Vecino silencioso

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Vecino silencioso
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v e c i n o   s i l e n c i o s o
(un libro de suspenso psicológico de Chloe Fine—libro 4)
b l a k e   p i e r c e
Blake Pierce

Blake Pierce es el autor de la exitosa serie de misterio de RILEY PAIGE, que incluye dieciséis libros hasta el momento. Blake Pierce es también el autor de la serie de misterio MACKENZIE WHITE, que comprende trece libros (y contando); de la serie de misterio AVERY BLACK, que comprende seis libros; de la serie de misterio KERI LOCKE, que comprende cinco libros; de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE, que comprende cinco libros (y contando); de la serie de misterio KATE WISE, compuesta por seis libros (y contando); del misterio de suspenso psicológico CHLOE FINE, compuesto por cinco libros (y contando); de la serie de thriller de suspenso psicológico JESSIE HUNT, compuesta por cinco libros (y contando); de la serie de thriller de suspenso psicológico LA AU PAIR, compuesta por dos libros (y contando); y la serie de misterio de ZOE PRIME, compuesta por dos libros (y contando).

Blake es un ávido lector y fanático de toda la vida de los géneros de misterio y thriller, y le encanta escuchar de sus lectores, así que por favor no dudas en visitar http://www.blakepierceauthor.com para saber más y ponerte en contacto con el autor.


Copyright © 2019 por Blake Pierce. . Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976 y las leyes de propiedad intelectual, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o distribuida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en un sistema de bases de datos o de recuperación sin el previo permiso del autor. Este libro electrónico está licenciado para tu disfrute personal solamente. Este libro electrónico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si te gustaría compartir este libro con otras personas, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regrésalo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor.  Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son productos de la imaginación del autor o se emplean como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Derechos de autor de la imagen de la cubierta son de Mayer George, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.

LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE

LA NIÑERA

CASI AUSENTE (Libro #1)

CASI PERDIDA (Libro #2)

CASI MUERTA (Libro #3)

SERIE DE MISTERIO DE ZOE PRIME

LA CARA DE LA MUERTE (Libro #1)

LA CARA DEL ASESINATO (Libro #2)

LA CARA DEL MIEDO (Libro #3)

SERIE DE THRILLER DE SUSPENSE PSICOLÓGICO CON JESSIE HUNT

EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1)

EL TIPO PERFECTO (Libro #2)

LA CASA PERFECTA (Libro #3)

SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE

AL LADO (Libro #1)

LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2)

CALLEJÓN SIN SALIDA (Libro #3)

VECINO SILENCIOSO (Libro #4)

SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE

SI ELLA SUPIERA (Libro #1)

SI ELLA VIERA (Libro #2)

SI ELLA CORRIERA (Libro #3)

SI ELLA SE OCULTARA (Libro #4)

SI ELLA HUYERA (Libro #5)

SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE

VIGILANDO (Libro #1)

ESPERANDO (Libro #2)

ATRAYENDO (Libro #3)

TOMANDO (Libro #4)

SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE

UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)

UNA VEZ TOMADO (Libro #2)

UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)

UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)

UNA VEZ CAZADO (Libro #5)

UNA VEZ AÑORADO (Libro #6)

UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7)

UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8)

UNA VEZ ACECHADO (Libro #9)

UNA VEZ PERDIDO (Libro #10)

UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11)

UNA VEZ ATADO (Libro #12)

UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13)

UNA VEZ INACTIVO (Libro #14)

SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE

ANTES DE QUE MATE (Libro #1)

ANTES DE QUE VEA (Libro #2)

ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3)

ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4)

ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5)

ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6)

ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7)

ANTES DE QUE CACE (Libro #8)

ANTES DE QUE ATRAPE (Libro #9)

ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10)

ANTES DE QUE DECAIGA (Libro #11)

ANTES DE QUE ENVIDIE (Libro #12)

SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK

CAUSA PARA MATAR (Libro #1)

UNA RAZÓN PARA HUIR (Libro #2)

