Buch lesen: «En la cresta de la ola»
Este libro fue sometido a un proceso de dictaminación por académicos externos al Instituto y de acuerdo con las normas establecidas por el Consejo Editorial de las Colecciones del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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Proyecto PAPIIT IN401817: “Hacia una historia del presente mexicano: régimen político y movimientos sociales, 1960-2010”.
Primera edición en papel: septiembre 2020
Edición ePub: noviembre 2020
D.R. © 2020, Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Sociales
Ciudad Universitaria, 04510. Ciudad de México
D.R. © 2020, Bonilla Distribución y Edición, S.A. de C.V.
Hermenegildo Galeana 111,
Barrio del Niño Jesús
Tlalpan, 14080, Ciudad de México
Coordinación editorial: Virginia Careaga Covarrubias
Cuidado de la edición: Mauro Chávez Rodríguez
Formación: D.C.G. Óscar Quintana Ángeles
Diseño de portada: D.C.G. Jocelyn G. Medina
Realización ePub: javierelo
Hecho en México
ISBN: 978-607-30-3288-9 (UNAM)
ISBN: 978-607-8636-73-0 (Bonilla Artigas Editores)
ISBN ePub: 978-607-8781-10-2
ISBN ePub UNAM: 978-607-30-3954-3
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Contenido
Agradecimientos
Introducción. Arañar el tiempo estando sobre la cresta de la ola
Camilo Vicente Ovalle, César Iván Vilchis Ortega y Eugenia Allier Montaño
Debates y definiciones Temporalidad, temáticas y aspectos sociopolíticos
Historia y tiempo presente. La zona de la experiencia desnuda
Ilán Semo
El tiempo presente en la historia: generaciones, memoria y controversia
Eugenia Allier Montaño
El tiempo social: una visión transdisciplinaria
Guadalupe Valencia García
Dos temas paralelos al auge de la historia del tiempo presente: el tiempo histórico y las relaciones entre historia y memoria
Rogelio E. Ruiz Ríos
Emociones e historia reciente: hacia una refiguración de la distancia histórica
Cecilia Macón
Memoria y emociones de un tiempo presente latinoamericano
Frédérique Langue
Historia conceptual e historia del presente: ¿por qué los conceptos importan cuando se narra la historia coetánea?
Gabriela Rodríguez Rial
Ética y política en el historiador del tiempo presente
Eugenia Allier Montaño
Fuentes y metodologías
Historia reciente de América Latina como outsider: investigar el pasado cercano de una tierra extranjera
Benedetta Calandra
Maneras de testimoniar en situaciones de abuso sexual
Fernando M. González
Las víctimas en la historia del presente: un peligroso (en)canto de sirenas
Juan Sebastián Granada-Cardona
Entrevistar perpetradores de violencia en el siglo XXI. Problemas e intersecciones entre historia oral e historia del presente
Alicia de los Ríos Merino
Archivo y las huellas del presente
Camilo Vicente Ovalle
Televisión e internet: fuentes para una historia del tiempo presente
César Iván Vilchis Ortega
El Sol de Sinaloa: una fuente para reconstruir la historia del tiempo presente sobre la violencia política en México a finales del siglo XX
Sergio Arturo Sánchez Parra
Construcción de los campos, temáticas y balances historiográficos
La historia vivida y el estudio de la violencia en México: conflictos historiográficos y dilemas metodológicos
Rodolfo Gamiño Muñoz
Consideraciones sobre política e historiografía: el campo de la Historia Reciente en la Argentina
Marina Franco
Reflexiones sobre el campo de estudios de los exilios en Argentina (1996-2016)
Silvina Jensen y Soledad Lastra
El campo de investigaciones sobre la historia reciente en Brasil, de su formación al estado actual
Rodrigo Patto Sá Motta
Conclusiones. El presente como historia
Eugenia Allier Montaño; Camilo Vicente Ovalle y César Iván Vilchis Ortega
Bibliografía
Sobre los coordinadores
Agradecimientos
Este libro es resultado del proyecto de investigación “Hacia una historia del presente mexicano: régimen político y movimientos sociales, 1960-2010” (PAPIIT IN401817), financiado por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Queremos agradecer al Instituto de Investigaciones Sociales (IIS-UNAM), sobre todo a su personal académico y administrativo, por habernos apoyado con la logística y el préstamo de las instalaciones para la realización del taller “El Presente, tiempo histórico”, en particular a Miriam Aguilar, coordinadora del Departamento de Difusión. Extendemos el agradecimiento a Virginia Careaga, coordinadora del Departamento de Publicaciones, y a Adriana Olvera, asistente del Comité Editorial, así como a Mauro Chávez Rodríguez por la edición y a Óscar Quintana Ángeles por la formación del libro: gracias por su compromiso con el trabajo.
