Buch lesen: «Guillermo Buitrago: Precursor de la música vallenata»
Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia
Caballero Elías, Édgar
Guillermo Buitrago : precursor de la música vallenata / Édgar Caballero Elías. -- 1a. ed. -- Santa Marta : Universidad del Magdalena, 2020.
(Humanidades y artes. Historia)
Incluye bibliografía.
ISBN 978-958-746-327-9 (impreso) -- 978-958-746-328-6 (pdf) -- 978-958-746-329-3 (epub)
1. Buitrago, Guillermo, 1920-1949 – Biografías 2. Vallenato (Música) - Historia y crítica 3. Músicos colombianos - Siglo XX I. Título II. Serie
CDD: 927.861 ed. 23
CO-BoBN– a1062014
Primera edición, noviembre de 2020
© UNIVERSIDAD DEL MAGDALENA
Editorial Unimagdalena
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Colección Humanidades y artes, serie: Historia
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Coordinador de Publicaciones y Fomento Editorial: Jorge Enrique Elías-Caro
Diseño editorial: Luis Felipe Márquez Lora
Diagramación: Eduard Hernández Rodríguez
Diseño de portada: Andrés Felipe Moreno Toro
Corrección de estilo: Clinton Ramírez C.
Santa Marta, Colombia, 2020
ISBN: 978-958-746-327-9 (impreso)
ISBN: 978-958-746-328-6 (pdf)
ISBN: 978-958-746-329-3 (epub)
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Dedicatoria
A Clemente José Caballero Toro, in memoriam.
A ti, hijo, que estaré contigo hasta el final de los tiempos, dedico este libro.
Contenido
Consideraciones
Presentación
Agradecimientos
Capítulo I
Ciénaga
El nido de El Jilguero
Un lugar llamado La Manglaria
La Manglaria
La ciudad de los pianos y las guitarras
Capítulo II
La familia de Buitrago
Los padres de Buitrago
Vivencias de Roberto Buitrago Muñoz en Ciénaga
Semblanzas y episodios
¿Guillermo Buitrago Henríquez o Guillermo Buitrago de la Hoz?
El carrito del cura
Lilia Esther Gallardo Polo, la esposa de Guillermo
Capítulo III
Caminos de juventud en Ciénaga y Santa Marta
En la radio
Programas de las emisoras de Ciénaga
Buitrago actor
El Garcípolo
Extraño episodio en su vida
Buitrago en Santa Marta
Capítulo IV
Algunas de sus obras
Falsa caricias
Anhelos
Teresa Mercedes
Mala noche
Linda nena
Las mujeres a mí no me quieren
La araña pelúa
Los enanos
Capítulo V
Tertulias y amigos
Salón colonial
Esteban Montaño
Juan De la Cruz
Capítulo VI
Buitrago: periodista y publicista
Cancionero Cantaleta
Tipografía Poliarquía
Patrocinadores del cancionero
El publicista
Las propagandas cantadas
La costeña
El Colegio
La Farmacia San José
Ron Añejo
Ron Motilón
Las cortadoras de acetato en Ciénaga
Rafael Lavalle
Capítulo VII
Maestros y amigos a través de canciones
Andrés Paz Barros
Se marchitaron las flores
El Cafetal
La cama berrochona
Dame tu mujer, José
José, dame tu mujer
Episodios en la vida del maestro Paz
Dámaso Hernández Montenegro
Carlos Manuel Sobrino Pimienta, El Niño Postán
Albur
Los Palomeaos
La Sonora Cordobesa
Séptimo novio
Soplaviento
Cien mil cosas
El apodo del Niño Postán
Yo vivo mi vida
El Compae Heliodoro (1912-1963)
Su mejor anécdota
Su peor pesadilla
Compae Heliodoro
Efraín Torres Echeverría
Capítulo VIII
Otros de sus éxitos
Los panderos de Rio Frío
Cienaguera
Los galanes y La Capuchón
Luis Eduardo García
Luis Eduardo
La Loca Rebeca
¿Cómo nació “Ron de Vinola”?
Ron de Vinola
¿”El enviado” O “El brujo de Arjona”?
Capítulo IX
Un amigo, un colega y un imitador
Darío Torregroza Pérez
“Himno de Ciénaga”
Semblanza de Ángel Fontanilla
Gato por liebre
El huerfanito
El acople Buitrago-Fontanilla
Anécdotas de Fontanilla
¿Cómo llegó Ángel Fontanilla donde Bovea?
