Buch lesen: «No somos niños»
No somos niños: representaciones problemáticas de la infancia
Catalina Donoso Pinto
Ediciones Universidad Alberto Hurtado
Alameda 1869 – Santiago de Chile
mgarciam@uahurtado.cl – 56-228897726 www.uahurtado.cl
Este libro fue sometido al sistema de referato ciego.
Registro propiedad intelectual Nº 310758
ISBN libro impreso: 978-956-357-225-4
ISBN libro digital: 978-956-357-226-1
Coordinadora Colección Literatura: Betina Keizman
Dirección editorial: Alejandra Stevenson Valdés
Editora ejecutiva: Beatriz García-Huidobro
Diseño interior y portada: Francisca Toral
Imagen de portada: Alamy
Diagramación digital: ebooks Patagonia
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A Maruja Pinto Altamira, por su espíritu de cerro nortino, que me enseñó a mirar con ternura la aridez y con suspicacia el extremo verdor.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
PRIMERA SECCIÓN UN ESPEJO DEFORMADO
CAPÍTULO I El retorno de Los olvidados: la infancia como sumidero
CAPÍTULO II Sin imágenes del futuro: niños y adolescentes en dos filmes de Víctor Gaviria
CAPÍTULO III El ojo que vigila: una lectura de la infancia en El planeta de los niños de Valeria Sarmiento
SEGUNDA SECCIÓN LENGUAJE
CAPÍTULO IV Tire dié: niño que habla
CAPÍTULO V Shunko y Dungún: lenguaje e infancia como territorio de conflicto
TERCERA SECCIÓN ESPACIOS Y TRÁNSITOS
CAPÍTULO VI Niños errantes: la cámara como prisión o como puerta de salida
CAPÍTULO VII Detención en movimiento: el no-adulto como fuerza rebelde en dos filmes chilenos contemporáneos
CAPÍTULO VIII Sobre algunas estrategias fílmicas para una propuesta de primera persona documental
CUARTA SECCIÓN MEDIOS
CAPÍTULO IX Infancia e intermedialidad: traducción de la experiencia en Joven y alocada,El futuro, El año en que nací, y Space Invaders
CAPÍTULO X Paisajes de infancia en la memoria política: cine documental, novela y narrativa gráfica chilenos
A MODO DE CIERRE CRECER TORCIDO: EL TRÁNSITO COMO INSURRECCIÓN
BIBLIOGRAFÍA
IMÁGENES
AGRADECIMIENTOS
“¿Niños nosotros?”. Nos mirábamos los unos a los otros. Mirábamos al Río y hacia el Puente. Veíamos nuestras vidas huecas y vacías, observábamos los garrotes y puñales que teníamos entre las manos y nos preguntábamos: “¿niños nosotros?”
(El Río, Alfredo Gómez Morel)
INTRODUCCIÓN
FUERA DE CUADRO: LA IRRUPCIÓN INCÓMODA DE LA INFANCIA
A mediados de marzo de 2017, el video de una entrevista realizada por la BBC a un académico norteamericano se volvió viral. En el clip de menos de cuatro minutos de duración, el cientista político Robert Kelly —quien desarrolla su carrera como investigador en la Universidad Nacional de Pusan, en Corea del Sur— intentaba explicar un asunto de política internacional contingente mientras sus hijo e hija, de nueves meses y cuatro años de edad, respectivamente, irrumpían en la escenografía doméstica especialmente armada para la ocasión y truncaban la emisión en directo. La imagen recorrió el mundo en pocos minutos y tuvo múltiples versiones que la recreaban con abundante humor, además de generar discusiones en torno al actuar de la madre del niño y la niña, quien los sacó de cuadro apenas se percató de lo que ocurría, literalmente arrastrándolos fuera de la habitación. En el momento en que conocí el video y pude verlo (no una, sino muchísimas veces, junto a algunas de sus adaptaciones), me pareció un material valioso para ejemplificar nuestra relación con los medios y las imágenes, así como la fuerza simbólica de la infancia. Me pareció curioso también, y en esto no me voy a detener demasiado, cómo la escena servía a los acusadores de turno para cuestionar y juzgar el proceder de una familia a la que ni siquiera conocían. Pero a mí lo que me interesaba era la imagen como representación, no como ejemplo de ninguna verdad encarnada en la manera cómo una familia específica desarrolla sus relaciones (lo que no deja de estar vinculado a los imaginarios construidos en torno a la familia como institución privilegiada para el resguardo de la infancia). En ese sentido, la figura de los hijos del académico servía como ejemplo perfecto para la aproximación a la infancia sobre la que estuve trabajando estos últimos años. La infancia como una fuerza que desarma y desarticula los andamios de la sociedad adulta, que la pone en jaque y la hace exhibir su trastienda. Me detendré un poco más en el ejemplo porque hay algunos detalles que ayudan a entender su pertinencia.
