Mi extraterrestre

Text
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Mi extraterrestre
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa



Queríamos hacer notar que este libro se edita sin el correspondiente permiso del autor, que se encuentra ya fallecido. Dada la calidad del libro y nuestro interés por publicarlo, se hicieron esfuerzos por localizar a algún titular de los derechos, estos resultaron infructuosos. Ante cualquier duda al respecto siéntanse libres de comunicarse con nosotros.

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados pueden ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (artículos 270 y siguientes del Código Penal).

MI EXTRATERRESTRE

Inime Informa

© 2018 Pedro Castejón González

© 2018 Ediciones Amatista, S.L.

C/ Francisco Martí Mora, 1 07011 Palma. Baleares. España

www.edicionesamatista.com

info@edicionesamatista.com

Diseño y maquetación: Mario Zárate Moreras

ISBN Epub: 978-84-16977-65-9

ISBN PDF accesible: 978-84-16977-66-6

ISBN: 978-84-16977-30-7

D.L.: PM 1391-2018


Índice

INTRODUCCIÓN DEL EDITOR8

Primera Parte10

Mi Extraterrestre10

1. LA RAZÓN DE ESTAS ANOTACIONES12

2. SU CUERPO19

3. LOS OJOS21

4. SEXO Y MENTE26

5. SU EDAD33

6. EL VIAJE36

7. EL VELLO70

8. LAS TEBICENAS72

9. LOS JÓVENES77

10. EL METALOIDE84

11. LOS XENDRAS86

12. JUAN88

13. IDEAS Y MATERIA97

14. MI SOBRINITO99

15. LA AUSENCIA107

16. RAFAEL109

17. EL SUEÑO112

18. ESPIRITISMO116

19. FINAL121

Segunda Parte122

Inime Informa 122

1. INIME REGRESA123

2. LA TRIPULACIÓN NOS VISITA132

3. UN CASO CÓMICO151

4. FIJACIÓN DE IDEAS154

5. KARMA Y REENCARNACIÓN165

6. MIS AVENTURAS172

7. DESPUÉS DE LA ENTREVISTA CON LOS NAVEGANTES182

8. UNA NUEVA AYUDA187

9. ESCARAMUZAS FAMILIARES197

10. EL CURANDERO SANADOR200

11. LA ENERGÍA COMO ALIMENTO207

12. EL ALCOHOL216

INTRODUCCIÓN DEL EDITOR

Tengo el placer de presentaros un libro muy poco conocido, yo diría que solo lo fue en el ámbito de las Islas Canarias, de donde era el autor, Pedro Castejón González.

En realidad no es un solo libro, sino dos, publicados por el mismo autor y que llevan los títulos de: Mi Extraterrestre, 1985 y, Inime informa, 1990. El autor, sobre todo, era conocido por otros escritos sobre diversos aspectos de las Islas Canarias, tal como su famoso libro: Una Dinastía Guanche.

En base a esto, el presentaros un libro que habla sobre extraterrestres de una persona que escribió sobre diferentes aspectos de la cultura guanche, resulta un tanto insólito su salto a la temática sobre habitantes de otros mundos. Por eso resulta chocante esa trayectoria tan inusual y que denota a alguien, que al igual que otro escritor: Eduardo Pons Prades, que se especializó en la temática de la guerra civil española y que siguió, tras la derrota del bando republicano, con relatos de los españoles exiliados en Europa, combatientes contra las tropas nazis, crónicas de la guerrilla, la transición, etc., y que, de pronto le pidió a su editor, Lara, de Planeta, que le publicara un libro sobre su propia experiencia de contacto con unos seres de otro mundo y cómo estuvo dialogando con ellos dentro de su nave a la que fue invitado a entrar, logrando que se publicara con el título: El Mensaje de Otros Mundos. Pues con Pedro Castejón González pasa algo similar con la publicación de estos dos libros, sobre una temática que no tiene nada que ver con las costumbres e historia de las Islas Canarias y que era la temática sobre la que habitualmente escribía. Creo que estos seres de otros mundos eligen para establecer contacto, a personas que tengan potencial de poder difundir las impresiones que resulten de esa experiencia, tal es el caso de estos dos escritores.

Particularmente, creo que el contacto de Pedro Castejón con habitantes de otro planeta fue real, y es lo que narra en los dos libros, siendo uno la continuación del otro, y constituyendo los relatos de dichos contactos mantenidos en el tiempo y separados por pocos años.

