Buch lesen: «El libro de las 200 tisanas»
El libro de
las 200 tisanas
Una amplia selección de infusiones terapéuticas
para tratar dolencias muy diversas
Jordi Cebrián
Primera edición: marzo de 2021
© del texto y de las fotografias:
Jordi Cebrián, 2021
BubbleBooks Editorial
www.bubblebooks.es editorial@bubblebooks.es
ISBN: 978-84-122982-6-0
Diseño de cubierta e interiores:
Grafime
Imagen de la cubierta:
© Shutterstock
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Índice
Plantas medicinales, regalo de la naturaleza
Dónde están las plantas medicinales
Los principios activos de las plantas
Herbolarios, tradición y modernidad
Ventajas de las plantas sobre los medicamentos
Consejos sobre la recolección de las plantas en el campo
Conservación de las plantas
Plantas medicinales en el balcón
Precaución con las plantas
Geografía de las plantas
Cómo se prepara una tisana
Cuándo tomar una tisana
Las plantas de mejor sabor
LAS 200 TISANAS IMPRESCINDIBLES
Dolencias y plantas
Relación de plantas estrella
Glosario
Bibliografía
Recursos en internet
Fotografías
a Rosa María
y a los profesionales
del herbolario el Manantial de Salud
Plantas medicinales,
regalo de la naturaleza
LA NATURALEZA ES UN LIBRO ABIERTO, inmenso y fascinante, casi inabarcable, pero accesible para que hurguemos en él, nos sorprendamos y aprendamos nuevos conceptos a cada paso. La vegetación, las plantas, en sus innumerables formas y manifestaciones, constituyen un pilar indispensable en la rueda de la vida sobre nuestro planeta. Sin las plantas, ningún organismo superior podría subsistir. Las plantas vasculares, que a través de la fotosíntesis utilizan la energía del sol para transformar el dióxido de carbono en diferentes compuestos orgánicos, como el azúcar, son insustituibles para asegurar la alimentación de toda una compleja estructura de seres vivos.
Así pues, necesitamos las plantas para alimentarnos, pero también para protegernos de las inclemencias del tiempo, para modular las temperaturas, para controlar las avenidas de los ríos en momentos de crecidas, para proteger y abonar el suelo, para que nos aporten frescor y sombra en los meses de mayor insolación, para ofrecernos cobijo, también vestimenta y un sinfín de útiles y herramientas que precisamos en nuestra vida diaria. Y han sido y siguen siendo las plantas y solo las plantas las que podían asegurarnos alivio y curación ante infinidad de afecciones y enfermedades. Aún hoy día, pese al avance imparable de los medicamentos de síntesis, las dos terceras partes de la humanidad necesitan de las plantas como principal fuente de medicinas.
De ciertos principios activos aislados de las plantas derivan buena parte de los medicamentos que hoy utilizamos y en los que confiamos para alejar el espectro de la enfermedad. Según algunas estimaciones, entre el treinta y el cincuenta por ciento de todos los medicamentos en uso proceden, en su origen, de plantas curativas. Hay muchísimos ejemplos, como la digitoxina de la digital, la efedrina de la efedra, la atropina de la belladona, la quinina de la quina roja o, el caso más conocido, la salicina del sauce blanco, de la que deriva el fármaco más consumido en el mundo, la popular aspirina. Durante siglos, las plantas, a través de remedios más o menos efectivos, nos han permitido aliviar una enorme cantidad de dolencias y nos han procurado cierto nivel de bienestar.
