Historia de la sociabilidad contemporánea

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Aus der Reihe: Historia #159
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Historia de la sociabilidad contemporánea
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HISTORIA DE LA SOCIABILIDAD CONTEMPORÁNEA



DEL ASOCIACIONISMO A LAS REDES SOCIALES




HISTORIA DE LA SOCIABILIDAD CONTEMPORÁNEA



DEL ASOCIACIONISMO A LAS REDES SOCIALES



Ramon Arnabat y Montserrat Duch, coords.



UNIVERSITAT DE VALÈNCIA




Este libro forma parte de los proyectos de investigación SGR091930 AGAUR Generalitat de Catalunya «Ideologia i societat a la Catalunya contemporània» y HAR2011-28123 MINECO «Los espacios y la memoria de la sociabilidad popular en la Cataluña contemporánea».





Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.





© Del texto, los autores, 2014

© De esta edición: Publicacions de la Universitat de València, 2014

Grupo ISOCAC-URV



Con la colaboración de: Fundació Mútua Catalana



Universitat Rovira i Virgili



Publicacions de la Universitat de València

http://puv.uv.es

publicacions@uv.es



Fotografía de la cubierta: © Arxiu Antoni Pineda

Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera

Fotocomposición, maquetación y corrección: Communico, C.B.



ISBN: 978-84-370-9612-4






ÍNDICE







Presentación: Sociabilidades contemporáneas

Ramon Arnabat y Montserrat Duch (coordinadores)







Apuntes para una historiografía de la sociabilidad catalana contemporánea en una perspectiva mediterránea comparada

Pere Solà Gussinyer







Las sociedades patrióticas del liberalismo exaltado al liberalismo democrático (1820-1854): una práctica de sociabilidad formal liberal

Jordi Roca Vernet







«Conscientes, enérgicos y pensadores»: sociabilidad, sindicalismo y movilización de los toneleros españoles

Ramon Arnabat Mata







«El porvenir de la libertad»: cultura y sociabilidad republicanas en los siglos XIX y XX

Manuel Morales Muñoz







Las Casas del Pueblo en el socialismo español

Enrique Moral Sandoval







Sociabilidad agraria en la Cataluña contemporánea

Antoni Gavaldà







Franquismo y espacios de sociabilidad

Elena Maza Zorrilla







Asociacionismo y participación política de la juventud catalana

Enric Prat Carvajal







Solidaridades en el postfordismo

Montserrat Duch Plana y Xavier Ferré Trill







SOCIABILIDADES CONTEMPORÁNEAS



Ramon Arnabat y Montserrat Duch



LAS DOS RUPTURAS



En el largo proceso del asociacionismo y las sociabilidades contemporáneas europeas hay dos momentos clave en su evolución y ruptura, directamente relacionados con los cambios económicos y sociales que se producen alrededor del taylorismo o fordismo. Matizados, naturalmente, por los marcos nacional-políticos que se mueven entre la democracia y la dictadura.



El primer momento corresponde al proceso de industrialización y de división técnica y social del trabajo que originó una polaridad social, a la vez que una formalización de las relaciones sociales y de poder. En este contexto tenía cabida la reproducción de marcos asociativos autónomos, y también de conceptos antinómicos de solidaridad. La comunidad, como ámbito de relaciones horizontales y recíprocas, fue sustituida por la asociación, de carácter contractual institucionalizado (Tönnies, 1984). En esta transición, la cultura hegemónica era exponente de la dialéctica entre clases que se manifestaban en el ámbito político. Por lo tanto, el nuevo poder coercitivo organizado y legitimador del modelo de la sociedad del capitalismo industrial fordista estableció los parámetros educacionales y formativos que legitimasen el continuo de cohesión social. Cada tipo organizativo correspondía a un imaginario intelectual de clase.



La identidad contemporánea entre la ideología dominante y sus redes de transmisión cultural explicaba, precisamente, la emergencia de una concepción del mundo que se quería alternativa al patrón hegemónico burgués industrial (y agrario). Fue en este proceso, en el tránsito de la modernidad a la contemporaneidad, cuando se estableció el asociacionismo comunitarista de distinta formulación política estratégica. Es decir, una pluralidad de formulaciones de culturas políticas en función de cada organización entendida como intelectual orgánico (Pye y Werba, 1965). En este sentido, la sociabilidad, como espacio organizativo y de construcción de identidades sociales, se correspondía a la autoorganización cultural de la clase subalterna.



