En sus brazos

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En sus brazos
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Letrame Editorial.

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Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz

Diseño de portada: Rubén García

Supervisión de corrección: Ana Castañeda

ISBN: 978-84-1114-101-7

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

Prólogo

Estaba acostada en la camilla, con los ojos entrecerrados, sentía mi pulso acelerado y me quedaba sin respiración, tenía un mundo de sensaciones que no podría explicar, entre mis piernas recorría algo líquido, y poco a poco oía como cada gota caía al suelo, decidí levantarme, pero sentía que no tenía fuerzas, mi cabeza me daba vueltas, volvía a enfocarme en las gotas, hasta que logré levantarme y acomodarme de manera que quedara sentada en la camilla; me di cuenta de que el líquido que recorría por mis piernas era sangre, pero ¿por qué sangre? ¿Acaso ya me había convertido en mujer? “No, no creo, apenas tengo doce”, me respondí, me abrí de piernas y sentí dolor y ardor, como si me estuviera quemando, el dolor es demasiado insoportable, “pero ¿qué me ha pasado?”, inquiero. Miré a mi alrededor y estaba en la enfermería de mi colegio, realmente estaba muy confundida, pero ahora el dolor no me dejaba pensar, sentía que cada segundo aumentaba más. Mis lágrimas recorrían mi cara, poco a poco mi mente se fue despejando hasta recordar lo que me había sucedido, después de eso, el dolor de mi cuerpo desapareció. Para reaparecer en mi pecho.

TODO PASA

Sé que no tengo una vida perfecta, soy muy diferente a una chica normal, pero eso no me ha impedido luchar por mis sueños; aunque nunca tuve una familia, siempre tuve algo más que eso, a mi mamá, no he necesitado a otra persona que no sea ella; pero aun así, no dejaba de anhelar a una. Sentir un vacío que por más que lo trates de llenar, nada es suficiente, es algo abrumador, aun así, tengo la mentalidad de que algún día la ficha perdida de mi rompecabezas será encontrada y puesta en su lugar, mientras tanto, seguiré donde mis pies, mi corazón y mi razonamiento me lleven.

Desde que me mudé a otra ciudad, Bogotá, Colombia, mi vida cambió, no sabría decir si para bien o para mal, pero lo que sí sé es que me ha hecho más fuerte; a los 12 años, fui violada brutalmente por mi profesor de inglés. Mi mecanismo de defensa se abrió, no sé si he superado esa etapa, realmente cada noche tengo pesadillas sobre eso, pero creo que ya el hablar del tema no me incomoda. Mi mamá desde entonces no toca el tema, aun con mis 21 años, sigue tratándome como a una niña y sobreprotegiéndome; realmente el hecho de sus acciones no me molesta en su totalidad, pero yo ya debo salir para explorar el mundo, sé que no todo es malo.

Conocí a un chico que se llama Julián en mis citas con la psicóloga, él fue violado por su tío, con él aprendí a manejar esto, yo antes me cortaba las muñecas e intentaba suicidarme, cuando entré al psicólogo, todo fue mejorando y, con la ayuda, de Julián creo que superé esto.

Julián es un gran chico; tiene ojos grises oscuros, cabello color chocolate, su piel es bronceada, tiene una cejas definidas, boca roja, una nariz respingada, unas pestañas largas y crespas, es alto, flaco pero con cuerpo bien ejercitado, lo que más me gusta de él son sus hermosos dientes brillantes y sus grandes manos; al principio solo era la psicóloga y yo, pero con el tiempo, ella decidió formar un grupo de los que tenían casos similares; ella creía que si familiarizábamos con personas que tuvieran traumas parecidos, podríamos encontrar más apoyo en nosotros, realmente su idea no me pareció mala.

Él no hablaba casi, solo se la pasaba observando a cada uno de nosotros; realmente yo soy mala tratando de hablar con alguien que no conozco, y más si se trata de un hombre, ya saben, mi trauma tiene que ver con eso.