UNA RAZÓN PARA ESCONDERSE (Libro #3)

UNA RAZÓN PARA TEMER (Libro #4)

UNA RAZÓN PARA RESCATAR (Libro #5)

UNA RAZÓN PARA ATERRARSE (Libro #6)

SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE

UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1)

UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2)

UN RASTRO DE VICIO (Libro #3)

UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4)

UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5)

PRÓLOGO

Rosa abrió la puerta de la casa de dos pisos, pensando en lo extraño que era que la gente contratara a otras personas para limpiar sus casas, dándoles pleno acceso a cada habitación y a los posibles secretos de sus vidas. Rosa había estado limpiando casas en el área de Falls Church, en Virginia, durante seis años y se había topado con bastantes cosas inesperadas. Se alarmaba de lo poco que la gente se esforzaba en encubrir sus indiscreciones y secretos.

Sin embargo, no creía que llegara a encontrase nada escandalosos ni a toparse con secretos oscuros de esta pareja. Estos eran sus nuevos clientes, los séptimos en ayudarla a alcanzar su meta de ganar cuatro mil dólares al mes solo limpiando casas. Nada mal para una mujer que en un momento dado apenas llegaba a pagar su alquiler de trescientos cincuenta dólares limpiando mesas.

Esta pareja, los Fairchild, parecían ser prolijos y para nada dramáticos. Un matrimonio agradable, aunque posiblemente demasiado involucrados en su trabajo. El marido era una especie de agente financiero que viajaba al menos una vez al mes para asistir a reuniones en Nueva York y Boston. La esposa, una mujer de aspecto tímido de unos cincuenta años, no parecía hacer mucho. Ella era una especie de influencer en las redes sociales, sea lo que sea que eso signifique. Pero eran agradables, ricos, e increíblemente amables y amistosos con Rosa. Y eso era una cualidad que muchos de sus otros clientes no tenían.

Ella entró en el gran vestíbulo y miró hacia la espaciosa sala de estar, la planta abierta y la cocina integrada estaba separada solamente por una barra. En su opinión, la casa era demasiado grande para una pareja sin hijos, sobre todo para una pareja en la que el marido no estaba una semana o más de cada mes.

Rosa echó un vistazo y pensó que sería otra de esas veces en las que sentiría que ganaba su salario sin trabajar. Los Fairchild eran bastante limpios, y casi siempre dejaban la casa limpia. Rosa cumplía todas las tareas, fregaba, aspiraba y limpiaba las ventanas, pero realmente no había mucho que limpiar en la casa de los Fairchild.

Fue a la lavandería y al zaguán contiguo, donde llenó el lavabo con agua, vertiendo un poco de producto de lavanda. Pensó en empezar por el suelo de la cocina, ya que esa parecía ser la habitación más usada de la casa. Para darle tiempo al piso para secarse, aspiraría todas las alfombras del piso de arriba. Ella odiaba sentir que estaba “estafando” a una pareja tan agradable, pero se dijo a si misma que si lograba que las áreas más importantes lucieran muy limpias, los Fairchild considerarían que había hecho bien su trabajo. Además, no era su culpa que prácticamente ya estuviera todo limpio cuando ella llegaba.

Mientras esperaba que el fregadero se llenara a la mitad, Rosa caminó a través de la cocina y se dirigió hacia la escalera. La aspiradora estaba en el armario de la ropa blanca de arriba porque era la única zona de la casa con alfombras. Se le ocurrió que el filtro podría necesitar ser cambiado y quiso comprobarlo antes de empezar a trapear y olvidarse de hacerlo.

Encontró la aspiradora en su lugar habitual y revisó el filtro, pero aún le quedaba unos pocos usos antes de que precisara ser cambiado. Ya que había sacado la aspiradora, decidió aspirar el dormitorio principal. Era una habitación enorme, con chimenea, estantes empotrados y un baño en suite más grande que la sala de estar del apartamento de Rosa.

