Las consultas con don Hans

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Las consultas con don Hans
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© José Antonio Román

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz

Diseño de portada: Rubén García

Supervisión de corrección: Ana Castañeda

ISBN: 978-84-1386-522-5

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

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Agradecimientos al Big Boss (al Gran Jefe), creador del cosmos. De esa manera lo llamaba Hans con humor respetuoso, al ser nuestro jefe como terapeutas. A mis padres, Pepa y Joaquín, por haberme dado la vida y los valores para descubrir quién realmente soy. Mi hermana Elisabeth, por aguantar mis bromas y ocurrencias. Mi amiga Mari Carmen, por motivarme a realizar esta obra. A Jan Bouw, por su consejo. Y en especial a Hans de Jonge, por mis inolvidables momentos durante sus consultas.

Introducción

Imagínese que durante una noche tiene un extraño sueño. Se da entonces cuenta de haber tenido un encuentro con un hombre, de aspecto delgado y más bajito de estatura. Le escucha hablar amablemente, y con la misma gentileza, se despiden. Me ocurrió la noche del viernes 31 de julio del 1998. De esa experiencia recordé a la mañana siguiente su apariencia y un detalle facial que me llamó la atención. Supe también con certeza el haberle oído decir unas palabras seguidas con dos Ces. Diez meses después, Carlos Castaneda, el antropólogo y escritor del best-seller Las enseñanzas de don Juan. Se presentó de manera inesperada durante una de las consultas que tuve con un parapsicólogo. Lo hizo «personalmente» para confirmar que contactó conmigo aquella noche de verano.

Falleció el 27 de abril de aquel año, y unos tres meses después, tuve un encuentro con él. Ocurrió en un estado fuera de lo común o racional, tal como reflexionó entonces mi cerebro. Las enseñanzas de don Juan sigue siendo una fuente de inspiración para intelectuales, escritores, músicos y directores de cine de todo el mundo. Vendió más de 27 millones de libros, en 17 idiomas. A día de hoy, continúa teniendo miles de adeptos y también, por supuesto, detractores. Algunos de ellos escriben libros sobre él con admiración, y otros de la manera más crítica. Las consultas con don Hans no es un libro más sobre Castaneda, está basado en mis experiencias personales y grabaciones de unas consultas.

Hans de Jonge fue un reconocido parapsicólogo y sanador en Rotterdam (Holanda). Un hombre de conocimiento, como diría «don Juan». La experiencia que tuve aquella noche con Carlos fue el principio de las que todavía tengo pendientes por vivir. Las grabaciones no son psicofonías, sino conversaciones reales entre el parapsicólogo y yo. Este entregaba las cintas después de las sesiones, para que fuesen escuchadas de nuevo y la terapia tuviese más eficacia.

Con esta autobiografía, comparto una manera de entender la razón por la que nos encontramos aquí. Un libro sobre la espiritualidad, nuestra existencia y el autodescubrimiento. Un modo de comprender lo que sucede cuando dejamos nuestro cuerpo físico, volviendo de nuevo hacia la otra realidad paralela, nuestro hogar.

También, por supuesto, para quienes sientan motivación en dedicarse a las terapias complementarias. Uno no se convierte en un buen terapeuta de la noche a la mañana. Siempre seguiré aprendiendo, hasta la fecha de mi partida de este mundo. Recuerdo el día que Hans me dijo que en un futuro llegaría a trabajar como él. En aquel entonces, me dio un consejo, teniendo en cuenta el siguiente razonamiento.

—Ahora eres como un árbol joven y fino. Tendrás que convertirte en el árbol grueso y fuerte con el tiempo. De ese modo, los pájaros podrán posarse sobre tus ramas. Ahora, en este momento, se podrían partir.

»Puedes sentir tu vocación en ayudar a la gente que te necesite y tener toda la empatía del mundo. Sin embargo, para ello es conveniente, aunque tu trabajo esté enfocado en la espiritualidad, estar con los pies firmes sobre la tierra. Manteniéndote fuerte a nivel físico y emocional. Una vez desde ahí, descubrir quién realmente eres y tus objetivos aquí en nuestra madre tierra.

