Teoría de la información y complejidad

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Teoría de la información y complejidad
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Colección Complejidad y Salud, Vol. 4

Teoría de la información y complejidad


© Universidad El Bosque © Editorial Universidad El Bosque Rectora: María Clara Rangel Galvis Teoría de la información y complejidad. La Tercera Revolución Científica. © Carlos Eduardo Maldonado Castañeda Primera edición, junio de 2020 ISBN: 978-958-739-194-7 (Impreso) ISBN: 978-958-739-195-4 (Digital) Editor: Miller Alejandro Gallego Cataño Coordinación editorial: Leidy De Ávila Castro Dirección gráfica y diseño: María Camila Prieto Abello Corrección de estilo: Leidy De Ávila Castro Hecho en Bogotá D.C., Colombia Vicerrectoría de Investigaciones Editorial Universidad El Bosque Av. Cra 9 n.° 131A-02, Bloque A, 6.º piso +57 (1) 648 9000, ext. 1100 editorial@unbosque.edu.co www.unbosque.edu.co/investigaciones/editorial Impresión: Image Print Limitada Julio de 2020 Esta publicación resultado de investigación, original e inédita, ha sido editada conforme a los parámetros establecidos por el sello Editorial Universidad El Bosque. Ha sido evaluada por dos pares académicos bajo la modalidad doble ciego y cumple en su totalidad con los criterios de normalización bibliográfica que garantizan su calidad científica y sus aportes al área de conocimiento respectiva. Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la Editorial Universidad El Bosque. Universidad El Bosque | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como universidad: Resolución n° 327 del 5 de febrero de 1997, MEN. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 11153 del 4 de agosto de 1978, MEN. Acreditación institucional de alta calidad: Resolución 11373 del 10 de junio de 2016, MEN. 190.905 M14t Maldonado Castañeda, Carlos Eduardo Teoría de la información y complejidad: la tercera revolución científica / Carlos Eduardo Maldonado Castañeda -- Bogotá: Universidad El Bosque, 2020 126 p.; 16 x 24 cm Incluye tabla de contenido y referencias bibliográficas. ISBN: 978-958-739-194-7 (Impreso) ISBN: 978-958-739-195-4 (Digital) 1. Teoría de la información - Complejidad (Filosofía) 2. Revolución científica -- Teorías 3. Ciencia y civilización 4. Teoría del conocimiento -- Complejidad (Filosofía) I. Universidad El Bosque. Vicerrectoría de Investigaciones. Fuente. SCDD 23ª ed. NLM – Universidad El Bosque. Biblioteca Juan Roa Vásquez (Julio de 2020) - RR

Colección Complejidad y Salud, Vol. 4

Teoría de la información y complejidad

Contenido

Prólogo

Introducción

Cap. 1 La información y sus dinámicas, su historia y problemas

1.1. Información y complejidad. Una primera mirada

Cap. 2 La realidad y la información. Información y procesamiento de la información

Cap. 3 La información y la naturaleza Información y realidad natural y social

Cap. 4 Información y conocimiento: pensar como la naturaleza

4.1. Pensar humanamente

4.2. Pensar como la naturaleza

Cap. 5 Conclusiones

Referencias

Prólogo

Nos encontramos en medio de una verdadera revolución científica, para usar la expresión popularizada por Th. Kuhn pero anticipada también por autores como G. Canguihlem, G. Bachelard y A. Koyré. Ahora bien, como bien señala Kuhn, toda evolución científica es, al mismo tiempo, una revolución política, social, cultural. En las revoluciones, algunos, con las razones correctas se encuentran en el bando equivocado; y otros, a veces, con las razones equivocadas se encuentran en el bando correcto. Ideal, desiderativamente, las gentes deberían estar, con las razones correctas, en el bando correcto.

Hay una particularidad, sin embargo. Asistimos a varias revoluciones científicas al mismo tiempo. Este libro se ocupa de una de ellas: aquella que, cronológicamente es la tercera, la revolución de la teoría de la información, la cual concuerda con la tercera y la cuarta revoluciones industriales.

