La lucha contra Satanás

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Capítulo 3
Satanás en el Nuevo Testamento

La doctrina de Satanás se desarrolló más durante los siglos entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. La literatura inter-testamentaria se refiere a Satanás como Belial, Mastema, y Sammael. Satanás es descrito como jefe de un ejército de demonios que pelean contra Dios y sus ángeles. Satanás tienta a los creyentes, los ataca y guía a los demonios y a la gente que no se regenera contra Dios (Jubileos 11:15; 17:16; 1 Enoc 40:7).

La literatura intertestamentaria atribuye la maldad en los tiempos del Antiguo Testamento directamente a Satanás, con más frecuencia que el Antiguo Testamento lo hace (Libro de la Sabiduría 2:24). El Antiguo Testamento generalmente no menciona a Satanás directamente, pero en los escritos inter-testamentarios, Satanás es descrito explícitamente como “un ángel caído” (1 Enoc 29:4), quien está a cargo de los “ángeles caídos” de los que se habla en Génesis 6:1”4 (Jubileos 10:5”8; 19:28).

Los nombres de Satanás

El Nuevo Testamento se refiere frecuentemente a Satanás como “el diablo” (diabolos). Ese término, que significa difamador o calumniador, se utiliza 60 veces en el Nuevo Testamento, 40 de ellas en los Evangelios. Satanás es calumniador por excelencia. Difama a Dios con el hombre, como lo hizo con Eva; difama, a veces, al hombre con Dios, como lo hizo en el caso de Job; y difama al hombre con el hombre.

El término Satán aparece 34 veces en el Nuevo Testamento. La mitad de esos términos se encuentran en los Evangelios y en Hechos, y la otra mitad en las Epístolas y en Apocalipsis Solo en seis ocasiones se refieren a “el Satán”. Otros nombres del Nuevo Testamento para Satanás incluyen el Acusador (Apocalipsis 12:10), el Adversario (1 Pedro 5:8), Apolión (Apocalipsis 9:11), Belcebú (Mateo 12:24), Belial (2 Corintios 6:15), el dragón (Apocalipsis 12:7), dios de este mundo (2 Corintios 4:4), príncipe de la potestad del aire (Efesios 2:2), príncipe de este mundo (Juan 12:31), la serpiente (Apocalipsis 20:2), el tentador (Mateo 4:3), y el león rugiente (1 Pedro. 5:8).

¡Qué reveladores son estos nombres sobre la diversidad y poderío de Satanás! Un puritano, Edward Reynolds, lo dijo en esta forma: “Satanás tiene tres títulos en las Escrituras, estableciendo su malignidad contra la iglesia de Dios: un dragón, para resaltar su malicia; una serpiente, para resaltar su sutileza; y un león, para destacar su fuerza”.

La personalidad de Satanás, su ejército y sus súbditos

Estos nombres nos enseñan que Satanás no es una fuerza maligna impersonal. Posee todos los rasgos de personalidad, como intelecto (2 Corintios 11:3), emociones (Apocalipsis 12:17), y voluntad (2 Timoteo 2:26). También se utilizan pronombres personales al referirse a él (Mateo 4:1-12). Al ser una persona, es moralmente responsable ante el Señor (Mateo 25:41). Es por eso que el Nuevo Testamento lo describe como orgulloso, rebelde, sin ley y difamador, por lo que es llamado mentiroso, engañador, tergiversador e imitador.

El Nuevo Testamento revela a Satanás como el gobernante de una hueste de ángeles caídos (Mateo 25:41), y como la cabeza de un ejército bien organizado de agentes espirituales. Términos como principados, potestades y gobernadores de las tinieblas de este mundo indican rangos en el ejército de Satanás (Efesios 6:12). Por medio de estos rangos de demonios, Satanás, como un general competente, reúne su información y lleva a cabo su programación a través de todo su reinado de oscuridad mundial. Satanás y sus demonios llevan a cabo su actividad diabólica, malvada, entre la gente del mundo que no reconoce a Cristo como Señor (Marcos 4:15; Juan 8:44; Colosenses 1:13). Con tentaciones que van desde el ascetismo hasta el libertinaje y de la teología intelectual a un craso ocultismo, ciega sus mentes, busca evitar que crean únicamente en Cristo para su salvación, y lucha por mantener su lealtad hacia él (2 Corintios 4:4; Lucas 8:12). Por ello estos seguidores humanos son llamados “los hijos del malo” (Mateo 13:38), sus “ministros” (2 Corintios 11:15), y “los hijos del diablo” (1 Juan 3:10).