Dónde están
las plantas medicinales
EL SER HUMANO SE HA VALIDO DE SU ENTORNO para tratar de obtener sustento, protección y placer. Y eso también sucede con la salud. No somos la única especie animal que emplea las plantas para sanarse. Nuestros parientes más cercanos, los chimpancés, recogen hojas de la selva y las consumen para aliviarse dolores o para tratar de eliminar parásitos intestinales. Con este mismo fin, devoran hojas los babuinos en la sabana. Guiados por la curiosidad y atenazados por la urgencia, nuestros antepasados debieron de probar diferentes remedios que estaban a su alcance; a través del simple sistema acierto-error, fueron acumulando una sabiduría ancestral sobre las virtudes de las plantas de su entorno, diferenciando entre aquellas que curan y aquellas que pueden ser dañinas o incluso venenosas. Tal conocimiento, a menudo, solo estaba al alcance de unos pocos miembros del clan (cuando no de uno solo). Es algo que sucedió durante mucho tiempo con los chamanes, los brujos y los curanderos.
Antes de la irrupción de la medicina moderna, las plantas constituían prácticamente el único recurso con que contaban los sanadores para tratar de devolver la salud a una persona enferma. En los ambientes rurales, el conocimiento sobre el uso de las plantas se heredaba de una generación a la siguiente, como unas verdades inamovibles, y era frecuente que la mayoría de los integrantes de la familia estuvieran capacitados para reconocer en el campo aquellas plantas que podían serles útiles y aquellas otras que era preciso evitar a toda costa. Además, en las familias solía existir el miembro que asumía las funciones de sanador: era el más experto a la hora de obtener remedios que podían llegar a restablecer la salud o, cuando menos, aliviar la dolencia del pariente que había caído enfermo.
No cabe duda de que muchos de esos remedios podían tener un efecto terapéutico dudoso o actuar simplemente como un placebo, pero también lo es que otros muchos se han seguido utilizando, no solo por tradición, sino también como una alternativa perfectamente válida al consumo de fármacos de síntesis, tan sobreusados hoy en día.
Pero, volviendo a la pregunta que daba título a este capítulo, ¿dónde están las plantas medicinales? Pues ciertamente en todas partes: en el campo, junto a los sembrados y los bosques, a la vera de los ríos y los lagos, en la montaña y en los valles, en inaccesibles cantiles calizos y en playas y marismas ventosas, pero incluso en torno a los pueblos y hasta en el interior de las populosas y contaminadas ciudades.
Un ejemplo: supongamos que nos subimos el metro o el ferrocarril en Barcelona y nos dirigimos a una estación de la parte alta; caminamos un poco y nos acercamos a la falda de la sierra de Collserola. A poco que avancemos en un sencillo ascenso por la montaña, tropezaremos con una gran diversidad de plantas a las que se les pueden atribuir virtudes medicinales. En los prados secos nos aparecerán la lengua de perro o cinoglosa, la fumaria (muy apreciada como depurativo hepático), la bolsa de pastor (humilde planta destinada a curas ginecológicas), la borraja (tan versátil)… Más arriba, en los matorrales de retama, la modesta ruda (de fuerte olor, usada contra golpes y torceduras), el aladierno, el aromático cantueso, un magnífico tónico digestivo, la jara blanca, la viborera, el fragante romero, el amor de hortelano, el espino blanco, un arbusto ideal para controlar la hipertensión… Algo más arriba, en taludes, el vistoso milamores (un calmante excelente), el madroño (cuyas hojas se comportan como antisépticos urinarios), el labiérnago (utilizado contra el glaucoma), el discreto camedrio, el hinojo (de nuevo muy aromático, excelente para aliviar los gases y favorecer la digestión), el erísimo (ideal contra las alergias respiratorias y la afonía)… En los claros abiertos por la instalación de torres eléctricas o por los recurrentes incendios estivales, encontraremos el gordolobo (un magnífico antialergénico), la viborera (un buen diurético) o la aspérula olorosa. Si pasamos a la vertiente más sombreada y húmeda, nos aparecerán la agrimonia (un antidiarreico de primer orden), que comparte virtud con la cariofilada y la hierba de san Roberto, también presentes en el bosque, el modesto rusco (recurso herbario contra las varices), el durillo, la bardana (con sus enormes hojas) y la viola (una aliada contra la gripe). Y de nuevo en la ciudad, antes de regresar al transporte público, las ubicuas parietarias y las verdolagas (que aparecen en las aceras), la boca de dragón (que emerge de un muro), las salvias y los jazmines plantados en un jardín cercano, o, una vez en casa, las lobularias que surgen de manera espontánea en nuestros tiestos.
