El Mundo Incinerado

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El Mundo Incinerado
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EMILCE STRUCCHI
El Mundo Incinerado

–NOVELA–

COLECCIÓN OCTAEDRO

serie XXIe d i c i o n e s r u i n a s c i r c u l a r e s

Strucchi, Emilce

El mundo incinerado / Emilce Strucchi. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Ruinas Circulares, 2020.

(Octaedro / Serie XXI)

ISBN 978-987-4952-31-8

1. Novelas. 2. Narrativa Argentina. I. Título.

CDD A863

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723

AGOSTO 2020

Diseño: Octaedro Serie XXI : Patricia Bence Castilla

Imagen de portada: Vincent Van Gogh ( fragmento)” Los puentes” de Langlois en Arles.

Contacto con la autora:

emilcestrucchi@gmail.com www.emilcestrucchi.com.ar

Ediciones Ruinas Circulares

Directora: Patricia Bence Castilla

Aguirre 741 – 7º B

(1414) Buenos Aires

E–mail: info@ruinascirculares.com

www.ruinascirculares.com

NOTA DE LA AUTORA

Y así, El mundo incinerado somos múltiples nosotros: la narración y su narradora, sus lectores y los que jamás la leerán. Las palabras. Los silencios. O los personajes y algún yo.

Con nuestras cordura y locura más sociales e íntimas, indisolubles o tan frágiles.

Con nuestras pertenencias siempre míseras y las sigilosas alegrías o los gritos ahogados. En búsqueda. El mundo a secas: adentro-afuera-entodaspartes.

El mundo incinerado, creado por Emilce Strucchi en 2018, publicado en 2020, año de sucesivas cuarentenas por un Coronavirus casi fantástico.

A Lucas y Aye

A Hernán y Vicky

Por un futuro mejor que este mundo enmascarado

Índice de contenido

PORTADA

CRÉDITOS

NOTA DE LA AUTORA

ÍNDICE

1. OSADÍAS

2. INTERMEDIO

3. PURO HUMO Y ALGUNAS PARADOJAS

4. DE NOMBRE RIMBOMBANTE

5. ACERCA DEL AMOR

6. CIENCIAS DE LA TIERRA

7. MINISTERIO UNIVERSAL DE ADMINISTRACIÓN

8. VOLAR

9. SITUACIÓN AEROPUERTO

10. TERESA ALICIA DOLOSOR Y EL DR. ALONSO PEZANCLANO

11. LA CARRERA

12. PIERNAS Y EXÁMENES

13. QUERIDO DON ALFONSO

14. LA MISMA NOCHE

15. ¿HACIA HELSINKI?

16. FINAL

17. SUS AFANES

18. IDIOMA INENTENDIBLE

19. LA BÚSQUEDA I

20. DICIEMBRE

21. LA BÚSQUEDA II

22. ENTRE PARÉNTESIS

23. SIN REMEDIO

24. QUISO SER AZAFATA

25. AL UNÍSONO

26. HIPÓTESIS SOBRE CONGRESOS

27. LIBERTAD

28. ROJO, VERMELHO

29. LOS PERSONAJES, LA VIDA

30. TODO INTACTO

A propósito, si me callara, ¿qué me pasaría? ¿Algo peor de lo que me pasa? Pero esas siguen siendo preguntas. Es característico, eso. Desconozco las preguntas y a cada segundo me brota alguna de la boca. Creo saber qué es. Es porque el discurso no se detiene, este discurso inútil que no corre por mi cuenta, que no me deja ni una sílaba más cerca del silencio.

(Samuel Beckett)

Sólo queda una ceniza oscura como la de un papel escrito por el fuego.

(Rosario Castellanos)

Y es que, nos guste o no, cada personaje carga con lo suyo después de todo. No es la muerte de nadie.

(E. S.)

1. OSADÍAS

Pese a la fuerte resistencia que opuse, de cualquier modo, sucedió.

Aunque les aseguro que me negué a este desgarro de la mente que no se detiene, no se detiene y persiste incansable.

Tal vez hubiese sido mejor inventar un asesinato con tesoro escondido. Y bien, sin entrar en disquisiciones filosóficas, las cosas existen y ocurren más allá de nuestras diminutas osadías.

****

De un tirón.

Cómo es que no puedo dejar de perseguir alguna manera de elaborar un auténtico argumento que dure un lapso de libro y escribirlo de un tirón si después de todo hay tanta gente que escribe como por propulsión desde las tripas e incluso siendo poseída por el mismísimo demonio o por algún dios hasta terminar la tarea, pensaba, pero no obstante nada estaba más lejos de mi realidad y al fin lo único que se me venía al cerebro era una serie de preguntas algo extravagantes o quizás un poco absurdas también.