Se trata de procesos en curso, cuyos desenlaces son imprevisibles, aunque hay cosas que se podrían decir, razonablemente. En las revoluciones, como muchas veces en la vida, hay voces pesimistas tanto como optimistas. No sucede nada diferente con respecto a esta revolución que implica y se expresa al mismo tiempo en aspectos como: internet, las redes sociales, la web 3.0 y la 4.0, la inteligencia artificial, y varios más.

Este libro no es una exposición histórica sobre la teoría de la información, aunque algunos elementos claros sí se plantean aquí y allá. Se trata, más bien, de una apuesta sencilla. La tesis que lo sostiene es que las dinámicas y estructuras actuales y, previsiblemente, hacia futuro, permiten entender más y mejor las propias dinámicas y estructuras de la vida: de la vida humana, tanto como de la vida en general en el planeta; de la vida conocida, tanto como de la vida-tal-y-como-podría-ser-posible.

La ciencia es una actividad humana que trasciende la experiencia meramente humana. Así se tejen las revoluciones científicas.

* * *

Este libro es el resultado de varios procesos paralelos, cruzados que han tenido lugar recientemente. De una parte, es el resultado del seminario institucional sobre complejidad que llevamos a cabo en la Facultad de Medicina de la Universidad y que ya tiene más de dos décadas de existencia. Recientemente hemos trabajado sobre el sistema inmunológico, y también sobre el procesamiento de información en las plantas. Al mismo tiempo, este texto se debe al doctorado en salud pública de la Universidad El Bosque, y en especial a sus estudiantes. Debo expresarles mis agradecimientos.

He sido invitado, en una seguidilla afortunada e inusual a varios seminarios en la Universidad Iberomericana, en León, México, en especial al doctorado en ciencias sociales y complejidad que hay allí. Pues bien, aproveché la estancia allí para compartir varias ideas de este libro y madurar otras. Las discusiones y el diálogo fueron siempre productivos. Casi al mismo tiempo fui invitado a dictar un seminario en el Iteso de Guadalajara en donde expuse y discutimos algunas de las tesis que forman parte de este libro. La Universidad de Nayarit me hizo una amable invitación para un seminario de profundización. El auditorio es de los mejores que he tenido en mi vida. Asimismo, de otra parte, la UTPL, en Loja, Ecuador, me invitó a dictar un curso y unas conferencias sobre complejidad. Fue una oportunidad magnífica para refrescarme en algunas de las ideas que articulan lo acá escrito. De otra parte, la Universidad Santo Tomás, de Bogotá, me invitó a dictar una conferencia en el marco del Seminario sobre Psicología que adelanta la Maestría en Psicología Clínica. Una articulación bastante orgánica de este libro fue presentada ante un auditorio atento y casi ávido. La maestría en complejidad e interdiscipinariedad de la Universidad Surcolombiana, en Neiva (Colombia) también me hizo una amable invitación, que aproveché para presentar y discutir varias de las ideas de un capítulo en particular de este libro.

Por todo lo anterior, quiero expresar mis agradecimientos a Héctor Gómez, V., a Enrique Luengo, a Claudia Cortés y Jesús Puga, a Jorge Benítez, Hernán A. Yaguana, Henry Martínez, Yenny Yaguacha, Luz Marina Moncada, Mauro Montealegre.

Es cierto: un libro no es jamás la obra de un solo autor. Reconocer esto ya es un lugar común. Este libro es el resultado de los seminarios, cursos, conferencias, diálogos y encuentros mencionados. Son mis amigos, colegas y estudiantes quienes son los autores de este libro. ¿Yo? He sido sólo quien ha hecho algunas lecturas y ha fungido como escribano. Nada más.

Argumentativamente, este libro se debe a uno inmediatamente anterior: Sociedad de la información, políticas de información y resistencias, Bogotá, Desde Abajo, 2019. Por tanto este libro presupone a aquel y a la vez lo amplía y profundiza.

 

Introducción

Por sus consecuencias, pero también por el encanto de su armazón epistemológico y lingüístico la ciencia es, de lejos, la principal forma de racionalidad de nuestra época. Solo que, bien entendido, ella hace referencia a la conjunción, cada vez más inseparable entre ciencia y tecnología. No en vano, en varios dominios, se ha acuñado la expresión de “tecnociencia”.

