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Arena Uno. Tratantes De Esclavos

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Aus der Reihe: Trilogía De Supervivencia #1
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¡Muévete, soldado! ¡MUÉVETE!

De alguna manera, me obligo a moverme. Me pongo de rodillas, me arrastro hacia el hacha tan rápido como puedo, la sujeto con ambas manos, y doy vueltas con ella.

Soy muy oportuna. El Sumo se está preparando para aplastarme, el hacha va volando y empalma con su pantorrilla. Siento la hoja entrando en su carne. Chorrea sangre por todo mi cuerpo.

Hay un tremendo rugido de la multitud. Debo haber hecho algo de daño grave.

Él cae como un tronco y aterriza con estrépito. Él grita y busca donde antes tenía el pie, y me sorprende ver que mi hacha se la ha cortado. La sangre brota por todas partes mientras él grita y se agarra el muñón.

"¡MÁTALO! ¡MÁTALO!”, pide la multitud.

Sé que ésta es mi oportunidad, y yo debería acabar con él. Pero aun así, al estar por encima de él, sosteniendo el hacha, no tengo la fuerza para hacerlo.

En su lugar, sólo quiero alejarme de él. Pero yo estoy atrapada en un rincón, y su cuerpo está bloqueando mi camino. Así que corro y salto por encima de él, tratando de llegar al otro lado.

Otro error. Una vez más, le he subestimado. Él estira la mano y agarra mi tobillo en el aire. Caigo al suelo, de bruces, golpeándome con fuerza. La multitud grita.

Él agarra mi tobillo y me arrastra hacia él, con una mano a la vez. Siento como que estoy siendo arrastrada a una cinta transportadora, mientras me deslizo sobre mi estómago, inevitablemente, hacia él. En otro segundo voy a estar encima de él, y me va a aplastar hasta morir, con los brazos.

Todavía estoy agarrando el mango del hacha, y con mi granito de energía final, me las arreglo para torcer la parte superior de mi cuerpo y, con ambas manos, bajo el hacha con fuerza. Hay un ruido repugnante cuando la hoja entra en su frente.

Por un momento, me congelo, y también la gente. Su mano todavía agarra mi tobillo, y me pregunto si la hoja entró lo suficientemente profundo. Entonces, finalmente, su mano me libera y sus ojos se abren ampliamente. Él está muerto. Yo lo he matado.

La multitud está totalmente en silencio. Me alejo de él, no confiando en que alguien de su tamaño en realidad podría estar muerto, que yo podría haberlo matado. Estoy parada en el otro extremo del ring, respirando con dificultad, mirando hacia abajo con cautela, esperando a que resucite. Pero no lo hace. Él está muerto. Realmente muerto.

De repente, la multitud ruge, da brincos, estalla en una gran ovación. Ellos silban y aplauden y zapatean y nunca termina.

Y es cuando me doy cuenta: he ganado. Realmente pude hacerlo. Pude sobrevivir.

*

Tengo la sensación de que algo se mueve y miro hacia arriba.

El líder se encuentra sentado en su propio pedestal, viéndonos a todos. Poco a poco, se levanta, y al hacerlo, la multitud comienza a tranquilizarse. Incluso desde aquí, puedo ver la expresión de sorpresa en su rostro. Era obvio que él no había esperado esto.

Él asiente con la cabeza, y la puerta de la jaula se abre. Marcha media docena de tratantes de esclavos, sosteniendo armas. Dos de ellos marchan hacia mí, sosteniendo armas, y por un momento, me pregunto si me van a matar. Pero luego veo a los otros cuatro yendo a sacar los cadáveres de las dos víctimas. Estos dos están simplemente haciendo guardia, por si hago cualquier movimiento, en un arrebato. Ellos no van a arriesgarse.

Entre los otros cuatro sujetan a Sumo, y con un esfuerzo supremo arrastran su peso inmenso por todo el ring. Debe ser una gran lucha para ellos, porque van despacio, y puedo escuchar el esfuerzo que hacen. Después de aproximadamente un minuto, finalmente logran arrastrarlo fuera, perdiendo sangre. Uno de ellos regresa y descuelga el cuerpo atravesado del pequeño hombre de la jaula, como si fuera una idea de último momento. Los otros dos tratantes de esclavos marchan hacia afuera y cierran de golpe la puerta de la jaula detrás de ellos.