Puedo afirmar que ni un solo riesgo fui capaz de correr después de miles de reflexiones concienzudas e inútiles como por ejemplo si dentro de cien o doscientos años el mundo florecerá o por el contrario habrá quedado fulminado por el sol aunque es muy corto ese período para semejante catástrofe, me decía, y además quién sabe si la gente escribirá o leerá algunas palabras, me decía también.

¿Y si la gente ya no escribe porque la tecnología verdaderamente reemplazó a esos bellos cráneos de la mujer y del hombre tan magníficos y empalagosos o tal vez intoxicados? En ese caso estas frases y todas sus interrogaciones entonces podrán convertirse en un documento histórico reflexionaba casi con fascinación porque era un gran estímulo suponer que las palabras pudieran quedar por allí y ser descubiertas en mayor o menor medida como por casualidad mucho tiempo después. ¿Y si resultasen tenidas en cuenta y aún consideradas como huellas de una historia o de una civilización, por qué no?

¡Qué ínfulas eh!

Si con eso mis neuronas no encontraban un motivo, entonces con qué.

En definitiva me repetía sin éxito que ahora mismo me gustaría escribir una obra nacida de original chispazo o de un saber inspirador o también surgida como del dictado de esos endiosados sueños que no me dejan descansar y me obligan a levantarme y tomar algo de alcohol (o a veces bastante) para volver a intentarlo infructuosamente a pesar de que este sea un adverbio antiquísimo y derivado de infructuoso que se sabe no produce frutos.

Unos editores me habían dicho pero no seas terca si nosotros queremos que escribas ciertas cosas para que puedas dejar tu mente en calma y a nosotros tranquilos y queremos como mínimo una mujer desnuda o un hombre o mejor ambos y varios tal vez mezclados en un ambiente turbio o también traicionero y podés agregar estampidos en la noche en medio de alguna búsqueda inquietante de esas que lo dejan a uno sin aire en los pulmones casi y… nada de documentos históricos ni papiros inspirados entonces más distracción que se debe pensar en la gente y entregarle los cofres de la riqueza porque la gente ¡sí! ya está bastante magullada en la actualidad y si fuera posible tenés que sumarle un secreto a viva voz o alguna sentencia milenaria que garantice la buenaventura y por qué no hacer una linda promesa.

¿Sería mejor hacer varias promesas?, tal vez, más alguna muerte, por supuesto. Eso fue lo que aquellos editores españoles me pidieron porque según la versión que ellos sostenían era lo que muchas personas compraban. También exigieron otros requisitos que debo haber olvidado.

 

¿Es tan difícil de entender?, me preguntaban. Poné manos a la obra de una buena vez, no des tantas vueltas, tomate unas vacaciones y hacé lo que te decimos. Y yo, que no, que no me interesaba y además ellos no sabían lo que es la página en blanco si bien hay millones de escritos sobre este asunto que puede ser, y la mayor parte de las veces es, muy insoportable o doloroso. “Aullar sin ruido” como decía nuestra querida Marguerite Duras.

¿Y si ellos tenían razón?

A joderse nomás, me argumentaba, que yo también importo y de lo que más me ocupo en esta benditamaldita vida es precisamente de la indagación pavorosa y de angustia sin fin del ser que como se sabe también es una búsqueda y es muy “inquietante” y al menos a mí no me cabe duda.

¿O acaso debo concluir que es una insignificancia eso de estar todo el tiempo preguntándose hasta la saturación neuronal por temas trascendentales?

Sí, la trascendencia.

Sucede que soy humana y estoy bastante magullada esperando algún gesto de consuelo o aliento y por qué no una aventura de esas cinematográficas.

¿Algún asesinato? También.

No me digan que la chance de que el mundo se extinga bajo los rayos de un sol implacable de criminal logrado a imagen o semejanza de nuestra cruel humanidad no es un tema grave como pocos y bastante amenazador o casi tan cautivante como uno o dos disparos a ras de la oreja en medio de una persecución interminable en el interior de algún aeropuerto.

Así seguía torturándome con mis especulaciones.

Creo que esta podría ser una buena temática murmuré o murmuro que para el caso está dando lo mismo porque esa editorial a mí me desapareció por completo del mapa.