Es solo un ejemplo. La cosa podría variar según donde nos encontremos. Lo cierto es que hay plantas medicinales por todas partes, solo hay que saber reconocerlas. Hay algunas muy famosas, muchas de las cuales ya nos advierten de su potencialidad curativa a través de sus esencias, lo que equivale a decir, de su fragancia. Es el caso de muchas labiadas y umbelíferas: romero, tomillo, ajedrea, las distintas mentas, camedrio, salvia, lavanda, hisopo, albahaca, hinojo, eneldo, anís, alcaravea. Es también el caso de muchas compuestas, la familia de cardos y margaritas, plantas bien conocidas como la manzanilla, la artemisa, el ajenjo, la santolina, el diente de león o la alcachofera. Otras son tan frecuentes que hasta dudamos que puedan sernos útiles, como las plantas ruderales y arvenses como la amapola, la caléndula silvestre, la centidonia, las molestas ortigas, los abundantes llantenes y el elegante saúco. Otras son famosas por su nombre, pero solo los expertos o los aficionados serían capaces de identificar en el campo, como la agrimonia, la valeriana, la gatuña, la cola de caballo, el hipérico, la milenrama o la salicaria. Salir al campo, al monte, al bosque, a la marisma o a la playa para tratar de identificar plantas es una actividad fascinante; cuanto más vas profundizando, más necesitas desentrañar sus secretos y, al tiempo, más y más compleja se revela ante tu absorta mirada la gran diversidad de matices que encierra, como ocurre con todas las buenas aficiones. En muchos casos, puede llegar a ser una actividad adictiva, en el buen sentido de la palabra. Conocer las plantas medicinales, saber identificarlas en el campo, y luego dominar las técnicas para elaborar tus propios remedios es un aprendizaje que lleva tiempo y en el que el consejo de un amigo experto en botánica, etnobotánica y en fitoterapia puede resultar imprescindible, al menos en un primer momento.
Ejemplos de plantas medicinales por hábitats
En caminos y sembradosEspecie FloraciónAciano PrimaveraAlfalfa Primavera, veranoAmapola PrimaveraBolsa de pastor Invierno, primaveraBorraja Invierno, primaveraFumaria Invierno, primaveraHinojo VeranoLlantén mayor Primavera, veranoMaíz VeranoManzanilla Primavera
En prados y herbazalesEspecie FloraciónAgrimonia VeranoCamedrio InviernoCantueso Invierno, primaveraDiente de león Todo el añoGatuña PrimaveraErísimo Invierno, primaveraHipérico VeranoOrégano Verano
En riberas de ríos y lagos, barrancosEspecie FloraciónCola de caballo PrimaveraEpilobio VeranoMelisa PrimaveraOrtiga PrimaveraMenta de caballo VeranoPoleo Primavera, veranoRegaliz PrimaveraSalicaria VeranoSauzgatillo VeranoValeriana Primavera, verano
En matorrales y collados secosEspecie FloraciónHisopo Verano, otoñoLavanda VeranoAjedrea Verano, otoñoMirto PrimaveraRomero Todo el añoSalvia PrimaveraSantolina VeranoTomillo PrimaveraPerpetua PrimaveraCoronilla de fraile Invierno
En bosquesEspecie FloraciónAbedul PrimaveraBetónica PrimaveraHierba de san Roberto Invierno a veranoLentisco PrimaveraMuérdago PrimaveraPulmonaria PrimaveraRusco InviernoTilo PrimaveraVara de oro Verano
En montañasEspecie FloraciónArándano VeranoÁrnica VeranoBistorta VeranoEufrasia Primavera, veranoGayuba PrimaveraGenciana amarilla VeranoGordolobo Primavera, veranoMilenrama Verano
En roquedos y acantiladosEspecie FloraciónBoca de dragón PrimaveraMilamores Invierno, primavera, otoñoTé de roca VeranoSaxifraga Primavera, veranoHinojo marino VeranoOreja de oso Primavera