Posesiones demoníacas

En algunos casos, Satanás y sus demonios se introducen en sus seguidores y los controlan tanto que se involucran en una “posesión demoníaca”. Lucas 8:30 describe a un hombre poseído por legión porque “muchos demonios habían entrado en él”. Particularmente, previo a la muerte y resurrección de Cristo, a Satanás y sus demonios les fue permitido ejercer espantosos, poderosos y evidentes ataques sobre los cuerpos y mentes de algunas personas. Dios permitió ese poder en parte para que la gente pueda reconocer profundamente su necesidad de un Salvador, y que el poder de Cristo para salvarlos fuera mostrado prominentemente. Las posesiones demoníacas pueden producir ceguera (Mateo 12:22), parálisis (Hechos 8:7), convulsiones (Lucas 9:39), paroxismos (Marcos 9:17, 20, 26), autodestrucción (Marcos 9:22), fuerza sobrehumana (Marcos 5:4), disociaciones de personalidad (Marcos 5:6-10), conocimiento especial para identificar a Jesús (Marcos 5:7), o falta de salud y comportamiento extraño (Lucas 8:27; Mateo 17:15). Todo ello muestra que no hay aflicciones, mentales o físicas, que Satanás y sus demonios no quieran traer a la gente. El factor común en todo lo anterior es la destrucción, porque Satanás es el destructor. Los autores de los Evangelios tienen cuidado en diferenciar la actividad demoníaca de varias enfermedades físicas (Mateo 4:24; Lucas 4:40-41).

Satanás se opone amargamente a Dios y busca alienar a todos de Él; por lo mismo, Satanás también entabla una guerra intensa contra los seguidores de Cristo (Lucas 8:33; 1 Corintios 7:5). Dado que cada creyente está investido por el Espíritu Santo y pertenece a Jesús, ningún creyente puede ser endemoniado (1 Corintios 6:19). Juan afirma lo anterior al decir que Jesús que mora en nosotros, es mayor que Satanás, que está en el mundo (1 Juan 4:4). Sin embargo, Satanás influenció tanto el pensamiento de Pedro que Jesús tuvo que decirle firmemente a Pedro: “¡Apártate de mí, Satanás!” (Mateo 16:23). En Lucas 22:31 leemos que Satanás quería zarandear como a trigo a todos los discípulos para probarlos. Apocalipsis 12:10 dice que Satanás busca acusar a los creyentes ante Dios.

Satanás contra Cristo

El conflicto entre el diablo y la Semilla de la mujer fue el escenario central en la encarnación de la palabra. La venida de Jesucristo en el cumplimiento de los tiempos fue el más grande movimiento de Dios contra Satanás en la guerra espiritual. Jesús habló más sobre Satanás y los demonios que cualquier otro en la Biblia. Satanás y sus demonios liberaron su más grande furia contra Jesús, cuya humanidad libre de pecado motivó a Satanás a tentarlo de formas especiales. En el desierto de Judea, Cristo pasó del agua del bautismo al fuego de la tentación. Durante 40 días, Satanás atacó a Jesús con los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. Tratando de tomar bajo su control la humanidad sagrada de Cristo (Mateo 4:1-11). Satanás tentó a Jesús hacia la independencia (4:3-4), la indulgencia (4:5-7), y la idolatría (4:8-10). Tentó a Jesús para que se alejara de la voluntad de su Padre, de la palabra de Dios y de la cruz. Su objetivo fundamental era hacer que la sustitución de Cristo no fuese necesaria, al ofrecerle la gloria sin la cruz, tal como le prometió a Eva gloria sin la obediencia a Dios.

Jesús se mantuvo firme, rechazando repetidamente a Satanás y sus demonios, haciéndolos huir primero de sí mismo y por consecuencia, de otras personas durante su ministerio público. Se comprometió en un ministerio de proclamación de libertad a los cautivos (Lucas 4:18). En su confrontación con los fariseos sobre la sanidad de un hombre poseído por demonios que estaba ciego y mudo, Jesús clarificó su intención de echar fuera a Satanás de la vida de las personas (Mateo 12:26). Jesús también liberó a una mujer que Satanás había mantenido atada por 18 años (Luc. 13:16).

En Getsemaní, Satanás liberó todos los poderes del infierno. Llevó a Jesús a ponerse de rodillas, arrastrándose como gusano y sudando sangre de tal forma que el Hijo de Dios clamó en agonía: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa” (Mateo 26:39) ¡Y qué heridas en el alma experimentó Cristo por las manos del instrumento de Satanás, Judas Iscariote! Con razón dijo a las fuerzas satánicas: “Más esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas” (Lucas 22:53).

