Despertar contemplativo

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Despertar contemplativo
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CARLOS RAMON ANTONIO SAMANIEGO

Despertar Contemplativo


Editorial Autores de Argentina

Samaniego, Carlos

Despertar contemplativo / Carlos Samaniego. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-87-0725-9

1. Autoayuda. I. TÌtulo.

CDD 158.1

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: info@autoresdeargentina.com

Diseño de portada: Justo Echeverría

Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

El despertar contemplativo es el despertar a la verdadera naturaleza humana. Encontrarse con lo eterno en todo, en cada taza de té, en cada saludo afable y pequeños detalles de la vida que pasan fugaces… en la brizna del campo, los pétalos de la rosa y el atardecer que no ha de volver. El que despierta a la vida contemplativa acoge el silencio, ora y alaba a Dios.

Despierta

A lo largo de los siglos se creyó erróneamente que la contemplación, entrar en meditación profunda, llevar una vida mística, solo eran atributos de un selecto grupo de personas. El ser humano, como manifestación de luz, debía en principio rechazar las alegrías del mundo y hacer de su misma existencia un canto solemne. De manera que el hombre que camina en el mundo pasa sus días sin más contentos que los inferiores, primitivos, y tampoco puede usar sus talentos naturales ni llegar a la cumbre de su excelencia, pues las normas establecidas están dadas para que no se encuentre con su esencia.

La naturaleza humana se ve condicionada por la cultura, la familia y la sociedad, todo se enseña según lo más adecuado para insertarse en un conjunto de valores, pero cuántos millones de personas se hallan en desacuerdo, cuántos seres quisieran hacer algo diferente, pero ya no tienen la voluntad ni el carácter para rebelarse.

Un ser maduro que ha alcanzado la sabiduría interior sabe equilibrar su universo interno y externo, entiende cómo dar lo mejor cuando está con las personas y entrar en sí en el momento oportuno. Saciarse de las fuerzas del universo (Dios). No espera ir a la misa, escuchar al pastor, ni hacer alardes fingidos. Su vida es un fluir continuo, un caminar con amor y gratitud saboreando cada instante... Siempre es hoy.

Ahora bien, absortos en la belleza y la sensualidad de un cuerpo, afanados por riquezas; satisfaciendo los sentidos corpóreos, solo desplegamos un ala, y al igual que si encuentras la vida interior precisarás de tus semejantes, o no podrás desplegar la otra ni volar a la dimensión para la cual fuiste creado. Digamos que el cuerpo es una vasija de arcilla, lo que importa indudablemente es el contenido, no por eso debes despreciarla, por el contrario, cuídala, no vaya a ser que esta se agriete y se disperse el tesoro. O si prefieres míralo como un gran castillo, un castillo majestuoso, así es el cuerpo; brinda sensaciones sutiles que entumecen el alma, la ponen cómoda. Y si esta morada es hermosa, ¿no querrás encontrarte con el varón que la habita?… Por el momento duerme, no lo has hecho partícipe.

El que filosofa está al borde del despertar, al canto, debe lanzarse para no quedar atrapado en la mente, ya ha descubierto un placer intelectual, pero eso no alcanza. Si no se arroja al vacío y deja de lado lo racional no renacerá. Son realmente débiles los golpes, los guiños del sendero contemplativo, que si el ser no se decide prontamente pierde toda percepción, puede dudar, la duda trae desaliento y frustración, debes cambiarla por fe, la fe es creer con certeza aquello que anhelamos. Si miramos la figura de Pedro, cuando ve a Jesús caminado por las aguas, la emoción lo impulsa a su encuentro, pero su lógica le decía que no podía avanzar, dejó de creer y la magia se detuvo.

Si acaso sientes un tenue susurro, una suave corriente semejante a un cosquilleo en tu corazón, no dejes que nada te detenga en este camino, en especial no des trascendencia a tu mente, la mente siempre traerá toda clase de conflictos. La mente es como un psiquiátrico que no revela nada: hay palabras, gritos, imágenes impresas, un submundo que debe ser barrido y botado a la basura. Tu pensamiento, tu mirada fresca, no puede sujetarse a la mente, está en un espacio superior que guarda el hombre nuevo, que custodia el alma.

