muerto y el Otro

3.5.2 Sujeto supuesto de goce, violencia y desimbolización en el capitalismo

CAPÍTULO 4. UN FINAL PARA CONTINUAR...

REFERENCIAS

Introducción

El surgimiento del psicoanálisis coincide con la lucha histórica del movimiento sufraguista, la “segunda ola feminista”, si tomamos en cuenta que, como han planteado Celia Amorós y Ana de Miguel (2010), la primera sería la lucha de las mujeres por la ciudadanía en la Revolución Francesa. El feminismo, señalan las autoras, tiene referentes teóricos propios desde la Ilustración. El psicoanálisis, por su parte, se ubica también en continuidad con los debates del proyecto ilustrado. A su modo, tanto el feminismo como el psicoanálisis han ampliado y trastocado, decisivamente, las formas que los seres humanos tenemos de entendernos y de relacionarnos.

En el caso del psicoanálisis, lo inconsciente y la pulsión, el síntoma y los planteamientos sobre el malestar en la cultura, entre otras, constituyen nociones teóricas fundamentales que abren las puertas a nuevas zonas de sentido para entender nuestro ser-en-el-mundo. Y también, a través del dispositivo, para tratar nuestro sufrimiento humano. Por supuesto, estas nociones no surgieron ex-nihilo. Es posible encontrar a lo largo de la historia del pensamiento numerosos antecedentes teóricos de los planteamientos freudianos y psicoanalíticos en general. Del mismo modo, la teorización llevada a cabo por Freud es realizada en diálogo con otras y otros, a quienes no siempre la historia oficial ha visibilizado suficientemente, como es el caso de la psicoanalista Sabina Spilrein quien antes que Freud planteó la noción de una pulsión destructiva y sádica (Roudinesco y Plon, p. 1039). Quizá el aporte fundamental de Freud fue proponer ese dispositivo que, a partir de la asociación libre, la escucha analítica y la transferencia, permite una clínica del sufrimiento humano y el acceso a aquellos aspectos de nuestra existencia sobre los cuales no queremos saber…

Pero pese a sus innegables aportes, la compleja obra de Freud está atravesada también por un conjunto de problemáticas de distinto orden que, en diversas ocasiones, lo llevan a formular planteamientos deterministas o biologicistas, no exentos, como señaló Lacan (2008 [1956-1957]), “de un tono singularmente misógino” (p. 206). El feminismo ha sido un crítico particularmente agudo del biologicismo y la heteronormatividad de la obra freudiana.

La obra de Jacques Lacan se sitúa en esta línea crítica. O, más precisamente, los planteamientos de Lacan se ubican simultáneamente en continuidad y ruptura con la obra freudiana. Hasta el final de su elaboración Lacan se consideró a sí mismo freudiano (Lacan, 1980) lo que en ningún momento, ni siquiera cuando formuló su consigna del “retorno a Freud”, significó dejar de ser un agudo crítico de Freud o, a través de un complejo proceso de teorización que recurrió a las más diversas disciplinas, dejar de avanzar hacia aquellos lugares a donde Freud no llegó aunque trazara la ruta. “Soy, a mi pesar, un heredero de Freud” señaló (Lacan, 2008 [1975-1976], p. 12).

 

Ese fue el caso de los planteamientos sobre la mujer y lo femenino. No es extraño por ello que numeras autoras feministas recurrieran a Lacan entendiendo que este prometía “una salida para poder superar la sentencia freudiana ‘la anatomía es el destino’ y el esencialismo que nos condena al ámbito privado y a la tarea reproductiva en exclusividad” (Dio Bleichmar, 1996, p. 14-15). De manera particular, fueron las feministas posmodernas quienes recurrieron a los planteamientos lacanianos aunque ello tuvo como consecuencia el surgimiento de diversos desacuerdos en el feminismo teórico o el incumplimiento de las expectativas colocadas sobre dichos planteamientos, según algunas autoras críticas de estos (Benjamin, 1997; Dio Bleichmar, 1997, 1996; Chodorow, 2003). De hecho, con Lacan y las autoras feministas ha ocurrido algo semejante a lo ocurrido entre estas con Freud. Las pensadoras que han echado mano de sus planteamientos son tantas como las que los han combatido. Existen buenas razones para sustentar ambas perspectivas.