El profesor está solo frente al computador, en el que parece ser el dormitorio principal de la casa. El espacio íntimo ha sido trocado en lugar de trabajo a través de la imagen de un mapa del mundo que cuelga de la pared ubicada a espaldas del entrevistado (es probable que haya sido instalado estratégicamente allí para la ocasión) y en la cama se sitúan muy ordenados algunos libros asociados al tema tratado, exponiendo de manera indiscutible su posición momentánea, utilería clave para adornar este territorio privado transformado en sede de lo público. Kelly habla, explica y responde las preguntas de su entrevistador, cuando intempestivamente la puerta que debía mantenerse como muro infranqueable se abre y por ella ingresa una niña de trenzas, haciendo gala de un baile del que solo ella conoce las reglas coreográficas. Esa primera entrada ya desarticula los signos que hasta entonces sostenían el código de la entrevista. La seriedad se rompe, la oficina se transforma. La niña se acerca al padre, el periodista lo advierte de la presencia de la pequeña y Kelly intenta neutralizarla con su brazo izquierdo, haciéndole notar cuál es el límite que no debe traspasar. En ese mismo momento entra el hermano menor, una guagua de menos de un año, desplazándose gracias a un andador y muy pronto entra la madre, agachada, intentando quedar fuera de cuadro, pero sin conseguirlo, y dando lugar al instante más jocoso de todo el video. La madre trata de sacarlos a ambos de la habitación: libros caen de su lugar temporal, niños lloran ante el brusco cambio en sus propósitos, madre e infantes reptan fuera de la escena hasta que un golpe brusco de la puerta nos deja otra vez frente a la escenografía original, que ya no puede volver a ser la misma. Hemos visto entrar a la infancia desarmando los códigos de la sociedad que la disciplina, irrumpiendo en su escenario para recordarnos su carácter artificial.
Antecedentes de un tema de investigación
El origen de mi trabajo en torno a la infancia se vincula con el tema de investigación de mi tesis doctoral. La primera intuición que me llevó a enfocarme en la representación de la infancia en el cine latinoamericano fue la recurrencia de la presencia de niños y niñas en películas que abordaban la marginalidad. De algún modo, había una potencia simbólica en esas figuras infantiles que exacerbaban las carencias y pesares de grupos humanos sufriendo desigualdad y abandono. Así comenzó un proceso que inicialmente se proyectó de manera ambiciosa (como suele ser la primera etapa de las tesis de grado), pensando abarcar desde mediados del siglo XX a inicios del XXI, para terminar enfocándose, modestamente, en cinco filmes latinoamericanos, ubicados temporalmente entre inicios de la década del cincuenta y fines de la de los sesenta. Una de las características relevantes de la perspectiva adoptada, partiendo de un corpus fílmico en que efectivamente los protagonistas eran niños y/o niñas, era la de intentar desentrañar un “lenguaje de la infancia” que la obra audiovisual proponía y que entraba en diálogo con algunas de las concepciones vinculadas a la infancia que como sociedad moderna hemos construido. El punto de partida fue reconocer esa carga simbólica asignada a la infancia, que supera la inscripción real de ciertos individuos particulares y sus biografías específicas, para entender la infancia como una arquitectura conceptual que no se ancla solamente en la existencia efectiva de niños y niñas, sino que se instala también en los imaginarios para servir diversos usos y prácticas.
Dicho proyecto de investigación, constituyó solo una primera etapa de mi acercamiento al tema. Más tarde, tras adjudicarme un fondo de investigación del estado (Fondecyt Iniciación 2012), tuve la oportunidad de ampliar la exploración teórica de la infancia a partir de ejemplos más contemporáneos, que pusieran en diálogo la producción audiovisual con la literaria e incluso la teatral. Esta etapa duró dos años y significó complejizar la primera aproximación, pero sin renunciar a la perspectiva que ponía en juego el nivel temático (en que la presencia de personajes infantiles protagonistas era requisito fundamental) con el formal o estético, al proponer que las obras debían constituirse a sí mismas como discursos de infancia. En todos los casos, tal como había ocurrido en la investigación doctoral, me interesaban propuestas complejas, en las que la infancia fuera un espacio de conflicto, una entrada incómoda al aparato cultural. Tal como los hijos de Kelly en la famosa entrevista mencionada al inicio.