Sin duda, estamos en deuda con Laura Andrea Ferro Higuera, Manuel Antonio García Durán y Tamy Imai Cenamo por su valiosa colaboración en una primera edición de los textos aquí reunidos. No puede faltar nuestro agradecimiento a las y los colegas que participaron en este libro, quienes siempre estuvieron al pendiente del largo proceso de la publicación. Finalmente, queremos agradecer a las y los dictaminadores anónimos de la Universidad Nacional Autónoma de México por los comentarios y sugerencias que realizaron a la versión preliminar de la obra.
Introducción. Arañar el tiempo estando sobre la cresta de la ola
Camilo Vicente Ovalle César Iván Vilchis Ortega Eugenia Allier Montaño
¿Cómo estudiar el presente cuando aún lo estamos viviendo, cuando somos sus actores y partícipes? Ésta es una de las dudas que en las últimas cuatro décadas ha marcado la historia del tiempo presente, desde sus primeros esfuerzos de institucionalización en Alemania y Francia en la década de 1970 hasta los últimos años en que el campo se ha ido conformando en México y otros países de América Latina, principalmente en Argentina, Uruguay, Chile, Brasil y Colombia.
El estudio del presente no es nuevo para la historia. Entre los griegos, Heródoto y Tucídides fueron no sólo precursores de la historia a secas, sino de este gusto por historiar lo que ocurría mientras se vivía. De acuerdo con Marc Bloch, es precisamente esta actitud frente a lo vivo, frente al presente, “la principal cualidad del historiador […], porque el estremecimiento de la vida humana, que requiere de un gran esfuerzo para ser restituido a los textos antiguos, es aquí directamente perceptible a nuestros sentidos” (Bloch, 2001: 71).
Después de ellos, y hasta la década de 1970, hubo otras tentativas por estudiar y comprender el presente.1 Sin embargo, en casi todos los casos se trató de emprendimientos aislados que no llegaron a conformar un campo de conocimiento historiográfico propiamente dicho. No fue sino hasta los años setenta del siglo XX cuando la definición del presente como parte del tiempo histórico, y consecuentemente susceptible de ser transformado en conocimiento historiográfico, surgió con un postulado central para la comprensión de las sociedades y su devenir.
Este libro busca continuar con los debates teórico-metodológicos de esta historiografía. En específico, discutir en torno a algunos temas y preguntas. En primer lugar, el concepto que debe utilizarse para referirse a este tipo de historiografía: ¿historia del tiempo presente, historia reciente, historia muy contemporánea?, y en este sentido ¿cómo debe ser comprendido el presente como historia? En segundo lugar, nos interesa discutir la cuestión de quién es el historiador en la historia del tiempo presente, así como sus implicaciones ético-políticas. En tercer lugar, es fundamental la discusión sobre las fuentes para una historia de este tipo, su especificidad y la novedad de algunas, así como los métodos para su tratamiento e interpretación.