Ahora estoy sola, preguntándome lo que podría venir después. Espero unos instantes, preguntándome si me van a soltar ahora, aunque sé, incluso ahora que lo pienso, que es una idea tonta. Sé que nadie ha sobrevivido en Arena Uno. Jamás.

Efectivamente, momentos más tarde, la multitud estalla en un enorme vitoreo cuando otro contendiente es llevado el ring. Me sorprende ver que ésta es una mujer. Ella marcha hacia la escalera de metal, con una apariencia de seguridad y desafiante, y ya que abren la puerta, asciende por la escalera en tres pasos rápidos y salta adentro.

"¡SHI -RA! ¡SHI -RA! ¡SHI -RA!", ruge la multitud.

De cabello largo oscuro y ojos negros, Shira parece tener unos treinta años, ella tiene un cuerpo increíblemente bien construido, sus músculos abultados, con los pechos grandes. Ella sólo lleva un top elástico ajustado y pantalones cortos negros ajustados, y sus tonificadas y musculosas piernas y brazos marcados. Ella parece una modelo de acción con curvas. Curiosamente, lleva una pequeña mochila a la espalda, y me pregunto si es parte de su equipo, o si lo lleva por una razón.

Ella me mira con frialdad desde el lado opuesto del ring. A diferencia del Sumo, ella no parece subestimarme, me estudia como si yo fuera una contendiente importante. Y eso me preocupa. Ella parece ser mucho más hábil. Extrañamente, me siento más nerviosa frente a ella que con él. Presiento que tiene trucos bajo la manga.

Poco a poco comienza a rodear el perímetro del ring, así que también lo rodeo en círculos, manteniendo mi distancia. Nos rodeamos una a la otra, cada una esperando que la otra dé el primer paso. Después de unos segundos así, de repente grita y va al ataque, con sus manos extendidas ante ella como garras, dirigidas directamente a mi cara.

Espero hasta el último segundo, luego paso al costado de ella, tendiéndole mi pie al hacerlo. Funciona: arremete junto a mí, tropieza y cae de bruces. La multitud grita en señal de aprobación.

Pero ella se da vuelta con el mismo movimiento y con una mano agarra la parte posterior de mi pierna y con la otra, me agarra del pelo por detrás. Es un truco sucio, y me tira hacia abajo, hacia atrás, y caigo de espaldas, golpeando el suelo con un ruido sordo doloroso. En el mismo movimiento, se da la vuelta encima de mí, y me agarra en un abrazo de oso, como luchador. Ella me sostiene de manera apretada y no me suelta, rodando sobre mí una y otra vez.

Ella tiene mis brazos en un tornillo, y no puedo zafarme. Siento que me va quitando lentamente la vida, y respirar se me dificulta más.

"¡MUÉRDELA! ¡MUÉRDELA!”, corea la multitud.

No entiendo por qué están coreando eso, hasta que Shira inclina la cabeza hacia atrás y abre mucho la boca. Ella ha afilado sus dientes con una lima, para parecer colmillos. Ella baja la cabeza, apuntando hacia mi hombro.

Me esfuerzo por liberarme, pero es engañosamente fuerte, y me tiene agarrada con una llave de la que no me puedo zafar. De pronto, siento un dolor horrible, cuando sus dos dientes se hunden en mi omóplato. Siento que me pinchan la piel, siento la sangre caliente que sale de él, y yo grito de dolor.

El intenso dolor me da una recién descubierta descarga de adrenalina, y en un repentino estallido de fuerza, logro poner mis manos en su plexo solar y empujarlo todo lo que puedo. Esta vez, sí funciona. Ella se aleja de mí volando.

Me doy la vuelta rápidamente, mi cara roja por el esfuerzo, mi hombro arde del dolor, estiro el brazo y lo toco, y mi mano se torna roja, está cubierta de sangre. Ahora estoy enojada.

