Buch lesen: «Violencias y precarización»

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Colección Monografías de la Academia



Violencias y precarización.

Experiencias en torno a relatos biográficos juveniles

se terminó de editar en noviembre de 2020 en las oficinas de la Editorial Universidad de Guadalajara, José Bonifacio Andrada 2679, Lomas de Guevara, 44657. Guadalajara, Jalisco.

En la formación de este libro se utilizaron las familias tipográficas Minion Pro, diseñada por Robert Slimbach y Ronnia, diseñada por Veronika Burian y José Scaglione.

Índice

Prólogo. El relato biográfico juvenil. Aportes desde una perspectiva microsubjetiva a experiencias de violencia(s) y precariedad(es)

Martha Mónica Curiel García, Salvador Salazar Gutiérrez

Vidas precarias, vidas carenciadas. Relatos biográficos juveniles vinculados al mercado sexual en Ciudad Juárez, México

Salvador Salazar Gutiérrez

Acoso sexual a mujeres jóvenes policías en Ciudad Juárez: la reproducción de la violencia sexual desde diferentes cuerpos masculinos

Hugo Martínez Ochoa

Narrativas espiraladas: enfoque y efectos en torno a la experiencia juvenil

Nahir Abraham, Rafael Carreras, Santiago Rebollo, Sol del Carpio, Sofía Lamanuzzi, Paula González, Guillermina Pruneda Paz, Candelaria Espinoza

Cuerpos desechables: sobrevivir en el mundo contemporáneo

Gabriela Bard Wigdor, Sofía Soria

Juventudes y necropoder. Géneros según marcas raciales

Rafael Carreras, Santiago Rebollo, Nahir Abraham, Caren Curetti, María Victoria Ochoa Valor, Antonella Scoles, Julio Muro, Victoria Volando, Belén Ardiles

Experiencias juveniles y relato biográfico: vivencias entre el reconocimiento social y la vulneración de derechos

Rafael Carreras, Horacio Luis Paulín, Guido García Bastán, Florencia D'Aloisio, Valentina Arce Castello, María Florencia Caparelli, Sofía Sicot, Ayelén Zurbriggen, Julieta Castro, Julieta Arancio, Lucía Angélica Arias

Precarización y violencias sociales en jóvenes. Una mirada a la educación y la acción política en el Chile neoliberal

Klaudio Duarte Quapper, Francisco Farías Mansilla, Natalia Hernández Mary

Autores

Prólogo. El relato biográfico juvenil. Aportes desde una perspectiva microsubjetiva experiencias de violencia(s) y precariedad(es)

Martha Mónica Curiel García, Salvador Salazar Gutiérrez

Introducción

En esta obra se presenta una serie de trabajos que encuentran como común denominador no solo una trayectoria académica colectiva que ha permitido intercambiar experiencias y miradas en torno al estudio de culturas juveniles en contextos de violencia y precariedad social, sino que, de manera particular, colocan su centro de atención en el estudio del relato biográfico como recurso para acceder a la subjetividad sin confundirla con lo individual ni reducirla a un conjunto de opiniones personales que los actores tienen en relación al mundo (Reguillo, 2000). Enfatizan una mirada microsubjetiva desde la cual se develan procesos estructurales e institucionales en contextos diversos y contradictorios, como los que caracterizan nuestras diversas regiones latinoamericanas a inicio del presente siglo.

En esta lógica, a continuación, presentamos, de manera breve, una ruta que conecta la dimensión subjetiva anclada en la narrativa del sujeto juvenil, la cual permite ubicar y abordar complejos procesos sociohistóricos que develan la crisis de un proyecto adultocéntrico, heteropatriarcal y racializado representado por marcar los cuerpos juveniles. A partir de diversos estudios en lugares como Ciudad Juárez, México; Córdoba, Argentina, y Santiago, Chile, los autores plantean rutas de análisis en torno a cómo se ha venido configurando la experiencia cotidiana del actor juvenil, expresada en la narrativa propia del relato biográfico, y de qué manera se entreteje el sentido de vida en escenarios marcados por violencia de género, violencia institucional, narcotráfico, pobreza y exclusión. El lugar de la experiencia, el espacio vivencial, constituye uno de los ejes de anclaje. ¿Desde dónde hablan los jóvenes?, ¿qué particularidades adquiere el lugar desde el cual entretejen sus múltiples experiencias de vida? Son algunas preguntas que cada uno de los trabajos va desmenuzando a lo largo de las páginas que comprende el texto.