I
En sus comienzos, la historia del tiempo presente estuvo asociada al análisis de procesos como los regímenes totalitarios, en particular el surgimiento y la consolidación del nazismo en Alemania y el fascismo en otros países de Europa, y con especial énfasis se asoció al estudio del holocausto y sus derivaciones. Sin embargo, tiene una genealogía compleja, que a finales de la década de los setenta la revela no sólo como un análisis de la catástrofe más reciente, sino como una crítica a los principios ordenadores del presente y un régimen de historicidad, el presentismo, ante el cual tanto el pasado como el futuro colapsan: el pasado se resquebraja ante la incapacidad de ser transformado críticamente en espacio de experiencia, siendo únicamente posible su consumo como una experiencia degradada en lo vintage, y el futuro pierde su cualidad de expectativa utópica, siendo anunciado exclusivamente como un riesgo continuo de catástrofe inminente (Hartog, 2007: 19-41 y 127-158; Traverso, 2016: 7-8). En el presentismo, la historia y la política son hechas fracasar, dejando sólo la técnica y la tecnología como únicos mediadores para hacer inteligible y gobernable lo social. La historia del tiempo presente emerge como crítica a ese régimen de historicidad, y quizá por esto en su praxis sea la historia política la que aparezca como preponderante, pero sin dejar de lado la historia de lo cultural y lo social.
Esta configuración crítica podemos rastrearla también en sus comienzos en Alemania. En el contexto de las negociaciones para la devolución del archivo del Ministerio Alemán de Relaciones Exteriores, capturado por las tropas aliadas en 1945 y enviado a Estados Unidos, fue creado en 1947 el Instituto Alemán para la Historia del Periodo Nacionalsocialista, renombrado en 1952 como Instituto de Historia Contemporánea. Uno de sus primeros directores apuntó el objetivo central de este instituto: “Not the writing of history but its documentation is our prime concern” (Eckert, 2012: 336). Sin embargo, la disputa no estaba sólo en la devolución de los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores, como una fuente para construir la historia del régimen totalitario nazi; también implicó el reconocimiento de un nuevo campo de la disciplina y profesión históricas: el estudio de los procesos actuales y de los vivos. Con la recuperación de los archivos y su disposición para la investigación, tanto el instituto alemán como historiadores en Estados Unidos, involucrados en los trabajos de microfilmación de los documentos, consideraron que se refutaba la crítica que decía que “historians had neither the sources nor the distance necessary to treat the present as history” (Eckert, 2012: 349). Sin embargo, no es sino hasta finales de los años setenta que la crítica comenzó a institucionalizarse en Francia, con la creación de Institut d’Histoire du Temps Présent. Su fundador, François Bédarida, señaló que con la creación del instituto:
Se trataba, a la vez, de incitar a la investigación histórica francesa a enfrentarse a lo muy contemporáneo y de afirmar la legitimidad científica de este fragmento o rama del pasado, demostrando a ciertos miembros de la profesión, más o menos escépticos, que el reto era hacer realmente historia y no periodismo (Bédarida, 1998: 20.)
Es claro que la historia del tiempo presente no sólo emergió como una crítica política, ni como la mera necesidad por explicar la catástrofe más reciente; se configuró como campo disciplinario en un contexto de crisis epistémica, así como política y social, durante la década de los años setenta.