La ataco y antes de que pueda levantarse, la tomo del cabello y la pateo con fuerza, contiguo a su estómago. Hay un sonido de agrietamiento de costillas, y la multitud dice: “¡Huuuuy! Sin esperar, la levanto del cabello y la pateo de nuevo, con fuerza en la cara.

Se desploma, la sangre brota de su rostro. Ella está confundida, tirada en el suelo, y ahora tengo la ventaja.

Sé que debería darle una patada en la cabeza en repetidas ocasiones, acabar con ella. Pero aun así, de alguna manera, no puedo hacerlo. Todavía me siento mal por matar a esta mujer, está ahí acostada, indefensa. Me quedo ahí, dudando, mientras la multitud estalla en un canto.

"¡MÁTALA! ¡MÁTALA!"

Aun así, no me atrevo a hacerlo. Vacilo. Y es otro error estúpido.

No veo su mano que se levanta lentamente, hacia su espalda, quitándose la mochila. Y para cuando me doy cuenta de lo que está haciendo, ya es demasiado tarde.

Su mochila se abre y de repente, sale una serpiente brillante, multicolor.

Se desliza hacia mí.

D I E C I O C H O

La serpiente cae al suelo y corre hacia mí en un instante. Estoy muy sorprendida, yo no sé ni cómo reaccionar. Sin embargo, la serpiente no vacila. Retrae sus colmillos y los hunde en mi pantorrilla.

El dolor es insoportable. Caigo sobre una rodilla, mientras los colmillos de 7.5 cm perforan mi carne. Se siente como si mi piel estuviera ardiendo, como si se fuera a quemar de dolor.

Mis reflejos toman el control, y sin pensarlo, agarro a la serpiente por la cabeza, le doy un tirón y la mantengo frente a mí. Sisea de nuevo mientras lanzo mi brazo hacia atrás y la tiro a través del ring. Azota en la jaula de metal y cae al suelo. El público aplaude.

La serpiente corre inmediatamente por el suelo, regresando nuevamente hacia mí. Ahora mi pantorrilla está ardiendo, y me duele tanto que me hace olvidar el dolor en mi hombro. Para empeorar las cosas, Shira está empezando a levantarse de nuevo.

Oigo un ruido metálico, y miro hacia abajo para ver que otra arma ha caído: en esta ocasión, se trata de una lanza.

 

Corro a recogerla. Cuando la serpiente se desliza de nuevo hacia mí, le arrojo la lanza. Fallo.

La serpiente se abalanza sobre mí, y yo la eludo justo a tiempo. Pero la serpiente se desliza alrededor, regresando. Vuelvo a levantar la lanza, le doy vueltas, y la bajo. Esta vez, se trata de un tiro perfecto.

La lanza se aloja justo en la cabeza de la serpiente, clavándola en el suelo. Se desploma.

La multitud ruge.

Justo cuando pienso que me puedo relajar, me golpean por la espalda, recibo un fuerte codazo justo en mi espalda. Vuelo hacia adelante, mi cabeza choca contra la barandilla de metal, rozando de cerca un pico que sobresale. La cabeza me da vueltas por el dolor.

Me doy la vuelta y veo a Shira lista para atacar, con el rostro desencajado por la furia. Ella salta alto en el aire, con los pies volando hacia adelante, para darme una patada en el pecho. Me doy cuenta de que los dedos de sus pies tienen hojas de metal que sobresalen de ellos: si ella me patea, será fatal.

Me alejo con un giro brusco en el último segundo, y en vez de patearme, le da a la reja, rebotando y cayendo con fuerza sobre la espalda. La multitud ruge.

Trato de correr a través del ring, para ir por la lanza, pero cuando camino cerca de ella, se acerca y agarra mi pie con la mano, haciendo que tropiece. Caigo con fuerza, de bruces, sobre el suelo. Un segundo después, la siento encima de mí, abrazándome como oso por detrás, envolviendo sus brazos y piernas alrededor de mi cuerpo. La multitud ruge.