El tiempo libre era, en este sentido, un valor optimizado en la culturización heterónoma, es decir, con una orientación a identificar al sujeto con su propio ámbito de relación y condición social. En definitiva, no se trataba tan solo –cuando se hablaba de sociabilidad– de apelar al ámbito intermedio entre Estado e individuo, sino de analizar cómo se sustantivaba este tercer espacio en cuanto a unos modelos de interpretación de la realidad. El patrimonio cultural ateneístico, cooperativo, sindical, deportivo, lúdico, bibliográfico (revistas, ensayos, periódicos) concretaba la «técnica», el proceso de definición de una cosmovisión transformadora a modo de decodificación de un tipo de orden social establecido (Williams, 1974).



Una parte de los textos aquí publicados se enmarca en la sociedad fruto de la producción taylorista y en el surgimiento de la cultura de masas (eclosión de medios de comunicación). Otros trabajos se sitúan en un marco internacional, fundamentalmente europeo, que en el primer tercio del siglo pasado proyecta experiencias sociopolíticas y culturales –desde las vanguardias y las nuevas estéticas revolucionarias a un nuevo modelo higienista y de urbanización –que son acumuladas en la experiencia de las clases subalternas: proletariado industrial y pequeña burguesía. Este hecho no es accesorio, porque tanto la sociología comprensiva de Max Weber (1964), como los estudios de Werner Sombart (1998) sobre la burguesía, y la implantación del análisis y praxis materialista histórica del construccionismo soviético al proyecto de «Viena la Roja» (1934-1936), fueron elementos referenciales y de debate –en distinta gradación y expansión– en los círculos comunitarios ateneístas y obreristas. El conjunto de estas tradiciones definió un nuevo tipo de ciudadanía transformadora, contrapuesta al modelo de ciudadanía burguesa que asociaba jerárquicamente «clase, estatus y poder».



El segundo momento, a la vez comparativo con el anterior, es la transición del fordismo al posfordismo (o toyotismo), es decir, del ciclo productivo jerarquizado al modelo de organización del trabajo deslocalizado y flexible. Este proceso, que corre paralelo a la reconstrucción europea de la segunda posguerra mundial, conlleva un cambio social y cultural conocido como el surgimiento de la «sociedad de la información». Este contexto, que a su vez define un nuevo modelo de estandarización cultural (e ideológica), conlleva una ruptura en lo referente al marco de las sociedades industrializadas, respecto al fraccionamiento de la identidad y, por lo tanto, a la sustitución de un referente transformador por un referente hegemónico que Lipovetsky (2006) define como «hiperindividual».



Por todo ello, los trabajos aquí presentados pretenden analizar qué variaciones existen en la dinámica asociativa coetánea y, en consecuencia, qué tipo de ruptura se produce respecto al primer tercio del pasado siglo. Pero, en segundo lugar, la evolución de la dinámica en distintos ámbitos asociativos (por ejemplo, la recuperación de la memoria cooperativista contemporánea) plantea vincular los antecedentes del asociacionismo informal a la variable «memoria» y al «espacio vivido» (Duch, 2012). De alguna manera, los (nuevos) movimientos sociales subjetivan experiencias del pasado que, como referente, suponen un contrapunto a procesos de anomía social (Durkheim, 1982). Es decir, el planteamiento de una doble ruptura –entre el fordismo y el posfordismo– concibe la memoria como vector de socialización de un pasado proactivo.



SOCIABILIDAD, SOCIABILIDADES E HISTORIA



La aceptación del concepto

sociabilidad

 en la práctica historiogràfica es hoy incuestionable y ha sido el eje de muchas investigaciones, publicaciones, congresos y seminarios realizados durante los últimos treinta años. Es necesario, no obstante, retroceder a las aportaciones pioneras de los sociólogos alemanes Georg Simmel (1986) y Max Weber (1964) y, especialmente, a las del ruso nacionalizado francés Georges Gurvitch (1941), realizadas en la primera mitad del siglo XX. Durante la segunda mitad de aquel siglo, debemos hacer referencia a los trabajos de los historiadores franceses Philippe Aries y Georges Duby, a los del británico Edward P. Thompson (1977), así como a los del antropólogo americano Marvin Harris (1981). Habrá que esperar hasta los años ochenta del siglo pasado para que en España se inicien diversos estudios que tendrían la «sociabilidad» como eje principal. Unos estudios realizados, mayoritariamente, desde la antropología y la sociología (Isidoro Moreno, Josepa Cucó, Javier Escalera), tal y como han señalado en unas primeras aproximaciones globales Jean-Louis Guereña (1989, 1999 y 2003) y Jordi Canal (1992, 1993a, 1993b y 1995).

