Los saltos cuánticos de Sofía

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Los saltos cuánticos de Sofía
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Letrame Editorial.

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© Edwin Alexander Mateo Vergara

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

Diseño de portada: Rubén García

Supervisión de corrección: Ana Castañeda

ISBN: 978-84-1386-622-2

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

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“Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado”.

Buda Gautama

.

PRIMERA PARTE:

APRENDIENDO A PEDIR

Capítulo 1

Siempre imaginé este momento inolvidable, después de todo, cada día no se cumplen treinta años.

El viento frío sopla mi tez blanca y cabello rubio, trae consigo un recuerdo de quince años atrás, era la chica que estaba destinada al éxito, la más inteligente de la clase, la más bella y con un carisma único, recuerdo cuando todos me decían: “Serás joven, bella y rica”. Al parecer, tenía todas las “cualidades” para serlo, ¡qué ingenuidad tienen los niños para creer las disparatadas ideas de los adultos!

Ahora pienso que tal vez esos ingredientes no fueron suficientes, tal vez ya caducaron sin darme cuenta o parecían de buena calidad, pero eran tan solo una imitación.

Ya no me siento tan joven ni bella. En cuanto al dinero, bueno, sí que lo necesito en este momento, miro a mi alrededor cómo se difumina lentamente la fiesta anhelada, que ya no pudo ser, esfumando de mi vida ese momento que ya no volverá, para sonreír a medias con una botella de vino que acompaña mi cena y a mi soledad en mi cumpleaños.

Mi novio me ha dejado sola en casa, mientras escucho música que me relaja, un par de copas y canciones me arrastran a una tristeza ultrajada, sin desdén mi cuerpo flota a causa de la bebida, como pude, llegué a la cama, a traspiés contra Jake, mi novio, quien ya estaba en casa, me observa profundamente con tristeza. Intenta sonreír aun con ojos tristes y me dice susurrando:

—Feliz cumpleaños.

Muchas personas tienen una imagen errada de mi pareja, pero para nada es una mala persona, definitivamente, siempre ha sido detallista, y muy buen novio, solo que en este momento pasa por un mal momento económico, y como la mayoría de los hombres, creen que los detalles están en las cosas materiales.

Lo miro a los ojos y pienso: “Este gordito más bajito que yo sí que supo robarse mi corazón con sus ojos claros, su rostro perfecto y sobre todo por amarme como ningún otro me ha amado”, entrecierro mis ojos y siento unas ganas irreprochables de gritarle en su cara:

“Te amo”, pero justo cuando abro mi boca, no puedo contenerme y regurgito sobre él.

—Acabo de recordar mi cena —digo mientras me limpio la emesis de la comisura de los labios.

La luz de la mañana me despierta, estiro mis brazos con la cefalea latente, junto a mí, un vaso con agua y un antirresaca, ya no tengo veintitantos para beber tanto, siento que la carrera de la vida no la he comenzado, sigue la tristeza de la noche anterior en mi mente y mi novio ausente, bebo la bebida, visto una sudadera gris y salgo a trotar.

La mañana es brillante, el pueblo donde vivo es calmado, poca gente sale un domingo, la población es pequeña, es un lugar con pocos lujos, con aires desérticos, un calor sofocante, para muchos, inhóspito, sin embargo, es un lugar común aquí en Sudamérica, me pregunto: “¿Por qué no se preocupan por sembrar árboles? Son muy pocos los que veo en el camino”. Levanto la mano para saludar a algunos vecinos sin perder mi ritmo de rutina mientras pienso en el trabajo de la próxima semana y escucho mi música favorita a través de mis audífonos inalámbricos.

De repente, veo junto a mí a Karol sonriendo, moviendo sus labios y corriendo a mi ritmo, tengo que tocar mis audífonos para silenciar la música y poder escuchar lo que intenta decirme.

—¡¡¡Hola, Karol, por fin te animaste a correr!!! —le digo efusivamente pero con voz jadeante.

—No me escuchaste nada de lo que dije, ¿verdad, Sofi? —Me pone su tono de reproche y voltea sus ojos como recordando que es un acto típico de mí, estar en otro planeta, y continúa diciendo—: Podría decirse que no precisamente tú me motivaste —con un tono algo pícaro, una sonrisa a media cara, se muerde el labio inferior y me mira.

