Historias de Prodigios con Vientos de Cambio

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Historias de Prodigios con Vientos de Cambio
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ARMANDO BRAVO ZAVALETA

HISTORIAS DE PRODIGIOS CON VIENTOS DE CAMBIO

Relatos y Reflexiones Para Pensar


Bravo Zavaleta, Armando

Historias de prodigios con vientos de cambio / Armando Bravo Zavaleta. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-87-1663-3

1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Título.

CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com

info@autoresdeargentina.com

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Índice de contenido

PORTADA

CRÉDITOS

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

LAS PALABRAS Y LA FELICIDAD

EL MUNDO DE LAS EMOCIONES

¿PARA QUE VIVE EL HOMBRE?

EL CAMINO HACIA AQUELLO QUE NO PODEMOS NEGAR

JUSTICIA POR LAS BUENAS

LA HISTORIA DE SAULO Y JACK (MEMORIAS DE UN PEREGRINO CAMINO AL TEMPLO)

¿A DONDE VAMOS CUANDO NO VAMOS?

EL TIEMPO Y LAS OPORTUNIDADES

LA COMPASIÓN

EL MUNDO DE LAS PRESUNCIONES

LA SENTENCIA DE LOS AÑOS

PENSAMIENTOS, EMOCIONES Y RECORRIDOS QUE SE CONVOCAN

LA VERDAD HABLA DE DIFERENTES MANERAS

LA LUCHA POR EL CONOCIMIENTO Y LA IGNORANCIA

NO ESTAMOS ARRIBA NI ABAJO

EL DILEMA DE LA EVOLUCIÓN Y SUPERVIVENCIA

EL CAMINO DE LAS SIERRAS

EL AMOR DA VIDA

RECUERDOS DE UN QUIJOTE

PREGONAR LA LIBERTAD

MEDITACIONES EN UNA MADRUGADA ESTRELLADA

PARA QUE SIRVE LA FILOSOFÍA

QUIEN DIJO

APELAR A LA ÉPICA

EL ARTE DE LLEVAR EL CIELO A LA TIERRA (MEMORIAS DE UN PEREGRINO CAMINO AL TEMPLO)

SOLTAR Y REPARAR (LECCIONES DEL ANCIANO)

LO QUE NO NACE MUERE

EL TIEMPO, PERFECTA VENTANA DE OPORTUNIDADES, O INCLEMENTE VERDUGO DE LA OCASIÓN

PARA QUE SIRVE LA VIDA (HISTORIAS DE SAULO Y EL ANCIANO)

EL CAMINO DE SAULO

EN EL CAMINO DE EMAÚS SEMANA SANTA 2021

EL GRAN TESORO

EL PUEBLO FENIX

LOS AÑOS DE LA ENSEÑANZA

EL VERGEL, PARAÍSO PERDIDO

EL PODER DE LOS ANTIGUOS

EL LABERINTO DE LOS SUEÑOS

LA VIDA SE TRATA DE CONECTAR

EL PRIMER MANDATO DE LA VIDA

TODO ES SISTÉMICO

SABER LO QUE SE QUIERE

ES CURIOSO

LA HISTORIA LA CAMBIAN AQUELLOS QUE PUEDEN VER MAS ALLA DE LA RUEDA DE LOS EVENTOS

MEMORIAS DE UN PEREGRINO CAMINO AL TEMPLO EL ENCUENTRO ENTRE EL SAULO Y EL ANCIANO

VAMOS POR LA VIDA

NO SOMOS

LUZ DEL ALMA

QUIEN TIENE VERDADERAMENTE TIENE PODER, LO EJERCE NO LO DECLAMA

¿VAMOS DESDE EL TODO HACIA LA NADA O DESDE LA NADA HACIA EL TODO?