Irrupción. El relato a escena

Como veremos a lo largo del texto, el relato biográfico cuenta una historia de vida desde la mirada de las y los jóvenes en sus diversos espacios cotidianos. Las variadas situaciones que experimentan día a día, así como las tácticas en el sentido de Michel de Certeau,1 que les permiten sobrevivir individual y colectivamente ante una complejidad de acontecimientos, dan cuenta de posiciones diferenciadas en relación a contextos sociohistóricos específicos. El relato permite anclar el tiempo y el espacio a un modo narrativo en el que el acontecimiento es resultado de un proceso reflexivo testimonial, que se entrelaza con el momento específico del encuentro en la interlocución entrevistado-entrevistador.

Ya desde hace varios años, en el debate en torno a las ciencias sociales, el llamado giro subjetivo2 dio cuenta de la urgente necesidad de plantear una ruta de interpretación, en relación con los llamados métodos biográficos centrados en una dinámica intersubjetiva dialógica3 centrada en otorgar la palabra al Otro (Arfuch, 2002). Si bien esto constituyó una contribución fundamental en el análisis de los fenómenos socioculturales, en particular, el estudio de culturas juveniles ha encontrado una veta en creciente bonanza que ha permitido una importante producción de literatura en torno a los enfoques biográficos juveniles: historias de vida, entrevistas a profundidad, testimoniales, etc.4 Énfasis en estrategias de producción de lo biográfico que delinean una cartografía individual vinculada y condicionada en torno a adscripciones colectivas.

La experiencia vivencial de los y las jóvenes se va hilando a partir de todo un corpus de producción de sentido que se materializa en el relato como estrategia narrativa. Es en él donde encontramos el sentido atribuido a sus itinerarios cotidianos, así como la configuración de un entramado social y cultural que define la construcción identitaria a través de una relación con un/a Otro/a. Al respecto, el relato biográfico es la expresión de un orden narrativo que da cuenta de costumbres, prácticas, sentimientos, entretejiendo una trama de vida que devela la compleja articulación entre lo privado-íntimo con lo público-colectivo: “preguntarse por el tránsito que lleva del yo al nosotros, o a la inversa, un nosotros no como simple sumatoria de individualidades, sino como articulaciones capaces de hegemonizar algún valor compartido respecto al eterno imaginario de la vida como plenitud y realización” (Arfuch, 2002: 66).

En la línea aquí expuesta y como aspecto central en torno a la apuesta metodológica del relato biográfico, valdría la pena colocar la interrogante ante el carácter reflexivo que produce este enfoque metodológico en la necesaria articulación de una experiencia narrada en contextos específicos. La práctica del relato biográfico con jóvenes varones y mujeres dan cuenta de un ejercicio fenomenológico a partir de lo que Husserl denominó epojé,5 con la intención de trascender el sentido común en el que reposa lo cotidiano, y con ello encontrar en el ejercicio de la reconstrucción narrativa biográfica, aquellos elementos que dan cuenta de lo que está detrás de la realidad cotidiana de estos y estas jóvenes. En este sentido, a continuación, proponemos un recorrido de articulación, que permita relacionar el relato biográfico en torno al nivel del espacio vivencial, entendido como la trama cotidiana que condiciona la experiencia, así como el anclaje que permite dar cuenta de una subjetividad mediada en torno a un contexto sociohistórico caracterizado por una creciente precarización de la vida y de la presencia de diversas lógicas de violencia.