Si bien las formulaciones críticas de Lacan respecto a los planteamientos freudianos permiten superar muchas de sus dificultades, en ocasiones las afirmaciones de Lacan son también confusas o problemáticas y, como Freud, parece que plantea consecuencias psíquicas de la diferencia genital anatómica y que, pese a sus propios planteamientos, incurriera en un binarismo heteronormativo. Por supuesto, los estudios feministas y de género nos han permitido afinar nuestra escucha para poder identificar estos aspectos problemáticos. Al mismo tiempo, existen también en los planteamientos freudianos y lacanianos los elementos para ejercer la crítica de sus aspectos problemáticos sin que esto signifique dejar de lado sus aportes.

El presente libro trata de todo ello. Desarrollamos acá ideas discutidas en un artículo previo a publicarse en Athenea Digital (Delgado, en prensa). A través de ambos trabajos he querido contribuir al diálogo entre algunos discursos feministas y algunas de las teorizaciones de Jacques Lacan, sin que esto signifique diluir las diferencias radicales que existen entre psicoanálisis y feminismos, ni tampoco la enorme pluralidad al interior de cada uno de ellos.

Con este propósito he dividido el libro en tres capítulos. En el primero ha sido necesario empezar por Freud pues, como se ha mencionado, sus desarrollos constituyen la base de los planteamientos que posteriormente elaborará Lacan. Por ello, en dicho capítulo se revisan brevemente las posturas freudianas sobre la mujer y lo femenino, hoy por hoy, en buena medida insostenibles. No debe ser esto motivo de alarma para la lectora o el lector con formación psicoanalítica. Para nadie, en realidad. En este capítulo se destacan también algunos de los aportes fundamentales que los desarrollos freudianos nos ofrecen aún hoy.

Sobre esta base, en el segundo capítulo se presentan algunos de los principales planteamientos de Lacan que, considero, pueden ser de utilidad para el diálogo con algunas perspectivas feministas. Específicamente, las nociones de sujeto, Edipo estructural, discurso y goce femenino (que en este capítulo distinguiremos de la feminidad). Estas nociones evidencian una propuesta que diluye cualquier esencia sobre mujeres, hombres, masculino o femenino. Espero que pueden resultar fecundas para el diálogo con los análisis sociales feministas pues, de diversos modos, articulan al sujeto (que no es el individuo) y lo social, incluyendo las dimensiones de lo inconsciente y lo pulsional. Psicoanálisis: clínica de lo inconsciente – clínica del goce.

En el tercer capítulo se hace más explícito el diálogo con algunos planteamientos feministas y se enfatizan los posibles puntos de encuentro entre los planteamientos lacanianos y los feminismos no esencialistas. Se destaca que esta posible convergencia no coloca al psicoanálisis lacaniano del lado de los construccionismos sociales voluntaristas como si no existiera la castración simbólica, el goce o lo inconsciente. En este capítulo se destaca también que es posible establecer puentes con aquellos feminismos que se sitúan de manera crítica frente al capitalismo. Se realiza un diálogo con el modelo de violencia propuesto por la antropóloga Rita Segato, referente imprescindible del feminismo decolonial. Luego de ello, se presentan algunas ideas sobre las violencias feminicidas a partir de la noción de goce, la satisfacción paradójica de la pulsión más allá del placer.

Seguramente este y cada uno de los temas que se abordan en el libro requieren de presentaciones más extensas y de muchas precisiones para referirnos a cada uno de ellos. Sin embargo, entiendo también que el psicoanálisis lacaniano no tiene una gran presencia en la academia peruana, a diferencia de otros contextos, y que utiliza un lenguaje peculiar que, muchas veces, puede resultar extraño a lectoras y lectores. Por ello, he optado por elaborar un texto introductorio que les permita a los interesados en la teorización feminista, en el psicoanálisis lacaniano o en ambos, acercarse a algunas de las relaciones que se pueden establecer entre estos dos discursos heterogéneos en sí mismos y entre ellos. De este modo, ofrezco a los lectores esta apuesta por un diálogo que entendemos necesario e importante.

Enrique Delgado Ramos

Capítulo 1

Freud: lo femenino y el feminismo

El surgimiento y desarrollo del psicoanálisis está indesligablemente asociado a las mujeres. Desde muy temprano, psicoanalistas como Sabina Spielrein, Lou Andreas Salomé, Lampl de Groot, Ana Freud, Melanie Klein, Helene Deutsch, Karen Horney o Joan Rivière, entre otras, aportan activamente al establecimiento del psicoanálisis como disciplina en un contexto histórico poco amigable al trabajo intelectual y profesional femenino. Podemos ser más claros: en un contexto de dominación masculina (Bourdieu, 2000).

