Miradas Cruzadas 2-3

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INTRODUCCIÓN

PARTE 1

ALAIN BADIOU - EL SUJETO EN LA PERSONA DE SAN PABLO

Introducción

El ser, el acontecimiento y las verdades El abandono de la ontología a la matemática

Lo que le sucede al ser

Una ética indexada sobre las verdades La miseria filosófica de las éticas del mal

El mal como efecto del Bien

Pablo: militante del acontecimiento

El militante y el apóstol

Diferir las asignaciones

Conclusión

Referencias

SAN PABLO, ENTRE LA VOLUNTAD Y LA MILITANCIA: DOS POSIBLES SUJETOS

Introducción

Pneuma/sacks o razón/deseo

La verdad del acontecimiento Confrontación del discurso griego y del judío

La voluntad dividida

La libertad

La ley y el amor

Conclusiones: interioridad vs. exterioridad

Bibliografía

PARTE 2

EL HOMBRE, SUS LÍMITES Y LA TRANSGRESIÓN. EL SURREALISMO Y GEORGES BATAILLE ANTE EL HOMBRE ENTERO

Introducción

El surrealismo Raíces del surrealismo

El surrealismo como rebelión

El surrealismo como constitución: hacia una antropología surrealista

Dialéctica surrealista

Transgresión y lenguaje

Georges Bataille

El límite de la transgresión

La dirección de la transgresión

La transgresión como experiencia

Funcionamiento de la transgresión

Surrealismo ante Bataille: el hombre estético y la transgresión

Un acercamiento

Bataille ante el surrealismo: el hombre y sus límites

Diferencias en visión de estética y ética

El problema de la individualidad

Conclusión

Bibliografía

DESPUÉS DEL IDEAL: LOS EJEMPLOS, UN ÍNDICE PARA UNA ÉTICA NIETZSCHEANA

Introducción

¿Cómo vivir? La pregunta ética

Crítica del idealismo

Hacerse lo que uno es

Una ética del ejemplo

Ética del ejemplo desde el futuro: el Übermensch

Ética del ejemplo desde el presente: Nietzsche mismo

El ejemplo de Nietzsche: giro existencial

Ética del ejemplo desde el pasado: el espíritu libre

Conclusiones

Bibliografía

PARTE 3

DELEUZE Y LA CONSTITUCIÓN DEL SUJETO EN EL EMPIRISMO DE HUME

Introducción

Deleuze y la historia de la filosofía

Deleuze intérprete del empirismo de Hume

La constitución de la subjetividad

“Deleuze-Bergson” y el plano de inmanencia

Conclusión

Bibliografía

EL SUJETO AMOROSO COMO RELEVO DEL SUJETO METAFÍSICO EN SARTRE Y BADIOU

Introducción

Situación del Sujeto

El otro y el cruce de las miradas

No hay encuentros

La actividad paradójica del Sujeto: Badiou y Sartre

Conclusión

Bibliografía

DE MARX, LA ALIENACIÓN Y LOS ESPECTROS

Introducción

La espectralidad

El espectro del comunismo

El acontecimiento y la espectralidad

Del joven Marx, el concepto de alienación

Trabajo enajenado, capital y fin del mito

Acumulación y técnica moderna

Conclusiones

Bibliografía

PARTE 4

 

FILOSOFÍA CON PIES CARMESÍ. ENTRE LA TEREFA, EL PENSAMIENTO AMERICANO Y LA TEORÍA CRÍTICA

Introducción

El caso tarefero

Del estar al ser-en-el-yerbal

Estar-en-el-hedor

Estar en el yerbal…

El ser tarefero como un momento vital. El interés por lxs jóvenes rurales

Vivir siendo tarefero

Algunas reflexiones ¿finales? Del mestizaje tarefero a los indicios decoloniales de Kusch a la teoría crítica de Adorno.