En este libro se presentan los artículos provenientes de estas dos etapas de investigación. Casi todos ellos fueron publicados en revistas especializadas en versiones muy similares a las que aparecen aquí. He intentado agruparlos según algunas afinidades temáticas, y no en orden de escritura o publicación. Así, el libro se divide cuatro secciones: Un espejo deformado, Lenguaje, Espacios y tránsitos, Medios. La primera sección reúne textos en los que he querido enfatizar la capacidad de ciertas visiones de la infancia de no intentar reducirla en el acto de representación, sino devolver la mirada a la sociedad adulta que trata de definirla y cercarla. Son construcciones incómodas, donde la figura de niños y niñas nos mira de vuelta. En esta sección se encuentran los capítulos “El retorno de Los olvidados: la infancia como sumidero”, que revisa una de las más importantes piezas fílmicas del periodo mexicano de Luis Buñuel; “Sin imágenes del futuro: niños y adolescentes en dos filmes de Víctor Gaviria”, que analiza las visiones anómalas de niñas y niños presentadas en Rodrigo D. No futuro y La vendedora de rosas; y “El ojo que vigila: una lectura de la infancia en El planeta de los niños de Valeria Sarmiento”, que analiza un documental poco conocido de la realizadora chilena, cuya entrada en un mundo eminentemente infantil, desenmascara los juegos de poder y adoctrinamiento presentes en la construcción de este universo creado a la medida de menores de edad.
El lenguaje es un tema que se relaciona con la infancia de manera estrecha. Ya sea porque esta última aparece como el lugar donde se desarrolla el proceso de adquisición del primero, como por las restricciones y regulaciones respecto de ejercer su derecho a hablar que sufre la infancia desde su posición subalterna. Este es el problema que se aborda en la segunda sección, desde la perspectiva de los siguientes artículos: “Tire dié: niño que habla”, donde se trata el uso del doblaje en el emblemático documental de Fernando Birri; y “Shunko y Dungún: infancia y lenguaje como territorio de conflicto”, en que a partir de dos filmes latinoamericanos de distintas épocas y géneros, se revisa la relación de los personajes infantiles y la reflexión respecto de lenguas vernáculas que desarrollan los filmes.
La tercera sección pone atención en los espacios concretos asignados a cierto tipo de infante, así como los esfuerzos por parte de los protagonistas de movilizarse fuera de ellos, creando trayectos y detenciones inesperadas que desarticulan las preconcepciones del mundo adulto. Forman parte de esta sección los siguientes capítulos: “Niños errantes, la cámara como prisión o como puerta de salida”, una revisión de las películas Largo Viaje de Patricio Kaulen, Valparaíso mi amor de Aldo Francia y Crónica de un niño solo de Leonardo Favio; “Detención en movimiento: el no-adulto como fuerza rebelde en dos filmes chilenos contemporáneos” que analiza los espacios de tránsito transformados en lugares de permanencia en dos películas chilenas: Mami te amo de Elisa Eliash y Mitómana de Carolina Adriazola y José Luis Sepúlveda; “Sobre algunas estrategias fílmicas para una propuesta de primera persona documental”, el último capítulo de la sección, se dedica a abordar las experiencias como niñas exiliadas de Macarena Aguiló y Antonia Rossi, en los documentales El edificio de los chilenos y El eco de las canciones, respectivamente.
La sección final recoge dos textos que, teniendo a la infancia como objeto de estudio, examinan su figuración en obras que se desarrollan como proyectos intermediales. Los capítulos que componen la sección son: “Infancia e intermedialidad: traducción de la experiencia en Joven y alocada, El futuro, El año en que nací, y Space Invaders”, que se dedica a revisar los cruces mediales en dos obras fílmicas, una teatral y una literaria; y “Paisajes de infancia en la memoria política: cine documental, novela y narrativa gráfica chilenos”, que examina una novela gráfica y dos historietas, intentando relacionar sus temáticas y puntos de vista con la tendencia ya reconocida en la literatura y el cine documental chileno, a reivindicar el lugar de la infancia como sitio válido desde donde interrogar y elaborar catástrofes de tipo social y político.