Anclaje. El espacio vivencial

El lugar de la experiencia, el espacio vivencial, constituye uno de los ejes de anclaje claves para comprender el relato biográfico juvenil. Al respecto, Arfuch sostiene: “la noción de lo biográfico remite al registro minucioso del acontecer, la nota fulgurante de la vivencia capaz de iluminar el instante y la totalidad” (Arfuch, 2002: 17). Instante y totalidad que se entretejen en el espacio vivencial no solo como lugar de encuentro, sino como horizonte de inteligibilidad que devele procesos y dinámicas colectivas en contextos sociohistóricos diferenciados. ¿Desde dónde hablan los jóvenes?, ¿qué particularidades adquiere el lugar desde el cual entretejen sus múltiples lógicas de vida? La fenomenología social, encabezada por el austriaco Alfred Schutz,6 da cuenta de cómo el individuo está anclado por su trayectoria biográfica, a partir de un estar inmerso en una realidad específica, aquella que constituye la experiencia inmediata. Sin la intención de desarrollar una amplia discusión en torno a dicho enfoque, y dado el interés de la presente obra en torno a la potencialidad del relato biográfico, consideramos que algunas de sus premisas contribuyen a dar cuenta de ello.

El punto de partida constituye la referencia que Schutz realiza al mundo concreto del vivir cotidiano, aquello que Husserl llamó Lebenswelt. La percepción del mundo por parte de los diversos sujetos proporciona la “evidencia primera”, que es el principio del estar en el mundo. Dicha evidencia, el sustrato donde se dan las experiencias prepredicativas y precategoriales (Rodríguez, 1993), se gesta en el mundo de la vida, en el mundo concreto que es el espacio vivencial del sujeto. Es a partir de dicho espacio desde el cual se produce la relación del individuo con el mundo, en un diálogo permanente que instaura sentido a través de la intencionalidad. Es decir, para la fenomenología husserliana, el elemento esencial de la conciencia7 de los individuos es su carácter de intencional, y se genera en el ámbito de la vida cotidiana como realidad eminente: mi aquí, en el orden espacial, y mi ahora, en el orden temporal (Rodríguez, 1993).

El segundo aspecto, ligado a intencionalidad, es la “actitud natural” definida como la manera en que desde el primer momento el individuo se coloca en el mundo, y en la cual permanece mientras se maneje en el ámbito de la vida cotidiana (Rodríguez, 1993). Es a partir de esta actitud natural que el sujeto reconoce el mundo y lo considera absolutamente real, coherente e incuestionable. Sumado a ello, estar en el mundo presupone también la existencia de otros individuos similares a mí, con quienes comparto un escenario específico, naturalizado, y que, a partir de ello, se constituye el carácter intersubjetivo de la vida. En general, la actitud natural es resultado de una lógica pragmática, es decir, el individuo enfrenta una multiplicidad de situaciones, en relación a un nosotros-otros, que deben ser resueltas con la intención de continuar con el curso normal de la vida.

El vivir cotidiano y la actitud natural dan cuenta de un itinerario que presupone al mundo cotidiano de los individuos, y están articuladas a partir de un acervo de conocimiento que permiten el desenvolvimiento del sujeto en el mundo de la vida, y que con ello capta, interpreta y resuelve situaciones.8 En general, este acervo funciona como un esquema de referencia, de interpretación y de solución de situaciones que conforman una diversidad de eventos, y van sedimentando el acervo de conocimiento del individuo: “la forma en que el mundo de la vida se delinea en el acervo es producto de la forma en que está organizado este, es decir, la composición de sus elementos y la forma en que fueron adquiridos articulados biográficamente y según el sentido depositado en ellos” (Rodríguez, 1993: 60).

Como mencionamos en el apartado anterior, el relato biográfico muestra un abanico de multiplicidades en la producción subjetiva juvenil en contextos de precariedad creciente. Las violencias que enfrentan los y las jóvenes en sus diversas manifestaciones, son experimentadas en los espacios cotidianos que constituyen sus mundos vida, desde donde tejen el sentido de sus vidas en relación a un nosotros-otros. El barrio, por ejemplo, es resultado de trayectorias de vida común que van definiendo relaciones de pertenencia, así como de diferencia, en un nosotros que constituye el sentido de pertenencia en torno al lugar. Al respecto, la “actitud natural” con la que los individuos, en este caso los jóvenes, asumen un mundo existente sin dudar de su realidad, da cuenta de cómo las violencias han penetrado en sus rutas biográficas, aferrándose como una continuidad natural de la que no existe escapatoria posible. Cómo las perciben, así como las representan, está sujeta a toda una configuración intersubjetiva de la experiencia, que es común a aquellos con quienes comparten un lugar en particular, y que asumen son condiciones dadas de las cuales no es posible salir o desvincularse.