Bibliografía

TIEMPO, ESPACIO Y SENTIDO

Tiempo sin límite

Un instante en la transhistoria

Abolición del pasado

Nostalgia

Experiencias

Arquetipo

Espacio sin orilla

Tierra imaginal

El Centro del Mundo

Sentido

Conclusión

Bibliografía

BIBLIOGRAFÍAS



















INTRODUCCIÓN

Han pasado dos años desde la publicación de Miradas cruzadas. El sujeto. Esta segunda publicación cierra tres años de investigación con nueve trabajos elaborados por Jorge Luis Martin, Federico Mitidieri, de la Universidad del Salvador (USAL-Buenos Aires) y Ruth Ruiz, Dennis Schutijser, Stéphane Vinolo y quien suscribe, por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE-Quito). Desde 2016 hasta la fecha, el grupo se ha consolidado y ha hecho un lugar en el que confluyen intereses particulares de investigación, pero siempre enfocados en un tema, en este caso, el sujeto.

Cada mirada se dirige, desde la lectura de autores y contextos teóricos distintos, al espectro del sujeto perdido, diluido, evanecido, muerto o profundamente herido y segmentado. Sin embargo, es imposible no chocar con los cuerpos que proyectan sus propias miradas y, a través de ellas, su existencia, precaria o no; desde esa evidencia, partimos jugándonos en el único ámbito de resistencia, el pensamiento. El resultado es un encuentro que nos pone frente a frente a través de cuatro apartados. El primero recoge una coincidencia, Pablo de Tarso; S. Vinolo y yo, hacemos sendos recorridos por la vida del profeta no ungido a través de las pisadas de Badiou y, en mi caso particular, además, se suma la figura de H. Arendt. El segundo aborda al hombre figurado en los límites del surrealismo de Bataille y la ética transgresora nietzscheana; estos dos textos son de autoría de D. Schutijser. El tercer grupo de trabajos pone en relación autores fundamentales leídos con filósofos relevantes de la filosofía francesa; J.L. Martin, desde Deleuze, pone en juego al sujeto del empirismo de Hume, S. Vinolo trae a Badiou y Sartre para producir un relevo en el ámbito del sujeto: el metafísico por el amoroso; y, por mi parte, propongo un acercamiento a los espectros de Marx a partir de la atenta mirada de J. Derrida, J.L. Nancy y P. Lacoue-Labarthe. Finalmente presentamos dos trabajos de filósofos invitados; Federico Mitidieri y María Luz Roa, muestran al sujeto inmerso en los paisajes de América, plantados de hierba mate; el pre-texto filosófico se centra en las tesis del pensamiento crítico; Ruth Ruiz cierra esta entrega con un artículo elaborado a partir de la hermenéutica de H. Corbin, cuyas tesis abordan los conceptos de tiempo, espacio y sentido, ámbitos propios del pensamiento de Oriente.

Si hay algo particular que surge de cada uno de los trabajos es la investigación sostenida, bien dentro de los proyectos de doctorado, bien en los intereses que han madurado a lo largo de los años. Esta es una condición especialmente difícil de mantener en países como el nuestro, no así en otros de la región; sin embargo, la publicación de este segundo libro, da cuenta de la consolidación de una línea de pensamiento que manifiesta la deriva de ideas sobre la complejidad de la contemporaneidad; las discusiones generadas en y por esta deriva, provocan una suerte de apertura en el pensamiento, de manera que los autores, las tesis y los argumentos, definen un cuerpo teórico donde se encuentran y distancian las posturas filosóficas. Hay, en esa dinámica, una pregunta central asumida en cada trabajo, pregunta que recae sobre el sujeto, su condición y posibilidad.