Capítulo 1

La experiencia extracorporal

A finales de junio del 1998 fue cuando tuve mi primer encuentro con Hans. El centro de terapias se encontraba en el norte de Rotterdam, cerca de unos canales, en un barrio obrero. Él tendría unos 59 años cuando le conocí, y su estado civil era de separado, padre de dos hijas mayores. Después de una infancia muy dura, comenzó a trabajar en sí mismo desde los 38 años. Primero «hizo» prácticamente todas las terapias que existían; luego descubrió quién realmente era y por qué existía aquí en la tierra. Eventualmente, se convirtió en experto en ayudar a sus semejantes como reconocido parapsicólogo y magnetizador desde 1982. Terapeuta complementario, lector de aura y sanador desde 1986. Amaba mucho a las personas y hacer el trabajo de curación. Al hacerlo, utilizaba sus «dones» innatos y todas las terapias que había aprendido. Después de todos esos años de desarrollo y estudio, lo más importante para él seguía siendo ser humano y, desde ahí, ayudar a los demás.

Era algo más alto que yo, sobre el metro ochenta. Tenía la tez clara y el pelo canoso, con una barba bien cuidada. Mostraba una mirada suave y misteriosa, con la apariencia de un mago blanco de la literatura nórdica vestido de europeo, sin sombrero o bastón. Un día me dijo, durante una consulta, que su padre falleció cuando él tenía diez años. También sé que recibió una educación cristiana. Era muy amable, educado y de buen carácter firme. Tenía un sentido de humor intelectual y bastante peculiar. En la calle Heemraadssingel 335, se encontraba «Praktijk de Aandacht» (Consultorio la Atención). Verdadera atención era la que ofrecía, tal como indicaba en su puerta. Las terapias más conocidas que ofreció fueron: la terapia Gestalt, psicosíntesis, Integración Neuro Emocional (Kinesiología), PNL (Programación Neurolingüística), y otros métodos de sanación, como la lectura del aura, magnetismo y reiki.

Desde ocho años atrás, yo vivía unas extrañas pesadillas durante algunas noches. En aquel entonces trabajaba de conductor de metro y vigilante de estaciones en el transporte público de Rotterdam. En aquellos años no teníamos la información que existe actualmente, como el internet. Cuando querías saber algo científico o fuera de lo común, ibas a la biblioteca. Experimentaba unos extraños sueños. Solía despertar a medianoche con una presión en el pecho y escuchaba ruidos, como susurros. Una noche, quise encender el interruptor de la luz durante ese mismo estado. Fue una sorpresa a continuación, cuando vi cómo mi mano atravesaba el interruptor y la pared. Sorprendido y algo atónito sobre lo que pude experimentar, decidí entonces volver de nuevo a mi cama.

En otra ocasión, tuve la sensación de haberme visto desde el techo de la habitación, sobre mi cama. Otras veces, sentí como si parte de mi cuerpo se fuese hacia todas las direcciones. Mientras, mi físico se quedaba paralizado, de nuevo aterrado sobre la cama. En otras ocasiones, escuchaba y sentía una presencia femenina, seguida por la parálisis de mi cuerpo físico. Durante algunos periodos, me solía ocurrir unas tres veces a la semana. Una noche, recuerdo incluso que fue en tres ocasiones. Creía que con el tiempo iban a disminuir o desaparecer.

Actualmente existe más información sobre la parálisis del sueño. Diversas teorías científicas y alternativas. Yo me limitaré a describir cómo lo viví, hasta el punto que tuve que buscar alguien que me ayudó a dejar de tenerlo. Entonces comprendí lo que en realidad me estaba pasando. En la biblioteca o librerías no encontraba la respuesta en aquel entonces.

Cuando le dije a mi amiga que seguía teniendo las extrañas pesadillas, ella me dio el número de teléfono de Hans para que pidiese cita con él. Me comentó que le vio una vez, en una feria de terapias naturales. Antes de visitar a Hans, mi amiga me puso en contacto con una señora vidente que no me pudo explicar lo que realmente estaba viviendo entonces.

El centro de terapias de Hans, tenía una sencilla sala de espera y una habitación lindante, donde él ofrecía sus consultas. El sonido de una música relajante se podía escuchar desde el fondo. Una vela en su quemador y el olor que dejaba un incienso suave, con el nombre de «Guía Espiritual», creaban un ambiente místico lleno de paz que no había sentido antes. En un lateral de la habitación, se podía observar una estantería, que estaba repleta de libros. Me invitó a que me sentase frente a él, sobre una butaca cómoda, y comenzó mi primera sesión.

