Buch lesen: «Cómo te relacionas en pareja»
"Encontré a mi príncipe azul (…), es el amor de mi vida, ¿por qué me equivoco una y otra vez?..." Son frases que escuchamos a menudo, principalmente de mujeres. Muchos relegamos al azar esa parte tan esencial de la vida.
La autora, sin embargo, nos explica claramente qué nos pasa, por qué elegimos a las parejas que elegimos y cómo podemos mantener vínculos afectivos sanos.
Este libro, con ejemplos reales, una base teórica sólida, y la dulzura propia de Marta de Prado, nos adentra en los complejos laberintos del amor y nos permite hacernos un escáner emocional.
Es una lectura obligada para hombres y mujeres que deseen ser felices.
Dra. Alicia E. Kaufmann
Catedrática de Sociología
Analytic Network Coach
Marta de Prado García
Marta de Prado García es Doctora en Psicología (Estudios Interdisciplinares de Género) por las Universidades de Alcalá de Henares, de Alicante, Autónoma de Madrid, de Huelva, de Illes Balears, Jaume I de Castellón, de La Laguna y Rey Juan Carlos. Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid.
Está acreditada con el certificado EuroPsy como Psicóloga y Psicoterapeuta por la European Federation of Psychologist’ Associations (EFPA). Además, es Psicóloga General Sanitaria por la Comunidad de Madrid, Psicóloga Forense por el Colegio de la Psicología de Madrid y Terapeuta de pareja y familia por la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar (FEATF) y la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP). Miembro de la Asociación Madrileña de Terapia de Pareja, Familia y Otros Sistemas humanos.
Máster en Psicoterapia del IEEPP con formación de la Tavistock Clinic de Londres, Máster en Conflictos familiares y de pareja y Máster en Coaching entre otros.
Ha trabajado durante más de diez años para el Decanato de los Juzgados de Madrid con víctimas de delitos violentos y contra la libertad sexual y, posteriormente, en la Fiscalía de la Comunidad de Madrid como experta en intervención con testigos protegidos y personas en situación de riesgo.
En la actualidad ejerce como profesional de la psicoterapia y la forense en el ámbito privado (en formato presencial u online). Forma y acompaña a profesionales de la psicología, el trabajo social y demás profesiones sociales a través de supervisión de casos clínicos tanto de forma individual como grupal. Es profesora en el grado de Psicología y en el Máster de Psicología General Sanitaria (MPGS) en la Universidad Francisco de Vitoria. Dentro de sus ámbitos de investigación se encuentran las víctimas de abuso sexual, así como las de trata de seres humanos con fines de explotación sexual y violencia de género.
Formadora, entre otros, en el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid en el área de Psicología Forense en la Violencia de Género, en la UNED como profesora de Expertos en Mediación, y profesora en el Máster MPGS de la Universidad de Navarra.
Cuenta con diversas publicaciones y colabora con medios de comunicación, siendo colaboradora-tertuliana habitual de La Mañana de Televisión Española.
1. La pareja en el proyecto vital de las personas
Siempre he tenido la sensación de que somos seres diseñados para vivir en sociedad, en contacto y, por ende, en pareja. Los otros nos dan una sensación importante de pertenencia, de estar en conexión, de sentirnos unidos en el amor.
Somos seres mamíferos y vinculantes, lo que nos conduce a la búsqueda del calor, del roce, y también al desarrollo de emociones como la empatía, la generosidad, el amor… Esto nos lleva al deseo de formar parte de un grupo, de otras personas que nos ayuden a sentirnos más plenos, trascendiendo el uno mismo y pasando al nosotros de la unión.
La esencia del amor es la piedra angular para comprender la formación de la pareja, denominación que analizaron Stenberg (1999) 1 y García Vega (1999-2001) 2 como el proceso de crecimiento y maduración de las relaciones entre dos. Ellos afirman que existirían varios ejes fundamentales que se han de valorar para conocer la existencia o no de amor en la pareja, destacando como más importantes: pasión, intimidad, compromiso, afecto e interés.
Pasión e intimidad
Con pasión me refiero a la existencia de deseo mutuo. El autor Ríos (2005) llegó a afirmar que «sin pasión, no hay pareja» 3. Esta pasión no se refiere únicamente a aquello que abarca los aspectos sexuales; la pasión es la fuerza que consigue que ambos se comprometan en la consecución de un deseo y objetivo.
Si deseamos hablar de sexualidad deberemos incluir la intimidad, entendida como la posibilidad de acceso a lo más íntimo del otro, abarcado tanto el aspecto corporal como el emocional.
Existen parejas que renuncian a la sexualidad por distintos motivos: momento traumático, creencias religiosas, distancia, etc. Sin embargo, en estas relaciones es posible mantener activos los elementos comentados: pasión por lo que comparten e intimidad por el cómo lo hacen.