El ataque satánico continuó en Gabata, donde Cristo fue forzado a usar una capa púrpura y una corona de espinos mientras era azotado, burlado, abofeteado y magullado. Finalmente, en el Gólgota, Satanás liberó todas las fuerzas del mal una vez más. Los toros de Basán cercaban el sufrimiento del Mesías (Salmos 22:12). Cada insulto se amontonó sobre Jesús; los brutales soldados, los crueles espectadores, y los egoístas sacerdotes y ancianos con la vestidura sagrada de su oficio involucrados en la burla satánica mientras Cristo colgaba de la cruz bajo el fuego de la ira de su Padre, rechazado por el cielo y la tierra, y atacado por poderes infernales. Su insondable grito de agonía resonó a través del oscuro reino de la naturaleza: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46).

En una ocasión, Lutero pasó una mañana completa tratando de comprender esta agonía, únicamente para levantarse de sus rodillas, confesando: “Dios desamparado de Dios; ¿quién puede comprenderlo?”. Y de hecho, esa verdad es incomprensible. Pero esto es lo que sabemos: Satanás fue derrotado en la cruz, de una vez y para siempre. En Hebreos 2:14 dice: “Él [es decir, Cristo] participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. Jesús habló de la cruz como una especie de exorcismo cósmico en Juan 12:31-32: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. La victoria le pertenece a Cristo debido a su perfecta obediencia a lo largo de las más severas pruebas instigadas por Satanás.

 

A través de su vida, muerte, resurrección y ascensión, Cristo rompió el poder del opresor con una sola mano. Satanás perdió su sofocante gobierno sobre las naciones. El balance del poder fue regresado. En la era del Antiguo Testamento, había relámpagos de luz en la oscuridad. Pero ahora, en y por medio de Cristo, la luz amaneció. La luz permanente y la gloria de Cristo ahora sobrepasan los restos de maldad y oscuridad de Satanás.

Tras la resurrección y ascensión al cielo de Cristo, las posesiones demoníacas disminuyeron grandemente. El libro de Hechos registra algunos incidentes que generalmente se originaron cuando el Evangelio era llevado por primera vez a un lugar. Tanto Pedro como Felipe echaron fuera demonios en al menos una ocasión (Hechos 5:16; 8:7). Pablo liberó a una joven mujer de un demonio adivinador de la fortuna y echó fuera demonios en Éfeso (16:16- 18; 19:11-12). Pero las epístolas del Nuevo Testamento “aunque frecuentemente hablan de la oposición satánica contra la iglesia (Romanos 8:38-39; 1 Corintios 2:8, 15:24-26; Efesios 1:20-22, 3:10, 6:12; Colosenses 1:16, 2:15)” mencionan pocas posesiones demoníacas y no dan instrucciones para el exorcismo. La posesión demoníaca no parece haber sido un problema significativo en la iglesia establecida del Nuevo Testamento.

Satanás contra la iglesia del Nuevo Testamento

Como sea, Satanás no admitió fácilmente su derrota. Continuó hiriendo el talón de la iglesia de Cristo en otras maneras. La iglesia del Nuevo Testamento encontró la victoria en Cristo solo a través del mismo sufrimiento y las mismas heridas que experimentó el Salvador. Los Hechos nos narran la forma en que Satanás llevó problemas a la iglesia al persuadir a Ananías y Safira para romper la paz de la iglesia con una mentira (Hechos 5:3). Satanás tentó a los miembros de la iglesia en Corinto para que dejaran de controlarse en asuntos sexuales (1 Corintios 7:5). Satanás tentó a Pablo, infligió en él “un aguijón en mi carne” (2 Corintios 12:7) y evitó que Pablo viajara a Tesalónica (1 Tesalonicenses 2:18). Satanás persiguió a los creyentes en Esmirna (Apocalipsis 2:9-10) y engaña a las naciones de la tierra (Apocalipsis 20:7-8), disfrazándose de un ángel de luz para conseguir sus propósitos (2 Corintios 11:14). Sus demonios fungen como agentes de la apostasía (1 Timoteo 4:1-3), y son promotores del inicuo y del espíritu del anticristo (2 Tesalonicenses 2:9; Apocalipsis 2:18-29; 9:1-11).

A lo largo de toda la oposición de Satanás, la iglesia ha seguido avanzando. A pesar de contratiempos temporales, las puertas del infierno no prevalecerán contra ella, porque Jesús es más poderoso que Satanás.

