El destino de Aries

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—Bueno, ese vestido. —Lo mira a detalle.

—Es de Antonio Alabi.

—¡Alabi!, ese vulgar ladrón, siempre abaratando sus precios y dejando poca calidad. Louse tiene mejores ofertas.

—Sí, bueno. Ya tengo que irme. —Nemo da media vuelta y sigue su camino. Después de un rato de deambular, topa con la herrería.

—Hola —saluda al ver a un hombre.

—Sí, ¿en qué te puedo ayudar?

—¿Es usted Gari?

—Así es. —Deja su martillo y se seca la frente.

—Vengo para preguntar por Curbano, ¿lo conoce?

—Desconozco a esa persona —dijo de manera renuente.

—¿Seguro?, alguien me comento que… —No termino frase alguna cuando Gari la arrastró fuera del establecimiento.

—Mmm, tendré que averiguar qué pasa con este sujeto. «No te involucres», dijo el ángel, parece broma.

Pasó un rato platicando con las personas a su alrededor, los fayunes no parecían estar muy interesados en ese hombre, mas los ocupados arrieros tenían una historia que contar.

—¡Oh!, el herrero, desde que su hija le fue arrebatada ya no es el mismo, pero qué se le va a hacer, donde manda capitán…—dijo una chica llamada Sahara.

—¿De qué hablas?

—Nosotros los arrieros y agricultores no somos más que esclavos. Gari obtuvo su independencia al conseguir el suficiente dinero para pagar su compra. Puso su tienda, tuvo una familia y esa hermosa hija. Pero su comprador no se iba a quedar sin más ganancias, secuestró a su hija y la vendió a Cirenaica. Los fayunes pueden ser rencorosos, en verdad, si se escapa su propiedad —explicó la chica.

—Entiendo, por eso no confía en nadie.

—Así es. Pobre Gari. —La chica no dijo más y siguió en sus labores.

Nemo no tuvo que pensarlo, si hallaba a su hija, seguro Gari la ayudaría. Se dirigió a Alabi para obtener el dinero. Regresó con el vestido hecho una garra, era tan delgado que se deshizo con el caminar de la joven.

—Pero ¿qué has hecho?

—Ponérmelo, fue todo.

—Vete de mí vista, toma tu dinero.

Nemo esperó el anochecer para poder escapar de la ciudad amurallada. Continúo su camino hasta el cruce.

—A Cirenaica entonces —dijo. Su entusiasmo fue mermando al darse cuenta de que era un viaje de 3 días en un camino oscuro y desértico. El sendero hacia la ciudad era bastante claro, solo que muy lejano. Al oeste había algo extraño, parecía rojo, no era un espejismo, ¿existía en verdad? Al paso de las horas aquel lugar se volvía más claro.

—Un bosque con hojas rojas —dijo sorprendida, parecía absurdo encontrar algo así en un desierto, pero esto no era la ciudad que estaba ansiosa por encontrar.

Ya era el cuarto amanecer que pasaba tratando de llegar a Cirenaica, mas fue compensada al encontrar un camino de piedra que rodeaba aquel bosque extraño, aunque lo que había en una rama no era nada alentador.

—Solo espero que no sea la hija del herrero —dijo al ver el cuerpo de una mujer colgada del cuello.

Pasó un puente, el primer río que veía hace días, escuchó un murmullo a su izquierda, parecía la silueta de una mujer oculta en la tenue luz entre los árboles que había alrededor del río. Nemo sintió un ligero mareo, se sostuvo con la mano derecha en el puente, miró su reflejo. No parecía ella, era otra persona que la observaba por debajo del agua. Su mirada estaba clavada en su rostro. Repentinamente, aquella mujer saltó del fondo del río dejando ver su verdadera forma, un rostro putrefacto y deforme. Nemo fue arrastrada al interior.

Poco a poco, fue recobrando la conciencia, cuando recuperó su postura no tardó en volver a perder la cordura, estaba debajo del agua del río. Un bosque iluminado por la luna que estaba a punto de desaparecer, una pequeña laguna y un tronco que servía de asiento a una mujer que cubría su rostro.