De allí, el recurso a Badiou en tanto determina un “carácter afirmativo de la ética”, como dice Vinolo, carácter que “se debe pensar junto con su teoría del Sujeto que deja de ser simplemente un individuo que defiende sus intereses cuando se incorpora a un acontecimiento para desplegar uno de los nuevos posibles que éste abre.” A partir de esta forma de concebir al sujeto, la figura de Pablo se define en tanto encarna a “un verdadero militante, tal como lo fue Lenin para Marx, el hombre de la creación de la organización dentro de la cual podrán fluir las verdades que surgieron de manera acontecimiental”; vale decir, acontecimiento que trae la verdad y fundamenta el Bien en el centro de cualquier ética posible. Un sujeto activo parece surgir de esta propuesta, activo desde las consideraciones éticas y políticas. Hay, en este punto, un mismo camino que retoma a Pablo tanto desde la interioridad (H. Arendt) /exterioridad (A. Badiou) del sujeto, con el fin de dibujar los límites de una teoría que permita actualizar el sentido político de las Epístolas Paulinas, fundamentalmente, Romanos y Gáltas. Este segundo acercamiento al profeta, apela a la militancia que Badiou encuentra en la vida de Pablo y, la tesis de la voluntad con la que Arendt hace frente a la escisión interior del sujeto ante el dilema de seguir la ley de Cristo o la ley del amor; la doble mirada enfrenta las posturas filosóficas; es allí donde defino la condición de posibilidad para pensar un sujeto.

D. Schutijser abre una entrada distinta al mundo del sujeto, a través de la puesta en escena del Surrealismo, en tanto sus autores y tesis fundamentales, atraviesan todo el s. XX. La “práctica del surrealismo”, tal como la entiende el autor del tercer ensayo de este libro, ha constituido un ethos del “hombre entero” que transgrede la vida cotidiana definida en la Modernidad; de esta manera, “llegan a lo que se puede realmente llamar un arte de vivir, es decir una mirada estética en la vida del hombre”; el filósofo que plantea esta transgresión en Georges Bataille, de cuyo pensamiento surgen dos preguntas, “¿Podemos pensar un hombre entero? ¿O siempre nos chocamos al límite de nuestro ser y de nuestro pensar?”; la búsqueda de la respuesta definirá un sujeto tensionado, cuya individualidad se pone en juego permanentemente; de allí que, “Bataille confirma la inevitabilidad del intento continuo de reabrir nuestra individualidad, así como la imposibilidad de consolidarla”. En este intento, lo ético y lo político, marcan el complejo camino de constitución de cualquier sujeto.

El segundo trabajo de D. Schutijser es una suerte de desarrollo de algunos temas que están planteados en su primera entrega. Estos temas convergen en el campo de la ética nietzscheana, resumida en la pregunta fundamental, “¿cómo vivir?”. El recorrido por las respuestas, tiene como interlocutor a Kant, sus principios morales, las consecuencias de ellos y las posturas que generaron en el campo de la ética. Frente a cada momento, los textos de Nietzsche se suman para formular “un giro” en las concepciones éticas de la metafísica tradicional; sin embargo, dice Schutijser, “Aunque por un lado, con Humano, demasiado humano, Nietzsche da un giro radical a su propia existencia y, tal como nos dirá más tarde, rechaza todo lo que le es extraño, la obra termina con el anclaje de la existencia personal en una pluralidad versátil.” De todos modos, aquello frente a lo que no claudica, es el “espíritu libre”, carácter propio de su filosofía.

La tercera parte suma, desde la filosofía francesa del siglo pasado, tres propuestas; la de Jorge Luis Martin elabora, lo que en sus términos es “un híbrido Hume-Deleuze”; desde allí, propone la “crítica a la conciencia originaria” y, después, la definición de las condiciones “que hacen posible la constitución de la subjetividad”. El aporte fundamental a la temática de la investigación sobre el sujeto, se centra en el cuidadoso ensayo de Martin, a partir del trabajo sobre la experiencia deleuziana con los conceptos del empirismo; el objetivo será, “determinar ni capta o no el verdadero sentido de la filosofía del empirista escocés.”

Desde Badiou y Sartre, Vinolo entra en el ámbito de las propuestas postmetafísicas; el relevo del sujeto constituido en ellas, para dar lugar al sujeto de lo amoroso, supone la diseminación derrideana y la diferencia y repetición de Deleuze; el efecto de una y otra, surgen de “la oposición a la centralidad sartreana del Sujeto.” La entrada de Badiou en la temática, enlaza la condición del amor que se establece tanto en su perspectiva, como en la de Sartre. Este lazo se tensa cuando Badiou determina los peligros que rondan al amor y que lo convierten bien, en un contrato, bien en la fusión; “el Sujeto sartreano, dice Vinolo, en sus relaciones amorosas, permanece prisionero de las dos concepciones del amor”, de allí que naufrague en el solipsismo y no abra el espacio de la alteridad.