Es importante el valorar el relato de su experiencia pues constituye una información de primera mano acerca de cómo viven esos seres, cómo son, qué costumbres tienen, etc., pues ha sido una de las pocas personas que han podido tener ese privilegio y de, incluso, poder viajar a ese mundo que, presumiblemente, se trata de Ganimedes, un satélite del planeta Júpiter y que también fue visitado por otros contactados como Sixto Paz Wells y Luis Fernando Mostajo Maertens. Gracias a los testimonios de todos ellos es posible hacerse una ligera idea de cómo puede ser el diario acontecer de las vidas de esos habitantes de ese mundo y, digo ligera idea porque son muy reacios a dar detalles profundos acerca de su sociedad, no sea que les copiemos algo y, eso estaría en contra de su ética de dejar que las diversas humanidades de inferior desarrollo, como la nuestra, puedan por sí mismas avanzar y no depender de que otros les digan qué tienen que hacer; por tanto, respetan nuestro libre albedrío y tratan de ayudar de diversas maneras.

Así pues, queridos lectores, os deseo que disfrutéis de esta narración casi inédita y que tengo el honor de rescatar del olvido.

Manuel Ortega

Primera Parte

Mi Extraterrestre

1. LA RAZÓN DE ESTAS ANOTACIONES

Dice un refrán que un clavo saca otro clavo. No puedo asegurar en qué grado sea esto verdad para los clavos, pero sí puedo sostener que lo es para los recuerdos. Los medios de información, el trabajo, la familia y amigos, nos proporcionan tantas noticias al día, que muchas veces superan nuestra capacidad de retentiva, y a las pocas fechas, o meses, las hemos olvidado.

Es por este motivo, porque apartamos tan fácilmente de la memoria lo que nos ha sucedido, por lo que escribo estos apuntes. Deseo dejar constancia de unos hechos que cambiaron mi mentalidad y mi sentir hacia el mundo que nos rodea. Estoy notando que, aunque yo los creía imborrables en el tiempo, se van desperfilando empujados por otros acontecimientos. Así, teniéndolos por escrito, estarán como recientes cada vez que los lea. Y como espero que nadie se los crea, hago esta relación para mí mismo, aunque me gustaría mucho que los de mi familia, y algunos amigos, los conocieran para cambiar impresiones con ellos.

Muy lejos de mi intención, tuve unas experiencias realmente extraordinarias. Sin esperarlas, sin provocarlas ni desearlas. Y aunque digo esto, me parece que todos los que leemos ciencia-ficción, tenemos la secreta esperanza de ser, alguna vez, protagonistas de cualquiera de las aventuras, de esas asombrosas hazañas, que nos relatan los libros.

 

Mi relación con estos seres, a los que voy a considerar extra terrestres, para entenderme, para entendernos, de algún modo, los que llegaron a ser unos magníficos amigos, creo que tuvo origen en las siguientes circunstancias:

Por aquel tiempo empezó a proyectarse en un cine de Las Palmas una película que venía precedida de mucha fama, y cuyos protagonistas eran un niño y un ser de otro mundo. Un amigo mío, tuvo la ocasión de conseguir entrada para una de las primeras representaciones, lo cual era difícil de lograr, pero al no poder asistir, debido a un accidente familiar, me la cedió. Yo, por comprobar si la publicidad dada al filme, correspondía a su calidad, fui a verla, confirmando que lo que yo creía que era una cinta para niños, era superior a mis apreciaciones. Conté mis impresiones a mi familia, excitando la curiosidad de mi mujer y de mis hijos, que hicieron propósito de verla en cuanto les fuera posible.

Durante unos cuantos días no se me quitaba de la cabeza el monstruo de la película, que tomé como un fallo del director, pues no era lógico que aquellos seres, con su técnica y sus poderes, no se hubieran preocupado de mejorar sus propios cuerpos físicos. Y, al mismo tiempo, me preguntaba cuál era la causa de que, tanto literatos como dibujantes, concibieran a estos seres de otros mundos con cuerpo deforme, y con horrendos pensamientos y perversas intenciones para con los humanos. Creo que se debe a que como somos los superiores, entre los seres de nuestro orbe, y no aceptamos la realidad de otros mundos, tampoco admitimos la existencia de otras inteligencias más aventajadas.

