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Arena Uno. Tratantes De Esclavos

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Aus der Reihe: Trilogía De Supervivencia #1
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"Tú no vas a ninguna parte", dice Logan con su voz grave y autoritaria.

Ben lo mira con el ceño fruncido.

"Si sales por esa puerta", Logan continúa, "nos vas a delatar. Entonces todos moriremos".

Los hombros de Ben se relajan y cede.

"¿Quieres encontrar a tu hermano?", Logan continúa, "puedes hacerlo. Pero hay que esperar hasta el amanecer, cuando todos salgamos juntos de aquí. Sólo un par de horas más. Entonces puedes ir a buscar tu muerte, si quieres".

Ben gira lentamente su espalda, y con resentimiento cruza a nuestro lado de la habitación.

"¿Qué pasa con Bree?", le digo, con frialdad en mi voz. Tengo miedo de preguntar. Pero necesito saberlo. "¿Adónde la llevaron?"

Logan sacude lentamente la cabeza, evitando mi mirada.

"¿ADÓNDE?", insisto, dando un paso adelante, con mi voz malvada. Mi corazón late con fuerza por el terror.

Se aclara la garganta.

"A las niñas", comienza a decir, "las que son demasiado jóvenes para la Arena... las llevan hacia la esclavitud", dice. Levanta la mirada hacia mí. "Al comercio del sexo".

Mi corazón se parte en dos. Quiero correr hacia la puerta, gritando, para buscarla donde sea. Pero sé que eso sería inútil. Necesito saber más. Siento mi cara enrojecer, siento que se me sube el calor en todo el cuerpo, aprieto mis puños con indignación.

"¿A dónde se la llevaron?", insisto, con frialdad en mi voz.

"Ellos envían a las esclavas sexuales a la Isla de los Gobernadores. Las suben a los autobuses y las envían al centro. Luego las meten a un barco. El próximo autobús sale al amanecer. Tu hermana estará en él".

"¿Dónde están estos autobuses?", exijo que me diga.

"Al otro lado de la calle", dice. "Entre la 34 y la 8. Salen desde la antigua oficina de correos".

Sin pensarlo, me acerco a la puerta, sintiendo un dolor horrible en mi pierna, al caminar. Una vez más, Logan extiende su brazo y me detiene. Es fuerte y musculoso, como un muro.

"Tú también tienes que esperar", dice. "Hasta el amanecer. No te serviría de nada ir a buscarla ahora. Ella no está en el autobús todavía. Las mantienen bajo tierra hasta la hora de subirlas, en una celda en alguna parte. Ni siquiera sé dónde está. Te lo prometo. Al amanecer, van a llevarlas y subirlas al autobús. Si quieres ir tras ella, entonces es cuando puedes hacerlo".

Lo miro fijamente a los ojos, escudriñándolo, y veo sinceridad. Poco a poco, cedo, respirando profundamente para controlarme.

"Pero tienes que saber que es una causa perdida", dice. "Nunca podrás sacarla. Ella va a estar encadenada a un grupo de esclavos, que estarán encadenados a un camión blindado. El camión estará flanqueado por docenas de soldados y vehículos. No podrás acercarte a ella. Acabarás matándote. Y ni qué decir", añade, "que la mayoría de los autobuses ni siquiera sobreviven en el páramo".

"¿El páramo?", insisto.

Se aclara la garganta, renuente.

"Para llegar al Puerto, el muelle de la Isla de los Gobernadores, los autobuses tienen que ir al centro, tienen que salir de la zona amurallada. La pared comienza en la calle 23. Hacia el sur, está el páramo. Ahí es donde viven Los Locos. Miles de ellos. Atacan a todos los autobuses que pasan por allí. La mayoría ni siquiera lo logra. Es por eso que ellos envían un montón de autobuses a la vez".

Mi corazón se parte al escuchar sus palabras.

"Es por eso que te estoy diciendo: sal conmigo por la mañana. Al menos estarás a salvo. Sus hermanos son ya una causa perdida. Al menos ustedes pueden sobrevivir".