Jesús dice: “Mi reino no es de este mundo”. Inmerso en el mundo el hombre, se ve incapacitado para amar con todas sus potencias, por el contrario, el que vive bajo la armonía y la paz espiritual es amante, pero no comprende el mundo. Y ahí precisamente tiene espacio lo sublime y singular del mundo, la pasión y el talento en su máxima expresión; sea en el teatro o en una cancha de fútbol, en esos diversos entretenimientos que lo ennoblecen y lo transforman en una mejor persona. Cuando el hombre sale de sus fronteras, cuando oye una sinfonía, lee un poema o se deleita con una pintura artística, se recrea y no es el mismo. No puede ser el mismo.

En contraste, si su deleite es burdo y expone su cuerpo a las bajezas y miserias humanas no entrará en el reino interno, una vida sostenida en lo material y en sensaciones déspotas solo ensucia, cansa y atormenta el alma, ella es cegada y cautiva de lo que percibe. Cuando se comete un homicidio no solo asiente el cuerpo, hay una intención deliberada del intelecto y el espíritu; lo mueven el odio, celos, rencor o envidia, un conjunto de afectos desordenados que le ciegan induciendo a perpetuar tales crímenes.

Y aquí surge el interrogante de la persona no iluminada, que quiere entrar en su propia intimidad. ¿Debe profesar algún credo en especial? ¿Debe volverse religiosa? El primer paso es vaciarla poco a poco, esto no sucederá de la noche a la mañana, pero sí paulatinamente, con pequeños pasos. A medida que sueltes las cosas que no aportan nada, que simplemente son lastres, irás cobrando fuerza. Este proceso tiene dos niveles, que arden con la misma voracidad, pero son distantes uno de otro: el primero es el de la ética y la moral, el segundo es el espíritu activo, despierto. Uno es natural, el otro sobrenatural. En la sociedad miramos con buenos ojos lo que se promueve con intención solidaria, donde priman los valores humanos; estas leyes, constituciones, no tienen carácter universal. En cambio, el hombre que se trasforme por este fuego insondable abre las puertas, tiene un acceso continuo a los bienes celestiales y perpetuos.

Podremos contar con amplia prosperidad económica, porque al que pide “polvo”, “polvo” se le dará, el que ansía lo imperecedero, lo sublime de la vida y espera un poco más obtiene gloria, paz y honor. Si miramos la vida de San Benito, su regla de vida fue simple: “Orar y trabajar”. Qué más natural que eso, pero a lo natural el hombre moderno lo desvirtúa, se inclina a lo complicado.

Adoptar lo sencillo, un estilo de vida tranquilo que vaya contra la corriente cambia todo el panorama, tener paz interior es estar lleno de la presencia de Dios, el alma se alinea con su corazón y su corazón con sus anhelos profundos. Si ama coherentemente será armonioso, servicial y compasivo. Son aplicables las palabras de Jesús: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ame, será amado por mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él”.

Aquí, en principio, se produce un movimiento interno, de espíritu, donde las fuerzas universales operan en silencio, rompiendo el blindaje del hombre viejo y primitivo; lo unge con la corona de la virtud y perfuma con el aroma de la esperanza. Su corazón, su anhelo, ya no son movidos por los bienes terrenales, ninguna riqueza material y temporal lo desviará de su misión. Esto lo conduce al despojo, donde sus logros, trofeos, carecerán de valor, o bien tomará todo con agradecimiento, entendiendo que no hay un fin en ello.

Un ser de esta dimensión ya participa de los bienes celestiales, entiende cómo canalizar las fuerzas infinitas. Dios no puede forzar al hombre a hacer nada en contra de su voluntad, espera que se decida y le sale al encuentro, lo forma y lo fortifica, lo instruye con inspiraciones enseñándole el camino perfecto: de humildad y caridad. No a través de libros o cursos, en una mera ideología, sino en el trato cotidiano y obras concretas.

La débil condición del hombre se eleva bajo el amoroso y resplandeciente árbol de la vida, solo por mudar su interés, por transportar el corazón a los cauces divinos. “Enséñame a orar”, le decía Santa Consolata a Jesús. “¿No sabes orar?”, dijo el Señor y le enseñó la siguiente jaculatoria: “Jesús, María, os amo, salvad almas”.

Nada más simple que orar, que mudar los afectos a Dios para ser partícipe de su reino, para traer el cielo a la tierra.