LA ESPERANZA

LO AMENO Y LO GRIS

EL OPTIMISMO Y EL PESIMISMO

EL ORÁCULO DE LA MONTAÑA

SAULO Y ANNE, UN IMPENSADO SIGNIFICADO EN EL VIAJE

SAULO Y LOS CONTRATIEMPOS

SOLO MIRAR

DESPEDIDA

BREVES DATOS DEL AUTOR Y SU TRABAJO

SINOPSIS

Este libro está dedicado a mis padres que me acompañaron en todos mis emprendimientos, sobre todo a mi hermano René Patricio incondicional en mi vida, a Mariana mi cuñada; a mi pequeño ahijado René y a mi sobrino Tomás.

INTRODUCCIÓN

El nombre que he elegido en esta oportunidad tiene que ver con “Historias de prodigios con vientos de cambio”; historias de prodigios que se reproducen en todo el medio ambiente en el que nos desenvolvemos, para finalmente desembocar en aquellos hitos que tienen la cualidad de llevar consigo lecciones para transformar nuestra manera de concebir la vida; dichos fenómenos tienen a su vez una misión particular, la de ser portadores de los vientos de cambio, que marcan las épocas antes de cada nueva civilización.

Las historias se adentran en los conflictos que tiene el ser humano con la naturaleza a la cual debe entender y aceptarla como tal, además debe resolver pautas con los demás seres humanos con los que convive y para ello necesita de reglas claras en las que su multiplicidad cultural, permita consensos y disensos, pero por sobre todas las cosas allane un marco de respeto recíproco en la diversidad de sus concepciones de vida; las historias en un determinado punto no lo resuelven todo, y nuestros personajes deben acudir en sus aprendizajes a una instancia superior que permita trascender todo lo que hasta el momento se presenta como praxis para la vida; allí conocerán a Dios y todo cobrará un significado distinto en su ser y su quehacer.

 

Finalmente, este trabajo también está dotado de algunas consideraciones personales que, sin estar incluidas dentro de lo que se menciona como historias propiamente dichas, constituyen a la composición del presente trabajo a manera de reflexiones de carácter individual.

En todos los casos, es una oportunidad para hallarnos inmersos y a la vez protagonistas, en algo que nos excede y nos hace partícipes al mismo tiempo de la posibilidad de pegar un giro de timón a todo lo conocido hasta ahora.

Sin más preámbulos, los invito a que disfruten esta nueva posibilidad de interpelar a una realidad cada vez más compleja, desde los mejores palcos que puede ofrecer el escenario de la vida – nosotros mismos - en la permanente búsqueda de la mejor interpretación a nuestro alcance.

LAS PALABRAS Y LA FELICIDAD

Las palabras no definen la realidad, son en todo caso una aproximación a lo que cada uno entiende como la misma, de ahí que no hayan palabras unívocas para el sentido de nuestro existir, palabras que pueden gustar mucho o poco de acuerdo a la historia personal de quien las emite y de quien las recibe; las palabras hacen a la construcción mental del intento de una realidad común, pero nunca pueden su realización definitiva; así nos pasamos horas intentando definir algo que está repleto de subjetividades en cuanto a formas y en cuanto a tiempo, y nos olvidamos de la única que nos debería importar… la de poder ser felices sin tantas vueltas, sin tantos hemisferios que definan lo que en definitiva hacen al mismo mundo de nuestro fuero interno, de nuestras contradicciones, de nuestras miserias pero también de nuestros cielos; felicidad que solo puede estar en la utopía de soñar o animarse a algo distinto, fuera de los océanos que dividen ilusoriamente lo que está sellado por debajo de los mismos. Solo el absurdo de lo que no se puede poner en palabras paradójicamente - porque el absurdo ya es una palabra – nos impide colocar un ladrillo más hacia la comprensión del día a día de lo que aspiramos como algo más que la carne y hueso que sostienen lo intangible; en cada día empieza la vida para quien planta un árbol a la vez, como así también cada día en el cansancio y - muchas veces - la satisfacción del deber cumplido entramos en ese “ahora” distinto que supone esperar lo mejor de nuestro trabajo; y la eternidad se vuelve eso que nunca alcanzaremos mientras la alcanzamos en la paradoja del hoy.