Del sujeto del conocimiento, al sujeto amoroso de la postmetafísica, se figura la necesidad de hablar sobre el sujeto político; en este sentido, la tesis de la espectralidad de Marx, elaborada por Derrida, me permite actualizar la lectura de los Manuscritos de 1844 y del Manifiesto. La intención se define en el análisis de categorías tales como “comunismo” y “alienación”, sus implicaciones históricas y la posibilidad de tasar su peso en la contemporánea necesidad de proponer relaciones políticas y económicas distintas a las del capitalismo. De suyo, la interpelación al sujeto de la metafísica tradicional, pone en juego su condición más íntima; en este marco, la escritura termina en una suerte de espera activa junto a los espectros que no cesan de aparecer y, de una u otra forma, consolidarse.

La parte final de la publicación es el resultado de la invitación a Federico Mitidieri y Luz Roa. Ellos traen, no solo una mirada, sino el recorrido por los territorios de la Sociología y la Filosofía, en busca de las historias de aquellos cuya definición es “ser tarefero, es decir, ser cosechero de yerba mate”. Roa y Mitidieri asumen la búsqueda a partir del filósofo argentino Rodolfo Kush, en quien confluyen las propuestas centrales de la Teoría crítica y la visión “americanicista” de la fenomenología del “ser tarefero”. Un encuentro entre el trabajo etnográfico y el filosófico, dan cuenta de las vivencias de sujetos concretos en sus labores cotidianas, a la vez que muestra la tensión entre teoría y praxis, tensión que permite renovar la búsqueda de mejores condiciones para dichos sujetos.

 

Ruth Ruiz cierra este libro, proponiendo un sujeto constituido en “lo imaginal”, donde el espacio y el tiempo no se traducen dentro de los límites de lo inteligible, sino que hallan sentido “a través de su dimensión cualitativa sobre la que se configura el mundo de los símbolos, determinaciones espacio temporales que están presentes ejemplarmente en el mundo onírico, en la ensoñación y en los mitos.” El análisis emprendido por Corbin, de una dimensión distinta a la que la filosofía tradicional ha supuesto, permite elaborar una comprensión del sujeto que se lanza en una deriva caracterizada por la reinvención permanente y el cambio ontológico.

La invitación a leer cada uno de estos trabajos, no tiene otra intención que abrir la discusión, para continuar recorriendo, con la mirada, los caminos de cada uno de nosotros; podría decirse que, será, en palabras de Aristóteles, una forma de “tocarnos” y dar cuenta de la existencia de una comunidad de pensamiento.


Ruth Gordillo

Octubre de 2020

PARTE 1

ALAIN BADIOU - EL SUJETO EN LA PERSONA DE SAN PABLO

STÉPHANE VINOLO

“[…] la ideología “ética” es, en nuestras sociedades, el principal (pero transitorio) adversario de todos aquéllos que se esfuerzan por hacer justicia a un pensamiento, cualquiera que éste sea.”1

