Formas dignas de co-existencia

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Fuente: KOVO. Muestra microscópica de una espora que dignifica la co-existencia.

FORMAS DIGNAS

DE CO-EXISTENCIA


Formas dignas de co-existencia. Experiencias agroecológicas para la transformación social en Colombia

Resumen

Este es el segundo libro de una trilogía dedicada a los procesos agroecológicos, al reconocimiento de la agricultura campesina familiar y comunitaria y a las formas dignas de coexistencia que desde allí se tejen en Colombia. Procura aportar desde un enfoque socio político una categoría social que enriquece de manera complementaria la invitación que la agroecología hace para entender los procesos ecosistémicos y la importancia de revalorizar los saberes y haceres de las comunidades locales para transformar su realidad. Gustavo Wilches-Chaux insiste en que este es un libro urgente en estos tiempos de grandes exigencias donde el cuidado mutuo se convierte en una prioridad y el llamado nos convoca a reexistir con dignidad y armonía. En esta ocasión la Cátedra Unesco en Desarrollo Sostenible presenta el trabajo articulado entre el Instituto de Estudios Ambientales IDEA de la Universidad Nacional y la Universidad del Rosario, el cual enaltece estas experiencias agroecológicas como estrategias ejemplarizantes de conectividad y transformación social en el país.

Palabras clave: Ecología agrícola, agricultura sostenible, cambio social, conservación de los recursos agrícolas, Colombia.

Reputable ways of coexistence. Agroecological experiences for social transformation in Colombia

Abstract

This is the second book in a trilogy dedicated to agroecological processes and to the acknowledgment of family and communal peasant agriculture based on which reputable forms of coexistence are created in Colombia. It seeks to propose, from a socio-political perspective, a social category that is complementary to the invitation made by agroecology to understand ecosystem processes and the importance of revaluating the knowledges and doings of local communities to transform their reality. Gustavo Wilches-Chaux insists that this is an urgent book in these times of great demands where mutual care becomes a priority and there is a call for all of us to re-exist with dignity and harmony. On this occasion, the UNESCO Chair in Sustainable Development presents the joint work between the Institute of Environmental Studies (IDEA) of the Universidad Nacional and the Universidad del Rosario, which highlights these agroecological experiences as exemplary strategies of connectivity and social transformation in the country.

Keywords: Agricultural ecology, sustainable agriculture, social change, conservation of agricultural resources, Colombia.

Citación sugerida / Suggested citation

Cepeda Valencia, J. y Jiménez Reinales, N. (cords.), (2020). Formas dignas de co-existencia. Experiencias agroecológicas para la transformación social en Colombia. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario; Universidad Nacional de Colombia.

https://doi.org/10.12804/tp9789587844856

FORMAS DIGNAS

DE CO-EXISTENCIA

Experiencias agroecológicas para

la transformación social en Colombia


NATHALY JIMÉNEZ REINALES

JULIANA CEPEDA VALENCIA

Compiladoras

Formas dignas de co-existencia. Experiencias agroecológicas para la transformación social en Colombia / Nathaly Jiménez Reinales, Juliana Cepeda Valencia, compiladoras. – Bogotá: Editorial Universidad del Rosario – Universidad Nacional de Colombia, 2020.

Incluye referencias bibliográficas

1. Ecología agrícola – Colombia. 2. Agricultura sostenible – Colombia. 3. Cambio social. 4. Conservación de los recursos agrícolas. I. Universidad del Rosario. II. Título.

630 SCDD 20

Catalogación en la fuente – Universidad del Rosario. CRAI


JAGHAgosto de 2020

Hecho el depósito legal que marca el Decreto 460 de 1995

© Editorial Universidad del Rosario

© Universidad del Rosario

© Universidad Nacional de Colombia

© Varios autores

Editorial Universidad del Rosario

Carrera 7 Nº 12B-41, of. 501

Teléfono 297 02 00, Ext. 3112

https://editorial.urosario.edu.co/

Primera edición: Bogotá D. C., 2020

ISBN: 978-958-784-485-6 (ePub)

ISBN: 978-958-784-486-3 (pdf)

https://doi.org/10.12804/tp9789587844856

Corrección de estilo: Gustavo Patiño Díaz

Imagen de cubierta: Koexistenz, KOVO

Diseño de cubierta: Juan Ramírez

Diagramación: Precolombi EU-David Reyes

Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S.