Julio César Sanjuán, “Buitraguito”
El tigre
Capítulo X
Siguen las canciones
Antonio Miranda Culzat
Toño Miranda en el Valle
Doña Juana
Cara ‘e perrro
Su origen
Capítulo XI
Buitrago en Barranquilla y Cartagena
Vivencias desconocidas
Cancionero mensual G. B.
El Compae Chipuco
Las propagandas cantadas
Canada Dry
Cerveza Águila
Buitrago conquista Barranquilla
Restaurante de Eduarda
Trabajos discográficos
Vivencias
El Coge Coge y El toque de queda
Por un locutor
Vinculación de Guillermo Buitrago con Discos Fuentes de Cartagena
¿Fue el “Compae Heliodoro” su primera grabación con Discos Fuentes?
Capítulo XII
Muere el jilguero. Nace la leyenda
Capítulo XIII
Los socios de la “Víspera de año nuevo”
Su origen
Capítulo XIV
Herencia musical cienaguera de Rafael Escalona
“El duelo de los machetes”
“El profe Castañeda”
A propósito de un comentario
Capítulo XV
Guillermo Buitrago, el olvidado precursor del vallenato
Antecedentes históricos e influencias familiares
El estilo
Capítulo XVI
Su influencia en otros artistas y en otros anuncios
Julio Torres y los Alegres Vallenatos
Los Vallenatos del Magdalena
¿Y los otros qué?
Capítulo XVII
Guillermo Buitrago en el vallenato de hoy
Capítulo XVIII
Discografía de Guillermo Buitrago
Anexos
Anexo 1
Breve historia del Festival Guillermo Buitrago
Anexo 2
Mi participación en el hallazgo de la guitarra de Buitrago
La guitarra de Buitrago
Por Julio Cesar Oñate Martínez
Bibliografía
Entrevistas
Consideraciones
¿Por qué escribo este libro?
Una pregunta aparentemente sencilla de contestar, habida cuenta de los muchos méritos que tiene el personaje central del mismo, pero si se toman en cuenta otros aspectos de la personalidad artística de Guillermo Buitrago, la pregunta ya no sería tan fácil en su respuesta.
Existirían muchísimas razones y de distintos tipos, pero me animó escribirla, el deseo de reivindicar socialmente el nombre de alguien que ha sido, en muchísimas ocasiones, tomado como vicioso, alcohólico, irresponsable: como un tipo que hizo del trago y la parranda una especie de religión.
Guillermo Buitrago no fue un vicioso, ni hizo de la parranda una religión, si bien no estuvo exento, como muchísimos otros artistas, inmersos en la barahúnda de la farándula, de compartir atenciones y festejas sus éxitos musicales. Lo mal que hizo, a lo más que llegó, dentro de ese «pecado» que le atribuyen, fue a participar de algunas parrandas, de algunos festejos en los cuales había alcohol, pero nunca se supo de su afición tipo de drogas, algo tan común y excusables en los artistas de esta época.
Buitrago jamás fue el elemento que se quedaba tendido en el sardinel de una cantina o dormido en la mesa de un bar, presa del alcoholismo vicioso; tampoco incumplió contratos. Ni lo hizo ni sus amigos, que sentían por él verdadera devoción, lo hubieran consentido. A Buitrago le sobraban lechos donde dormir una juma.
Era una persona popular que atendía algunas invitaciones y se tomaba sus tragos, pues tampoco era un santo, pero jamás incumplió un compromiso, jamás fue un tipo que dio un espectáculo grotesco por efecto del alcohol ni por nada, jamás fue una persona que tuvo un desplante, ni tuvo una situación de mal gusto en el aspecto social o artístico.
Guillermo Buitrago ha sido víctima de la conspiración del silencio, del olvido y la indiferencia. Conspiración del silencio porque nadie se quiso ocupar de Buitrago durante los primeros treinta años de su muerte. El primer gran trabajo que se hizo sobre él lo realizó Álvaro Ruiz Hernández, en el año de 1979, a raíz del 30° aniversario de la muerte de Guillermo Buitrago cuando publicó unas crónicas en el Diario del Caribe tituladas “¿Qué se hizo la guitarra de Buitrago?”, y “Buitrago, el Gardel del Vallenato”. Las suyas fueron inquietudes que alborotaron un poco el cotarro, además de contagiar a otros investigadores, como el historiógrafo Julio Oñate Martínez, quien buscó afanosamente, con una actividad casi febril, la guitarra, hasta hallarla y realizar después una serie de programas. Pero, con todo y eso, han sido pocos los que se han ocupado de él, para rescatar su memoria del olvido. Otros, en cambio, siguieron tergiversando la vida de Buitrago, como lo habían hecho antes.
