Crema volteada

Text
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Crema volteada
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa


CREMA VOLTEADA

© Mario Valdivia, 2021

© Pehoé ediciones, noviembre 2021

Pehoé ediciones

San Sebastián 2957, Las Condes

Santiago de Chile

ISBN Edición impresa: 978-956-6131-23-6

ISBN Edición digital: 978-956-6131-18-2

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com

La reproducción total o parcial de este libro queda prohibida, salvo que se cuente con la autorización del editor.


PRESENTACIÓN

A fines de 2019, en un encuentro fortuito, Fernando Villagrán me ofreció –o me pidió, no estoy bien seguro– que colaborara en la revista digital lamiradasemanal.cl. Me une con él una vieja relación que podría ser considerada de amistad, aunque es demasiado esporádica para serlo. Quedaría mejor calificada como aprecio basado en el respeto, cuando menos de mi lado. Acepté.

Las movilizaciones sociales, que en mi opinión todavía no encuentran un nombre adecuado, estaban en su apogeo. Imagino que todas nos sentíamos desafiadas a hablar. Yo había publicado un libro titulado “Nada Más Que Mercados Y Leyes”, en 2018 con Pehoé Ediciones. (Primera versión publicada en 2016 como “Un Sandwich De Pan Con Pan”). En ellos traté de mostrar que, a pesar de la democracia recuperada y los buenos resultados económicos, un hondo malestar primordial enervaba nuestra convivencia. ¿Anuncias una crisis social?, me preguntó el director de un diario que me entrevistaba. Le respondí que la veía muy posible, aunque no tenía fecha. Imaginé que Villagrán me abría las puertas de su revista, interesado en esa incursión adivinatoria.

Autor tardío de novelas policiales, nunca había escrito columnas de opinión. Me sentí desafiado, a pesar de que rara vez las leo, y ser un género que me gusta poco. Evitar el tono del experto que explica verdades, del profesor sabelotodo convencido de que la audiencia es una sala de clases, del predicador de feligresías cautivas, y de la subjetividad desatada, me pareció una aventura que valía la pena. Movilizado por la convicción de que todo se aprende por repetición, y por algunos porfiados genes vascos, durante a año 2020 no fallé semana alguna. Creo. Aprendí, las columnas me salieron cada vez más fáciles, emergió el goce de escribirlas; que sean buenas o malas es otra cosa. Supuse que eran un ejercicio rejuvenecedor valioso, considerando la edad que tengo. En el año 2021, me permití saltarme algunas semanas.

El julio de ese año encargué a tres nietos (edades entre 20 y 24) que revisaran las columnas y seleccionaran algunas para publicar en una colección. Les di permiso incluso para no seleccionar ninguna. Este es el resultado de su trabajo de lectura y evaluación. Lo demás corre por cuenta de la manito de gato final que espero me disculpen eventuales lectoras y lectores.

¿Por qué publicar estas columnas como libro? No tengo idea. Quizás espero que el viento que se lo lleva todo, tenga más dificultad para hacerlo con un libro que las empaqueta que con columnas de a una. Aunque sea digital. En realidad culpo a las tiendas digitales. Es tan fácil publicar y vender a través de ellas.

Lamento no poder incluir las ilustraciones que acompañaron las columnas, por obra y gracia de lamiradasemanal.cl. Algunas fueron un buen aporte.

Mario Valdivia V.

Pirque, Agosto 2021.

EL SAQUEADOR ES EL

HOMO ECONÓMICO

(Noviembre 14, 2019)

Muchas personas se han sorprendido y horrorizado con los saqueos a supermercados y tiendas que han salpicado las protestas sociales. Muchas de esas personas quizá superan los 120 kilómetros por hora habitualmente si no hay carabineros a la vista. ¿Cuántas incluso usan radares “matapacos” (sugerente designación)? Con seguridad, más de alguna hace truquitos con sus declaraciones impositivas, que la Dirección de Impuestos Internos no aprobaría.

Solamente agentes individuales interesados en sí mismos componen nuestra sociedad, sostienen los liberales extremos que impusieron el “modelo” y educan a nuestros economistas y managers en universidades e institutos.