Jesús es el dueño de las almas, puede entrar y salir cuando se lo dispone por medio de Su Espíritu Santo. ¿No sucede que a veces no hacemos nada extraordinario y experimentamos cómo la dicha fluye con una beatitud y alegría indecibles? ¿No vendrá, pues, si le invitamos a que sea partícipe de nuestra efímera existencia? Una pequeña oración puede salvar almas, proteger a las familias, las ciudades y los que abandonaron su cuerpo. La oración tiene tal magnitud que si la humanidad tomase conciencia abandonaría toda nadería por un rato de oración.

 

¿Cómo orar? Si repetimos palabras mecánicamente, apurados o bombardeados por pensamientos, eso no es orar. Muchas veces el hombre se dispone a orar con sinceridad y es sabido que la mente se dispara por tareas u obligaciones pendientes; eso aún sucede porque no entramos plenamente en nosotros, conocemos el cuerpo y no la profundidad y extensión de su naturaleza. Hay gratificación en el reencontrarse, entrando en la morada interna, la llave por excelencia es la oración, si bien existen varios niveles en la casa y solo los santos alcanzan el alto grado de perfección; la persona humilde y despierta de su envoltura podrá beneficiarse de estos dones y acceder a la llamada “vida contemplativa”.

Es difícil hablar de lo intangible, nuestro lenguaje carece de exactitud. Si para dos personas no tiene el mismo significado la misma palabra, aunque suenen igual en el vocablo para la mente y los sentidos que procesan tal información, para una evocará un sentimiento y para otra, otro dispar. No obstante, el hombre exige pruebas y visos de la verdad, ardua faena es darme a entender lo suficiente para que entres en tu casa. A la vida interior que es infinitamente superior y deliciosa que esta que conocemos.

Solo en la inmensa oscuridad, quieres ver, seguir un destello de luz; pero no sabes hacia dónde ir, todo está oscuro... oscuro... oscuro. No entiendes dónde estás e igual te sientes seguro, es tu casa; tras esa oscuridad percibes un océano de pureza, de bondad, de beatitud... De pronto te encuentras, te oyes, no con palabras, sino con un susurro, un latido de corazón. Tu corazón habla el lenguaje sagrado, incendiando tu ser de calidez, transportándote hacia más oscuridad, hacia más silencio, hacia más amor.

No te ves en tu nada... sabes que estás, eres, no oyes; percibes una melodía, entras en lo profundo de tu ser, empiezas a viajar, a fluir, la brisa suave aletea en tu interior, es el espíritu que resplandece en los reinos eternos... Estás a punto de dar el paso más importante, de abrir la puerta al infinito. Te relacionaste con todo el mundo anhelando la dicha, cuando en tu corazón yacía la llave maestra que abre todos los portales.

Buscaste amor y por amores ibas y gemías cuando amor era tu corazón abierto, tú mismo eres todo amor... Te identificaste solo como hombre carnal y creaste un espacio cómodo en tu ambiente, sin darte cuenta te fragmentaste, separaste las gracias de la paz, la armonía y la abundancia. Ahora vuelves, recuerdas el camino a casa, a ese reino que no tiene espacio, tiempo, que no está en la mente, sino en tu interior.

Un viaje necesario

Lo que diferencia a un turista de un viajero es que el primero conoce su destino antes de emprender el viaje, el segundo no tiene rumbo fijo, se hace al andar su propio sendero. El turista tiene cierta noción de los pasos para seguir; de hecho, mediante fotografías u otro medio tecnológico tendrá un atisbo, un panorama más vívido de su periplo, pero en ello también trilla su belleza. Todo lo cuadra a su medida y disipa la magia de lo incierto, teme sorprenderse, pasar alguna experiencia no grata.

El trayecto recorrido es lo que afianza, porque ya se conoce de antemano y no hay margen para extraviarse. Salir a oscuras es más osado, te puedes topar con bandidos, climas hostiles, contratiempos, pero todo eso será la suma de un nuevo aprendizaje. Un recorrido manso y de corazón siempre deja una huella inolvidable. Si nos deslumbramos al contemplar cerros y paisajes nunca vistos, si nos extasiamos al tratar a gentes de costumbres diferentes, si el corazón se estremece por oír una voz que evoca recuerdos o una mirada que acaricie el alma... Nada, te aseguro, se asemeja a lo que vive el ser en comunión con su esencia.