"No me importan las probabilidades", replico, con frialdad en mi voz y determinación. "No me importa si muero en el intento. Iré a buscar a mi hermana".

"Y yo voy a ir por mi hermano", añade Ben. También estoy sorprendida por su determinación.

Logan niega con la cabeza.

"Hagan lo que quieran. Ustedes están por su cuenta. Iré por ese bote en la madrugada y me iré".

"Haz lo que tengas que hacer", le digo, con indignación. "Como siempre lo haces".

Él se burla de mí, y puedo ver que realmente lo he lastimado. Se aleja bruscamente, cruza hasta el otro lado de la habitación, se apoya contra la pared, y se sienta, enfurruñado. Revisa y limpia la pistola, sin volver a mirarme, como si yo ya no existiera.

Su manera de sentarse me recuerda el dolor en la pantorrilla, lo cansada que estoy. Voy a la pared del fondo, lo más lejos de él que puedo, me apoyo en ella, y me siento, también. Ben se acerca y se sienta a mi lado, con las rodillas casi tocando las mías, pero no del todo. Se siente bien tenerlo allí. Él entiende.

No puedo creer que ambos estemos sentados aquí en este momento, con vida. Nunca me hubiera imaginado esto. Estaba segura de que estábamos siendo llevadas hacia la muerte hace rato, y ahora siento como si estuviera recibiendo una segunda oportunidad en la vida.

Pienso en mi hermana y en el hermano de Ben - y de pronto me doy cuenta de que vamos a tener que separarnos, ir a diferentes partes de la ciudad. La idea me perturba. Echo un vistazo y lo inspecciono, mientras se sienta allí con su cabeza agachada. Es sólo que no está hecho para ser un luchador. Él no va a sobrevivir por su cuenta. Y de alguna manera, me siento responsable.

"Ven conmigo", le digo, de repente. "Va a ser más seguro así. Iremos juntos al centro, encontraremos a mi hermana, y luego buscaremos la forma de salir de aquí".

Niega con la cabeza.

"No puedo dejar a mi hermano", dice.

"Detente a pensarlo", le digo. "¿Cómo vas a encontrarlo? Está en algún lugar de Crosstown, a cientos de metros bajo tierra, en una mina. Y si lo encuentras, ¿cómo van a salir de allí? Por lo menos sabemos dónde está mi hermana. Por lo menos tenemos una oportunidad".

"¿Cómo vas a salir después de encontrarla?", pregunta.

Es una buena pregunta, para la que no tengo ninguna respuesta.

Simplemente muevo la cabeza. "Voy a encontrar una manera", le digo.

"Yo también", responde. Pero puedo detectar la incertidumbre en su voz, como si él ya supiera que no será así.

"Por favor, Ben", insisto. "Ven conmigo. Iremos por Bree y nos iremos. Nosotros sobreviviremos juntos".

"Puedo decir lo mismo", me contesta. "Puedo pedirte que vengas conmigo. ¿Por qué es tu hermana más importante que mi hermano?".

Tiene razón. Él ama a su hermano tanto como yo amo a mi hermana. Y lo entiendo. No hay nada que pueda decir ante eso. Me doy cuenta de la realidad, que nos iremos al amanecer. Y tal vez nunca lo vuelva a ver.

"Está bien", le digo. "Pero prométeme una cosa, ¿sí?"

Me mira.

"Cuando hayas terminado, dirígete al Rio Este, ve hacia el muelle del Puerto de la Calle Sur. Llega al amanecer. Voy a estar allí. Voy a encontrar una manera. Nos vemos allí, y vamos a encontrar una manera de irnos juntos". Lo miro. "Prométemelo", le exijo.

Me examina, y puedo ver lo que piensa.

"¿Qué te hace estar tan segura de que llegarás al centro, al Puerto?", me pregunta. "Pasarás entre todos Los Locos".

"Si no lo hago", le digo, " eso significa que estaré muerta. Y yo no pienso morir. No después de todo lo que he pasado. No mientras Bree esté viva".

Puedo oír la determinación en mi propia voz, y apenas la reconozco -- parece como si un extraño estuviera hablando a través de mí.