EL MUNDO DE LAS EMOCIONES

Vivimos en mundos inventados por nuestras emociones; si las aniquilamos, nos aniquilamos y aniquilamos al mundo de su significado en el alma de la esencia que motiva nuestro quehacer; así le atribuimos a las mismas de su razón, y es que todo ocurre por algo diría el filósofo; no hay mucho misterio en ese cliché, solo que las razones no entienden de nuestras emociones ni de nuestros mundos, solo quien vive en el espíritu de la verdad de sus aspiraciones hacia algo superior que pueda despegarlo del barro de nuestras miserias, puede entender que los resultados son circunstanciales, no se necesitan más argumentos… plantear la vida como un conjunto de metas, en el que corremos el riesgo de dejar de ser nosotros si no las conseguimos, lo único que hace es ponernos una soga al cuello y esperar el derrumbe de lo que sabemos no se podrá concluir siempre.

Por supuesto que las emociones no son absolutas, deben convivir con otras, no podemos vivir para emocionarnos, como así tampoco vivir de las emociones; las emociones abren mundos para quienes aún no comprenden el último significado del lugar donde desemboca todo nuestro esfuerzo. Son el premio a lo justo, a lo que nos corresponde por mandato celestial, porque solo nosotros y el Creador podemos entender la riqueza del premio en nuestros corazones; las emociones son un premio pero también son un castigo frente a lo que no comprendemos, porque debemos entender y aprender para significar y resignificar y no hay tarea más difícil que derrumbar castillos de arena con el esfuerzo de una día ante la inminencia del aguacero, y nos ofendemos con el clima porque desconocemos que la arena por muy bonita que parezca con su estilo medieval, pertenece a la playa y al mar, dejando de lado la posibilidad de inventar mundos desde la ventana que contemplamos con el mentón en alto a ese rayo de sol que ponga calma en las nubes, mientras que las mismas esperan la orden del sol para retirarse luego de su tarea cumplida; todo es vida y dinamismo para quien se propone anclar sus emociones al giro de la naturaleza que imprime de la mejor manera aquello a lo que debemos aspirar.

Emociones para vivir y emociones para compartir, son luces que parpadean buscando el destello de esa emoción final que lo guarda todo, más allá de lo que podemos suponer, que es un punto de luz en una oscura noche estrellada.

¿PARA QUE VIVE EL HOMBRE?

¿Para que vive el hombre? Precisamente para eso, para revestir de sentido a su vida, porque en el camino encuentra la espina del dolor y encuentra la fragancia de lo excelso… de aquello que lo conduce al cielo de sus aspiraciones, de manera que el hombre puede sentir y conocer - sea libre o esclavo - sus límites, pero también sus desafíos. El hombre vive para sí mismo, para los demás y para el medio ambiente con el que interactúa, no puede ser ajeno a una realidad que lo envuelve y que paradójicamente él también envuelve; no puede negar el dolor que lo atraviesa internamente porque forma parte de un todo que lo anuncia, por más esfuerzo que ponga de sí en esconderlo, tampoco puede desconocer el dolor ajeno porque sabe muy bien que a la vuelta de la esquina ese dolor ha de abrazarlo a él también.

Lo curioso es, en toda esta cuestión de existir, los distintos sentidos o significados que le otorgamos a cada paso en este mundo de manera particular… es la experiencia más enriquecedora la de fabricarse uno mismo su propio sentido; apelando a la experiencia y sus emociones, al conocimiento científico, a la religión, a la filosofía y a la psicología en busca de respuestas que calmen la sed de ambición personal, como así también – no es menos cierto – algo que frene la calesita a la que voluntariamente hemos subido; todo eso hace la interpretación personal de como cada uno se ha definido y se va definiendo con el paso del tiempo; no existe error en un giro de 180 grados en busca del sentido propio, pero tampoco se debe desconocer la responsabilidad de ese giro, todo ello hace a la construcción de lo que somos y llevamos con nosotros a este mundo que paradójicamente ya forma parte de nosotros pero nosotros todavía necesitamos volcarlo sobre sí mismo. Y en ese ir y venir descubrimos que somos iguales pero que somos distintos en algo que, de manera personal hemos de conseguir con el pasar de los años.