Hecho en Colombia

Made in Colombia

La responsabilidad de lo escrito es de los autores y no representa necesariamente la opinión de las instituciones.

El contenido de este libro fue sometido al proceso de evaluación de pares, para garantizar los altos estándares académicos. Para conocer las políticas completas visitar: editorial.urosario.edu.co

Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo por escrito de la Editorial Universidad del Rosario.

Contenido

Agradecimientos

Prólogo dinámico. Un libro urgente

Gustavo Wilches-Chaux

Introducción

Capítulo 1

La deconstrucción del desarrollo hacia formas dignas de co-existencia

Juliana Cepeda Valencia

Nathaly Jiménez Reinales

Capítulo 2

Enfoque teórico y propuesta conceptual-metodológica: el enfoque sociopolítico de la agroecología en las formas dignas de co-existencia

Nathaly Jiménez Reinales

Juliana Cepeda Valencia

Capítulo 3

Rutas y caminos hacia otras formas de habitar Bogotá-Región

Juliana Cepeda Valencia

Capítulo 4

Agrosembradores del macizo colombiano: reforestar la cabeza y el territorio. Luchas y reexistencias en el Cauca

Carlos Enrique Corredor Jiménez

Capítulo 5

Desde adentro y hacia todas las direcciones: en defensa y por la preservación de la vida, la semilla y el ambiente sano (Mocoa, Putumayo)

Nathaly Jiménez Reinales

María Angélica Arias Naranjo

Capítulo 6

Educación en agroecología. Estrategia para lograr la vida querida en contextos rurales

Arlex Angarita Leiton

Capítulo 7

Estrategias juveniles para la transformación del campo: Campinagro-reencantamiento del joven rural

José H. Gallego A.

Daniel H. Vanegas R.

Capítulo 8

Dossier de aportes para la educación rural; pedagogías para la co-existencia

María Angélica Arias Naranjo

con la colaboración de

Ingrid Tatiana Fernández

Jairo Andrés Peña

Mónica Beatriz Silva Gutiérrez

Santiago Manuel Sáenz Torres

 

Nicolás Gaitán-Albarracín

Lina María Cortés

Jairo Andrés Peña

Jhon Freddy López Medina

Conclusión

Epílogo

Autoras/compiladoras

Agradecimientos

Como compiladoras, agradecemos a todas y todos los artífices de la transformación social en Colombia, manos y corazones que hacen de las experiencias agroecológicas muestras ejemplarizantes de co-existencia, dignidad y armonización, pese a las escasas condiciones que favorecen su desarrollo en el territorio.

Un agradecimiento especial a las personas detrás de las formas dignas de co-existencia en Bogotá-región: Samzará, Mercado Agroecológico Tierra Viva, Jero el granjero, Red de Permacultura de la región del Tequendama, La Canasta Agroecológica, Parque temático en salud pública Chaquén, Reserva natural de la sociedad civil Tenasucá y Tienda agroecológica La Canasta Solidaria. Al Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA) en el Cauca. Al etnocampesinado organizado en el Nodo Mocoa. A la región sur de Bolívar y los protagonistas del “Campus Universitario del Sur de Bolívar (CUSB)”. A la Red de Jóvenes por el Oriente de Caldas, al Jardín Botánico de la Universidad de Manizales y los hacedores de Campinagro en Manzanares. Al Colectivo de Agroecología Tierra Libre, al programa UTOPIA de la Universidad de la Salle, al Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica (PEAMA), sede Sumapaz de la Universidad Nacional de Colombia y al Laboratorio de Innovación para la Paz.

A los autores, que con una lectura atenta y respetuosa han interactuado, hecho parte y puesto al servicio su labor cuidadosa de reconocer, visibilizar y acompañar las formas dignas de co-existencia en Colombia.