"Ese es nuestro punto de encuentro", insisto. "Acude. Prométemelo".

Finalmente, él asiente.

"Está bien", dice. "De acuerdo. Si estoy vivo, voy a estar allí. En la madrugada. Pero si no voy, eso significará que estoy muerto. Y no me esperes. ¿Me lo prometes? No quiero que me esperes", insiste. "Prométemelo".

Finalmente, le digo, "lo prometo".

Él extiende su frágil mano hacia mí. Poco a poco la tomo entre la mía.

Nos sentamos allí, cogidos de la mano, los dedos entrelazados, y me doy cuenta de que es la primera vez que sostengo su mano – que realmente tomo su mano. Su piel es tan suave, y se siente bien sostenerla. Muy a mi pesar, siento maripositas.

Nos sentamos allí, de espaldas a la pared, uno al lado del otro, en la habitación en penumbra, tomados de la mano, no sé cuánto tiempo. Los dos miramos a otro lado, ninguno de los dos dice una palabra, cada uno perdido en su propio mundo. Pero nuestras manos nunca se separan, y mientras estoy ahí sentada, quedándome dormida, no puedo evitar preguntarme si ésta es la última vez que lo veré con vida.

V E I N T I T R É S

Abro los ojos cuando una mano áspera empuja mi hombro.

"¡VÁMONOS!" se oye un susurro insistente.

Abro los ojos con un sobresalto, desorientada, sin saber si estoy despierta o dormida. Miro a mi alrededor, tratando de orientarme, y veo la luz del día de tono gris, antes del amanecer, por la ventana. Es el amanecer. Me he quedado dormida en el suelo, con la cabeza apoyada en el hombro de Ben. Logan le despierta bruscamente, también.

Entro en acción, corriendo. Al hacerlo, el dolor de la pantorrilla es insoportable, estallando en mi pierna.

"¡Estamos perdiendo el tiempo!", espeta Logan. "¡Muévanse! ¡Ambos! Ya me voy. ¡Si quieren seguirme, ahora es su oportunidad!".

Logan se apresura a la puerta y pega el oído a ella. Se siento una descarga de adrenalina mientras cruzo la habitación, Ben ahora está despierto y junto a mí, y me paro detrás de Logan. Escuchamos. Todo parece estar tranquilo fuera. Ya no hay más pasos, no hay gritos ni abucheos... nada. Me pregunto cuántas horas han pasado. Parece que todo el mundo ha desaparecido.

Logan también parece satisfecho. Sosteniendo su arma en una mano, poco a poco estira la mano que tiene libre, abre la puerta, y comprueba para ver si estamos listos. Él abre suavemente la puerta.

 

Logan da unos pasos afuera, con cautela, da vuelta a la esquina bruscamente, listo para disparar.

Hace un gesto para que lo sigamos, y salgo y veo que los pasillos están vacíos.

"¡Muévanse!", susurra frenéticamente.

Corre por el pasillo y yo corro detrás de él con todas mis fuerzas. Cada paso es una pequeña explosión de dolor en mi pantorrilla. No puedo evitar mirar hacia abajo, hacia ella, y al hacerlo, desearía no haberlo hecho: ahora está hinchada hasta alcanzar el tamaño de una pelota de béisbol. También es de color rojo brillante, y me preocupa que está infectada. También me duelen todos mis otros músculos, desde las costillas hasta mi hombro, hasta a mi cara, pero es mi pantorrilla lo que más me preocupa. Las otras son sólo lesiones, pero si mi pantorrilla se infecta, voy a necesitar medicamento. Y rápido.

Pero yo no puedo concentrarme en esto ahora. Sigo corriendo, cojeando por el pasillo, Ben está junto a mí y Logan unos diez pies delante de nosotros. Los pasillos de acero están ligeramente iluminados por las luces de emergencia esporádicos, y sigo a Logan en la oscuridad, confiando en su conocimiento de este lugar. Por suerte, todavía no hay nadie a la vista. Supongo que todos nos están buscando.