Dominación sobre la vida social, psíquica y sexual de las mujeres. Un mérito de Freud fue, justamente, escuchar y hacer escuchar los padecimientos psíquicos (o, cuando menos, una parte de ellos) de un grupo específico de mujeres en un contexto particular: aquellas que padecían de histeria en la Viena de fines del siglo XIX.

Consideramos que es importante poner de relieve ambos aspectos. Por un lado, que los planteamientos psicoanalíticos surgen en una época que presenta muchas diferencias con la nuestra, con el siglo XXI marcado decisivamente por la cuarta ola feminista. En este sentido, ya desde allí son pertinentes las preguntas por la validez hoy de planteamientos teóricos sobre las mujeres, surgidos en una época que ya no es más. Planteamientos que, además, fueron postulados inicialmente, en gran medida pero no exclusivamente, por un “varón blanco, burgués y heterosexual”. Por otro lado, tenemos también que muchos de esos planteamientos sobre la mujer y sobre el psiquismo surgen en el marco de la escucha y la teorización del sufrimiento femenino. Nos topamos entonces con la mujer tanto desde el inicio de la vida humana como desde el inicio del psicoanálisis.

A lo largo del presente capítulo presentaremos los principales planteamientos freudianos sobre la mujer y lo femenino y sostendremos también que, a pesar de lo criticable de ellos, de sus innegables sesgos, la elaboración freudiana abre también importantes zonas de inteligibilidad para la comprensión de los seres humanos. La tensión entre unos aspectos y otros marcará, precisamente, la obra de Freud, la de otras y otros psicoanalistas, así como de las autoras feministas que se acercan al psicoanálisis.

1.1 EN EL PRINCIPIO FUE LA HISTERIA

Durante la década final del siglo XIX, principalmente, Freud escucha los padecimientos psíquicos de diferentes mujeres lo cual lo lleva a replantear las teorías que, a la sazón, se encontraban vigentes sobre la histeria. En ese camino, dejándose enseñar por ellas, y echando mano a su formación médica y humanista, Freud forja una nueva disciplina: el psicoanálisis. Como destacaron Laplanche y Pontalis (1993, p. 172) “el hallazgo de la etiología psíquica de la histeria corre pareja con los principales descubrimientos del psicoanálisis (inconsciente, fantasía, conflicto defensivo y represión, identificación, transferencia, etcétera)”.

La idea fundamental a la que Freud irá arribando progresivamente en este periodo es que la histeria se origina en una dislocación entre representación y afecto. Una representación intolerable es reprimida mientras que el afecto al que estaba asociado será utilizado para una inervación somática. Entendiendo que “el histérico padece por la mayor parte de reminiscencias” (Breuer y Freud, 1985 [1893], p. 33) Freud actuaba como una especie de detective planteando numerosas preguntas en busca de recuerdos específicos detrás de la enfermedad. Como ha recordado Gómez (2002) esto último ocurrió también en el caso de Emmy von N; sin embargo, ella le planteó que deje de hacer preguntas y que le deje contar lo que quiera. Es decir, le demandó que la escuche.

Entre los otros historiales presentados en la obra conjunta de Breuer y Freud, queremos recordar brevemente el caso de Elisabeth von R, una joven de veinticuatro años que padecía de dolores en las piernas y dificultad para caminar que no se encontraban asociadas a causas orgánicas. Utilizando la sugestión en la frente, Freud va explorando recuerdos y asociaciones, así encuentra un primer nudo en el conflicto que Elisabeth padecía entre el deber de cuidar a su padre enfermo (quien finalmente falleció) y la atracción erótica que sentía por un joven sin muchos recursos. Un día Elisabeth sale a pasear con el joven y el padre empeora, ante lo cual deja de ver al joven. Freud encuentra que el dolor en la pierna derecha tenía que ver con el lugar (muslo) donde el padre apoyaba la suya cuando Elisabeth le cambiaba las vendas. Más adelante en el caso, Freud identifica que Elisabeth se sentía atraída por su cuñado quien, al morir su hermana menor, podría eventualmente ser su pareja, idea que Elisabeth consideraba censurable. En este caso, los recuerdos se asociaban a la pierna izquierda, lo cual le impedía “dar un paso” hacia su satisfacción. En las dos situaciones la satisfacción de Elisabeth pasaba por la muerte de un ser querido: su padre o su hermana. Por supuesto, esta historia tiene un contexto mayor relacionado con las condiciones en las que el patriarcado colocaba a las mujeres para vivir su vida y su sexualidad. Sofía Rutenberg (2019, p. 61) lo articula de este modo:

Ante el conflicto entre ser la enfermera de su padre o ser la mujer de un hombre, enfermó. El hombre que le gustaba era un joven de su edad que no tenía recursos para mantenerla. En esa época las mujeres se casaban en matrimonios convenidos y arreglados con hombres mayores. No se casaban con el que les gustaba sino con el conveniente.