Me doy la vuelta, por lo que ahora ella está de espaldas en el suelo, agarrándome por detrás. Ella envuelve sus musculosas piernas alrededor de las mías, y luego llega con su antebrazo, con músculos sólidos, y lo envuelve por encima de mi garganta. Va a asfixiarme hasta morir. No tengo manera de maniobrar. Una vez más, estoy perdiendo.

Con la mano libre, trato de alcanzar por encima del hombro. Sólo a un pie de distancia detrás de mí, fuera de mi alcance, está la lanza, aún alojada en la serpiente. Me estiro todo lo que puedo, estirando mis dedos, que acaban de rozar el asta de la lanza. Estoy tan cerca. Pero estoy perdiendo aire.

Doblo mi pierna, todavía con un dolor insoportable de la mordedura de la serpiente, apoyo mi talón en el suelo y empujo, haciendo que nos deslicemos. Me las arreglo para movernos una pulgada. Sólo lo suficiente para agarrar la lanza.

Finalmente la tengo. Pero me estoy sintiendo mareada, y estoy viendo estrellas mientras pierdo el oxígeno. Yo sé que sólo me queda un par de segundos de vida.

Con un último esfuerzo supremo, levanto la lanza y la acerco mí, y en el último segundo quito mi cabeza fuera del camino. La bajo con fuerza, con las dos manos.

La lanza estuvo a punto de caer en mi cara y en su lugar se aloja en la garganta de Shira. Empujo hacia abajo cada vez con más y más fuerza, escuchando el sonido horrible del metal penetrando la carne, hasta que el apretón sobre mi garganta se afloja.

Ella se desploma debajo de mí, liberando lentamente sus manos y piernas. Siento la sangre caliente que sale de su cuello, sobre el mío. Por último, estoy en condiciones de liberarme, apartarme rodando y levantarme de un salto.

Yo estoy sobre ella y miro hacia abajo, frotando mi garganta, respirando con dificultad. Sus ojos están bien abiertos, mirando a un lado.

Tras un momento de silencio de asombro, el público se levanta brincando, rugiendo con aprobación, aún más estruendosos que antes. Ahora, ellos me aman.

*

Mirar hacia abajo al cadáver de Shira, no me hace sentir orgullosa, sino que sólo pienso en la mordedura de la serpiente, el ardor en mi pantorrilla, y me pregunto si es venenosa. Mi pantorrilla ya está roja e hinchada, y cada paso que doy me causa una puñalada fresca de dolor. Supongo que si fuera venenosa yo ya estaría muerta, o al menos paralizada. Aun así, el dolor es tremendo, y se me dificulta el caminar. No sé cómo voy a ser capaz de seguir luchando así.

Por no mencionar el resto de mi persona: mis costillas rotas, la herida en mi brazo por la metralla, la nueva herida por mordedura en el hombro, la cara hinchada... Me aferro a la valla y recupero el aliento. Realmente no sé cómo voy a ser capaz de luchar contra otra persona. Ahora entiendo por qué Arena Uno no tiene ningún sobreviviente.

Capto la sensación de movimiento y miro hacia arriba para ver al líder con el ceño fruncido hacia abajo. Él no parece contento. La multitud sigue vitoreando, y no puedo dejar de preguntarme si tal vez he avergonzado el líder de alguna manera. Claramente, los combates de la Arena están diseñados para ser rápidos, destinados a ser básicamente una ejecución glorificada. No parecen estar diseñados para que duren más de una ronda. Claramente, él había esperado que yo muriera antes.

Para empeorar las cosas, las personas están negociando dinero, con furia, en la multitud. Me pregunto si el líder y su pueblo habían realizado apuestas en mi contra, y si mi victoria le ha costado dinero a la casa. Me pregunto cuáles eran las probabilidades. Si estuviera apostando, supongo que sería 500 a 1 contra mí.

Sus asesores se apiñan a su alrededor, parecen nerviosos, susurrando en su oído, como si estuviesen elaborando un plan. En respuesta, él poco a poco asiente con la cabeza.