A la Red Nacional de Agricultura Familiar (RENAF), por todo el esfuerzo de articulación que desde el 2012 ha logrado configurar en el país y que nos honra con su presencia en la Cátedra Unesco de Desarrollo Sostenible.

Al Convenio entre el ZEF de la Universität Bonn y el Instituto de Estudios Ambientales (IDEA) de la Universidad Nacional que financió parcialmente la investigación aquí consignada, vinculando a Juliana Cepeda Valencia como beneficiaria del “Programa bilateral de apoyo a la formación doctoral en construcción de paz, ambiente y desarrollo en Colombia” con el proyecto “Identificando y valorando formas dignas de co-existencia: ciudadanos y comunidades que apuestan por el desarrollo territorial”.

A la Editorial Universidad del Rosario (Juan Felipe Córdoba), por su trabajo coordinado para desarrollar el proceso editorial que da como resultado la publicación de esta obra.

A Gabriela González, por su apoyo en traducción, y a las asistentes de investigación Juanita Delgado y Sofía Pérez, por su colaboración.

Y, sobre todo, a la Tierra y su inconmensurable generosidad y paciencia para con esta humanidad que poco a poco aprende a cuidarse como se cuidan las abejas y a honrarla como lo hacen las semillas.

Prólogo dinámico. Un libro urgente
Gustavo Wilches-Chaux
Texto y contexto

Desde cuando recibí el primer borrador de este libro, en enero de 2020, decidí que el título del prólogo que Juliana Cepeda y Nathaly Jiménez me invitaron a escribir sería: Un libro urgente. Mantengo esa decisión porque este libro es cada día más urgente… Y le agrego un antetítulo: Prólogo dinámico.

Juliana y Nathaly son coautoras, junto con todas las demás personas que, con sus teclados y con sus herramientas de labranza, han contribuido a la construcción de este vivero de esperanza.

En ese momento, y desde varias décadas atrás, una creciente cantidad de las personas que somos parte de este país (de este planeta en general) requerimos con urgencia argumentos concretos para reafirmar la esperanza —o para recuperarla quienes la hayan perdido— en que la vida misma, de la cual los seres humanos también somos expresiones, encontrará estrategias adecuadas para superar esta multitud de crisis interrelacionadas que se tornan cada vez más complejas, y que, de una u otra manera, se han convertido en la manera de existir de una multitud de especies (hoy me atrevo a escribir que incluida la humana), que, por distintas razones, están cada vez más en peligro.

En esos primeros días del año la expresión más evidente de la crisis global se daba en los procesos del clima y del tiempo atmosférico, hasta el punto de que poco después, en distintos lugares del mundo, incluida Colombia, se comenzaron a dar pasos para la declaración de la crisis climática; o, más exactamente, para reconocer oficialmente la existencia de una crisis climática, concepto que supera cuantitativa y cualitativamente al de cambio climático.

En diciembre se confirmó que con 2019, el año más caluroso que hasta ese momento se había registrado, culminaba también la década más calurosa registrada hasta entonces en la Tierra. Incendios forestales, algunos de los cuales se prolongaron hasta 2020, devastaban millones de hectáreas en Australia, en África, en California y en el Amazonas (Brasil, Bolivia, Colombia…), mientras otros más pequeños, pero igualmente destructivos para los ecosistemas que afectaban, tenían lugar en otros lugares del mundo, incluidas regiones de Colombia, como Bogotá y sus alrededores.

A principios de febrero nos enteramos de que en la estación argentina Esperanza, situada en la punta norte de la Antártida, se registró una temperatura récord de 18,3 ºC, mientras en la vereda Toquilla, a 2945 msnm y a 10 km del casco urbano del municipio de Aquitania (junto al lago de Tota, en Boyacá, Colombia), se registró una temperatura, también récord, de -11,2 °C. Este último es otro ejemplo de cómo el calentamiento global, paradójicamente, puede generar fríos extremos en algunos lugares.

De tiempo atrás, los científicos venían alertando sobre el hecho de que el descongelamiento del permafrost, la delgada capa de hielo que cubre los suelos de los lugares más fríos del planeta, estaba teniendo lugar 70 años antes del momento en que estaba previsto que ocurriera, y de lo que eso significaría en términos de la aceleración del cambio climático.