En playas y marismasEspecie FloraciónAbrojo VeranoGlaucio Primavera, veranoHinojo marino VeranoMalvavisco VeranoOnagra Todo el añoPerpetua Primavera, veranoZamarrilla de playa Primavera, verano
En parques y jardinesEspecie FloraciónAloe Verano, otoño, inviernoAmapola de California Primavera, veranoCaléndula Todo el añoCapuchina Primavera, otoñoCiprés PrimaveraEquinácea PrimaveraKalanchoe Todo el añoLaurel PrimaveraMenta PrimaveraPasiflora Primavera
Los principios activos
de las plantas
LAS PLANTAS EMPLEAN DETERMINADAS sustancias químicas para defenderse de sus depredadores y de las plagas, para atraer a sus polinizadores, para «avisar» a las plantas congéneres de su entorno de la existencia de un foco de agresión o de una amenaza tangible, para protegerse de las contingencias climáticas y para diseminar sus semillas. Se trata de una estrategia muy sofisticada, que las plantas utilizan para sobrevivir y tratar de expandirse, así como para comunicarse entre ellas. En cierto modo, las plantas actúan como pequeños laboratorios químicos, cuya función orgánica más vistosa y conocida, en el caso de las plantas vasculares, es la fotosíntesis, un proceso por el cual pueden obtener alimento por sí mismas. Precisan de un pigmento verde, la clorofila, que es el encargado de absorber la luz del sol, junto con otros pigmentos como los carotenos. Gracias a la fotosíntesis, a través de la luz solar, las plantas captan dióxido de carbono y expulsan oxígeno durante las horas de luz, mientras que por la noche sucede al revés, absorben oxígeno y liberan dióxido de carbono. Sucede que la energía solar se transforma en energía química, principalmente azúcares.
La fórmula de este proceso es:
CO2 (dióxido de carbono) + H2O (agua) + luz solar =
CH2O (hidratos de carbono, azúcares) + O2 (oxígeno)
El oxígeno es esencial para la vida sobre el planeta, el desarrollo celular y la respiración de buena parte de los organismos vivos. Ello atestigua la extrema importancia de las plantas, sin cuya intervención la vida no sería posible. Como los animales no pueden hacer por sí mismos este proceso de conversión de la energía solar en sustancias químicas, para alimentarse dependen también de las plantas, sea de forma directa (animales herbívoros) o indirecta (animales carnívoros, omnívoros).
Junto con los azúcares y otros hidratos, las plantas contienen otras sustancias químicas que les sirven de defensa, de protección o de reclamo. Algunas de estas se hallan, en efecto, en las hojas, como ocurre con los azúcares o el almidón; otras están en las raíces y las han podido absorber desde el subsuelo, como sales minerales; otras se encuentran en cortezas y tallos como los taninos; otras, en los pigmentos, como la citada clorofila; pero también en pigmentos que son los responsables de la coloración azulada, violácea, roja, amarilla o anaranjada de muchas flores, frutos y hojas, como las antocianinas y otros flavonoides.
Algunos de estos principios activos con los que conviene estar familiarizado son:
Aceites esenciales o esencias. Muchas plantas los contienen en gran cantidad, como las labiadas y muchas umbelíferas. Son responsables de la fragancia más o menos intensa que se exhalan y de su sabor picante. Son compuestos líquidos, que no se disuelven en agua, sino en grasa. Principalmente, se le atribuyen virtudes balsámicas, antiinflamatorias, antiespasmódicas y sedantes. Algunos ejemplos son: el tomillo, la ajedrea, el cilantro, el eneldo, el orégano, la manzanilla, el laurel, la valeriana y especias tan conocidas como el jengibre, la cúrcuma, el cardamomo y la canela.