La puerta del dormitorio estaba abierta, por eso entró sin golpear. A menudo, no sabía si la señora Fairchild estaba en casa o no, pero había aprendido a tocar la puerta siempre que había una puerta cerrada en la casa de los Fairchild. Ella entró con la aspiradora, pero se detuvo en seco apenas entró en la habitación.

La Sra. Fairchild estaba durmiendo en la cama. Esto parecía extraño, ya que estaba segura de que la mayoría de los días, la Sra. Fairchild se levantaba temprano y salía a correr. Estuvo a punto de salir de la habitación para evitar despertarla. Pero entonces notó un par de cosas.

Primero, la Sra. Fairchild estaba vestida con su ropa de correr. Segundo, estaba acostada sobre las sábanas de la cama recién hecha.

En la mente de Rosa se activó una gran señal de alarma y en lugar de salir de la habitación como había previsto, sintió que una fuerza invisible la empujaba a acercarse.

 

–¿Sra. Fairchild? ―preguntó.

No hubo respuesta. La Sra. Fairchild ni siquiera se movió.

«Llama a la policía», pensó Rosa. «Llama al 911. Esto no pinta bien… ella no está durmiendo y lo sabes».

Pero debía asegurarse. Dio dos pasos más hacia adelante hasta que llego a vislumbrar el rostro de la Sra. Fairchild.

Sus ojos estaban abiertos, mirando hacia la ventana sin parpadear. Su boca estaba parcialmente abierta. Un charco de sangre bastante fresca, manchaba la sábana justo encima de su cabeza. A lo largo de su cuello se podía ver una grotesca marca de corte.

Rose sintió que un grito se apoderaba de ella. Sus rodillas cedieron un poco, pero se las arregló para dar unos pasos hacia atrás. Cuando se chocó contra la aspiradora, soltó un alarido.

Le costó mucho poder apartar los ojos de la Sra. Fairchild, pero cuando lo hizo, salió corriendo de la habitación. Ella fue hacia la barra de la cocina donde había dejado su teléfono, y llamó al 911. Mientras esperaba que el operador respondiera, Rosa estaba tan horrorizada que ni siquiera se le cruzó por la mente que el fregadero de la lavandería se llenaba más con cada segundo que pasaba, casi desbordándose.

CAPÍTULO UNO

Chloe había escuchado muchas advertencias para intentar mantener muy separadas su vida personal y su carrera. Como agente federal, las cosas tendían a complicarse mucho cuando los dos mundos chocaban. Pero si era completamente honesta, había estado conviviendo con la colisión de esos dos mundos desde que se había graduado de la academia, gracias a los juegos mentales de su padre.

Sabía que había pasado demasiado tiempo especulando si su padre le había hecho algo a su madre o no hacía dieciocho años atrás. Gracias al descubrimiento de Danielle del diario de su madre, las últimas semanas de Chloe habían estado llenas de confusión. Ahora se sentía bastante segura de que su padre había matado a su madre hacía todos esos años. Ella le había dado el beneficio de la duda, incluso había llegado a culpar del asesinato de su madre a Ruthanne Carwile, un chivo expiatorio.

Pero ahora tenías las pruebas escritas con la letra de su madre. Tenía pruebas más que suficientes para sentir que su padre no solo era un asesino, sino que había matado a su madre.

Esto la había afectado bastante. Chloe había hecho todo lo posible para que no afectara su trabajo, pero había usado cada momento libre estudiando esto. Había pasado los dos primeros fines de semana luego del descubrimiento esquivando las llamadas de Danielle, de su compañera, la agente Rhodes, y de su padre.

«Todo lo que tengo que hacer es hacerlo público», se dijo a sí misma una y otra vez. «Solo hazlo público, lleva el diario al FBI y acaba con él. Cierra este miserable capítulo de tu vida y vuelve a poner al bastardo entre rejas».

Pero era arriesgado porque podría afectar su propia carrera. Y además, su pequeña niña interior insistía en que quizás se le estaba pasando por alto algún detalle importante… La versión más joven de ella misma no podía creer que su padre realmente no era un asesino.