Detengo mi rutina de inmediato y con el tono dramático que suelo aplicar a las frases cuando algo llama mi atención, le digo:

—Kaaarol Smith, ¡cuéntamelo todo!

Comienza sin reparo:

—Sofía García, quiero decirte que tu mejor amiga está completamente enamorada de un chico atlético y hermoso que también corre todas las mañanas a la misma hora, hace un par de semanas comenzó a sonreírme, justo cuando pasa frente a mi casa. Así que hoy me he decidido a encontrarlo “casualmente”.

—Ya decía yo que esto era asunto de hormonas, tienes 25, obviamente aún te controlan.

Ella pone una mueca de no gustarle mi comentario y yo tan solo esbozo una sonrisa, seguimos trotando, esta vez más lento para darle tiempo a Karol de adaptarse al ejercicio.

Cuando llegamos al parque para tomar un descanso, se acerca a nosotras un chico de apariencia bastante atractiva, tez morena y ojos verdes, atlético y bastante alto, por la cara de Karol supongo que es el chico del que me habló, se acerca lentamente hacia nosotras con plan de hablar, comienzo a mirar rápidamente a mi alrededor para buscar una excusa perfecta de manera improvisada y darles un momento de privacidad, veo un grupo de jóvenes haciendo yoga y digo:

—Bueno, Karol, te dejo, iré a hacer yoga.

Le guiño el ojo en plan que sepa que es mi coartada y levanto mi mano derecha cruzando mis dedos, ella sabe que es el símbolo de nuestra amistad.

—Gracias —susurra, sonríe nerviosa, me guiña el ojo y levanta su mano derecha también cruzando sus dedos.

Nunca me ha llamado la atención aquello del yoga, sin embargo, mi pequeña mentira tenía que tener sentido. “Todo lo que hacemos por las amigas”, pienso. Titubeando mi cabeza y apretando un poco mis labios.

Tan pronto me acerco al grupo de yoguis percibo algo que jamás había sentido, se me pone la piel de gallina y observo que todas estas personas parece que están en armonía con algo, no sé exactamente con qué, pero lo sé.

El instructor me observa mientras me acerco lentamente hacia ellos y con un tono tranquilo en su voz me dice:

—Acércate más.

—No, gracias, solo observo —replico instantáneamente y con nervios, ya que me toma por sorpresa que notara mi presencia.

Él sonríe, me mira fijamente con sus ojos del color del mar, mueve un poco la cabeza, torna los ojos hacia el horizonte, asiente y me dice con una voz serena:

—Puedes unirte a nosotros, sé que estás percibiendo las vibraciones, veo el don a través de tus ojos, tu aura es un poco débil ahora, pero sé que estamos aquí para cambiar nuestras vidas.

Tan pronto escucho esa última oración siento como si un pequeño rayo atravesara mi corazón, o tal vez mi estómago, no podría definirlo con exactitud.

Siento un impulso a querer quedarme y otro a querer huir, tal como siempre he actuado cuando me enfrento a lo desconocido, pero con la certeza de un llamado que supera mis sentidos, la cara del instructor me refleja algo que estoy buscando desde hace mucho tiempo, me es extraño e inexplicable, sin darme cuenta, esta vez decido tomar un pequeño riesgo y me siento junto al sensei.

—Felicidades, acabas de dar un pequeño paso, ahora respira junto a nosotros, cierra tus ojos y déjate guiar por mi voz.

Para mis adentros pienso: “Sinceramente lo estoy intentando, pero no me estoy sintiendo ni relajada ni nada de eso, creo que aquí me he confundido un poco”.

Abro mis ojos abruptamente, me levanto algo incómoda y lentamente miro al sensei y arrugo mi entrecejo.

—Gracias, ha sido genial, pero no me siento conectada con la vibra de hoy, lo siento — dije con tono apenada mientras me retiraba con mis sentidos de supervivencia activos.

Busco a Karol con la mirada, no la veo, regreso a la casa pensando en la menuda mentira que se dicen unos a otros en la sección de yoga fallida, o ¿tal vez sí es real? Y algo en mí no está bien, mi mente nunca paró de gritar cosas, me pregunto: “¿Quién puede estar con la mente en blanco? Es fácil decirlo, pero aplicarlo es otra cosa, ni siquiera creo que ellos mismos puedan lograrlo”.

