Tocan las campanas a concejo

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Tocan las campanas a concejo
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Letrame Editorial.



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© Alfonso González Matorra




Diseño de edición: Letrame Editorial.



Maquetación: Juan Muñoz



Diseño de portada: Rubén García



Supervisión de corrección: Ana Castañeda y Pilar González



Ilustraciones: Mónica Conde Diez y Peio Valbuena Manzana (epílogo)



Fotografía de portada de Heraclio Alonso




Fotografía de guardas: «Todo el pueblo de Anciles», de la familia García, de Anciles (León)



Fotografía de contraportada: Campanil del Concejo en Lario (León), de José Ramón Lueje




ISBN: 978-84-1114-113-0




Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.




Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.




«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».



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A mi madre



PRÓLOGO



Querida lectora, querido lector:




Permite que hable, a favor de la palabra (a modo de “prólogo”) de este libro, en forma de carta. Y que me dirija a ti en singular, porque de hacerlo de otra manera sería una descortesía y un error en función a lo que vas a leer capítulo tras capítulo.




Su autor, agustin lasai (en minúsculas y sin tilde), es un personaje de la realidad, quizá también sea real porque ha escrito su mundo, con su lenguaje lleno de palabras y expresiones del terruño. De un lugar que ya no existe, porque fue sepultado bajo millones de litros de agua con un embalse vacío de sentido.




No es una obra plañidera, ni reivindicativa. Se trata de una novela que el autor susurra al oído de quien la lea. No únicamente por el sonido que sugiere el paisaje y que lo describe tal cual, sino porque a medida que te metas en la historia irás a un paisaje humano, demasiado humano, entre conversaciones, comentarios y discursos. Retrata de esta manera, mediante la escritura, una manera de ser colectiva y de personas convertidas en personajes, de una época, de un lugar de la montaña: El paisanaje. Como dice Alphonse de Lamartine “el ser humano es el paisaje”. Al leer esta novela añado que somos nuestro paisaje, en el que vivimos, el que recordamos y a veces soñamos.




Lasai logra que los personajes sean de carne y hueso, incluso imperfectos, no meros figurines de una historia. A lo largo de toda la trama se mantiene la emoción, no tanto porque esconda lo que va a suceder, que hasta puede ser predecible, sino porque es capaz de contarte casi a viva voz lo que escribe, lo cual hace que lo que vas a leer sea literatura, letras en acción. Pero sobre todo con sabor a pueblo, de andares con garbo en la montaña. Un estilo llamado de al pan pan y al vino vino: Vaca, tetuda, “Linda”, gañán”, vecera, carajillo, barruntar, zagal, tronzar, bocadillo de jamón, aluche y demás. Sobre un lugar en el que sus gentes, con sus motes, se despiden de las vacas, las cuales tienen nombre propio, igual que dan los buenos días y el adiós a los lugareños. Todos viven en “su pequeño mundo”. En él hay amores, ensoñaciones, prostitutas, peleas, amenazas, sinsabores. En definitiva la vida.




Sentimientos, costumbres, el deseo, el amor, las rutinas, las maneras de ser se intercalan en contextos que se entrelazan para descubrir una historia ubicada en los años 50 y 60 del pasado siglo. Describe un molde que sigue funcionando: El dinero por encima de todo. Hará que te veas metido en una tesitura al posicionarte en uno u otro grupo.




Sí, se trata de un pueblo, de una comarca, que en un momento determinado la burocracia elige para hacer un gran embalse, un “pantano”, que hará desaparecer incluso el espacio que ocupa. Mentiras, intereses, engaños, medias verdades, codicia, ignorancia, todo esto se confabula en personas que no tienen reparos en hacerse ricas a costa de lo que sea. Pero no todas las personas están dispuestas a sacrificar su mundo, su manera de vivir, y plantan cara. Contrasta el mundo de los despachos (“despachos sin alma”) con sus moquetas en las calles asfaltadas de la ciudad y el mundo de las casas de piedra, donde sus chimeneas arden la madera del bosque, en calles de tierra y boñigas, en las que se anda con madreñas.




“¿Vale más un pueblo lleno de boñigas que el dinero que nos darán?” No es una visión bucólica ni idealizada, sino ruda y en cierta medida cruel, porque basta que un grupo de “bastardos de esa tierra”, por pequeño que sea, con su influencia tiren de la pata de aquella comarca para que se vaya al traste. Lo que según la cultura popular: Tanto mata el que mata como el que tira de la pata.