Capítulo 4
Satanás en la Historia de la Iglesia

La batalla de la iglesia contra Satanás no terminó con el libro de Apocalipsis Satanás ha seguido trabajando dentro de la iglesia y fuera de ella. Sembró las semillas de corrupción, herejía, contienda y cisma en la iglesia visible. Y al paso de los siglos ha instigado olas de persecución contra la iglesia.

Satanás presidió el aumento de los prelados, en tanto el clero buscaba aumentar sus poderes y dominio con los cargos de obispos, arzobispos, patriarcas y papas. Satanás fomentó el incremento de la superstición sobre los sacramentos, incluyendo la regeneración bautismal, la transubstanciación, y la sustitución de la masa en la Cena del Señor. Alentó la introducción de prácticas paganas en la adoración cristiana, como el uso de vestimentas de los sacerdotes romanos paganos, o la adoración de imágenes, crucifijos, estatuas y reliquias de los santos. Satanás inspiró a muchos a aceptar una falsa instrucción sobre la Trinidad, la naturaleza y persona de Cristo o el canon de la Sagrada Escritura, sin mencionar las falsas ideas sobre la vida por venir, como el “purgatorio” y el “limbo”. La corrupción de la iglesia visible y el levantamiento de la falsa iglesia fueron, en gran medida, obra de Satanás.

Mientras las una vez florecientes iglesias del Medio Oriente y África del Norte se volvieron cada vez más débiles y corruptas, Satanás lanzó un contraataque, inspirando las visiones y adivinaciones de un falso profeta, llamado Mahoma, instando a las tribus árabes a seguirlo como un ejército en campaña para sembrar por la fuerza la religión del Islam en todo el mapa del viejo mundo. La iglesia cristiana fue derrumbada en muchos lugares. Hoy en día, tras un largo periodo de sueño, el islamismo, sobre todo en sus elementos radicales, ha sido levantado otra vez por Satanás para propagar la oscuridad en nuevas tierras y para fomentar un nuevo reino de terror en todo el mundo.

Satanás, trabajando a través de las autoridades civiles, ha lanzado olas de persecución contra la iglesia desde tiempos antiguos, a lo largo de la Reforma, el Gran Despertar, los tiempos de avivamiento, y durante el siglo XX, en el que más cristianos murieron por su fe que en todos los siglos anteriores juntos. La marca de Satanás estuvo presente el levantamiento del “nacional socialismo” de Hitler en Alemania, que se enfocó en destruir a judíos y cristianos, y en el largo reinado de terror contra los cristianos de Rusia, Europa Oriental y China a través de un marxismo ateo o del “socialismo internacional”. Con todo, los tiempos de persecución severa han resultado ser frecuentemente los tiempos de mayor bendición para la iglesia. Tertuliano comparó correctamente a la iglesia con un campo de siega: “Entre más frecuente sea cortado, más crece”. La historia de la iglesia confirma que la sangre de los mártires ha sido la semilla de la iglesia.

Conceptos acerca de Satanás

La forma en que Satanás se ha visto ha variado con los siglos. La Iglesia Antigua y la Medieval desarrollaron con frecuencia conceptos excesivos y un tanto caprichosos de Satanás, y alentaron crecientemente el oficio de exorcistas. Orígenes, el primer teólogo sistemático de la iglesia, dijo que Lucifer (Isaías 14:12-15) fue el Satán que se rebeló y cayó del cielo debido a su orgullo, pero que aún así Dios le ofreció su misericordia. Agustín estaba de acuerdo con que Satanás era Lucifer, pero rechazó la idea caprichosa de Orígenes al respecto de que Satanás pudiera reconciliarse con Dios. Agustín creía que los demonios incitan a la gente a cometer crímenes y maldades, poseen considerables conocimientos y son capaces de atacar a la gente. Tomás de Aquino creía que Satanás fue una vez el más grande ángel quien por su orgullo, cayó inmediatamente después de la creación, seduciendo a quienes lo siguieron para convertirse en sus súbditos.

Martín Lutero atribuía mucho a los demonios, aunque rechazaba los excesos de la iglesia medieval. Particularmente habló en contra del oficio de exorcista, que fue establecido a principios de la historia del cristianismo y llegó a su clímax a finales de la Edad Media. Lutero dijo que, contrario a Cristo y los apóstoles, “no podemos repeler los espíritus malignos de nosotros, y no debemos siquiera intentarlo” (Leahy, Satan Cast Out [Satanás Echado Fuera; Editorial Perigrino], p. 113). Lutero creía, sin embargo, que los demonios infestan “los bosques, el agua, los pantanos y los sitios desiertos” y que continuamente “conspiran contra nuestra vida y nuestra guerra” (Table Talk [Conversaciones Durante la Comida], p. 172). Empero, cuando se cree y se ora sobre ella, la palabra es suficiente para contener a Satanás. “El diablo odia la palabra de Dios más que cualquier otra cosa”, escribió Lutero (Luther’s Works [Obras de Lutero], comentario sobre Salmos 94:6). En su himno, ‘Castillo Fuerte es Nuestro Dios’ escribe:

Aunque estén demonios mil, prontos a devorarnos,

No temeremos porque Dios sabrá cómo ampararnos.