Tomemos de ejemplo a esos mochileros llenos de entusiasmo y con ese brillo especial en sus ojos, ellos no imaginan con qué sorpresas se encontrarán al doblar la esquina; si reirán por pisar un charco de agua, ligarán un esguince al escalar una montaña; o en danzas contemplarán las estrellas del cielo, cuando todo es silencio, en éxtasis profundo.

Todos los seres humanos tenemos ante nuestras manos estas dos posibilidades: la del típico turista al que lo mueven de aquí para allá y conoce una faceta del sublime paisaje, o bien, opta por convertirse en un aventurero, se arriesga y sale de sus fronteras. Las dos opciones son válidas, pero vivir al límite siempre te impulsa a más, convives con el miedo, pero el miedo más tarde es tu mejor aliado y puedes dominarlo todo, porque te conoces a fondo.

El viaje lo realizamos a cada segundo, a cada instante tomamos decisiones que nos nutren como visionarios, tenaces y optimistas, o bien empañamos los ojos, con sueños sin soñar y doblemente marchitos. El que conduce el colectivo está viajando, el que lo coge para ir al trabajo y al final, sea cual fuere la situación, son todas acciones voluntarias, nadie podrá decir lo contrario: “No tuve opción”. “Es difícil”. “¿Para qué?”. Vivir de las excusas es lo más fácil, vivir sin rebelarse por encontrar el camino acertado es lo que hace la mayoría.

El hombre que sale de su casa con los auriculares puestos escuchando música y entra en el subte, en el tren, y que jamás se desvía del camino, destruye el sentido de la vida; su monotonía la desfigura, ese estilo y elección lo anestesian, lo hacen previsible y deshumanizado. Él inconscientemente crea sistemas de defensas para no ser lacerado.

La vida es muy hermosa para vivir con miedo, el miedo si no es dominado paraliza, no enjaules la vida porque el único que quedará prisionero serás tú. Rompe con esos viejos ciclos para obtener resultados grandiosos, para sentir espiritualmente la energía original que susurra en ti, la energía que crea mundos habita en ti. Si te encuentras cómodo, demasiado, que casi no vives, tan apático como para pasar el día entero en la cama y mirar la lluvia desde la ventana por no querer mojarte un poco, estarás dejando pasar esta gran oportunidad de vivir, y en la vida solo tienes que hacer eso: vivir entrando en ti.

Este viaje a lo desconocido es para los valientes, para los intrépidos, para los que no se conforman con un mundo en decadencia. El camino contemplativo te exigirá romper el molde, de otro modo solo estarás traicionando tu alma, si no estás convencido solo perderás el tiempo. Tienes que estar dispuesto a pagar el precio, a convivir con la indiferencia, con el rechazo, con las críticas dañinas y los sarcasmos. Pero tu alma se forjará de tal manera que nunca estarás solo, te convertirás en fuego, en tu propósito.

Si desconoces la magia espiritual, si jamás has entrado en ti o sostienes por ignorancia una falsa devoción, no debes atemorizarte, ni ser duro contigo. No descubrir los talentos que proporciona tu ser es igual a estar muerto, aunque no hayas vivido no significa que nunca lo hagas, que estés destinado a un sepulcro espiritual. Quizá solo vivas en la mente y en el cuerpo, en lo que aporta placer, un disfrute efímero y un falso sufrimiento. Es hora de transitar senderos diferentes, llenarte de nuevas experiencias, de vitalidad y sobre todo: de amar sin límites. En cuanto más amemos, más nos estaremos acercando a aquello para lo cual fuimos creados, porque cada uno de nosotros no está aquí más que para aprender del amor; de las miradas, las palabras, los gestos, que nos dan la posibilidad de enmendar cualquier error del pasado. El amor eleva y redime.

El camino estrecho es el más difícil y el liviano es el que impone el mundo. No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de esto, que todo lo forzado siempre está en nosotros porque nos acostumbramos a seguir, a conformarnos con los que nos dijeron nuestros padres y abuelos, los que nos trasmitieron los maestros. De manera que pocos quieren más (o mejor, quieren), pero no se animan a trabajar por ello.