Un día estaba afuera del consultorio. Mi mamá siempre estaba allí esperándome, pero esta vez no fue así, me quedé sentada en el andén esperándola, decidí llamarla cuando vi una sombra frente a mí, era mi tío Eduard, colgué el celular y me quedé mirándolo fijamente, mi tío es un ser sin sentimientos, es un tipo de cuerpo grueso y ejercitado, cejas tupidas y negras, sus ojos cafés son intimidantes y profundos, pestañas lisas, labios gruesos y pálidos, una nariz gruesa, con piel morena; a él lo único que le importa son los negocios familiares, realmente mi relación con él es muy lejana.

Él simplemente me extendió la mano para que me levantara, yo la acepté y me levanté, cuando iba pronunciar algo, mi tío alzó su mano y me pegó un bofetón en la cara, de inmediato estaba sangrando la boca; yo quedé perpleja a su acto, no sabía qué hacer, no entendía nada, solo me quedé ahí parada, no podía moverme, estaba en shock; él iba a pegarme de nuevo, cuando una mano detuvo la de él, vi los hermosos ojos de Julián mirándome con cara de preocupación; empujó a mi tío y me cogió de la mano, solo caminábamos rápido sin pronunciar ninguna palabra, hasta que entramos a una gasolinera, él me pidió hielo para mi labio reventado, solo se quedó mirando cómo me lo colocaba, yo ya estaba con mis cinco sentidos en normalidad, aunque quería hablar, mi boca no pronunciaba ninguna palabra, solo lo miraba con vergüenza, Él decidió tomar la iniciativa:

—¿Te duele mucho? —Yo solo asentí tímidamente.

—Te llevaré a tu casa, dame la dirección.

—No te preocupes, llamaré a mi mamá —saqué mi celular y le marqué. Sin darme cuenta ya le estaba hablando.

—Aló, ¿mami?

—Hola, princesa, ¿por qué no estás aquí?

—Lo siento, mami, salí con un amigo a tomar algo, regresaré al consultorio enseguida.

—Está bien, cariño, nos vemos.

Julián se quedó mirándome, levantó su mano y me acarició el labio herido.

—Debes colocarte más hielo cuando estés en casa. ¿Qué le dirás a tu mamá sobre el golpe?

En su mirada notaba su preocupación; yo no me había percatado de eso, no sabía que decirle a mi mamá:

—Le diré que tuve una pelea con una compañera del grupo.

Julián enarca una ceja y luego se ríe.

—Tú no tienes cara de ser peleona, pero supongo que es una buena excusa.

Nos levantamos y fuimos otra vez al consultorio, en el camino Julián me tenía de la mano, su mano es tan cálida, suave; con él me sentía muy segura. Llegamos al parqueadero y allí vi a mi madre, estaba con una sudadera negra, una camisa blanca, el cabello de mi madre es rojizo, largo y ondulado, los ojos de ella son cafés, tiene unas pestañas crespas y largas, unos labios finos, pecas en la cara, ella es delgada y alta.

Se quedó mirando fijamente a Julián, y ya entiendo por qué, él me sujetaba la mano, rápidamente me zafé de él, aceleré un poco mi paso hasta llegar donde estaba mi mamá, sin sentirlo, estaba detrás de mí, mi mamá me saludó con un cálido beso en la mejilla, luego me sujetó la cara, mirando directamente mi labio inferior, su cara se transformó en angustia. Cuando iba a hablar, Julián tomo otra vez la iniciativa:

—Lo siento, fue mi culpa, estábamos saliendo del salón, abrí la puerta y le pegué sin querer —mi mamá me volvió a mirar la pequeña herida.

—Sam, cuántas veces te he dicho que no te hagas cerca de la puerta, cuando lleguemos a casa, te pondré hielo, cariño —mira a dirección de Julián—: ¿Y tú cómo te llamas? —le preguntó a Julián mirándolo de arriba abajo.