¿Qué más? Leyes, por supuesto. Individuos que tienen la libertad de actuar para satisfacer sus intereses, sujetos a la ley, son los átomos constitutivos. Y lo social no es más que el conjunto de relaciones que establecen entre ellos y ellas mediadas por la ley y por transacciones en el mercado.

Alguien podría preguntar si eso es todo, y echar de menos relaciones basadas en el respeto compartido a normas éticas, relaciones de reconocimiento recíproco que producen una convivencia compartida y la emergencia de identidades individuales con significado social. Seguramente sería mirado con displicencia, como alguien que sigue preso de una ingenuidad de otros tiempos. Las personas de inclinación de derecha tal vez apostarán a la suficiencia de las relaciones de intercambio para producir lo social. Las de inclinación de izquierda quizás insistirán en las necesidad de leyes para permitir que se produzca lo social.

Sin embargo, en ausencia de normas éticas compartidas, la ley es obedecida por los individuos auto interesados solo si calculan que pueden ser sorprendidos desobedeciéndola; por temor al castigo. En el fondo, para el liberal extremo de corte neoliberal, la ley es un recursos más, su obediencia queda sujeta al cálculo de costo beneficio y riesgo. Imponérsela a las demás y evitarla una misma, da ventajas competitivas.

En una sociedad basada solamente en mercados y leyes, el homo económico es un saqueador.

(Ver Mario Valdivia, Nada Más Que Mercados Y Leyes. La pobreza de un liberalismo extremo. Amazon.com)

NEOLIBERALISMO + TERCERA VÍA CONCERTACIONISTA= UNA MALA IDEA, FINALMENTE.

(Noviembre 21, 2019)

El neoliberalismo instaló un potente orden de mercados en todos los ámbitos de la vida.

La tercera vía creyó que con democracia podía manejarlo y aprovecharlo en su favor para organizar la provisión de infraestructura material y servicios sociales básicos –darle efectividad al Estado.

Puede que haya estado bien.

Sin embargo, lo que ambos, los neoliberales y la tercera vía concertacionista, dieron por hecho, fue que el desarrollo de la modernización capitalista en su dimensión económica quedaba entregada a la burguesía disponible, a las clases empresariales existentes –a su visión y sus decisiones. Una mala idea.

Después de invertir en la exportación basada en recursos naturales, la dinámica se estancó cuando estos se hicieron más difíciles de explotar o se agotaron; o bien, cuando los mercados internacionales dejaron de ser infinitos. Incluso cuando funcionó bien, produjo un desarrollo basado en grandes inversiones de capital y mano de obra abundante y barata –un crecimiento muy desigual.

Resultó ser una burguesía que no se subió por su cuenta a las olas de innovación tecnológica, la digitalización y la economía moderna de servicios. Siguió pegada a la explotación de la naturaleza.

Sabemos que la educación en Chile es de mala calidad. Lo que no quiere decir, como lo podemos suponer superficialmente, que eso afecte solamente a los “estratos socioeconómicos bajos”. También nuestras llamadas elites tienen una pésima educación –irrelevante, aparatosa, con títulos y postgrados caros, hiper ingenieril e infantilmente racionalista, experta en resolver problemas y dar respuestas, no en hacerse preguntas ni pensar ni inventar, poco sensible–, como es testigo la pobreza de nuestra ciencia, nuestra intelectualidad, nuestros managers y economistas, y la disposición de nuestros empresarios. Confiar que estos últimos le darían dinamismo al futuro en un mundo en transformación acelerada, fue una mala idea.

Conducir la llamada modernización capitalista era demasiado crucial para haberla dejado en manos de la burguesía que tocó –la que había, la que estaba disponible.

COPIAR–ADMIRAR Y

DESVALORIZARSE

(Enero 16, 2020)

Construimos nuestra democracia liberal (neo) hace décadas, copiando. Bajo la atenta vigilancia de economistas, aplicamos plantillas de un Modelo ideal en todos los planos de la vida. Primero fue el Modelo de los mercados libres, de la economía abierta, del banco central autónomo, y así. Imitamos lo que se hacía en Estados Unidos. Más adelante, la copia se extendió a nuestra existencia cotidiana. Dejamos de comprar en almacenes y comenzamos a ir a centers y malls. Empezamos a hacer running, skating y trekking –los de más arriba, golf.