Al hacerlo, se abre la puerta de la jaula, y entran dos tratantes de esclavos. Se acercan rápidamente al cadáver de Shira y arrastran su cadáver a través del ring. Uno de ellos se agacha y toma la lanza y el cadáver inerte de la serpiente. Más sangre mancha el piso, que ahora es de color rojo y resbaladizo. Trato de asimilarlo, todavía recuperando el aliento, cuando escucho un estruendo débil. Éste es seguido por algo más claro, y el suelo bajo mis pies tiembla, luego se agita. Al poco tiempo, se convierte en un rugido ensordecedor.

Toda la gente salta sobre sus pies, zapateando como locos, mientras cada persona se da la vuelta para ver hacia uno de los túneles de entrada. Entran marchando una docena de hombres, todos con antorchas. Se despeja el camino para una persona, obviamente, muy especial. La multitud ruge cada vez más fuerte, hasta que su zapateo crece de manera ensordecedora. No me gusta el sonido de esto. Ellos deben saber quién es.

Después de varios segundos más, alcanzo a ver el motivo de sus gritos. Detrás de un séquito de doce portadores de antorchas, veo a lo que sólo puede ser mi nuevo oponente. Trago saliva.

Es, posiblemente, el hombre más grande y más musculoso que jamás he visto. Él se eleva sobre los portadores de antorchas, por lo menos un pie, cada centímetro cuadrado de su cuerpo está repleto de músculos. Es fácilmente tres veces el tamaño de cualquier hombre que he visto en mi vida. Lleva una máscara negra en el rostro, siniestra y amenazante, por lo que no puedo ver su cara. Tal vez sea mejor así.

Sus manos y antebrazos están cubiertos de guanteletes negros, hechos de un material duro y cubierto de púas. Está desnudo, salvo por sus ajustados pantalones negros y botas de combate negras. Los músculos de sus muslos ondulan a cada paso.

A medida que se acerca al ring, la multitud se vuelve loca. Finalmente, empiezan a corear:

"¡MAL- COLM! ¡MAL- COLM! ¡MAL- COLM!"

Él parece insensible a lo que corean; simplemente no le importa. Rodeado de un séquito de dos docenas de personas, es una bestia enjaulada, dispuesto a destrozar cualquier cosa que se ponga en su camino. Ni siquiera puedo imaginar que esta persona está viniendo para pelear conmigo. Es una broma. No tengo oportunidad de sobrevivir.

Tuve suerte con el Sumo porque era demasiado confiado y descuidado; tuve suerte con Shira, también, pero casi sucede lo contrario. Pero este hombre: es obvio que él me puede dominar con una sola mano. No soy pesimista. Pero a medida que sube la escalera, entra en el ring, y se queda allí, midiendo el doble de mi tamaño, es suficiente para hacer que mis rodillas se debiliten. Él no es un hombre -- él es un monstruo, algo salido de un cuento de hadas. Me pregunto si lo guardan para ocasiones especiales, para azuzar a la gente que ha desafiado a los juegos, que han avergonzado al líder. O si tal vez lo guardan como último recurso, para matar a la gente de forma rápida y sencilla, sin tomar más riesgos.

Extiende los brazos de par en par y jala hacia atrás la cabeza, y la multitud se vuelve loca. El rugido es tan fuerte que realmente me duelen los oídos. El bruto no me quita los ojos de encima, puedo verlo a través de la máscara. Puedo sentir que me penetran – son ojos negros, despiadados. Lentamente baja los brazos, sin dejar de mirar. Suelto la jaula y me pongo de pie, frente a él. Hago todo lo posible para mantenerme erguida, por simular que no tengo miedo. Dudo que funcione.

No sé qué hacer a continuación. En esta Arena no hay ruido o señal oficial para marcar el comienzo del combate. Y si lo hubiera, tengo la sensación de que nadie iba a prestar atención, de todos modos. Parece que los combates empiezan cuando los contendientes deciden hacerlo. Y yo no estoy de humor para comenzar este encuentro. Él también está tomando su tiempo, saboreando cada momento, tratando de intimidarme. Está funcionando.