Llego a casa con una mirada cabizbaja.

Pasan los días con mi rutina activa, voy al trabajo, soy maestra de idiomas, entre dictar las clases también escucho a mis estudiantes con sus problemas personales, los aconsejo con amor, me alimento saludable, comparto con Jake momentos en pareja cotidianos como ver películas, contarnos nuestro día a día, comer juntos, conocer nuevos sectores de la ciudad.

 

Las semanas siguientes sigo con mi rutina convencional de ejercicios, pero sin mi amiga Karol porque ahora es novia de Michael, el chico atlético del parque, ya no los veo a menudo porque dejé de ir a ese lugar para no encontrarme con los yoguis que suelen practicar la meditación.

Así poco a poco transcurren los días y llegan a mi mente imágenes que me recuerdan las creencias de resignarme y aceptar la vida que tengo en este momento, con más tranquilidad, pero aún con una idea en mi mente de sentirme que no pertenezco a este lugar, clase media, sin lujos pero sin necesidades, sintiendo dentro de mi ser que nací para cosas grandes pero sin saber cómo llegar alcanzarlas, sin una guía propia, sin alguien que me diga qué pasos tomar, porque a mi alrededor solo existen personas con prejuicios y malas expectativas de vida, realmente quiero huir sin saber a dónde, ni cómo, ni cuándo.

Un día de lluvia en el sofá bebo una taza de té matcha caliente en leche, para bajar un poco los cólicos de mi menstruación, con mi pijama peluda y una pequeña manta, decido ingresar a la app de videos online, en la sección de recomendaciones, liderando la lista, veo un video de meditación autoguiada, me siento tan relajada, gracias al efecto de mi bebida, que decido volver a intentar, para comprender aquella situación que aún estaba en mi recuerdo con los yoguis del parque.

Me acuesto en la alfombra y con mis audífonos puestos, cierro mis ojos y escucho atentamente con toda mi atención, sigo todas las indicaciones que me dan al pie de la letra:

—En una posición cómoda, cierra tus ojos y te vas a concentrar en tu respiración, inhala lentamente… exhala… más profundo, cada vez más profundo…

Después de veinte minutos, comienzo a sentir mis pensamientos más tranquilos, mi mente serena, mi cuerpo relajado, a tal punto que no me siento en él.

De repente siento algo fuera de este mundo, jamás sentido por mi cuerpo, o al menos no que lo recuerde; mi corazón late fuertemente, mi mente se acelera viendo todo el universo a través de mis ojos, pero de una manera un poco descontrolada, caótica, asimismo, mis sentimientos están fluyendo, siento desde la tristeza a la alegría en un instante, a la vez el miedo, la angustia y muchos sentimientos que me atormentan hoy, mi cuerpo se siente vibrando en una extraña sensación de euforia, mi vida pasa a través de mis ojos y yo no opongo resistencia a nada, solo soy una observadora distante de la situación.

Justo cuando siento que mi mente no puede con la velocidad en aumento y una leve sensación que me incita abrir los ojos, veo una luz brillante, blanca, serena, siento la paz absoluta en mi corazón, una alegría que trasciende desde mi mundo mental al físico, moviendo la comisura de mis labios en sentido ascendente.

Inesperadamente, sucede lo inimaginable.

Capítulo 2

Veo una chica rubia, yo estoy a sus espaldas, nunca me he visto a mí misma desde atrás pero parecía igual a mí, frente a ella una vista maravillosa del mar, paisaje pintoresco en pleno atardecer, al parecer estábamos en una casa y de pronto, como si ella se hubiese percatado de mi presencia, giró todo su cuerpo intempestivamente, pero lo que vi me aterrorizo, vi mi propio rostro en su rostro, estaba lleno de sangre y en sus ojos el terror absoluto, una lágrima a medio caer por su cara se detiene mientras levanta la mirada, me observa profundamente, en ella se refleja algo de calma, casi como si yo fuese un ángel, me dice con voz temblorosa:

—¡¡Huye!!

Abro mis ojos repentinamente, asustada de lo que acababa de observar, me percato de tener una lágrima en mi mejilla, mi corazón continúa desbocado, me levanto de mi alfombra lo más rápido que puedo, me sacudo un poco tratando de olvidar ese recuerdo amargo, sacudo mi cabeza un poco más mientras escucho la lluvia aún incesante caer sobre el techo, llamo a Diego, con la certeza de que él sabrá aconsejarme en estos momentos.