Fechas más tarde, con ocasión de tener que hacer un presupuesto urgente, me fui a la oficina, después de las horas de trabajo, estando en la tarea más de una hora hasta terminarlo, pues había que entregarlo temprano al día siguiente.

Cuando lo tuve hecho, solo a falta de darle forma más comercial, apagué las luces, no dejando sino la de la mesa, y me senté a descansar, procurando relajarme, cerrando los ojos. Pero al alejar cifras y conceptos, vino el recuerdo de la película y, con él, los extraterrestres en su salsa de fantasía.

A los pocos segundos, una sensación extraña me hizo abrir los ojos y, con gran sorpresa por mi parte, vi, en el rincón que estaba frente a mí, una especie de huso, alto, estrecho y luminiscente, de un metro de alto. Pestañeé perplejo y miré para otro sitio, pero cuando volví la vista para aquella parte de la habitación, la cosa luminosa seguía allí. Después se recogió sobre sí mismo y desapareció. Me incorporé con algún pánico, pues no es lo mismo que estas cosas las vea uno en el cine, o que las lea, a que ocurran en su presencia. Encendí las luces y examiné el lugar. Todo estaba normal, pero lo que yo había visto, o creía haber visto, pues en aquel momento tenía mi juicio lleno de confusión, no se me quitaba de la imaginación. Apagué todas las luces y salí. No dije nada a mi familia ni a nadie, para evitar bromas y mofas. Por lo menos hasta que yo repasara el fenómeno con más tranquilidad y más espíritu analítico. Pero, conforme desfilaban los días, mi confusión y miedo se iban trocando en un deseo, casi furioso, de que el prodigio se repitiera de nuevo.

Se hizo esperar para mi impaciencia. Pasadas tres semanas, y con ocasión de estar solo en la oficina poniendo en orden unos documentos, se reanudó el portento. Yo estaba sentado frente al ángulo donde se visualizó la vez anterior para no perderme su posible formación. En esto sentí a mis espaldas como si me chistaran y volví la cabeza, viendo, con estupor, que la manifestación lumínica se había producido en el rincón opuesto a la vez anterior. En esta ocasión me encontraba más tranquilo y sin temor. Quise incorporarme, pero al intentarlo desapareció. Me parece que estuvo visible lo preciso para que me serenara y comprendiera que era algo que estaba ajeno a mí mismo.

Fue tan rápido lo sucedido que me sentía un poco frustrado, y estaba deseoso de que se reprodujera para poder estudiarlo mejor. Como yo tenía las llaves de la oficina, no me fue difícil volver pasados algunos días, después de que todos se hubieran marchado. A los quince días regresó aquella especie de tubo de neón poco luminoso. Me armé de valor y me encaminé hacia él, y, conforme avanzaba, notaba que el temor se iba trocando en confianza.

─ ¿Sigues teniendo miedo?

Me detuve. Alguien me había hablado. ¿Pero quién, si estaba solo? La pregunta la escuché de nuevo, y entonces me di cuenta de que no la oía sino que la sentía en mi cabeza.

─No. Respondí en voz alta, pero comprenderás, seas quien seas, que lo que me está ocurriendo es insólito. Me encuentro ante lo desconocido y, además, ignorando tus propósitos.

─No temas, no quiero perjudicarte ni a ti ni a los tuyos. Si quisiera hacerte mal lo hubiera hecho sin pedirte parecer. Desde ahora nos veremos con más frecuencia y, cuando hayas perdido la desconfianza me presentaré a ti tal como soy. La paz sea contigo.

Aquella forma de despedirse tenia resonancias bíblicas. Ni que decir tiene que lo que me acontecía me sacó un poco de mis cabales, y hasta en mi casa me lo notaron. Yo tenía la sensación de que me encontraba dentro de una película, como la del monstruo y el niño, pero de verdad. Con la desventaja de que no podía contárselo a nadie, ni siquiera para pedir parecer, so pena de que me tomaran por chalado. Entre tanto, mi temor y desconfianza se habían trocado en un deseo exultante de verlos, hablar con ellos, saber su forma de vivir, conocer todo lo que tuviera relación con estos anómalos y nuevos amigos, pues estaba seguro de que eran más de uno los que me visitaban. No tenía la certeza, era una corazonada, pero si uno se dejara llevar por estos presentimientos, las más de las veces acertaría.