—Me llamo Julián Ospina.

—Mucho gusto, me llamo Amanda.

—El gusto es mío, señora.

—Bueno, Julián, si tú no tienes nada que hacer, te invito a nuestra casa para que cenes con nosotras, ¿qué te parece?

—Sí, suena estupendo, pero no quiero molestarlas.

—Oh, claro que no, nos encantaría que vinieras, ¿cierto, Sam?

—Sí, sería muy agradable tu compañía —sonrió apenada.

—Está bien, entonces seguiré su carro.

Él se desplazó a su carro mientras nosotras nos dirigimos al nuestro; estaba ansiosa, pero no sabía realmente por qué, me gustaba la idea de tener un amigo que pudiera entenderme completamente, aunque Julián no es una persona de tener amigos.

En el camino, mi mamá se mantuvo callada, decidí romper el hielo:

—Mami, ¿estás bien? —sin dejar de mirar al frente, me acarició la cara.

—Sí, cariño, solo que no me gusta verte lastimada.

—Mamá, fue un accidente.

—Lo sé, pero igual no me gusta, debes tener más cuidado.

—Sí, está bien, mamá, lo tendré en cuenta.

—Bueno, cariño.

Llegamos a mi casa, Julián se bajó primero y se acercó a nuestro carro, abrió la puerta en la que yo estaba, me extendió la mano para ayudarme a bajar, sentí que me ardían los cachetes, ningún hombre había sido tan educado y cortés como él.

Volteé a ver a mi mamá, nos estaba mirando con cara de picardía y una sonrisa radiante; nos dirigimos a la casa, mi mamá fue directo a la cocina. Mientras Julián y yo estábamos en la sala, sentí mucha tensión entre nosotros, así que decidí mostrarle la casa:

 

—Ven, te mostraré mi casa —él me miro sorprendido y asintió. Lo guie hacia las escaleras, quería mostrarle mi cuarto. Mi cuarto es la última puerta, color azul.

—Este es mi cuarto, está un poco desordenado, no esperaba visitas hoy.

—No te preocupes, para estar desordenado se ve muy bien —los dos sonreímos, Julián se quedó mirando las fotografías que estaban pegadas a mi pared.

—¿Las tomaste tú?

—Sí, las tomé yo, me gusta fotografiar momentos y a las personas en su estado más natural.

—Están increíbles.

—Gracias, cuando quieras te tomo unas.

—Realmente las fotos no me van, no soy fotogénico.

—No necesitas serlo —en ese momento mi mamá nos llamó desde las escaleras para que bajáramos a cenar.

—Ya voy, mamá —le respondí.

Julián esperó a que yo saliera primero de la habitación para él después seguirme, cuando entramos al comedor, mi madre tenía toda la comida servida, nos sentamos en la mesa.

Julián se veía muy tranquilo. mi mamá hizo mi plato preferido, ajiaco, definitivamente ella es la mejor, volví a mirar a Julián y su expresión al ver la sopa me dio risa, supongo que no la ha probado, me reí al ver su cara y él me miró fijamente y sonrió:

—¿Qué clase de sopa es? —murmuró intrigado, volteé hacia la cocina para ver a mi madre, que seguía haciendo el jugo.

—Se llama ajiaco —susurro—. Es uno de mis platos preferidos, se come con crema de leche.

—Pensé que era leche —los dos volvimos a reír. Unos minutos después entra mi mamá con los vasos de jugo.

—No te pregunté si tomas jugo de lulo —dice colocándolos en la mesa.

—Para serle sincero, señora, no lo he probado —las dos volteamos a vernos sorprendidas.

—Bueno, yo espero que te guste —dice tranquilamente.