Ni oreja ni disparos ambulantes. Alguien que busca la manera de evitar que el mundo-con todo su contenido-perezca incinerado. Qué idea tan original, me dije burlándome de mí por lo bajo. El fin del mundo. ¡Juaaa! Y continué grotescamente asombrada y risueña. Tendré que crear un personaje que tenga una profesión afín con este asunto. ¿Una licenciada en climatología? ¿Una antropóloga? ¿No puede ser una licenciada en geología, especialista en fenómenos climáticos, que así se llamaría entonces su larga carrera que con tanto esfuerzo y mayoría masculina puede haber completado?

Ya que estoy hablando de mayorías y minorías no habrá que dejar en el tintero, continuaba, que allá por los comienzos del siglo veinte o varias décadas antes también en algunos lugares del globo se empezaron a desatar muchos nudos en pos de una equidad de género difícil y posible (tanto que ciertos ámbitos se ocuparon de reapretar esos nudos o inventar algunos diferentes y hasta muchos nuevos para prevenir el avance femenino en las aulas). Claro que no se pudo detener la marcha de los acontecimientos ni siquiera bajo la mirada hostil de ciertas religiones de manera que el cambio fue sucediendo sí o sí no obstante muy o demasiado paulatinamente. En muchos latifundios universitarios, es verdad, se concretó más tarde que en otros.

Parece que esto está fuera de tema; no hay que desesperarse, más adelante veremos que para Teresa Alicia Dolosor, y para muchas, tuvo, tiene y tendrá mucho sentido.

Y bien. Puede suceder que dentro de cien o doscientos años este escrito se convierta en algo tan vago como simbólico porque el mundo aún esté girando en su gravedad o latiendo extenuado, ay, corazoncito leve, y no se encuentre en cambio por completo fulminado al sol; y que también unos pocos humanos subsistan aún y con la escritura un tanto olvidada a costa del calor deshidratante y la falta o exceso de algunos alimentos y también de agua.

Los cerebros andarán, pues-a esas alturas-, achicharrados, enloquecidos, con chips, sin chispazos, con apenas la memoria de un dictado más algunas lecturas y el olvido de la palabra escrita. Los cerebros; qué se podrá esperar de ellos. Qué se podrá esperar de nosotros, mínimas partículas de semejante enormidad de cosmos.

Somos pura indefensión.

****

Si navegas el agua hacia la luz

es como regresar desde el origen

y sentir el dolor y sentir lo impreciso.

La inmensidad entonces es aire entre los dedos diminutos para cerrar los ojos otra vez

o delirar un vientre que no existe y llegar hasta el presente

sin haberlo elegido o sin imaginar lo que vendrá,

qué misterios menores nos esperan en una noche

o mañana cualquiera cuando empezamos a rememorar y somos un pasado indeclinable

o empezamos a intuir el engaño:

ser una millonésima molécula de universo absoluto

ser un futuro predecible con cabello distinto

tener cuello, cabeza y aquellos brazos laboriosos

dispuestos para apretarse los puños en las manos minúsculas

o arañarse de sangre las mejillas cada vez que no distinguimos

¿de dónde esa punzada?

¿desde dónde el crujido de la bestia?

o toda vez que vislumbramos que somos carne interrumpida y tiempo.

Burdamente este tiempo

agitación, puro placer, risa y obscena congoja,

bramar reminiscencias

ruegos

signos

gemir, desconocer pulmones,

lengua o piel advertidas.

SER

suspensos

mirarnos las piernitas ajenas,

proclamadas, ungidas

peligrosas:

la indefensión, la célula perfecta.

****

En semejante circunstancia, entonces, con el mundo aun girando en su gravedad o latiendo extenuado, estas palabras pueden tener el potencial para transformarse en documento histórico, imaginaba, como si se tratara de pergaminos ocultos en quién sabe qué profundidades claro que si casi no hay escritura en ese imaginario o ridículo futuro habrá poca lectura y por lo tanto procederán a desentrañar significados como quien descubre y analiza, lenta-penosamente, jeroglíficos.

Eso pensaba. ¿Qué tal?

¡Otros seres tal vez humanos y desentrañando mis significados como si esto sirviera para algo o le importara a alguien!

(Transmutando hacia un personaje tal vez pueda estar para contarlo me dije.)

Y la tal Teresa Alicia Dolosor, esa mujer, en esta ciudad de Buenos Aires, será vital en casi todo lo que sigue.

2. INTERMEDIO

¿Cómo o qué habrán pensado los hombres y mujeres de las cavernas cuando grabaron sus runas en las rocas? ¿Qué clase de misterio, esperanza u horror tendrán que haber sospechado entonces?