Dos días después, no tuve más remedio que permanecer fuera de las horas de trabajo en la oficina, pues una carta que estaba a mi cargo se había extraviado sin saber cómo, y me quedé para buscarla con más tranquilidad ya que nos urgía como referencia para un pedido. Estaba revisando los archivos con verdadera meticulosidad, cuando, al marcharse el último de los empleados, sentí que me decían:

─No busques más esa carta, la tienes encima de la mesa.

Miré para el mueble y, allí estaba, en efecto.

─Nos tienes que perdonar, siguieron diciéndome, ha sido una estratagema, pues necesitaba hablar contigo y en tu domicilio no puede ser. Tu amigo Manolo López tiene, allí en Vegueta, una oficina desocupada, que te alquilaría sin oponer obstáculos. Aquel sitio es muy tranquilo y está muy bien para nuestras entrevistas. Vete a hablar con él.

No me paré a pensar si estas últimas palabras eran una orden o una sugerencia. Me daba lo mismo, lo interesante era que nuestras relaciones se iban a intensificar y ampliar, con unas posibilidades por encima de lo que yo pudiera imaginar. Como sabía las horas de trabajo de Manolo López, al otro día, temprano, salí de mi oficina para la suya. Tenía tanta urgencia que casi choco con otro coche que iba delante de mí.

Manolo se extrañó un poco de mi petición.

─ ¿Te vas a establecer por tu cuenta? ¿Y aquí, en Vegueta?

─No, no, no es por ahí. Tú sabes que donde yo trabajo estoy muy considerado y tengo un buen sueldo, aparte de que, prácticamente, soy el jefe. Esa oficinita la quiero para convertirla en estudio, y poder escribir tranquilamente cuando tenga ganas, lejos de la tele y de los altavoces de mis hijos y sus amigos. Hasta es posible que vuelva a pintar.

Te comprendo perfectamente, dijo Manolo. A mí me ocurre tres cuartas partes de lo mismo, solamente que tengo la suerte de disponer de este refugio, que me sirve de lugar de trabajo y me aísla de los demás cuando lo necesito.

Llegamos a un acuerdo, pues si la tenía sin alquilar era por no tener malos vecinos. Me puso una renta pequeña y me incluyó una mesa, ya algo antigua, tres sillas, una estantería y una máquina de escribir, vetusta y lenta, pero suficiente para mis futuras necesidades, y mi rapidez en la mecanografía.

Al otro día, después de salir de trabajar, fui a reconocer con más tranquilidad, lo que desde aquel momento llamé «el refugio», como Manolo, pues creo que dio con la palabra apropiada. Estaba planeando cómo mejorar su aspecto, pero sentí que algo querían decirme y presté atención:

─Hay mucha luz aquí para nosotros, lo que nos impide manifestarnos con más fuerza. Tienes que poner una persiana y una cortina tupida en la ventana. Cuando vayas a comprar la cortina te acompañaré para indicarte cuál es la mejor.

Puse la persiana. En cuanto a la cortina, como había oído decir que en El Kilo estaban las telas más baratas y tenían un gran surtido en cortinas, hacia allí me dirigí. Ya, de antemano, mis desconocidos amigos la tenían elegida, pues me encaminaron hasta ella, ahorrándome el trabajo de tener que escogerla. Además, no era cara. Les agradecí mentalmente su ayuda, pues como todo estarla hecho casi en secreto, era la única colaboración que podía admitir. Hice pintar el techo de blanco y las pareces las empapelé de un tono azul claro. Mesa, sillas y estanterías, fueron pintadas de ocre. Todos estos trabajos me los hizo un joven, conocido de Manolo López, que se dedicaba a estas pequeñas tareas. El mismo me colocó la cortina, que ocupaba todo el lienzo de la pared, pues quería darle al cuarto un aspecto bonito.

Hice venir a Manolo, que se quedó asombrado del cambio que había sufrido la habitación:

─Te felicito. Has tenido mucho gusto y acierto. Me parece que estoy en otro mundo.

Me sonreí. No sabía por qué Manolo dijo esas palabras, pero la verdad es que el cuarto era ya parte de otro, u otros mundos.

Mi «refugio» estaba situado en una casa, algo antigua, de dos pisos, cuyo dueño, harto de inquilinos domésticos, la había convertido en oficinas, y como apenas se quedaba nadie a trabajar después de las nueve de la noche, a estas horas el lugar tenía un silencio casi aplastante.

Desde este momento, y para yo entenderme con más claridad, voy a poner nombre a las visitas de quien voy a llamar Él, hasta llegar a la ocasión en que dijo su nombre, pero hasta esta coyuntura ignoraba si tenía nombre o se distinguía por un número. Para mí, todo lo relacionado con él era un misterio.