Narro al detalle los hechos ocurridos y espero que me dé un consejo, escuchó atentamente a través de la bocina del celular.

—Amiga, tienes que darme a probar de ese té, suena mejor que aquellos viajes que suelo hacer con hierba.

—Diego, ¡es en serio! Esa sensación fue muy extraña.

—Pues Sophie —me lo dice en tono francés—, lo único que te puedo decir es que regreses al parque y hables con el sensei, a propósito, ¡no me dijiste si era apuesto!

—Sí lo es.

—¿También es gay?

—No sé, si quieres acompáñame y le preguntamos juntos.

—¡Excelente idea!

—Vamos el domingo, llegaré a tu casa.

—Perfecto, te espero.

—No olvides la ropa deportiva, iremos a trotar.

—¡Ahhh, NO!

—¿Quieres saber si es gay?

—OK.

—Te amo.

—Yo a ti, honey.

Esa última frase me la dice con un tono algo resignado, definitivamente Diego prefiere montar la bici que correr.

De repente la lluvia se detiene, y siento una agradable sensación, escucho algunos pájaros cantar y carros en la distancia, atravesando la calle, por un instante pienso que es una buena idea la de Diego.

Escucho las llaves golpear la mesa del comedor, Jake acaba de llegar, empapado por la lluvia, se retira el casco de la moto y veo como toda nuestra sala se vuelve una piscina en cuestión de segundos, acto seguido, suspiro profundamente, le doy un beso y le digo:

—Bienvenido a casa.

—Lamento este desastre, hermosa, déjame, ya limpio.

—Tranquilo, amor, no te preocupes.

—¿Quién eres tú? ¿Qué te pasó? —me dice con un tono bastante extrañado.

Yo solo sonrío y lo vuelvo a besar.

—He pensado que quiero tenerlo todo junto a ti, soy feliz contigo.

Esa frase llega a mis labios sin pensar, la siento desde lo más profundo de mi ser, luego sonreímos juntos, me levanta como un bebé y sin importarme que esta mojado, me lleva hasta la cama.

***

Hoy es la mañana del domingo, voy caminando a casa de Diego, la cual es grande y está muy cerca a la mía, él me ve en la distancia mientras revisa su teléfono celular; Diego está con la vestimenta más estrambótica, deportiva, tipo años ochenta, cuando me acerco a él, le digo:

—No sé si lo notaste, Diego, pero ya estamos en el siglo XXI.

—Se nota que no has visto que lo retro está de moda, querida.

Sonrío medio taciturna y replico:

—Tú eres el experto —levanto los pulgares de las manos en señal de aprobación.

—Mejor vamos a buscar al maestro, el que no llegue primero, pierde.

Sin darme cuenta, al momento de pensar, él sale corriendo con ventaja en dirección al parque.

—¡¡Eres un tramposo!! —grito mientras me quedo atrás.

A la distancia podemos observar el grupo de jóvenes haciendo yoga, pero esta vez estaban en un lugar diferente del parque, más en la zona de árboles, el sensei me sonríe en la distancia mientras se organizan para comenzar la clase.

—Apúrense, por favor, si quieren ser parte de esta sección.

Miro a Diego y niego con mi cabeza con un gesto leve para que no sea tan evidente.

—Hola, mucho gusto, mi amiga Sophie me ha hablado mucho sobre ti.

“Bueno, eso me pasa por traerlo, ya sé cómo es, qué más da”. No puedo evitar voltear los ojos en blanco.

—¿Ah, sí?

Creo que el maestro creyó el disparate escuchado porque me voltea a ver con ojos contemplativos.

—¿Cómo te llamas? —pregunto para romper el hielo que se forma entre nosotros.

—Me llamo Bill.

—Quería hacerte unas preguntas —suelto sin más.

—¡Claro! Hablemos después de la meditación.

No era precisamente lo que tenía en mente, pero qué más da, a veces las respuestas no llegan de la misma manera que se esperan.

Diego voltea a verme con cara de emoción y me dice susurrando al oído:

—Obviamente juega en mi equipo.