Mediación. Lo micro devela lo macro

El término mediación se relaciona con la acción de articular. El énfasis en el relato biográfico, la construcción subjetiva en torno a la producción narrativa, no solamente permite dar cuenta de cómo, efectivamente, dicha trayectoria adquiere un valor privilegiado en el análisis de lo social. Existe en los últimos años, una importante producción en torno a la articulación de niveles de análisis micro-macro,9 que ha exigido una ruta crítica de lectura en torno al estudio de las culturas juveniles en nuestros contextos actuales.

Nuestra intención gira más en el sentido de la mediación, no tanto de la integración. Es decir, centrar una mirada microsubjetiva al estudio de las prácticas juveniles focalizada en el relato biográfico, plantea una trayectoria interpretativa que si bien encuentra elementos de andamiaje con fenómenos ligados al enfoque macroestructural (pobreza, marginalidad urbana, violencia institucional, violencia de género, narcotráfico, etc.), estos adquieren relevancia y se articulan desde la propia experiencia juvenil (véase figura 1).

A partir de la última década del siglo pasado, la irrupción de la subjetivación (Reguillo, 2000) se coloca nuevamente en la escena de la investigación social, centrado en el actor social como lugar privilegiado para el análisis y la comprensión de la vida social. En este sentido, la académica Rossana Reguillo sostiene: “la apropiación e interpretación que realizan los actores sociales de las condiciones objetivas del mundo, no representa solamente un tema, sino constituye más propiamente dicho un enfoque o un lugar metodológico desde el cual interrogar lo social” (2000: 52). En este sentido, la apuesta por el relato biográfico constituye una ruta clave para comprender, desde la propia mirada y experiencia juvenil, cómo se han ido configurando procesos densos de precarización ante escenarios marcados por diversos fenómenos de violencia.

Apostar por esta mirada en torno a la dimensión subjetiva, permiten entender a lo social de manera dinámica y a partir de una diversidad de lógicas de negociación y adscripción, que dan cuenta de un lugar situado históricamente constituido. Es decir, “el desafío consiste en penetrar hermenéuticamente en las estructuras cognitivas y afectivas de los actores sociales para encontrar ahí la presencia de lo social en lo subjetivo” (Reguillo, 2000: 53), por lo que abordar el relato biográfico permitirá ir entretejiendo las tensiones que se gestan no solo en los vínculos a escala intersubjetiva, sino relaciones de poder desniveladas y desiguales desde las cuales los órdenes institucionalizados proponen o imponen su racionalidad del mundo.


Figura 1. Esquema de elaboración propia.

Ahora bien, el itinerario subjetivo se materializa, como bien vimos en el relato, a partir de su expresión narrativa. Esto nos coloca en torno al discurso, que en sintonía con el giro en torno al sujeto, efectivamente irrumpe en el análisis social como un reino luminoso (Reguillo, 2000). Es a partir de esta posibilidad de entretejido de sentido producida en lo discursivo, que el relato es una potencialidad desde el cual se da cuenta de una subjetividad que muestra una actitud objetiva ante el mundo. Sin caer en un reduccionismo ingenuo que se limite en colocar el poder del discurso en el discurso mismo, partimos de asumir que todo orden discursivo tiene sentido solo, si como bien sostiene Bourdieu (1995), desenmascara las propiedades que dan cuenta de quiénes son los sujetos que lo producen, desde dónde lo generan y bajo qué condiciones se favorece o se modifica dicho orden.