[…]

Elisabeth estaba dispuesta a esperar al muchacho porque al gustarle, el matrimonio no le impondría ningún sacrificio […] El dolor en las piernas también significaba no poder dar un paso en la vida porque las mujeres no estaban autorizadas a hacer lo que desearan.

De hecho, Elisabeth es presentada por Freud como una joven con inquietudes intelectuales que contradecían lo que en la época se esperaba de una mujer. El padre, con quien Elisabeth intercambiaba ideas, la llamaba “impertinente” y “respondona”. Freud refiere que ella “estaba harto descontenta con su condición de mujer; rebosaba de ambiciosos planes, quería estudiar o adquirir formación musical, se indignaba ante la idea de tener que sacrificar en un matrimonio sus inclinaciones y la libertad de su juicio. (Breuer y Freud, 1985 [1893], p. 155). Elisabeth, como otras mujeres catalogadas como histéricas en aquel tiempo, se rebelaba a través de sus síntomas de las limitaciones y obligaciones que la sociedad les imponía por ser mujeres. Eran “feministas espontáneas”, utilizando la expresión de Dio Bleichmar (1989). Las condiciones sociales de género son pues indesligables del surgimiento de los síntomas denominados histéricos.

Pero además del tiempo histórico relacionado con el periodo victoriano, durante estos primeros momentos de elaboración psicoanalítica se empieza a dar cuenta de una temporalidad psíquica específica, a partir de la noción de retroactividad (nachträglichkeit). Esto es, que lo traumático de las experiencias ocurre en dos tiempos: uno primero que se activa y resignifica recién cuando ocurre el segundo. En el caso de Katharina, Freud alude a la retroactividad del trauma sexual del siguiente modo:

 

En el análisis de cualquier histeria que tenga por fundamento traumas sexuales, uno halla impresiones de la época presexual que, no habiendo producido efectos sobre la niña más tarde cobran, como recuerdos, una violencia traumática al abrirse para la joven virgen o la esposa el entendimiento de la vida sexual. (Breuer y Freud, 1985 [1893], pp. 148-149)

Ahora bien, conforme continúa tratando casos y teorizando sobre lo que estos le enseñan, Freud empieza a dudar de la veracidad literal de los recuerdos que sus pacientes le relataban. Así, empieza a considerar que se trataba, en muchos casos, más que de sucesos reales, de fantasías que tenían un efecto patógeno o traumático “como si fueran reales”. En la carta del 21 de setiembre de 1897 le plantea a Fliess que quiere confiarle “el gran secreto que poco a poco se me fue trasluciendo en las últimas semanas. Ya no creo más en mi ‘neurótica’” (Freud, 1985 [1892-1899], p. 301).

En pleno siglo XXI, en el que gracias a movimientos como Ni Una Menos y el Me Too numerosos casos de abuso sexual vienen saliendo a la luz en el mundo, sin olvidar los denunciados en el Perú por la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), es importante no simplificar el tránsito de la teoría del trauma a la fantasía como si este significara la elaboración de una postura negacionista del abuso. Freud tuvo muchos errores, seguramente. De hecho, existe todo un género de textos dedicados específicamente a los errores de Freud o a las dificultades del psicoanálisis, unos más documentados y serios que otros. Pero más allá de ello, podemos señalar, efectivamente, que en este momento Freud transita desde un modelo Yo te creo centrado en “la realidad” hacia uno que, al consolidar y desarrollar un modelo Escucho analíticamente1 abre las puertas a la teorización de la “realidad psíquica” con todo lo que esta tiene de extraña, contradictoria, conflictiva e inconsciente. Realidad psíquica relacionada de formas complejas, no lineales, con lo que denominamos “realidad social”. El sujeto no es copia ni calco de lo social.