—¡Hey! ¿Quién eres? ¿Qué te ha sucedido? —preguntó mientras se aproximaba lento. La mujer solo sollozaba.

—Oye, te hablo. —La tomó por el hombro. La mujer sujetó su mano y la miró inmediatamente. Nemo se echó para atrás lo más rápido que pudo, pues ella tenía el rostro desgarrado.

—¡Ayuda, me han arrojado! —gritó.

—¿De qué hablas?

—No soy, no soy, ¡no! —decía gritando.

—No te entiendo.

—¡Quiero venganza!

—¿Qué?

—Venganza, quiero descanso… —Cubrió su rostro con sus manos.

—¿Qué te han hecho?

—Bruja no soy, tú me entiendes, eres inmortal. Toma, búscalo, él sabe. —La mujer saca un anillo y se lo entrega a Nemo.

—De acuerdo, pero vas a tener que ser más específica.

—Mary es mi nombre; matrimonio, Royer, mi vida. Suegra, bruja maldita; río, frío como el hielo. Mil agujas atravesando mi rostro. —La mujer interrumpe sus lamentos cuando siente algo venir, mira hacia atrás con temor.

Una sombra negra sale desde el agua arrastrándola al fondo, Nemo trata de alcanzarla cuando es cegada por un flash. Ella yacía en el puente, talló sus ojos y sintió algo extraño. «El anillo», lo admiró por un momento. Siguió su camino sin olvidar las palabras de esa mujer atormentada, parecía que había sido víctima de un acto despiadado y sombrío, tan sombrío como la entrada principal de la ciudad Cirenaica. No era colorida ni tenía algún guardia, parecía que no les importaba quién entrase o saliese, después de todo, quién se aventuraría a cruzar cerca de tan curioso bosque.

Nemo vagó por las calles tratando de encontrar señales de los pobladores. Las voces de miles de personas parecían concentrarse en un solo lugar, en el centro de la ciudad. Los habitantes permanecían estáticos observando a un grupo de personas vestidas de túnica negra. Estas rodeaban una jaula dorada donde había tres mujeres con la cabeza cubierta y con las manos atadas a sus espaldas. Se apreciaba el ritmo de una música extraña, una flauta, una guitarra, un arpa, un tambor y una gaita generaban esa melodía tranquila, pero aterradora. Entre los uniformados había una mujer, parecía ser la que llevaba la batuta de la festividad.

—Venga, es su hora. Veneremos al gran señor —dijo. Las mujeres fueron liberadas de la jaula.

—Yo, el gran sacerdote honro a nuestro señor con estas tres almas —continuó mientras arrojaba sangre a las víctimas— y con ello volverá el sol de cada día a Cirenaica. —Todos los pobladores alzaron las manos y gritaron al unísono—: ¡Kaven, kaven! —La mujer abrió una pequeña caja dorada, de esta emanó una bruma rosa que envolvió de inmediato a las mujeres manchadas de sangre. Sus gritos de agonía se escuchaban aún entre la exclamación constante de los espectadores. La bruma volvió lentamente a esa caja extraña, de aquellas damas solo quedo un esqueleto.

—Pero ¿qué es esto? —Nemo queda inmóvil ante la reacción indiferente y fría de los pobladores. El sacerdote tomó una cubeta de sangre y, sin demora, se bañó con esta. No pudo ver más, los encapuchados lo cubrieron con una manta café y alejaron a los curiosos, con un día ya avanzado ella solo buscó refugio y volvió al día siguiente.

La ciudad estaba tranquila, de la sangre de ayer ninguna palabra se oía, a pesar de ser una persona curiosa, la gente no le tomó importancia, estaban tan acostumbrados a los forasteros que uno más no hacía la diferencia. Preguntó a un par de personas por el hombre que describió la atormentada en el puente, al parecer, formaba parte del grupo que llevó a cabo el oscuro evento del día anterior. Caminó hasta encontrar el templo con la cúpula roja, en el interior no había demasiado, lo que más resaltaba era una estatua deteriorada cuya forma era difícil de descifrar. Alguien entró repentinamente a la nave central preguntando por los asuntos de su presencia.