Caracterizada como un periodo de convulsión global (Ferguson, Manela, Sargent y Maier, 2011), no sólo por la internacionalización e interdependencia de las crisis, sino también por su alcance en diversos ámbitos de la vida social, en la década de los setenta del siglo XX se decantaron descontentos acumulados de variada índole, y no siempre con las mismas fuentes, que afectaron la concepción de la historia y las formas de su escritura. Mientras en Europa se vivía la emergencia de procesos sociales que rompían con el dogmatismo marxista, los movimientos de liberación nacional o las protestas estudiantiles, dirigidas principalmente contra la comodidad y el conformismo político de la democracia liberal de posguerra, del otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, el descontento fue generado por las largas décadas de silenciamiento y represión contra los sectores de izquierda, social o intelectual; la cacería de brujas de los años cincuenta, la lucha por los derechos civiles, la guerra de Vietnam, el desacuerdo juvenil con el american way of life y otras tantas manifestaciones de rechazo al estado de cosas. En América Latina convergieron la emergencia de los movimientos de liberación nacional, con la Revolución cubana como punta de lanza, y el descontento social, expresado muchas veces por los nuevos sujetos, junto con el surgimiento de nuevos autoritarismos, procesos que abarcaron las décadas de 1960 hasta 1980. Cabe señalar que, en América Latina, en uno de los primeros esfuerzos colectivos por afrontar el estudio histórico del presente, se dibujaron con mucha claridad las características político-epistémicas de la historia del tiempo presente. Pablo González Casanova, coordinador de la obra colectiva América Latina: historia de medio siglo, así lo apuntó:
La obra que hoy publicamos parte de la necesidad de conocer la historia de cada país para actuar en cada país. Y une a todos los países en un esfuerzo conjunto con la certeza de que en medio de las diferencias más significativas nuestros pueblos encontrarán los rasgos comunes que les permitan actuar en forma cada vez más unitaria. Como trabajo pionero sobre la historia actual, la obra contribuirá a alentar nuevos estudios históricos contemporáneos, nuevas monografías y síntesis acerca de las luchas de liberación. […] Los colaboradores de la obra tienen formaciones y posiciones ideológicas distintas. Algunos de ellos son historiadores, otros son politólogos y sociólogos. Todos han logrado escribir la primera historia de la América Latina actual que realiza un grupo de estudiosos. Por lo común los historiadores no se ocupan de la historia inmediata. Los sociólogos y politólogos tampoco. Unos se quedan en el pasado más lejano. Otros consideran que su tarea no es la del historiador. El vacío ha quedado en parte cubierto. Y será cubierto cada vez más en los próximos años (González Casanova, 1977: vii).
En ese contexto convulso, la historiografía cobró otros impulsos, descubrió nuevos caminos y elaboró propuestas metodológicas: se consolidó la historia desde abajo, como cuestionamiento a la vieja historia política centrada en las élites, abriendo espacio al estudio de los márgenes, lo subalterno y lo común. Por su parte, los giros lingüísticos abrieron la compresión histórica del mundo desde los conceptos. De manera relevante, estos movimientos historiográficos abrieron también nuevas temporalidades y espacialidades, el estudio de lo breve o lo micro, y cambiaron la práctica de la historia. En Francia se levantaron críticas hacia la escuela inaugurada por Bloch y Fevbre, heredada y acrecentada por Braudel. Estas críticas se sintetizaron en la obra coordinada por Jacques Le Goff y Pierre Nora, Faire de l’histoire (1974), de tres volúmenes, en donde se dedicó espacio a reflexionar sobre las nuevas formas de hacer la historia: nuevos problemas, nuevas aproximaciones y nuevos objetos. En el primer volumen destaca el ensayo de Pierre Nora, “El retorno del acontecimiento” (publicado dos años antes con el sugerente título “L’événement monstre”), en donde se distancia de ese cierto repudio de los fundadores de Annales por lo evénémentiel. El acontecimiento no será más lo opuesto a la estructura y la larga duración, se concebirá como su desvelamiento. Esta rehabilitación y deconstrucción del acontecimiento será la punta de lanza de la historia del tiempo presente. En esos mismos años, otra obra importante fue la compilación de ensayos filosóficos, teóricos y metodológicos del alemán Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, publicado en 1979, en donde propuso una historia de los conceptos, de su semántica y de sus transformaciones en el tiempo. Propuso, sobre todo, una nueva categorización del tiempo histórico, que no se reduce a la secuencia pasado-presente-futuro, sino que busca las densidades y complejidades de la relación entre esos tres modos de tiempo, de manera especial en la tensión producida entre el espacio de experiencia y el horizonte de expectativa. La historia del tiempo presente también será deudora de esta nueva perspectiva teórica.