Era una pelea interna que varias mañanas la hizo levantarse con resaca. Habían pasado solo veinte días desde el descubrimiento del diario. E incluso cuando estaba en el trabajo, aunque seguía siendo profesional y no dejaba que sus propios demonios personales interfirieran con su trabajo, las anotaciones del diario se le venían a la cabeza.

«Él me estranguló esta noche… y me abofeteó en la cara. Antes de que me diera cuenta de lo que estaba pasando, me empujó contra la pared y me estranguló. Me dijo que si le volvía a faltar el respeto, me mataría. Él dijo que lo esperaba algo mejor, una mejor mujer y una mejor vida…»

El diario estaba sobre su mesa ratona. Lo había dejado allí para siempre tenerlo presente y para no permitirse tenerlo fuera de su vista. Lo tenía ahí para recordarle que había sido una tonta y que su padre la había engañado durante mucho tiempo.

Habían pasado casi tres semanas enteras desde que ella y Danielle llegaron a la conclusión de que su padre había matado a su madre, y fue allí cuando Chloe pensó en ir a su apartamento y matarlo. Era sábado y ella había empezado a beber a las once de la mañana, mirando por la ventana de su apartamento mientras veía pasar el tráfico de Washington.

Ella sabía muy bien cómo funcionaba el sistema para hacer que pareciera un suicidio. O, por lo menos, sabía cómo ocultar bien sus huellas. Podía asegurarse de que él muriera sin que nada la delatara a ella como la autora del crimen.

Lo había pensado con mucho cuidado. Tenía un plan en la cabeza que parecía ser bastante viable.

«Pero eso es una locura, ¿no?», se preguntó para sus adentros.

Y luego pensó en lo profundo de su engaño. Recordó lo leal que ella le había sido, incluso cuando Danielle intentó advertirle que su padre no era el hombre que ella pensaba. Y cuando todo eso se le pasaba por la mente, la idea de matarlo no parecía tan drástica después de todo.

Soñaba con dispararle a su padre y estaba a punto de abrir su tercera cerveza del día cuando alguien llamó a su puerta suavemente. Ella se sobresaltó, su padre había venido cuatro veces en los últimos veinte días pero ella siempre se había quedado callada y no le había respondido. Sin embargo, este golpe era diferente, era al ritmo de la introducción de “Closer” de Nine Inch Nails, una de las canciones favoritas de Danielle. Ellas habían acordado que ese era el toque especial para que Chloe supiera que era su hermana la que estaba al otro lado de la puerta.

Con una sonrisa cansada, Chloe abrió la puerta. Y encontró a Danielle del otro lado mientras continuaba con la canción. Danielle bajó las manos y le sonrió a su hermana. La situación era rara, normalmente Danielle era la que estaba deprimida y Chloe era la que intentaba animarla. Había sido así la mayor parte de sus vidas, especialmente desde que Danielle había descubierto lo idiotas que pueden llegar a ser los hombres.

–¿No duermes bien? ―preguntó Danielle mientras entraba y cerraba la puerta detrás de ella.

–No demasiado ―dijo Chloe―. ¿Quieres una cerveza?

–¿Qué hora es?

–¿Mediodía? O cerca de eso…

–Solo una ―dijo Danielle, mirando a su hermana suspicazmente.

Chloe estaba muy al tanto de su cambio de papeles. Cuando destapó una botella y se la dio a Danielle, vio la preocupación en la cara de su hermana. Y eso estaba bien, era una prueba de que Danielle había crecido. Demostraba que luego de lo que habían descubierto juntas, podía valerse por sí misma sin que su hermana estuviera allí apoyándola como solía hacerlo siempre.

–Sé lo que estás pensando ―dijo Chloe.