—Solo estoy buscando a Royer.

—El hermano se ha retirado, puede volver mañana.

—Gracias… —Ella interrumpe sus palabras al oír un grito que venía del interior de una puerta a la derecha—. ¿Qué fue…?

—La benevolencia venga a nosotros. —Se retiró sin escuchar. Su curiosidad no pudo esperar, trató de abrir la puerta de dónde venían aquellos gritos, la suerte no podía ser perfecta, estaba cerrada con llave. Sin duda, ese hombre debería saber algo, así que comenzó a seguirlo. De regreso a un melancólico cementerio lleno de lápidas sin nombre o fecha, la arena ya había cubierto las estelas a la mitad, algunas apenas se apreciaban. Entre estas se erigía una de tono plateado, el hombre se paró frente a ella e introdujo una llave en un agujero, una trampilla en el suelo dejó ver una escalera subterránea, dentro había bastante ruido, parecía que corría cerveza y vino.

Del lugar salieron otros tres miembros del grupo, uno estaba lo suficientemente ebrio como para desmayarse entre las tumbas. Nemo tomó la túnica y la llave para poder acceder a la zona. Al entrar, una mujer le dio la bienvenida.

—Hola, cariño. ¿Quién te ayudará?

—¿Ayudarme?

—¿A quién visitas hoy?

—Hum, vengo por algo nuevo.

—Oh, bien. Las nuevas alternativas no estarán disponibles hasta mañana, tenemos envíos de Memphis, Fayún y las tierras del sur.

—¿A partir de qué hora? —preguntó al instante al escuchar la ciudad de Fayún.

—Qué impaciente, a partir de las 7 p. m.

—Entonces volveré mañana a esa hora.

—Claro, las distribuiremos por todo el bar.

—Espere, ¿qué pasa si quisiera verlas a todas primero?

—Tendrías que pagar una gran suma de dinero, por lo menos 10 monedas de oro —dijo después de reírse.

—Toma, necesito verlas, en verdad quiero saber si vale la pena. —Dio las 10 monedas a la mujer.

—De acuerdo, pero solo te daré 15 minutos con ellas —respondió tras espabilarse de su sorpresa.

—Es todo el tiempo que necesito.

 

Nemo sale del bar y decide hacer tiempo investigando esta secta de la benevolencia, esconde la túnica y la llave en una tumba. Preguntó a todos los que pudo acerca de lo que vio el día que llegó, pero siempre recibía la misma respuesta: «Es la voluntad de la benevolencia», decían.

—Te dije que no te involucraras —le dijo un hombre con la cabeza cubierta, era el ángel.

—Eres tú.

—Sígueme —comenzó a caminar con Nemo siguiendo sus pasos, en un callejón lejos de la mirada de los habitantes se destapó la cabeza.

—Oye, no me estoy demorando a propósito, las pistas de este sujeto me llevan de un lugar a otro, tuve que hacer un viaje de casi cuatro días y ahora me encuentro con esta gente loca que se baña con sangre, ¿qué demonios sucede? —dijo Nemo con desesperación.

—Tranquila, conserva la calma. En esta ciudad viven de un fanatismo particular, son gente temerosa que creen en aquellos que les muestran trucos y fantasías. La mujer que tú viste es la creadora de una secta que controla la ciudad Cirenaica, su nombre es Iboric. Muchos han tratado de terminar con esa ridícula tradición, pero no es fácil acercarse a ella —explicó.

—¿Por qué no hacerlo tú o aquel sujeto llamado Raduma?

—Estoy seguro de que notaste la peculiaridad de la bruma rosa que ella tiene. Se le conoce como la esencia de Sekhmet, esa nube puede devorar cualquier cosa, cualesquiera que sean las cualidades de lo que engulle se lo otorgara al invocador.

—Entiendo, si te engullera seguro sería un problema, la mujer se volvería superpoderosa.

—Eso también te incluye a ti. Si ella te descubre, te pondrás en gran peligro. Si vas a hacer esto, tienes que tener tus precauciones.

—¿Ella es una especie de bruja?

