Juan Francisco Decoud

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Juan Francisco Decoud
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Claudio Fuentes Armadans

juan francisco decoud

De la Legión a La Regeneración

colección

protagonistas de la guerra guasu

grupo editorial atlas

Prólogo

Juan Francisco Decoud es posiblemente la personificación de los legionarios paraguayos que lucharon junto al ejército aliado en la Guerra Guasu. Este libro nos aproxima a su vida y a través de ella a lo que un grupo de paraguayos consideró en ese momento una posición política válida, opción que sería su sambenito.

Se ha incluido su biografía en la colección Protagonistas de la Guerra Guasu con el fin de que los lectores puedan conocer a todos los sectores en disputa dentro de la sociedad paraguaya a mediados del siglo xix. Decoud fue un hombre que representaba a la élite tradicional paraguaya cuya familia se enfrentó al doctor Francia, colaboró con Carlos Antonio López hasta que diversas situaciones lo llevaron a buscar la protección en la Argentina y se volvió su adversario político, así como de su hijo Francisco Solano.

El autor escribió una obra que permite comprender a la persona que fue Juan Francisco y su transitar en la vida económica, política y social del Paraguay en el siglo xix. Combatió con sus hijos mayores del lado aliado enfrentando al ejército paraguayo, donde sus hijos menores fueron enrolados y obligados a luchar, esa situación y otros avatares son contextualizados y explicados con precisión.

El libro aporta interesantes datos que permiten conocer las circunstancias por las que atravesó Juan Francisco Decoud, quien tuvo que retirarse de la vida pública hasta su muerte, pues una nueva generación —en la que se encontraban sus hijos— tomó el control de la situación política en la posguerra.

Herib Caballero Campos

Marzo de 2020

Introducción

“El movimiento teórico-metodológico de la biografía está yendo hacia la construcción de un paradigma que intenta conciliar el cómo tejer la vida del sujeto (las acciones que desarrolla y los sentimientos y emociones que marcan su existencia), los roles que desempeña (familiares, sociales y laborales) y los contextos en los cuales transita (íntimo, familiar, local, nacional, internacional) y que van retroalimentando sus quehaceres cotidianos. La biografía se convierte en arte cuando logra construir un puente entre el dato duro de la historia y la narrativa imaginativa, tema que ha cautivado el interés de un número cada vez mayor de biógrafos”.

Mílada Bazant, en Retos para escribir una biografía

Este trabajo tiene como objeto de estudio la vida de Juan Francisco Decoud Berazategui (1813-1897), un hombre de la élite social y económica paraguaya del siglo xix, y por cuya vida y obra se puede vislumbrar la política y la sociedad del Paraguay de aquel entonces: un país en tránsito permanente, de la Colonia a los primeros regímenes que conformaron el Estado paraguayo, a la Guerra contra la Triple Alianza desde la Legión Paraguaya y la regeneración del país por medio de la instauración del liberalismo de posguerra.

Este libro se divide en tres capítulos: el primero dedicado a ahondar en el contexto familiar de Juan Francisco Decoud y en su rol social, político y económico en tiempos de la dictadura del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840), así como sus relaciones y disputas en torno al gobierno de don Carlos Antonio López (1844-1862).

El segundo capítulo trata sobre la Guerra Guasu, y se dedica a la explicación sobre el exilio paraguayo, la conformación y actuación del protagonista en la Legión Paraguaya —con sus alianzas y disputas internas—, así como las circunstancias y dificultades que la familia Decoud tuvo que afrontar durante el periodo del conflicto bélico.

El tercer y último capítulo tiene que ver con La Regeneración, no solo comprendida como el nombre del periódico, sino referente al concepto y su aplicación en el itinerario político final del personaje en cuestión y de su familia en el contexto de la posguerra y de la reconstrucción de un Paraguay casi totalmente destruido.

Un biógrafo que busque vender ejemplares del libro diría que “Juan Francisco Decoud fue un personaje polémico”, sin embargo, los protagonistas históricos no son polémicos por sí mismos solamente: es más probable que la polémica sea construida por cierto tipo de relato o narración cuyo discurso apunte en ese sentido de impacto en el lector. Este trabajo procura apartarse de ese tono polémico y sensacionalista, y busca que la biografía sobre Decoud sea un vehículo para entender mejor a un determinado grupo social y sus roles en el periodo histórico en que le cupo actuar en la historia paraguaya y regional.