En ese mismo proceso de crisis, crítica y renovación historiográfica, la propuesta de una historia del tiempo presente tiene su lugar. Esta historia integra el presente al tiempo histórico, no pospone su análisis y valoración para generaciones futuras, ni desplaza su responsabilidad a otras áreas de las ciencias sociales. Asumirá como suyo el acontecimiento, pero no se ocupa del acontecimiento actual, como epifenómeno, sino del despliegue de realidad en donde tuvo las condiciones para aparecer. No sólo es una narrativa del acontecimiento, sino una analítica y arqueología de su estructura, del presente.
Una característica central de la genealogía de la historia del tiempo presente es la demanda social a la que está sometida, que se presenta en forma de cuestionamientos sobre ciertos acontecimientos que han afectado las formas de convivencia y el tejido social, estructuras o instituciones sociales como el Estado, o han puesto en riesgo la existencia misma de grupos sociales amplios dentro de una sociedad concreta en un momento dado. Es indudable que en Alemania la emergencia de la historia del tiempo presente estuvo vinculada a la exigencia de saber y explicar el fenómeno del nacionalsocialismo y el genocidio llevado contra grupos étnicos o políticos. En Francia jugó un papel similar el interés por dilucidar las vicisitudes del gobierno colaboracionista de Vichy. En España fue el caso tanto de la guerra civil y la resistencia como del largo periodo del franquismo y la transición política. En América Latina, los gobiernos autoritarios y dictatoriales, así como las graves violaciones a los derechos humanos, fueron los detonantes de los estudios de la historia reciente. Estas temáticas han sido abordadas por investigadores e investigadoras no sólo por una decisión exclusivamente personal, sino porque han sido impelidos a hacerlo: por la gravedad de lo sucedido y sus consecuencias o porque son procesos y eventos que siguen aconteciendo, ya sea por la demanda de grupos específicos, como las víctimas o familiares de víctimas, o por la demanda del Estado, que busca aclarar, explicar a la sociedad, y llevar a cabo algún tipo de justicia.
La rehabilitación del acontecimiento, la introducción del presente como parte del tiempo histórico y el quiebre de la secuencia lógica de la temporalidad entre pasado y futuro, no sólo por cierta crítica posmoderna que cuestionaba la historia como advenimiento de sentido, sino por la presencia de pasados que irrumpían en el presente, haciéndose presentes, ya sea por la demanda social de justicia o las prácticas memoriales, provocaron que aquello que se había considerado como historia contemporánea, definida en gran medida por la sincronía de la experiencia de lo temporal, dentro de la secuencia lógica pasado-presente-futuro, resultara inadecuado, pues en la historia contemporánea el presente aún se consideraba fuera del alcance del análisis histórico. Por esto, la historia del tiempo presente no es otro nombre para la historia contemporánea.
Surgida como práctica en un contexto de crisis, la historia del tiempo presente no pretende superarla por la vía del desplazamiento, sino integrarla como método. De ahí que una de las características centrales de este campo historiográfico sea el cuestionamiento permanente a las condiciones de posibilidad en la producción de su conocimiento historiográfico. La historia del presente emerge, entonces, con una marca, con una disposición a la crítica: porque implícitamente hay un cuestionamiento y un esfuerzo de rectificación de los principios ordenadores del presente (vinculada a la demanda social que la cruza). Hay una ruptura historiográfica al introducir una temporalidad. Y trata de hacer inteligibles sus propias condiciones de posibilidad. Por esta razón, la articulación de este libro trata de presentar los aspectos centrales de la crítica, atender las preguntas sobre las condiciones de posibilidad del conocimiento sobre el tiempo presente, sus categorías, métodos y fuentes, y el propio proceso histórico de su configuración como campo historiográfico en distintas geografías.