 



El personaje clave en la introducción de la «sociabilidad» como categoría histórica fue el historiador francés Maurice Agulhon durante los años sesenta y setenta (1966, 1977, 1981, 1988 y 1892, y con Bodiguel, 1981). Sociabilidad entendida como la «aptitud de los hombres para relacionarse en colectivos más o menos estables, más o menos numerosos, y a las formas, ámbitos y manifestaciones de vida colectiva que se estructuran con este objetivo» (Guereña, 1999). Los estudios sobre sociabilidad contemporánea pronto encontraron eco en Italia (Banti, 1991; Maltesta, 1992; Ridolfi, 1999; Isnengui, 1994), y durante la década de los ochenta en España y en la década posterior en Latinoamérica (Rebolledo, 1988; Gayol, 2000; Pani y Salmeron, 2004; Guerra, 2012). Sirva como muestra el volumen 50-51 (1989) de la revista

Estudios de Historia Social

 de la Universidad Complutense de Madrid, coordinado por Jean-Louis Guereña, y el número 13 (1993) de

Siglo XIX.

 Durante las dos décadas finales del siglo XX se realizaron diferentes encuentros científicos europeos en Bad-Homburg (1983), Lousanna (1986), Torino (1988), Besançon (1988), Roma (1991) y Girona (1993), que sirvieron para contrastar y profundizar en el concepto teórico y en la praxis de la sociabilidad.



En España, las dos últimas décadas del siglo XX fueron especialmente fructíferas en lo referente a las investigaciones y los debates teóricos epistemológicos y metodológicos alrededor del tema de la sociabilidad. Debates y estudios que se desarrollaron en paralelo otros países europeos, especialmente Francia y Alemania, destacando las aportaciones de Javier Escalera, Josepa Cucó, Jorge Uría, Maurice Jacques, Michel Ralle, Gerard Brey, Manuel Morales, Marie-Claude Lecuyer, Pere Solà, Francisco Alía Miranda, Rafael Villena, Félix Castrillejo, Alberto Valín, Pilar Calvo, Rafael Serrano, Antonio Fernández, Pere Gabriel, Pere Anguera y las reflexiones más globales de Jordi Canal (1992, 1993, 1995 y 2003), Jean-Louis Guereña (1989, 1999 y 2003) y Elena Maza (2002, 2003 y 2011).



Hay que señalar como puntos centrales de este debate y reflexión el Seminario «Sociabilidad en la España contemporánea. Historiografía y problemas metodológicos», celebrado en la Universidad de Valladolid a finales de 1999 y publicado posteriormente por Elena Maza (2003). En el mismo sentido deben citarse el monográfico de la revista

Hispania

 (número 214 de 2003), coordinado por Jean-Louis Guereña; los artículos publicados en la revista

Historia Social,

 entre los que debe destacarse el dosier dedicado a la «Sociabilitat: en torno a Maurice Agulhon» (número 29 de 1997), y en

L’Avenç,

 que organizó el VI Congrés Internacional d’Història Local de Catalunya sobre «Sociabilidad i Àmbit local» (2001), cuyas actas se publicaron dos años más tarde (VV. AA., 2003). O el VIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea dedicado a «Los movimientos sociales en la España contemporánea», celebrado en Vitoria en 2006 (Rivera, Ortuño y Ugarte, 2008), o el V (Albacete, 2003) y VI (Zaragoza, 2006) Encuentro de Investigadores del Franquismo, dedicados a temas de sociabilidad (Ortiz, 2005 y VV. AA., 2006). Finalmente, cabe añadir los congresos organizados por la Asociación de Historia Social: el II (1995) sobre «El trabajo a través de la historia» (Castillo, 1996), el III (1998) sobre «Movimientos sociales» (Castillo y Orruño, 1998) y el VII (2013) sobre «Mundo del trabajo y asociacionismo».



