Mariposas en la boca

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Mariposas en la boca

Mariposas en la boca

Pedro Agudelo Rendón



Agudelo Rendón, PedroMariposas en la boca / Pedro Agudelo Rendón -- Envigado: Institución Universitaria de Envigado, 2021.84 páginas: ilustraciones.ISBN electrónico: 978-958-53727-6-4ISBN impreso: 978-958-53727-5-7Cuentos colombianos – 2. Literatura colombianaC863.44 (SCDD ed. 22)

Mariposas en la boca

© Pedro Agudelo Rendón

© Institución Universitaria de Envigado, (IUE)

Edición: septiembre 2021

Publicación electrónica: septiembre 2021

Impresión: noviembre 2021

Hecho los depósitos legales

Rectora

Blanca Libia Echeverri Londoño

Director de Publicaciones

Jorge Hernando Restrepo Quirós

Coordinadora de Publicaciones

Lina Marcela Patiño Olarte

Diseño y Diagramación

Leonardo Sánchez Perea

Corrección de texto

Erika Tatiana Agudelo Olarte

Edición

Sello Editorial Institución Universitaria de Envigado

Fondo Editorial IUE

publicaciones@iue.edu.co

Institución Universitaria de Envigado

Carrera 27 B # 39 A Sur 57 - Envigado Colombia

www.iue.edu.co

Tel: (+4) 604 339 10 10 ext. 1524

Impreso en Colombia – Printed in Colombia

Los autores son moral y legalmente responsables de la información expresada en este libro, así como del respeto a los derechos de autor. Por lo tanto, no comprometen en ningún sentido a la Institución Universitaria de Envigado.

Prohibida la reproducción total o parcial del libro, en cualquier medio o para cualquier propósito, sin la autorización escrita del autor(es) o del Fondo Editorial IUE.

Contenido

Carátula

Portadilla

Portada

Créditos

Prólogo

HISTORIAS DE CRISTAL

Caperucita y el lobo (la historia antes de la historia)

Los fugados (variaciones de un amor imposible)

El personaje principal (la historia después de la historia)

La Bella Durmiente

La Cenicienta

Los Tres Cerditos

DIBUJOS EN FRAGMENTOS DE PAPEL

Las manos

El dibujante

Nocturna

Mariposas en la boca

FRACTURADOS

Lo que el viento se llevó

Romeo Montesco

Ulises

DEL LADO DE LOS SUEÑOS

Anarquía de los vampiros

Nostálgica

Fidias

Reseña del autor

Colofón

Contracarátula

A V.,

cuyo nombre habita en mi boca

como una mariposa amarilla.

Prólogo

Algún día tendrás la edad suficiente

para volver a leer cuentos de hadas.

C. S. Lewis

Todos los cuentos de este libro tienen en común la fascinación por el lenguaje, la vuelta a la literatura y el aspecto melancólico y sublime de sus protagonistas. Mariposas en la boca recrea personajes clásicos, construye nuevas imágenes de seres fantásticos y crea un mundo idealizado en el que todo empieza a derrumbarse. Hay en este universo una mirada a la vez amorosa y satírica, ingenua y destructiva. Conjuga lo despiadado y vampiresco con lo infantil y tierno, muestra el camino que conduce a la felicidad y que resulta fracturado por el fracaso. Hay, en las historias, un camino hacia la esperanza y un viaje al pesimismo, matizado por un manejo del lenguaje poético y literario que expone lo mejor y lo peor del ser humano.

En cada relato se aprecia tanto el placer de quien lo escribe como el goce que viven los personajes, incluso si la historia resulta trágica o irónica. Este goce es el que espera alcanzar también el lector, no tanto para obtener un rédito de la lectura como para hacer posible la afectación en el acto mismo de imaginar.

Las historias se cruzan como se cruzan las vidas de las personas en la vida real. Por eso cada relato nos pone delante de la incertidumbre de la ficción, como si acaso la realidad misma no fuera un sueño o como si en los sueños nos encontráramos todos. Esta forma radical de ver las cosas muestra cierta nobleza o crueldad que aflora en los personajes, entonces cada cuento nos habla, nos señala y nos dice que todos somos lo mismo. Padecemos una verdad que parece cuento de hadas, acontece la vida en las palabras que decimos. El autor y los narradores parecen saberlo: hemos salido de la literatura y de su ficción, y eso no nos salva del paisaje desolador de la existencia.