Es la historia de conversaciones, de cuyo eco el autor habrá escuchado contar alguna vez, ha oído cosas que sucedieron antes de que naciera. Se convierten en un eco que retumba cuando las casas de la comarca de Riaño cayeron al ser demolidas por máquinas que custodiaban las fuerzas del orden, que previamente habían bajado de los tejados a quienes resistieron. Cada casa fue una trinchera que se defendió una por una. Sucede esto treinta años después de lo que cuenta la novela. Y otros treinta años después Lasai escribe como si te llamara a ese rincón de la Historia, en donde duerme la conciencia de unos hechos previos a todo lo que vino después. Forma una amalgama de sucesos, de recuerdos, de no se sabe qué para dar a conocer una experiencia que le tocó vivir y que quiere entender cómo fue posible llegar a semejante sinsentido. Te lo cuenta para que vuelvan a sonar las campanas, para que el concejo adquiera vida e importancia, nuevamente. Porque hay algo por encima de todo que no han podido hundir, ni comprar, ni en la novela ni en lo que sucedió posteriormente, ni en el tiempo transcurrido hasta ahora: la dignidad.




No trata de enlazar un hecho con otro, sino de relacionar circunstancias que se cruzan acompañadas de pasiones, de miradas, de olvidos, de lealtades en la amistad y de vecindad. Con nombres modificados señala cada lugar, a cada personaje-persona para desarrollar la trama, que no es tal y como hubo sucedido, sino que es mucho más exacto porque narra la esencia de aquello que ocurrió. Lo escribe con una precisión que desgarra y que con la propia narrativa nos da un coscorrón al leer para decir “anda deja de contemplaciones y sigue”. O como dice Serapio “algo sucede que no sabemos”. Un destino que no es sino el ser humano al desnudo, el cual cuando desata su ceguera da lugar a “acontecimientos incapaces de cambiar su rumbo”.




Vas a leer una novela en la que el realismo se mezcla con el surrealismo, a veces el de la misma realidad, como cuando una reina extranjera visita el lugar, o cuando las ovejas acaban protagonizando una reunión solemne en el cine del pueblo, lo que te dará lugar a sonreír y a reflexionar al mismo tiempo. Porque ¿dónde sucede? No es ésta una pregunta baladí. Ni mucho menos, porque la novela es una historia más real que la misma realidad de lo que aconteció. Logra explicar lo inexplicable. Desde la vida cotidiana que plasma esta obra hace visible una forma de ser. Al mismo tiempo que señala el caciquismo rural como átomo de lo que fue una Dictadura. Pero con ésta, todavía se mantuvo en pie la libertad del pueblo y de pueblo: los concejos. En esa dualidad aparecen el Poder y la resignación; La ignorancia y los listillos de turno; La avaricia y el egoísmo; Quienes son ricos y los que viven de su trabajo. Envolviéndolo todo, como una niebla espesa: Las envidias.




¿Dónde sucede y adónde te va a llevar cuando lo leas? No he parado de preguntármelo al finalizar y durante una segunda lectura. ¿Acaso no se ha dicho que somos el sueño de un sueño? agustin lo muestra porque ha escrito con el corazón anclado en el imaginario de una memoria que clama en el desierto de agua, pero sobre todo con el cariño de recomponer los trozos rotos de su ser. La tierra es el alma. Y lo hace buscando, y lo que escribe es esa búsqueda, sí. Con sus palabras te hará volar, porque él vuela. La verdad se guarda en un sueño, el de un niño. Pero este niño que sueña, anda y duerme, despierta en el fondo del inconsciente que naufraga cada día en ellas profundidades del embalse convertido en un canto de sirena, en un susurro del aire y así lo cuenta, al oído. Su verdad es ser sincero, con él y contigo como lector. Es necesario que escuches a medida que leas, para ser uno más en lo que sucede.