“[…] el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche.”2

Introducción

Tal como lo señala Badiou3, existen palabras filosóficas que tienen de repente un destino sorprendente e inesperado fuera de su campo disciplinar privilegiado. Hasta hace poco, la palabra epistemología sufrió este problema, pero para bien o para mal, este es el caso ahora de la palabra “ética”, que ha invadido todo el campo social sin dejar ningún espacio vacío que escape a sus inyuncciones ni a su necesidad. De la ética del negocio a la bioética, pasando por la ética ambiental o social, la ética animal o la ética de la investigación, toda actividad humana parece someterse hoy en día al imperio de la ética. No obstante, detrás de esta linda palabra griega, se esconden ideologías que parecen más bien responder a intereses particulares, ya sean individuales o de ciertos grupos sociales. Incluso en la forma más democrática de la reflexión ética, la ética comunicacional, ésta no deja de intentar poner en diálogo a las personas, mediatizándolas con reglas precisas y determinadas que rigen la comunicación, para que cada uno pueda defender y hacer valer sus intereses, con el fin de encontrar cierta articulación de éstos con los intereses de los demás. De allí, la valoración sumamente positiva, casi religiosa, de palabras tales como el diálogo, la negociación, la tolerancia o la apertura a la diferencia del otro. Pero de allí también la forma negativa que tomó la ética en el mundo contemporáneo, negativa en tanto que siempre se trata de no dañar, no perjudicar, no negar al otro en su particularidad, no atentar en contra de, etc. Este movimiento negativo de las éticas contemporáneas se puede entender por razones históricas. Es notable que el siglo XX se caracterizó por haber querido imponer, de diferentes maneras y desde diferentes campos, ciertas concepciones del Bien, que, para muchos, desembocaron en genocidios, terror y catástrofes. Por este motivo, la mayoría de los filósofos se refugiaron dentro de una concepción más prudente de la ética, que ya no afirma ni determina ningún tipo de Bien, sino que se limita a alejarnos del Mal.

Dentro de este panorama intelectual y conceptual, Badiou es sin duda alguna una excepción puesto que no quiere someterse a esas éticas mínimas del diálogo entre diversas opiniones4 que se dan como único proyecto el alejarse del Mal, sino afirma la necesidad de mantener una ética de las verdades, es decir una ética que afirma, de manera positiva, cierta concepción del Bien. Ahora este carácter afirmativo de la ética en Badiou se debe pensar junto con su teoría del Sujeto que deja de ser simplemente un individuo que defiende sus intereses cuando se incorpora a un acontecimiento para desplegar uno de los nuevos posibles que éste abre. De esta manera, el Sujeto deja de defender sus particularidades o el universal abstracto del individuo en general, para desplegar en el mundo la potencia de las singularidades universales que se caracterizan por ser indiferentes a las diferencias, es decir por ser nada menos que verdades. Hay así en Badiou la voluntad de mantener una positividad del Bien que se manifiesta dentro del proceso que fundamenta el paso del individuo al Sujeto.

Aunque Badiou defienda el comunismo genérico5 y el maoísmo, es en la figura de Pablo que encuentra el paradigma de este proceso de subjetivación, del abandono de la individualidad particular para incorporarse a los rastros de un acontecimiento, fuente de singularidades universales: “Separar tajantemente cada proceso de verdad de la historicidad “cultural” donde la opinión pretende disolverla: tal es la operación adonde nos guía Pablo.”6 A diferencia de los teólogos, Pablo no es el hombre de la teorización del cristianismo, de su articulación conceptual con la filosofía griega o con la filosofía judía, sino el hombre de su pura declaración, de la declaración del carácter verdadero de su acontecimiento. De allí el gran interés que le presta Badiou, ya que, en el campo del cristianismo, Pablo se asemeja a un verdadero militante, tal como lo fue Lenin para Marx, el hombre de la creación de la organización dentro de la cual podrán fluir las verdades que surgieron de manera acontecimiental7. Efectivamente, tal como vamos a verlo con Badiou, Pablo es la verdadera figura del Sujeto de una ética de las verdades: el militante de una causa evanescente, que busca desplegar sus posibilidades dentro de una organización inmanente, siendo fiel, incluso en los momentos de crisis, a las singularidades universales que conlleva. De esta manera, la ética presenta el mejor punto de anclaje para entender a la vez la teoría del Sujeto de Badiou, así como su lectura de Pablo.