Hans me estuvo escuchando durante unos diez minutos. Me insistía en un principio en que le estaba contando una historia ajena, no tan personal. En ese momento yo huía emocionalmente de mi experiencia, debido a lo desagradable que fue cómo la viví. Él hizo hincapié en lo importante que era que le hablase de mis experiencias desde mis sentimientos y no desde el recuerdo que tenía memorizado. Le comenté que a veces escuchaba un zumbido durante mi sueño y que a continuación me encontraba con mi cuerpo paralizado.

 

—Me gustaría conocer tus vivencias en el terreno paranormal —preguntó.

—Tengo unas pesadillas, con la sensación de que me molestan unas entidades —respondí.

—¿Es así? —preguntó.

—Le contaré mi historia —dije.

—Tu historia lleva mucho tiempo en tu cabeza y eso no es lo que quiero escuchar —respondió—. Eso se lo has contado ya a otras personas. Es lo que ha traducido tu cerebro, y con eso no puedo hacer nada.

—Le voy a explicar —dije.

—¿Explicar? ¿Lo que has pensado? En el cerebro están nada más que invenciones —respondió—. Quiero hablar contigo y no con una historia tuya. No quiero escuchar tu historia, sino tus vivencias respecto a esa experiencia. La persona es un ser sensible, que es dirigido por sus emociones y sentimientos, y no por sus pensamientos. Primero llega el sentimiento, y lo que sientes es real, y después pienso lo que he sentido. Tus vivencias son lo que quiero conocer —insistió.

—Vale. Cuando ocurren me siento como un paquete sujetado, que es usado y lanzado hacia todos lados —dije—. Escucho a veces voces detrás de mí. Una vez se lo conté a mi mejor amigo y, como salíamos de marcha en aquel entonces a ligar a las discotecas, este no lo comprendió, comenzó a reírse. Me dijo entonces que a veces se metería alguna amiga en mi cama.

—Te entiendo —respondió—. ¿Has visto u oído quien te utiliza? —preguntó.

—No —respondí—. Yo pensé que tal vez estas experiencias, estaban relacionadas con un dilema interno mío. Cuando comenzaron, yo tenía que tomar la decisión de seguir viviendo en casa de mis padres o irme a vivir con mi novia en aquel entonces. Me di cuenta de que cuando dormía con ella, no solían pasarme estas pesadillas.

—Es un fenómeno muy común —respondió entonces—. Se llama «experiencia extracorporal». Es tu conciencia saliendo del cuerpo. Y todo el mundo lo hace de 4 a 5 veces durante la noche, solo que lo haces inconscientemente en tu sueño. Cuando duermes, te marchas y tu cerebro experimenta un sueño. Te quedas con la atención en este y tú te encuentras entonces en otra realidad. Nuestra conciencia deja el cuerpo y el consciente se queda con el cerebro soñando imágenes. Cuando vuelves, fin de sueño. Toda la gente lo hace, lo que pasa es que tú tienes la mala suerte de que lo experimentas de manera consciente.

»No te vas con tu consciente en tu cerebro, de manera que puedas soñar imágenes, sino que vas con tu consciente con la otra parte, hacia otra realidad que no conoces. Llegas, por lo visto, a una que no es tan agradable. Tienes entonces la sensación de agobio. De sentirte cómo un paquete. Unas personas me dicen sentirse cómo un globo que va hacia todos lados, otras me cuentan que se sienten como un pez en el océano y que otros peces las vienen a sorber. Estas experiencias se suelen vivir cuando se llega a la zona oscura del crepúsculo. Te encuentras entonces allí también con tu consciente y eso es todo lo que experimentas. En realidad, esto no tiene nada de especial, mucha gente sabe esto. Me ocurre a mí también —dijo a continuación.

Me sentí mucho mejor cuando escuché eso. Por fin encontré a alguien que me pudo ofrecer una explicación concreta y pude comprender. Seguí hablándole sobre mis experiencias.

—En algunas ocasiones, me he visto intentando hablar con algunas personas allí, pero estas se retraían, no mostrando ningún interés —dije.