Y el sueño se convirtió en pesadilla (incluidas las futuras cargas policiales), y al despertar, o mejor renacer, el mismo Lasai es el sueño de un recuerdo. En el fondo del embalse hay un pueblo, hay ocho pueblos anegados, un valle. En el fondo del recuerdo y de los hechos está el inconsciente en donde el autor se ha inmiscuido, al que ha viajado en ese sueño de escribir, el del niño de la novela, el de los personajes. Toda escritura es simbólica, pero esta obra es un símbolo en sí misma, es decir: es la representación de aquello que está en el fondo. En el fondo, o en la cueva de lo que ha escrito, en el fondo de su mente donde ha buscado y desde donde le han saltado y asaltado las ideas, las imágenes, y desde el fondo de lo que sucedió, tanto antaño en los años 50-60, como lo que ocurrió el año 1987. Pero no olvides que es también el fondo de nuestro presente, donde siguen habiendo víctimas de un sacrificio, ¡en tantas ocasiones para nada! El hilo conductor de lo que va pasando es el pulso entre quienes aman la tierra y los que aman al dinero que creen que se “va a convertir el agua en oro”.

 




Y presente es en la novela el sonar de las campanas, que fue el Internet y los teléfonos móviles de aquellos tiempos y de otras épocas más atrás del tiempo. Es la pregunta que se hacen algunos personajes sobre si hacer un pantano allá es locura o negocio. Es la respuesta hoy: Las dos cosas a la vez. Y la locura se expande y el negocio se estrella. Es lo que nos cuenta agustin lasai: “Todo por un tintineo de monedas que les ensordecieron”.




Hundieron una cultura, aquellos del hormigón, pero hay algo que sigue flotando: la dignidad en esta novela que es la misma de antaño y la de antes que también cuenta en referencia a la tribus vadinienses, moradoras de aquellas montañas previas a que llegaran los romanos con su Imperio a cuestas. Y comparte la dignidad que será en un futuro y siempre. Porque los derrotados son los que siembran el futuro, como le sucedió a Eneas al marchar de Troya incendiada, devastada, aniquilada, sembrando una nueva civilización después. Mientras que los triunfadores quedan ahogados en su oro y oropel, el de aquellos a quien Telesforo inunda las tierras y el alma. Le premian por su generosidad caudillista con una medalla del vil metal con el escudo del pueblo, que sobrevivirá por encima de todo.




Esta novela, querido lector, querida lectora, es el latido del embalse de Riaño, Riángulo, que palpita en su fondo, en su historia y leyendas. Sus páginas se oirán en el oleaje del “pantano” y en el silencio. Y más que tendrá que contar. Entre otras cuestiones su historia, la del autor agustin lasai. ¡Hay tantas cosas y tanto que decir en las profundidades! En las profundidades del alma, en las del valle anegado, en las de los negocios, en la de la montaña y sus cuevas, en la de la Historia y en la de las historietas, en la de cada uno de nosotros. Como tesoros escondidos que nos hará encontrar esta novela al llevarnos a ellos con su escritura llana, diáfana, rural, de pueblo, sincera, de tú a tú y a la vez exquisita porque se ha esforzado en que lo sea.




Así pues, recréate en su lectura.




Atentamente.




Ramiro Pinto Cañón







AGRADECIMIENTOS



Mi más sincero agradecimiento a todos los que habéis leído y comentado los primeros borradores del manuscrito de Tocan las campanas a Concejo. A Mónica Conde por ser la primera lectora además de su genial ilustradora; a Peio Valbuena por su preciosa acuarela; a Ramiro Pinto por su energía y ánimo constante; a Javier Martínez Seisdedos por compartir tantos sueños; a mi hermano Antonio por su ayuda y buenos consejos; y en especial a mi hermana Pilar por el excelente trabajo realizado con el texto.



Gracias a ti Ana Jesús y a nuestros hijos Andrés y Clara por soportarme y hacer que todo tenga sentido cada día; a mis padres, a mis hermanos, a toda mi familia y amigos, a mi pueblo, que han sido además de un apoyo constante fuente de inspiración.