El mundo te dará estás consignas: “¡Corre!”, “¡Desoriéntate!”, “¡Resígnate!”.

Mucha gente vive hiperactiva, se levantan temprano, trabajan, van al gimnasio y ocupan todo su tiempo convirtiéndose en rehenes del reloj. Tampoco logran la paz y la armonía deseadas, es precisamente porque van afuera y no adentro, en su interior, luego de esto surge la desazón, la desesperanza, el fastidio y por último la resignación. Se pierde la fe y el vivir de forma nociva y enfermiza se naturaliza.

Todas estas conductas nos conducen lejos de nuestra realidad. Si olvidamos lo natural de la vida: reír, intimar, crear, perdonar y amar, no daremos en el blanco. Si no estamos dispuestos a orar, a cultivar nuestra vida espiritual, estaremos ineludiblemente destinados al fracaso. Es la razón por la que el amor solo aparece en las telenovelas, pero es un amor ficticio; el amor verdadero incomoda, incomoda porque es genuino, limpio, sano y construye puentes donde todos ven grietas y abismos.

Está en cada uno la decisión de ser personas de bien o no, está en nosotros disfrutar y agradecer lo que la vida nos pone en el camino y sortear cada obstáculo, o solo renegar, retroalimentar el dolor, el rencor y el odio. Si te alejas de tu misión personal, si renuncias a tus dones, el universo no pondrá obstáculos en tu camino, no tendrás menos valía por ello, pero estarás limitando tus sentidos espirituales. La sed y el hambre te acompañarán a lo que traducirás como frustración, y solo será la desconexión contigo.

Verterte al exterior por vanos placeres es un camino dulce al comienzo, pero lleno de tristezas, nada en efecto suple el regocijo de fluir. Si te impones ante tu ego, lo miras de frente y entiendes cuán innecesario es, le quitas el poder, lo desinflas.

El ego es una coraza, una máscara. Todos en algún instante de la vida, consciente o inconscientemente, usamos máscaras, aparentando lo que no somos. El problema reside en que no podemos pasar la vida entera fingiendo, procurando ser lo que no somos.

Algunos van a las iglesias, oran largas horas y cuando llegan a sus hogares, o en sus trabajos son personas totalmente diferentes, renegadas y sin esperanza; eso es hipocresía (una máscara).

¿Por qué muchos van a las iglesias y solo piden? Bendición, sanación, prosperidad económica, de manera que lo supremo es solo un medio para su conveniencia. Dios se convierte en un aliado que solo debe asentir a los reclamos y quejas. Sé agradecido, siéntete contento con lo que te “tocó”, porque estés donde estés, nada ni nadie te puede impedir de llegar adonde quieres, a tus metas más profundas, tu eres el mentor, o el suicida de tus sueños.

Cuando hablamos de lo supremo, de los credos, muchas personas se mantienen en una infancia espiritual alarmante. No estamos en la vida para debatir, discutir sin sentido. No estamos para juzgar ni criticar a los demás, aquel que despotrique una doctrina tiene miedo, lo desconocido da miedo y habla a las claras de la propia inseguridad. Podremos parlotear todo el día, pero si juzgamos al prójimo, si nos carcome un celo inmaduro, esa comunión universal habrá sido solo una ilusión.

Más que con palabras oramos con las obras, con todo lo que nos demande la vida en ese instante, sin alardes y con simpleza. Los primeros eremitas, conocidos como “padres del desierto”, batallaron grandes combates sobrenaturales, muchos de ellos solo meditaban en el nombre del Señor: “Jesús, ten piedad de nosotros”. Alcanza la intención profunda para entrar en la vida contemplativa, es transformarse internamente, el nombre de Jesús tiene un gran poder.

Es el motivo por el que no te prometa el éxito, las riquezas de este mundo, mi único propósito es el que despiertes, no tengo otro, más que sacarte de tu zona de confort. Quiero que luches por encontrar la vida de espíritu, tu vida es mucho más sagrada de lo que crees, mucho más radiante, recuérdalo. No podemos medir la grandeza en cuanto a títulos, a los talentos que desarrollamos en la cotidianidad, no puede estar la vara elevada solo en el dinero, ya que hay gente adinerada y honores con mucha frustración. Por otro lado, personas gentiles y llenas de pasión, que no tienen puesta sus metas en otra cosa más que en trascender mediante pequeños gestos, como el cariño, la entrega diaria.