Es necesario sacarlo del olvido y de la indiferencia, porque en los certámenes de importancia y en los centros de producción de la música por los que Buitrago luchó, a los que les abrió mercados nacionales e internacionales, a los que vistió de frac, no se le nombra o recuerda.
No solo no le han hecho, como deberían hacerlo, un busto, una estatua a Guillermo Buitrago, en esos escenarios, en esos festivales, sino que ni siquiera lo mencionan, y por el contrario, quieren, en un vano intento, quitarle la gloria, restarle méritos a su talento, cuando dicen que unas tales y tales canciones no eran de Buitrago y que aparecen como de él. Jamás se ha ocupado en decir, por supuesto, que Buitrago compuso, sin ningún tipo de cuestionamiento, sin ninguna clase de duda, más de ciento veinte canciones. A Buitrago no le pueden atribuir las decisiones de las casas disqueras que, en razón de la importancia de su nombre, de firmar como suyas canciones de compositores amigos de Buitrago, a quienes él, al grabarles, los dio a conocer en el mundo musical de la naciente industria discográfica.
Este libro pretende restablecer la verdad, además de ratificar la contribución de Buitrago a la música popular del país, en la que logró imponer un estilo: una marca inconfundible, además de ayudar a difundir la música de estar parte del país, de abrirle camino... Eso hizo Buitrago con la “música vallenata” que si hoy goza de los más altos índices, los más elevados niveles de producción, de venta y de difusión, deben al menos reconocer el mérito de quien fue sin discusión uno de los pioneros e indudablemente el primero en hacerla internacional y en sacarla de los baúles olvidados en las viejas chozas de los pueblos de más allá de las Sabanas del Diluvio, de todo ese Magdalena Viejo. Ese es uno de los méritos de Buitrago al difundir temas que, más de sesenta años después, perviven en los gustos de otras generaciones. Sin ese impulso inicial de Buitrago, omitido reiteradamente, quién sabe cuánto tiempo habría pasado para que se conociera la suerte de muchos de sus compositores.
Este libro se hace para recordar los méritos de Buitrago y para que su nombre no siga borrado de la memoria colectiva de su gente.
Presentación
Joaquín Viloria De la Hoz
Al cumplirse 100 años del natalicio de Guillermo Buitrago, la Universidad del Magdalena, con el apoyo del Centro Cultural del Banco de la República de Santa Marta, decidieron reeditar esta obra de Edgar Caballero Elías, publicada por primera vez hace más de dos décadas. Para esta reedición, Chichi Caballero revisó ese primer trabajo rico en información, pero carente de una rigurosa corrección de estilo (Samper Pizano, 2000). Este nuevo libro ha sido enriquecido no solo con información adicional, sino además con una escritura más limpia, fotografías poco conocidas y bibliografía actualizada.
Guillermo Buitrago nació en Ciénaga, cuando esta ciudad estaba en pleno furor bananero bajo el monopolio de la multinacional estadounidense United Fruit Company - UFCo. En los inicios de la bonanza, en la primera década del siglo XX, muchas de las antiguas casas de Ciénaga fueron demolidas y remplazadas por unas construcciones de estilo republicano, bajo la dirección de un arquitecto norteamericano recomendado por la UFCo. Esas nuevas construcciones donde pasaron a vivir los terratenientes cienagueros y los comerciantes llegados de todas partes, configuraron el centro histórico de Ciénaga que varias décadas después sería declarado Monumento Nacional y Pueblo Patrimonio.
Ciénaga fue el municipio de mayor población y dinámica comercial del departamento del Magdalena durante el siglo XIX y gran parte del XX. Las bonanzas tabacalera y bananera generaron un flujo migratorio desde las diferentes regiones colombianas, y también del exterior, hacia Ciénaga y toda la zona agrícola que se extendía desde esta población hasta Fundación (Viloria, 2009). Durante el boom bananero llegaron de la Guajira y la Mojana los padres de Gabriel García Márquez (1927-2014), del Tolima la familia de Leo Matiz (1917-1998) y de Antioquia el padre de Guillermo Buitrago (1920-1949), para solo citar a estos tres personajes. Pero también llegaron los españoles Ramón Vinyes, el Sabio catalán de Cien años de Soledad, y el comerciante Agapito Clavería, en cuya tienda trabajó Roberto Buitrago, el padre de Guillermo.