—Claro que no, es solo una mujer vanidosa con un arma poderosa.

—Oye, hace unas horas descubrí una especie de prostíbulo, si lo podemos llamar de esa manera.

—Iboric creó un mercado negro de esclavos, más específicamente de mujeres. Lo hace ver como un negocio, pero realmente es una carnicería. Ella las explota en ese lugar, cuando ya no son lo suficientemente relevantes las mata tal y como tú viste cuando llegaste a Cirenaica.

—Lo que más me sorprendió fue la reacción de la gente, bueno, realmente no hubo ninguna.

—Esa es la otra parte de la historia, les ha hecho creer que este rito es para conseguir el favor de un dios que no existe.

—Bueno, ¿cómo puedo llegar a esta mujer? Tal vez pueda deshacerme de esa caja dorada.

—A Iboric no la encontrarás fuera de ese templo, te recomiendo que aún no la confrontes, trata de hacerte de aliados y mayor información.

—Oh, claro. Mira, tengo este anillo. —Muestra su mano.

—Mmm, ya había escuchado de una mujer que aparecía en ese puente, si ella te envío aquí seguro que tiene que ver con este ridículo rito. A las afueras de la zona oeste de la ciudad vive una anciana, durante un tiempo estuvo dentro de esta secta, búscala, tal vez ella pueda decirte algo más.

—De acuerdo. —El ángel se retiró una vez acompaño a Nemo a la puerta oeste.

Era un camino desolado, parte de una sección del bosque rojo que ya se había secado. Un tronco atravesaba un risco, este se derrumbó cuando ella alcanzó la mitad del improvisado puente. Miró a lo lejos, del otro lado había tres figuras, alerta por el ruido.

—No otra vez —dijo un hombre.

—Necesitamos esa leña o nuestro padre nos pateará de nuevo —refunfuñó un segundo.

—No soporto que siempre tengamos que llevar madera blanca —añadió un tercero.

—Oye, amiga, ¿viste cómo se cayó el puente? —Uno de ellos se dirigió a Nemo.

—No, lo siento.

—Para mí que fueron esos malditos andantes, siempre tragándose todo —contestó otro.

—O tal vez fue esa bruja de la cabaña rosa.

—Te he dicho mil veces que esa mujer no es una bruja.

—¿De verdad tienes la certeza de eso?

—Ya basta, hay que ir del otro lado.

—Esperen, al otro lado hay criaturas —advirtió Nemo.

—¿Qué? En este lado no hay muertos, están muy lejos del cementerio y del bosque rojo. Esta zona ya no es prolífera para estos seres sedientos de vida. Vamos, crucemos por las cuevas.

—¿Les importa si los acompaño?, también necesito cruzar —preguntó Nemo.

—Claro —contestó uno de ellos.

Los tres leñadores y Nemo caminan por la vereda cerca del precipicio, llegan a una plataforma donde hay una escalera en zig zag. Comienzan su descenso por la tambaleante escalera, algunos animales y ruidos extraños los acompañan. Cuando logran alcanzar el fondo, el ambiente se vuelve diferente, escuchan pasos que los rodean, podrían estar cerca o lejos, no lograban discernir.

—¿Habrá alguien más aquí abajo? —preguntó uno de ellos.

—No creo, nosotros somos los únicos idiotas que bajamos a este lugar, Yack.

—Quizás sea el eco de nuestros pasos, Jack.

—Sigamos caminando, Jack, Yack.

—¿Los tres se llaman Jack? —preguntó Nemo.

—Sí, pero él es Jack con J, yo soy Yack con Y y el otro es Llack con Ll, somos trillizos, nuestros padres no pensaron demasiado nuestros nombres.

—Bueno, Yack, Llack, Jack, ¿Dónde está la cueva?

—Debemos seguir la corriente del pequeño río, al topar con un árbol en forma de U veremos la entrada a nuestra izquierda —respondió Yack.

En su andar, aquellas sombras que ella vio se hicieron presentes de forma violenta y decidida, Jack reacciona cortando la cabeza a uno de los andantes con el hacha.