La evolución del concepto de sociabilidad ha permitido integrar la sociabilidad formal (asociativa) e informal (relacional) y ampliar el campo de estudio desde el asociacionismo a los espacios y tiempos relacionales, como por ejemplo las fiestas y actividades de todo tipo, una «sociabilidad de lo cotidiano» (Agulhon, 1992). Ha permitido también la ampliación de los campos de estudio y de las cronologías de la sociabilidad, ampliándola a todos los grupos sociales, especialmente a los más populares, y a la segunda mitad del siglo XX (Uria, 2003

a,

 2003

b

 y 2005). Ha posibilitado también, como señala Danièle Bussy Genevois (1999, 2002 y 2003),





aplicar los instrumentos de análisis de la sociabilidad a las mujeres españolas sin contentarse con la aplicación de una categoría cómoda a un objeto de estudio variopinto. Incluso al extenderse a la historia contemporánea de España, permiten matizar la categoría de la presunta «informalidad», al analizar con qué modalidades la historia del género relativiza la deferencia entre las dos formas de sociabilidad, se aboga por lo tanto por un estudio preciso, historicizado y crítico.





De hecho, en el año 1997 se celebró en Cádiz el V Coloquio Internacional de la Asociación Española de Investigación Histórica de las Mujeres sobre «Pautas históricas de sociabilidad femenina. Rituales y modelos de representación» (Nash, Pascua y Espigado, 1999), y en el año 2000 se celebró en París el encuentro sobre «Sociabilités feminines, sociabilités feministes en Espagne (XIX-XX)», organizado por el ERESCEC (Lecuyer, 2003).



LAS SOCIABILIDADES EN LA HISTORIA



Entre los historiadores existe un cierto consenso en que la sociabilidad no debe ser una nueva historia sectorial, una nueva «migaja» de la historia, sino un elemento más y de carácter interdisciplinar que nos permita un mejor conocimiento de la realidad histórica, de la historia total o social. Una sociabilidad entendida como «el sistema de relaciones que se teje en diversos lugares y las formas y prácticas que adopta». La reflexión teórica y los estudios empíricos deben interrelacionarse, igual que las aportaciones de las diversas disciplinas que tratan el tema de la sociabilidad. Todo ello en el marco de una historia comparativa que permita, a la vez, la comparación de las diversas historiografías y los resultados de las investigaciones concretas.



La categoría de sociabilidad, según nuestro criterio, contiene grandes potencialidades para el análisis social diacrónico en sus dimensiones de género, clase y estatus, así como para el análisis de los espacios (tabernas, lavaderos públicos, mercados, talleres, fiestas, cofradías…) donde transcurre el encuentro entre personas cara a cara. La sociabilidad, además, es un elemento clave de la socialización y politización de los individuos (Bordieu, 2000; Valín, 2001; Navarro, 2006; Canal y Luzón, 2009; Cucó y Pujadas, 1990; Sánchez y Villena, 1999; Ortiz, Ruiz y Sánchez, 2001). Un hito importante desde este punto de vista, además de algún trabajo aleatorio o de algunos otros que hablan de esto pero que no son reconocidos desde el punto de vista metodológico, será el VI Congreso Internacional de Historia Local de Catalunya, celebrado en 2001 (VV. AA., 2003), en el que hubo una interesante ponencia de Pere Gabriel sobre sociabilismos obreros y populares e historia política en Cataluña hasta la Guerra Civil. Pere Solà (1978, 1983, 1994, 1996 y 1998) ha hecho una gran tarea a partir del vaciado exhaustivo de los fondos de asociaciones conservados en los archivos provinciales de Cataluña provenientes de los gobiernos civiles. Estos estudios son útiles; lo que sucede es que a menudo acaban en 1964, cuando se adopta una nueva ley de asociaciones al amparo de la cual se podrán crear, por ejemplo, las asociaciones de vecinos. Esta ley, aunque muy restrictiva inicialmente, abre algunas posibilidades de asociacionismo formal, legal, en una dictadura que negaba las libertades individuales.



En relación con la temporalidad del fenómeno de la sociabilidad contemporánea, encontramos dos ejemplos significativos, como las comisiones en los centros de trabajo o las asociaciones de vecinos en los barrios (Molinero e Ysàs, 2010), que son ejemplos de una gestión inteligente dentro de un marco de oportunidades muy reducido, muy restrictivo, porque la dictadura mantiene su componente represivo hasta el final. Se ha hablado mucho de otros aspectos de sociabilidades vinculados a identidades políticas, por ejemplo los trabajos de Jordi Canal (1998) sobre carlismo, que de hecho es el introductor del concepto en España, y que ha hecho estados de la cuestión y presentado a Agulhon a la comunidad historiográfica hispánica.