Durante la comida, mi mamá lo interroga, al parecer Julián nació en Estados Unidos, su papá es americano y su mamá es colombiana. Por lo visto lleva poco tiempo viviendo aquí, por eso su acento se me hacía tan diferente; su familia exporta vinos artesanales, ahora él se hace cargo de la empresa, sabe tres idiomas, inglés, español y francés. Cada vez estoy más sorprendida, sabe tocar el piano, practica skate, lee en sus tiempos libres; mi mamá está maravillada con él, después de tanta información dada Julián mira a mi madre:

—Señora, gracias por invitarme a cenar; su comida ha sido estupenda.

—El placer es mío, casi visitas no tenemos, así que cuando las hay, me gusta cocinar los mejores platos para que se enamoren y vuelvan —los tres reímos.

—Pues señora, creo que ha conseguido su objetivo —volvimos a reír.

Nos retiramos de la mesa, Julián y yo nos dirigimos a la sala, mientras que mi mamá volvió a la cocina, hubo unos minutos de silencio entre nosotros hasta que decidí hablar primero.

—Quería agradecerte por salvarme —digo suavemente.

—No te preocupes, realmente no fue nada —responde con un susurro.

—Para mí sí lo fue; no entiendo por qué mi tío me agredió, tengo miedo que lo vuelva hacer, para ser honesta.

—Él no lo volverá hacer, por la simple razón de que estaré pendiente de ti, ¿está bien? —su mandíbula se tensa.

Asentí sorprendida, mi impulso fue darle un beso en la mejilla, él solo medio sonrió, se levantó y mirándome fijamente:

—Debo irme, es un poco tarde; te veo mañana, Sam.

Asentí y lo acompañé hasta la puerta.

Unos minutos después, mi madre sale de la cocina:

—¿Y Julián?

—Se fue, mamá, ya era un poco tarde.

—Sí, tienes razón, me agrada ese muchacho, se ve muy educado, además de que está demasiado lindo.

—¡¡Mamá!! Espete, contigo de verdad no se puede —las dos nos reímos.

—Ve a descansar, Sam, y colócate hielo en tu boca, se te ve horrible ese labio, cariño.

—Sí, mamá, descansa tú también, te amo —fui a la cocina por hielo cuando me llega un mensaje de texto:

—Espero que tu amigo mantenga la boca callada, o tendré que cerrársela.

Era mi tío, ¿pero qué pretende ahora? ¿Está amenazándome? Me quedé mirando el celular por unos segundos. Vuelve a vibrar, es otro mensaje, pero esta vez era de Julián:

—Quería saber cómo sigue tu labio y agradecerte por la cena.

No sabía si contarle lo de mi tío para que él tuviera cuidado, pero a la vez me daba miedo que él se alejara de mí en estos momentos; por un momento decidí ser egoísta y preferí omitir el mensaje de mi tío:

—Gracias a ti por ayudarme, realmente estaba muy asustada, mi labio ya está un poco mejor, se ha desinflamado.

—Me alegra saber que esté mejor, te veo mañana, no faltes.

—No lo haré.

Subí con mi vaso lleno de hielo a mi habitación, estaba exhausta; fue un día demasiado raro para mí. Mientras me colocaba hielo en el labio, decidí escuchar música, coloqué mi canción favorita: I’m not the only one, de Sam Smith; me recosté en la cama, cerré los ojos y vi el rostro de Julián. “Es demasiado guapo”. Diciendo eso me quedé dormida.

El rayo de luz entró directamente por la ventana en dirección a mis ojos, lentamente los fui abriendo, haciendo gestos de molestia por la luz, decidí levantarme; entré al baño semidormida, me senté en el retrete mirando fijamente la pared, realmente no pensaba en nada, mi tiempo de meditación en el baño terminó, cuando mi mamá abrió la puerta de mi habitación buscándome, desde el baño le grité que estaba aquí, y sin ninguna vergüenza por violar mi privacidad, abrió la puerta del baño:

—Cariño, ¡Dios mío! Luces terrible, parece que hubieras tenido un nido de pájaros en tu cabello, alístate, debo llevarte a la universidad y de ahí debo ir a trabajar.

—Está bien, mamá, dame unos minutos y me arreglo.