Ácidos grasos poliinsaturados. Son compuestos orgánicos de naturaleza grasa, lípidos, esenciales para la vida humana, pero que no podemos sintetizar por nosotros mismos, sino que debemos adquirirlos con la alimentación. Muchas plantas son especialmente ricas en estas grasas. Se distinguen entre dos tipos básicos de grasas insaturadas: los ácidos grasos Omega 3 y los ácidos grasos Omega 6. Se les atribuyen propiedades antiinflamatorias, antioxidantes, antiespasmódicas y emenagogas, entre otras. Son muy adecuados para tratar diferentes problemas metabólicos, como el colesterol alto, la hipertensión, pero también problemas ginecológicos, los asociados a la menopausia, reumatismos, problemas dermatológicos y trastornos nerviosos. Algunos ejemplos de especies que contienen ácidos grasos son la borraja, la onagra, el sésamo, el lino, las nueces, las semillas de chía, el cártamo o el girasol.
Alcaloides. Son compuestos bioquímicos que contienen nitrógeno. Hay más de cinco mil diferentes. Sobre todo están presentes en las plantas, pero también en algunos animales que los elaboran, como las hormigas y los ciempiés. Le dan un toque amargo a las plantas y en muchos casos son altamente tóxicos. Los alcaloides pueden estar presentes en las hojas, como el tabaco, la tomatera o incluso el té, o en los frutos como la belladona (la atropina) o la cicuta (la cicutina), así como en las semillas como la adormidera (morfina) y las raíces como (otra vez) la belladona o la jalapa. Otras plantas medicinales que contienen alcaloides son la cola de caballo, la equinácea, la efedra, el eupatorio, la vincapervinca, la centaura menor o la pasiflora. Los alcaloides muestran efectos antiinflamatorios, broncodilatadores, vasodilatadores, cardiotónicos y, en algunos casos, estimulantes. Algunos tipos de alcaloides pueden ser potencialmente tóxicos, y las plantas que los contienen deben consumirse con reservas.
Antocianinas. Se encuentran dentro de los compuestos orgánicos conocidos como glucósidos y están presentes en pigmentos de diferentes plantas, en las hojas o en las flores (especialmente en la piel de frutos y bayas), y son responsables de la coloración azulada o violácea. Algunos ejemplos de plantas que contienen antocianinas son: el cerezo, el arándano, el grosellero, el endrino, el hibisco o las moras. Se les atribuyen propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, vasoprotectoras y venotónicas.
Antraquinonas. Son, de nuevo, glucósidos muy activos que actúan sobre las terminaciones nerviosas del intestino, estimulándolas y promoviendo la motilidad intestinal. Las plantas ricas en estos compuestos se caracterizan por su efecto purgante más o menos potente; cuando menos, actúan como laxantes enérgicos y se les atribuyen también virtudes adelgazantes y depurativas. Algunos ejemplos son: la zaragatona, la romaza, la frángula, el sen, la cáscara sagrada o el aloe.
Azúcares y polisacáridos. Son hidratos de carbono presentes en muchas plantas, azúcares como la sacarosa y la fructosa, y polisacáridos como la galactosa. Son responsables del sabor dulce o adulzado de las plantas o de sus frutos. Están presentes en una gran diversidad de especies como manzanos, cerezos, hinojo, anís verde, equinácea y anís estrellado, en la semillas del guar o en la raíz de la regaliz.
Cumarinas. Conocidas por este nombre, probablemente, por la planta caribeña cumarú Dypteris odorata, son sustancias aromáticas presentes en muchas plantas, a las que les confieren propiedades anticoagulantes, antiinflamatorias, antiespasmódicas y relajantes musculares. Son ejemplos de plantas con cumarinas el hinojo, el diente de león, la canela, la artemisa, la azarola, la manzanilla, el apio, la biznaga, el hipérico o el meliloto.