El sentido nutre nuestro condimento para vivir y a la vez se retroalimenta de fórmulas antiguas, que por su parte yacen en el olvido esperando una oportunidad para volver a existir, porque no importa tanto la antigüedad sino la vigencia que hacemos de las mismas; y es que la historia siempre tiende a repetirse para quienes saben observar los distintos vestidos que utilizan las siempre posiciones en pugna; el hombre - por tanto - en ese ciclo inevitable que tiene la vida, asume el rol que le asigna sentido a su paso por un mundo, que no tiene nada nuevo que mostrar bajo el sol, sino su propio destino.

EL CAMINO HACIA AQUELLO QUE NO PODEMOS NEGAR

El destino en la vida de cada uno es difícil determinar - por lo general - debido al cambio las variantes de nuestros intereses, no hay un destino escrito pero paradójicamente nosotros escribimos un destino que tiene un punto de llegada igual para todos “la felicidad” ; claro está, en el camino de lo que suponemos es amor por los demás, instintivamente muchas veces forzamos lo que pensamos que es para “su bien”, desconociendo el libre albedrío que goza cada uno para descubrir su propio destino, pensamos que hacemos un bien en lo que representa para nosotros “el bien”, y la pregunta siempre tiene que ver con la realidad interna que esa persona procesa para “su bien”, no existe otra realidad que la propia pregunta y en consecuencia la propia respuesta.

El hombre busca la felicidad muchas veces en ruidos externos o en la plenitud interna que dan la sabiduría de los años y las enseñanzas de las batallas ganadas pero más aún de las batallas perdidas; el hombre “nunca” busca la felicidad en sí mismo con lo que es, con lo que siente, ni con lo que hace; desde administrar pensiones en un rascacielos hasta vender combustible en algún lugar perdido en medio del mapa; jamás la busca en eso que hace que se olvide de sí mismo para hacer algo distinto de lo que su naturaleza le impone, no busca la felicidad en la esencia de otra persona, que suele estar presente en aquello que hace a la electricidad de la vida propiamente dicha, independientemente si es factible su presencia física; tampoco busca la felicidad en el juego de los colores que ofrece la mañana, independientemente de los algoritmos matemáticos con los que suceden los acontecimientos que tarde o temprano sabemos tienen que sobrevenir o que están anunciados para cada día ; el hombre en definitiva no busca la felicidad donde debería, en sus raíces, la busca en las ramas que pueden y de hecho son cortadas con los cambios de estaciones, el hombre se aferra al verde de las hojas en la primavera y se derrumba cuando sobreviene el otoño porque los brotes son eso, pasajeros, el hombre no quiere/no puede ensuciarse las manos en el autoconocimiento que lo conduce a la raíz de su felicidad porque al igual que llegar a la raíz vegetal puede ser espantosamente destructor o sabiamente inspirador.

El hombre envalentonado una vez que descubrió que fue feliz no puede aceptar el barro del dolor al que no quiere volver, en el inútil apego a la parte dorada que siempre tiene que brillar y no debe opacarse aplicando exclusivos criterios de maximización de la felicidad, cuando sabemos que existen tiempos para corregir aquello que no nos aporta de cara al futuro. El hombre siempre tendrá que aceptar una nueva condición que lo transportará de la dicha casi inamovible al piso de lo impensado y viceversa, es la mejor enseñanza que somos mucho más de lo que lo que suponemos que somos en esta experiencia de vivir. No somos alegría, tampoco somos amargura o somos ambas cosas en el zarandeo de lo que esos estados hacen con nosotros. Somos individuales y somos el colectivo, así somos fuerza, empuje y amor propio, pero también somos humildad y paciencia en aceptar lo que muchas veces no se puede ni se debe cambiar.

Finalmente caminamos hacia aquello que somos, que fuimos y que seremos en el encuentro con lo que el mundo es, fue y será en la suma de lo que algunos consideran evolución y otros las puertas del cielo.