En un popular álbum de 1986, Los Prisioneros invitaron a los copiones a irse del país –¿no admiraban tanto lo de afuera? Después del año 2000, sin embargo, la invitación podía hacerse extensiva a todos; cuando menos a la amplia clase media que repetía la copia con entusiasmo.

Copiar está preñado de admiración e ira. Es una acción movilizada por querer ser como otros, cargada de desvalorización a uno mismo. Estados Unidos era el patrón admirado por nuestros afanes copiadores. Su éxito, su poder, su libertad, su riqueza, su estilo individual, igualitario, democrático, desenfadado… Todo el mundo –cuando menos en “Occidente”– parecía ir en esa dirección. Estábamos en la buena compañía de la OCDE, que nos orientaba con estándares para evaluar la calidad del calco –servicio del FMI, el Banco Mundial, las Agencias de Riesgo, nuestros economistas…

 

En los países de Europa el Este, efectivamente una gran cantidad de población se fue –como sugerían Los Prisioneros –a los países de la UE: el goce del Modelo estaba disponible al otro lado de fronteras finalmente sin cerrojo. Después de ir y venir durante años de entrenamiento autoritario, nosotros, por fin, aprendimos a calcar bien y rápido. Llenos de ilusiones, nos dedicamos desaprensivamente a copiar la versión copiada de “Occidente” que calcaban los de arriba. Como anticiparon Los Prisioneros, estos solo consiguieron ser reconocidos como “occidentales de segunda”– un “producto no auténtico”, digno de ser transado en veredas. Y se apresuraron por extender un desprecio duplicado a quienes los copiaban a ellos.

Auto desvalorizándonos, pero ilusionadas en llegar a ser iguales al Modelo copiado, no conseguirlo constituye una frustración devastadora. No poder ser lo admirado a pesar del esfuerzo puesto en calcar, es una receta segura para la ira. Una rabia que se acumula y se cuece con lentitud en silencio, dirigida en primer lugar en contra de nosotras mismas. Sospechar que como personas individuales no estamos a la altura del Modelo admirado, tarde o temprano, explota colectivamente en un enojo compartido sorpresivo. Hemos visto cómo ocurre en todo el mundo que se embarcó en la misma copia, treinta años atrás.

(Sugiero leer “La Luz Que Se Apaga”, de Ivan Krastev y Stephen Holmes)

LOS 12 JUEGOS

(Enero 23, 2020)

Liberar mercados y abrir la economía en un mundo globalizado apostó por nuestro recursos naturales –el clima, los minerales, la radiación solar, el agua y la tierra–; no por los seres humanos, por quienes somos. Lo valioso de Chile para el mundo no era su gente, era su naturaleza.

Trabajos manuales simples, mecánicos y repetitivos –recolectar frutas y podar árboles, lanzar alimento a salmones enjaulados, clasificar frutas por colores–, a veces potenciados por grandes inversiones de capital, como en la minería y la industria forestal –manejando máquinas automotoras, transportando en operaciones logísticas... La rentabilidad del capital y la renta de la tierra interesan más que la destreza del trabajo. Lo mismo en los servicios– el comercio, las finanzas y los bancos, y muchos servicios profesionales –en los que impera un know how estándar, repetitivo y procedural, y están poblados por técnicos superiores expertos en aplicar metodologías que los encierran en “pegas” cada vez más inestables. Los procesos tecnológicos y los arreglos institucionales monetario– financieros interesan más que la destreza del trabajo.

Algunos, aquí y allá, producen valor en serio.

Como parte de un álbum de 1986, en el conmovedor Baile De Los Que Sobran, Los Prisioneros develan cómo los 12 años de educación básica y media no son más que juegos –el sistema “juega a educarnos”– sin consecuencia. Los educados terminan sobrando… quienes creyeron que esforzarse por estudiar era el camino al futuro. La ruta al futuro es un secreto bien guardador de algunos…, no necesariamente los que jugaron los 12 juegos. Hoy podemos decir que los juegos que producen sobrantes han terminado por ser 18 y más.

Chile, el sudaca del milagro, terminó reconocido por sus masivas explotaciones mineras y hermosos bosques, huertos, viñas y salmones bien cultivados, y por la particularidad de su paisaje. ¿Los seres humanos que lo pueblan? No muy cultivados, la verdad. Es que, como se percataron Los Prisioneros, en gran parte, sobran.