Hay un desafío que debe afrontar cada alma, no importa el tiempo que transcurra, lo deberá enfrentar y decidir; esto es, vivir dentro de uno y dominar su mundo interior, o ser arrastrado viviendo fuera. Afuera es divertido porque vamos al cine, porque nos relacionamos con las personas que queremos, pero después de esto hay que volver a la casa, descansar y cargar fuerzas. Lo mismo ocurre en la vida interna, salimos por un rato, pero debemos regresar, cerrar los ojos y nutrirnos en la oración, reflexionar y expandir esa fortaleza.

 

El alma que entre en sí, se relacione poco a poco con la vida interior, no medirá como antiguamente lo hacía, recogerá aguas frescas que le darán una lucidez radiante. No será indiferente en su entorno, obrará justicia y piedad, será religiosa, contemplativa, reverenciará la creación. Reverenciar la creación amando a cada ser con sus tintes e improntas, la luz mella el corazón endurecido y viejo, le otorga la mirada fresca y perdida.

Todas las personas tienen objetivos trazados, sueños por cumplir, algunos medios dormidos y otros a flor de piel. Los sueños son elementales para no bajar los brazos, está genial presionarse, pero es bueno tomarse un tiempo, como cuando hemos amasado y damos espacio a que leve la levadura. Este descanso no debe ser ordinario, no es como el del sujeto que se apresura a llegar a su casa para reclinarse en el sofá y mirar la televisión, no te automatices, estás llamado a sorprenderte a cada instante, a saborear la cotidianidad, la experiencia sencilla del amor.

El don más grande del universo es el amor, nadie lo acepta tal cual es, ya que el amor verdadero trae lágrimas y alegrías. Es como una rosa: tiene su fragancia, sus suaves pétalos y sus espinas; el apasionado de las rosas las valora tal cual son, las quiere tal cual son... Si se pusiera a quitarle la espina a una de ellas ya no sería la misma, su magia se perdería. Cuando amas a alguien sucede algo similar, lo aceptas con sus virtudes y defectos, con sus luchas y sosiegos; si intentas cambiar su personalidad drásticamente solo herirás sus sentimientos y al igual que la rosa con el tallo dañado, se marchitará.

Entendemos tan poco del amor, nosotros, los hombres; apreciamos a los que nos estiman, o cuántas veces damos con el pleno conocimiento de obtener algún rédito. Caminamos como turistas, con miedo a lo desconocido, no como simples viajeros, desligados; nos cuesta tanto tratar con el prójimo que es más fácil huir al mundo virtual, pero estás escapando, entiende eso. Si no te permites mirar a los ojos a la persona que tienes enfrente te pierdes de vivir, de encontrarte tú, de renacer.

Tomar el hoy con gratitud es un gran paso, es dominar al hombre viejo que quiere saltar del pasado al futuro y viceversa. Salir de la mente es sacudirse del polvo y luchar por la corona de la vida, el alma entra en el no tiempo, en la poderosa unión con el todo. Sin los dones de Dios, sin los lazos de pureza la mente se vuelve indomable, eso se refleja a diario en las personas frustradas, las que se sugestionan medrosas a perder el trabajo y se forman una idea de que sostienen algo. Al fondo de esas decepciones o temores se esconde la incertidumbre a tomar diferentes horizontes. Sé que es duro quedar sin empleo, te aseguro que se abrirán nuevas puertas, surgirán ofertas impensadas; puede que pases oscuridades, luchas, hasta ciertas privaciones. Hay un tiempo para perder y otro para triunfar, un tiempo para soltar y otro para recoger. Nunca apoyes tu universo en la corriente exterior, ni en un amor o un maestro, el linaje humano es débil, falla a diario. No bases tu esperanza en un político ni en los que se tienen por poderosos, a estos les corroe tu libertad, te quieren ver mendigando o adulando su imagen. Mejor eleva tu mirada al cielo y ora, abraza una pertenencia sobre tus pensamientos, que sean tuyos y puedas deleitarte en ellos. Todo el mundo te querrá dar un plan de escape, pero ese plan encierra espada y látigo, todos los que te ofrezcan algo misericordioso traen detrás sus propias reglas, trabas y amarguras.