—Perfecto, cariño, el desayuno está encima de la mesa, así que no te demores, te amo.

Cierra la puerta del baño. Unos segundos después se escucha la otra puerta cerrarse; me levanté ya más despierta, me miro en el espejo, sonrío porque mi mamá tiene razón, mi cabello es un desastre, realmente no entiendo por qué está tan horrible, luego miro mi labio y recuerdo que me quede dormida con el hielo en la mano. “Supongo que mi cabello se mojó”, digo suspirando.

Decido ducharme, me gusta sentir el agua tibia caer sobre mi cuerpo, no hay nada en el mundo que me dé más tranquilidad que tomarme una ducha tibia, escuchando una buena canción de Maroon 5, This love. Salí del baño y me apresuré a vestirme, miré mi reloj y ya estaba tarde, me alisté lo mejor que pude, bajé corriendo las escaleras hasta llegar al comedor para desayunar lo más rápido posible; comencé con los deliciosos huevos con salchicha que mi mamá prepara, realmente le quedan estupendos, terminé mi jugo de naranja y regresé a mi habitación a cepillarme los dientes.

Salí disparada de la casa, vi que mi mamá ya estaba esperándome en la puerta.

—Sam, apúrate, vamos a llegar tarde.

—Voy, mamá, estaba cepillándome los dientes —encojo los hombros.

Mi mamá entró al carro. Mientras yo cerraba la puerta, cuando por fin subí al carro, me entra un mensaje, era de Julián:

—Te espero en la entrada de la universidad.

Me quedé mirando el celular unos momentos, hasta que mi mamá interrumpió mis pensamientos.

—¿Vas a entrar o no?

—Sí, mamá, lo siento.

Durante el recorrido, me entró la angustia de qué podía ser, ¿para qué Julián necesitaba hablar conmigo?, ¿no podía esperar hasta que nos viéramos en el grupo de apoyo? Tenía miedo de que se tratara de mi tío, y si era así, ¿qué se supone que debería hacer? Decirle a mi mamá no era una opción.

—Cariño, ¿estás bien?

—Sí, mamá, ¿por qué?

—Te ves muy pálida.

—Estoy bien, mami, solo que no quiero llegar tarde a la universidad.

—No te preocupes, cariño, llegarás a tiempo.

Finalmente llegamos a la universidad, desde el carro no alcanzaba a localizar a Julián, supongo que se cansó de esperarme y se fue. Me giré a la dirección de mi mamá para poder despedirme de ella, bajé del carro lo mas rápido posible dirigiéndome a la entrada de la u, cuando me estaba acercando, lo vi, nuestros ojos se encontraron, sentí cómo mi cuerpo se tensaba y sentía el calor en mis mejillas, caminé hacia él lo mas natural posible, cuando llegué, él esbozo una sonrisa y se acerco a mí, estábamos tan cerca que podía sentir su respiración, cogió mi cara con su grande mano y me tocó el labio suavemente:

—Se te ve mejor el labio, me alegra que ya no esté tan inflamado —yo me quedé sin aliento, no pude pronunciar ninguna palabra hasta que él se retiró un poco y pude recobrar el aliento.

—Gracias, ¿por qué querías verme ahora? —pregunté sin pensar.

—Oh, cierto, hoy no podré ir al grupo de apoyo, tengo un asunto importante que resolver; pero quería saber si quieres acompañarme después de tus clases.

—Sí, está bien, pasa por mí a las 4 pm. Nos vemos en este mismo lugar, debo irme ya, voy muy tarde a clase.

Me empiné y lo besé en la mejilla, su cara fue de asombro, supongo que no lo vio venir. Siendo honesta, yo tampoco, estaba tan nerviosa que realmente mi cuerpo tuvo control de la situación mientras que mi cerebro procesaba todo.