No obstante, es importante que la sexualidad tenga un lugar relevante en cuanto a estos dos aspectos se refiere. En consulta me he encontrado parejas que viven la sexualidad de manera muy distinta.
Por ejemplo, Juan Carlos me explicaba la importancia que tenía para él el acto sexual mientras que, para Leticia, la pasión corporal se orientaba al deseo de recogimiento en el cuerpo de su pareja, en el abrazo afectivo del mismo durante la relación.
Hubo un momento en el que el desarrollo psicosexual de Leticia se vio truncado por una experiencia traumática a manos de un compañero de clase. Aquella relación forzada generó en la entonces adolescente un fuerte desapego hacia sus iguales, una desconfianza que le llevó a tener problemas para relacionarse y un fuerte aislamiento social durante los primeros meses.
Poco a poco, fue abriéndose a la experiencia de vivir de nuevo y de confiar en las personas de su entorno; sin embargo, la expresión de la pasión sexual es algo que mantendría encapsulado a nivel emocional durante años y que, finalmente, le llevaría a iniciar un proceso terapéutico.
Su sexualidad se encontraba reducida al placer del calor de un cuerpo, el de Juan Carlos, que sabe que no le va a hacer daño. Leticia, con 32 años, me contaba cómo en sus relaciones sexuales, el placer de su cuerpo lo sentía cuando su pareja le abrazaba, y afirmaba que:
«Era capaz de mantenerme dentro de mi cuerpo; no busco un orgasmo, mi orgasmo es que mi cabeza y mi cuerpo están juntos cuando estoy con él. Es muy raro y gratificante saber que ya no me rompo».
Tras la agresión durante la adolescencia, Leticia sufrió lo que llamamos disociación, que genera una desconexión entre pensamientos, emociones, recuerdos y su identidad; es un mecanismo de defensa que ponemos en marcha de manera inconsciente para no experimentar dolor emocional ante un conflicto o situación estresante.
Esto era evidente en Leticia, pero es importante conocer que es común en personas que han sufrido traumas psicológicos como el abuso sexual o maltrato. La disociación es habitual ante estas experiencias; la dificultad viene cuando esta disociación se mantiene en el tiempo y el evento traumático ya ha pasado. Leticia se sentía integrada en brazos de su pareja y esto generaba en ella pasión e intimidad, entendidas desde una perspectiva distinta a la que estamos acostumbrados a pensar.
La intimidad y la pasión se pueden entender desde muchas perspectivas; la característica final que deben compartir es aquella que hace sentir a la pareja unida de manera especial y distinta a como lo hacen con otras personas (amigos, familiares…).
Es importante que le dediquemos unas líneas a aquellas personas que se definen como asexuales. La asexualidad se entiende como falta de atracción sexual hacia otros, bajo o nulo interés por la actividad sexual. Desde la perspectiva que abordamos en este capítulo, la actividad sexual no es sinónima de intimidad y pasión, de forma que las personas asexuales pueden tener una vida de pareja llena de intimidad y pasión mientras que sexualmente no tienen actividad alguna.
Compromiso
El compromiso es otro de los pilares fundamentales en el establecimiento de una relación madura. Este compromiso simboliza la voluntad de permanencia afectiva y, por lo tanto, la intención de invertir esfuerzo en la misma. Algunas cuestiones que ayudan a pensar sobre el compromiso y la estabilidad que el mismo necesita tienen que ver con la honestidad, el agradecimiento, el respeto y la búsqueda de simetría en la relación.
En este compromiso no debemos confundir conceptos: mantener un vínculo amoroso sano no significa tener que compartir todos y cada uno de los aspectos de nuestras vidas. Nuestra individualidad debe ser preservada, acostumbrándonos a compartir inquietudes, reflexiones, opiniones, etc.
Estos espacios para compartir hacen que los miembros de la pareja se conozcan en profundidad y, por lo tanto, bañan la relación de honestidad, de verdad. Por otro lado, cuando hablo de respeto, me refiero a la idea de admirar y confiar en que la pareja es un ser con criterio y voluntad propios, capaz de tomar sus propias decisiones de manera autónoma.
Si la relación crece con esta idea y además se acompaña de agradecimiento, tenemos una importante garantía en el diseño de una relación con capacidad de mirar hacia delante y pensar en el futuro juntos.
Por último, en cuanto al compromiso, será importante que la relación busque la simetría relacional; es decir, ambos deben estar comprometidos al mismo nivel para el trabajo que requerirá la relación.
Como veremos más adelante, las parejas que trabajan unidas en el crecimiento de la relación tienen muchas más posibilidades de que esta sea equilibrada y fuerte por ambas partes.