Claves teóricas
Como ya señalé, este volumen recopila distintos artículos, casi todos publicados anteriormente en versiones muy similares en revistas académicas. Es por esto que algunos de los referentes teóricos pueden reaparecer para fundamentar diferentes análisis. Tomé la decisión de mantener estas referencias para que cada capítulo por separado no perdiera su consistencia. Quisiera aprovechar este espacio de la introducción para hacer un breve repaso de los autores y conceptos que suelen aparecer de manera recurrente a lo largo del libro y que fueron las aproximaciones que moldearon de manera más profunda mi propia mirada acerca de la infancia como construcción cultural.
Uno de los estudios más importantes sobre la infancia es el de Philippe Ariès, que inauguró además el interés de la historiografía por la figura de niños y niñas como objeto central de estudio. En su famoso libro El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, Ariès expone las transformaciones vividas por los sujetos infantiles en cuanto a la manera de considerarlos como tales y hacerse cargo de ellos. Esta nueva preocupación por la infancia vino acompañada también por las limitaciones en las posibilidades de su comportamiento. Volverse importantes significó también volverse visibles y por ende objetos de control y tutelaje.
Por su parte, Leslie Cadwell, considera a la infancia como uno de los mitos fundamentales sobre los que se sostiene la cultura moderna y sitúa ese creciente interés en la infancia a partir del periodo de posguerra, enfatizando además cómo los intentos por otorgar independencia y desarrollo a niñas y niños va aparejado de gestos de vigilancia y disciplina.
Por otra parte, muy significativo para la primera parte de la investigación, fue el trabajo de Allison James, Chris Jenks y Alan Prout, que en su libro Theorizing Childhood destacan las contradicciones sobre las que se ha constituido la idea de infancia en nuestra cultura y cómo algunas concepciones más arcaicas conviven con las modernas. Una propuesta similar elabora de manera independiente Chris Jenks en Childhood. Sus postulados fueron útiles al momento de elaborar oposiciones sobre las cuales articular el análisis: la inocencia versus la maldad, el pasado versus el futuro, la autonomía versus el control. Especialmente relevante fue la idea de “niño inconsciente” desarrollada para explicar un modo de entender la infancia, heredero de los aportes del psicoanálisis, donde el niño representa el pasado no resuelto del adulto (y por ende permanece), y puede confrontarse a asociaciones más comunes de niños y niñas a una idea de futuro o mundo por venir.
Más adelante en la investigación, las propuestas de Lourdes Gaitán y Claudia Castañeda fueron centrales para reparar en la condición adultocéntrica de cualquier aproximación a la infancia y la importancia de reconocer este sesgo inscrito en las lógicas adultas al momento de estudiar las obras e incluso de producirlas. Castañeda propone además una revisión crítica de la concepción de niños y niñas como sujetos en proceso, cuyo propósito está siempre diferido hacia convertirse en lo que no son: adultos. La idea de un human becoming en lugar de un human being de pleno derecho debe ser inspeccionada, no para anularla, sino para dotar de validez su modo de ser transitorio.
La noción de experiencia fue un concepto clave que abordé principalmente desde los textos de Walter Benjamin y la lectura que Martin Jay y Pablo Oyarzún hacen de ella. Su vinculación con el tema de la infancia está presente en Benjamin a través del modo de definir la experiencia de un modo opuesto para el adulto (marcado por la fijeza y la rigidez) y aquellos que no lo son: los jóvenes como espacio de la experiencia renovadora y vital. Asimismo, se dedica también a abordar la experiencia del trauma como un lugar de incomunicabilidad o separación de la propia experiencia y la capacidad de compartirla. Este último punto fue crucial para abordar obras que se planteaban desde las marcas de la violencia política y entender la revisitación de la infancia como una manera de reparar esa fractura. En este punto fue relevante también la mirada de Giorgio Agamben al definir conceptualmente una infancia del ser humano, en el sentido de una experiencia previa al lenguaje a la que ya no tenemos acceso pero construimos discurso a fin de recuperarla. En ese sentido, gran parte del corpus analizado fue escogido a fin de señalar sus esfuerzos por dar cuenta de esa “zona muda” sin recurrir a moldes previamente establecidos, sino que reconstituyendo un discurso que no traicione la lógica de esa experiencia infantil irrecuperable.