—Eh, ¡Yack!, ¿necesitas ayuda? —gritó Jack.

—Estoy bien. Nemo, córtale el pie —grita Yack.

—Claro, te asisto. —Nemo corta el pie del andante y Yack remata en su tronco.

—A cortar leña —dijo efusivo. Ella observa, faltaba uno, cuando la euforia desaparece se da cuenta de que el tercer cadáver estaba justo detrás de Llack.

—¡Llack con L, cuidado! —gritó, pero no fue suficiente, ya había perdido la cabeza. Yack y Jack observaban como su hermano era devorado hasta las entrañas. Los cadáveres se volvieron a levantar y otros tres aparecieron.

—Escuchen, siento lo de su hermano, pero no es momento de lamentarse, pongan atención o los próximos serán ustedes, ¡me oyen! —Nemo les llamó la atención con desesperación.

—Pero ya lo has visto, se han vuelto a levantar —dijo Jack al secarse las lágrimas.

—Lo veo, pero no tenemos alternativas, hay que derribarlos y correr de vuelta a la escalera, tal vez en la cueva haya más —señaló Nemo.

—¿Esperas que dejemos aquí a nuestro hermano? —replicó Yack.

—Yack, si no nos vamos, nos quedaremos aquí con él —respondió Jack.

—Pero… —Yack continúo en su sollozo.

—Dejen de hablar y pongan atención.

—De acuerdo. —Yack secó sus lágrimas—. Estoy listo. —Yack se lanzó contra los cadáveres sin más, no escuchó a los demás acercarse, al instante perdió un brazo y una pierna. Nemo cae al suelo al sentir el peso de otro de ellos, Jack no tuvo alternativa, su hermano ya estaba perdido, arremetió contra el agresor de la joven, pero él no tuvo oportunidad, su descuido le costó la vida. La espada iluminada volvió polvo otro andante, cuando se vio libre de ataques corrió hasta la escalera. El movimiento brusco de sus perseguidores venció la vieja estructura, al saltar logró sostenerse de las rocas del risco, —Demonios —dijo al perder la espada. Una pequeña roca golpeó su frente, al levantar la mirada notó que uno de los andantes venía bajando el risco en su dirección, cayó al fondo cuando este mordió su mano y arrancó sus dedos. Con su mano izquierda logró alcanzar la espada para protegerse de la criatura que saltó de lo alto de la pared. Cuando se incorporó, tenía la atención de los cinco muertos. Tapó sus ojos tras un repentino destello.

—Vaya, no lo creía, en verdad eres tú —dijo una voz masculina. Ella no emitió ninguna respuesta, la sensación de agotamiento en su cuerpo la rindió y se quedó de rodillas. Del otro lado del precipicio, el hombre la sanó y su cuerpo se reintegró.

—Debes tener cuidado con los cadáveres sin alma, estos no se desvanecen así los cortes en pedazos. Es una lección que también aprendieron tus compañeros, los que ya lograron encontrar a Curbano, el tercero ya va en camino y el cuarto se encuentra cerca de aquí, tal vez lo conozcas —dice vagamente Raduma.

—¿De qué hablas? —preguntó Nemo.

—Oh, claro, aún no te lo explicamos. Verás, no eres la única que está pasando por esto, estoy sorprendido de la peculiaridad de este pequeño grupo, los dioses tienen sentido del humor. Pero bueno, eso no es conversación para lugares inhóspitos —vuelve a divagar.

—Siempre dices eso.

—¿De verdad?, es la segunda vez que lo digo. Ya, vamos, levántate. —Raduma da la mano a Nemo para incorporarse.

—Bueno, pues debo terminar lo que empecé en esta ciudad.

—Oh, claro, esa mujer y su esencia diabólica no dan más que problemas. Solo me da más trabajo tener que mover almas de aquí para allá y luego dejarlas en un lugar de poco acceso —suspira después de volver a divagar.

—Oye, tengo que seguir, gracias por tu ayuda.

—Mmm… —Raduma rasca su mentón.

—¿Qué pasa?

—Creo que puedo ayudarte, de todos modos, necesito deshacerme de esa loca mujer.