Arrugo el entrecejo, sin entender su comentario.

—¡Tomen unas colchonetas, por favor! —nos dice Bill sin más.

Comenzamos la sección, escucho con atención y llega a mi mente un recuerdo de la niñez, un recuerdo que me paraliza, que había guardado en lo más profundo de mi ser, un recuerdo oscuro que no tenía ninguna intención de recordar, es mi tío, yo soy pequeña y él un poco más grande, está de pie, junto a mí, luego me enfoco en sus manos asquerosas, llenas de aceite, me pasa lentamente la mano por el hombro, sus manos son como una lija en mi piel, mi cabeza observa el piso y mis ojos brillan de tristeza.

Vuelvo al presente tan rápido como puedo abriendo mis ojos, arrugando el entrecejo, me rasco detrás de la oreja, me siento mareada, observo al piso con inseguridad, veo a mi alrededor como estar en un carrusel, todo se mueve y me detengo de golpe en los ojos marinos de Bill, mis pulmones se llenan intempestivamente, Diego y los demás siguen con los ojos cerrados y con una sonrisa en sus labios, me pregunto: “¿Cómo lo logran con tanta tranquilidad?”. Bill me dice:

—Continúa, cierra tus ojos.

Niego con la cabeza, él comprende y me deja tranquila.

La sección termina y los demás se comienzan a ir del lugar, quedamos solos con el sensei, Bill.

—¿Cómo les pareció la meditación de hoy? —nos pregunta Bill.

—Tengo que confesar que no fue del todo agradable —replico instantáneamente, pero mordiendo mis labios como en señal de evitar decir más.

—¡¡¡Qué!!! No juegues, Sophie, estuvo genial.

—¿Qué pasó exactamente, Sofía? Cuéntame.

—Sí, cuéntanos, Sophie.

Acabo de arrepentirme de no haber soltado una mentira piadosa, pero no pretendo contarles la situación incómoda, ni mucho menos detalles de mi vida que jamás he compartido.

—Fue un poco difícil concentrarme. Es todo —esta vez lo digo con un tono de voz más tranquilo.

—Bueno, eso se debe a que antes de cada meditación, debes enfocarte en lo que deseas obtener con ella, de lo contrario, te sentirás un poco perdida.

Diego y yo miramos detenidamente a Bill con el fin de querer saber más, así que él continúa diciendo:

—Muchas veces los yoguis se pueden perder o confundir en la meditación.

—¿Es posible verse a sí mismo? —pregunto.

—Cuando se es un experto, puedes tener experiencias extracorporales.

Miro a Diego como si no entendiera la respuesta.

—Cuando se llega al estado de calma, ¿se puede ver una luz blanca y un espacio tranquilo?

—Sí, definitivamente, cuando te conectas con la fuente divina, pero se requiere práctica para lograrlo.

—¿Qué sucede si se logra en la segunda oportunidad?

Bill sonríe, se pone de pie, me tiende la mano y me dice:

—caminemos un poco.

De manera pausada, con su túnica blanca y tranquilidad absoluta, comienza a decirnos, mientras caminamos:

—Verás, tienes preguntas sobre muchas cosas, te noto un poco confundida, la única que puede responder a esas preguntas eres tú misma —se detiene y me mira fijamente—. Tienes que conectarte con lo que quieres y para donde vas, la meditación te ayuda a desconectarte de todo lo que es esta vida, al fin de cuentas, somos espíritus divinos que vivimos por el simple hecho de aprender, evolucionar, busca cuál es tu aprendizaje en este viaje llamado vida, nadie te puede decir cómo hacerlo, porque cada espíritu está en su propio camino.

—¿Cómo puedo escuchar las respuestas que necesito?

—Dame tu número celular, te enviare una meditación que te permitirá conectar con tus registros akáshicos.

—¿Registros akáshicos?

Siento por un instante que estoy teniendo una conversación que sobrepasa mi entendimiento, miro a Diego en busca de aprobación, sin embargo, por su cara él está peor que yo, tomo el teléfono de Bill que me ofreció para anotar mi número y se lo regreso.

—Como te dije, todo esto es un viaje mágico, pronto entenderás de que se trata.

—Una última pregunta, el otro día estaba meditando bajo el efecto de un té, ¿pudo influenciar en algo que lograra mejor mi meditación?