2. SU CUERPO

Tomé la costumbre de pasar por el «refugio» apenas salía de mi trabajo, para esperar a Él, pues tenía verdadera urgencia de ver cómo organizábamos las entrevistas para irlos conociendo, a ellos y todo lo relativo a su mundo, a ese desconocido mundo, del que no quería hacer ninguna idea para no pasarme ni quedarme corto. Por aquellos días estaba tan perturbado con el delirio de saber de sus cosas, que tenía que hacer esfuerzos para retraerme a mi sentido y meter la pata lo menos posible. Tanto en el trabajo como en mi casa, se dieron cuenta de mi excitación, y tuve que pretextar un fuerte dolor de cabeza. Hasta pasados tres días más tarde, no se presentó la forma blanca, esta vez en figura oval y en el centro de la habitación. Creció más de dos metros, tomando la apariencia de una persona vestida con un mono blanco, ligeramente luminoso o reflectante. Solamente que la cara la tenía velada por una leve niebla, que no dejaba percibir claramente las facciones. Se acercó y se sentó en la mesa.

─No he venido antes para que se te pasara un poco esa febril curiosidad que te poseía, y que sería un estorbo en nuestras relaciones. ¿Puedo cogerte la mano para que veas que soy de carne y hueso como tú, pero de otra naturaleza?

─Puedes─, respondí.

Tomó mi mano y la apretó ligeramente. No era un contacto frío, pero tampoco era caliente. Realmente en aquel momento no sabía cómo calificarlo. Mi cabeza no estaba en condiciones de analizar concienzudamente mis reacciones. Me estaba dejando llevar por los acontecimientos de un modo pasivo. Mi mano se perdía entre la suya, grande, de largos dedos. Cuando menos lo esperaba apretó fuertemente. Ante mi rictus de dolor, la soltó.

─Ha sido para demostrarte nuestra fuerza física, aunque casi nunca la empleamos, solamente en contadas ocasiones, y siempre que nos lo permitan. Nuestra fortaleza está en la mente y en los recursos técnicos que poseemos, muy superiores a los vuestros.

─Y esa técnica tan superior ¿cómo la habéis conseguido?

 

─Pues como vosotros, a fuerza de siglos de ensayos. Solamente que procuramos que nuestras máquinas sirvan para vivir, no para matar.

─ ¿Qué tiempo, en años, nos lleváis de ventaja?

─Unos quince mil años de los vuestros. Y digo de los vuestros, porque has de tener muy en cuenta que cada planeta de nuestro universo tiene distinto tiempo, sin relación con el de la Tierra.

─Tienes la cara medio tapada y me gustaría saber el motivo, si no es un misterio.

─Es a causa de que nuestro rostro difiere bastante del de ustedes y no quiero, ya que hemos iniciado esta amistad, que mi semblante te aleje de mí. Te hemos estado estudiando y creemos que eres merecedor de nuestra confianza. Cuando tu afecto hacia mí sea mayor, y la diferencia de la forma de nuestra fisionomía no tenga importancia, debido a estar suavizado por la confraternidad, ya me verás tal como soy.

3. LOS OJOS

Tuve unos días, largos días para mi inquietud, sin saber nada de él. Y conforme pasaba el tiempo, mis deseos de hablar y cambiar impresiones con mi extraordinario amigo, se me iban convirtiendo en ansiedad. Para facilitar la ocasión por mi parte, en cuanto salía de mi trabajo cogía el coche y me encaminaba hacia el «refugio», siempre con la esperanza de que aquel día no tendría más remedio que producirse el contacto. Y si esto no ocurría, mi sentimiento de frustración me era abrumador. Y menos mal que la razón se impuso y pude serenarme, pues mis amigos, con los cuales iba otros días a tomar unas cervezas y charlar, notando mi abandono, me miraban un poco inquietos y preocupados teniendo que volver con ellos para evitar metieran sus narices donde no me interesaba. También en mi casa, viéndome llegar más tarde que otros días y tan seguido, me acosaban con preguntas. Hoy, pasado el tiempo, creo que todo fue provocado por mis amigos extraterrestres para probar mi paciencia. Aún no tenía pruebas de que fueran tales, ni nadie, como es natural, me había hablado sobre su origen, ¿pero de dónde podrían provenir si no era de otros mundos o de otras dimensiones?