Hasta la fecha se han dado tres grandes revoluciones científicas, así: la primera corresponde al ascenso y el triunfo final de una nueva clase social: la burguesía. Esta ciencia produce un desplazamiento radical del modelo geocéntrico al modelo heliocéntrico. Se trata de la ciencia moderna, esa que abarca, grosso modo, desde Roger Bacon y Francis Bacon hasta el año 1900. Es toda la ciencia clásica y que se encarna en grandes figuras como Galileo, Newton, Descartes, Pasteur, Vesalius, Loewenhoek, Dalton y Maxwell, entre muchos otros. La ciencia moderna se caracteriza porque es manifiestamente mecánica o mecanicista y determinista. La ciencia que la base de la sociedad conoce ampliamente es básicamente la ciencia moderna.

Estamos, con esta revolución del conocimiento, ante la ciencia que se ocupa de objetos y fenómenos inanes. Cuerpos físicos, básicamente. Para emplear una expresión que I. Prigogine retoma de M. Weber, se trata de la ciencia que desencanta el mundo justamente por sus estructuras y características. El desencantamiento estriba en el hecho de que el mundo es concebido en términos de la mecánica clásica, y explica la realidad y la naturaleza en términos mecánicos, reduccionistas y deterministas. Los seres humanos y la vida misma no tienen cabida en esta ciencia, y cuando entran en consideración lo hacen a la manera de la mecánica clásica, esto es, como mecanismos y estructuras. Esto es evidente justamente a partir del programa de investigación que formula A. Compte en sus lecciones de filosofía, en donde expone la idea del nacimiento de las ciencias sociales (Vincent, 2002).

Esta revolución comprende desde los orígenes de la modernidad hasta el año 1905, cuando emerge la Segunda Revolución Científica. Sin embargo, hay que decir que esta clase de ciencia mecanicista, reduccionista y determinista se prolonga hasta hoy, pero entonces ya no se le conoce como la ciencia clásica –que es exactamente la de la Modernidad–, sino como “ciencia normal”, una expresión acuñada por Th. Kuhn. Hoy por hoy se pueden hacer cosas con la ciencia clásica, pero no se pueden decir cosas nuevas con ella: sus capacidades explicativas y comprensivas ya quedaron agotadas. La ciencia normal normaliza a los seres humanos.

La Segunda Revolución Científica comienza en 1900 con el famoso artículo sobre la radiación de fondo negro de M. Planck, pero verdaderamente se catapulta a partir de 1905 cuando Einstein llama la atención sobre la importancia del descubrimiento de Plank. Se trata de la física cuántica, y con ella, posteriormente, de la teoría cuántica, la cual incluye además a la química cuántica, la biología cuántica, todas las tecnologías de punta basadas en principios y en comportamientos cuánticos, y las ciencias sociales cuánticas. Esta Segunda Revolución Científica se caracteriza porque es alta y crecientemente contraintuitiva, y tiene dos grandes momentos: el primero, que abarca desde 1905 hasta 1934 y que conoce el desarrollo de la mecánica cuántica, y el segundo, que comprende desde 1954 hasta la fecha.

Esta Segunda Revolución Científica no tiene en su primera parte ningún lugar para los seres humanos ni para la vida misma. Se ocupa de fenómenos y comportamientos particularmente en la escala microscópica –partículas subatómicas y ondas–. Sin embargo, esta segunda revolución tiene el mérito de que rompe en mil pedazos el espíritu y la filosofía determinista, reduccionista y mecanicista de la ciencia clásica. Es lo que sucede, notablemente gracias al hecho de que en la Segunda Revolución Científica ya no se piensa ni se trabaja en términos de causalidad, de fenómenos y observaciones locales y, de manera muy significativa, la humanidad aprende el concepto de incertidumbre, el cual no tiene, en absoluto, ninguna carga psicológica, emocional o cognitiva. La incertidumbre es ontológica, es ínsita a la naturaleza y a la realidad. Aquella puede ser entendida de dos maneras, así: de un lado, es imposible conocer al mismo tiempo dónde se encuentra y hacia dónde se dirige un fenómeno. Si se conoce un aspecto es imposible conocer o determinar el otro. O bien, de otra parte, significa que el futuro no está dado de antemano y de una vez para siempre.