Logan da la vuelta a la derecha por otro corredor, y luego a la izquierda. Lo seguimos, confiando en que conoce la manera de salir de aquí. Él es nuestro salvavidas ahora, y sólo voy a tener que poner mi confianza en él. No tengo otra opción.

Después de varios giros y vueltas, Logan finalmente se detiene ante una puerta. Me detengo junto a él, sin aliento. Él la abre, se asoma, y luego la abre completamente. Él agarra a Ben por el hombro y lo empuja hacia adelante.

"Ahí", dice, señalando. "¿Lo ves?".

Me inclino hacia adelante. A lo lejos, al otro lado de la enorme terminal abierta, están las vías del tren.

"Ese tren, el que empieza a moverse. Va a las minas. Sale una vez al día. Si quieres ir, ahora es tu oportunidad. ¡Alcánzalo!".

Ben se vuelve y me mira por última vez, con los ojos bien abiertos, por la adrenalina. Me sorprende al estirar la mano, sujetar la mía y besar la parte posterior de la misma. La sostiene un segundo más y me mira de manera significativa, como si esta podría ser la última vez que me ve.

Luego se vuelve y corre a través de la terminal, en dirección al tren.

Logan me mira con sorna, y puedo sentir sus celos.

No sé qué pensar del beso. Mientras lo veo correr hacia el tren, no puedo evitar pensar que ésta podría ser la última vez que lo veo.

"¡Por aquí!", dice bruscamente Logan, corriendo por un pasillo diferente.

Pero me quedo sentada ahí, congelada, mirando a Ben correr.

Logan se vuelve hacia mí, molesto, impaciente. "¡CAMINA!", susurra.

Ben corre a través de todo el espacio abierto de la Estación Penn, a lo largo de las vías, luego salta en la parte posterior del tren que se mueve lentamente. Él se sostiene firmemente en las barras de metal mientras el tren desaparece en un túnel negro. Lo ha logrado.

"¡Ya me voy!", dice Logan, luego se vuelve y corre a toda velocidad por otro pasillo.

Yo me espabilo, corriendo a toda velocidad tras él. Voy tan rápido como mis piernas me lo permiten, pero Logan ya está muy por delante y vuelve a dar vuelta otra vez, quedando fuera de mi vista. Mi corazón late mientras me pregunto si lo he perdido.

Doy vuelta en otro corredor, subo una rampa, y finalmente lo vuelvo a ver. Se pone de pie junto a una pared, al lado de una puerta de cristal, esperándome. A través de ella, puedo ver el exterior. La Octava Avenida. Es un mundo de blanco. Hay una gran tormenta allá afuera.

Corro hacia Logan y me quedo a su lado, con la espalda contra la pared, tratando de recuperar el aliento.

"¿Ves eso de ahí?", pregunta, señalando.

Sigo su mirada, tratando de ver entre las capas de nieve.

"Al otro lado de la calle", dice, "enfrente de la antigua oficina de correos. Esos autobuses estacionados al frente".

Me esfuerzo por buscar y localizar tres autobuses grandes, cubiertos de nieve. Se parecen a los autobuses escolares, pero están modificados, con barras gruesas construidas en cada lado, como los vehículos blindados. Dos de ellos están pintados de color amarillo, y uno es negro. Docenas de jovencitas encadenados una a la otra están entrando en ellos. Mi corazón salta cuando veo a Bree a un par de cientos de yardas de distancia entre las presas encadenadas, siendo conducida a uno de los dos autobuses amarillos.

"¡Ahí está!", grito". ¡Esa es Bree!"

"Déjala", dice. "Ven conmigo. Por lo menos, vas a sobrevivir".

Pero yo estoy decidida y lo miro con total seriedad.

"No se trata de sobrevivir", le respondo. "¿No te das cuenta de eso?".

Logan me mira a los ojos y puede ver que, por primera vez, él lo entiende. Él realmente lo entiende. Él ve que estoy decidida, que nada en el mundo me va hacer cambiar de opinión.

"De acuerdo", dice. "Llegó el momento. Una vez que salgamos por esas puertas, me dirigiré hacia la parte alta de la ciudad, hacia el barco. Estás por tu cuenta".