Tocan las campanas a Concejo comenzó con una pequeña idea escrita sobre un cuaderno mientras jugaba a escribir con mi hija de ocho años una tarde. Busqué a partir de ahí más inspiración en mis recuerdos y en numerosas fuentes, entre las que se incluyen comentarios, conversaciones, publicaciones de revistas (en especial la Revista Comarcal Montaña de Riaño), blogs, webs, redes sociales, libros con la temática de la Montaña de Riaño que figuran entre mis favoritos: Por el Norte de España de Hans Gadow; El Concejo de Burón, Riaño, cinco villas, Tierra de la Reina, de José María Canal Sánchez-Pagín; Éscaro. Sociedad y creencias de Gerardo Fernández y Pilar González Fernández; La lucha secular en la Montaña de Riaño, de Pedro Gómez Gómez; Peñas arriba, de José María de Pereda; La Montaña de Valdeburón, Roma contra cántabros y astures, de Eutimio Martino; Los Espejos de la Reina, de Roberto Gordaliza; Acebedo. 20 siglos en la montaña de León, de Tomás Álvarez; Los señoríos en la Montaña Oriental de León, de Siro Sanz y Ramón Gutiérrez Álvarez; ¿Hay quién luche?, de Olegario Rodríguez Cascos y Camino Gallego; Los Caminos del Esla, de Juan Pedro Aparicio y José María Merino; RIAÑO VIVE, de Enrique Martínez Fidalgo; RIAÑO, de Vicente Pueyo; La lentitud de los bueyes, de Julio Llamazares.



Especiales gracias a la tía Manuela, la tía Demetria, Paz, Pepe Valbuena, Pedrín, Vicente, Geño y Valentín… las personas que aparecen en la fotografía de portada y que son el alma de esta historia; y a la familia Alonso por esta fotografía realizada en Riaño por Heraclio Alonso en 1946.



Gracias a Manuel García Rodríguez y familia, por permitir adaptar la proclama de su Tío Albino publicada en 1960 y titulada: A MIS PAISANOS DE RIAÑO Y PUEBLOS COMARCANOS; a Félix Conde de Cossío por permitirme adaptar la carta de su Padre al periódico ABC publicada en 1960 y titulada: RIAÑO Y LOS PANTANOS.



Gracias a «ese petardo lírico», Emilio Gastón, por su poesía, y a un montón de personas por ser quien son y compartirlo conmigo.





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PERSONAJES




Niños:



El niño inquieto de pelo negro con el flequillo cortado al ras



Ángel José, de la cuadrilla de tebi



Betín, hijo de Tino el de Sarlia



Carmina, hermana pequeña de Pedro el motril



Carlos, amigo íntimo de tebi



Chavi el Australiano, hermano de Juan Víctor, cuadrilla de amigos de tebi



Esteban, tebi, hijo de Chencha y Ramón, del barrio La Espina



Javito, visitante asiduo de la tía Genara



Juan Víctor el Australiano, hermano de Chavi y amigo de Betín



Luis, Fernán y Elena, niños leyendo tebeos en el carro



Luisín, Toñín (Tolio) y Javito, cuadrilla de amigos de tebi



Míchel Cordero, del barrio de La Cimavilla, amigo de Betín y Pedro el motril



Pancho y Ricardo, amigos del barrio La Redonda



Pili, la de Pedrosa de la Ponte



Rogelio, la pedrada en la tenada




Adolecentes:



Acotaya, niño pobre del garaje



Federico, el de Lodares, luchador del Porma



José Manuel, hijo de Francisco del Corral (Paquitín Calderillas) el comerciante



Luismi, el de La Porta



Ordoño y Silvilio, de Sarlia



Pedro Villarroel (Pedro el motril), amigo de Betín



Vidalín, hijo pequeño de Basilio



Jóvenes:



Antonio el Nin, vecino de La Redonda y amigo de Kilian



Kilian, hijo mayor de Basilio



María Flor, novia de José Manuel, el hijo del comerciante



Purita, hija del sargento Ventura



Teófilo y Rufo, hijos de Rufo el Tralla




Mujeres:



Celestina, hermana de Saturnino (el tío Badanas)



Chencha, hija de Silverio y esposa de Ramón, de los Quigualdos. Madre de José, Ignacio, Esteban, Eugenia y la más pequeña, Paloma, y Agustín, que está en camino



Dora, amiga de Fani y Mari Flor



Dorita, la denostada Dorita



Esperanza, encargada de la taberna de Mariano



Fani, hija del bodeguero



Gertrudis, esposa de Francisco del Corral



Ignacia, esposa de Edelmiro



Josefina, hermana de Serapio



Julia, esposa de Felipón, el madreñero de La Porta



Inés (Tía), la suegra de Tino el de Sarlia, enfermera en la guerra



Luz Divina, esposa de Julianín, de Llerenes



Nita, esposa de Basilio



Primitiva, esposa de Segismundo Prontofraguas



Quintina (La Tía), amiga de Celestina



Saturnina, del Hotel Moralejas




Hombres mayores:



Antón Torío, tío de Perico el alcalde y dueño de la fábrica de harinas de arriba



Antonino, amigo de Vicente Prieto y Chaco. Hijo de Lorenzo



Balerio (tío Balerín), padre de Basilio



Benito el Morato, vecino del barrio de La Golosa



Bernardino, el sabueso de confianza de Tiquio Burón



Chaco, viajante hijo de emigrante, que regresó de Argentina



Ciano, pastor de la cabaña en Hormas



Federico, el de Llerenes



Feliciano el Trucha, y sus relatos. Amigo de Galindo



Felipe (Felipón), el madreñero de La Porta.



Fermín Bragales, padre de Balerio, original de Valdeliegos.



Filiberto Botines, transportista



Francisco del Corral (Paquitín Calderillas), comerciante



Galindo, ganadero y labrador de la Redonda



Indalecio el bodeguero, padre de Fani



Isaac, el carretero del barrio de Señal



Jacinto, hijo de la tía Manuela



José Fernández (Pepón), el luchador de Llerenes con pata de palo



José Mari (Josechu), ingeniero de caminos casado en Riángulo



José María Ponce de Torío, hermano de Perico el alcalde



Julianín, el de Llerenes, primo de Saturnino



Justino Álvarez, amo del huerto vallado con alambre de espino



Leoncio (el tío Canal)



Luciano y Vicentín, socios albañiles de la familia de los Quigualdos (Canteros Cantores)



Manolín Liébana, labrador, pescador y trampero



Manuel Balbuena, hijo de la tía Manuela, primo de Serapio y sobrino de la tía Genara



Melecio, Fortunato y Jesusa (Jesusona), hijos de Zoilo



Melecio, hermano de Serapio, Honorio y Josefina



Nicasio Montes, y su jamelgo llamado Duque



Olegario, el zapatero



Pascasio el Vaquero, dueño del rebaño de merinas en Tendeña



Patricio, peón albañil de Barneto trabajando para los Quigualdos



Patrocinio, el peluquero de la Cimavilla



Pedro Luis García, comerciante



Prudencio, taxista de Holende en el viaje del alcalde a los Madriles



Ramón González, socio albañil de la familia de los Quigualdos (Canteros Cantores)



Rodrigo, yerno de Samuel Lincon



Rufo el Tralla, padre de Teófilo y Rufo el Barrenero



Salomón, labrador y trabajador en la mina



Samuel Sierra (Samuel Lincon), oriundo de Valdeón



Saturnino (el tío Badanas), con el mejor coñac. Hermano de Primitiva, la mujer de Segismundo



Secundino, amigo confidente de Zoilo



Segismundo Manuel (el Prontofraguas), cuñado de Saturnino. Socio albañil de la familia de los Quigualdos (Canteros Cantores)



Tito Liébana, labrador hermano de Ignacia



Toño, taxista en la noche estrellada



Yuri, el ruso



Zoilo, viudo de Juana Altares




Autoridades concejiles:



Abelino García, presidente del Concejo de Llerenes y concejal de Riángulo



Basilio, socio albañil de los Canteros Cantores y vocal del Concejo



Honorio, presidente del Concejo de Riángulo



Isidro, presidente del Concejo de Pedrosa de la Ponte. Amigo de Manolín y Honorio



Serafín Gómez, presidente del Concejo de Buradone



Serapio Balbuena, hermano de Honorio



Sidoro, vocal del Concejo de Sarlia



Silverio Matorra, molinero en la fábrica de arriba y vocal del Concejo



Sindo, el presidente, y Paco, vocal del Concejo de Holende



Suso, vocal del Concejo y amigo íntimo de la familia Balbuena



Tino, padre de Betín y presidente del Concejo de Sarlia



Vicente Prieto, alguacil del Concejo de Riángulo



Víctor, sobrino de Abelino García y alguacil del Concejo de Llerenes




Autoridades del Ayuntamiento Riángulo:



Benitón, exconcejal



Clodomiro Álvarez, maestro de escuela y concejal



Eufrasio, el alguacil



Florencio, hermano de Samuel Lincon y alcalde durante la República



Jonás Pildorita, boticario y exconcejal



Juanito Alonso, dueño de la fábrica de harinas de abajo y concejal



Malaquías Álvarez, secretario del Ayto.