Pero esta no era la única crisis que afectaba en ese momento al país ni al resto del planeta. En un texto denominado “Pactos por la TOTA-lidad”1, que forma parte del libro Boyacá Compleja, transcribí estos apartes de un artículo de El Espectador2 (19 de junio de 2019), que hoy tomo prestados de nuevo:

Desde 2015, [Colombia] es el país que más desplazados internos tiene, superando a Siria que ya llega a 6’183.900, luego de más de ocho años de una guerra civil. Así lo reportó el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en su informe ‘Tendencias globales: desplazamiento forzado en el 2018’, que se publicó hoy.

En el mundo el desplazamiento forzado se incrementó durante el año pasado, pues la cifra de desplazados llegó a 41,3 millones de personas, 1,3 millones más que en 2017. Además, es la cifra más alta que ha reportado el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IMDC, por sus siglas en inglés), que desde 1998 documenta este fenómeno a escala mundial.

En Colombia 7’816.500 de personas han huido de la violencia. Supera a República Democrática del Congo, Somalia, Etiopía, Nigeria y Yemen. Durante el 2018, según el documento, 118.200 colombianos abandonaron sus hogares huyendo de la guerra.

Estas cifras aterradoras no incluyen a los cerca de dos millones de migrantes y refugiados venezolanos que, ‘según datos de las autoridades nacionales de inmigración y otras fuentes’ que recogen la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), han llegado al país. Esa cifra sigue aumentando y no es fácil saber con exactitud hoy cuantos son.

A esto se sumaban otras tensiones nacionales e internacionales, y otros dramas internos, como los asesinatos sistemáticos de líderes sociales, en distintas regiones de Colombia.

Cuando a finales de marzo de 2020 escribía la segunda versión de este Prólogo dinámico, no habían transcurrido todavía 3 meses desde cuando recogía esos y otros datos validados para caracterizar ese panorama desolador. En esos menos de 90 días, ya la Tierra se había convertido en un planeta diferente. Y hoy, a casi un mes de ese momento, el mundo está mucho más lleno de procesos amenazantes en cuanto a nuestra especie humana hace referencia.

Aparece un nuevo actor

El 11 de marzo de 2020, “la Organización Mundial de la Salud declaró oficialmente el Coronavirus como una Pandemia”3. En ese momento, dijeron las noticias, ya se había detectado una enfermedad llamada COVID-19 en 114 países del mundo, donde por esa causa ya habían muerto 4000 personas; 14 días después, el 25 de marzo, según datos del Gobierno colombiano, ya se registraban 186 países afectados por la enfermedad, 416.916 casos confirmados en el mundo y 18.565 personas muertas. En Colombia había 470 personas contagiadas, 4 personas muertas y 8 recuperadas.

Hoy, 24 de abril, cuando retomo la escritura del Prólogo dinámico, se han registrado en el mundo 2.588.068 personas contagiadas, de las cuales han fallecido 182.8084.

Según datos oficiales, en Colombia se han registrado hasta ahora 4561 casos, 927 personas recuperadas y 250 fallecidas.

Cuando acabo de transcribir estas cifras —y, por supuesto, para cuando el libro esté disponible en su versión virtual—, ya estarán desactualizadas, porque aumentan cada segundo con la velocidad de un taxímetro adulterado. Y porque presentan variaciones de una fuente a otra, o se ajustan a medida que se van volviendo más eficaces los sistemas de detección y de registro.

Mientras tanto, la crisis climática se sigue consolidando, con todas las consecuencias que ello implica para los ecosistemas y los procesos que hacen posible la vida en la Tierra, a pesar de que hoy existen indicios de que algunas de las causas estructurales de esa crisis —como las emisiones de gases de efecto invernadero por el consumo de combustibles fósiles— se pueden estar reduciendo como consecuencia del “encierro obligado” de la especie humana con motivo del coronavirus (sobre esto volveremos más adelante); sin embargo, es tal la acumulación de esos gases en la atmósfera que aunque las emisiones llegaran a cesar totalmente, las que ya están allí seguirán produciendo sus efectos —en el mejor de los casos— durante, mínimo, 100 años más.