El ser, el acontecimiento y las verdades El abandono de la ontología a la matemática

La filosofía de Badiou reposa sobre una afirmación tan sorprendente como provocadora, según la cual la ontología es un discurso que no le pertenece a la filosofía sino a la matemática: “La tesis inicial de mi emprendimiento, a partir del cual se dispone el entrecruzamiento de las periodizaciones extrayendo el sentido de cada una, es la siguiente: la ciencia del ser-en-tanto-ser existe desde los griegos, ya que tal es el estatuto y el sentido de las matemáticas.”8 El arrancar la ontología a la filosofía es un gesto de gran audacia dado que no solo la ontología es tradicionalmente una de las ramas fundamentales de la filosofía, sino además es la rama que dicta la ley del desarrollo de los sistemas filosóficos. Tal como lo vemos por ejemplo en la metáfora del árbol del conocimiento en la Carta prefacio a los Principios de la filosofía de Descartes9, la ontología –o la metaphysica generalis– es la raíz a partir de la cual ingresan nutrientes cuyas características se ven reflejadas hasta en los frutos del árbol, por lo que toda filosofía está determinada en última instancia por su ontología. Más aún, la exclusión de la ontología, de la filosofía, es sorprendente ya que es de recordar que Badiou ocupó, en la Universidad de Paris VIII Vincennes, la única cátedra de ontología que existió en Francia. Así, toda la filosofía de Badiou comienza por el hecho que: “[…] la filosofía está en su origen separada de la ontología.”10 A pesar de esta sorpresa, es posible entender en qué medida el discurso del Ser en tanto Ser es aquel de la matemática. Primero porque para poder alcanzar el Ser, es necesario despojar los entes de todas sus características singularizantes, para mantener de éstos la única característica que todos comparten, es decir, su única característica de Ser. De allí el proyecto erótico de la filosofía de Descartes, y tal vez de casi toda filosofía, según el cual, para alcanzar la realidad, se debe retirar sus velos, tal como si estuviésemos desnudándola: “En cambio, cuando distingo la cera de sus formas exteriores y la considero por completo desnuda, igual que si le hubiese quitado sus vestidos, ciertamente, aunque se pueda todavía encontrar algún error en mi juicio, no la puedo concebir de esa manera sin un espíritu humano.”11 Por lo tanto, despojado de todas las características de los entes, el lenguaje de la ontología, para Badiou, debe necesariamente ser formal y por lo tanto matemático: “El ser no se difunde en el ritmo y la imagen, no reina sobre la metáfora; es el soberano nulo de la interferencia. La ontología poética, que se encuentra –como la Historia- en el impasse de un exceso de presencia donde el ser se oculta, debe ser sustituida por la ontología matemática, en la que se realiza por la escritura la des-cualificación y la impresentación.”12

Esto no significa que el ser sea matemático, sino que la ontología, es decir el lenguaje mediante el cual se accede al ser (en tanto que es una onto-logía) es aquel de la matemática. No obstante, se podría objetar a Badiou que la matemática trata de objetos matemáticos, y, por lo tanto, de entidades previamente determinadas y cualificadas. En este caso, la matemática nos llevaría mucho más dentro del campo de lo óntico (formal) que de lo ontológico. Ahora bien, para, Badiou, y de manera sorprendente, la matemática no trata realmente de objetos: “[…] la verdad es que no hay objetos matemáticos.”13 Mediante una crítica fina de la concepción aristotélica de la matemática14, Badiou reactualiza el platonismo para mostrar que la matemática trata del modo de presentación de éstos, de su misma presentación: “Las matemáticas no presentan, en sentido estricto, nada, sin que por ello sean un juego vacío, puesto que no tener nada que presentar, fuera de la presentación misma, es decir de lo Múltiple, y no acordar nunca bajo la forma del ob-jeto, es por cierto una condición de todo discurso sobre el ser en tanto ser.”15 De allí que la matemática pueda ser la ontología, ya que es un discurso declarativo que toma decisiones acerca de lo que significa existir. Para ejemplificar este punto tomemos el caso de las crisis históricas de las matemáticas y preguntémonos ¿cómo se sale de una crisis matemática? La respuesta de Badiou es tajante: por decisiones en cuanto a lo que significa existir. Dentro del conjunto de los números naturales N, el número i, tal que i2 = -1, no existe. El número i no tiene Ser dentro de N. No obstante, esto no impidió que, en la historia de las matemáticas, de Cardan a Euler, pasando por Bombelli, le hayan dado un ser dentro de un conjunto más amplio que N: el conjunto de los números complejos C. Bien entendemos que se trataba de una decisión acerca de lo que significa existir y, por lo tanto, de una decisión propiamente ontológica. El “Ser” obedece a ciertas reglas en N, y a otras en C. Por lo tanto, crear el conjunto C es entonces tomar una decisión ontológica acerca de las reglas del existir y del ser. Así, las matemáticas no describen un mundo cuya existencia es reconocida a priori por todos, sino que crean mundos mediante decisiones ontológicas16: “Se trata propiamente de un acto que introduce de forma duradera lo real del ser, es decir, que introduce el elemento cuyas conexiones y configuraciones habrán de establecerse mediante una tarea que ese acto se encargará de asumir.”17