Mi única esperanza es que los líderes tiren abajo otra arma. Y cuando miro hacia arriba, en sus rostros ceñudos, no veo ninguna señal de eso.

Él se mueve. Camina lentamente hacia mí, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Como si quisiera saborear esto. Estudio su cuerpo, en busca de cualquier posible debilidad. Pero yo no encuentro ninguna: es una pared de músculo sólido.

A medida que se acerca, yo me alejo poco a poco, rodeando la pared de la jaula. Me doy cuenta de que esto me hará parecer débil, y probablemente le envalentone. Pero no veo cómo podría ser más envalentonado de lo que ya es; y yo todavía no sé cómo luchar contra este tipo. Tal vez, si yo lo evado el tiempo suficiente, se me ocurra una idea. O me van a lanzar un arma. O le voy a cansar. Aunque todo eso parece dudoso.

Se acerca lentamente, y sigo retrocediendo. La multitud se pone inquieta, silbando y abucheando, molestándome. Quieren sangre. Y yo ya no soy su favorita.

Camina un poco más rápido hacia mí, y me retiro con la misma rapidez. Él camina por un costado a la izquierda, así que yo camino a la derecha. No puedo seguir con esto para siempre: él está cada vez más cerca.

Él se impacienta y se lanza hacia mí, corriendo para agarrarme; en el último segundo, lo eludo y corro hacia un costado. Ya estoy en el otro lado de él, que no agarra nada más que el aire.

El público se ríe de él. Él da la vuelta, su cuello tiene una sombra de color carmesí. Ahora está realmente muy enojado. Él me ataca, corriendo con todas sus fuerzas. No me queda ningún otro lugar adonde ir.

En el último segundo, trato de ir hacia mi derecha, pero esta vez lo ve venir, y extiende la mano y agarra mi blusa. Sin detenerse, da la vuelta y con una mano, gira y me lanza. Vuelo como un muñeco de trapo por el ring, azotando en la jaula de metal. Por suerte, no caí en un pico que sobresale.

La multitud ruge en señal de aprobación. Estoy ahí tirada, sin respiración, mi pantorrilla y hombro me punzan. Con un esfuerzo supremo, me las arreglo para caminar sobre mis manos y rodillas, pero tan pronto como lo hago, siento sus manos en mi espalda, agarrando mi blusa. Me lanza una vez más, de cabeza.

Vuelo como una bala de cañón en el otro lado del ring. Me siento en el aire y, a continuación, azoto de cabeza en la jaula de metal. El dolor es ensordecedor. Reboto y caigo sobre mi espalda, en el suelo, y otra vez estoy sin aliento.

La multitud ruge, zapateando.

Levanto la vista justo a tiempo para ver un enorme pie bajando, justo en mi cara. En el último segundo me las arreglo para rodar fuera del camino, el aire corre por mi oído mientras golpea el pie en el suelo, a pocos centímetros de distancia de mí. La multitud hace una exclamación de sorpresa. Estuvo cerca. Una fracción de segundo más, y su pie habría aplastado mi cara en pedazos.

Me doy la vuelta y sin pensarlo, hundo mis dientes en su pie. Siento que perforan su carne, y pruebo su sangre salada, que escurre por mis labios. Yo lo escucho gruñir de dolor. Es humano. Estoy sorprendida por eso. Es una jugada sucia, pero es lo único que se me ocurrió.

Retira su pierna y me patea con fuerza en la cara. Salgo volando, girando varias veces, y azoto en la esquina de la jaula.

Se toca el pie ensangrentado, examina su mano, y se dirige hacia mí con un odio recién descubierto. Me pregunto si él habrá decidido matarme lentamente, en vez de rápidamente.

 

Me pongo de pie para enfrentarlo, y esta vez, siento que necesito el elemento sorpresa. Aunque parezca una locura, lo ataco.

Salto en el aire y doy una patada frontal voladora, apuntando hacia su ingle. Espero que si logro patearlo fuertemente en el lugar correcto, con las puntas de acero de mis zapatos, tal vez pueda producir un impacto.