—Les puede resultar aterrador —respondió—. Tú las llamas personas, pero son entidades, habitantes de la otra realidad. Pueden ser personas que estuvieron alguna vez en su cuerpo, pero también pueden ser habitantes que nunca estuvieron en uno. ¿Pudiste hablar con algunos?

—No —le respondí—. Pero sé que algunos pueden ser verdaderamente aterradores.

—También los hay —dijo.

Decidí entonces comentarle una experiencia que viví el 16 de julio del 1996. Comenzó de manera aterradora y como la peor de todas. Seguido después, tuve un encuentro muy especial, difícil de expresar. Recuerdo que aquel día, durante unos servicios de vigilancia en las estaciones, mis compañeros y yo les llamemos la atención a unos viajeros. Esto fue debido a una actitud violenta que ejercieron en una estación. Ellos se opusieron a nosotros y aunque todo se quedó en una discusión, el recuerdo del malestar me lo llevé a casa. Una vez allí, decidí escuchar un CD del género musical grunge. Una de las canciones estaba plagada de insultos que apenas se entendían. Con todos mis respetos a este estilo de música, me deshice del CD al día siguiente de aquella experiencia que viví.

—Me fui a dormir y entré en un sueño profundo —dije—. A continuación, escuché como un aleteo detrás de mí, parecido al de una paloma. Después cómo tres garras punzantes en cada uno de mis hombros me empujaban hacia el colchón. Comencé a escuchar una voz que hablaba a gran velocidad, sin parar. Parecía insultante y en un idioma desconocido, posiblemente muy antiguo.

»Aunque parezca surrealista, como cualquier persona sintiéndose atacada, decidí enfrentarme dándome la vuelta, algo que fue imposible; una fuerte presión contra mi espalda lo impedía. Al sentirme amenazado, el primer pensamiento que me llegó fue de luchar a vida o muerte. De inmediato me di cuenta de que era algo sobrenatural, cuando con toda mi fuerza física no le podía hacer frente. Iba a ser imposible de ese modo.

»Comencé a nombrar a Jesús varias veces, sin ningún efecto. Tras varios intentos, me llegó a mi memoria el rezo que hacía de pequeño antes de dormir: «Ángel de la Guarda, dulce compañía, no me desampares, ni de noche ni de día». De repente, desapareció la presión de mi espalda y pude levantarme un poco al dejar de escuchar la voz que me perturbaba.

—En ese momento vi una forma etérea, en la entrada a mi dormitorio. Aunque no tenía forma humana, recuerdo haberle pronunciado un nombre antiguo, que pareció salir desde la altura de mi corazón. Tuve la sensación de estar saludando a alguien que no había visto durante mucho tiempo. Me respondió suavemente y su voz la sentí también en mi corazón. A continuación, vi una sombra humana que estaba sentada a los pies de mi cama. Después volví a dormir y entré en un sueño profundo. ¿Pudo también haber influido aquel día la música que escuché? —le pregunté a continuación.

—Por supuesto que sí —respondió.

Me dijo que en el momento en que comencé a rezar, cambie mi afinación. Entonces fue cuando tuve el encuentro con mi guía espiritual.

—¡Creí que era un ángel, pero no le veía la cabeza! —dije.

—¿Un ángel sin cabeza? —Hans comenzó a reír—. Cuando están tan evolucionados, pierden su forma humana —dijo.

Le comenté que entonces experimenté una sensación de amor y paz difícil de expresar. También como si no tuviese ninguna dolencia física en ese momento.

—Lo sé —respondió—. Puede ser muy confuso vivir algo así de manera consciente; una entidad alta que lleva muchísimo tiempo viviendo en la otra realidad, se convierte en una forma etérea. Cuando tú mueras, mantendrás primero la forma humana y te podrás mostrar de esa manera. A continuación, te convertirás en la forma etérea, y al final terminaras volviendo a ser una esfera redonda.

Comprendí que todos llegaremos a tener esa transformación. Que forma parte de nuestra ascensión espiritual. Entonces perderíamos nuestra forma humana, para terminar después convirtiéndonos, tal como me lo describió entonces. Cuando me lo comentó, mi ego me gastó una mala jugada. Una sensación de apego me inundó. No fue de índole material sino emocional; pensé en mis seres queridos, porque ellos también perderían sus formas humanas. Cuando lo vas comprendiendo, el ego también se desvanece hasta desaparecer. Todo lo vas entendiendo mejor cuando vas descubriendo quién realmente eres.