Por lo tanto, y a modo de advertencia inicial, el lector que busque en estas páginas justificar sus líneas discursivas es probable que se sienta decepcionado, tanto para los detractores como para los fanáticos de una u otra tendencia discursiva. Este trabajo apunta a que todo hecho histórico, por más apariencia de individualidad en el accionar, responde a una estructura determinada y que incluso hasta el comportamiento sentimental de una persona —como se verá más adelante— se explica en un contexto social ya estudiado por otros investigadores.

También esta procura no ser una historia bélica, la cual muchas veces en la historiografía paraguaya no distingue lo que es la pólvora del pasado con la tinta del momento de la escritura: quedando entonces el objeto de estudio reducido a un discurso funcional al conocimiento como dispositivo del saber-poder, que tanto criticó Michel Foucault. Esta es una historia eminentemente social, económica, política y cultural, y trabaja desde esos abordajes sobre el personaje en cuestión.

Finalmente, quiero agradecer al colega historiador Herib Caballero Campos por la invitación a escribir este proyecto sobre Juan Francisco Decoud. También quiero agradecer a la colega historiadora Bárbara Gómez, con quien siempre intercambiamos pareceres y datos sobre los protagonistas decimonónicos del Paraguay finisecular. Así como al Grupo Editorial Atlas por confiar en el proyecto.

Es interesante ver cómo a pesar de que pensaba en 2016 que, con la publicación de mi tesina de grado en historia iba a ser lo último que escribiría sobre el tema de los legionarios. Sin embargo, y como si fuera casi una maldición, estos fantasmas del pasado me siguen susurrando sus acciones, y yo los escucho atentamente; como lo hizo en su momento Nicolás Maquiavelo, quien en sus noches de destierro visitaba a los antiguos en sus cortes, y estos le explicaban el porqué de sus acciones. He de comentar que Juan Francisco Decoud ha sido un interlocutor amable con el autor, y espero que lo sea con el público lector.

capítulo i

El Paraguay de la primera República

“Los hombres de la generación del coronel Juan Francisco Decoud nacieron y alcanzaron la edad viril en la época de aquel encierro pavoroso”.

Héctor Francisco Decoud

En esta frase, el hijo del protagonista define bajo la perspectiva de La Regeneración al Paraguay enclaustrado en el cual Juan Francisco Decoud vivió en su juventud. Un país que nacía en aquel momento, y que se debatía entre las disputas políticas posteriores a la emancipación de mayo de 1811, así como al triunfo del proyecto autonomista y autárquico del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia. De igual forma, Decoud tuvo que sortear el final de este periodo, el tiempo López guare previo a la gran y sangrienta conflagración que destruyó el Paraguay y que lo tuvo como uno de sus protagonistas.

La conformación de la familia Decoud

El primer Decoud en establecerse en el Paraguay fue Juan Francisco de Coud —como era escrito originalmente el apellido— y fue un natural de la isla de Cerdeña del Ducado de Saboya —actualmente en Italia—, que nació en 1739 y se casó con doña Isabel de los Santos, mujer de origen portugués.

Juan Francisco Decoud Berazategui nació el 13 de mayo de 1813 en Asunción: en plena efervescencia de los procesos de independencia en el Paraguay y en el Río de la Plata. Apenas dos años antes, la Provincia del Paraguay obtuvo su autonomía tanto de Buenos Aires como de España; y unos meses después, el 12 de octubre de 1813, se declaró la primera República de América del Sur. Tuvo como hermanos a Mónica, Ramón Cipriano, Catalina, Venancio, José María, Gregorio, Ángel, Teodoro, Carlota, Cayetano, Dionisio y Antonio. Esta lista está basada en el trabajo de Manuel Peña Villamil y Roberto Quevedo, otros textos mencionan también como hermanos a Buenaventura Decoud —a quien se lo conoce también como Ventura— y Pedro Nolasco Decoud. Para ser más claros, todos los Decoud del siglo xix eran parientes cercanos, ya que descendían del mismo tronco iniciado en el siglo xviii con Juan Francisco de Coud.