Maturino Sierra, cuñado de Perico Ponce y concejal



Mauro Ortega, heredero hacendado, concejal y casero de Silverio



Onésimo (Don), médico y concejal



Perico Ponce de Torío (Periquito), el alcalde



Teótimo Domínguez, primo de Perico, concejal y presidente sustituto del Concejo




Otras personalidades locales:

 



Clemente (Don), cura de Riángulo



Benigno, cura de Sarlia



Ribera, médico de Cisterna




Autoridades provinciales y nacionales:



Carmen (Señorita), hija de Telesforo La Virgen, y esposa de Lafranc



Ceferino Albores, agregado gubernamental para relaciones con los reyes de visita en el Parador



Demetrio Madriles y Jaime González y González, responsables del Ministerio de Agricultura del Estado



Domingo Herrero (Don), ministro de Gobernación del Estado



Emiliano Billar, presidente Confederación Hidrográfica del Dubro



Fausto Hernández, gobernador provincial de Legio



Juan Puyas, director técnico de la Confederación Hidrográfica del Dubro



Marcelino, gerente del Parador Nacional de Turismo de Riángulo



Matías Llorante, representante del sindicato vertical de agricultores de Castiella



Obispo (Sr.), de Legio



Pedro Contreras Lafranc, presidente de Paradores Nacionales



Rey y reina de un país de la vieja Europa de veraneo en el Parador



Llendelagua (Señor Don Tomás), político y empresario de Buradone



Telesforo La Virgen, general en jefe del Estado (el gran capitán)




De empresas eléctricas y constructoras:



Alfonso Ballesta, primer secretario de Oriolez



Duarte (Señor), dueño de Duarte y Cía., grupo de empresas constructoras



Galante (Señor), secretario de Duarte y Cía.



Juan María Oriolez y Urquijo, presidente de Hidrolas y de la corporación eléctrica FUNESTA, consejero del Banco Bilbaíno (banco eléctrico), procurador de las Cortes telesforistas



Servando Aurrekoetxea, ejecutivo de Hidrolas (Eléctricas Españolas S. A.)



FUNESTA, Foro Unión Nacional Eléctrica Sociedad Toda Anónima




Guardias civiles:



Alfredo Ventura, sargento del puesto un tiempo atrás



Barrena (Sargento), jefe del puesto



Bernardino, subordinado de confianza de Tiquio



Tiquio Burón, guardia retirado natural de Riángulo




Con más edad:



Edelmiro Diez (tío Yimi), vecino de Serapio



Gabino (El Tío) propietario del hórreo de la plaza La Redonda, donde se celebran concejos



Genara (Tía), anciana señora de la casa de humo



Manuela (La Tía), tía protectora de Josefina y hermanos



Marcofias (El difunto tío), dueño del hórreo en plaza del Mercado, donde se celebran concejos



Tomasón, un señor mayor vecino de Antonio el Nin




Otros personajes (mención):