—¿Qué esperas de mí, José? —preguntó.

—Pues creo que habrá más gente como yo buscando, queriendo saber lo que realmente nos sucede con estas experiencias. Supongo que debe de ser desde la antigüedad —dije.

—Desde que existen las personas —dijo a continuación—. La mayoría de la gente no lo sabe, le suele pasar a una de cada mil. Aquí, en Rotterdam, habrá seguramente unas mil personas que tendrán las mismas experiencias que tú.

—Compré unos libros para intentar averiguar qué me estaba pasando —dije.

—¿El libro de Monroe? —preguntó.

—No —respondí—. Uno de ellos trata sobre el sueño consciente; su título es The Lucid Dreamer. Pero cuando leí que también trataba sobre técnicas de ensueño del chamanismo y sobre los riesgos que podía tener, eso me echó hacia atrás.

—En el caso de que lo hagas muy consciente, puedes llegar a lugares muy desagradables —dijo—. Si en cambio los dejas hacer, no ocurre eso porque llevas protección y no tienes que tener miedo. La zona del crepúsculo es así. Es como si entras en una cueva con un guía, y este después te acompaña de vuelta a la salida. Si eres un terco y decides después volver a entrar solo, por un pasillo entonces es donde te puedes perder.

—He tenido toda clase de sueños, incluso premonitorios —dije.

—Lo utilizan también con fines de espionaje, tanto el KGB de Rusia o Estados Unidos con la CIA, y eso es muy grave —respondió a continuación—. Hay gente que se presta para espiar al Pentágono. Entrenan de manera muy consciente; se acuestan y traen la información. Son muy activos y saben lo que hacen. Hay también magos que, mientras están hablando contigo, separan una parte de sus conscientes para traer información de vuelta. En estos casos, existe un factor de gran peligro. Estamos hablando de magia negra; también está la blanca.

A continuación, me preguntó la razón de mi elección en vivir estas experiencias.

Capítulo 2

Un mensajero

—¿Por qué has elegido esta sensibilidad? —preguntó después.

—Sé que estamos aquí para aprender —respondí.

—Alto, un momento —dijo—. Ahora estas razonando con tu cerebro y este no estaba todavía cuando hiciste esta elección. Tu cerebro y la capacidad de pensamiento que tienes nacieron en esta vida, de modo que no sabe nada de las decisiones que tomaste antes de nacer. Estoy hablando de una decisión de antes de que nacieras. Eso no tienes que buscarlo en tu cerebro porque no estaba todavía, pero tú si estabas. No quiero preguntárselo a tu cerebro, sino a ti. ¿Por qué lo has elegido? La respuesta no puedes pensarla, es un saber dentro de ti.

—Me estás haciendo suspirar —respondí.

—Lo entiendo, tu cerebro suspira, pero tú no, porque lo sabes. Eres una persona muy consciente —dijo.

—Es difícil —respondí.

—¡Si lo piensas! Vete a tu ser y lo sabes —volvió a insistir.

Le comenté a continuación que un año atrás, en Granada, una buena amiga me presentó a una señora que se dedicaba también a la sanación. Siendo también clarividente, le pregunté entonces sobre mis experiencias. Aunque no me pudo dar respuesta, me hizo una lectura de mano (quiromancia). Me dijo entonces que había vuelto porque dejé algo sin acabar en otra vida.

—¿Qué sería lo más lógico si no terminaste algo? —preguntó Hans.

—Pues volver de nuevo para acabarlo —respondí.

—Tuvo que ser algo muy difícil, cuando no lo conseguiste en otra vida anterior —dijo.

A continuación le volví hablar de nuevo sobre mi experiencia en la que me sentí atacado por una entidad sobrenatural en el 1996. Cuando después le hice una visita a un fisioterapeuta que conocí, le indiqué los puntos donde sentí las presiones. Este me respondió que sabían dónde ejercían la presión, porque en esos puntos se estimulaba mi cerebro.

—Fue curioso, porque durante unos días después de aquella experiencia, me llegaban pensamientos de suicidio y también de intenciones malévolas hacia otras personas. Aunque, por supuesto, no las llegué a realizar —dije.

—Las malas hierbas que trabajan contra la adversidad, se convierten en una planta poderosa —respondió.