El Grupo de Investigación Consolidado, Ideologías y Sociedad en la Cataluña Contemporánea (ISOCAC) de la URV, dirigido por Montserrat Duch, se reconoce en la investigación de ámbito más local de los trabajos sobre el área reusense que publicó el difunto Pere Anguera (1977-1999), primer catedrático de la URV (1997). Fieles o solidarios con la genealogía de la historia social, nuestra investigación en la actualidad se concreta en el proyecto «Los espacios y la memoria de la sociabilidad popular en la Catalunya del siglo XX», que tiene como investigadora principal a la catedrática Montserrat Duch (HAR-2011-28123). En este volumen se avanzan algunos estudios parciales sobre una temática quizá menospreciada, quizá poco a la moda-page, pero de gran fecundidad para la historia sociocultural y el conocimiento de los procesos de politización de la mayoría del pueblo. En este volumen se incluyen cuatro estudios de miembros del grupo: Ramon Arnabat sobre la sociabilidad de los toneleros, Antoni Gavaldà sobre sociabilidad rural contemporánea, Jordi Roca sobre sociabilidad liberal durante el siglo XIX y Xavier Ferré y Montserrat Duch sobre sociabilidad en el posfodismo.



La mayor parte de los textos que se encuentran en este volumen están relacionados con el curso de verano organizado por el grupo de investigación ISOCAC de la URV en Tarragona el verano de 2013 «Història de la sociabilitat contemporània: de l’associacionisme a les xarxes socials». Curso en el cual intervinieron también Giovanni Levi, Pere Gabriel, Jordi Canal y Susana Tavera. No hemos incluido ninguna aportación sobre el entorno de las fiestas, un espacio de sociabilidad por antonomasia (Uria, 2003), de vida en la calle, de mezcla pero a menudo también de confrontación en comunidades humanas que rivalizan para afirmar su identidad y posición social (Isnengui, 1994). No se precisa mucha lucidez para saber que los espacios de sociabilidad no son necesariamente armónicos, sino que, en ellos, en este cara a cara, en este «étre ensemble» que definió Agulhon, se viven también contradicciones, conflictos, peleas.



Somos partidarios de huir de los tópicos de que la sociabilidad sea un concepto en el que quepa todo; debemos diferenciar asociacionismo formalizado respecto de los movimientos sociales como la acción colectiva que culmina y se fortalece a partir de expresiones de sociabilidad de carácter más espontáneo y no intencional sobre la esfera pública. Y tenemos que discernir muy bien, porque a veces confundimos las cosas porque a los mismos entes, los líderes sociales, a menudo, los encontramos por todas partes en los espacios locales, propio de la microhistoria. Como, por ejemplo, se puede ver en las contribuciones más holísticas de este volumen que reúne perspectivas, miradas y análisis de diez historiador@s. Ahora bien, hay que emplear los conceptos con propiedad porque, de lo contrario, no acaban de explicar prácticamente nada. Por lo tanto, nos hacen falta nuevas y más ambiciosas perspectivas metodológicas y, como siempre, la necesidad de insistir en el equilibrio entre teoría y práctica y entre microhistoria y perspectivas teóricas, que a menudo provienen de la sociología, como aprendimos de Carlo Ginzburg (1994) y Giovanni Levi (1993).



Manuel Castells (1997) habla de tres tipos de relaciones fundamentales en la historia de la humanidad que tienen su diacronía: relaciones de poder, relaciones de producción y relaciones de experiencia. La sociabilidad fundamentalmente remite a las relaciones de experiencia, al contexto, a las lógicas de las relaciones entre las personas. Los espacios de sociabilidad son muy importantes desde el punto de vista del equilibrio de las personas que participan en ellos (Barbichon, 1991; Pellegrino, Lambert y Jacot, 1991; Guereña, 2003; Uría, 2003a). O incluso podríamos entender el porqué de las causas que hacen que se acerquen o que la ruptura del pacto biográfico lleve a establecer distancias y exclusiones. Los espacios de sociabilidad que no son movimientos sociales, que no son asociaciones formales, que a menudo son espacios espontáneos y que quizá derivarán en formalización, aunque no necesariamente, son, y esto nos parece muy relevante, agencias de significación; dan sentido de conciencia, de pertenencia, de identidad a las personas en su individuación y a los grupos más o menos grandes, más o menos estables. Los espacios de sociabilidad responden a necesidades humanas de todos los tiempos y de todas las culturas. Por ello, pensamos que, lejos de considerarlo una categoría débil, queremos enfatizar aquello que ya en la declaración de sentimientos de Séneca Falls en 1848 y antes de la declaración de independencia americana se proclamaba, en sendos documentos fundadores de la contemporaneidad occidental, que aspiraban a una sociedad de ciudadanos libres que tuvieran derecho a la felicidad (Nash, 2004; Duch, 2012). En cualquier caso, el espacio es un elemento muy importante en la historia humana; de hecho, la historia no deja de ser el estudio de la humanidad en el tiempo y el espacio (Schlögel, 2007).