¿Y AHORA, QUIÉN PODRÁ AYUDARNOS?

(Enero 30, 2020)

Decía el inolvidable Chapulín Colorado cuando las papas quemaban.

Pusimos todas las fichas en una democracia de mercado.

La clase empresarial –con ella, más o menos la derecha–, contando con mercados libres, invirtió en lo que invirtió y llevó al sistema económico en la dirección que le pareció rentable a cada uno de sus miembros.

Los trabajadores y la clases medias –con ellas, más o menos la izquierda– se atrincheraron en la democracia para agenciar sus afanes distributivos.

Y así estamos hasta hoy día.

Emerge la sospecha de que hay algo seriamente insuficiente. Algo de fondo, que comparten izquierda y derecha: el sistema democrático de mercado. Con este, ni crecemos ni distribuimos hace años. Los empresarios invierten en lo que es más rentable para ellos, sin preocuparse por el país –¿podrían ser criticados por la falta de preocupación por la Nación como una unidad superior a sus empresas?– y la izquierda se concentra en distribuir lo que aquellos producen, sin preocuparse por aquello que se produce –¿habría que criticar su abandono de valiosas ideas históricas de la izquierda acerca de la importancia de fondo de la economía? Hay algo encerrado en un círculo, aquí. En un orden de mercado, lo que hay para distribuir depende de la naturaleza de la producción. Esta sigue a inversiones que ven en la explotación de recursos naturales lo más rentable. Mucho capital y salarios bajos generan un sistema distributivo desigual, por definición.

Después de la segunda guerra del siglo pasado, enfrentamos una situación similar. Agotado el sistema basado en la exportación de salitre, el capital privado no sabía adónde ir. Entra el Estado manejado por una clase profesional y técnica preocupada de la Nación, que le abre una nueva posibilidad histórica a Chile: la industrialización, la integración latinoamericana. Hasta hace poco estaba de moda evaluar negativamente esa visión y ese empuje que duró hasta los años setenta. Pero ahí está la Endesa, privatizada con otro nombre, así como Celulosa Arauco y Celulosa Constitución (¿el mayor grupo empresarial de Chile hoy?), la CAP y la ENAP, el Banco Estado, entre otras empresas, vivitas y coleando, entre ellas algunas de la gran minería nacional. Todas le han prestado una gran servicio a Chile. Nuestros profesionales, técnicos y trabajadores especializados bien pagados se formaron en ellas.

La clave no fue tanto el Estado, como la emergencia de una clase –empresarial, profesional– y sus expresiones políticas, que osó hacerse cargo del futuro del país, inventando una dirección para llevarlo como Nación.

Y ahora que Chile va al garete de inversiones privadas y afanes distributivos de parche, ¿quién podrá ayudarnos?

MICRO MÁQUINAS

DE HUMILLACIÓN

(Febrero 20, 2020)


– Buenos días, Rosita.– Buenos días, señora.– Tráeme un café expreso.– Cómo no, señor.
– ¿Cómo estás, Pedro?Tiempo que no venía a campo.– Enséname a usar el whatsapp.
– Como siempre, don Pablo.– Cuando quiera, don Enrique.

La lógica difusa de la diferencia en el trato. La asimetría total del ser. La altura y la bajura, lo superior y lo inferior, aceptado sin autoridad ni ley. Las de abajo, las de arriba.

Sin embargo, no puede sino producir una constante humillación, un resentimiento cocido a fuego lento. Acepto rebajarme sometiéndome al tuteo manoseador de quién acepto poner por encima en el trato de usted –señor, señora, doña y don. Nadie me obliga, todo me obliga. Nadie y todo obliga a la otra parte también. No decimos nada…

En los minúsculos espacios cotidianos del mundo liberal legalmente igualitario, la diferencia total. La contradicción con lo que nos predican y explican sobre la igualdad ante la ley y en los mercados. Dos seres humanos diferentes pueblan este universo. Ambas lo saben, lo presuponen y lo aceptan. Dos igualdades basadas en dos desigualdades y dos desigualdades fundadas en dos igualdades. No son caprichosas, no corresponden a preferencias o decisiones individuales, todos las entendemos: son sociales. Sabemos de qué se tratan, aunque no quepan en modelos formales y legales.