No dejaba de mirar la hora, tampoco coloqué mucha atención en clase, para ser honesta, debí preguntarle qué tipo de compromiso tenía, no sabia si la ropa que traía puesta estaba bien o si debía cambiarme. Después de meditar mucho, decidí quedarme en la universidad y no ir a casa a cambiarme, igual me sentía muy bien con mi pantalón negro, que horma bien mis nalgas, y mi blusa corta de color blanco que resaltaba mis caderas, además, estaba con mis botines negros favoritos.

Mi mejor amiga Ashly se me queda viendo, intuye que algo me pasa; a veces me da miedo que me conozca tan bien. Ashly tiene ojos miel grandes, pestañas largas y crespas, es acuerpada, tiene una hermosa sonrisa, su nariz es pequeña, su estatura es promedio, no hay chico que resista a sus encantos.

Honestamente, es muy hermosa; yo le sonrío para disimular mi nerviosismo; aún no me decido a contarle lo de Julián y mi tío, realmente no quiero involucrarla en esto. Ella me devuelve la sonrisa pero su gesto es de poco convencimiento y se acerca a mí, dispuesta a sacarme información:

—Te noto rara, ¿estás bien? —me mira fijamente a los ojos.

—Sí, solo estoy un poco cansada, anoche no dormí muy bien —le sonrío lo más normal posible, pero insiste:

—Pues realmente no te notas cansada; más bien pareces ansiosa, ¿te preocupa algo?

—No —digo recogiendo mi cabello hacia un lado.

—Supongo que son sugestiones mías —dice después de unos minutos.

—¿Te parece si mejor vamos a comer algo? lo digo sin vacilar para desviar el tema.

—Está bien, realmente tengo hambre.

Me levanto y le extiendo la mano para que ella se levante también. Juntas nos encaminamos a la cafetería; yo de los nervios no quiero comer nada, pero si no compro nada de comida, ella podría sospechar más. Así que pido una ensalada de frutas y ella pide un sándwich con Coca Cola.

Nos sentamos en las mesas que están en la cafetería. Empecé a comer, aun sabiendo que no tenía ganas; solo quiero estar ya con Julián, la incertidumbre me está matando. ¿A qué lugar tiene planeado llevarme? ¿Debía tomar esto como una cita o una salida casual? Sumergida en mis pensamientos, Ashley me trae devuelva a la realidad:

—Sam, ¿en qué piensas? Hoy has actuado muy raro, ¿tienes algún problema? Si me cuentas, tal vez podría ayudarte.

—Estoy bien, solo quiero irme a mi casa.

—¿Quieres que te lleve?

—No, está bien, hoy debo ir a una parte primero; te veo mañana.

—Está bien, te veo mañana, cuídate.

Salí de la cafetería con un nudo en el estómago; sentía que el corazón se me iba a salir del pecho. Pero a la misma vez sentía mucha emoción de verlo. Estaba esperándolo en la entrada de la universidad; saqué un momento el celular para ver si me había escrito. Sentí su mano en mi cintura; rápidamente un corrientazo recorre todo mi cuerpo. En ese momento alcé la mirada, sus ojos se cruzaron con los míos; los dos sonreímos.

—Espero que no hayas esperado mucho tiempo —su gesto es encantador.

—No, realmente acabo de llegar —respondí tímidamente.

 

—Está bien, parqueé el carro a unas cuadras de la universidad.

Asiento, en el camino no nos dirigimos ni una palabra. Hasta que llegamos al carro.

Me abrió la puerta, subí sin vacilar. Él cerró la puerta del carro y yo me coloqué el cinturón; unos segundos después, él se estaba subiendo al carro.

Durante el camino escuchamos a Frank Sinatra, My Way; uno de mis cantantes favoritos en el mundo del jazz. Media hora después llegamos a un lugar fuera de la ciudad; es una cabaña rodeada de un hermoso bosque. Mi cara de sorpresa lo hizo sonreír:

—¿Impactada?

—¿Es tuya? —replico.

Él me mira fijamente y niega con la cabeza.

—Es un club privado. Donde las personas satisfacen su fantasías más oscuras.