Por supuesto, las investigaciones de Jorge Rojas Flores sobre la infancia en Chile fueron un lugar de consulta reiterada en distintos momentos de la investigación y una entrada a los aportes de la historia social en el ámbito de la infancia. En ese sentido, vale la pena mencionar aquí también los trabajos de Gabriel Salazar y María Carolina Zapiola que me ayudaron a poner en relevancia la existencia no de una, sino de múltiples infancias, donde la marca de clase es una vía obligada para leer sus diferencias.
Finalmente, las investigadoras chilenas Lorena Amaro y Andrea Jeftanovic son dos nombres ineludibles en este volumen por sus trabajos en torno a la infancia, y en los que ambas reconocen las transformaciones en la autoridad de esa voz infantil para el discurso público, así como las modulaciones y características que dicha voz ha tomado en distintos momentos y en diversos formatos de la producción cultural.
Niños y niñas de carne y hueso
Poco más de un año antes de la viralización del video mencionado al principio, una noticia lúgubre ensombrecía los medios nacionales: la muerte de una niña de 11 años de edad, a cargo del Servicio Nacional de Menores (Sename) de Chile, en circunstancias que no podían determinarse claramente. Este hecho fue el grito ensordecedor que destapó una crisis marcada por la corrupción, el maltrato y la mala administración de la repartición pública que debía resguardar el cuidado de niños y niñas cuyas vidas familiares no podían ofrecerles seguridad y bienestar. Lourdes Gaitán plantea que la infancia está caracterizada por una suerte de invisibilidad, una desaparición del espacio público que solo se rompe cuando quienes tienen encargado su cuidado faltan a sus labores y entonces la niñez irrumpe intempestivamente. La situación del Sename tras el escándalo de Lissette Villa puede muy bien ser leída como ejemplo de esa exhibición de la fractura, en este caso con implicancias a nivel nacional.
Mientras trabajaba en la preparación de este libro, la historia de Lissette Villa me perseguía como una sombra. Mi labor como investigadora se relaciona con representaciones y construcciones culturales, no con “sujetos humanos vivos”, como suelo decir un poco en broma. Y me cuesta encontrar un modo de relacionar el interés por estudiar la infancia en todos sus aspectos y ámbitos con estos niños reales, que han visto traicionados sus derechos a tener una vida digna, sin sentir que frivolizo un tema complejo. Durante 2012 y 2013 formé parte de un grupo de investigación multidisciplinario que abordaba la victimización secundaria que viven niños, niñas y adolescentes durante los procesos legales que acompañan la denuncia por ser víctimas de abuso sexual. Integrar ese grupo y sus discusiones fue un modo de vincular mis investigaciones en torno a la representación de la niñez con los sujetos reales que marcamos como infantes, cuyas experiencias muchas veces nos permiten cuestionar decisiones y modos de ser enquistados en el así llamado mundo adulto.
Es verdad que la relevancia de la infancia como prisma para leer distintos aspectos de la sociedad ha tenido un florecimiento en los últimos años. Dentro de las iniciativas valiosas se cuentan el proyecto Infancia en Dictadura de la Universidad Diego Portales y el Centro de Estudios en Primera Infancia (CEPI). Mi aspiración es que este libro pueda sumarse a estos aportes desde su modesto espacio de reflexión.
Sin embargo, la experiencia efectiva de esos niños y niñas defraudados por el tejido social me sigue persiguiendo como un fantasma. Durante el periodo de la investigación releí El Río, de Alfredo Gómez Morel y reviví también el impacto de la primera lectura de ese texto autobiográfico que expone la dura existencia de un niño desterrado de su derecho a serlo. Releí El Río y me topé con los registros fílmicos de niños sin hogar de Sergio Larraín en una retrospectiva de su obra organizada por el Museo Nacional de Bellas Artes en el año 2014. La infancia allí retratada desafía su propia imagen y vuelve a nosotros décadas después para tomar la identidad de otros sujetos menores de edad que forman parte de un grupo doblemente vulnerado. En su libro Pictures of Innocence. The History and Crisis of Ideal Childhood, Anne Higonnet declara el declive de la infancia inocente como modo privilegiado de representación para proponer un nuevo concepto, el knowing child, una infancia que ya no se define desde la pureza y la ingenuidad, sino desde una manera de conocer y entender el mundo que le es propia y desafía los tabúes. Pienso en la crisis del Sename y la manera en que ese quiebre de la infancia dorada ocurre allí cargado de violencia. Espero que sepamos entender a la infancia como espacio de confrontación, donde la mirada desafiante se vuelve hacia nosotros, pero sin que la vida de nadie esté en juego en ese intento.