Si echamos una mirada realista por la vida de Jesús, entenderemos que en ningún momento vino por el mundo, sus riquezas y sus fuerzas. Él se manifestó por las almas y a sanarlas; a ungir las heridas del enfermo, a dar luz en las áreas oscuras del corazón endurecido, a unir a los hermanos distanciados. Esta es una escena que se repite incesantemente en la humanidad, aprecia solo una cara de la moneda, solo la comodidad y el bienestar, aunque sea un fugaz espejismo. Imaginamos a un Dios fuerte y distante, no al que camina junto a la persona doliente; a ese Cristo no se lo quiere y se lo rechaza como hace dos mil años, el Jesús llagado es despreciado.

Es que la vida se hace visible al nacimiento y dura seis, siete años, luego de esos seis o siete años el niño decide por propia voluntad tomar trampas y ficciones del mundo adulto. Hay un cambio en su mentalidad. Luego ya no querrá oír al amigo que le aprecia sinceramente, el amor y la concordia no están a la moda: la ira, los malos hábitos, la rebeldía contra los padres; llevar una vida desenfrenada, eso sí parece grandioso y es tomado con naturalidad. Si actúas así no descubrirás quién eres, no discernirás qué hacer con tu tiempo libre o tratarás de sobrecargarte de basura para no caer en el aburrimiento. No robes la inocencia de nadie y en lo posible conserva tu propia pureza, intenta alcanzar un conocimiento tal de tu persona que te permita obrar con equidad.

Si haces esto caminarás tus propios caminos y eso se convierte en mágico y loable.

Si quieres correr por los prados, recostarte con el rostro al sol, acoger el silencio o trepar una colina; solo ve y corre, recuéstate, sé silencio y escala. Traza tu propio sendero, no esperes a que otros te validen, lo que en ti susurra conviértelo en leyenda. Ese es el secreto, la verdadera riqueza estriba en vivir cada instante con amor e inocencia, recreándote como niño del cielo; es mejor ser tildado de irracional que convertirse en un cementerio de llanto y olvido.

Durante el día te agitas por un sinfín de tareas, pero, en realidad, ¿cuántas aportan dicha? La felicidad escapa de la mayoría porque un hombre entre mil se forjará en valor para realizar esta travesía. El ser corriente, el que actualmente vive en la tierra, se volcó tanto en su parte física, en su vestidito, que olvidó la parte espiritual que le antecede, que lo convierte en apertura universal. Aquel que logre desvelar el misterio, que comprenda que no solo es su cuerpo, muy pocas veces estará dividido y su vida será un fluir constante a la fuente eterna. No se levantará con dureza ante un semejante, no dañará ni de forma física ni de pensamientos, pues verá en el prójimo su reflejo.

Dispone de un tiempo para ti, resérvate al menos quince minutos, al ambiente lo irás construyendo poco a poco, procura entrar en ti, ese es el viaje a la vida y excelencia.

Vivir cualquiera vive, pero saber vivir es un arte divino y dadivoso, captar ese instante es eternizarlo; recuerda que todo viaje es hacia fuera, este particularmente será en las profundidades de tu ser.

El despertar de los ángeles es comparable con lo que sucede en el hombre cuando se encuentra en espíritu, no fue ni es un despertar somnoliento, sino plenamente lúcido, un despertar intelectual. Porque el alma se mueve en principio a tientas, pues no conocía las dimensiones de esa casa ni qué tanto deleite hubiera dentro. Si esta alma persevera en esa oscuridad, sin detenerse ante los ladridos de perros y malhechores que todavía rondan alrededor de su morada, porque no quieren estos sentidos corpóreos morir, ni darle virtud a la vida superior. Obstinados a arrastrar a la pobre criatura por la concupiscencia de sus bajos instintos, hacen todo lo posible por hundirla en su viejo estado.

Los pensamientos brotan tanto de ella misma como de las fuerzas contrarias que le hostigan, por eso el alma aun entrando le puede oír y ser dañada. Y aquí lo bueno de la oración, que si es beneficiosa cuando se repite en voz alta y de corazón, tiene mayor poder meditada en silencio. Más avanzada el alma se eleva donde no llegan casi pensamientos, es como la antesala suprema, donde el espíritu socorre entendiendo el deseo de esta pequeña que quiere elevarse de lo terrenal.

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