El libro que tiene el lector en sus manos lo llevará por espacios en los que el lenguaje se transgrede, las historias clásicas se deconstruyen y la realidad se distorsiona. En el camino se encontrará con Caperucita o la Bella durmiente, pero acaso nada de esto sea real y, como en los cuentos, terminará desdoblado en una realidad que pugna por salir a flote.

Laura García

Bogotá, 10 de octubre de 2021

HISTORIAS DE CRISTAL

Si sueñas algo más de una vez, seguro que se hará realidad.

La Bella Durmiente

Pero Jace —replicó ella—. Todos los cuentos son ciertos.

Cassandra Clare


Fracturado. Carolina Muñoz Valencia. 2020.

Fotografía digital. 60 × 40 cm. Colección de la artista.

Caperucita y el lobo (la historia antes de la historia)

Caperucita dijo su nombre mientras devoraba, una a una, cada letra. Ella supo del vestido rojo, de la capa de seda, de la capucha de algodón y del fieltro que se enredó en el bosque. Y supo del lobo que danzaba solitario en la noche mientras la leche crecía en el vientre de la luna; supo de la noche en que el alma fiera quiso besar sus labios de azúcar. Ella supo de la trampa de la abuela, del cazador furtivo, de las pisadas fingidas. Adivinó el engaño, el camino hecho de flores artificiales que la deslumbrarían a su paso. Supo de la canastita cubierta de pergamino, de los pastelillos que no eran de hojaldre ni tenían huevo ni harina, de las fresas salvajes que se dejaron arrancar sin resistencia y de las púas de las ramas que las sostenían y que, por primera vez, no rasguñarían su piel de alabastro. Supo de las palabras fingidamente amorosas de su madre, de esas palabras almidonadas con sustancias ocultas; se enteró de la extraña ausencia de su padre, de un hermano engreído que nunca había vivido con ellos. Supo que su nombre era falso, que su madre la engañaba con cuentos de fantasía, que esa tarde su abuela no estaría en la casa de la montaña y que si acaso estaba, no sería ella.

Caperucita supo del engaño antes de que el engaño se fabricara. Supo de un mortal que pronunciaría su nombre, supo del lobo que seguiría sus pasos, de las cartas de amor furtivo entre su madre y el cazador. Desentrañó los sueños fabricados y los hilos que las parcas extendían por los cielos para luego cortar sin piedad y deshacer la fortuna y los buenos augurios. Supo del cielo gris en la tarde, de los vecinos ausentes en la comarca, del perro san bernardo que rondaba el bosque, del duende que la vería cruzar por la vereda explayada.

Se enteró de la treta inmemorial, del camino falso, de la casa construida como un espejismo en lo más alto de la colina. Supo que atravesar el umbral de la historia significaría la muerte del lobo; que correr detrás de él en la noche ciega traería para ella su perdición; que dejar que la siguiera sería un signo de muerte para su abuela; que si regresaba a casa, el corazón de su madre se quebraría como un espejo maldito; que si llegaba a la cabaña, su abuela o el fantasma de su abuela sería engullido de un tirón. Por eso tomó el camino incorrecto, aceleró el paso cuando sintió que una sombra la seguía, se desvió en la llanura y entró en la cabaña incorrecta donde no había abuelas ni lobos que habían devorado abuelas; entró a otra cabaña —menos tosca, menos falsa— donde nadie esperaba pastelillos de guayaba y queso, donde nadie creía en los lobos ni suponía que alguien usara una capucha roja. Al cruzar la puerta, un lobo la esperaba mientras decía su nombre con sabor a poesía. Sus ojos también fabricaban su nombre. Lo supo cuando la miró y sintió que le tocaba el alma con esa mirada de fuego. Era el lobo de sus sueños, ese que siempre la devoraba de la misma manera y que siempre perdía la vida cuando el cazador llenaba su vientre con piedras y guijarros de arcilla. Era el lobo que, en sus delirios, también la tenía a ella rondando sus pesadillas, el lobo que soñó un cuento en el que ambos morían.

 

Todos se habían equivocado. El engaño no surtió efecto: Caperucita lo conoció antes de que alguien dijera su nombre. Se equivocan quienes creen que ella, por huir del engaño, llegó al lugar equivocado. Caperucita supo llegar a la cabaña correcta y allí se entregó a la noche de la que ya no despertaría jamás.

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