Evidentemente, en el siglo XXI, tenemos claro que la atención a un aspecto no debe significar desatender el otro, que ante sospechas de abuso existen exigencias y procedimientos éticos y legales que seguir. Pero también que no todo se agota en la “realidad objetiva”, que hay alguien que interpreta, consciente e inconscientemente lo que le ocurre o le ocurrió, alguien capaz de exceder la condición objetiva de víctima (que de ningún modo debe negarse) sin colocarse, o ser colocado, en una posición de pasividad que lo reduce a su sufrimiento o lo instala en el goce de este2.

En este sentido, esperamos que la necesaria y urgente exigencia de justicia de nuestro tiempo frente a abusos sexuales largamente invisibilizados e impunes, no nos impida, también, comprender la apertura conceptual que en la evolución de la obra freudiana significó el paso de la teoría del trauma a la fantasía. Como señaló Gómez (2002), la primera constituía un dique para la elaboración de conceptos como la sexualidad infantil o el Edipo. Dicho en términos poco habituales en los textos psicoanalíticos, la elaboración freudiana pasa en este momento de un modelo E (realidad / abuso) – R (sufrimiento / trauma) a uno que considera el O (fantasía / subjetividad).

¿Y la realidad del abuso entonces? Lo que va elaborando Freud es en realidad bastante radical porque, aunque no nos guste, plantea que las fronteras entre “buenos” y “malos” o, en sus discutibles términos, “normales” y “enfermos” son menos nítidas de lo que creemos y queremos creer. Así, por ejemplo, en Tres ensayos para una teoría sexual (1986 [1905]) señalará que:

El abuso sexual contra los niños se presenta con inquietante frecuencia en maestros y cuidadores, meramente porque se les ofrece la mejor oportunidad para ello. Los insanos presentan el desvío correspondiente solo aumentado, tal vez, o, lo que reviste particular importancia, elevado a la condición de práctica exclusiva y en remplazo de la satisfacción sexual normal.

Da que pensar esta asombrosa distribución de las variaciones sexuales en la gradación que va de la salud a la enfermedad mental. Yo opinaría que este hecho, que resta por explicar, indicaría que las mociones de la vida sexual se cuentan entre las menos dominadas por las actividades superiores del alma, aun en las personas normales. (p. 135)

En lo que denominamos la realidad, en la fantasía, o en ambas, en la represora sociedad victoriana o en el permisivo siglo XXI, en entornos fundamentalistas o progresistas, en patriarcados sólidos o en crisis; en todos estos casos, sexualidad y agresión aparecen intrincados, en diversos grados y de diversas formas. Como si hubiera un resto pulsional que no termina de ser tramitado por los ideales culturales y que tiene el potencial de llevar a lo peor.

1.2 FREUD Y LA MUJER

Freud desarrolla la noción del complejo de Edipo como un proceso subjetivador decisivo para varones y mujeres. Comprender, como es nuestro propósito, los planteamientos freudianos sobre la mujer requiere que nos acerquemos, en primer lugar, a la dinámica y motivaciones propuestas para las mujeres en dicho complejo. Partiendo de ello, nos acercaremos a las relaciones planteadas por Freud entre lo femenino y lo masculino, el masoquismo y la alteridad.

1.2.1 Edipo, castración y madre

En una nota a pie de página al Manuscrito N de 1897 (Freud, 1986 [1892-1899], p. 296) James Stratchey señala que este documento es probablemente el primer atisbo del Edipo en Freud, quien unos cinco meses después lo planteará con claridad en la Carta 71. En esta, compartiendo su autoanálisis con Fliess le dirá:

También en mí he hallado el enamoramiento de la madre y los celos hacia el padre, y ahora lo considero un suceso universal de la niñez temprana, si bien no siempre ocurre a edad tan temprana como en los niños hechos histéricos […] Si esto es así, uno comprende el cautivador poder de Edipo rey, que desafía todas las objeciones que el intelecto eleva contra la premisa del oráculo, y comprende por qué el posterior drama de destino debía fracasar miserablemente […] la saga griega captura una compulsión que cada quien reconoce porque ha registrado en su interior la existencia de ella. Cada uno de los oyentes fue una vez en germen y en la fantasía un Edipo así, y ante el cumplimiento de sueño traído aquí a la realidad objetiva retrocede espantado, con todo el monto de represión {esfuerzo de desalojo y suplantación} que divorcia a su estado infantil de su estado actual. (Freud, 1986 [1892-1899], p. 307)