En un ejercicio de síntesis, Reguillo, a partir de Foucault, plantea la articulación de niveles de análisis en torno a lo discursivo. Parte de considerar que si bien Bourdieu da cuenta del papel extra-discursivo que condiciona la propia narrativa, es Foucault quien, a partir de su categoría de formación discursiva,10 nos ubica en las reglas de formación y condiciones de existencia del discurso. Esto significa que la narrativa generada por el o la joven a través del relato biográfico da cuenta de estructuras, reglas y valores de una formación discursiva que materializan un orden legítimo desde el cual inscribe su decir: un contexto de enunciación, un sistema de posiciones diferenciales y un sistema de representaciones (Reguillo, 2000). En suma, esto nos lleva a comprender que el sentido anclado en lo narrado no es una propiedad del discurso, sino la posibilidad de materializar por parte de un sujeto histórica y socialmente situado.

Efectivamente, el contexto de enunciación es central para comprender desde dónde y bajo qué condiciones habla o se narrativiza el actor juvenil. En relación a ello, también cobra relevancia enfatizar las posiciones diferenciadas que se articulan en torno a la producción discursiva. No todos se colocan en las mismas condiciones de producir el discurso narrativo. Al retomar la formación discursiva de Foucault, Reguillo la relaciona con la categoría de campos de discursividad de Laclau y Mouffe (1985).

Violencias y vidas precarias. Denominador común en las trayectorias juveniles

Como referimos en el apartado anterior, toda narrativa adquiere centralidad a partir de su anclaje con el sentido que se articula a una caracterización sociohistórica. El desarrollo de los capítulos, si bien ubican en lo específico escenarios geográficamente distantes, como es el caso de Ciudad Juárez, en el norte de México, una de las ciudades provinciales más importantes de Argentina como es el caso de Córdoba, y la capital de la provincia de Santiago de Chile, encuentra puntos de entrelace a partir de las dos categorías que describen el paisaje común, que enfrentan los y las jóvenes en estos diversos escenarios: violencia y precarización.

El panorama que vive la población juvenil en América Latina, considerando la compleja diversidad de paisajes en los que desenvuelve cotidianamente, se viene caracterizando por el impacto resultado de la implementación de diversas políticas de corte neoliberal por los gobiernos de los países en la región, obteniendo con ello que las y los jóvenes sean los más afectados en relación con la desigualdad social, los procesos de segregación socioespacial, las políticas de ajuste económico y reducción de corte social, sumado a un incremento de las violencias en sus espacios cotidianos. Violencias que constituyen una diversidad de fenómenos en los que su vida enfrenta situaciones de amenaza o riesgo desde el punto de vista física, psíquica, emotiva, afectiva, relacional y aspiracional.

Si consideramos en general dos aspectos clave que dan cuenta de cómo se ha incrementado la precarización de la vida juvenil en la región, acceso al trabajo y a la educación formal, el panorama no es alentador. En su informe 2019 Panorama Laboral en América Latina y el Caribe, la Organización Internacional del Trabajo señala un aspecto que da cuenta de al menos una de las contradicciones que los y las jóvenes enfrentan en el escenario actual:

Los jóvenes en la actualidad son más educados que los de las generaciones previas. Sin embargo, su inserción al mercado laboral sigue caracterizándose por una elevada precariedad: su tasa de desocupación triplica a la de los adultos. De los jóvenes que trabajan, más del 60% tiene un empleo informal. A esto se suma un problema de inactividad: aproximadamente 22% de los jóvenes latinoamericanos no estudia ni trabaja; y la situación es aún más crítica entre las mujeres jóvenes (OIT, 2019: 61).

En general, la implementación de políticas neoliberales, a partir de la década de los ochenta, tuvo como una de sus apuestas fundamentales concebir la pobreza como “la imposibilidad de alcanzar una etapa más evolutiva de una parte de la sociedad y por eso esta es un fenómeno natural; se relaciona con la prosperidad ya que cualquier interferencia al mecanismo del mercado conduce a la pobreza” (Czarnecki, 2013: 185). En este sentido, el giro de responsabilidad que cultivó la política económica y social de atención por parte de los Estados, centró su atención en el individuo y su capacidad de superar, por sí mismo, la fase de pobreza que enfrenta, para con ello lograr incorporarse a un sector de la población en una estructura socioeconómica basada en criterios de selectividad y el mejoramiento del capital humano. En particular, esta lógica favoreció la generación de un imaginario sostenido en la idea del éxito, basado en enfoques “desarrollista” y “progresista”, resultando con ello un proceso de inclusión excluyente que se plasma a partir de lo que Reguillo (2017) ha llamado la presencia de una sociedad bulímica encargada de devorar para luego vomitar a sus jóvenes.