La segunda parte de la historia de esta revolución científica da lugar no solamente a la física cuántica, sino, además, a la química cuántica, la biología cuántica, a toda la tecnología de punta hoy por hoy, que se basa en principios y comportamientos cuánticos, y finalmente, a las ciencias sociales cuánticas. En consecuencia, los seres humanos tanto como la vida misma, en toda su complejidad, sí tienen cabida. Exagerando un tanto podríamos decir: si Darwin no descubre a la evolución y a los sistemas evolutivos la teoría cuántica lo habría hecho.

Finalmente, la Tercera Revolución Científica es la teoría o la ciencia de la información, ya que, si bien tiene algunos antecedentes que se remontan hasta el siglo XIX, se inicia en realidad en 1949 con el famoso artículo de Shannon y Weaver en torno a la teoría matemática de la información, pero tiene desarrollos magníficos que se proyectan hasta nuestros días.

Digámoslo de manera franca y directa: la Tercera Revolución Científica sirve como marco teórico y conceptual y al mismo tiempo como basamento para el descubrimiento de la vida en toda su complejidad, y para el reconocimiento expreso de que los sistemas sociales humanos están imbuidos de complejidad. Las ciencias de la complejidad nacen gracias a la teoría de la información y al mismo tiempo contribuyen a su desarrollo. Por ejemplo, se presenta la emergencia de la computación y da lugar a nuevos desarrollos de la computación.

Este texto tiene una finalidad, a saber: presentar y discutir sumariamente esta Tercera Revolución Científica y sus relaciones con las ciencias de la complejidad. Dicho de manera rápida, este es el vórtice más importante, desde cualquier punto de vista, de nuestra época. Una expresión de este vórtice es el reconocimiento explícito del modelamiento y la simulación en los procesos de comprensión y de explicación del mundo y de la realidad, y la emergencia de la ciencia de grandes bases de datos, con todo lo que ello implica. (La expresión al mismo tiempo más superficial, pero puntual de este fenómeno pivota en torno a nombres como Amazon, Google, Facebook, Microsoft, la próxima revolución 5G, el desarrollo de la web profunda, los constantes ciberataques alrededor del mundo, en fin, la emergencia de un nuevo tipo de racionalidad: la mentalidad de hackers).

A fin de comprender esta tercera revolución en marcha, el texto se articula en cuatro capítulos, de la siguiente manera: en un primer momento se estudian las dinámicas y estructuras de la información. Este argumento permite sentar las bases de los otros tres argumentos. El segundo capítulo se concentra en las relaciones entre información y su procesamiento. De esta forma, de entrada una cosa debe quedar en claro: la información es una sola y misma cosa con su procesamiento. El tercer argumento sostiene que la información permite una mayor y mejor comprensión de la naturaleza; ya sea en su acepción primera, o bien, igualmente, en relación con el mundo social. Finalmente, el cuarto capítulo conduce las reflexiones anteriores hacia los temas y problemas referentes a la salud. La tesis aquí versa en afirmar que la salud consiste en la adecuada capacidad para procesar nueva información. Como se observa, se trata de una comprensión computacional de la salud. Una novedad, sin duda. Al final se extraen varias conclusiones.

Con este trabajo una idea debe quedar en claro: nuestra época, que sociológicamente adquiere tres denominaciones distintas que finalmente son coincidentes; esto es, la sociedad de la información, la sociedad del conocimiento y la sociedad de redes, se define a partir de la importancia, en toda la extensión de la palabra, de la información. El futuro inmediato, y tentativamente a mediano y a largo plazo será el destino mismo de la información; esto es, de sus dinámicas, su significado, sus consecuencias, en fin, sus posibilidades. Información, conocimiento, redes, al cabo, las distinciones son sutiles. Importantes, pero simplemente académicas.