 





Una contribución a la sociabilidad





Este libro se organiza de modo cronológico y combina reflexiones de ámbito catalán, español y europeo sin renunciar a la perspectiva comparada. La primera contribución, de carácter general, es la de Pere Solà (catedrático de Historia de la Educación en la Universitat Autònoma de Barcelona): «Apuntes para una historiografía de la sociabilidad catalana contemporánea en una perspectiva mediterránea comparada», en la cual reflexiona sobre los últimos decenios de debate conceptual e historiográfico en torno al desarrollo del Tercer Sector, el capital social y la educación informal (y popular) en Cataluña, con comparaciones que afectan al ámbito mediterráneo.



Jordi Roca (investigador Beatriu de Pinós en el grupo ISOCAC-URV) aporta el único texto dedicado plenamente al siglo XIX, antes del fordismo: «Del liberalismo exaltado al democrático a través de las sociedades patrióticas (1820-1854), una forma de sociabilidad política liberal», en el cual realiza un seguimiento de las sociabilidades liberales durante la primera mitad del novecientos, centrándose en las sociedades patrióticas.



A caballo entre los siglos XIX y XX, en pleno fordismo, se sitúa el trabajo de Ramon Arnabat (profesor de la Universitat Rovira i Virgili), «“Conscientes, enérgicos y pensadores”: sociabilidad, sindicalismo y movilización de los toneleros españoles», en el que analiza diversos aspectos sociales relacionados con los trabajadores de oficio, concretamente los toneleros, durante el último tercio del siglo XIX y el primer tercio del XX. En la misma cronología se inserta la contribución de Manuel Morales (catedrático de Historia de la Universidad de Málaga), «“El porvenir de la libertad”: cultura y sociabilidad republicanas en los siglos XIX y XX», un texto sintético, ambicioso, de carácter interpretativo, fruto de sus numerosas investigaciones, y en el cual se llama la atención sobre cómo los republicanos se valieron de diversas otras formas y espacios de sociabilidad en su intento por articular la sociedad civil (las escuelas nocturnas para adultos, las sociedades corales, la calle y el barrio, los cafés y las tabernas o las reboticas y trastiendas de no pocos talleres artesanales), es decir, para las relaciones interpersonales y para la propaganda política.



Entrando ya de lleno en el siglo XX, pero aún dentro del fordismo, Enrique Moral Sandoval (profesor de la Universidad Complutense de Madrid) presenta «Las Casas del Pueblo en el socialismo español», donde reflexiona sobre el espacio de la cultura socialista en el primer tercio del siglo XX, y en el que traza los antecedentes y realiza un análisis desde una perspectiva comparada de las Casas del Pueblo, espacios de sociabilidad que albergaron en un elevado número de poblaciones a las organizaciones socialistas, así como a un amplio grupo de entidades de diverso tipo inspiradas directamente por estas. Espacios de experiencia vivida que mostraron a un sector de las clases trabajadoras que otro modelo de sociedad era posible.



Antoni Gavaldà (profesor titular de la Universitat Rovira i Virgili) aporta la contribución «Sociabilidad agraria en la Catalunya contemporánea», donde el reputado especialista en cooperativismo y sindicalismo en el medio rural se interroga sobre la sociabilidad agraria, la sociabilidad de clase y la sociabilidad difuminada del franquismo. Se trata de un sintético y globalizador análisis de las diversas formas de sociabilidad agraria a lo largo de un siglo (desde los años ochenta del siglo XIX a los setenta del siglo XX).



Elena Maza (catedrática de Historia de la Universidad de Valladolid), una de las historiadoras más reconocidas en la historiografía hispánica sobre asociacionismo, nos ofr