A diferencia de lo que afirma la ontología clásica18, para Badiou, el Ser no es ni Uno ni uno. La ontología de lo Uno es aquella que refleja su figura teológica19, según la cual hay un Ser supremo (del cual uno de los nombres posibles es Dios) que abarca la totalidad del Ser. Al contrario, podemos imaginar teorías que piensen el Ser bajo la modalidad de lo uno, es decir, tal como si existieran pequeñas partículas de Ser20 que serían el componente último de todo ente. Para Badiou, el Ser es una multiplicidad de multiplicidades21 que no desemboca nunca sobre un primer átomo de Ser. Así, su ontología se construye tanto en contra de lo Uno como en contra de lo uno, es decir en contra de la metafísica, así como en contra del atomismo. Pero esta ontología no elimina todo pensamiento de la unidad. De hecho, ¿cómo podría hacerlo?, dado que toda presentación del Ser se manifiesta mediante una cuenta-por-uno: “Lo que es necesario enunciar es que lo uno, que no es, existe solamente como operación. O mejor aún: no hay uno, sólo hay cuenta-por-uno.”22 Vemos a nuestra mano como una mano, este árbol como un árbol, y sabemos como mínimo desde Spinoza que el problema de la individuación de las cosas singulares presenta múltiples dificultades23 dado que plantea el problema del operador de la unificación, así como de su legitimidad. Dentro de ciertas situaciones, puede ser que tengamos interés en ver nuestra mano como una unidad (en una escuela de pintura) cuando al contrario podemos tener interés en considerarla en tanto que multiplicidad en otras situaciones (a la hora de una operación quirúrgica). Spinoza decidió tomar la causa como operador de la unicidad de las cosas singulares. Llama individuo al conjunto de elementos que produce cierto efecto: “[…] una composición de múltiples individuos (plura individua) es una sola y misma cosa singular; basta para ello que esos individuos concurran en una única acción, es decir, sean simultáneamente la causa de un único efecto (unius effectus causa). Dicho de otro modo: para Spinoza, la cuenta-por-uno de un múltiple, la estructura, es la causalidad.”24 Pero se hubiera podido imaginar otros operadores tales como el movimiento conjunto, cierta cualidad o cierta cantidad. Este punto permite entender el juego entre el Ser y su presentación, pero además uno de los conceptos más importantes de la filosofía de Badiou, que marca su profundo anclaje sartreano, la situación25: “Llamo situación a toda multiplicidad presentada. Siendo la presentación efectiva, una situación es el lugar del tener-lugar, cualesquiera sean los términos de la multiplicidad implicada. Toda situación admite un operador de cuenta-por-uno que le es propio. La definición más general de una estructura es la que prescribe, para una multiplicidad presentada, el régimen de cuenta-por-uno.”26 Encontramos así en Badiou una inversión de las categorías tradicionales de la ontología, puesto que se suele pensar que las unidades están bien definidas y que, al contrario, las multiplicidades que componen tienen fronteras más opacas. Cuando pensamos que hay individuos que pueden formar parejas, familias, ciudades, regiones y la humanidad entera, partimos de entidades y construimos multiplicidades mediante una operación de suma de éstas. En Badiou, al contrario, la multiplicidad se da en el Ser y es la unidad que resulta de una operación y de un proceso.