Arsenio (Tío), de Sarlia, sentado sobre el viejo madero



Benitín, el de Las Salas, árbitro del corro de aluches en Cima la Cueva



Bonifacio, el relojero



Caritos, con su nervio preciso



Carmen, la pastora de Peña Mura, del Concejo de Ískaro



Chuchi, dueño de la cuadra negra



Ción (Tía), vecina de Arsenio



Ción la barberina, y su marido Abel, peluquero de La Redonda



Cipriana, del barrio La Peta



Cirila, madre de Ángel José



Dámasa (Tía), su cuadra al lado del hórreo del tío Gabino



Dominga (Tía), la tía de Carlos, amigo de tebi



Eliseo, vecino del barrio La Peta, ayudante de Isaac el carretero



Emilio, hermano de Manolín



Esteban, ayudante de Silverio en la fábrica de harinas



Eulalia, madre de Betín



Eusebio, el Pajarín, dueño del hostal El Pajar de Riángulo



Feli (Señora), hija de Justino Álvarez



Felicísimo, guarda de la reserva



Felisuca, mujer que atiende la casa de Samuel Sierra



Félix, el de la cárcel



Ferino, amigo de la familia de Pascasio el Vaquero



Fernando, el hijo del frutero



Filiberta, encargada de la cantina de Llerenes



Galipuche, el hijo del caminero



Honorato y su hija Silvina, del bar de Barneto



Inés Pispierno, de visita en la cocina del bar de Barneto



Isidoro el Pajarero



Jesús González, el Gallo, luchador de La Porta



Juan (Tío), tío de tebi



Juana la Coja, mayordoma en la iglesia



Juanita la Villalona



Juyayo, con su moto todoterreno



Lorenzo, padre de Antonino



Luis, el carnicero



Luisín, hermano pequeño de Manolín y Emilio



Lupercio Rodríguez, comerciante Marañón



Mari Carmen, vecina del tío Canal



Marianín Sierra, luchador apodado el Zorro



Maruja, hermana de Vicente Prieto



Maximino el del hotel Nuevos Tiempos



Pablo, hermano de Galindo



Pancracio, suegro de Luz Divina, de Llerenes



Pedro (Tío), tío de Míchel Cordero



Pepe, el de la tía Manuela



Revilarga (La), cobradora de los pagos por la compra casa Silverio



Sasi, confidente de Teófilo, el hijo de Rufo el Tralla



Sobrino (El) de Serafín Gómez



Terencio Celeras, visitador de Marujina



Tochón (El), con su furor



Victoriano, marido de la tía Manuela





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El viejo roble




Con su grueso tronco cubierto por una rugosa corteza tostada de blanco por tantos días bajo el sol, el viejo roble se yergue orgulloso asomando su copa por encima del dosel del bosque, como un gigante que abre sus brazos al cielo en un sinfín de ramas retorcidas.



¿Cuántos pasos has escuchado dar caminando sobre tu hojarasca al mirar al suelo, gigantón?, ¿y cuántos volando entre las nubes bajo las estrellas cuando miras al cielo azul? Tú mejor que nadie podrías contarnos con visión de futuro la verdad de lo que pasa por aquí… Pero callas…, mejor así.



Salvaste tu pellejo de los cortantes dientes metálicos del tronzador por haber sido hace mucho tiempo un pobre infeliz tullido al que nadie quiso molestarse en llevar hasta el aserradero para convertir en vigas y tablones. Has crecido desde entonces en tu soledad, contemplando a quienes te rodean desde la atalaya del tiempo y ofreciéndoles siempre con generosidad todo lo que la naturaleza te ha proporcionado, como es de ley en tu universo.



Sin inmutarte, has soportado las tormentas y tempestades más violentas y atronadoras, siendo testigo del ocaso de algunos de tus congéneres, atravesados por el fuego inmisericorde de un rayo que apuntó a su corazón, pero tu soledad se inunda de tristeza desde hace un tiempo al escuchar ese sonido estridente de las máquinas cortadoras de árboles, que traen cada año esos despiadados caminantes de dos patas, preguntándote inevitablemente si este será el día en que llegará tu hora.








Capítulo 1.

 Luces de mayo



Ese niño inquieto de pelo negro con su niqui amarillo de cuello vuelto desabotonado, sale corriendo del patio junto a algunos de sus compañeros de escuela, y ya solo piensa en recorrer libre los pasos que en esta tarde, seguro, le esperan; una tarde fresca de primavera, donde una suave brisa recorre el aire dejando ver a lo lejos oscuras nubes que amenazan tormenta. Todo en medio de un luminoso sol cuyos rayos la piel encandila y a su espíritu alienta. Tira la cartera bajo la escalera al llegar a casa sin ni siquiera entrar en el portal dando media vuelta para echar a volar con destino desconocido; pero hoy no, al niño inquieto le espera su hermano mayor que, ya preparado, se cruza en su camino cortándole sus alas. Poco después, caminan juntos por la calle hacia su destino bajo una misteriosa luz que tiñe la tarde de diferentes colores reflejados en las piedras mojadas de las viejas paredes de las casas que les rodean. El río corre más azul cantando alegre a la tarde su interminable melodía y el aire ha llenado el ambiente de un no sé qué, al mezclarse con las gotas de lluvia que comienzan a caer. Un arcoíris aparece de la nada frente a sus ojos y, por unos instantes, las peñas brillan a lo lejos llenas de destellos. Ese niño lo mira todo, y todo le parece distinto en pocos minutos, produciéndole un extraño placer que, una vez más, le hace olvidarse de esas contrariedades de la vida doméstico terrenal que tan poco le gustan. Se ha quedado solo a las afueras del pueblo con una vaca, a la que ha de cuidar esta tarde por un inesperado encargo de su hermano, ahora des