JUSTICIA POR LAS BUENAS

Probablemente mi manera de concebir el mundo está relacionada con la justicia y por lo general en la dualidad del obrar que tiene todo ser humano, suelo asociar a su conducta reprensible, como aquella que deberá dar cuentas sí o sí a ese policía que amablemente nos invitará a reconocer nuestros errores, porque de lo contrario tendremos que vérnosla frente a ese otro oficial que nos hará confesar en el dolor, el error de nuestras acciones. Nosotros por nuestra condición por lo general especulamos que el oficial bueno nos crea que somos “inocentes” provocando una y otra vez caer en las manos del policía malo que nos hará reconocer nuestras faltas en circunstancias angustiosas.

Claro hasta aquí todos pensamos en zafar de los dos oficiales, de ahí que inexorablemente mentimos en nuestro obrar y de ahí sobrevienen las consecuencias ya conocidas; jamás estimamos que todo en esta vida se paga, hasta lo más insignificante, y en este asunto alguien podría plantear inteligentemente que sí o sí hemos de pasar por ambos policías, no puede haber elusión , algo así como decir “Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra” cuestión que nos lleva a la conclusión que todos tenemos y tendremos faltas inexcusables, llevándonos a quedar en la idea primitiva de hacerle frente al dolor de nuestros errores, indefectiblemente en la aparente imposibilidad de remediar lo que hemos hecho mal; pocos piensan en quedar como tontos frente a la declaración culpabilidad frente al oficial bueno - que dicho sea de paso solo está allí para contrastar la crueldad con la que el oficial riguroso nos hará sentir el peso de la verdad – que muy pocas veces consigue una confesión por las buenas, porque todos le ponemos las fichas a zafar de ambos en la negación, pocos piensan en dirigirse a una instancia superior con el juez de nuestros actos, para obtener un acuerdo para pagar por lo que no hemos hecho o hemos hecho mal y poder caminar sin el dedo acusador de las autoridades, porque siempre en el tránsito de esta vida tendremos que pagar, porque la metáfora de la cobija de corta que cuando tapa nuestros pies y descubre nuestro torso y viceversa es absolutamente real en el campo de nuestro obrar y sus consecuencias; lo cierto es que vivimos permanentemente buscando un equilibrio y en esa búsqueda y acciones, se produce para la paradoja de los actos y con ello más desequilibrio.

 

Sin embargo, algunos más adelantados en este deambular por la vida han descubierto, que jamás estaremos exentos de errores y que no quieren pactar más con la culpabilidad de algo que de todas maneras no se ha de resolver en ese constante tironeo en la búsqueda de un “utópico equilibrio”; han llegado a un acuerdo con el juez de jueces, mediante tareas que “reparan” lo que inexorablemente está munido a la condición del ser humano. Solo el amor repara y nos eleva por encima de nuestros errores. La caridad cubre y abraza ampliamente esa cobija, y es un dardo venenoso para quienes se aprovechan o la miran con desdén, es el beneficio de saberse limitado y desde esa imperfección aspirar a una plenitud.

LA HISTORIA DE SAULO Y JACK

(MEMORIAS DE UN PEREGRINO CAMINO AL TEMPLO)

Luego de tomar provisiones en el último poblado, un cachorro con ojos simpáticos y sin saber muy bien hacia donde se dirigía, comienza a seguirme sin entender que yo no tenía ningún destino en especial… solo ese camino al intento del conocimiento en el encuentro con el templo. Continué mi derrotero, permitiendo que la naturaleza haga lo propio al momento de saber, si aquel pequeño sería mi nuevo compañero de viaje; me detuve unos pasos más adelante y Jack, como lo llamaría más tarde, se detuvo como rubricando su amistad conmigo en la complicidad de acompañarme en aquella decisión; este ovejero alemán no sabía lo que hacía, suspiré para mis adentros.

