Buch lesen: «Fuera De Lo Común»

Schriftart:

Table of Contents

Books by Naomi Bellina

Title Page

Legal Page

Book Description

Dedicatoria

Reconocimiento de marcas comerciales

Capítulo uno

Capítulo dos

Capítulo tres

Capítulo cuatro

Capítulo cinco

Capítulo seis

Capítulo siete

Capítulo ocho

Capítulo nueve

Capítulo diez

More exciting books!

Acerca de la autora

Totally Bound Publishing books by Naomi Bellina

The Adventures of Star Lite

Out of the Ordinary

Into the Magic

Awaken the Fire

Las aventuras de Star Lite

FUERA DE LO COMÚN

NAOMI BELLINA

Fuera de lo común

ISBN # 978-1-80250-023-3

©Derechos de autor Naomi Bellina 2012

Arte de portada de Posh Gosh ©Derechos de autor, octubre de 2012

Traducción al español: Pedro Solano Molero 2021

Diseño del texto interno por Claire Siemaszkiewicz

Editorial Totally Bound

Esta es una obra de ficción. Todos los personajes, lugares y sucesos provienen de la imaginación de la autora y no deben confundirse con hechos reales. Cualquier parecido con personas, vivas o muertas, eventos o lugares es pura coincidencia.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida en forma material, ya sea por impresión, fotocopia, escaneo u otro medio, sin la autorización escrita del editor, Totally Bound Publishing.

Las solicitudes deben dirigirse en primer lugar, por escrito, a Totally Bound Publishing. Los actos no autorizados o restringidos en relación con esta publicación pueden dar lugar a acciones civiles y/o penales.

El autor y el ilustrador han hecho valer sus respectivos derechos en virtud de las Leyes de Derechos de Autor, Diseños y Patentes de 1988 (con sus modificaciones) para ser identificados como el autor de este libro y el ilustrador de las ilustraciones.

Publicado en 2021 por Totally Bound Publishing, Reino Unido.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, escaneada o distribuida en forma impresa o electrónica sin permiso. Por favor, no participe ni fomente la piratería de materiales protegidos por derechos de autor en violación de los derechos de los autores. Adquiera sólo copias autorizadas.

Totally Bound Publishing es un sello de Totally Entwined Group Limited.

Si has comprado este libro sin portada debes saber que este libro es propiedad robada. Fue reportado como “no vendido y destruido” a la editorial y ni el autor ni la editorial han recibido ningún pago por este “libro sin portada”.

Libro uno de la serie

Las aventuras de Star Lite

Peligro, magia, lujuria y amor se combinan en este relato de Star Lite, una mujer peculiar con un talento extraordinario para la magia y el amor.

Tras el devastador fracaso del día de su boda, Star Lite, todavía soltera, anhela un poco de paz y tranquilidad para curar su corazón roto. En lugar de poder disfrutar de las tranquilas vacaciones de verano que había planeado, se ve transportada a un extraño planeta con unos habitantes aún más extraños, entre ellos un hombre irritante, pero sexy, llamado Adam, quien afirma ser un mago. Star siente el peligro en este lugar, sospechas que ve confirmadas cuando ambos presencian la estrafalaria demostración de poder de un rey loco. Deberán dejar a un lado sus diferencias y formar una incómoda alianza para buscar una manera de escapar y tratar de razonar con dos sensuales duendes que tratan de proteger a su gobernante. Una decisión insensata del rey desatará un gran peligro que amenazará a todo el planeta. Star, que no está dispuesta a rendirse sin dar pelea, aceptará de mala gana someterse a un experimento sexual, descubrirá sus poderes mágicos inexplorados y abrirá su corazón a la posibilidad de amar.

Dedicatoria

Este libro está dedicado a todo aquel que cree en el poder de la magia.

Reconocimiento de marcas comerciales

La autora reconoce el estado legal y a los propietarios de las siguientes marcas comerciales mencionadas en este trabajo de ficción:

Discovery Channel: Discovery Communications, Inc.

Sherlock: Sir Arthur Conan Doyle/Conan Doyle Estate Ltd.

Capítulo uno

Con un agitado suspiro de alivio, Star cerró el cajón de su escritorio de golpe. Había pasado otro año de clase, aunque le había parecido eterno. El último trimestre pareció ser más largo que el anterior, y el anterior a ese había transcurrido más lentamente que el previo. Esa tendencia no le gustaba a Star. ¿Su vida seguiría siendo así hasta que, un día de septiembre, se despertara gritando y reacia a levantarse de la cama? Este año tenía un buen motivo para estar deprimida, pero aun sin toda esa agonía adicional, la alegría que le daba enseñar desaparecía lentamente.

Enseñar a sus estudiantes todavía era algo que le hacía disfrutar, y le apasionaba poder marcar una diferencia en sus vidas, pero ese trabajo se volvía más y más difícil cada año que pasaba. Pese a que el presupuesto para los suministros necesarios era más bajo, las exigencias de trabajo administrativo de los profesores eran mayores. Los alumnos recibían menos atención personal y los exámenes estandarizados obligaban a los profesores a cambiar su método de enseñanza, y no para mejor, en su humilde opinión.

Cada año sopesaba su futuro, y este año se le antojaba especialmente desolador. Ni siquiera sabía qué curso debía enseñar el próximo año. Los rumores de despidos se propagaban rápido y con fuerza. Star recogió su bolso y la caja con el resto de trastos de su escritorio, y echó un último vistazo antes de dirigirse a la puerta. Cuando había llegado al centro de la habitación, se abrió la puerta.

En el pasillo había un hombre de aspecto extraño. Era alto, delgado y pálido. De su cuerpo colgaban su camisa y pantalones como si fueran prendas tendidas en un tendedero. Su piel era de un blanco puro, casi transparente. Star intentó recordar si era el padre de algún alumno, pero no pudo. Abrió el bolso y buscó de manera instintiva el spray de pimienta. Había más personas en el edificio y no tenía motivos para sospechar de ningún peligro, pero más valía prevenir. El desconocido entró en el aula.

—¿Srta. Lite? —preguntó con una voz sorprendentemente profunda.

Star había esperado que de esa estructura esquelética surgiera un susurro más seco.

—Sí, soy yo. ¿En qué puedo ayudarle?

—¿Tiene un momento para hablar? Sobre mi hijo.

«Maldición». Star se moría de ganas de negarse e irse a casa. Estaba convencida de que ese hombre no era padre de ninguno de sus alumnos actuales, y si su hijo iba a estudiar con ella el próximo semestre, bien podría esperar hasta entonces para comenzar las charlas entre padres y profesores.

—Llego tarde a otra cita —mintió—. ¿Podemos hablarlo por correo electrónico?

—Solo será un momento. ¿Podemos sentarnos?

Star dejó caer la caja de trastos con un ruido seco, se sentó en un pupitre de estudiante y con un gesto indicó al hombre que hiciera lo mismo. No estaban hechos para un adulto, desde luego, no uno de la estatura de ese hombre, y esperaba que esa incomodidad acortara la conversación.

—Soy el padre de Curtis Smith —dijo y extendió su gran mano como saludo—. Fue alumno suyo el año pasado. Hablaba muy bien de usted.

—¿Cómo está Curtis? —preguntó Star, mientras se estrujaba el cerebro para intentar recordar a un estudiante con ese nombre.

—Está bien. Ahora está con su madre. Hace poco lo vi y me pidió que le entregara esto —el hombre sacó una pequeña caja recubierta con purpurina—. Curtis me dijo que usted le ayudó mucho con los estudios y que nunca pudo darle las gracias adecuadamente. Quería que tuviera esto como muestra de agradecimiento. —El hombre se puso en pie—. Gracias por su tiempo, Srta. Lite. —Mostró una sonrisa desvanecida y salió del aula.

Star permaneció sentada un momento, no demasiado segura de qué acababa de pasar. Se percató de que el hombre no había dicho su nombre, solo el de su hijo. El nombre de Curtis Smith le sonaba, pero no podía ponerle una cara. No debió ser un estudiante problemático ni uno excepcional. Habían pasado tantos estudiantes por sus clases que le resultaba complicado recordarlos a todos, por mucho que lo intentara.

Volvió a recoger la caja con sus trastos y se dirigió a la puerta, aliviada porque el encuentro hubiera sido breve. Raro, pero breve. Cuando llegara a casa, miraría quién era Curtis Smith, pero ahora su prioridad era salir del edificio antes de que alguien más la abordara.

* * * *

Una vez llegó a casa, Star lanzó el bolso sobre la mesa de la cocina y descargó la caja con los trastos del aula en una esquina. Probablemente dejaría que ese desorden reposara durante todo el verano y después rebuscaría con prisas lo que necesitara cuando volvieran a comenzar las clases en la escuela. De momento, prevalecía una dichosa libertad.

Abrió la nevera y se sintió decepcionada, aunque no sorprendida, al ver que los estantes estaban lamentablemente vacíos. «Toca irse de compras». Star rebuscó en su bolso y saqueó un cajón de la cocina antes de dirigirse a su dormitorio y a la sala de estar, en busca de un cigarrillo. Ya que no podía comer, al menos daría una calada, aunque técnicamente había dejado de fumar. Ni comida, ni tabaco. ¿Era demasiado temprano para beber? «¡Ajá! ¡Un tesoro!». Quedaba un cigarrillo en un paquete escondido.

El timbre chirriante del teléfono quebró el silencio. Comprobó el identificador de llamada y gruñó. Era su prima Betty. Sabía exactamente qué suponía esa llamada y estuvo tentada de ignorarla, pero Betty persistiría hasta conseguir una respuesta. «Será mejor que acabe cuanto antes con esta conversación».

—¿Hola? —murmuró Star, con el teléfono colgado al hombro. Dejó a un lado todos los artículos para fumar, ya que no quería malgastar ni una pizca de placer por culpa de esa llamada.

—Hola, ¿Star? —preguntó la voz al otro lado del teléfono.

«¿Quién más respondería al teléfono en mi casa, y es que acaso no reconoces mi voz después de todos estos años?». Por una vez, Star estuvo tentada de soltarle una réplica cortante a Betty, pero con su dulce e inocente prima todo sarcasmo quedaba desperdiciado.

—Sí, Betty, soy Star. ¿Qué pasa? —preguntó con la esperanza de ir al grano rápido.

—Ya estás de vacaciones, ¿verdad? ¿Estás contenta por tener el verano libre?

—Sí, muy contenta. Estoy un poco ocupada ahora mismo. ¿Querías algo?

—Oh, solo quería asegurarme de que te estás preparando para la fiesta del 4 de julio. Deberíamos empezar a planearla pronto.

—Betty, estamos a uno de junio. ¿De verdad tenemos que pensar en julio tan pronto?

—¡Pues claro! Hay muchas cosas que hacer. Y bien, ¿de qué te quieres encargar? ¿La decoración? ¿Los postres? ¿O de las bebidas? ¡Dios, me estoy entusiasmando solo con pensar en ello!

Star estaba a punto de vomitar solo con pensar en ello, pero se forzó a respirar hondo y exhaló lentamente. Betty tenía buenas intenciones, pero no podía evitar que su cerebro se sobreacelerara en ocasiones.

—¿Y si te llamo dentro de una semana? Tengo que sacar todas mis trastos de la escuela de las cajas y hacer algunas cosas.

—Oh, cari, ¿todavía estás triste? Suenas triste. Cielos, yo también lo estaría después de lo que te hizo ese asqueroso. Eres un gran partido. Él se lo pierde, sabes.

—No estoy triste, estoy bien —contestó. No quería pensar en su exprometido y aquel día horroroso—. Ya lo he superado. Tienes razón, él se lo pierde. Ya he pasado página.

—¡Ese es el espíritu! No malgastes ni un minuto más pensando en él. Aclárate las ideas, haz eso que tienes que hacer y llámame. Pero no te lo tomes con demasiada calma, ¡hay muchas cosas que preparar!

Star se despidió y colgó. Trató de indignarse un poco con Betty. Maldita fuera por obligarla a preparar una fiesta a la que ni siquiera quería asistir, y maldita fuera por darle otra cosa más de la que preocuparse. Star ya tenía demasiados proyectos en los que trabajar ese verano, demasiadas cosas por hacer.

Pero no estaba ni siquiera cerca de indignarse. Básicamente no sentía nada, lo mismo que había sentido últimamente... ¿Cuánto tiempo había pasado desde el Evento, casi un año? Ni gozo, ni enfado, ni pena, solo un gran sentimiento insípido todos los días. Empezaba nada más despertarse, proseguía durante todo el día y duraba hasta la noche, cuando unos últimos pensamientos fugaces danzaban por su mente antes de que la reclamara el sueño. Incluso sus sueños eran apagados y mediocres.

Y, la verdad fuera dicha, no tenía absolutamente nada que hacer ese verano, ningún plan, nada. Casi todos los años tenía algo en cartera, una clase que dar o a la que asistir, proyectos para hacer en su patio o por la casa; alguna tarea que le diera un buen motivo para levantarse de la cama cada mañana. Pero no ese año. Había dejado de algún modo que el verano se acercara y no había hecho ningún plan.

Star sabía que su mentalidad actual no era buena. Había escuchado las palabras «depresión clínica» susurradas en la sala de profesores y sabía que ese podría ser su caso, pero no había desarrollado la voluntad suficiente para examinar el problema. Se prometía una y otra vez que pediría cita con un médico, pero nunca lo hacía. La idea de tomar pastillas no era especialmente atractiva, y tenía la sospecha de que lo único que sacaría de un médico era medicación.

Lo que necesitaba de verdad era un descanso de su rutina cotidiana. Quizá encontrara algo totalmente diferente para hacer ese verano, algo fuera de lo común. Algo que le diera la descarga de energía que necesitaba para querer volver a formar parte de la raza humana. Ahora mismo, solo quería fumarse ese último cigarrillo antes de dejar el tabaco una vez más, meterse en la cama y cubrirse la cabeza con las sábanas durante el resto del día.

Star agarró su bolso para buscar un mechero y la caja que aquel extraño hombre le había entregado salió atropelladamente. Una vez se encendió el cigarrillo y disfrutó de una primera calada de humo, agarró la caja y la giró en sus manos.

Ahora se acordaba de Curtis. Un chico silencioso, que estuvo en su clase solo un mes hasta que su familia se mudó, recordó. Lo que recordaba acerca de él es que era extraño. Se parecía mucho a su padre, delgado y pálido, y poco hablador. Se sentaba a solas a la hora del almuerzo y se apoyaba contra la pared de ladrillos de la escuela para ver a los otros niños jugar durante el recreo, sin participar nunca. Sintió lástima por él porque los demás niños lo ignoraban, pero a Curtis no parecía importarle, así que lo dejó estar. Había llegado a entender que algunos niños prefieren estar solos.

Aunque finalmente tuvo que regañarlo un poco. Él la observaba continuamente en clase y seguía constantemente todos sus movimientos incluso cuando debería estar haciendo algún ejercicio. Un día Star lo llamó después de clase y le preguntó si le pasaba algo.

El chico sonrió, de forma un tanto espeluznante, y sacudió la cabeza. Star le pidió que dejara de mirarla fijamente y le dijo que era de mala educación observar a una persona con tanta insistencia. Él solo respondió «sí, señora» y con eso terminó la conversación. Dejó de observarla tanto y poco después se mudó. No había vuelto a pensar en él desde entonces.

¿Por qué le daría un regalo? ¿De verdad lo había ayudado? ¿Con qué? Star abrió lentamente la tapa y dio un sobresalto cuando escuchó el retumbar de un trueno. Un estallido de luz se arremolinó a su alrededor y sintió cómo se elevaba de la silla y era transportada a otro lugar.

Capítulo dos

Star parpadeó y giró la cabeza de un lado a otro, aturdida. ¿Qué acababa de pasar? ¿Cómo había pasado de estar sentada a la mesa de su cocina a estar tumbada en el suelo de lo que parecía ser un patio trasero? No reconocía ese lugar. La zona estaba llena de árboles, plantas y flores, pero ese follaje no le resultaba familiar. Se escuchaba el burbujeo de varias fuentes y el piar de unos pocos pájaros, pero por lo demás, todo estaba silencioso. Mientras se incorporaba azarosamente, apareció un hombre que caminaba enérgicamente por un camino empedrado.

—Desde luego, no ha sido un aterrizaje demasiado elegante. Espero que no se haya dañado. Por los cielos, ¿qué le sucede a su mano? ¡Está ardiendo! —el extraño hombre la agarró y tiró de ellas hasta una fuente cercana, donde le sumergió la mano en el agua.

—No estoy ardiendo, idiota, era un cigarrillo. Y era el último que me quedaba. ¿Dónde demonios estoy y qué está pasando?

—No hay necesidad de gritar ni insultar de esa manera. No es muy femenino. Si me acompaña, se lo explicaré.

Star observó detenidamente al hombre. Había algo que no encajaba. Era alto y delgado, con ojos almendrados y un cabello que le llegaba a los hombros. Sus piernas y brazos parecían un poco más largos de lo normal. «¡Sus orejas!». Eso era lo que estaba completamente fuera de lugar. Eran puntiagudas. Cuando le observó más de cerca, percibió su extraño color de piel. O se había puesto un bronceado de aerosol en mal estado o era de color púrpura. Star cruzó los brazos y levantó la barbilla.

—No voy a ir a ningún sitio hasta que me digas quién eres y qué está pasando. —Aunque quería mostrarse valiente, el corazón le aporreaba el pecho y le sudaban las palmas de las manos.

—Debo insistir en que me acompañe ahora. Oh, ¿dónde está Vesta? Ella es la que debe ocuparse de las hembras.

—Ya voy, ya voy —se escuchó decir a una voz y apareció una mujer apresurándose por otro camino—. Lo siento, Roven, me han retenido un momento.

La mujer tenía básicamente el mismo aspecto con el hombre, con las orejas puntiagudas y todo lo demás. Sus pieles no eran realmente púrpuras, sino más bien de un tono malva claro, lo que resaltaba el verde de sus ojos. Ambos vestían pantalones y camisas holgados, pero la mujer tenía el pelo corto y rosa. Star parpadeó y sacudió la cabeza. Debía de tener algún problema de visión, fue su conclusión. ¡Esas personas parecían elfos púrpuras!

De pronto, el retumbar de un trueno llenó el aire y un hombre apareció en el mismo lugar al que había llegado Star. Él también aterrizó a gatas.

—¿Qué es esto? No debería haber dos entregas a la vez. ¿Y por qué estos humanos aterrizan tan mal? Acabarán dañándose. Que los cielos y la diosa nos protejan —exclamó Roven.

El recién llegado se puso en pie de un salto y se giró hacia ella.

—¿Qué está pasando?

Tenía el mismo aspecto que había tenido ella, imaginaba Star. Sorprendido, confuso y enfadado. Sin embargo, también parecía ser completamente humano y bastante atractivo, cosa que tranquilizó un poco a Star. El hombre elfo se le acercó y lo agarró por el brazo.

—Si me acompaña...

—No voy a ir contigo a ningún lado y como no me quites las manos de encima te daré un puñetazo.

—¡Guardas! —gritó Roven.

Vesta agarró a Star por el brazo, pero ella se sacudió la mano de la mujer.

—Señorita, yo también voy a tener que darte un puñetazo. Déjame en paz.

Aparecieron varios elfos que portaban lanzas. Rodearon al hombre humano y le agarraron de los brazos por detrás y se lo llevaron.

—Por favor, no me hagas llamar a más soldados. No tenemos demasiados efectivos hoy y Su Majestad se molestará si llamamos a sus guardia palaciega. Ven conmigo en silencio —imploró la elfa.

Star evaluó rápidamente la situación y decidió que la resistencia no sería la mejor elección. Ellos tenían armas y ella no.

—¿A dónde me llevas? ¿Podrías decirme qué está pasando?

—Después. Debo llevarte a tu habitación y prepararte para el banquete de esta noche. Su Majestad insiste en que todos los recién llegados sean puntuales y vistan atuendos adecuados.

La mujer elfa condujo a Star por otro camino empedrado, cruzaron un inmenso portal arqueado y entraron en otra enorme sala abierta. Star observó a su alrededor maravillada, sentía que estaba en un programa de Discovery Channel visitando un antiguo palacio. Grandes muebles ornamentados llenaban el espacio y las paredes de piedra estaban decoradas con brillantes pinturas. La mujer caminaba con tanto vigor que Star no tuvo la oportunidad de contemplar las obras de arte de cerca, pero no reconoció ninguna de las pinturas.

Subieron una escalera de caracol y llegaron a una habitación en la que se encontraba una cama, un tocador, un sofá y otras piezas de mobiliario mal combinado. Para su consternación, Star observó que no había ventanas. Sintió cómo la claustrofobia la atenazaba.

—Puedes ponerte este vestido. Sobre la mesita de noche encontrarás una jarra con agua que puedes beber. Allí hay una bañera; el agua debería estar todavía caliente. Te ayudaré a desvestirte y bañarte.

—No necesito ayuda para desnudarme y desde luego que no necesito ayuda para bañarme —le dijo Star, cubriéndose el cuerpo con los brazos. Si esa mujer intentaba quitarle la ropa la golpearía. Star no se desnudaba delante de cualquiera.

—Debemos apresurarnos. Su Majestad se molestará si llegamos tarde.

—Sí, ya me he enterado, no le gustan los tardones. Si no me dices dónde estoy, al menos cuéntame de qué va este banquete, por qué debo bañarme y quién es esa Majestad. Me habéis traído a rastras desde mi casa y esperáis que siga vuestras órdenes sin darme ninguna información. ¿Qué pasa si no quiero haceros caso? ¿Me vais a hacer daño?

—Por favor, solo haz lo que te pido, por ahora. Tendremos una cena encantadora y entonces podremos hablar, te lo prometo. No queremos lastimarte. Déjame ayudarte.

—Creo que puedo bañarme y vestirme yo sola. De verdad.

—De acuerdo, te dejaré a solas. No intentes irte, habrá un guarda al otro lado de la puerta.

—¿Y a dónde diablos iba a ir?

La mujer se estremeció.

—Vosotros los humanos decís muchas palabrotas. No es nada femenino. Volveré a buscarte en breve. Estate preparada.

«Y una mierda femenino. Esperad a que me cabree de verdad y ya veréis lo que es ser femenina». Star sabía que su forma de hablar solía volverse tosca cuando estaba asustada y enfadada, y ahora lo estaba mucho, ambos cosas.

Echó un vistazo rápido a la habitación, pero no perdió el tiempo. No tenía ninguna duda de que la extraña mujer volvería pronto y le apuraría para presentarse ante «Su Majestad», por mucho que no estuviera preparada. Obviamente, la mujer elfa estaba agobiada y estresada, y Star había percibido un destello de miedo en sus ojos.

Dio unas bocanadas de aire y se calmó. Todo aquello era o una alucinación o un sueño, y en cualquier caso no había motivo para entrar en pánico porque pronto dejaría de ver cosas o despertaría.

La horrible idea de que la hubieran secuestrado le rondaba la cabeza, pero expulsó ese pensamiento para no sucumbir completamente al miedo. ¿Por qué iban a secuestrarla? Y encima con disfraces de elfo. No, todo eso era un producto de su imaginación hiperactiva, o quizá un flashback retardado derivado de las drogas contra las que la habían advertido cuando era una adolescente.

Merodeando por la habitación descubrió un pequeño armario y lo que parecía ser un orinal tras una cortina. Aliviada, Star hizo uso del extraño artilugio y después olió el agua de la jarra que había sobre la mesa. Olía bien y sabía bien al dar un pequeño sorbo, así que engulló una taza. Entonces se desvistió, sumergió la punta de un pie para comprobar el agua de la bañera y se metió. Con la esponja que encontró, se frotó rápidamente y justo cuando había terminado de secarse con la toalla y ponerse el vestido, entró la mujer elfo.

—Oh, te queda perfectamente. Estás presentable. Siéntate aquí, me encargaré de peinarte —dijo Vesta mientras señalaba el tocador.

Star se movía tímidamente con ese vestido. Rara vez vestía faldas y le preocupaba tropezar con ese vestido que llegaba hasta el suelo. Esa prenda, sin embargo, estaba hecha de una material ligero y etéreo. El tejido se movía con ella, y tras dar unos giros y vueltas de prueba, no le preocupaban los tropiezos. «Probablemente pueda correr con esto puesto, si tuviera que hacerlo».

Vesta frunció el ceño taconeó el suelo.

—Venga, siéntate, no tenemos tiempo para esas tonterías.

Star se sentó.

—Por favor, dime qué está pasando. He cooperado, ¿no? —preguntó con su voz más dulce, la que usaba para engatusar a los niños testarudos y los padres enfadados.

—La conversación tendrá que esperar hasta más tarde. Ahora mismo debemos prepararte y llevarte a cenar a tiempo. Por los dioses, tienes el cabello hecho un desastre. ¿Cuándo es la última vez que te lo cortaste?

La mujer trabajaba rápida y eficazmente, y Star quedó maravillada con el peinado elaborado que preparó en solo unos momentos. Star no hacía mucho más que lavarse su cabello ligeramente ondulado por la noche, después se lo humedecía y recogía con una pinza por la mañana. Cuando lo necesitaba, se lo recortaba en una peluquería que no requería cita y, ahora que lo pensaba, la última vez había sido bastante tiempo atrás. No había prestado nada de atención a su mantenimiento personal desde el Evento.

—Al menos dime tu nombre. Es Vesta, ¿verdad? Te diré el mío, me llamo Star.

—Sé cómo te llamas —dijo la mujer. Hizo un gesto a Star para que se girara y comenzó a aplicarle vigorosamente el maquillaje. Unos segundos después, cedió—. Sí, me llamo Vesta. Pero solo deberías hablar conmigo si es necesario.

«Como si quisiera tener una conversación larga y acogedora contigo, cascarrabias». Obviamente, la mujer no quería conversar, pero Star, acostumbrada a sustraerles información a niños de nueve años, se puso manos a la obra.

—Vesta, ¿dónde estoy y quiénes sois? Venga, puedes contármelo. De todos modos me enteraré pronto, ¿no? Ese elfo... Es decir, el hombre del patio, dijo que lo explicaría. De verdad que me gustaría saberlo. Estoy asustada. —Las lágrimas que aparecieron en los ojos de Star eran reales; estaba asustada.

—Oh, no llores, echarás a perder el maquillaje. Muy bien. Te encuentras en Porrima y somos duendes. Es todo lo que puedo decir de momento.

Star sopesó esa información. ¿Podía su cabecita, estresada, sobrecafeinada y deprimida, haber elaborado algo tan estrambótico? ¿No habría recibido una receta del médico y se habría tomado demasiadas pastillas de la felicidad? Todo eso no podía estar pasando, pero decidió tranquilizarse y seguirle la corriente.

—De acuerdo, Vesta, si estoy en otro planeta, ¿cómo es posible que os entienda y vosotros a mí? Explícamelo. ¿Y por qué puedo respirar el aire de aquí y beber el agua?

Vesta suspiró.

—Tenemos un programa traductor que adapta nuestra habla. Es muy técnico, así que no me pidas que te lo explique, no es mi especialidad. Estamos en un entorno controlado; los técnicos han creado una mezcla de aire apto para todo aquel que viene aquí. También hemos formulado un agua que se adapta a la que tú estás acostumbrada. Basta de hablar, tengo que maquillarte los labios.

Cuando Star estuvo arreglada para satisfacción de Vesta, las mujeres salieron por la puerta, bajaron por la escalera de caracol y regresaron al patio. Vesta miró a su alrededor y soltó una fuerte exhalación.

—¿Dónde estará ese Roven? Tarde, como siempre. Espera aquí.

Vesta se fue al trote por uno de los caminos.

Star examinó más atentamente el patio. Flores y plantas crecían por todas partes y un aroma cítrico le llenó los pulmones. Las fuentes burbujeaban, creando un sonido placentero y melódico. Había bancos alineados a los lados del gran espacio abierto, y unos caminos empedrados se adentraban en el denso follaje de los bordes. Ese jardín sería un escenario bastante pacífico, si no fuera por los guardas con lanzas puntiagudas apostados por la zona. Al echar la vista hacia arriba, Star observó un cielo rojo pálido con dos objetos brillantes situados en el firmamento. Contuvo la respiración y sintió que el corazón le dio un brinco. Cielos, ¿realmente se encontraba en otro planeta? No era posible.

Unas voces llamaron su atención hacia uno de los caminos y vio al hombre humano escoltado por los guardas, de nuevo con sus armas desenvainadas. Lo llevaron junto a ella y volvieron a marchar sin mediar palabra.

—Hola de nuevo. ¿Estás bien? ¿Por qué estás maniatado? —preguntó Star, aliviada por ver a este desconocido. Fuera quien fuera, parecía estar relativamente calmado y, ahora que podía verlo de cerca, era sin duda humano, y rematadamente guapo.

—Estoy bien, creo. No tengo ni idea de qué está pasando. Me estaba comportando y poniéndome esta estúpida túnica y las mallas cuando un guarda entró en mi habitación y me ató las manos.

—Quizá pueda deshacer los nudos. Acércate un poco y gírate. No creo que los guardas se den cuenta si no nos movemos demasiado.

—Gracias, pero creo que ya los he soltado. Sigue cubriéndome la espalda. Me llamo Adam Henderson, por cierto. ¿Y tú eres...?

—Star. Star Lite. —Ella esbozó una pequeña sonrisa al escuchar su risita—. Mis padres eran... creativos.

—Ya me lo imagino. Bien, ya está. —Adam agitó las manos y agarró las de Star y las apretó—. ¿Tienes idea de qué sucede?

La fuerza y el calor de las manos de Adam eran magníficamente reconfortantes, y Star quería agarrarlas y no soltarlas. Aunque solo llevaba unos minutos con él, ese hombre tenía algo que la atraía. Un hormigueo le recorrió la columna, y una calidez se extendió por su cuerpo; en concreto entre sus piernas, observó sorprendida. ¿A qué se debía eso? Sus bragas se humedecieron y se dio cuenta de que la respiración se le estaba volviendo más profunda y se estaba apoyando contra Adam, casi frotando su espalda contra la de él. Dio medio paso para apartarse y sacudió la cabeza, procurando arrebatarle el control a su lasciva libido.

Der kostenlose Auszug ist beendet.

€3,99