Esto nos conecta con el fenómeno de las violencias. Diversas expresiones en las que jóvenes enfrentan cotidianamente el riesgo de ver afectada su integridad, y en el caso extremo perder la vida de forma violenta. La precarización de la vida que comparten, así como el incremento de la vulnerabilidad social y económica, junto a la cada vez mayor presencia de estrategias punitivas promovidas por los gobiernos bajo el pretexto de combate a fenómenos como el narcotráfico, guerrillas, crimen organizado, o recientemente pandemias, ha constituido el paisaje de cultivo desde el cual se viene presentando lo que Valenzuela Arce ha caracterizado bajo el término juvenicidio. El artero asesinato de jóvenes que poseen “identidades desacreditadas” y que por ello adquieren una mayor vulnerabilidad ante las fuerzas del Estado y/o los grupos bajo control del narcotráfico, crimen organizado o paramilitares.

El Juvenicidio posee varios elementos constitutivos que incluyen precarización, pobreza, desigualdad, estigmatización y estereotipamiento de conductas juveniles (de manera especial de algunos grupos y sectores juveniles) y la banalización del mal. El orden dominante ha ampliado las condiciones de precariedad, vulnerabilidad e indefensión de estos grupos usando ordenamientos clasistas, racistas, sexistas, homofóbicos, y un orden prohibicionista que, con el pretexto de combatir al llamado crimen organizado, ha funcionado como estrategia que limita los espacios sociales de libertad (Valenzuela Arce, 2015: 39).

Como mencionamos anteriormente, este fenómeno no puede ser entendido sin su relación con el desarrollo del capitalismo neoliberal. Juventudes en pobreza y pobreza extrema en escenarios como las favelas, o la condición de los afrodescendientes en diversos países de la región con una carga de exclusión racializada, en Centroamérica con la marca amenazante que ha caracterizado el imaginario mediático en complicidad con élites económicas y políticas frente al fenómeno de la Mara Salvatrucha y el Barrio 18, el incremento constante de asesinatos arteros a jóvenes en la llamada guerra al narcotráfico en México, y en general el vínculo clave que encuentra el juvenicidio con otro fenómeno clave en este contexto como ha sido el feminicidio. La precarización social y laboral da como resultado una población subalterna que son catalogados como indeseables y superfluos (Valenzuela Arce, 2017) que, en el rapaz escenario actual que articula perversamente su visión económica con criterios de selectividad en torno a la vida y la muerte, es el escenario donde transitan a la deriva una población juvenil que crece exponencialmente. Incluso, en los casos que abordaremos en la presente obra, se da cuenta de otras expresiones que podríamos denominar como microviolencias, aquellas caracterizadas por la humillación, la discriminación, el acoso, abuso de poder, que se generan sobre los y las jóvenes más empobrecidos de nuestras ciudades.

Concluyendo

Con la finalidad de articular diversos abordajes en relación al relato biográfico en contextos diferenciados de precarización y exclusión social, la obra aquí expuesta contiene una serie de trabajos que permiten observar experiencias diversas —Ciudad Juárez, Córdoba, Santiago—, centrando su atención en el trabajo con diversos colectivos juveniles. Cabe mencionar que el ejercicio compartido de académicas y académicos cruza transversalmente los abordajes aquí expuestos. Es decir, consideramos que el estudio de los procesos de construcción intersubjetiva que se entretejen a lo largo de los capítulos, no solamente cumple con una trayectoria teórico-metodológica que revaloriza la experiencia juvenil, sino que también da cuenta de la indisociable relación que hay entre el mundo de la academia y los complejos escenarios de pobreza, marginalidad y precarización que enfrentan las y los jóvenes.