No había mucho alimento en la bolsa de cada día, sin embargo, siempre se las ingeniaba para traerme algo entre sus colmillos que dicho sea de paso con el tiempo se habían puesto cada vez más filosos; ¿debería temerle? No, claro que no, porque en el tiempo perfecto de los caninos es sabido que a temprana edad se hacen muy grandes; Jack había entendido la fidelidad antes que todos, la simbiosis con quien vivía y los ratos de malos humores; como así también la promesa de no dejar que nada me pasara; era la extensión de uno, el copiloto de las tareas que desarrollábamos en conjunto; no podía existir competencia entre nosotros, sabía muy bien que yo debía hablar en los poblados para conseguir el sustento; y él por su parte en las noches con ese sentido especial desarrollado por su sensibilidad, nos debía proteger de los oportunistas o de otros animales en los montes; nos habíamos asignados tareas de manera automática, con pocas palabras de por medio, en realidad no hacían falta; ambos disfrutábamos del silencio de una noche de verano en la que el viento de una próxima tormenta estival anunciaría el cese de un día agobiante; o la emoción de disfrutar el sonido de una aldea cercana y sus bailes… emoción de los recuerdos a los que nos transportaban esas canciones o simplemente el poder elevarnos o aquietarnos con el timbre de melodías puestas al servicio de la sensibilidad de quienes buscan aquello que los haga sentir vivos, independientemente de la racionalidad a la que le podemos atribuir el sentir la música en los recuerdos.

Era un compañero especial, en ciertas travesías en las que las dunas parecían indicar que no habría nada más allá del horizonte, me miraba con ojos asustadizos como si en el fondo de su idioma comprendiera el peligro al que nos dirigíamos en medio de la nada; por mi parte le devolvía la mirada con la promesa que nada le pasaría porque contaba con un pequeño mapa - realizado a mano alzada en el último pueblo que habíamos visitado – que decía que no faltaba mucho, que ya estábamos próximos a nuestro destino. En aquellas circunstancias solía pensar en las injusticias de ciertas nomenclaturas… “les llaman animales”, como si se trataran de bestias que no comprenden lo que sucede en su entorno, o mascotas como si fueran un divertimento para nuestros momentos de ocio; pocos se animan a llamarles seres vivos que comparten su tránsito por este mundo con nosotros de la manera que lo entienden y lo sienten, por supuesto también nos aportan lo que son; nosotros en vano intentamos explicarles las reglas del mundo, a ellos no les hacen falta ni les interesan; no nos juzgan nos acompañan y ya con eso tienen bastante.

El asunto fue que Jack en una de sus tantas defensas a nuestra integridad y habiendo perdido la real dimensión de sus posibilidades frente a una jauría hambrienta, terminó despedazado en la mismísima ley de la selva; sin embargo, frente a esa inexorable pérdida comprendí que llevaba más adentro por su forma ser, de lo que puede suponer la comunicación de las palabras a la hora de tomar decisiones, un vínculo especial, distinto si se quiere. Caminé amargamente por kilómetros sin tomar conciencia de los peligros que me podían acechar solo empujado por el dolor de su ausencia… ausencia como todo lo especial que llega a nuestras vidas sin avisar y que sin demasiadas explicaciones también hace lo propio.

Después de días sin avistar personas, llegué a un poblado; las personas se movían de un lado a otro radiantes y felices, como si no comprendieran naturaleza del ser humano que carga a cuestas la inevitable condición de la dicha, como de su amargura, de la compañía noble y altruista como del desasosiego.

Entonces vinieron a mí, las palabras del anciano, él hablaba de la necesidad de estar a tono con la naturaleza; yo era un extraño que no comprendía el entorno, ni comprendido por él; no había otra manera de subsistir en aquella aldea que decidiendo ser feliz una vez más a pesar de todo lo arrastrado, y aquella era una decisión tan real como la de juntarme con las jaurías de los montes para que terminen el trabajo que habían iniciado con Jack; y es que cuando uno piensa que lo ha aprendido todo, siempre algo nuevo sucede en nuestras vidas que nos pone de pie ante lo impensado o que nos derrumba de lo aparentemente imposible, que dicho sea de paso, es la permanente oscilación que justifica nuestro caminar en un mundo, que lo tiene todo, menos lo que todavía no sabemos de nosotros mismos y que lo descubrimos en cada experiencia y en cada respuesta a los interrogantes que envuelve la vida.