—Sé que a gracias a una experiencia negativa, uno puede luchar más fuerte hacia lo positivo —le dije a continuación.

—Tal vez sea material de ejercicio para ti de los que están en el otro lado, para hacerte más fuerte —respondió—. No todo es siempre negativo, al contrario.

—En fin, ahora tengo menos pesadillas —dije.

 

—Tú las llamas así —respondió—; yo las llamo experiencias extracorporales, esa es la diferencia. ¿Por qué las nombras así? ¿Por qué no las dejas que sucedan?

—¡Son durante la noche! —dije.

—¿Por qué les tienes miedo? —preguntó.

—¡Me ocurren aquí, en Holanda, y cuando estoy a solas! —dije.

—¿Por qué les tienes miedo? —preguntó de nuevo—. Siempre suceden cuando estás solo porque si estás con alguien, estás tan protegido que tienen miedo de que te muevan, despierten y te des un susto sin comprender. Preferentemente, lo hacen cuando estás solo, sin arriesgarse incluso a que suene el teléfono y te despierte —Hans se refería a los guías espirituales.

—Bueno, a veces pienso que no tendría que estar aquí, o que tengo que encontrarme por algunas razones —dije a continuación—. Poco a poco, a veces creo que tal como usted me está hablando, lo hago también con mis compañeros en el trabajo. Siento que les doy confianza, y es desde hace años.

—Sí, eso es correcto. Porque eres un mensajero, un apóstol —respondió—. No anduviste con Jesús, pero eres un apóstol. Llevas aquí mucho tiempo, muchísimas vidas, y sabes que es así.

—Hans, estoy sintiendo una extraña sensación en mi interior —dije.

—Sí, porque te estoy tocando y sientes por fin el reconocimiento —respondió—. Dentro de ti tienes un gran corazón. Amas a las personas. Solamente quieres ayudar, ayudar y ayudar —dijo a continuación.

—Ya, pero durante todo este tiempo, también me he encontrado con algunas que me han tomado el pelo al ayudarles —dije.

—Claro que sí, eso es parte de ello —respondió—. Eso también te hará más fuerte. Siempre habrá personas que se quieran aprovechar, y tú les puedes dar permiso con amor, diciéndoles: «Oh, podéis hacerlo, porque por lo visto no estáis tan avanzados. Os dejare ver algo distinto» —me dijo a continuación.

Le comenté que durante mis primeros años de residencia en Holanda, algunos compañeros de clase me atacaban durante el recreo. Un día, mi padre decidió acercarse a la plaza del colegio y fue cuando lo descubrió. Pudo observar cómo unos me estaban pegando y los profesores pasaban de largo sin intervenir. Entonces, mi padre retiró a mis compañeros y les llamo la atención a los educadores. Al día siguiente, me cambió de colegio. Ese hecho fue la gota que colmó el vaso. En el nuevo centro no tuve ningún problema, de modo que fue la mejor decisión. Yo tenía entonces unos diez años.

Yo me defendía bien de un ataque individual, pero contra un grupo era imposible. Un día, nuestro sacerdote, don Pedro, nos visitó en casa. Cuando mis padres le dijeron que en el colegio me pagaban compañeros, este me dijo que me defendiese dándoles patadas en las espinillas. Don Pedro era un sacerdote holandés que hablaba español y ofrecía también su misa en castellano. Además de su trabajo de sacerdocio, realizó una gran labor de apoyo hacia los emigrantes españoles cuando llegaban a la ciudad.

—¡Hasta don Pedro te dice que les des patadas para defenderte! ¿Quién te crees que eres? ¿Jesús? —me lo recordaban mis padres.

—Y tú eras de los que ponían la otra mejilla. No eras Jesús, pero sí eres un mensajero —me volvió a decir Hans a continuación.

Le dije después que también estuve investigando sobre la vida de Jesús desde diferentes perspectivas unos años atrás, en sánscrito y diferentes escritos a los establecidos.

—Intento descubrir la verdad —dije.

—También eres un proclamador de la verdad, lo haces por una razón. Tienes un objetivo y es por fin decir la verdad a las personas que estén abiertas a ello —respondió.

—Bueno, a veces, por ejemplo, guardo la verdad en el caso de mi madre, cuando le tengo que decir algo que le pueda estresar, porque tiene la tensión alta —dije—. Entonces, le digo las cosas más adelante y de manera sutil para que no le afecten tanto.