–No, no lo sabes. Odio admitir que me gusta esta Chloe que bebe antes del mediodía. Me gusta esta Chloe malhumorada. Pero sería una mala hermana si no te dijera que estoy preocupada por ti. No tienes la personalidad necesaria para que te salga natural el lado oscuro y melancólico de los góticos.

–¿Es por eso que estás aquí? ―preguntó Chloe―. ¿Para decirme que estás preocupada por mí?

–En parte sí. Pero también vine por otra cosa. Y necesito que me escuches por un segundo, ¿de acuerdo?

–Claro ―dijo Chloe mientras ambas se acomodaban en el sofá con sus cervezas. Ella posó sus ojos sobre el diario de su madre en la mesa ratona y su mente brevemente volvió a la sórdida idea de matar a su padre. Y fue en ese preciso momento, con Danielle sentada frente a ella, que supo que jamás podría hacerlo. Ella podía fantasear con ello y hacer todos los planes que quisiera, pero nunca lo haría. Simplemente no era esa clase de persona.

–Hace un tiempo, recuerdo haber visto un programa… una especie de programa como Misterios sin Resolver ―dijo Danielle.

–Espero que esto tenga un sentido―la interrumpió Chloe.

–Sí, tiene sentido. Bien… se trataba de una mujer que salvó la vida de su hermano. Verás… eran gemelos idénticos. Nacieron con cinco minutos de diferencia o algo así. Una noche ella estaba preparando la cena para su familia y de repente, sintió una punzada en el cerebro, como si alguien le hablara. Por la mente se le pasó la idea de que su hermano estaba en problemas. Fue tan fuerte que dejó de hacer lo que estaba haciendo y lo llamó. Cuando él no contestó el teléfono, llamó a la novia de su hermano. La novia fue a la casa del hermano y encontró que alguien había entrado en su casa y le había disparado. Él se estaba desangrando cuando la novia lo encontró, pero ella llamó al 911 y terminó salvándole la vida. Y todo fue gracias a esa extraña sensación que tuvo su hermana gemela.

–De acuerdo…

Danielle puso los ojos en blanco. Chloe pudo ver que estaba eligiendo con cuidado las próximas palabras que saldrían de su boca.

–Estoy sintiendo algo así hace unos cuarenta minutos ―dijo Danielle―. No tan fuerte como lo presentó el programa de televisión, pero lo sentí. Fue bastante fuerte. Y fue… bueno, fue raro.

–Nadie entró ―dijo Chloe―. Nadie me ha disparado.

–Puedo verlo. Pero, no lo sé. Tuve ese extraño sentimiento de hermana. Sentí que tenía que estar aquí. Lo siento si suena tonto. Pero… ¿hay algo que podría haber evitado al aparecer?

Chloe sacudió la cabeza diciendo que no. Pero pensó: «Solo me has impedido planear el asesinato de nuestro padre». Sonrío suavemente y bebió un sorbo de su cerveza.

–Tú no estás bien ―dijo Danielle. Y señaló con la cabeza hacia la botella de cerveza. ―¿Cuántas de estas botellas vacías encontraré en la basura?

–Dos. Y lo siento… pero ¿quién eres tú para preocuparte por los hábitos de bebida de alguien? Es bastante hipócrita de tu parte.

–Oh, no me molesta que bebas. Tú puedes automedicarte como te parezca. Pero lo que sé es que tú no eres de automedicarte. Nunca lo ha sido. Tú eres la lógica, la inteligente. Estoy aquí porque has empezado a usar mis viejas estrategias para manejar las cosas. Eso es lo que me preocupa.

–Estoy bien, Danielle.

Danielle se cruzó de brazos y se reclinó en el sofá. Si había alguna posibilidad de salvar la conversación, Chloe sintió que desaparecía con ese simple gesto. La expresión de Danielle parecía hacer notar su descontento.

–¿Debo olvidar todo el año pasado cuando tú declarabas que papá era inocente? ¿Debo olvidar nuestras peleas a causa de él, y tú siempre apoyándolo? En mi opinión, me merezco algo de honestidad, Chloe. No soy estúpida. Este descubrimiento que te mostró cómo era papá realmente te ha afectado mucho.