Unos años después, en La Interpretación de los sueños (1986 [1900]) Freud continuará desarrollando la formulación del Edipo y otros aspectos fundamentales de la teoría como el modelo del psiquismo expuesto en el capítulo VII. Conforme avanza en su conceptualización, específicamente, a partir de la segunda década del siglo XX, la operación teórica freudiana situará al Edipo articulado al complejo de castración siendo la diferencia anatómica genital un punto decisivo de esta dinámica. En este sentido, como iremos viendo, algunos planteamientos freudianos podrían considerarse una forma de esencialismo en tanto de la diferencia anatómica genital derivará en un conjunto de características psicológicas que, además, resultarán funcionales a la reclusión de la mujer al ámbito doméstico.

Esta diferencia genital marcará un curso diferenciado para niñas y niños a partir de un posicionamiento diferente frente a la castración. En el caso del niño, el temor a ser castrado marcaría la salida del complejo de Edipo a través de la identificación con el padre que posee el pene. La niña en cambio, al descubrir la diferencia genital se consideraría castrada, considerando que alguna vez tuvo un pene. Es decir, la castración sería para la niña algo realizado. De allí que se identificaría a la madre para, posteriormente, poder tener un hijo, sustituto del pene. En palabras de Freud:

La muchacha se desliza —a lo largo de una ecuación simbólica, diríamos— del pene al hijo; su complejo de Edipo culmina en el deseo, alimentado por mucho tiempo, de recibir como regalo un hijo del padre, parirle un hijo. Se tiene la impresión de que el complejo de Edipo es abandonado después poco a poco porque este deseo no se cumple nunca. Ambos deseos, el de poseer un pene y el de recibir un hijo, permanecen en lo inconsciente, donde se conservan con fuerte investidura y contribuyen a preparar al ser femenino para su posterior papel sexual. (Freud, 1986 [1924b], p. 186)

Nótese cómo para Freud, la maternidad constituye un aspecto central en la constitución psíquica del sujeto femenino. Junto al deseo inconsciente de poseer un pene, la posición materna pasiva (“recibir un hijo”) forja las condiciones, según Freud, para el “papel sexual” de la mujer. Esta asociación mujer-maternidad es posible observarla en muchos otros trabajos freudianos, en distintos contextos argumentativos. Por ejemplo, en 1932 Freud (1986 [1933]) señalará que “El matrimonio mismo no está asegurado hasta que la mujer haya conseguido hacer de su marido también su hijo y actuar (agieren) la madre respecto de él” (p. 124). De hecho, varios años antes Freud ya había planteado esta asociación madre-amada, por ejemplo, en El motivo de la elección del cofre (1986 [1913]) Freud planteará que, a lo largo de la vida la imagen de la madre adopta tres formas para el hombre: “la madre misma, la amada, que él unge a imagen y semejanza de aquella, y por último la Madre Tierra, que vuelve a recogerlo en su seno” (p 317). Desde el punto de vista de un hombre, el planteamiento freudiano enlaza entonces tres conceptos alrededor de la mujer: madre, amada, muerte.

En la década de los treinta, Freud (1986 [1931], [1933]) le irá dando cada vez más importancia a la relación preedípica de la niña con la madre. El padre del psicoanálisis no deja de manifestar su sorpresa al comprender la importancia de esta etapa para las mujeres, sorpresa “semejante a la que en otro campo produjo el descubrimiento de la cultura minoico-micénica tras la griega” (p. 228). Freud señalará que analistas mujeres como Jeanne Lampl-de Groot y Hélène Deutsch percibieron estos aspectos más fácil y claramente que él, quizá por el tipo de transferencia que evocaban como sustitutas de la madre.

La idea básica de Freud (1986 [1933]) en la década de los treinta será que sin la relación preedípica con la madre no es posible comprender el desarrollo de la mujer, que las vicisitudes de dicha relación, intensa y ambivalente, se encuentran “debajo” o “detrás” de características y vivencias “femeninas”. A lo largo de las fases de la sexualidad infantil, la niña establecerá una intensa relación libidinal con la madre, atravesada por ambivalentes deseos orales, sádico-anales y fálicos hacia la madre, que incluyen también una fantasía de seducción por parte de la madre, cuya base serían los cuidados corporales por ella brindados. De esta manera, nuevamente, Freud (1986 [1933]) añadirá matices al lazo entre maternidad y mujer3: