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Hampshire, Inglaterra, febrero de 1908

El fuego ardía en la chimenea de la gran sala del Castillo de Highclere, como intentando despejar los fantasmas taciturnos de la fría noche. George Edward Stanhope Molyneux Herbert, V conde de Carnarvon, conocido en la sociedad como Lord Carnarvon tomaba su té matutino y aguardaba ansioso a su visita, Howard Carter, un joven londinense de 34 años, que parecía tener eso que buscaba en todos sus expedicionarios: juventud, pasión y conocimiento.

Hacía mucho tiempo que guiado por su entusiasmo en redescubrir tesoros y mitos de los antiguos egipcios buscaba, en Cambridge y Oxford, jóvenes talentos apasionados por la arqueología que estuvieran dispuestos a contribuir con su conocimiento a la causa, a cambio claro de una buena suma de libras y un lugar memorable en la historia de la arqueología moderna. Anne y Alfred, a quienes conoció en Cambridge, le enseñaron sus hallazgos en América, proponiendo desafiantes teorías sobre el alma y el destino, que aparentemente estaban grabadas sutilmente en los jeroglíficos mayas de Palenque. Además, conocía el trabajo de Sir Arthur Evans en Creta a través de sus conferencias en Oxford.

Howard llegó al castillo puntualmente a las 12 de la mañana. El frío y la lluvia londinenses no lo detuvieron y el carruaje que Lord Carnarvon le había enviado llegó puntualmente a destino. Las 5 horas de viaje lo pusieron a meditar y a planificar, después de todo, su sueño de conseguir un patrocinador adinerado lo tenía muy entusiasmado.

El mayordomo anunció la llegada de su visita y a continuación comunicó que el almuerzo estaría listo en una hora, para darle tiempo al visitante a que descanse del largo viaje. Sin embargo, Lord Carnarvon pidió que hicieran pasar a su invitado directamente a la biblioteca.

Luego de la cortés recepción, y de un sustancioso almuerzo, Howard expuso a su anfitrión su trabajo, primero como joven entusiasta y luego como inspector de antigüedades de su majestad en Egipto. Seducido por el entusiasmo y el conocimiento del joven, Lord Carnarvon, le anunció su intención de financiar la expedición, aunque le pidió reserva de un cometido secreto que esperaba que se cumpla con diligencia y confidencialidad.

El Cairo, noviembre de 1922

Howard, gracias al financiamiento conseguido por Lord Carnarvon, y luego de haber excavado muchas tumbas en el Valle de los Reyes, consiguió despejar el ingreso a una misteriosa tumba, que según las inscripciones perteneció a un joven faraón fallecido con tan solo 19 años, denominado Tutankamón. La tumba se encontraba en excelentes condiciones y era una de las pocas que al momento de su hallazgo no había sido saqueada. Junto a la tumba había curiosas inscripciones que parecían explicar la repentina partida de este faraón. El 23 de febrero de 1923 Lord Carnarvon junto a Howard abrieron la tumba e ingresaron a la cámara funeraria, donde se encontraron un sarcófago intacto y junto a él las ofrendas de la ceremonia religiosa que implicaba acompañar al monarca con sus objetos más preciados. Sin embargo, además del sarcófago del faraón, había un sarcófago adicional que se encontraba a su derecha y junto a él unas extrañas inscripciones en las que aparecían representados el sol, la luna, las estrellas y dos líneas superpuestas con curva y contracurva, todas incluidas en un arco radiante que las contenía por encima. La figura del dios Amón se encontraba consecutiva y de frente hacia los símbolos indicando su inicio y final. Ambos separaron estos hallazgos y los remitieron en barco a Londres para ser analizados por separado junto a los hallazgos de Creta y Guatemala. Lord Carnarvon solo pudo ver la caja y el sarcófago embalados, ya que murió sorpresivamente el 5 de abril de 1923. Algunos atribuyeron su muerte a una supuesta maldición por la apertura de esta tumba.

Howard, conmovido por la muerte de su amigo, propuso su traslado a Hampshire en donde fue enterrado en la colina de Beacon Hill, en donde tantas veces caminaron al sol y tuvieron largas charlas sobre los hallazgos arqueológicos.

Lord Carnarvon fue uno de los principales financiadores de los hallazgos de Egipto y un gran promotor de la arqueología moderna. Howard continuó su trabajo para la Corona británica catalogando muchos hallazgos del antiguo Egipto, pero en secreto continuaba con la misión que le encomendó Lord Carnarvon.

Durante una soleada tarde de primavera en Oxford se había reunido con Anne Cary y Alfred Maudslay para comparar sus hallazgos en Creta, Guatemala y Egipto; pero la muerte repentina de Anne, primero, y de su amigo Alfred más adelante lo dejaron pasmado. Perdió interés en sus trabajos y se centró casi exclusivamente en la teoría de Anne. En 1931, solo dos meses después de fallecer Alfred, anunció que iniciaría una campaña al Asia Menor, donde intuía encontrar más pruebas de su teoría. Pero Howard jamás reveló la encomienda de Lord Carnarvon y las teorías de sus amigos Anne y Alfred, llevándoselas a la tumba en 1939.

Muchos años después aparecieron pruebas de ADN y hallazgos de nuevos arqueólogos, que a la luz de la tecnología, comenzaron a descifrar el misterioso camino del portal que aparecía en estos grabados. En 2010 exhumaron en secreto la tumba de Lord Carnarvon y encontraron junto al ataúd de piedra una cámara secreta que contenía todos los manuscritos de Howard referidos al portal hallado dentro de la cámara mortuoria de Tutankamón.

Oslo, abril de 2020

Las oficinas de la Fundación Radovedneži estaban colmadas de empleados que corrían de un lado a otro dejando a punto todos los detalles del gran encuentro. Jean Paul ed-Dhib y el equipo que conducía la Fundación habían planeado este evento por varios meses; y en solo tres días estarían allí los representantes de las empresas de software y de tecnología digital más poderosas del mundo. La inversión que se firmaría aseguraría el avance en el campo de la informática, nanotecnología y biotecnología por cincuenta años más, con cifras millonarias que permitirían experimentar al más alto nivel.

En los preparativos intervenían los jefes de investigación que la Fundación tenía en Europa y EE. UU. Sus principales responsables eran Joná Balktan y Katrina Hidden, directores del área “Comunicación Espacial”; pero en realidad se ocupaban de descifrar los códigos ocultos en los escritos de Tutankamón, los pergaminos del mar Muerto, y el pergamino M-55 descubiertos hacía un par de años junto a la tumba de Lord Carnarvon. Además, habían logrado relacionar estos hallazgos con un código encriptado dentro de algunas secuencias de ADN humano y en el objeto clasificado como XP-477, hallado a principios de 2012 en las profundidades del mar de los sargazos, a dos mil metros de profundidad, cubierto por corales y algas.

A la reunión asistieron los jefes de todas las líneas de desarrollo tecnológico de la Fundación, y firmaron al entrar un documento de confidencialidad en donde se comprometían a no revelar nada de lo conversado en dicha reunión y comprometiéndose a formar parte del equipo durante los próximos 20 años. Obviamente, el pago era uno de los principales motores de atracción, ya que difícilmente otra compañía en el mundo podría ofrecerles un acuerdo tan prometedor, que además establecía primas por objetivos concretos que se percibían cuando el equipo alcanzaba sus metas.

La reunión dio comienzo con la presencia de Jean Paul, quien rememoró las palabras de su fundador, Martin, y de su padre, Mohamed, y motivó a los jóvenes presentes a apropiarse del proyecto que, según expresó, determinaría el futuro directo de la humanidad en el próximo milenio. Tomó un marcador y escribió una fecha en la pizarra: julio de 3100.

Incrédulos, todos se miraron entre sí, y uno de ellos exclamó…

—¡Pero faltan siglos para esa fecha!... —A lo que Jean Paul le respondió:

—Justamente por eso es importante, porque tenemos mucho tiempo y eso nos va a permitir anticiparlo. Estamos ante la revelación del misterio más grande de la historia humana. Estamos a las puertas de descifrar lo que nos ha sido anticipado en el apocalipsis. Es nuestra decisión hacer algo, ¡¡y yo he decidido hacerlo!!

El silencio se apoderó de la sala y lentamente fue desplazado por rumores en voces muy bajas, bajas, medias y cuando se hizo con la sala entera Jean Paul carraspeó y miró a todos hasta que los rumores cesaron.

—Hace un par de años realizamos un hallazgo sorprendente luego de exhumar los restos de uno de nuestros benefactores más importantes, Lord Carnarvon. Este proyecto, encabezado por mi propio padre, nos ha revelado una serie de datos, algunos que ya hemos comprendido y otros aún en etapa de ser descifrados. Pero lo más sorprendente de todo es la unidad que existe entre esos hallazgos, algunos símbolos de amplia distribución entre muchos pueblos antiguos de nuestra historia y la mismísima secuencia de ADN que forma parte de nuestro cuerpo. No entendemos cómo, pero los datos indican que la información necesaria para la protección de nuestro futuro está grabada en nuestro código genético. Aun así, no logramos descifrar ni recuperar toda la información y al parecer podría tratarse de una localización o de una referencia ubicada dentro de nuestro propio planeta o dentro de algún otro planeta similar al nuestro ubicado dentro de la vía láctea u otras galaxias cercanas.

La sala quedó en éxtasis y alguien exclamó:

—Pero cómo puede ocurrírseles algo tan rebuscado.

Jean Paul se levantó con paciencia y prosiguió con su relato:

—En 2012 recuperamos del Atlántico un curioso objeto que disponía de tecnología alienígena y poseía enclavado códigos escritos en maya. El mensaje concreto expresaba: “mira dentro de ti y verás la verdadera naturaleza de tu procedencia”. Este mensaje estaba acompañado por una serie de números, que sumados al mensaje y a otros símbolos incluidos en él, parece hacer clara referencias al ADN. Aunque aún desconocemos el significado y no pudimos descifrarlo completamente. Su misión es descifrar el código y encontrar la tecnología para poder utilizarlo… Estimado equipo: ¡¡¡bienvenidos al Proyecto Código MEGAS!!! ¡El futuro de la humanidad estará en sus manos! ¡Demostremos por qué debemos sobrevivir!

 

Nassau, abril de 2012

El equipo de expedicionarios se reunió temprano para evaluar las condiciones de navegación y preparar todo lo necesario para alcanzar el objetivo. Las indicaciones eran claras, rastrillar la posición 28°28'N 71°29'W en busca de un objeto de tamaño mediano, circular y metálico. El destino estaba ubicado en el medio del mar de los Sargazos, donde las leyendas y los mitos superan la realidad, y a pesar de que la ciencia había arrojado varias hipótesis y explicaciones, que cada vez se volvían más sofisticadas, ninguna había logrado explicar el fenómeno.

John Fisher, el capitán de la excursión, tenía en sus manos una bitácora sumamente detallada de la posición del objeto, clasificado como XP-477, con una descripción del estado y de la profundidad en la que se encontraba. Dos mil metros, y seguramente cubierto por corales, algas y una infinidad de polvo y escombros que lo enmascaraban y lo hacían invisible a los escáneres de todo tipo, y que por años incursionaron buscando “algo” en las profundidades del mar y nunca lo habían hallado.

Formaban parte de la expedición un astrofísico español, Santiago Colás Escudero, y un arqueólogo especialista en espeleología, Piero Valentino Bichierri, ambos empleados de la Fundación. Estos, a diferencia de los escasos datos que tenía el capitán del navío, parecían saber perfectamente qué y dónde buscar.

Las bitácoras estaban incluidas en una especie de memorias y a John, si bien no representaba problema alguno, el origen de esos datos le resultaba sospechoso. Embebidos en un programa digital de búsqueda orientada por palabras clave, cualquier consulta referente al objeto arrojaba referencias claras y precisas. Pero a John le llamaba la atención la firma digital de cada referencia, pues la numeración, si bien se asemejaba a una fecha, no podía corresponder a esto por lo incoherente de esta. La última referencia, ubicación posible del objeto, contenía latitud y longitud con una aproximación del minuto y estaba firmada y fechada “DBI-16/7/2025”; era evidente que la fecha estaba mal, o él desconocía algún dato. Sin embargo, la misión continuaba sin titubeos, las condiciones del trabajo eran claras, cumplir la misión, no cuestionar y no comentar.

Las olas golpeaban con fuerza la nave que se agitaba a su compás. A medida que la expedición se acercaba a las coordenadas indicadas, más fuerte eran las corrientes, e incluso el propio John, que poco les temía a las marejadas y tormentas, empezaba a preocuparse por la seguridad de su nave. Por su memoria pasaron naves perdidas, aviones desaparecidos sin dejar rastro y marineros que describían historias sin sentido. El triángulo de la muerte, triángulo de las Bermudas o clásicamente el mar de los Sargazos era conocido por las interminables historias de ficción que ubicaban la Atlántida en ese lugar, visitas de extraterrestres, y mitos de todo tipo. Pero como buen marinero y fiel a su historial, John no se amedrentaba fácilmente, y solo fue cuestión de omitir esos pensamientos y centrarse en la misión. En su cabeza resonaban las palabras del presidente de la Fundación… “no detengas la misión, vuelve con el objeto o no vuelvas. Si cumples, la suma del premio la pondrás tú”. La simple visión de un futuro sin preocupaciones para él era suficiente para ignorar todos los mitos y leyendas y avanzar sin miramientos. Las olas eran cada vez más grandes y las nubes aparecieron casi sin anunciarse, rayos y vientos embravecidos le siguieron, y casi sin sentirlo, la embarcación se vio envuelta en un infierno en el mar. ¡Había que resistir!

Cuando llegaron a la posición indicada los vientos cesaron, y como si fuera el ojo de un huracán, todo se mantenía en calma, por lo que fue relativamente sencillo anclar el navío e iniciar las tareas de inmersión. El equipo de robótica con gran experiencia en trabajos a grandes profundidades inició los preparativos. Santiago y Piero chequearon sus cálculos, las condiciones del lugar, la posición de la nave y dieron su conformidad para iniciar el descenso. El submarino robótico Ultram, propiedad de la Fundación, había sido diseñado específicamente para esta misión. Por cuestiones que pocos conocían, los cálculos de profundidad esperada y niveles de presión eran conocidos con gran precisión; pero también lo eran algunas condiciones de resistencia a ondas electromagnéticas y radiactivas. El material del que estaba construido Ultram era único, y garantizaba la estabilidad ante condiciones extremas, incluso ante explosiones nucleares. Era inerte a la mayoría de las sustancias conocidas y no permitía la acumulación de energía, sino que la disipaba en su estructura.

La inmersión duró cinco horas y Ultram descendió exactamente dos mil metros. A medida que se acercaban los sensores que tenía incluidos mostraban un incremento de la energía electromagnética de casi diez veces cada metro, como si estuviéramos metiendo un lápiz metálico en una gran bobina magnética. Sin embargo, fiel a sus materiales y a su construcción, Ultram permaneció estable y fue poco afectado por las adversas condiciones. A los dos mil metros chocó contra una estructura rígida cubierta de coral muerto. Un rayo de quince megajulios golpeó el lecho del océano y generó una vibración que se sintió en la superficie del océano sobre el navío.

—¡Otro golpe más! —exclamó Santiago—. ¡Necesitamos otro golpe más!

Una segunda y una tercera descarga chocaron contra el fondo del océano y repercutieron de igual manera sobre la superficie… y al cabo de diez segundos, una gran descarga subió desde el fondo del océano y golpeó con fuerza la nave, paralizando las comunicaciones y dejando en negro los sensores.

—¡Lo tenemos!, amarrad el objeto y subidlo.

Una gran pinza neumática accionada a distancia abrió los dedos como si fuera una mano y rasgó la superficie del lecho oceánico, cargando en su estructura el objeto que emitía las descargas. No era un objeto pesado, más bien liviano, pero que emitía grandes cantidades de energía electromagnética y afectaba la estabilidad del navío que lo esperaba arriba. Cuando la “mano” colocó el objeto sobre la superficie de Ultram, una estructura secundaria se desplegó y se cerró generando una estructura externa del mismo material que recubría toda la nave y al objeto, aislando las emisiones electromagnéticas.

—¡Vaya que lo tenían todo pensado! —exclamó John y con una sonrisa indicó la partida.

El regreso fue sencillo, tal vez fue el cansancio de la larga jornada o la extraña quietud del océano, pero casi como un abrir y cerrar de ojos ya habían llegado nuevamente a Nassau, en donde los esperaba un transporte para llevar el Ultram y su carga directamente al aeropuerto.

El objeto fue trasladado a Oslo y cada miembro de la expedición recibió una suma generosa de dinero como recompensa, a la vez que se le solicitó la firma de un contrato de confidencialidad in-eternum.

Santiago y Piero, encomendados por el mismo Jean Paul ed-Dhib, conocían la verdad y durante los siguientes doce meses reafirmaron una gran cantidad de hipótesis e ingeniaron una estructura para aprovechar el gran potencial energético del objeto, generando energía limpia para todo el complejo. Sin embargo, lo más sorprendente era el mensaje encriptado y escrito en maya en la base del objeto: “mira dentro de ti y verás la verdadera naturaleza de tu procedencia”. Además, contenía una serie de coordenadas cuyo significado se debían descifrar, pero esa era la gran tarea que seguía.

La primera parte de la misión se había cumplido y los hermanos levantaron la copa en nombre del hermano ausente.

—¡¡Gracias, hermano!!, ¡donde quiera que estés! —Con un suspiro y lágrimas en los ojos chocaron sus copas e hicieron una reverencia por los ausentes—. ¡¡¡No te fallaremos!!!

Poseidonia, julio de 2023 a. C.

Dominique se despertó temprano y exploró su entorno. La histeria colectiva iba en aumento y se profundizaba cada vez más con los continuos y diarios sismos que azotaban la isla. Muchos de los edificios más antiguos estaban resquebrajados y a punto de colapsar. La pirámide central se mantenía firme, por su característica arquitectura, y en su interior se debatía el futuro de los habitantes.

Itzel Batún Iktan, el joven gobernante de la isla, escuchaba con calma los debates y se recluía a meditar en su recámara, en donde contados asesores tenían cabida. Uno de ellos era Dominique Balam Iktan, sumo sacerdote y consejero principal del monarca.

—¿Qué haremos, Dominique?... El senador Camal quiere dejar a toda esta gente a su suerte y escapar por el portal. Pero tú sabes bien que me debo a mi pueblo y no los abandonaré.

—Entonces Camal gobernará… —sentenció Dominique—… ya que cuenta con el apoyo del Supremo Consejo y si no das tu bendición mucho me temo que te traicionarán. Ya he visto mucho en la historia de este pueblo y recuerdo la revuelta de hace cincuenta años, cuando llegué a este lugar, y vi a tu padre pulseando por el trono con su gemelo.

—¡Yunuen se lo merecía! Era un soberbio y la verdad no sé a quién salió, pues mis abuelos nunca fueron así.

—¡Claro!... —exclamó Dominique—… pero en ese momento el apoyo del Consejo a Ikal me pareció lo más sensato, y además fue también lo mejor para mí. Tu padre fue un gran amigo, y no estaría aquí si él no hubiera sido el gobernante. Siempre lo recordaré y siempre tendrá su hijo, tú, todo mi amor y mi apoyo.

—¡¡¡Tío!!! Eres el hermano que padre nunca tuvo, eres mi sangre, mi conciencia… ayúdame a decidir lo mejor para mi pueblo.

—He hablado con Mentuhotep II, tu primo, y él está dispuesto a ayudarnos. Tal vez algunos pobladores podrían ir a sus tierras y otros escapar por el portal. Tú deberías ir a esas coordenadas que te enseñé y refundar tu pueblo, guiándolo y mostrándole que de las flaquezas siempre se sacan fuerzas. Pero sabes bien que esta situación no soportará mucho y no tendremos tiempo de trasladar a muchas personas.

—¡Hazlo, Dominique!, ¡organiza todo y convence al Consejo!

Dominique Balam Iktan era un hombre mayor cubierto de canas, que con el paso de los años había aprendido mucho de aquella cultura. Era solo un joven de treinta y dos años cuando llegó y ahora, con sus sesenta y dos años, se había ganado el respeto del pueblo y sobre todo del Consejo. Pero Dominique no solo tenía el respeto de todos, ya que su posición como sumo sacerdote y consejero principal del monarca le daba la posibilidad del veto y la influencia del pueblo, profundamente arraigado a sus costumbres. El sumo sacerdote incluso podía contradecir la voz del monarca y, si no era traicionado en un arrebato nocturno, incluso podría generar una revuelta y forzar la sucesión. Pero Dominique era parte de esa familia, ya que se había casado con la hermana de Ikal Batun Iktan y habían generado una familia numerosa, con cinco preciosos hijos. Sin embargo, más allá de todo, el legado de Dominique fue la estabilidad de su amigo Ikal, gobernante por más de cincuenta años de la isla y supremo representante en la tierra de su cultura. Ahora, con Ikal ausente, debía apoyar a su primogénito, Itzel, y encaminarlo hacia una nueva era.

Cuando Dominique llegó a la isla, arrastrado por una corriente submarina, inconsciente y sin fuerzas fue encontrado por Itzayana, la hermana menor de Ikal, gobernante de Atlantis II y fundador del primer asentamiento maya denominado “Cuello”, donde posteriormente desplazaría parte de la población de Atlantis II. La familia Batun Iktan era la primera generación de atlantes nacidos en la tierra e hijos de Hunab Ku. Cuando sus padres llegaron a este planeta fundaron una nueva civilización en la creencia de que sus influencias en las culturas terrestres debían ser lentas favoreciendo la evolución de las culturas. Itzel y su hermano Mentuhotep (primer faraón egipcio de la XI Dinastía) fueron enviados a dos puntos distantes del planeta para cumplir con esta misión. Sin embargo, a pesar de conocer la tecnología que permitía abrir un portal multidireccional entre mundos, tenían un estricto mandato de pocas comunicaciones y solo en caso de extrema emergencia hacer uso del portal.

 

El portal ocupaba una gran cantidad de energía, que se obtenía del centro magnético de la tierra y era canalizado por una estructura traída de Atlantis que se hallaba ubicada en el interior de la pirámide central para facilitar la resonancia de la señal. Luego de cincuenta años de la primera oleada, que había traído a los padres de Itzel Batún Iktan a través del portal, el receptáculo estuvo listo para reabrir teledireccionadamente el portal. La llamada permitió retomar los vínculos con su planeta nativo, Atlantis, y confirmar la presencia de un nuevo asentamiento: Atlantis II. Durante esta etapa, se generó la segunda oleada para facilitar el traslado de material para la agricultura y un nuevo generador magnético de energía, que tomando la energía magnética de la corteza terrestre y enfocando las secuencias genéticas guías, presentes en todos los descendientes de Atlantis y heredadas por generaciones, permita la apertura unidireccional del portal. Esto facilitó las comunicaciones entre las colonias terrestres que lograron prosperar y definió un ciclo de diez años para cada reporte y comunicación a Atlantis, pues la idea de los atlantas nunca fue invadir, sino establecer colonias que perduren y faciliten el mestizaje con los nativos terrestres. Pero el momento se había tornado crucial. Las condiciones apremiaban y el futuro dependía de un hilo.

“Se acerca el momento de trascender el tiempo y el espacio y dar muestras de templanza”, pensó Dominique, y a la distancia recordó aquel día, en las cavernas, y a su amigo Piero. En ese momento tomó la decisión más difícil de esos tiempos, una decisión que le permitiría dejar a la humanidad un sendero, uno que él esperaba que supieran usar, un sendero hacia la luz, hacia la inmensidad del espacio y hacia el engrandecimiento y superación de lo que recordaba de su mundo.

Sentado en su mirador, en lo alto de la pirámide central, planificó cada ruta, uniendo los enclaves de la civilización maya en la tierra con nuevos asentamientos a través de senderos terrestres y marítimos. En cada punto seleccionó la simbología, el lugar de la escritura y una forma de llegar a ella en el futuro. Sabía que la intuición es, sin duda, uno de los motores más importantes de avance de nuestra cultura, y él estaba dispuesto a dejarles un sendero de migas que los lleve hacia adelante en el tiempo y el espacio.

Durante el siguiente año, Dominique y sus hijos mayores, Jean Paul, Francis y Ana, planearon la ruta de escape e hicieron arreglos con Mentuhotep II, para trasladar parte de la población al alto Egipto a través del portal ubicado en el templo Hat Ka Ptah (casa del espíritu de Ptah o Aegyptos). Los científicos, algunos observadores y la mayoría de los miembros del Consejo, retornarán a su planeta nativo y de allí iniciarán, posteriormente, una nueva etapa de asentamiento terrestre.

Este era un motivo especial, el centro de la civilización de los atlantes en la tierra se desmoronaba y restaban pocas alternativas. La primera comunicación con Atlantis confirmó las directivas primarias dadas por Dominique, la población principal se desplazaría a Egipto donde se sumaría a la colonia de Mentuhotep II, fortaleciendo la conquista del Alto Egipto. Un pequeño grupo expedicionario sería trasladado a la costa del golfo de México, en la zona denominada Cuello, donde fortalecerían el asentamiento local reemplazando el emplazamiento actual para un nuevo inicio, que históricamente se conocería como el primer asentamiento de la cultura maya. Posteriormente, cuando la nueva ubicación fuera restablecida, una expedición se dirigirá al sur del continente, siguiendo la línea montañosa mayor de Los Andes, y establecerá nuevas ubicaciones a mitad del continente sur, El Dorado, llamada así siglos después por su pujante desarrollo y la gran cantidad de estructuras recubiertas en oro, uno de los metales nobles fundamentales para canalizar las resonancias magnéticas de la tierra hacia el artefacto energético.

La primera expedición partió hacia el alto Egipto a través del portal ubicado en el tempo Hat Ka Ptah a fines de 2022 a. C. y significó el traslado de casi el setenta por ciento de la población activa, conformada por jóvenes familias con niños y adolescentes. Se llevaron consigo semillas, herramientas para la agricultura, libros y escritos, y una importante cantidad de “quantonium”.

El quantonium es un metal semilíquido que los atlantes trajeron a la tierra y que posee propiedades temporales si es estimulado a través de la exposición a campos magnéticos. Cuanto más fuerte es el campo magnético más energía logra acumular el quantonium, incrementándose su capacidad para curvar el espacio y generar desplazamientos temporales interdimensionales. La clave de su uso era encontrar una zona en donde la energía magnética fluya de manera natural y potencie el aprovechamiento de las propiedades físicas de este mineral. Hacía mucho tiempo, los primeros atlantes en visitar la tierra habían sondeado el planeta en busca de estos centros de energía magnética (CEM) disponibles en todos los cuerpos celestes, pero variables de acuerdo a la conformación de cada planeta o estrella, ya que no solo se generan por la disposición de las masas continentales sino también por la influencia de las radiaciones emanadas desde la estrella regente y desde el centro de la galaxia. Este último genera cambios cíclicos en la ubicación de los CEM que en cada galaxia tienen un determinado período. Para la Vía Láctea es de 5125 años y esto condiciona muchas de las acciones. Los atlantes habían aprendido a controlar la energía canalizada por el quantonium a través de estructuras resonantes recubiertas en oro que canalizaban la energía magnética para generar agujeros de gusano y facilitar los viajes a grandes distancias interplanetarias y las comunicaciones entre estos puntos. Sin embargo, los últimos descubrimientos atlantes mostraban que no solo era posible este tipo de comunicaciones, sino que podían generarse agujeros unidireccionales vinculados a la posición específica de personas en diferentes momentos del continuum temporal de manera similar a un viaje en el tiempo. Pero este tipo de comunicaciones requería tecnología inexistente en la tierra del pasado y aún en desarrollo en la Atlántida, por lo que su uso estaba monitoreado y restringido para evitar paradojas con fines imprevistos, y para evitar su uso bélico.

Dominique había estudiado durante años los ciclos energéticos de la tierra y de la galaxia, y había tropezado con un hallazgo alarmante; a medida que transcurrían los períodos de 5125 años, se producían pequeños cambios que se traducían, a lo largo del tiempo, en emisiones de energía como resultado de una acumulación secundaria de energía potencial que terminaba en un incremento sustantivo de la energía magnética planetaria luego de 25.625 años, y lo llamó fin del día galáctico. Pero lo más alarmante de su descubrimiento no era la suma de períodos, sino el incremento de casi un millón de veces en la potencia de las emisiones magnéticas en ese momento. La conclusión era una predicción alarmante con futuros cambios que sufriría el planeta y que obviamente interferirían con el desarrollo de la vida en cada uno de sus rincones. Cada 5125 años los CEM cambiarían y deberían modificarse todas las comunicaciones, pero cada 25.625 años se produciría un desplazamiento catastrófico de los polos magnéticos del planeta y de las estrellas generando movimiento de las masas continentales de los planetas y grandes emisiones energéticas en las estrellas. Sus cálculos permitían predecir que el 2025 a. C. parecía ser la fecha del cambio de localización de los CEM, pero se trataba del cuarto dentro de un día galáctico, es decir, posteriormente y luego de otros 5125 años se produciría el fin del día galáctico, y con él, de toda la vida como la conocía, y el futuro se terminaría, salvo que se anticipen medidas extremas.

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