Él se inclina y coloca algo pesado en la palma de mi mano. Una pistola. Estoy sorprendida y agradecida.

Estoy a punto de decir adiós, pero de repente escucho un motor, y echo un vistazo y hay nubes de humo negro que salen de los tubos de escape de los autobuses. De repente, los tres autobuses comienzan a retirarse en la nieve espesa.

"¡NO!", grito. Antes de que pueda pensarlo bien, pateo la puerta y entro al autobús. Una ola de nieve helada y viento me golpea la cara, tan frío y húmedo que me quita el aliento.

Corro hacia la cegadora ventisca, con nieve hasta las rodillas. Corro y corro, a través del blanco espacio abierto, hacia los autobuses. Hacia Bree.

Llego demasiado tarde. Llevan un buen centenar de yardas de adelanto, y están ganando velocidad en la nieve. Corro tras ellas, mi pierna me está matando, apenas puedo recuperar el aliento, hasta que me doy cuenta de que Logan tenía razón. Es inútil. Veo que los autobuses dan vuelta en la esquina, y pronto desaparecen de mi vista. No puedo creerlo. Ella se me fue.

Echo un vistazo por encima de mi hombro, y Logan ya no está. Se me parte el corazón. Ya debe haberse ido. Ahora estoy completamente sola.

Desesperada, trato de pensar con rapidez, idear algo. Exploro mi entorno, y veo, en frente de la estación Penn, una fila de Humvees. Los tratantes de esclavos están sentados en los techos y capós. Todas están acurrucados en sus abrigos contra la nieve, de espaldas a mí. Ninguno de ellos mira en dirección a mí. Todos ellos están obsesionados con ver salir a los autobuses.

Necesito un vehículo. Es mi única oportunidad de alcanzar a esos autobuses.

Corro, cojeando, hacia el Humvee que está en la parte trasera, el único sin tratantes de esclavos sentados en su techo. El Humvee está en marcha, el humo sale del tubo de escape, un tratante de esclavos está sentado en el asiento del conductor, calentándose las manos.

Me arrastro hasta la puerta del lado del conductor y la jalo para abrirla, sosteniendo mi arma.

Este tratante de esclavos no lleva mascarilla, y puedo ver la conmoción en su rostro. Él levanta sus manos por el miedo, no quiere ser asesinado. No le doy tiempo para reaccionar, para alertar a los demás. Apuntando mi pistola en su cara, meto la mano, le agarro por la camisa y lo saco. Él cae con fuerza en la nieve.

Estoy a punto de saltar en el asiento del conductor, cuando de repente siento un tremendo dolor en un costado de la cabeza, es el impacto de un objeto de metal. Derribada por el golpe, caigo en la nieve.

Otro tratante de esclavos ha logrado acercarse sigilosamente a mí y me golpeó en un costado de la cabeza con su pistola. Subo la mano, toco mi cabeza, y siento sangre goteando sobre mi mano. Duele como un demonio.

El tratante de esclavos está parado encima de mí, y baja su arma hacia mi cara. Sonríe con maldad, amartilla el arma, y sé que está a punto de disparar. De repente, me doy cuenta de que estoy a punto de morir.

Suena un arma de fuego, y me preparo.

V E I N T I C U A T R O

La sangre salpica mi cara, con el calor se pega a mi piel, y me pregunto si estoy muerta.

Poco a poco abro mis ojos, y luego doy cuenta de lo que ha sucedido. No estoy muerta, ni siquiera me dispararon. El tratante de esclavos recibió un disparo por la espalda, en la parte posterior de la cabeza, y su cerebro salpicó todo mi cuerpo. Alguien le disparó. Alguien me salvó.

Logan está detrás de él, su arma extendida, aún humeante. No puedo creerlo. Ha vuelto por mí.

Logan me ofrece su mano. Yo la tomo. Es enorme y áspera, y él levanta con un movimiento rápido.

"¡ENTRA!", grita.

Corro hacia el lado del pasajero y salto dentro. Logan salta en el lado del conductor, cierra la puerta, y antes de que yo pueda entrar completamente, arranca, acelerando la Humvee. Se desliza y se resbala en la nieve mientras salimos chirriando llantas.