 

—Algunas personas usan té, drogas o demás para mejorar su concentración, para mantenerse enfocados, sin embargo, no es del todo recomendable.

Me sonríe y me mira profundamente a los ojos, tomándome de los hombros, y me dice:

—La forma de caminar la eliges tú.

—Ves, Sophie, ¡¡te lo dije!!

Por el tono de voz de Diego noto que le gusta mucho la idea, de meditar estando high.

Le respondo con una negativa y sonriendo un poco.

Nos despedimos de Bill y caminamos a casa de regreso.

—Diego, tú sabes que no probaré drogas, fin de la historia, no creo en estas cosas de la manera que me la plantean, escuchaste tantas disparatadas, prácticamente Bill cree en la reencarnación. No sé si quiero continuar haciendo esto.

—Mira, Sophie, te he escuchado por años decir que quieres un cambio en tu vida, pero no intentas nada diferente, dime, ¿cómo vas a lograr un cambio si continúas haciendo lo mismo?

—Yo me crie en una familia que me inculcó muchas de mis creencias actuales.

—Por eso no lo pones en duda, imagina que Bill fuese tu padre, ¿cuáles serían tus creencias?

Un silencio se apodera de los dos, ya que noto que Diego tiene razón en parte, me llega un mensaje de texto con un audio de Bill, le muestro la pantalla en son de resignación y le digo a Diego:

—Intentémoslo

—Perfecto, esta misma noche te espero en mi casa, dile a Jake que haremos una pijamada, comemos algunas cosas, meditamos, escuchamos música… Te espero, déjamelo todo a mí.

Cada frase la pronuncia más fuerte cada vez, mientras se aleja y yo entro en casa.

Más tarde, mientras estamos a punto de cenar, Jake me hace una pregunta que me deja sin aliento.

—¿Quieres tener un bebé conmigo?

Le miro fijamente a los ojos con un sentido latente mientras en mi mano derecha tengo la ensaladera y en la izquierda la espátula.

Una sonrisa nerviosa y mis ojos llorosos responden antes de pronunciar:

—¡SÍ!

—¡Pensé que me dirías que no! —me dice con tono efusivo, y con una expresión en su rostro que no le conocía, otra forma de expresar felicidad.

—¿Por qué creíste eso? —le pregunto mientras me abalanzo a darle un beso y sentarme en sus piernas, como aquella niña que sabe que su padre la va consentir.

—¡No sé! Siempre me has dicho que lo más importante es el dinero, me toma por sorpresa que la familia también sea una prioridad.

Me toca el cabello mientras me observa fijamente para buscar respuestas en mis ojos.

—Sí, el dinero es una prioridad, pero cualquier mujer muere por ser madre cuando se está a este nivel, además, todas mis amigas ya tienen hijos, pensé que nunca me lo pedirías.

—Pues que yo sepa, tu única amiga es Karol y ella tuvo su hijo a los quince.

***

Me invade una sensación de euforia, tranquilidad y armonía, esto era lo que le faltaba a mi vida, tener un hijo, ahora sí soy feliz tan solo con la idea, mi sonrisa no cabe en mi rostro mientras camino a casa de Diego, tal como habíamos acordado, pienso en el brillo de los ojos de Jake cuando le dije que sí.

—Hola, Sophie, entra, te estábamos esperando.

—¿Estábamos?

—Invité a un par de amigos que también aman meditar y esas cosas —me dice mientras hace un castañeo con sus manos; había olvidado que a veces las reuniones con Diego no eran tan privadas, caminamos a la terraza de la casa y el jacuzzi ya estaba encendido, y dentro de él, los dos amigos de Jake. Me detengo y le digo a Diego:

—¡El plan era meditar! —se lo digo en tono de reclamo y termino la frase frunciendo el ceño y los labios.

Diego me mira profundamente, se acerca a mí lentamente, el olor en su cuerpo me sorprende, durazno y cereza, dulce y bello para un hombre, lentamente toma mi mentón, y con un tono de voz más grave, me dice:

—Tranquila, ellos son de confianza, vamos a meditar y también tener una pijamada, no hay nada de malo en compartir con otros.

Cuando Diego se comporta de esa manera, olvido que es gay y algo dentro de mí se siente tan bien que no puedo negarme a ninguna de sus peticiones, así que asiento con la mirada, un poco resignada.