Su padre era el capitán Juan Francisco Decoud de los Santos (1763-1831) y su madre era María Faustina Berazategui (1781-1852). Ambos se casaron en el templo de La Encarnación el 23 de octubre de 1797, siendo ella hija legítima de don Juan Ignacio Berazategui y de doña Rosa González. El matrimonio Decoud Berazategui formaba parte de la más distinguida élite asuncena del final del periodo colonial borbónico y de principios del periodo independiente, como sostienen Roberto Quevedo y Manuel Peña Villamil: “Los Decoud de fines del siglo xviii, surgidos de la nueva burguesía y recién afirmados luego de la Independencia, se impusieron por su carácter y abierta inteligencia”.

Con sus hijos y respectivas proles, los Decoud Berazategui conformaron una de las familias destacadas de la Asunción de principios del siglo xix. No se tienen mayores datos de la juventud de Juan Francisco Decoud Berazategui, sino más que suponer por los indicios de que recibió una educación acorde con las limitaciones del régimen francista y de su época, y que a pesar de ello era un hombre medianamente ilustrado que probablemente ya incursionó en los negocios familiares desde muy joven, es de suponer, en compañía de su padre.

 

Gracias a un documento que se encuentra en el Archivo Nacional de Asunción: se conoce el caso de María Úrsula León, viuda de Francisco Antonio Encinas, quien demandó en 1845 a Juan Francisco Decoud por embarazar a su hija bajo falsa promesa de matrimonio. La madre y sus tres hijas vivían en la jurisdicción de la parroquia San Roque. Según la denuncia, Decoud entró en la casa sigilosamente y convenció de tener relaciones sexuales a la hija mayor, Vicenta Encinas, bajo falsa promesa de matrimonio.

Posteriormente, la denunciante sostuvo que Decoud reconoció ser el responsable del embarazo de la hija. Finalmente, se arregló el tema con una indemnización con base en algunos bienes muebles. Según la historiadora Ana Barreto Valinotti —quien se dedica a la investigación de historia social y de género—, los reclamos judiciales en este tipo de disputas se daban en muchos casos por parte de mujeres que se encontraban en una situación económica más vulnerable que la del hombre demandado. En el legajo judicial se incluyó una carta para Vicenta Encinas de puño y letra de Juan Francisco Decoud, que se reproduce a continuación:

Mi predilectísima [sic] Miluz [sic] y Vínculo de mi amor: un desgraciado amador viéndose afligido con las activas llamas del afecto que te profesa, y no pudiendo encontrar lugar oportuno y suficiente para poderte explicar verdaderamente los tormentos que me abaten, he recurrido a esta triste pluma para decirte parte del inmenso cúmulo de cosas que me causan tu ingrata correspondencia aun conociendo en mí incapacidad, y [sic] insuficiencia mi escases de voces y senme [sic] este pliego de papel poco suficiente para ponerte lo que mi corazón desea decirte.

Buscando mi felicidad intenté formar un cimiento bajo las arcas de tu amor, donde pudiese reposar mi afligido corazón, pero Vos como desconocida e ingrata sin compasión, he inumana, [sic] no has querido formarme un plan sólido ni cederme los materiales para poderlo edificar, solo me distes una corta esperanza, pero esta como fue formada de una maza [sic] tan débil y sin ninguna solidez quedó convertida en desdén, esto me ha sido más sensible que me diste tu palabra para estar en la faz de tu presencia en una ora [sic] propia, evitar la mordacidad y juicio del vulgo temerario; pero que al contrario me ha salido, no habiendo esperado en vos esa poca consecuencia y ese carácter tan falso.

Y así vida de mi vida dueña de mi corazón, ya que veo palpablemente frustrado el designio de mi amor, he tenido a bien resignarme a padecer en mi triste soledad, aun conociendo que tu ausencia me ha de ser muy gravosa, pero más pesada me será tu presencia, siendo esa persona de quien me he conceptuado de pendiente, a quien ha cautivado mi amor y no poderte gozar, nada más que por tu incompleta voluntad.