Fitosteroles e isoflavonas. Se trata de glucósidos de gran actividad terapéutica, presentes en muchas leguminosas como el trébol rojo, la soja, la alfalfa, la gatuña o el meliloto, pero también en especies de otras familias como el hipérico, la pasiflora, el clavo, el eneldo, la calabaza, la matricaria, el epilobio, el ginkgo o el hinojo. Están indicados de manera especial para aliviar determinadas alteraciones ginecológicas y hormonales, como algunos síntomas molestos de la menopausia y la menstruación.
Flavonoides. Se trata de pigmentos vegetales no nitrogenados, responsables de aportar tonalidades amarillentas, rojizas o anaranjadas a las flores o los frutos. Su función principal es la de atraer a las plantas a sus polinizadores o a los agentes responsables de la diseminación de sus semillas. Algunos de los flavonoides más representativos son la quercitrina, la hesperidina de los cítricos, la luteína, el betacarotenos de las zanahorias o el licopeno del tomate. Se les atribuyen virtudes antioxidantes, antiinflamatorias, vasodilatadoras y diuréticas. Protegen el hígado, ayudan a controlar el colesterol y favorecen una buena circulación sanguínea. Exclusivos del reino vegetal, están presentes en una gran diversidad de especies, como el hipérico, la vulneraria, la caléndula, la celidonia, la eufrasia, el mijo del sol o la manzanilla.
Glicósidos cianogénicos. Son compuestos formados por azúcares y ácido cianhídrico. Obviamente son potencialmente tóxicos en dosis altas y medias, según la planta. Pero en cambio presentan acciones terapéuticas bien contrastadas cuando se toman en dosis moderadas o bajas. Se les atribuyen efectos sedantes sobre el sistema nervioso central, pero también sobre el corazón y la musculatura. Asimismo se muestran como antiinflamatorios, demulcentes y antitusivos. Están presentes en una gran diversidad de plantas, como el saúco, la amapola de California, el yezgo, la mandioca o la almendra amarga.
Glucósidos o heterósidos cardiotónicos. Relacionados básicamente con las digitales, pero también con las escilas, estos compuestos, bien conocidos en farmacia, como la digitoxina y la digoxina, mejoran la contractibilidad del miocardio. En dosis terapéuticas aumentan el tono cardiaco vagal, mientras que en dosis altas o inadecuadas pueden provocar intoxicaciones más o menos severas, con un aumento del tono simpático y la aparición de arritmias.
Inulina. Es un oligosacárido, un carbohidrato de cadena corta, que ejerce una potente acción prebiótica. Tiene la capacidad de degradarse poco una vez que ha pasado por el estómago y los intestinos. La inulina mejora la absorción de ciertos minerales, como magnesio, calcio o fósforo; ayuda a combatir el colesterol, mejora el metabolismo de las grasas y ejerce una potente acción diurética. Se extrae de diferentes plantas, en especial de sus raíces, como de la alcachofera, la achicoria, el helenio, el cardo corredor o la bardana, entre otras.
Mucílagos. Es un tipo de fibra soluble presente en una enorme variedad de plantas. Se trata de sustancias de consistencia gelatinosa, que tienen la capacidad de absorber agua con gran facilidad. Presentan efectos demulcentes, emolientes y antiinflamatorios sobre la salud humana. Protegen y reparan las mucosas, sea del aparato respiratorio, digestivo o urinario, y se muestran también como depurativos, diuréticos y laxantes. Entre el amplio abanico de plantas que los contienen, cabe destacar el tusílago, la malva, el malvavisco, los llantenes, el tilo, la violeta, la amapola, el erísimo, la ispágula, la pulmonaria y algunas algas como la espirulina o el agar agar.