Estudiar (todas) las consecuencias de esta Tercera Revolución Científica es algo que desborda con mucho el espacio y el tiempo de este trabajo.

El libro está estructurado con base en tres soportes, así: de un lado, la bibliografía incluye textos que sirven de soporte y de ampliación a ideas puntuales articuladoras de este trabajo. De otra parte, ocasionalmente, como notas de pie de páginas, se introducen aquí y allá algunas referencias, las que tienen casi siempre la finalidad de ampliar o extender alguna idea puntual. Por último, se incluye al final listado de Referencias del autor donde se encuentran personales que sirven a la vez como fundamentos o como extensiones de este libro. Solo que se trata de trabajos de un carácter bastante más técnico que este libro. Un lector curioso puede remitirse a esos trabajos, para lo cual hay indicaciones de dónde encontrarlos. Los que aparecen aún “en prensa” serán incluidos en las dos páginas web o links mencionados.

1 La información y sus dinámicas, su historia y problemas

Cabe decir que la ciencia ha nacido dos veces en la historia de Occidente. El primer nacimiento tuvo lugar en la Grecia antigua. La ciencia nace, en su expresión más acabada, no precisamente con Platón y Aristóteles, sino gracias a Euclides cuando escribe el libro Elementos, que sienta las bases de las matemáticas, más exactamente, de la geometría. Así habrá de ser para los próximos veintitrés siglos. Dicho de forma amplia, se trata del estudio del espacio, aquello que en la Grecia arcaica se denominaba como la physis. (Vale recordar que en el período arcaico, cualquier persona inteligente escribía un libro con el título: ta physis, Sobre la naturaleza). Ser griego significa que es imposible tener una comprensión del ser humano, del mundo y de la realidad sin tener antes un claro entendimiento sobre la naturaleza. Esta sienta al mismo tiempo las bases y los marcos para cualquier otra ciencia, estudio o explicación.

Pues bien, el estudio de la naturaleza, de la physis o del espacio se sistematiza como la geometría. Durante muchos siglos permaneció la disputa entre los científicos acerca de si la geometría formaba parte de la física o bien de las matemáticas.

Euclides afirma la geometría como una ciencia deductiva o, si se quiere, hipotética deductiva: a partir de determinadas definiciones se siguen algunas demostraciones, incluyendo lemas y otras consideraciones. Euclides recopila, ordena y argumenta los conocimientos matemáticos (= geométricos) de su tiempo y antes de él en la forma de los Elementos, y termina por ratificar la idea platónica según la cual, quienes quisieran ingresar a la academia debían saber geometría.

De esta suerte, ser occidental significa en lo sucesivo leer el mundo y la realidad en función de determinadas definiciones, puestas al comienzo. Algún filósofo contemporáneo dirá que los seres humanos viven con precomprensiones, o lo que es equivalente, que prejuzgan, y leen el mundo y se relacionan con él en función de las precomprensiones y prejuicios. Los españoles jamás vieron a los habitantes de América debido a que estaban imbuidos de definiciones, prejuicios, precomprensiones y postulados. Lo que ellos vieron fueron sus propios axiomas, jamás la realidad misma.

Pues bien, la segunda vez que brota la ciencia es con el nacimiento de la modernidad; esto es, con el surgimiento de la física moderna –Galileo, Kepler, Copérnico y Newton–. Eso que durante mucho tiempo se denominó “filosofía de la naturaleza”.

Sintomáticamente, la modernidad asiste al segundo nacimiento de la ciencia, y este tiene lugar, en una sorprendente analogía, a lo que sucedió en la Grecia antigua. En efecto, la physis –natura– es condición de posibilidad para cualquier ciencia acerca de los seres humanos. Entre Platón y Aristóteles, de un lado, y Hobbes y Locke, de otro, parece haber menos distancia que la que se podría suponer. El Leviathan, al igual que el Ensayo sobre el entendimiento humano o el Tratado sobre el gobierno civil solo adquieren sentido sobre la base de una ciencia de la naturaleza.