Ahora ¿será que nuestro planeta volverá a sus orígenes?

¿Y si el Big Bang fue el ocaso de un mundo anterior y vamos nuevamente hacia ahí?

No se debe olvidar que cada vez que digo mundo o planeta tierra me refiero a plantas, animales entre ellos los humanos que venimos a ser nosotros, también mares, ríos, montañas, pedregales, ciudades y pueblos. No se trata de un ente ficticio. Con un poco de suerte en ese futuro, que puedo vislumbrar oscuramente muy frío luego de la incineración, queden algunos seres de los llamados racionales y muchas cucarachas que casi siempre sobreviven a todo, incluso a los venenos más elaborados que les ofrezco con frecuencia escasamente ecológica debido al extravagante pánico que me producen.

Cada uno con sus contradicciones si después de todo abundan y a nadie le resulta alarmante si nacemos y crecemos y vivimos sumergidos en las mayores paradojas del terráqueo existir hasta el instante final, sospecho. Discrepancias, disparates y aberraciones, sí. Acuerdos que no se cumplen, sí. Decires que poco o nada tienen que ver con los hechos que hacen peligrar la vida de nuestro planeta, también.

¡Tanto, tanto pensar y pensar que llegué hasta el universo, las estrellas y otros planetas! y no sé bien si llorar sollozando o reírme a boca de jarro por semejante despropósito e incluso por los pensares que llegaron hasta el origen de mi terror a las cucarachas, lo que me resulta un poco inmundo y difícil de contener en mi cabeza algo incongruente.

Mientras rastrea y persigue en medio del vacío uno puede encontrar y de hecho descubre laberintos o trozos sueltos de memoria de un sinsentido ficticio pero cabal que es justo ahí donde están esos sombríos bichos todavía pendientes muy en especial los que son voladores que al menos a mí me resultan detestables y merecen, si bien un corto espacio, espacio al fin así los quitamos del camino y se puede continuar el recorrido que trazan las neuronas en su búsqueda infatigable de argumento.

Aquel episodio, aquel hormigueo raro en los dedos de un pie mientras dormía en el suelo. Ahhhh. Dormía en el suelo, por ejemplo, en unas vacaciones.

Yo tendría siete años u ocho. Fue durante un viaje de verano. Creo que fue en Mendoza. Dormía en un colchón puesto directamente sobre el piso en un hotel horrible al que no sé muy bien cómo habremos ido a parar con mi familia si es que esa era una familia, y si es que era la mía, y menos aún por qué motivo yo dormía en el suelo. Las zapatillas blancas y blanquísimas de marca Flecha estaban a mi lado. Me gustaban mucho porque eran divinas en su blancor. Antes había una sola marca de zapatillas, créanme. ¿Cinco siglos? No. ¿Seis décadas? Tal vez. Muchos de ustedes no habían nacido y muchos otros sí.

Les aseguro, de eso no tengo dudas, que es mejor y más que mejor hablar de las zapatillas antes que rememorar el final de la década del sesenta. Al menos en este texto.

No me gustaba caminar descalza. Y bien, me levanté apurada para ir al baño. Me puse una de las Flecha, luego la otra. En esa otra no entraba mi pie, se chocaba con algo entonces lo saqué al pequeño piecito y de inmediato salió una gran cucaracha a toda velocidad, rengueando un poco hasta que intentó volar y luego se tumbó. Con rigidez y fragilidad de hielo entonces lancé un grito como siendo víctima de homicidio (la mujer del baño de Hitchcock era un canto de calandrias al lado de mi alarido). El negro animal intentó correr, rengo y casi muerto del susto. Entonces le asesté un golpe definitivo de criminal de siete añitos. Aún con todo ese bochinche, mi gente ni se enteró… es rara la vida.

Esa matanza me produjo tanta repugnancia como placer y es lo único que recuerdo de aquel viaje, qué pena. Qué pena es recordar con tanta parcialidad. Parece casi hasta maligno rememorar de esa manera.

¡Ah, los misterios insondables de una memoria! Evocación que venturosamente ahora me conduce a la lluvia y la humedad constantes, al crecimiento del pasto y los arbustos de un inmenso jardín que no se detiene en su expansión, a la enorme ventana de vidrio que da a ese jardín de mis sueños, la medianera del vergel lindero más las luces que hay que prender al atardecer para disfrutarlo con mayor goce sobre todo si uno tiene poco alcance o también escasa precisión visual como siempre fue en mi caso.