–Por supuesto que sí.

–Así que dime lo que estás pensando. Dime qué hacemos ahora. Si soy honesta contigo, no entiendo por qué no lo has entregado a las autoridades todavía. ¿El diario no suficiente para condenarlo?

–¿No crees que he pensado en eso? ―le preguntó Chloe, empezando a enojarse un poco―. Y no, el diario no es suficiente. Podría ser suficiente para reabrir el caso, pero eso es todo. No hay evidencia sólida, y lo que lo hace aún más difícil es el hecho de que ya hubo un juicio y que nuestro padre ya fue puesto en prisión y luego liberado. Si a todo eso le sumas la reciente condena de Ruthanne Carwile, lo que se obtiene es un gran lío.

–¿Me estás diciendo es que probablemente se salga con la suya?

Chloe no le respondió. Terminó el resto de su cerveza y entró en la cocina. Abrió la puerta del refrigerador para tomar otra pero luego se detuvo. Lentamente, la cerró de nuevo y se apoyó en el pequeño mostrador de la cocina.

–Soy consciente de que esto es mayormente mi culpa ―dijo Chloe. Esto le fue difícil de admitir. Esas palabras le supieron amargas cuando salían de su boca.

–No estoy aquí para culparte, Chloe.

–Lo sé, pero es lo que estás pensando. Y no te culpo. Ahora que he visto lo que había en ese diario y es cómo que… No sé… como que ahora lo veo todo… Yo también pienso que es mi culpa. Si te hubiera escuchado antes de que todo esto hubiera empezado las cosas habrían sido diferentes. Antes de Ruthanne, antes de conseguir mi trabajo en el FBI…

–No hagas eso. Concentrémonos en el futuro. Averigüemos qué podemos hacer.

–¡No hay nada que hacer!

Chloe se sorprendió a sí misma cuando se escuchó gritarle esas palabras a su hermana. Pero luego de decirlas, ya no había vuelta atrás.

–Chloe, yo…

–Arruiné todo. Te fallé a ti, a mamá y a mí. Esta soy yo ahora. Tengo que vivir con esto y solo…

–Pero podemos resolverlo juntas, ¿verdad? Mira, no me molesta esta inversión de roles, pero no soporto verte torturándote a ti misma de esta manera.

–Ahora no, no puedo lidiar con ello ahora mismo. Tengo que resolver algunas cosas.

–Entonces déjame ayudarte.

 

Chloe se sintió sofocada. También sintió que estaba a punto de explotar otra vez, pero apretó los puños y fue capaz de calmarlo.

–Danielle ―dijo tan lenta y pacientemente como pudo―, aprecio tu intención y te amo por estar tan preocupada. Pero por ahora necesito manejar esto sola. Entre más molestes y presiones, más difícil será. Así que, por favor… solo por ahora… ¿puedes irte?

Chloe vio como cambiaba la expresión de Danielle. Parecía decepcionada. O tal vez era algo más parecido a la tristeza. Chloe no lo sabía y, francamente, en ese momento no le importaba.

Danielle dejó su cerveza casi llena en la mesa ratona, y se puso de pie.

–Quiero que me llames cuando termines de estar distante.

–No estoy distante.

–No sé cómo estás ―dijo Danielle mientras abría la puerta para irse―. Pero distante sonaba mejor que decir que te comportas como una perra.

Antes de que Chloe pudiera responderle algo, Danielle se fue, cerrando la puerta detrás de ella.

Chloe hubiera deseado que Danielle cerrara la puerta de un portazo. De esa forma, al menos sabría que había algún tipo de sentimiento, alguna señal de que Danielle estaba tan enojada como Chloe. Pero solo se escuchó el suave clic de la puerta al cerrarse y nada más.

Chloe se sentó en silencio durante el resto de la tarde y todo lo que había logrado al día siguiente era aumentar el número de botellas de cerveza vacías en la basura.