Pero él es demasiado buen luchador para eso. Él debe estar recibiendo mi acción telegrafiada a una milla de distancia, porque sin siquiera hacer un esfuerzo, se agacha y bloquea mi pierna. Su guante de metal se estrella en mi pantorrilla, justo en mi herida, antes de que pueda producir un impacto. El dolor es adormecedor. Me deja fría, y caigo al suelo, agarrando mi pantorrilla con gran dolor.

Trato de levantarme, pero él me sujeta con su otro guante, de la cara, y su fuerza me vuelve a derribar, boca abajo, al suelo. Siento el sabor de la sangre en mi boca, y miro hacia el suelo cubierto de un tono rojo oscuro. La gente vitorea.

Trato de levantarme de nuevo, pero antes de que pueda hacerlo, siento sus manos en mi espalda cuando me levanta, toma impulso y me lanza. Él apunta a lo alto, hacia la parte superior de la jaula, y vuelo a través del ring a él. Esta vez, pienso rápidamente.

Extiendo la mano y, al golpearme en la pared, me sujeto de la cadena de enlace, apretándola. La pared se balancea un par de veces, pero me las arreglo para sujetarme. Estoy en lo alto de la jaula de metal, como a 4.5 metros del suelo, aferrándome a la vida.

El bruto se ve molesto. Él viene contra mí, subiendo la mano para agarrarme y tirarme. Pero yo me trepo, incluso más alto. Él sube la mano para agarrar mi pierna, pero me subo en el último momento. Estoy fuera de su alcance.

Parece estar desconcertado, y puedo ver que la piel de su cuello enrojece por la frustración. No se esperaba esto.

La multitud da brincos, rugiendo su aprobación. Es evidente que no habían visto esta táctica antes.

Pero no sé cuánto tiempo puedo aguantar. Mis músculos ya están débiles, y al aferrarme a la jaula, comienza a oscilar. El bruto la sacude violentamente. Me aferro a ella como una boya en un mar agitado por la tormenta. Pero no importa lo mucho que la sacuda, me niego a soltarla.

La multitud grita su aprobación y se ríe de él. Miro hacia abajo y veo que su piel se torna de un tono oscuro de rojo. Parece humillado.

Él comienza a ponerse en pie. Pero es lento, torpe. Él es demasiado pesado para ser ágil, y esta jaula no tiene la intención de sostener a alguien de su corpulencia. Él sube a buscarme, pero ahora yo tengo la ventaja. Él utiliza las dos manos para impulsarse hacia arriba, y cuando se acerca, balanceo una pierna y le doy una patada fuerte en la cara, conectando con la esquina de su sien, justo en la esquina de su máscara, con mi zapato de punta de acero.

Se trata de una patada sólida, una que no se espera - y para mi sorpresa, funciona. Él cae de la valla, de unos diez pies, con fuerza, de espaldas, en el suelo. Aterriza con tal fuerza que todo el ring se mueve. Suena como si un tronco de árbol hubiera caído del cielo. La multitud ruge, gritando su aprobación.

La patada que le di le quitó su máscara, que sale volando por el suelo. Se pone de pie y frunce el ceño hacia mí, y por primera vez, puedo ver su rostro.

Ojalá no lo hubiera hecho.

Es horrible, grotesco, y apenas parece humano. Ahora entiendo por qué usa la máscara. Su rostro está completamente quemado y carbonizado, con enormes protuberancias por todas partes. Él es una Biovíctima, lo peor que he visto en mi vida. Le falta la nariz y sus ojos son hendiduras. Parece más una bestia que un hombre.

Él gruñe y ruge hacia mí, y si yo no tenía miedo antes, mi corazón late con miedo ahora. Estoy luchando con algo salido de una pesadilla.

Pero, por ahora, al menos, estoy a salvo. Le he burlado. No hay nada que él pueda hacer excepto estar ahí parado mirándome. Nos encontramos en un punto muerto.

Entonces todo cambia.