Hace unos días recibí una llamada de Carmelo; me comentaba que va a casarse y que siente que necesita sentarse con su futura mujer a hablar con un profesional para poder dibujar un matrimonio lleno de compromiso y pactos:
«La quiero, no tengo dudas de que me voy a casar con ella, pero ambos tememos el momento de tener hijos; creo que es bueno que nos ayudes a pensar juntos para no bloquearnos y hacerlo bien».
Laura, su futura mujer, estaba encantada con la idea de seguir creciendo en pareja y de ser acompañados por una terapeuta. Es un claro ejemplo de compromiso, lleno de respeto y de pensamiento común que mira hacia el futuro.
Ana, por otro lado, es un ejemplo de una relación desigual. La conocí cuando acudió a terapia tras su ruptura de pareja. Ella siempre fue el motor de la relación, se compró un piso donde Javi se acopló fácilmente. Él nunca iba a comer a casa, lo hacía con sus padres y pasaba las tardes en el gimnasio con sus amigos. Ana trabajaba incansable buscando un futuro juntos y con máximas comodidades. Él era como un hijo adolescente en la convivencia; no existía simetría ninguna en la relación.
El compromiso de la relación se llenó de esfuerzos de Ana que rompieron sus sueños cuando descubrió a Javi con otra mujer. En ese momento, ella se hace consciente de la importancia de sentirse ayudada, acompañada, en una relación «par» donde la simetría sea parte de lo cotidiano y la asimetría se dé únicamente en momentos de crisis para alguno de ellos. Ana ahora tiene pareja de nuevo, y explica asombrada de forma habitual:
«Y pude decirle… antes nunca hubiera creído que sería capaz de comentar… pedir…».
Aprender de las experiencias pasadas nos hace ser más conscientes del tipo de relaciones de pareja que establecemos.
Afecto e interés
El afecto y el interés serían los últimos puntales imprescindibles en una buena relación de pareja, que de alguna manera hemos ido mostrando en los ejemplos anteriores. El primero de ellos, el afecto, se manifiesta en detalles satisfactorios para el otro.
Y el segundo, el interés por el otro, se entenderá que va más allá del «yo te doy para que tú me des» o para recibir de ti. En este sentido será fundamental que pensemos en aspectos que apoyen la idea de conocer más y mejor a tu pareja:
• ¿Conoces bien cuáles son sus inquietudes?
• ¿Qué cosas le emocionan?
• ¿Qué temas de conversación le duelen o son tabú?
• ¿Qué es lo que más admiras de tu pareja?
Pregúntate todos estos aspectos y ponte en marcha; cuánto más trabajes sobre estas ideas, más motivarás el crecimiento de la relación.
Hay personas que, por su desarrollo psicosexual, por el entorno familiar en el que se han desarrollado, por cuestiones culturales… tienden a cosificar las relaciones, a entender al otro como un objeto que proporciona algún beneficio. Más adelante veremos cómo son las relaciones de este tipo, que denominaremos instrumentales. Relacionado con este aspecto, el momento sociocultural que estamos viviendo hace que algunos autores denominen a nuestra sociedad como líquida; y las relaciones que se establecen en ella como «amor líquido» 4. Este amor se caracterizará por la falta de solidez, calidez y por una tendencia a que las relaciones sean cada vez más fugaces, superficiales, etéreas y con menor compromiso.
Paula acudió a consulta con problemas para sentirse plena en sus relaciones de pareja. En la exploración psicológica, me encontré que sus muestras de afecto eran puramente sexuales. Durante su adolescencia fue muy precoz en el inicio de la sexualidad en pareja; cuando aún no se había autoexplorado ya mantenía relaciones sexuales con sus parejas.
Había aprendido que su «valor» se encontraba focalizado en lo sexual, de manera que, posteriormente, mostraría su afecto en la relación buscando intimidad sexual. En muchas ocasiones describía cómo buscaba relaciones sexuales con sus parejas, no desde la pasión que pudiera sentir, sino como una forma de agradecimiento y de muestra de afecto. Lo peor de estas situaciones es que, en las descripciones, Paula relataba que no disfrutaba, que lo hacía por ellos.
«Él no me lo pide, a veces le sorprende que me acerque, pero yo siento que tengo que hacerlo y me obligo… no me gusta».
Posteriormente analizaremos este aspecto, ya que constituye una forma de violencia en pareja ejercida por uno mismo, siempre que se haga sin presiones o miedos dentro de la relación.
Con estos cinco elementos —pasión, intimidad, compromiso, afecto e interés—, García Vega diseñó el llamado «pentágono del amor», y afirmaba que la pasión constituye el elemento diferenciador entre el amor y la amistad.
Sentimiento de pertenencia
En el ciclo de la relación podemos referirnos a una primera etapa que forja la cohesión en la relación. En esta etapa, la pareja se siente unida y cada uno de los miembros tiene el sentimiento profundo de verse apoyado y respaldado por el otro. Esto será lo que denominaremos el «sentimiento de pertenencia» donde ambos sienten que son una misma unidad que les da la fuerza, el respaldo y el empuje para superar cualquier momento o situación.