La madre de Guillermo Buitrago fue la cienaguera Teresa Henríquez de la Hoz. Su familia paterna fueron judíos sefardíes que llegaron a Ciénaga a mediados del siglo XIX. En ese período, la subregión agrícola se abrió al mercado internacional, cuando algunos empresarios europeos y otros locales aprovecharon el fin del estanco del tabaco para iniciar los cultivos de la hoja. Uno de esos fue Jacob Henríquez de Pool, judío sefardí de padres curazaleños, quien conformó junto con otros empresarios una sociedad para cultivar tabaco y exportarlo a Alemania. Por su parte, la familia De la Hoz tenía una larga tradición en la subregión del Bajo Magdalena, en poblaciones como Sabanalarga, Soledad, El Piñón o Ciénaga, donde se destacaron algunos de sus miembros como médicos, ganaderos, comerciantes o telegrafistas. Ese fue el entorno familiar que encontró Guillermo al nacer: un padre antioqueño, comerciante como casi todos, quien abandonó a su familia costeña y se remontó de nuevo en tierras andinas. Una madre cienaguera que se hizo carga de toda la prole de sus siete pequeños hijos.
Guillermo creció en una ciudad que era tanto el epicentro de la economía bananera, así como portadora de una tradición musical que se enriqueció con los aportes de las migraciones que pasaron por allí de tiempo atrás. Así, por ejemplo, la pequeña colonia cubana que se estableció en Ciénaga a finales del siglo XIX trajo consigo parte de su cultura musical, que luego fue difundida desde las primeras décadas del siglo XX por los discos en acetato y la radio. Los cubanos también fueron los encargados de introducir el negocio de las “academias de baile”, que funcionaban como unos burdeles encubiertos donde se producía música para banda con letras picantes. En estas “academias” trabajaron y dieron sus primeros pasos músicos como Eulalio Meléndez, Lucho Bermúdez, Andrés Paz Barros, Antonio María Peñaloza y Humberto Daza, entre otros (Moscarella, 2002). Además de los anteriores, en esta subregión desarrollaron parte de su carrera musical artistas como Esteban Montaño, Julio Bovea, Pacho Rada, Abel Antonio Villa y Luís Enrique Martínez, entre otros.
Cuando Buitrago se hizo músico y empezó a crecer su fama, salió de Ciénaga para hacer presentaciones en Santa Marta, Fundación, Barranquilla, Cartagena y Valledupar, entre otras poblaciones. En Valledupar conoció a compositores como Rafael Escalona y Tobías Enrique Pumarejo, grabando por primera vez la música provinciana de carácter rural, llevándola a escenarios urbanos como Barranquilla, Cartagena, Bogotá y otras ciudades. Es por eso que Buitrago ha sido considerado como el precursor de la música vallenata, al grabarla en su estilo característico con guitarra en 1943. Al año siguiente Abel Antonio Villa hace la primera grabación con acordeón, en cuyo conjunto también estuvo Buitrago con su guitarra (Viloria, 2018).
Los orígenes de ese estilo híbrido de Buitrago de cantar y de tocar la guitarra se puede encontrar en la tradición musical cienaguera, que se remonta hasta finales del siglo XIX con Eulalio Melédez; a la influencia cubana que dejaron los inmigrantes que llegaron a la región, así como a los discos y emisoras cubanas que se sintonizaban en Ciénaga y todo el Caribe colombiano; al ancestro andino de su padre y muchos de los comerciantes de Ciénaga, que trajeron consigo la tradición musical de su terruño y la música provinciana del Magdalena presente en Ciénaga.
El libro de Edgar Caballero Elías nos muestra unas facetas de Buitrago como precursor no solo de la música provinciana o vallenata, sino de otros proyectos poco conocidos como periodista y publicista. Es así como Buitrago editó unas publicaciones que él mismo producía y vendía puerta a puerta y grabó jingles que varias empresas de Ciénaga, Santa Marta, Barranquilla y Cúcuta le contrataron al Jilguero de la Sierra Nevada, como lo bautizó el empresario cartagenero Antonio Fuentes.
Cuando estaba en un momento creciente de su carrera y con el proyecto de internacionalizar su música, Guillermo Buitrago murió en 1949, a la edad de 29 años. El vallenato apenas empezaba a consolidarse y en las dos décadas siguientes el acordeón se impuso como el instrumento líder de este género musical, desplazando la guitarra a un segundo plano. Siete décadas después de la muerte de Buitrago su música sigue viva, principalmente en época de fin de año, y en Ciénaga se celebra desde hace varios años el Festival de Música con Guitarra Guillermo Buitrago. Larga vida y buena salud para este Festival.