Estúpidamente, sigo mirando hacia abajo, sin molestarme en mirar frente a mí; nunca imaginé que podría haber peligro en esa dirección. Pero uno de los tratantes de esclavos afuera del ring ha logrado acercarse a mí, sigilosamente, con un enorme palo. Me golpea con él, justo en el pecho. Una sacudida eléctrica corre por todo mi cuerpo. Debe ser una especie de picana; probablemente la reservan para situaciones como ésta.

El choque me manda volando hacia atrás, fuera de la jaula. Caigo por el aire y aterrizo en mi espalda. Su fuerza vuelve a sacarme el aire, y todavía estoy temblando de haber sido electrificada. La multitud ruge de placer ya que he vuelto a caer al suelo del ring, indefensa.

Apenas puedo respirar, o sentir mis dedos. Pero no tengo tiempo para reflexionar. El bruto viene a atacarme, parece más loco que nunca. Él salta en el aire y levanta las rodillas a lo alto, preparándose para bajarlos sobre mi cara, para pisotearme hasta morir.

De alguna manera, en el último segundo, me las arreglo para rodar fuera del camino. El viento de su patada corre por mi oreja, y luego viene el pisotón atronador. Es suficiente para sacudir el suelo, y yo ir rebotando en él como un juguete. Me alejo rodando, me pongo de pie, y corro hasta el otro extremo del ring.

Otra arma cae repentinamente del cielo, aterriza en el suelo en el centro del ring. Una maza medieval. Tiene un mango de madera corto y una cadena de un pie de largo, al final de las cuales hay una bola de metal de púas. He visto esto antes, en imágenes de caballeros en armadura: era un arma letal utilizada en la Edad Media.

Llego a buscarla antes de que él lo haga - no es que él muestre interés alguno. Ni siquiera va a buscarla, es evidente que no la necesita. No lo culpo.

Agarro la barra y la giro, llena de una confianza recién descubierta. Si puedo lograr dar un solo golpe, tal vez yo pueda ganar. Es un arma bella, y la bola de metal con púas gira y gira al extremo de la cadena, estableciendo un perímetro frente a mí, manteniéndolo a él a raya. La balanceo una y otra vez, como helicóptero, y se las arregla para mantenerlo fuera de guardia, cauteloso.

Pero todavía se acerca poco a poco, y cuando lo hace, me alejo. Sin embargo, cuando doy otro paso, resbalo en un charco de sangre: mis pies se doblan y caigo de espaldas. Al hacerlo, pierdo el control de la maza y sale volando a través de la jaula. Por casualidad, vuela directo a su cabeza, pero él es más ágil de lo que sospecho y lo elude fácilmente. Pasa por encima de su cabeza y se estrella contra la pared de la jaula. La multitud exclama con sorpresa, ya que se salvó por un pelo.

Estoy tendida de espaldas, y antes de que pueda levantarme, él está parado sobre mí. Él utiliza las dos manos para levantarme por mi pecho. Él me levanta a lo alto, muy por encima de su cabeza, como luchador, entonces me pasea por el ring, ante los miles de juerguistas. Ellos lo disfrutan, enloqueciendo.

"¡MAL-COLM! ¡MAL-COLM! ¡MAL-COLM!".

Tal vez ésta sea su jugada clásica antes de acabar con la gente para siempre. Mientras estoy colgada ahí en el aire, tan por encima de su cabeza, indefensa, me retuerzo, pero es inútil. No hay nada que pueda hacer. Estoy a su disposición. Cualquier segundo podría ser el último.

Lentamente me pasea por el ring, una y otra vez, disfrutando de la adulación, de la victoria. El ruido de la multitud crece a un tono ensordecedor. Él me levanta, aún más alto, preparándose para arrojarme, y lo último que pienso, antes de irme volando, es que me alegro de que Bree no está aquí para verme morir.

D I E C I N U E V E

Él me tira y yo vuelo por el aire a toda velocidad, sin saber que podía moverme tan rápido, aterrizando duro en el piso, en el lado opuesto del ring. Siento que se me rompe otra costilla, mientras que mi cabeza se estrella en el metal y se me forma otro verdugón en la frente. Me pregunto cuánto maltrato más mi cuerpo puedo aguantar.