Un día, ya bastante irritado con ellos por no acudir al «refugio», y conmigo por hacerlo todas las tardes, presentí su presencia aunque no les veía. Él se hizo visible rápidamente, y no en forma de nube, sino en persona, si bien aún con la cara velada.

─Creía que me habíais olvidado─, le dije.

─No, ni te hemos olvidado ni hemos perdido el contacto contigo, pues es un contacto permanente. Pero sí deseábamos que tu razón y tu mente maduraran algo, y creemos que, en parte, lo hemos conseguido. Queremos que todos nuestros amigos piensen por sí solos, sin que tengamos que llevarles de la mano. No es bueno que me pidas tu opinión para casi todo, y no pienses por ti mismo, deteniendo tu evolución.

─Esta es nuestra segunda conversación, por lo tanto, no puedo pedirte tu opinión para todo, como tú dices.

─Cuando el otro día te dije que teníamos una técnica más avanzada que vosotros, tu mente quedó impresionada, y en muchos casos te gustaría que yo te aconsejara para no errar.

─Pues ya te dije antes que es la segunda vez que te veo.

─Lo haces mentalmente.

─Sí, posiblemente llevas razón, pues en mi conciencia os estimo seres superiores.

─Puede que tú lo creas así, y por mi parte te lo agradezco, pero la evolución espiritual, tanto en tu mundo como en el nuestro, como en todos los mundos de la Galaxia y del Cosmos, tiene que ser individual, obra de nosotros mismos, para que a su debido tiempo, un tiempo indeterminado, dependiente de la mentalidad de cada uno, podamos pasar a otra dimensión, donde las fuerzas espirituales son más poderosas que las materiales, me refiero a la materia que vosotros conocéis. Por otra parte, el no querer fallar, es un acto de soberbia, pues el carácter se va formando con yerros y aciertos, sabiéndolos aprovechar bien. Tengo la intención de darte a conocer todo lo que tú quieras saber y estés apto para comprender, pues por muchas explicaciones que te diera sobre reacciones atómicas, si no sabes física y química, no podrías comprender mi exposición por completo.

─Antes hablaste de dimensiones, dije yo. Un sabio nuestro hace referencia a la cuarta dimensión y los libros sagrados de los hindúes a la séptima, pero tú pareces mencionar un número mayor. ¿Puedes aclararme algo sobre este asunto?

─No creas que lo sepa todo. Concerniente a las dimensiones sé que hay veinte. Si existen algunas más lo ignoro, porque te he dicho que no lo sé todo. Nosotros pertenecemos a la quinta y podemos subir hasta la sexta y bajar a la cuarta y tercera, como estoy haciendo en este momento. Lo de subir y bajar es una expresión, no lo tomes al pie de la letra. Debería haber dicho pasar.

─ ¿Pero qué es una dimensión?, le pregunté.

─Cada dimensión es una forma distinta de agruparse la materia, de vibrar los átomos. Una materia es más sutil cuanto más alta es la dimensión, pero siempre sirviendo de soporte y máquina a seres pensantes.

─¿Cuánto tarda una persona, un ego, en pasar de una dimensión a otra?

─Eso depende del esfuerzo que el individuo haga por conocer su dimensión y abandonarla. En cuanto al tiempo, piensa que en el Cosmos no existe el tiempo, por lo menos el vuestro. Es decir, la forma que tenéis de interpretarlo. Creo que por hoy ya hemos conversado bastante. Nosotros no podemos permanecer en vuestra dimensión sino determinados minutos del tiempo de ustedes. Por otra parte, tengo mi labor sin hacer.

─ ¿Cómo tu labor sin hacer? Yo creía que no hacíais nada.

─Todo lo contrario, cada uno de nosotros tenemos una tarea encomendada, de la que podemos apartarnos algún rato.

─ ¿Una ocupación obligatoria?

─Si, una misión que nosotros mismos nos hemos impuesto. La virtud principal de nuestro mundo, la ineludible, es la disciplina en la convivencia.

─ ¿Cómo se llama vuestro mundo y dónde está situado?

─Todo eso lo irás sabiendo con el tiempo. Y hasta es posible que lo visites, aunque sea muy brevemente, todo depende del verdadero interés que tengas. Que no sea una simple curiosidad.

─Te expresas muy bien en castellano.

─Pienso siempre en mi idioma, pero la máquina traductora pone en mi mente vuestros vocablos.