Para que aparecieran las imágenes de este parque armonioso era necesario primero sacar del medio a esos oscuros insectos que tanto asustaron o sentí que amenazaron mi infancia.

Muertos ya, representados en ese crimen único perpetrado con mis zapatillas invencibles, es posible retomar el hilo.

Así que, volvamos.

3. PURO HUMO Y ALGUNAS PARADOJAS

A ver. ¿Se verá?

Todo encendido. Aguas y tierras, seres vivientes. Todo infecundo.

Aire negrísimo. Aire transfigurado. Puro humo. Puro humo. Fuego del fuego que todo lo arrasa. Un verdadero desastre. Si lo dejo así se van a encontrar estos pocos papeles y el asunto terminará antes de haber comenzado, me decía.

Tengo que buscar alguna manera de elaborar un tema y por qué no varios temas que se prolonguen durante un extenso tiempo o el tiempo de un libro de esos que dan ganas de leer de un tirón y hay pocos libros que dan ganas de leer de semejante modo hasta el final sin detenerse más que lo imprescindible y los que hay ¡ya están escritos hace milenios! o al menos centurias.

A mí, seamos sinceros, lo que me quedaría mejor es el silencio; todavía es algo que no puedo conseguir exitosamente y debo hablar aunque sea con los pocos o tan pocos vocablos que me quedan.

Argumentar a través de otra, como anticipé, será una buena alternativa.

Mientras tanto, en el desierto en que estoy, tengo que decir las incongruencias o algunas paradojas que enloquecen a cualquiera y debo decirlas antes de la incineración completa de este mundo, me ordenaba.

 

Alguien tiene que plantear (y no sé si pueda endosárselo todo a mi protagonista) esa desagradable cuestión con la que insisten explicándote qué importante es la salud y te muestran personas que no se sabe cómo hacen para mantenerse en pie sin desmayarse o quebrarse con unos cuerpos huesudos de flaquísimos o casi raquíticos (esdrújulamente expresados quedan casi musicales como esqueléticas figuras manejadas por titiriteros). También te dicen qué importante es tu salud de todos modos tenés que trabajar veinte horas diarias para tener muchas y aún muchísimas cosas o hasta tener muy pocas o por qué no casi ninguna entonces igual intentá lograr lo mucho, tratá de tener lo mucho o además sentirte un fracaso por no lograrlo, buscá y rebuscá sin detenerte hasta tener en cantidad o en demasía y además tratá de tomarte este brebaje y yo te aseguro que serás muy y muy feliz. ¡Ya!

Y solo por citar algunas cositas, te transmiten también de múltiples maneras que podés fumarte esto magnífico que te mata te juro que te mata antes de tiempo como a esta calavera de dibujito animado y por qué no bebés hasta tu hartazgo también para ganarte la completa felicidad que es algo muy o súper especial.

Tenés que hacerlo ahora, te decretan. Ahora mismo, en este mismísimo instante. Si no, quedate en la pobreza y que alguien te mantenga.

¡Qué extraordinaria, cuán importante es tu salud! ¿Qué, todavía no lograste alcanzar este auto? Tendrás que aceptar tu parte de frustración y qué decepción sentirás… o cuánta angustia.

Ad infinitum pensaba que al final les importa un carajo mi salud tu salud nuestra salud y la de ellos.

¡Pesimista! me dirán. No hay que dejar entrever posibles juicios de valor, no hay que opinar tan explícitamente ni tampoco autocensurarse.

¿Qué suponías, relatora, que vivías en otro siglo, en otra dimensión o quizás en otro universo? A estamparse sin anestesia contra los agotadores hechos. O la ficción.

Lo que digo no es un invento, es parte de la historia de las aguas y tierras, los seres vivientes hasta las piedras preciosas y los minerales. Mundo encendido. Aire negrísimo. Aire espurio. Puro humo. Fuego del fuego.

Infecundo y mudo devenir.

****

Taciturna su boca,

las encías tan blandas de saliva abundante

con aquella lentitud de los labios

(vanos o buscadores)

y la panza abultada por la pena.

Y lo ígneo avanzaba

implacable avanzaba

mientras la angustia oscura en sus ojitos vislumbró algún refugio.

Construyó algún resguardo

donde fraguar una caligrafía exquisita

debajo de aquella roca.

Pero ese rugido estridente se adueñó de los tiempos

y los fuegos pasaron o los hielos pasaron

y quedaron las runas

(silenciosas).