El texto “Vidas precarias, vidas carenciadas. Relatos biográficos juveniles vinculados al mercado sexual en Ciudad Juárez, México” centra su atención en relatos de historia de vida de jóvenes, varones y mujeres, en un contexto reciente en la frontera norte de México, determinado por una creciente vulnerabilidad e indefensión económica, política y social, así como la presencia de una lógica de necropoder que define aquellos cuerpos sacrificables. A partir de narrativas, el autor articula experiencia individual con el contexto sociocultural, enfatizando las tensiones entre lo íntimo, lo privado y lo público en torno a la experiencia juvenil y el trabajo sexual.

Considerando también el escenario reciente en Ciudad Juárez, el capítulo “Acoso sexual a mujeres jóvenes policías en Ciudad Juárez: la reproducción de la violencia sexual desde diferentes cuerpos masculinos” se vale de entrevistas a profundidad realizadas a jóvenes mujeres policías. A partir de colocar su atención en relación con la práctica del acoso sexual, el trabajo da cuenta de cómo las jóvenes enfrentan el acoso sexual ante la amenaza de una estructura jerárquica masculinizada que asume de manera diferencial en trato entre los integrantes de la corporación de seguridad pública municipal. El autor expone una dinámica de acoso sexual horizontal donde los protagonistas suelen ser los compañeros de trabajo, hombres quienes, aun no encontrándose en un puesto superior formalmente en la estructura organizativa, consideran que pueden acosarlas, simplemente porque ellos son los hombres y ellas las mujeres.

El tercer texto bajo el título “Narrativas espiraladas: enfoque y efectos en torno a la experiencia juvenil”, muestra los resultados de un proyecto de investigación colectivo en Córdoba, Argentina, con jóvenes de sectores empobrecidos los cuales, desde la puesta en escena del relato biográfico, definen el sentido de vida y muerte que produce su propia experiencia en un escenario dominado por la creciente precarización social, así como la conflictiva relación con los organismos de seguridad pública del Estado argentino. Sumado a la apuesta metodológica del relato biográfico, la investigación privilegió en todo momento una perspectiva basada en el enfoque de la Investigación Acción Participante, apostando a una posición que diluye la separación tradicional observador-observado, permitiendo con ello un conocimiento sostenido y basado en la experiencia colectiva.

¿Cómo podemos anclar la experiencia subjetiva producida a partir del relato, en una escala mayor que permita develar condiciones sociohistóricas que estructuran los procesos de exclusión y precarización de los y las jóvenes? A esta pregunta busca dar respuesta el texto “Cuerpos desechables: sobrevivir en el mundo contemporáneo”. En un escenario dominado por la lógica heteropatriarcal capitalista, las autoras describen el impacto que han generado políticas selectivas de reconocimiento que muestran cuerpos juveniles femeninos en regímenes de precariedad desigualmente distribuidos.

El texto descrito en el párrafo anterior enfatiza la perspectiva política a partir de una dimensión de género. En relación a ello, el capítulo “Juventudes y necropoder: géneros según marcas raciales”, retomando el análisis de caso de jóvenes mujeres y varones que experimentan sus trayectorias de vida en zonas marginadas de la periferia de Córdoba, plantea la siguiente hipótesis: en las adscripciones de género ligadas a la masculinidad hegemónica, se incrementan las significaciones subjetivas vinculadas a la muerte. Estas significaciones serían diferenciales según adscripción de género, y es allí donde podríamos reconocer las operaciones del necropoder, así como del sistema capitalista, patriarcal, adultocéntrico, colonial.

Describir el sentido de vida o muerte en contextos de fuerte precarización social, también invita a plantear la pregunta en relación a cómo se asumen como sujetos de derechos. El capítulo “Experiencias juveniles y relato biográfico: vivencias entre el reconocimiento social y la vulneración de derechos”, resultado de entrevista a jóvenes, sostiene cómo estos construyen estrategias discursivas y de justificación moral a través de las que consiguen articular en la construcción de reconocimiento social. Al enfatizar las esferas de socialización, aborda mundos significativos como el familiar, de pareja, del barrio o laboral. El “sentirse escuchado” es la manifestación de un acto de presencia que, en el sentido del reconocimiento, fractura las distinciones jerárquicas y verticalistas que operan tradicionalmente en la lógica institucional.

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Umfang:
243 S. 6 Illustrationen
ISBN:
9786075478913
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