Los otros tratantes de esclavos salen en desbandada, saltando de los techos de sus vehículos y arrancan persiguiéndonos. Una de ellos sale corriendo a pie. Logan saca la mano por la ventana, apunta y le dispara en la cabeza, causándole la muerte antes de que éste le pueda disparar. Otro arremete contra nosotros, con la mano extendida con su arma, apuntando hacia nosotros. Saco la mano por mi ventana y disparo. Es un tiro directo a la cabeza, y él cae.

Apunto a otro, pero de repente voy volando, ya que el par de torsión del coche me envía hacia atrás. Logan está acelerando, y estamos por todo el lugar en la nieve. Damos vuelta a la esquina y ganamos velocidad rápidamente sobre los tres autobuses voluminosos. Van a unos noventa metros por delante de nosotros.

Sin embargo, detrás de nosotros, media docena de Humvees nos pisan los talones. Dentro de poco tiempo van a alcanzarnos. Nos superan en número.

Logan niega con la cabeza. "No podrías venir conmigo y ya, ¿verdad?", dice exasperado, mientras mete quinta velocidad y acelera de nuevo. "Tú eres más terca que yo".

Ganamos más velocidad a medida que seguimos a los autobuses que atraviesan la ciudad en la calle 34, en dirección Este. Cruzamos la Séptima Avenida… después la Sexta… después los autobuses dan vuelta a la derecha en la Quinta Avenida y seguimos, a sólo noventa metros de distancia.

Reviso el retrovisor y veo los Humvees persiguiéndonos. Uno de los tratantes de esclavos saca la mano por la ventana y apunta con su arma de fuego, y de repente, las balas rebotan en nuestro vehículo, haciendo eco en el metal. Me estremezco, agradecida de que sea a prueba de balas.

Logan acelera, y las calles pasan volando: la 32…. La 31… la 30.... Miro hacia arriba y me sorprende ver una enorme pared ante nosotros, bloqueando la Quinta Avenida. La estrecha abertura, arqueada al centro, es la única forma de entrar o salir.

Varios guardias abren sus enormes barras de metal, permitiendo que los tres autobuses pasen, en una sola fila.

"¡Tenemos que parar!", grita Logan. "¡Pasando esas puertas está el páramo! ¡Es muy peligroso!".

"¡NO!", le grito también. "¡No te puedes detener! ¡Anda! ¡ANDA!".

Logan niega con la cabeza, sudando. Pero, hay que decir a su favor, que siguió el camino.

La puerta se cierra. Pero Logan no baja la velocidad.

"¡Sujétate!", grita.

Nuestro Humvee se estrella contra la puerta de hierro, y el impacto es tremendo. Me preparo, sin pensar que vamos a lograrlo.

Pero por suerte, este Humvee está construido como un tanque. No puedo creerlo, pero a la puerta de hierro, se le salen las bisagras y vuela por los aires. Nuestro parabrisas está roto y nuestro capó muy abollado, pero por suerte, estamos ilesos. Nos estamos acercando a los autobuses, ya estamos tan sólo a cincuenta yardas de ellos.

Reviso el retrovisor, esperando ver a los demás Humvees detrás de nosotros - en cambio, todos frenan de golpe ante la puerta abierta. Ninguno de ellos se atreve a seguirnos. No puedo entenderlo - es como si tuvieran miedo de pasar este lado de la pared.

"¿Qué están haciendo?", pregunto. "¡Se están deteniendo! ¡Ya no nos siguen!".

Logan no parece sorprendido, cosa que tampoco entiendo.

 

"Por supuesto que se detuvieron".

"¿Por qué?"

"Cruzamos el muro. Es el páramo. No son tan estúpidos".

Lo miro, todavía sin comprender.

"Tienen miedo", dice.

No entiendo: ¿cómo puede un gran grupo de guerreros armados, en Humvees con ametralladoras montadas, tener miedo?