Ha sido mi amada Miluz [sic] si consideradas las fatigas de mis tormentos, te aseguro ablandaría ese corazón empedernido, pero conozco tienes gusto en verme padecer, sin más desisto, que el quererte, y más culpa que el amarte, y apartar de tu una persona que seguramente te servía de azar, y comprometerte a todos los sacrificios mayores de este mundo, pero su en adelante ya no tendrás esta molestia que te pueda violentar, descansa mi corazón vos, yo padeceré, pues el agua me sirve de hiel, la comida de veneno, y así es que mi sustento es gemir y suspirar; pues si el aberte [sic] querido y pretendido es delito, confieso que estoy cargado de crímenes para con vos, pero perdona alma pura y casta a un hombre de esta naturaleza que nunca te será falso ni engañador.

Por último, dueña de mi alma, un favor os voy a pedir, y es que no formes en mi causa de ingratitud a mi retiro ni menos de agravio, pero sí de bastante sentimiento, y con esta inteligencia, sin ninguna repugnancia, y con toda satisfacción, como dueña arbitra de mi voluntad depositada en ti, dispondrás de este tu fiel y constante amador que mientras la parca sangrienta no determine de mi triste Vulto, [sic] cree firmemente que soy el que he sido.

Siempre tuyo, Juan Francisco Decoud.

Este documento es muy interesante, ya que muestra que probablemente ella sabía leer —firma con su nombre en el expediente— o tenía alguien de confianza para que le leyera —el contenido es muy íntimo— y que también Juan Francisco Decoud tenía, a pesar de las limitaciones del medio, un nivel literario y de educación elevados a pesar de ser educado en el Paraguay enclaustrado del doctor Francia.

Si bien es cierto que aplicar los estándares morales del presente a este hecho es un anacronismo —uno de los vicios de la labor del historiador es aplicar la psicología, moral y los valores del presente en sujetos del pasado—, es importante poner en perspectiva de derecho las acciones de los protagonistas pretéritos. La naturaleza de la misiva aparentemente romántica, y como la madre denunció, abusa de los sentimientos de la joven al echarle la culpa de todos los acontecimientos a ella. Recordemos que el propio mariscal Francisco Solano López tuvo toda su numerosa prole de distintas compañeras y no estaba casado con ninguna de ellas. Esta actitud era considerada normal de un hombre paraguayo en el siglo xix.


También muestra que el engaño y el abuso de los cuales las mujeres son víctimas estaban ya vigentes en el Paraguay decimonónico, pero también que las mujeres reclamaban sus derechos cuando se veían ellas y sus familias afectadas. La historiadora Bárbara Potthast —especializada en historia de las mujeres desde la perspectiva de género— basó gran parte de sus investigaciones en los expedientes judiciales, en los cuales las mujeres exigían reparaciones y el cumplimiento de los pocos derechos de los que ellas gozaban; logrando que Paraguay sea más un país de mujeres protagonistas que el famoso paraíso de Mahoma del cual se hablaba. Respecto a las relaciones extramatrimoniales y a los embarazos a consecuencia de ellas en el Paraguay de mediados del siglo xix, Potthast sostiene:

[…] Eran muy comunes. Esto se manifiesta en el elevado número de nacimientos ilegítimos, el escaso número de celebraciones matrimoniales y la gran cantidad de hogares con mujeres solas con hijos […]. Una joven paraguaya que tenía relaciones sexuales antes del matrimonio no quedaba automáticamente deshonrada por ello, incluso cuando de esta relación se hubiera originado un embarazo. No obstante, las mujeres de este país también debían preocuparse constantemente por su “buen nombre”.

Posteriormente, Juan Francisco Decoud Berazategui (13 de mayo de 1813-12 de abril de 1897) se casó en 1846 con Concepción Domecq Grance (1816-1 de octubre de 1896), con quien tuvo nueve hijos:

1. Juan José: nació el 23 de febrero de 1847 y falleció el 4 de diciembre de 1870. Intelectual, periodista y miembro de la Legión Paraguaya. Fue convencional nacional constituyente y redactor de un proyecto de carta magna.

2. José Segundo: nació el 13 de mayo de 1848 y falleció el 4 de marzo de 1909. Intelectual, periodista, estadista y miembro de la Legión Paraguaya. Ocupó casi todas las magistraturas posibles durante la posguerra, menos la presidencia de la República. Fue fundador e ideólogo de la Asociación Nacional Republicana —Partido Colorado, y político fundamental en la reconstrucción del Paraguay de fines del siglo xix.