A continuación, hablamos sobre las diferentes teorías existentes. Sobre la vida de Jesús de Nazaret y de sus coincidencias con Buda. Hans me dijo que Jesús ya había vuelto físicamente una segunda vez, debido a que sus enseñanzas fueron modificadas en los evangelios. Que no volvería más, aunque está entre nosotros.

—Pero sí está aquí de otra manera —dijo a continuación—. Yo tuve conversaciones sobre este tema en la otra realidad.

—He leído El código secreto de la Biblia, un libro que muestra información sobre acontecimientos del pasado y futuro descodificados. ¿Has oído hablar de él? —le pregunté.

—Todos los libros antiguos están codificados. Hay tantas cosas por saber… Y esto será una más. Tengo más conocimiento que muchas personas, pero, por supuesto, no estoy al tanto de todo —respondió sonriendo.

A continuación, volví de nuevo a preguntarle sobre mis experiencias. Le dije que unos meses atrás, mi amiga me recomendó visitar a una señora vidente que leía las cartas del Tarot. Cuando le comenté sobre mis pesadillas, ella me dijo que encendiese una vela por las noches, porque las entidades negativas se mantendrían alejadas de la luz.

—Por supuesto, es una manera de apartar a la oscuridad —dijo a continuación.

—Compré entonces un quemador seguro de mesa y velas pequeñas —dije—. Comencé a encender una por las noches cuando me iba a dormir. Aun así, continuaba sintiendo la parálisis del sueño. Durante una noche, incluso vi la imagen blanca de una mujer que me estaba sonriendo. Al mismo tiempo, observaba mi vela encendida y no podía moverme. La imagen era amable y gentil, pero me sentía molesto por el estado paralizado en el que me encontraba. «Me podrás sonreír y ser una imagen clara transparente, pero sigo estando aquí paralizado», pensé entonces.

—Lo mismo también te pudo estar diciendo que salieras de ese estado —respondió—. Deja de agobiarte a ti mismo, porque es algo físico. Es tu sistema nervioso, que no se encuentra a gusto; el cuerpo tiene un poco la sensación de que se está muriendo. Este siente que le abandona mucha vida en ese momento. Si desconectas entonces de tu cuerpo físico, te quedará la conexión con tu cordón de plata, que seguramente habrás leído sobre ello. Entonces es cuando quedas libre en el otro lado.

—¿Cómo lo hago entonces, cuando me encuentre en ese estado paralizado y desagradable? —pregunté.

—Es así hasta que lo sueltas —respondió—. En ese momento, no le prestes atención. Puedes hacer dos cosas, o vuelves a tu cuerpo o te sales, pero no quedarte en medio, porque tu miedo hace que te quedes colgado por la mitad y te produce ese estado de agobio. Te quedas con una parte dentro de tu cuerpo y otra fuera. Eso te lleva a sentirte en un estado agobiado. En el momento en que sales del todo, ya no sientes tu cuerpo. Quedas verdaderamente libre, y entonces, casi siempre puedes ver o sentir alguno de tus guías a tu alrededor. A veces te llevan, a veces aprendes cosas.

—A veces también te toman el pelo —dije.

—Llegar a una esfera donde se burlen de ti depende y ocurre solamente en el caso de que llegues a una afinación baja —respondió—. Eso depende de ti. En el caso de que llegues a una esfera alta, donde solamente sientes amor y solamente quieres luz, no te podrán alcanzar. Te atravesarán y entonces no te tomaran el pelo. Tienes miedo dentro de ti, entonces lo pueden utilizar como un asa (mango).

—Es porque sé que se pueden burlar de uno —dije.

—Claro que puede ocurrir, lo sé —respondió—. Eso depende de tu propia afinación, debido a que te abres a ello.

—Yo estaba abierto a ver planos celestiales y viajar —dije.

—Como te dije antes, déjate llevar por alguno de tus guías —respondió—. Ellos saben con exactitud el camino y tú no.

A continuación, terminando nuestra primera sesión, le comenté a Hans una experiencia que tuve unos años atrás. Descubrí entonces lo importante que era ser acompañado por alguno de mis guías en ese estado de conciencia, corroborando el consejo que me dio durante aquella primera consulta.

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