Miro a nuestro alrededor, asimilo el entorno, y de repente soy más cuidadosa de lo que nunca he sido. Un escalofrío corre por mi columna vertebral. ¿Qué puede ser tan peligroso sobre este lugar, que un escuadrón de soldados en Humvees tienen miedo de entrar en él?

Cuando me inclino hacia delante y miro de cerca, de repente detecto movimiento. Levanto la mirada, y veo los rostros terriblemente llenos de cicatrices de las Biovíctimas, mirando desde todos los edificios abandonados. Hay cientos de ellos.

De repente, los pozos de registro que nos rodean comienzan a elevarse. Docenas de Biovíctimas salen del suelo. Pasamos por una estación del metro abandonada, y otros más suben corriendo las escaleras hacia nosotros.

Mi corazón empieza a latir con fuerza al ver a estas personas. Hay cientos de ellos, arremetiendo de todas direcciones. He entrado en su territorio, cruzado la línea en un lugar en el que se supone que no debo estar. Tengo que llegar a Bree, tan pronto como sea posible y largarnos de aquí.

Un loco salta hacia arriba y me alcanza a través de mi ventana abierta para agarrarme. Me recuesto, entonces me fastidio y lo golpeo en la cara con la culata de la pistola. Él cae, su cuerpo resbala en la nieve.

Los autobuses se desvían de forma imprevista frente a nosotros, y Logan sigue su camino. El movimiento me hace sentir náuseas.

"¿Por qué viras así?", le pregunto.

"Está minado", Logan contesta gritando. "¡Todo este maldito páramo está minado!".

Como para recalcar lo que dice, hay una pequeña explosión en la carretera delante de nosotros, y uno de los autobuses se las arregla para desviarse del camino en el último segundo. Mi corazón se me parte. ¿Cuánto peor puede ser este lugar?

"¡Alcanza a su autobús!", digo gritando por encima del rugido del motor.

Él acelera, y nos acercamos más. Estamos tal vez a unos 25 metros de distancia, y yo estoy tratando de formular un plan. A medida que nos estamos acercando, de repente, un Loco sale de una alcantarilla, saca una granada propulsada por cohete (RPG) y dispara.

La granada corre por el aire y anota un golpe directo en el autobús negro. Explota justo frente a nosotros, lo que nos obliga a desviarnos en el último segundo.

El autobús patina y cae de costado, después estalla en una enorme bola de fuego. Pienso en todas las chicas que lo abordaron y se me parte el alma. Ahora sólo quedan dos autobuses. Doy gracias a Dios de que Bree estuviera en uno de los amarillos. Ahora el tiempo es aún más importante.

"¡DATE PRISA!", le digo gritando. "ACÉRCATE A SU AUTOBUS!".

Nos dirigimos al edificio Flatiron. En la Quinta Avenida hay una bifurcación, y uno de los autobuses amarillos se dirige a la izquierda, por la calle Broadway, mientras que el otro va hacia la derecha, permaneciendo en la Quinta Avenida. No tengo idea de cuál lleva a Bree. Mi corazón late con ansiedad. Tengo que elegir.

"¿Cuál sigo?", grita Logan, frenético.

Yo vacilo.

"¿CUÁL AUTOBUS?", vuelve a gritar.

Estamos llegando a la intersección y yo tengo que elegir. Pienso con ganas, tratando desesperadamente de recordar cuál abordó. Pero no sirve de nada. Mi mente está borrosa, y los dos autobuses me parecen iguales. Sólo tengo que adivinar.

"¡Ve a la derecha!", grito.

En el último segundo, se desvía hacia la derecha. Él acelera persiguiendo a uno de los autobuses. Rezo por haber elegido el correcto.

Logan acelera y se las arregla para alcanzar al autobús. Ahora estamos a sólo unos metros detrás de él, cerca de su escape. Las ventanas traseras están sucias y no puedo distinguir las caras que van adentro, pero veo las formas, los cuerpos de todas aquellas jóvenes encadenadas. Rezo para que una de ellas sea Bree.

"¿Y ahora qué?", Logan grita.

Me pregunto exactamente lo mismo.

"¡No puedo sacarlos de la carretera!", agrega Logan. "¡Podría matarla!".

Pienso rápido, tratando de formular un plan.