─ ¿Cuándo voy a merecer que te conozca tal como eres?

─Creo que ha llegado el momento, respondió.

Aquella ligera materia que parecía niebla y que ocultaba su rostro fue desapareciendo. Me dio la sensación de que era absorbida por su cabeza, pero no puedo asegurarlo. Me dejó desconcertado, y no sería esta la única vez, sino la primera. Su técnica, sus posibilidades y sus reacciones son tan distintas a las nuestras que no tienen parangón. Más tarde, ya más acostumbrado a estos procesos, estas manifestaciones me llegarían a ser normales, todo es habituarse.

Su cara era distinta a la nuestra, pero no me pareció tan extraña, sea que yo esperaba algo más raro aún, quizás influido por la literatura. Es más triangular que la humana, ancha de frente y estrecha de barbilla. Tienen la boca pequeña y los labios delgados, la nariz no grande. El pelo, muy rubio, casi blanco, lo llevaba en melena.

Pero lo más notable de su semblante, el rasgo más interesante, eran sus ojos. Más grandes que los nuestros, oblicuos, y rasgados hacia las sienes. En ellos se destaca una pupila grande y dorada, no como si fuera una placa metálica, sino compuesta de muchas chispitas que parecen emitir luz, rodeada de un delgado cerco azul claro. Yo veía un rostro extraño, distinto, pero no desagradable y mucho menos repulsivo. Le sonreí y su cara se iluminó. No hizo ningún gesto ni ademán, pero sentí que su afecto me envolvía.

─Desde este momento─, me advirtió, ─cuando venga a verte y antes de hacerme ver apagaré por dos veces la luz. La paz contigo.

Y se disolvió.

4. SEXO Y MENTE

Pasaron tres días, y estando sentado en el «refugio», esperando, la luz de encima de la mesa se apagó muy rápidamente por dos veces. Me puse muy contento con la visita, pues por mucho que me dijera de independencia de pensamientos, lo cierto es que formaba parte de mi vida. En este momento llamaron a la puerta. Muy sorprendido, porque yo creía que nadie sabía que yo estaba allí, y muy molesto porque me iba a privar de hablar con mi amigo de la otra dimensión, me levanté para abrir, con el humor que ya pueden figurarse. Abrí violentamente, en el umbral estaba un hombre como de unos treinta años, vestido con pantalón vaquero y camisa, que sin decirme nada avanzó hasta el centro de la habitación. Cerré la puerta y me acerqué a él para decirle unas cuantas cosas, pero cuando le miré a la cara toda mi cólera desapareció. Aquellos ojos, aún normales, eran inconfundibles. Tomó una silla y se sentó junto a la mesa. Al otro lado lo hice yo.

─Perdona mis malos modos, pero comprenderás mi estado de ánimo─, dije.

─No tiene importancia. Todas las malas vibraciones que habías creado las has destruido al comprender tu equivocación.

─ ¿Cómo has podido tomar la figura humana?

─Nosotros somos capaces de asumir la forma que deseamos o que nos haga falta. Podemos crecer o empequeñecernos. No sin trabajo de nuestra mente como comprenderás. He tomado vuestra apariencia para que te des cuenta de lo que somos capaces. Y ahora escúchame: al presentarme ante ti, tengo que acumular materia de vuestra dimensión para que tú me veas. Podíamos evitarnos este trabajo, que unas veces nos cuesta más esfuerzos que otras, haciéndote una pequeña intervención en tu cerebro con el fin de actualizar unas facultades que tienes dormidas.

─ ¿No me perjudicará para mi trabajo?

─No, al contrario, te ayudará.

Yo dudaba. ─Bien, probaré─, dije.

─No, no, así no. No podemos actuar sobre nadie si el sujeto, para quien vamos a hacer la labor, no está plenamente convencido y nos permite el trabajo con toda su voluntad.

Mi «voluntad» oscilaba entre el miedo, la esperanza y el deseo de ayudarles. Al fin, totalmente convencido, le di mi aquiescencia con toda responsabilidad.

─Bien, pregúntame todo cuanto quieras para disipar tus dudas, Pedro, que yo, gustoso, te informaré en lo que pueda.

─Sabes mi nombre, pero yo ignoro el tuyo, pues me figuro que tendréis un nombre o distintivo.

─Tenemos un nombre, como vosotros, el cual va impreso, junto con otros datos, en nuestra chapa de identidad.