3. Josefa Constancia: nació el 27 de julio de 1849, y falleció el 28 de marzo de 1866. Murió en el Paraguay durante la guerra, víctima de privaciones.

4. Josefa Consolación: nació el 1 de mayo de 1851 y murió el 16 de abril de 1852.

5. Adolfo Luis: nació el 25 de agosto de 1852 y murió en 1924. Abogado e intelectual paraguayo, que posteriormente se radicó en Buenos Aires y participó de numerosos círculos intelectuales y académicos.

6. Eduardo: de quien se sabe que nació el 20 de diciembre de 1853, pero no la fecha de su muerte, ya que murió como niño soldado en el ejército paraguayo, probablemente de hambre o enfermedad.

7. Héctor Francisco: nació el 9 de julio de 1855 y murió el 25 de diciembre de 1930. Durante la guerra fue niño soldado hasta que cayó capturado por los aliados y devuelto a su familia. Fue posteriormente político, periodista e intelectual importante entre fines del siglo xix y las primeras tres décadas del siglo xx.

8. María Concepción: nació el 11 de setiembre de 1856 y murió en 1916. Sobrevivió a las penurias de la guerra.

9. Diógenes: nació el 10 de noviembre de 1857 y murió el 2 de octubre de 1920. Sobreviviente de las penurias de la guerra, se radicó en Buenos Aires posteriormente, donde llevó una destacada labor científica desde la medicina, así como intelectual y periodística.

Aparentemente, Juan Francisco Decoud Berazategui y Concepción Domecq de Decoud contrajeron nupcias estando ya embarazada ella del primer hijo del matrimonio. Si se tienen en cuenta las investigaciones realizadas por la historiadora Bárbara Potthast, en cuanto a las mujeres en el Paraguay del siglo xix, se puede observar que, dentro de la conformación de las familias de élite, situaciones como el concubinato o familias que no estaban conformadas dentro de lo que se consideraba un matrimonio “cristiano” eran comunes. Como sucedió en el caso anterior, era usual en aquella época que se consumaran relaciones sexuales con la promesa de matrimonio, por ello, el incumplimiento de esa promesa era un hecho que tenía cierta gravedad, y por ello las mujeres afectadas recurrían a la justicia. En este caso, y a diferencia del anterior, Juan Francisco cumplió su promesa matrimonial a Concepción consiguiendo legitimar su situación. Quizás a diferencia de Vicenta Encinas, Concepción Domecq Grance tenía un entorno patricio en el cual hacer reclamar el matrimonio a Juan Francisco Decoud, aparte de un mayor sostén económico, por lo que si llegaba a incumplir esa promesa a Domecq como lo hizo con Encinas, es probable que se hubiera metido en un aprieto importante.


Doña María Concepción Domecq Grance era, a su vez, hija del prócer de la independencia paraguaya Manuel Domecq y de doña Josefa Antonia Grance, hija de don Juan Manuel Grance, quien sería preso primero y posteriormente fusilado por orden del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia. Estos hechos —sumados a su calvario como destinada durante la Guerra Grande— harían que, en sus funerales, el periódico La Democracia se expresara, el 2 de octubre de 1897, sobre ella:

La extinta conservaba un odio inextinguible hacia los tiranos de su patria, e inculcó constantemente este sentimiento a sus hijos, a quienes amaba con un amor digno de las matronas paraguayas, que en todas las épocas de nuestra historia han consagrado el más sublime culto de amor a la patria y a la familia.

La versión de que Manuel Domecq haya sido prócer de la independencia fue discutida en su momento por el intelectual Manuel Gondra, quien acusó a José Segundo Decoud de querer hacerse él con una “estirpe patricia”. Estas polémicas historiográficas de la década de 1890 son objeto de estudio de las investigaciones de la historiadora Bárbara Gómez. Se han reconstruido estos datos genealógicos de Juan Francisco Decoud gracias a la colaboración del genealogista Martín Romano García, de documentos del Archivo Nacional de Asunción: de los trabajos de Manuel Peña Villamil y Roberto Quevedo, además del auxilio de medios digitales de genealogía en internet.

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