En Colombia siguen los incendios forestales. De acuerdo con información publicada el 26 de marzo por la revista Semana Sostenible, a esa fecha

Un total de 11 incendios se encuentran activos en este momento en el territorio nacional, de acuerdo con el último reporte de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres.

Según se dio a conocer, las conflagraciones se registran en los municipios de Pailitas, Valledupar y La Jagua de Ibirico, en el departamento del Cesar; Riosucio, en Chocó; Puerto Gaitán y Vistahermosa en el Meta; Ciénaga y El Banco en Magdalena; Contratación y Rionegro en Santander y Tolú Viejo, en Sucre. De acuerdo con la entidad, entre el primero de enero de este año y el 25 de marzo se han registrado un total 1.033 conflagraciones, de las cuales 1.019 ya se encuentran totalmente liquidadas y tres más están controladas. Estas últimas en los municipios de Barrancas, Guajira y Pueblo Bello y El Copey en el departamento de Cesar.5

Otro proceso de necrodiversidad que no se detiene es el de los asesinatos de líderes sociales. De acuerdo con el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ), entre el 2 de enero y el 10 de marzo de 2020, en Colombia fueron asesinados 57 líderes sociales, y entre el 1 de enero y el 15 de febrero, corrieron igual suerte 10 excombatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que se habían acogido plenamente al acuerdo de paz. Desgraciadamente, esas cifras también se desactualizan con trágica rapidez6.

 

Todos estos procesos se entrelazan, entonces, con los efectos del coronavirus, ese nuevo actor que ha irrumpido en el panorama mundial, y que tiene total y literalmente sitiada a la especie humana… a la que se suele llamar la civilización humana, y ello confirma lo que desde hace años ya se veía venir como una crisis civilizatoria, aunque sin sospecharse que podría ser disparada por un virus.

Esa crisis fractal nos afecta desde el ámbito planetario a los 7800 millones de seres humanos que formamos parte de la Tierra, hasta lo más íntimo de la vida personal de cada cual. Ni siquiera se han salvado algunas de esas cerca de 100 comunidades indígenas del mundo que han intentado mantenerse —en ejercicio de lo que reclaman como un derecho— en aislamiento voluntario7, un concepto sobre el cual inevitablemente debemos reflexionar quienes hoy nos encontramos en aislamiento obligatorio.

A escala mundial parece existir ya la convicción (si bien no unánime, en muchos casos sí expresa) de que cuando salgamos de esto —suponiendo, con optimismo, que sí vamos a poder salir de esto— el planeta Tierra y la gran mayoría de las comunidades humanas van a ser muy distintas de como éramos la víspera de que se declarara que había llegado la pandemia a Colombia.

En cuanto al planeta hace referencia, ante las noticias reiteradas de cómo, en distintas partes del mundo, muchas especies de animales silvestres están retomando espacios terrestres y acuáticos de los cuales los humanos las habíamos desplazado, pensaba que nos encontramos en una especie de tráiler con nosotros, de ese “mundo sin nosotros” que describió Allan Weisman en su libro con ese título, y que explora la manera como las especies animales y vegetales comenzarían a retomar el planeta en caso de que súbitamente despareciéramos los seres humanos, por alguna causa no determinada, que solamente afectara a nuestra especie, pero sin implicar la destrucción planetaria. ¿Habrá pensado Weisman que esa causa podría eventualmente ser un virus?

Esa retoma de la Tierra por parte de la vida silvestre y el impacto positivo que está demostrando esa pausa obligada de la voracidad humana sobre los que llamamos “recursos naturales”, así como la reducción notable de las emisiones de gases de efecto invernadero y de otras muchas formas de contaminación atmosférica y de los suelos y de los cuerpos de agua continentales y de las aguas oceánicas (incluida la contaminación sonora, que tanto afecta a los seres del mar), nos permiten suponer que cuando los humanos salgamos de nuestro encierro vamos a encontrar —por lo menos, en su dimensión específicamente ecológica— un planeta mejor.

¿Seremos capaces, entonces, de redefinir el papel que nuestra especie ejerce en el conjunto planetario y en cada territorio local?