No supe qué responder; pero creo que leyó mi cara de terror. Quería irme, pero las piernas no me daban; y siendo honesta, una parte de mi tenía curiosidad, pero me aterrorizaba la idea de ser parte de esto.

Julián se apresura a explicarme:

—Sé que esto es nuevo para ti; pero créeme que te va a gustar. Solo déjame mostrarte y tú decides si nos vamos o nos quedamos.

Yo solo pude asentir. Realmente no sabía qué clase de emociones estaban surgiendo en mí. Pero no quería irme sin antes ver de qué se trataba todo esto. Nos encaminamos hacia la cabaña; cuando entramos, había una mujer que nos recibió con unas máscaras en la mano. Preguntando si veníamos en pareja o íbamos a jugar por separado, Julián, sin vacilar ni un segundo, dijo:

—Venimos en pareja, somos el señor y la señora Brown.

Perpleja por lo que acabo de escuchar, no podría creer esta parte que estaba conociendo de Julián. Estaba totalmente sorprendida; pero aun así tener la idea de que aquí somos una pareja me agradaba. La mujer le entregó las máscaras a él junto con unos condones. Julián tomó mi mano y me adentró a una sala oscura donde se escuchaba música clásica. Solo podía escuchar murmullos de otras personas, un momento a otro se iluminó y pude ver personas teniendo coito. Mi boca se secó, lo que estaba viendo era nuevo para mí; ni el porno se comparaba con lo que estaba viendo en este instante.

Sentía cómo mi cuerpo se estremecía, tenía mucho calor, las mejillas me ardían, sentía la mano cálida de Julián en mi espalda; sin vacilar, lo volteé a ver, sus ojos se posaron en los míos, se veía tan tranquilo, como si esto no fuera nada del otro mundo. También bien podía ver su cara de excitación; sus ojos estaban buscando mi autorización para que comenzáramos a jugar.

Sin decir ni una sola palabra, me acerqué a él y lo besé; correspondía mi beso suavemente, su lengua y la mía jugaban, podía sentir el calor de mi cuerpo y lo mojada que ya estaba.

Se apartó un poco para ver mi expresión, y sonriendo levemente, me llevó a otro cuarto donde las luces no iluminaban casi; nos sentamos en un sofá grande; él puso su mano en mi muslo y poco a poco fue subiendo hasta llegar al cierre de mi pantalón. Creo que fue un mal día para llevar esto puesto.

Mete su mano dentro de mis bragas, siento sus cálidos dedos masajear mi clítoris. ¡Dios, qué calor!, ¡qué deseo!, no podía quitar la mirada de sus ojos, verlo excitado me volvía loca, un momento a otro cerré los ojos, el placer que él me estaba dando era exquisito.

Pero mi pasión terminó cuando apareció la imagen del profesor que me violó. Mi cuerpo se contrajo y un momento a otro retiré su mano que estaba dándome placer. Perplejo a mi reacción, tomó mi cara con sus manos y me miró fijamente a los ojos, su frente chocó con la mía y lo único que alcancé a escuchar decir fue:

—Tranquila, yo solo quiero que disfrutes. Lo intentaremos otro día —dicho esto, me besa la frente. Toma unas de mis manos y salimos de ese lugar.

Me abre la puerta del carro, entro calladamente. Él se apresura a colocarme el cinturón, cierra la puerta y se sube. Durante el camino estaba hallando una manera para explicar lo que me había pasado, pero como siempre, él tomó la iniciativa:

—La primera vez que fui a un club, me pasó algo similar, sentí que no estaba disfrutando del placer que me daban, solo culpabilidad era lo que reflejaba; solo sabía que no merecía tenerlo ni desearlo, recordaba las noches que fui violado por mi tío, el odio y la depresión se apoderaron de mí por un tiempo. Hasta que decidí que mi felicidad la manejo yo, que esa tormenta no iba a mortificarme toda mi vida. Es difícil dar ese paso Sam; pero ya había sufrido suficiente para que mi presente y futuro se vieran afectados.