Polifenoles. Compuestos sintetizados solo por las plantas, que contiene uno o más grupos de hidróxilos (OH), unidos a anillos bencénicos. Ayudan a las plantas a defenderse de las agresiones externas. Son conocidos por su gran capacidad antioxidante y como moduladores del sistema inmunitario. Los polifenoles son los principales responsables de la acción antioxidante de muchas frutas y verduras de consumo corriente. Los encontramos, entre otras plantas, en la vid, el mate, el té verde, la milenrama, la mandarina, la naranja, el nogal (la nuez), el cacao (el chocolate negro) o el olivo (el aceite).
Principios amargos. Son sustancias, presentes también en un gran elenco de plantas medicinales, responsables del aroma y del sabor moderada o altamente amargo de muchas de ellas. Tienen la particularidad de estimular la motilidad gástrica, y, por tanto, se revelan como un recurso herbario de primer orden para aumentar el apetito, previenen el estreñimiento y los gases, pero ejercen también un efecto protector sobre las funciones del hígado. Están presentes en muchas compuestas como el diente de león, la achicoria o la matricaria; en umbelíferas como la sanícula, el hinojo o la angélica; en labiadas como el romero, el marrubio o el hisopo, juntamente con el lúpulo, el harpagofito o el azafrán, entre otras.
Resinas. Son productos generados por muchas plantas, por oxidación y polimeración de los terpenos. Se trata de mezclas bastante complejas, de consistencia más o menos sólida y muy pegajosa, insolubles al agua, pero solubles en alcohol, que se funden por calentamiento. Ejercen propiedades antiinflamatorias, balsámicas, antiespasmódicas, antisépticas y cicatrizantes sobre la salud humana. Encontramos resinas en una gran diversidad de plantas como mirra, gayuba, equinácea, guayaco, rusco, etc.
Sales minerales. Son nutrientes esenciales que no faltan en la mayoría de las plantas. Son absorbidas principalmente por las raíces. Les confieren virtudes depurativas, diuréticas, remineralizantes, antianémicas y antiinflamatorias. Algunos ejemplos de plantas especialmente ricas en sales minerales (hierro, calcio, potasio, magnesio, fósforo, etc.) son: el diente de león, el berro, la bistorta, la cola de caballo, el fucus, la acedera, la achicoria, la levadura de cerveza, el perejil, la avena, la ortosifón y la bardana, entre otras muchas.
Saponinas. Es un tipo de glucósidos solubles en agua. Cuando se agitan, generan mucha espuma. Se distinguen dos tipos: esteroidales y triterpénicas. Las saponinas se han empleado desde antiguo para la elaboración de jabón. Se les atribuyen propiedades diuréticas, depurativas, antioxidantes, antiinflamatorias y demulcentes. Encontramos saponinas en la saponaria, por supuesto, el eupatorio, el meliloto, el gordolobo, la regaliz, el castaño de indias, la remolacha, la polígala, la pulmonaria o la vulneraria, entre otras.
Taninos. Son compuestos polifenólicos, de sabor altamente amargo, que contienen muchas plantas. Son solubles en agua y pueden ser condesados. Se han utilizado desde antiguo para curtir pieles. Ejercen efectos astringentes, antidiarreicos, antihemorrágicos y antibacterianos. Están presentes en muchas plantas como la salicaria, la bistorta, el frambueso, el hamamelis, el pie de león, el té, la gayuba, la encina, la hierba de san Roberto, la agrimonia, la matricaria, el fresno y el rosal, entre muchas otras.
Otros principios activos: el almidón (castaño, cebada), sales oxálicas (romaza, oxalis), ácido salicílico, de efecto analgésico (ulmaria, sauce blanco), ácidos fenólicos (lengua de buey, mejorana, melisa), vitaminas (espino amarillo, berro, malva, azarolo, rosal silvestre), las gomas (goma guar, cardo corredor), etc.