¿La diferencia entre trabajador y capitalista? En parte, sí; pero no solamente, ni siempre eso. ¿Entre el trabajador manual y el intelectual? (¿El encargado de un campo trabaja con las manos? ¿El profesor de computación? ¿El contador, el ejecutivo medio?) ¿Restos pegajosos de la desaparecida sociedad de señores y siervos? ¿Emergencias de una estratigrafía de mestizajes diversos? Diferencias tan complicadas de conceptualizar, como son tajantes y simples para orientar. UBICATEX, la palabra que todo lo resume sin explicitar nada.

Grafican a la perfección la diferencia entre copiar modelos formales y hacernos cargo de navegar en una situación histórica concreta – con herencias…

Lo que podemos imaginar es que, si la propaganda ideológica del éxito económico y social del liberalismo como igualador y emancipador se hace muy vacía, la rabia acumulada día a día durante años estará lista para explotar.

EMPRENDER VS ENGULLIR

SANDÍAS CALADAS

(Marzo 5, 2020)

Con una que otra excepción singular, los empresarios reunidos en el Encuentro Nacional De La Empresa advirtieron de la gravedad que representa la incertidumbre que enfrentan, derivada de las posibilidades abiertas en la discusión constitucional. Al parecer, se sienten en la obligación de hacernos conscientes de la imposibilidad de tomar decisiones económicas relevantes en un ambiente así.

Oyéndolos, me sentí avergonzado de mi ingenuidad. Suponía que la incertidumbre era una característica del mundo global –cuando menos eso dicen los libros caros que leo. Que ella ocurre por el constante emerger de contingencias– eventos impredecibles –que producen disrupciones muy veloces de las situaciones políticas, las tecnologías, las habilidades y disciplinas profesionales, las industrias y estrategias de negocios dominantes. No hay certezas duraderas, nada se mantiene constante. Que es una característica de la época histórica en la que nos tocó vivir, pensaba.

Me abochorna enterarme de mi liviandad. Cuando menos en Chile, hasta fines del año pasado, se había inventado un mundo sin incertidumbre, un huerto de sandías caladas, un oasis estable y predecible. Raro, excepcional, no podía durar eternamente… Y, bueno, finalmente se acabó.

Imaginaba que quienes temen a la incertidumbre son las personas que poseen habilidades e identidades fijas que pueden quedar obsoletas en cualquier momento, a las que un mínimo de decencia obliga a procurar proteger de las posibles consecuencias negativas de la inestabilidad. Quienes trabajan por hora, quienes carecen de flexibilidad para rehacer lo que ofrecen en los mercados. Los viejos, los educados en la rigidez, los poco educados, los que se quedan pegados en mundos locales... Es la base de la idea de red de protección social.

Pero la protección contra la incertidumbre la exigen ahora los empresarios. Es necesario que se estabilice el mundo, advierten, dirigiéndose al parecer a la “clase política”. ¿Qué necesitan? ¿Planes que fijen el futuro, que lo calculen y lo calen? ¿Qué piden? ¿Qué les aseguren estabilidad para calcucalar?

Suponía yo –ingenuo de nuevo– que la principal justificación social del rol empresarial y la práctica de emprender es precisamente en tanto que navegantes hacia un futuro incierto; no principalmente como administradores eficientes de lo que está ahí, disponible, calado y cierto. Como navegantes de la incertidumbre juegan los empresarios un rol histórico progresivo, creando nuevas posibilidades históricas para todos. Desde Magallanes hasta Jobs y Musk, pasando por Pasteur, Edison y Ford. Si lo hacen, pueden ganar fortunas, si no, pierden lo suyo. Viven en la incertidumbre. Parten de la base de que, en ausencia de incerteza, o procurando eliminarla, no hay posibilidad de crear algo nuevo, la historia se queda pegada en el pasado.

Bueno, cuando menos en el papel. Al final, no sé si el ingenuo soy yo, o el lloriqueo por la incertidumbre de nuestros empresarios locales constituye un serio error de interpretación de ellos sobre quiénes son.

Sie haben die kostenlose Leseprobe beendet. Möchten Sie mehr lesen?