En la evaluación que se debe hacer en cualquier terapia de pareja, es importante la valoración de la presencia o no de este sentimiento de pertenencia y la profundidad del mismo en la relación. En definitiva, si la presencia del sentimiento tiene carácter vincular, con los aspectos comentados anteriormente como son la pasión, compromiso, e intimidad o si, por el contrario, lo que mueve el sentimiento de pertenencia es una cuestión más de carácter instrumental.
En un buen número de terapias de pareja he observado personas que no perciben que en su sentimiento de pertenencia se activen los aspectos relacionados con el amor, sino más bien aquellos que tienen que ver con «para qué».
La pertenencia puede darse, por ejemplo, en la búsqueda de sentirse acompañados, protegidos, tener sus necesidades económicas cubiertas, deseo de tener hijos… En estos casos, el sentimiento de pertenencia no ayudará a que la pareja evolucione y por tanto genere el crecimiento de la vinculación que ha de darse en la siguiente fase del proceso de forja de la relación. Se quedará estancada en un tipo de relación instrumental.
Cuando la pareja no madura, genera lo que denominaremos «la parálisis del crecimiento de las relaciones de pareja». Esto tiene como consecuencia el deterioro de las personalidades de cada uno de los componentes y, además, amenaza la posibilidad de pervivencia de la relación.
La pareja constituye un sistema vivo, según Ríos (2005) 5. Esta pareja, estando viva, va creciendo, desarrollándose y adaptándose de forma permanente y continua. Cuando aludimos al crecimiento interno de la relación, nos referimos a la capacidad que esta posee de ir enriqueciendo todas y cada una de sus potencialidades. Existen parejas que, una vez pasada la ilusión inicial, se quedan estancadas, va dificultándose el crecimiento, y la parálisis puede llegar a ser total.
Las relaciones que pierden la espontaneidad en la comunicación afectiva, en su interacción y en la relación amorosa, cronifican los aspectos negativos y terminan destruyéndose. No existe crecimiento sin potenciación continua de la «complementariedad» y la «acomodación mutua» para hacer viable el desarrollo de pautas en las que cada miembro respalde la acción del otro, según Martínez de Velasco (1991) 6. En definitiva, es fundamental que se trabaje con la idea de compromiso hacia el futuro que se motiva desde el esfuerzo mutuo.
En algunos casos, debido a experiencias pasadas, no es sencillo que se dé esa complementariedad afectiva y acomodación, porque no existe la base emocional para ello. Sin embargo, muchas veces la relación funciona «como si» fuera complementaria a la vista de los demás. Alguno de los miembros de la pareja trasmite que siente la obligación de estar bien o sentirse bien, a mostrar que la relación está tranquila, a que su pareja esté contenta… porque así es como encuentra su serenidad. En sus pensamientos aparecen, en múltiples ocasiones, dos únicas opciones: estar en esa relación de «pareja» o volver al estado de soledad que les pesa. El sentimiento de indefensión es profundo; sienten que hay poco que puedan hacer para salir de dicha situación y por eso terminan acomodándose sin amor.
Manuel tuvo dificultades para encontrar pareja, se sentía muy solo a nivel vincular. Tenía buenos grupos de amigos a los que veía de forma semanal, sin embargo, todos sus amigos se habían casado y, aunque solía tener planes para el fin de semana, de lunes a viernes le resultaba dura la vida en soledad. Gracias a las redes sociales encontró pareja, la única mujer que quiso tener una segunda cita con él. Sandra era muy ausente en la relación, y Manuel buscaba de forma constante estar con ella:
«Yo hacía lo que fuera para verla y, sin embargo, ella me daba las horas que le sobraban de estar con sus amigas. Sentía que tenía que hacer todo lo posible para que no se enfadara y me dejara, la quería a mi lado. Solo pensar en que se iba me generaba otra vez aquel sentimiento de vacío que me invadía antes de conocerla».
La pareja que consigue conservarse es aquella que en su modo de comportamiento personal e interactivo no queda sometida a los altibajos y oscilaciones personales que amenazan la estabilidad de la relación. En muchas ocasiones, durante las terapias de pareja se observa cómo la inestabilidad de la relación se repite a nivel individual.
Si pensamos en las historias de vida de algunas personas, es fácil empatizar con las circunstancias individuales que han sufrido —ansiedad, depresión, pérdidas afectivas, enfermedades en familiares, entre otros—, que les llevan a estar desconectadas emocionalmente de sus parejas. Es interesante pensar también en la parte de la pareja que se sostiene al lado de alguien que sabe que no le ama, quizás porque también ha instrumentalizado el vínculo.
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