II
Éste no es el primer libro dedicado a la historia del presente. Conviene hacer un rápido recuento de los principales ya existentes. En 1993 se publicó en Francia Écrire l’histoire du temps présent, un trabajo colectivo en el que los autores reflexionan y discuten, desde diversas disciplinas, sobre la práctica de este campo de estudio. Vale subrayar que, siguiendo la tradición del Institute d’Histoire du Temps Présent, de París, en esta obra el “tiempo presente” se entiende como una especie de periodo histórico que abarca de la segunda guerra mundial a la actualidad.
Ese mismo año, pero en España, Josefina Cuesta Bustillo publicó Historia del tiempo presente. En este caso, el “tiempo presente” no hace referencia a un periodo específico, sino a una categoría dinámica y móvil. En palabras de la autora, se trata de “la posibilidad de análisis histórico de la realidad social vigente, que comporta una relación de coetaneidad entre la historia vivida y la escritura de esa misma historia, entre los actores y testigos de la historia y los propios historiadores” (Cuesta Bustillo, 1993: 11). En un texto muy didáctico, aborda las distintas formas de denominar a esta parcela historiográfica, la variedad de fuentes con las que trabaja y las relaciones que establece con otras disciplinas, como la sociología, la antropología o el periodismo.
Por su parte, Timothy Garton Ash publicó History of the Present en 1999, en donde convergen historia, periodismo y literatura para dar cuenta de los acontecimientos ocurridos en Europa en los años noventa. El autor critica algunas de las objeciones comunes para hacer historia del presente, particularmente la carencia de fuentes y la incapacidad para conocer las consecuencias de los hechos actuales. Y, por el contrario, señala que el historiador dispone de una gran cantidad y variedad de fuentes y que el desconocimiento de las consecuencias de los hechos estudiados podría convertirse en una ventaja, ya que cuando alguien escribe “al calor” de los acontecimientos deja constancia de muchas cosas que seguramente se habrían perdido de no haberse escrito. Así, la historia del presente resulta ser una práctica radicalmente diferente de la historia de periodos más antiguos.
En 2004 se publicó uno de los libros que se volverían referencia obligada sobre el tema: La historia vivida, de Julio Aróstegui. Su importancia radica en que ofrece probablemente una de las definiciones más certeras y completas de este campo. La Historia del Tiempo Presente, como prefiere denominarla el autor, es una historia de lo inacabado, de lo que carece de perspectiva temporal, una historia que se liga con la coetaneidad del propio historiador. En este sentido, cuando el historiador estudia un periodo del que existe al menos una de las tres generaciones que vivieron el acontecimiento está haciendo una historia de la coetaneidad, de un tiempo que aún es vigente; es decir, el historiador está investigando un presente histórico.
Hasta aquí algunos de los libros que abordan el campo en tanto historia del presente. Sin embargo, la historización de acontecimientos cercanos ha sido denominada de diversas maneras: presente, inmediata, reciente, vivida, actual, coetánea. De éstas, historia reciente y la historia inmediata son las que han contado con más aceptación. Por esto, vale la pena mencionarlas.
En algunos países de América del sur, historia reciente es el concepto que se ha utilizado con mayor frecuencia para designar el estudio del pasado próximo, en muchas ocasiones con un acento particular en el periodo de violencia política y autoritarismo estatal de la segunda mitad del siglo XX. En torno a este término se ha conformado un importante campo de estudio en la región, y el libro de Marina Franco y Florencia Levín, Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción (2007) ha sido considerado un clásico para quienes se interesan en el tema en Argentina, Uruguay y Chile. En una tónica similar también se encuentra Historizar el pasado vivo en América Latina, editado por Anne Pérotin-Dumon, que reúne 34 trabajos de carácter multidisciplinario con el objetivo de “alentar en el continente el estudio histórico de las rupturas catastróficas del pasado nacional cuya memoria sigue viva” (Pérotin-Dumon, 2007).
El otro término con el que se ha designado a esta parcela historiográfica es historia inmediata, como en el libro de Jean-François Soulet, L’histoire immédiate. Historiographie, sources et méthodes (2009). Para este autor, la historia inmediata se caracteriza por “la existencia de testigos de los acontecimientos descritos, las condiciones de acceso a ciertas fuentes, la particularidad de algunas de ellas, la necesaria colaboración con las otras ciencias sociales […]. Muchos elementos que contribuyen a orientar a la historia inmediata hacia determinados objetos, ciertas problemáticas y ciertas metodologías” (Soulet, 2009: 39).2 Sin duda, menciona muchos de los aspectos que hemos estado abarcando como historia del presente. Sin embargo, esta idea de inmediato no añade nada a la cuestión de historizar el presente, pues al hacer referencia al pasado más cercano no da cuenta del proyecto de “historiar la vida coetánea”, de abordar las generaciones vivas del presente, como lo sugería Aróstegui. Respecto a esta cuestión, Frédérique Langue subraya:
la historia del tiempo presente no se centra de forma exclusiva en unos acontecimientos en particular, aunque puedan éstos desempeñar un papel de catalizadores tanto en el ámbito académico como en la sociedad civil. Abarca más bien procesos considerados en el tiempo largo, así como sus respectivos ecos en el presente, a diferencia de otras opciones historiográficas centradas en lo ‘inmediato’, la historia inmediata (Langue, 2015: 14).
Desde la tradición anglosajona poco se ha debatido sobre la pertinencia de historizar el presente y la validez que una historia de ese tipo; esto no significa que este campo historiográfico no sea amplio, al contrario, se ha trabajado mucho y desde hace décadas, pero no se debate. En 2012 fue publicado el libro Doing Recent History: On Privacy, Copyright, Video Games, Institutional Review Boards, Activist Scholarship, and History that Talks Back, editado por Claire Bond Potter y Renee C. Romano, que justamente señala que a pesar de que se trata de un campo cada vez más nutrido, no cuenta con libros de reflexión. Para estas dos historiadoras, el pasado reciente sería aquel que tiene, como máximo, cuarenta años. De hecho, la serie que dirigen se llama “Since 1970. Histories of Contemporary America”. Llama la atención que en ningún momento explican por qué tendrían que ser específicamente cuarenta años.
En la última década se han publicado dos libros muy interesantes. En primer lugar, el texto de Hugo Fazio, quien desde Colombia realizó un valioso aporte a la discusión con La historia del tiempo presente: historiografía, problemas y método (2010). Para el autor, esta subdisciplina no puede estar exclusivamente identificada con las generaciones vivas, sino que debe ser entendida desde los tres conceptos que la delimitan:
Se debe considerar como historia en cuanto es un enfoque que pone énfasis en el desarrollo de los acontecimientos, situaciones y procesos sobre los que trabaja. Es tiempo en la medida en que se interesa por comprender la cadencia y la extensión diacrónica y sincrónica de esos fenómenos analizados. Es presente, entendido como duración, como un registro de tiempo abierto en los extremos, es decir, que retrotrae a la inmediatez ciertos elementos del pasado (el espacio de experiencia) e incluye el devenir en cuanto expectativas o futuros presentes (el horizonte de expectativa) (Fazio, 2010: 140).
Considera, asimismo, que debe ser una historia que tome en cuenta las transformaciones que ha vivido la sociedad contemporánea. Afirma que la perspectiva diacrónica que la caracteriza es la que la diferencia de otras miradas provenientes de las ciencias sociales. En este sentido, también destaca su carácter global transdisciplinario. Es decir, recobra la vieja propuesta de Marc Bloch acerca de realizar trabajos que incluyan a historiadores de distintas latitudes y con perspectivas disciplinarias variadas. En síntesis, Fazio considera que “la historia del tiempo presente representa la ruta cartográfica de la historia global” (Fazio, 2010: 148).