 

Mejor aún, en ambos nacimientos sucede una coincidencia extraordinaria a pesar del tiempo y de la mediación entre ambos momentos por parte del medioevo y todo lo que él implicó. Se trata del hecho de que en la Grecia antigua, tanto como en la ciencia clásica en sus comienzos, existe una concepción de la naturaleza entendida esta como organismo (naturaleza orgánica). Será la iglesia –o mejor aún, las iglesias, la católica y la luterana o la calvinista–, la que se oponga con vehemencia a una concepción organicista de la naturaleza. Es una lucha/oposición que durará alrededor de cuatro siglos, al cabo de los cuales la ciencia moderna nace, efectivamente, mecanicista.

En verdad, el segundo nacimiento de la ciencia, el de la ciencia clásica parte originariamente de una inquietud teológica, particularmente en lo relativo al método, y conduce toda la investigación con carácter empírico hacia el mundo natural, buscando siempre una predicción. F. y particularmente Galileo, favorece la idea de que la naturaleza está escrita en lenguaje matemático, lo cual significaba exactamente en caracteres geométricos. El resto de la historia consiste en el desarrollo de teorías científicas que logren explicar estos aspectos.

De este modo, se fue dando lugar a la Primera Revolución Científica iniciada por Galileo Galilei y finalizada con Newton, a partir de la cual la física alcanzó el estatus de modelo de ciencia, la cual estuvo caracterizada por la matematización, la mecanización y la experimentación.

Pues bien, la gran ciencia de la modernidad es la mecánica clásica y todas las demás ciencias emergen a la luz o la sombra suya. La mecánica clásica inventa el concepto de masa o de materia, en torno al cual la totalidad del universo se define. Todo lo que sucede en el universo es el resultado de dinámicas de la materia: acción-reacción, caída libre, movimiento uniformemente acelerado y gravitación.

Posteriormente, el siglo XIX conoce el nacimiento de otra gran ciencia: la termodinámica, llamada también en ocasiones como la ciencia del calor. La termodinámica tiene una correspondencia uno a uno con la Primera Revolución Industrial. Pues bien, la termodinámica acuña un concepto distinto al de masa o materia, pero explica mucho mejor lo que sucede en el mundo: el concepto de energía. Mientras que el concepto de masa es unívoco, el de energía es polisémico; existe energía potencial, energía cinética, energía informacional y varias más. Sin duda, la termodinámica es la segunda gran ciencia que inventa la modernidad, y corresponde, sociológica y económicamente al triunfo económico de la burguesía.

A comienzos del siglo XX tiene lugar la Segunda Revolución Científica: la física cuántica, la biología cuántica, la química cuántica, la tecnología basada en cuántica y las ciencias sociales cuánticas. Así, de la mano con las investigaciones acerca del átomo, se fueron haciendo descubrimientos estrechamente relacionados con la genética, la medicina, las matemáticas y la cibernética; en esta última se dieron significativos aportes a la trasmisión de señales, contribuciones a la óptica y muy especialmente a la construcción de ordenadores.

Posteriormente, hacia mediados del siglo XX tiene lugar el nacimiento de la Tercera Revolución Científica, gracias a los trabajos de Claude E. Shannon y Warren Weaver. De manera significativa, el concepto central ya no es únicamente el de materia o el de energía, sino, mejor aún el de información, teoría desde la cual se proporciona una definición rigurosa de la misma noción de información, la que permite su cuantificación e implica seguidamente su procesamiento a través de la computación,

De manera puntual, la teoría de la información se constituye entonces en un avance científico con efectos significativos en la física, la biología, la criptografía, la robótica, la inferencia estadística, entre otros. Cuyo efecto mayor está en la trasmisión y el procesamiento de la información, lo que conduce a su vez a la constitución de grandes bases de datos.

De esta suerte, el de información es un concepto físico que explica más y mejor lo alcanzado por el concepto de energía que, a su vez, explicaba más y mejor lo que explicaba el concepto de masa o materia. Con una salvedad: la información es física, pero intangible, física pero no material, ciertamente no en el sentido tradicional de la palabra.