—¿No era peligroso acercarse?

—Lo es —contesta el ángel.

—Mira quién llegó, y tarde, para variar —dice Raduma.

—No seas imprudente.

—Oh, vamos, no hagas drama.

—Típico de ti, rompiendo las reglas en el momento menos oportuno.

—Vamos, ¿no te parece interesante lo que sucede aquí? Ella ha hecho más progreso acerca de este asunto de Iboric que nosotros en años.

—Este no es nuestro asunto, solo es el resultado del trabajo de esa bruja imprudente.

—Al final es parte de nosotros. —Raduma se encoje de hombros. —Y hablando de ella, ¿vas a permitir que la devoren cada vez que la rodeen? —señala a Nemo.

—Esa es una buena pregunta. —Ella se cruza de brazos y levanta las cejas.

—Y tú, ¿vas a permitir que te devoren cuando te rodeen? —pregunta el ángel a Nemo.

—Pero qué frío. Pero ya me has convencido, dejaré que todo fluya a su ritmo —dice Raduma mientras se aleja.

—Lo voy a seguir, no confío en él. Estarás bien, no detectó nada cerca —Se va en la dirección de Raduma.

Nemo camina por la vereda y por fin encuentra la cabaña rosa, toca la puerta, pero nadie abre, escucha que alguien cava en la tierra. Una mujer sembraba en un jardín.

—Hola.

—Sí, ¿quién eres?

—Disculpe que la interrumpa, tengo algunas preguntas acerca del rito de benevolencia, sé que usted alguna vez fue miembro.

—No tengo intención de recordar ese lugar, ahora solo cultivo flores —dice la mujer mientras se dirige a su casa.

—Espere, esto es muy importante, estoy tratando de ayudar a una mujer llamada Mary. —La sigue con insistencia.

—¿Mary? —La mujer se detiene bruscamente.

—Sí, este es su anillo.

—Pero ¿de dónde lo sacaste? —inspecciona el anillo.

—Ella me lo dio.

—Sígueme. —La mujer la invita al interior de la cabaña.

Dentro había un fuego acogedor, una taza de chocolate caliente reconfortó el paladar de la cansada mujer.

—Estoy sorprendida, que traigas este anillo y menciones a Mary, podría tratarse de una broma, pero no veo ningún intento de mentir en ti. —Toma un gran suspiro—. Verás, hace 100 años fue la sucesión del gobernador de Cirenaica, era un hombre joven y vanidoso, solo pensaba en cuanto objeto exótico pudiera conseguir. A las afueras de esta ciudad está ese bosque místico y extraordinario, nadie se atreve a entrar por miedo a los muertos, pero él no era uno de ellos. Mandó un pequeño ejército al corazón del bosque, solo regresó un joven moribundo en cuya mano había una página con escritura extraña. Él encontró a alguien capaz de interpretar y ese fue su final, esa persona era Iboric. Ella creó esa esencia y mató al soberano. Por temor, nadie se levantó en su contra y entonces tomó el control del gobierno, yo era parte del consejo, así que presencié sus horrores por un tiempo.

—La esencia de Sekhmet, ¿cierto?

—Aún no, la esencia se desvaneció. Pasaron 20 años para que una flor creciera en ese pantano, su hija era muy bella y generosa, el pueblo esperaba una sucesión y así lo comenzamos a maquilar, pero ella se dio cuenta. Entonces mejoró la formula y usó su propia sangre. Hizo que su hija devorará la esencia, el alma de aquella chica fue expulsada de su cuerpo y así Iboric se pudo apoderar de ella, un intercambio entre cuerpos y almas. ¿Viste la estatua en el templo?

 

—Sí, no tenía una forma muy definida.

—Es Iboric. Justo después del intercambio, ella lanzó la esencia en contra de su propio cuerpo, este tragó el alma de la chica y le otorgó toda la juventud al cuerpo de su hija. Como alma y cuerpo no eran el mismo, este se convirtió en piedra. Pasado un mes, Iboric, convertida en su hija, salió a la luz con una historia de maldición y desgracias, decía que la falta de fe había convertido a su madre en piedra.