Da un fuerte suspiro y continúa:

—Hay muchas maneras de poder afrontar esto —me mira nostálgico—. Tú eliges cómo quieres afrontarlas; solo quiero que sepas que estoy para ti y que puedo ayudarte.

Sus palabras me conmueven, mis lágrimas salen rozando mis mejillas, tengo mucho miedo, rabia, ansiedad, depresión, todo lo que él dice es verdad, pero no estoy segura de ser lo suficientemente fuerte.

Parquea el carro en un estacionamiento, se quita el cinturón; me mira fijamente, tratando de leer mis expresiones:

—¿Estás enfadada conmigo? Lo siento, tal vez fue demasiado pronto.

Me quito el cinturón, me volteo hacia él, tomo su cara con mis manos y lo beso. Sus cálidos labios tocan los míos, su dulce olor mentolado me encanta. Dejamos de besarnos, quiero colocarme ahorcadas de él. Pero no lo intento, seguimos besándonos apasionadamente. Su respiración es acelerada. Mi mano se desliza por su pantalón hasta sentir su bulto, él sonríe entre mis labios y se separa de mí:

—Vayamos sin prisas —me dice lanzándome una mirada complacida.

Yo entorno lo ojos, pero tiene razón, quiero que ese momento sea especial, sé que suena tonto, pero quiero tener un buen recuerdo.

Durante el trayecto ninguno de los dos dice nada, yo miro a través de la ventana. Imaginándome cómo sería follar con él en el carro… le quitaría lentamente la camisa; dejando al descubierto su pecho fornido y sexy. Sin vacilar, comenzaría por desabrochar el cinturón, bajándole la cremallera; él tendría que levantarse un poco para que sus pantalones y bóxer quedaran en el suelo.

¡Madre mía! Imaginármelo todo desnudo para mí, poder percibir su excitación, su corazón acelerado. Sus manos quitándome la blusa y mi sostén, mis pechos quedarían expuestos a él, se los acercaría a su boca, los chuparía, halándolos suavemente, haciéndome gozar, mis manos se posesionarían en su cabello, un mundo de sensaciones pasa por mi cuerpo; no querré que este momento termine el día en el que disfrute de esto placenteramente.

Sus manos lentamente bajarían desabrochándome el pantalón, tendría que levantarme un poco para que mi pantalón y mis bragas cayeran al suelo, una de sus manos va hasta su miembro haciéndola rozar con mi clítoris, eso me haría enloquecer; qué placer más intenso, movería mis caderas de arriba abajo dejándome llevar por mi instinto, colocaría sus manos en mi cara y mirándome fijamente con cara de deseo diría: “¿Lista?”, y yo bien deseosa me abriría para él.

Su voz ronca de excitación, ¡umm! ¡me encanta!. Y sin más rodeos sería yo la que coge su miembro para penetrarlo en mi húmeda vagina.

Subir y bajar, sentirlo dentro de mí; tan cálido, tan suave, tan deleitoso, su respiración se hizo más cortante, mis gemidos de placer lo consumían más, hasta que juntos llegáramos al clímax. Quedar unos segundos metida en él. Mis pensamientos eróticos se espuman cuando él toma de mi mano, los dos nos seguimos mirando y le digo con timidez:

—Lo siento, estaba divagando —me encojo de hombros, sé que mis mejillas deben de estar como un tomate.

—¿En qué estabas pensando? —enarca una ceja, por mi reacción debe suponer qué es.

Julián, con la boca abierta, sorprendido por mis posibles malos pensamientos, solo se limita a sonreir:

—Solo estaba imaginando cómo seria coger contigo —lo digo sorprendida de mis propias palabras.

Me observa por un instante, intenta decir algo pero se calla, me besa la mano.

—Ya tendremos tiempo de hacerlo, nena —el tono de sus palabras es dulce.