—Buenas noches —digo a los jóvenes del jacuzzi.

—Hola, Sofía, yo soy Felipe, y él es mi novio Pedro —me dice el chico rubio con una sonrisa encantadora.

—Hola, mucho gusto —les digo mientras me voy quitando la ropa para quedarme en traje de baño—. ¿Qué están comiendo?

—Brownies —me dice Pedro con su voz entre risas—. ¿Quieres?

Me sorprende la cara que me hace, no pensé que los gais también se sintieran felices como nosotras de romper la dieta.

—¡Dame uno! Tampoco es un pecado comer tantas calorías.

Subo el hombro y los veo de manera complaciente mientras Pedro me pasa una bandeja llena de minibrownies, elijo el más grande y me lo como de un bocado mientras me incorporo al jacuzzi, Diego me mira con cara de asombro, mira el piso y sonríe.

—¡Yo también quiero uno entonces! —dice Diego.

—Es un poco raro el sabor —parece que olvidé el sabor del brownie.

El agua cálida del jacuzzi comienza a relajarme y, al poco tiempo, entre risas, voy conociendo a Felipe y Pedro, son una pareja agradable, se entienden y se miran con complicidad, a veces me pasa lo mismo con Jake, mientras los veo no puedo evitar llevar la mano a mi vientre y pensar en la propuesta que me llenaba de euforia esa noche.

De repente, Diego interrumpe mi sueño de estado meditabundo.

—Ya es hora de comenzar, la razón por la que estamos aquí.

En el piso, con unas colchonetas impermeables, nos sentamos mientras Pedro, al sonido estéreo, conecta mi celular.

Justo antes de comenzar, siento que el mundo parece tomar pausa, los árboles en la distancia parecen dormir, la pequeña ciudad que se ve desde arriba, en la terraza, está un poco más resplandeciente, el viento sopla mi rostro como una caricia divina, a mi izquierda veo a Pedro y a Felipe darse un beso lentamente mientras a mi derecha Diego parece triste viendo fijamente su mano, tal como lo haría un quiromántico.

Siento mi garganta reseca y un hambre abrumadora.

—¡Toma! Es agua —me dice Felipe mientras estira su mano con un vaso de agua helada, paso saliva como si estuviese en el desierto, y con un impulso, le arrebato la botella de sus manos, bebo el agua con sabor a gloria, sintiendo todo su camino desde mi boca a mi estómago, pienso en ello y de repente escucho un sonido estridente, que me hace gritar mientras me llevo las manos a los oídos, el ruido desaparece y en el ambiente se escucha un gong, ese instrumento chino que es redondo, dorado y milenario, su sonido es relajante. Ipso facto, siento un llamado a meditar, me siento en posición de loto, cierro mis ojos y escucho atentamente la voz que me guía, a través del audio que Diego reproduce, siento como si me desconectara de mi cuerpo, algo indescriptible vibra a través de mis sentidos casi al ritmo de la música del audio, siento como mi corazón late fuertemente, y ese latido hace vibrar cada célula de mi cuerpo, se esparce en forma de ola, similar a las olas creadas como cuando una roca rompe el agua calmada de un lago, sintiendo por todo mi cuerpo de manera cimbreante aquella vibración.

Dentro de mi mente siento conexión con la fuente de aquella resonancia, llevando mis sentidos cada vez más a mi interior, poco a poco me siento viajando por un portal de luz, hasta que lentamente me veo a mí misma en un espacio similar a un coliseo romano, veo unos espíritus enormes detrás de los muros del coliseo, puedo percibir su forma semihumana con un aura blanquecina, translúcida, todos alrededor de mí, algunos con túnicas, otros con coronas, como si fuese una convención multicultural de las Naciones Unidas en una especie de corte redonda, yo ubicándome de pie y en todo el centro del círculo en un piso de mármol frío a mis pies descalzos siento la sensación tan real de estar allí en cuerpo presente que al instante que escucho la voz del audioguía, me sorprendo un poco.

—Ahora pregunta a estos espíritus lo que desees, ellos te responderán porque son tú y todo el cosmos al mismo tiempo, estos espíritus tienen todas las respuestas del universo. Tú tienes todas las respuestas. Haz la pregunta correcta —dice el audio con voz en eco.