—¿Pero es que nadie se dio cuenta de este evento?

—Solo yo, por eso fui expulsada.

—¿Cómo funciona el rito?

—La esencia se volvió más voraz con el tiempo, ahora necesita tres mujeres. Debe extraer su sangre, bañar a las mujeres para invocar la esencia, luego ella debe empaparse para que las virtudes de las victimas nutran su cuerpo.

—Entiendo, ¿hay manera de parar esto?

—Yo contacté personalmente con los guardianes del bosque rojo, la esencia de Sekhmet es una creadora de almas, con el tiempo tendría la energía suficiente para tener una «hija», un alma pura. Esa es Mary.

—Mary, ¿la chica del puente?

—Sí. Hace 30 años se concibió esa alma, pero Iboric la mantuvo en secreto. La crio durante 25 años.

—Pero ¿para que la necesita?

—Ella…—La mujer comenzó a ponerse roja.

—¿Qué sucede? ¿Está bien?

—No… me… deja… —La mujer se coloca las manos en la garganta.

—Señora…

La anciana cayó en el suelo asfixiada. Nemo quedó confundida, la información que parecía ayudarla se fue con esta mujer. Comenzó a inspeccionar la cabaña, encontró un pequeño diario en el que venía la palabra «guardiana roja», quizás si encontraba a este personaje podría orquestar el fin de los tormentos de Cirenaica. Cogió una soga para bajar por el risco, comenzó a alistarse para cruzar al otro lado cuando la luz de la luna desapareció. No daba crédito a lo que vio, tres cadáveres corrían despavoridos, huían de algo. Era enorme, un gigante, esa sombra se aproximaba corriendo y destrozando lo que había en su camino. Trató de correr, olvidó todo, la espada, la soga y mirar al cielo; se escondió atrás de un árbol y cerró los ojos.

La luz de la Luna volvió a brillar, en el precipicio, Nemo estaba tendida al igual que el día en que la lluvia la hizo soñar. La extraña criatura la tomó de la pierna y la arrastró a gran velocidad.

2

El viaje

Un hombre de aspecto serio y sobrio permanecía viendo por una ventana en una pequeña taberna.

—¿Ya has terminado aquí? —Una mujer pelirroja, ojos verdes y vestimenta azul lo acompaña en la mesa.

—Aore, te estaba esperando. Sé exactamente a dónde debo ir. Un barco partirá de Ismailía en una semana. Esa ciudad está al noreste, será mejor que comience mi camino.

—Sí, es cierto. Pero hay algo que quiero que hagas por mí.

—¿Tú me estas pidiendo un favor? Estoy atónito.

—Calma, no es como si confiara en ti, solo quiero que lo hagas. Necesito que viajemos a Cirenaica.

—¿Cirenaica? Esto está a días de aquí.

—No si te envío al bosque rojo.

—¿Tu hogar está en peligro?

—No, es solo un asunto que debo cerrar, pero quiero asegurarme de que no haya errores.

—Si consideras que esto no me atrasará para llegar con Curbano, adelante.

Aore y el hombre se alejan a un lugar aislado, con su báculo realiza un dibujo en el suelo, este se eleva por los aires desapareciendo los dos cuerpos. Cerca del bosque rojo ambos se materializan.

—Ya estamos aquí, sigue este camino, cuando llegues a Cirenaica busca a Royer en el templo, pregúntale por Mary, Soler y el rito de benevolencia, ya te lo he explicado con mis memorias. Confía en mí, en cuanto termines, ven al cementerio, te esperaré allí —terminó Aore.

—De acuerdo —dijo el caballero al dar la vuelta para dirigirse al templo. Dentro encontró a un hombre, tuvo la suerte que su compañera no compartió.

—Así que tú eres Royer.

—Sí, ¿en qué te puedo ayudar?

—Vengo en nombre de Aore, la bruja del bosque rojo. —Royer abrió los ojos por completo, estaba sorprendido, pero mostraba una extraña felicidad.

—Al fin, al fin ha venido por lo que es suyo. Señor, le diré todo lo que sé.

—Bien, te escuchó.