"Acércate", le digo. "¡Ve al lado del autobús!".

Él se acerca a la parte posterior, nuestros parachoques casi tocándose, y al hacerlo, me levanto de mi asiento y me arrastro por la ventana abierta para sentarme en el alféizar de la puerta. El viento es tan fuerte que casi me tira.

"¿Qué estás haciendo?", Logan grita preocupado. Pero lo ignoro. No hay tiempo para el tratar de adivinar.

La nieve y el viento azotan mi cara, mientras Logan se detiene justo al lado del autobús. Mantengo el equilibrio, esperando el momento perfecto. La parte trasera del autobús está ahora a sólo 30 cm de distancia, y hay una amplia repisa plana cerca de su parachoques. Me preparo, mi corazón late con fuerza.

Y entonces, salto.

Mi hombro se golpea contra el costado del autobús cuando aterrizo en la cornisa. Extiendo la mano y agarro las gruesas barras de metal. El metal congela mis manos sin guantes, pero me sujeto con fuerza. El piso vuela por debajo de mí, de manera borrosa. Apenas puedo creerlo. Lo logré.

El autobús debe estar yendo a 125 kph en la nieve, y se desvía de forma errática. Envuelvo mi brazo completamente alrededor de la barra, abrazándola con todas mis fuerzas, apenas logrando sujetarme.

Llegamos a un bache y me resbalo, a punto de perder mi sujeción. Uno de mis pies se sumerge y arrastra sobre la nieve -- es mi pierna herida, y yo grito de dolor cuando choca por el suelo. Con un esfuerzo supremo, poco a poco vuelvo a incorporarme.

Trato de abrir la puerta de atrás, pero mi corazón se parte cuando descubro que está bloqueada con un candado y una cadena. Con mi mano temblorosa, me las arreglo para quitar la pistola de mi cinturón. Me recuesto, me preparo, y disparo.

Las chispas vuelan. El candado se rompe, y la cadena traquetea y cae al suelo.

Trato de abrir y la puerta se abre con una fuerza tremenda, volando contra el viento, casi derribándome. Me sitúo en la abertura y en la parte trasera del autobús.

Intento abrir la puerta y se abre Yo ahora estoy dentro, en el pasillo del autobús escolar. Corro por él, buscando hacia atrás y hacia adelante frenéticamente, a medida que avanzo. Hay docenas de niñas aquí, encadenados entre ellas y a sus asientos. Todas me miran con terror. Exploro cada fila rápidamente, de izquierda a derecha, en busca de cualquier señal de mi hermana.

"¡BREE!", grito desesperada.

Cuando las chicas se dan cuenta de mi presencia y me doy cuenta de que podría ser la clave para su salvación, ellas empiezan a llorar, histéricas.

"¡AYÚDAME!", grita una de ellas.

"¡SÁCAME DE AQUÍ, POR FAVOR!", grita otra.

El conductor se da cuenta de mi presencia, yo miro hacia arriba y lo veo mirándome por el retrovisor. De repente desvía bruscamente el autobús. Al hacerlo, yo vuelo por el pasillo y golpeo mi cabeza contra la cubierta metálica del techo.

Recupero el equilibrio, pero luego vira en otra dirección, y yo vuelo al otro lado del autobús.

Me punza la cabeza, pero recupero el equilibrio, esta vez agarrando los asientos mientras camino con cuidado hacia adelante, fila tras fila. Miro por todos lados buscando a Bree, y sólo quedan unas pocas filas.

"¡BREE!", digo gritando, preguntándome por qué no está levantando la cabeza.

Reviso las dos filas siguientes, después las otras dos, y después las dos que siguen... Finalmente, llego a la última fila, y se me parte el corazón.

No hay rastro de ella.

Darme cuenta de la verdad, me golpea como un martillo: Elegí el autobús equivocado.

De repente, vislumbro movimiento por la ventana y escucho una explosión. Me vuelvo para ver nuestra Humvee, con Logan dentro de él, vuela por el aire, ya que cae en una mina. Aterriza en su costado, derrapando por la nieve. Luego se detiene.