Vale aquí detenerse un instante para observar una circunstancia histórica. En medio de la Guerra Fría, prácticamente en la mañana siguiente de la Segunda Guerra Mundial, cuando primaban intereses políticos, el mundo se había dividido claramente en dos, se asistía al auge del espionaje en toda la línea de la palabra, cuando la comunidad científica se ocupaba de otros temas, emerge “la teoría de la información” a partir de una preocupación muy puntual: separar los mensajes del ruido, supuesta la lógica de emisor-receptor. A la postre, los ingenieros habrán de distinguir entre ruido blanco, ruido negro y ruido rosado; esto es, ruido procedente del emisor, del receptor o del medio o canal.

De esta suerte, a partir de preocupaciones de ingenieros, la teoría que nos ocupa denota una cantidad de información, independientemente de los contenidos. Esta cantidad se mide originariamente en “bits” de información. El descubrimiento más sorprendente es que la misma se encuentra en todas partes.

En otras palabras, la teoría de Shannon sentó el puente entre la información y la incertidumbre; entre la información y la entropía, en fin, entre la información y el caos. Consiguientemente nace el procesamiento de la información, junto con su almacenamiento y recuperación (Gleick, J. 2011). La información se puede almacenar indefinidamente, compartirse a voluntad, y no pesa absolutamente nada (en términos de mediciones clásicas del peso: gramos, kilogramos, etc.). Su peso consiste exactamente en la capacidad de almacenamiento de la información: bits, megas, gigas, teras, petas y así sucesivamente.

Ha sido tal la adopción de la teoría de la información, que se han establecido puentes que han dado lugar a la emergencia de nuevas ciencias tales como la computación. De esta dinámica no han permanecido ajenas la biología, la economía, la física o, ulteriormente, la totalidad de campos del conocimiento, hasta la fecha. Algo que sobrepasa enormemente una preocupación de origen ingenieril.

El desarrollo de la teoría o la ciencia de la información ha avanzado, al cabo, de la mano de la computación. Algo semejante a lo que aconteció con las ciencias de la complejidad (Pagels, 1991).

El mundo y la realidad, el universo y la vida se miden ya no única o principalmente en términos de masas o volúmenes, de energía, sino, mucho mejor, de unidades de información; esto es, de procesamiento de información, de unidades informacionales. Cada vez más, los físicos y los teóricos de la información son lo mismo.

Así las cosas, la información lo ha invadido todo, estamos inundados de ella, en palabras de Gleick “Hemos conocido al diablo de la sobrecarga de información y sus pervertidos subordinados, el virus informático, el teléfono ocupado...”. “Cada nueva tecnología de la información, a su debido tiempo, desencadena floraciones en el almacenamiento y la transmisión”. La expresión más superficial de esta situación son las redes sociales, sus dinámicas e intereses.

Lo anterior, es pues el punto de llegada pero también el punto de partida para las siguientes reflexiones en las cuales la información denota un modo de organización y de orden en el universo, permitiéndonos dibujar así un recorrido sucinto por el paso de la ciencia, por la historia centrando nuestra atención en las revoluciones científicas y el papel de las teorías; la manera cómo estas han transformado la cultura y los modos de comprender la naturaleza, la vida, la salud y la muerte hoy; así como los modos de hacer investigación superando la ciencia normal desde la cual se resuelven problemas para pasar a una ciencia revolucionaria (en palabras de Th. Kuhn) que si bien resuelve problemas, no parte de preguntas sino de la formulación de los mismos, y se soporta en nuevos paradigmas que no son los de la ciencia dominante o ciencia normal.

En este orden de ideas, a través del tiempo se ha venido transformando la forma de comprender la naturaleza, y con ella ha venido cambiando también los modos de hacer ciencia.

En verdad, estamos inundados de información, y en esta medida no solo se trata de comunicación sino de interpretación, de leer los códigos que habitan no solo en los mensajes hablados o icónicos, sino en el lenguaje mismo del cuerpo, de las comunidades, de la naturaleza, de la humanidad, del universo. Para que haya información debe haber lenguaje. Existen redes de información y al cabo emerge la sociedad de redes.

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