Cuando terminó de hablar con Royer, se dirigió a donde la bruja lo esperaba.

—¿Y bien? —preguntó Aore.

—Mary era una chica especial, la hija de la esencia. Iboric creyó que podría usarla para devorarla y obtener el poder de absorber las almas por sí misma, pero no lo consiguió, así que la asesinó y la arrojo al río. Su idea es atacarla directamente, cuando ella se dé cuenta de que hay un inmortal, invocará a la esencia. Royer aprendió de Soler a invocar a los cuerpos, al parecer, él puede traer a Mary de dondequiera que esté. Si somos hábiles, la esencia consumirá su cuerpo, entonces Iboric recibirá muerte y eso podría traer a la vida a su prometida. ¿Esto tiene sentido para ti?

—Sí, devolveremos a esa impostora de bruja a esa fría roca.

—Me suena a una venganza personal.

—Ellos robaron mis estudios, es justo que prueben las consecuencias. Pues ya está, volveremos al anochecer, ven te llevaré a conocer la ciudad, necesito comer algo. —Aore comienza a caminar.

—Como desees —asiente el muchacho resignado.

El día estaba despejado, era un clima agradable, pero ella no podía verlo, pues permanecía entre cuerpos en una cueva inmunda llena de peste y muerte. Despertó para sentir terror.

—¡¿Qué es esto?! —No siente una parte de su cuerpo—. ¡Mi brazo derecho…, lo he perdido! —Saltó de entre la pila de cadáveres y corrió por un rato desorientada hasta que tropezó en un charco de agua. El cesar de sus pasos le permitió escuchar, algo estaba tragando y engullendo, no estaba muy lejos, lo evitó. Al final de ese túnel encontró una puerta de madera, la habitación era pentagonal iluminada por la luz de unas velas negras, en medio, había una fuente que chorreaba agua cristalina, en cada pared una cortina de diferente color, de un candelabro colgaba una manta blanca. Ella se aproximó a la fuente, logró ver lo que estaba buscando, su brazo. No podía sacarlo, ni con algún objeto, lo que tocaba el agua simplemente se quemaba o deshacía. Tuvo que esconderse, ya que alguien entraba a la habitación.

—¿Ves?, te lo dije, él nunca falla —dijo un hombre. Apagó la fuente para que se vaciara por completo.

—No lo puedo creer, hace años que no veo esta magia, debe haber alguno por aquí —dice un encapuchado.

—Imagina, si lo atrapamos podríamos revertir la esencia y destruirlo —dice el otro hombre.

—Podríamos manejarla y convertir la orden en inmortal —dijo el encapuchado con ánimo.

—Exacto. ¿Dónde está el dueño de este brazo?

—¿Para qué lo necesitas?

—El cristal, si lo activamos, él vendrá.

—Está con el resto de los cuerpos, mandaré al cazador para que la encuentre. —El encapuchado sale de la habitación, el hombre examina el brazo de Nemo mientras recita un monólogo.

—Al fin, el poder que nos fue negado por nuestro señor viene a nosotros, tomaremos a uno de tus sirvientes para que done su poder. Llegaré al cielo y te veré cara a cara. Malditos ángeles —deja el brazo y sale de la habitación.

«¿De qué estarán hablando? —Nemo trata diferentes modos de colocar su miembro, pero no lo logra—. No sé hacerlo, saldré de aquí y buscaré al ángel».

—Sabía que estabas aquí, pero qué ingenua, al parecer, no te enseñaron a activar tu energía —dice el encapuchado.

—Aquí viene Quimera, pero esta vez no hay un risco que saltar —dice el hombre.

Aquella figura enorme que vio en el risco se volvió clara en la cueva, un ser humanoide de aspecto intimidante. Arrastraron a la joven a una cámara vacía de siete paredes, solo había un balcón desde el cual el hombre y el encapuchado hablaban.

—Sabes, Fidias, considero que es un desperdicio utilizar majestuosa arma en una inmortal insignificante, pero podríamos provocar una reacción favorable —dijo.

—Probemos, Sifo, nunca ha habido alguien con el poder de soportar los siete castigos.