Aun muestre su vigor Satán y su furor,

Dañarnos no podrá,

Pues condenado es ya por la Palabra Santa.”

(Himnario Bautista de la Gracia, PFG, pg. 70).

Juan Calvino refutó a los que “hablan de los diablos como nada más que emociones malvadas” al señalar textos que prueban la existencia de Satanás y sus demonios. Afirmó que las enseñanzas de la Escritura sobre Satanás y sus demonios deberían alertarnos “para tomar precauciones contra sus estratagemas” (Institución de la Religión Cristiana, 1.14.1319), especialmente al ataviarnos con fe, oración y todas las demás piezas de la armadura de Dios que Pablo expone en Efesios 6:10-18. Sin embargo, como Lutero, Calvino habló en contra de los excesos católicos romanos concernientes a la actividad demoníaca; evitó las supersticiones del momento e incluso visualizó la posesión demoníaca como una realidad actual.

Los Puritanos enfatizaron particularmente la forma en que Satanás imita la obra del Espíritu Santo. Reflexionando sobre el Gran Despertar de la década de 1740, Jonathan Edwards escribió: “…para Satanás es fácil reproducirlas. Si puede sugerirles a los hombres pensamientos, también les puede sugerir imágenes. Sabemos del Antiguo Testamento que los profetas falsos recibían sueños y visiones de espíritus falsos; véase Deuteronomio 13:1-3, 1 Reyes 22:21-23, Isaías 28:7, Ezequiel 13:1-9, Zacarías 13:2-4. Si Satanás puede imprimir en la mente estas ideas imaginarias, no pueden servir entonces de evidencia de que Dios es quien está obrando.” (Afectos Religiosos, pg. 51).

La actividad demoníaca no es coherente con la percepción moderna del mundo y por ello ha sido marginada o, en muchos casos, negada. Siguiendo el naturalismo de los siglos XIX y XX, los cristianos liberales y neo-ortodoxos rechazaron la existencia literal de Satanás como una superstición primitiva. Uno de esos escépticos, Rudolf Bultmann, escribió: “Es imposible utilizar luz eléctrica y preciarnos de los modernos descubrimientos médicos y quirúrgicos, y creer al mismo tiempo en el mundo de demonios y espíritus del Nuevo Testamento”. Hoy en día, la ciencia y la tecnología enfatizan la ideología dominante de que solamente existe el “mundo natural”. David Powlison cuestiona: “¿Puede un ser moderno creer que Dios controla los rayos y truenos si un meteorólogo puede utilizar fotografías de satélite y modelado por computadora para predecir una tormenta una semana antes de que suceda?” (Power Encounters [Encuentros de Poder], p. 23).

Incluso quienes se congregan han exorcizado al diablo de su vocabulario cotidiano. De acuerdo con un reciente estudio, 76% de los Anglicanos niegan la realidad de Satanás. Muchos teólogos y psicólogos han reinterpretado los incidentes bíblicos de posesión demoníaca para adecuarlos a sus propias teorías teológicas y psicológicas. Irónicamente, esta negación del diablo bíblico por parte de hombres de la iglesia y teólogos ha sido acompañada de la explosión de un nuevo interés en la brujería, astrología, paganismo y satanismo. Hoy en día, los aquelarres, las bandas burlonas de paganos, y congregaciones de “la Iglesia de Satanás” florecen en ciudades de Europa y América del Norte. Algunos autores sugieren que hay 500 grupos satánicos identificables solamente en Estados Unidos y cerca de 10,000 miembros en todo el mundo. Es difícil establecer estos números dado que muchos de estos grupos carecen de sedes oficiales y organizaciones, y no publican sus estadísticas. Sin embargo, sabemos que el satanismo se practica abiertamente como una religión legal en Estados Unidos.

El satanismo moderno fue introducido en Norte América por Aleister Crowley (b. 1875), quien fue criado en un buen hogar en Inglaterra, y donde fue introducido a las técnicas e ideas del ocultismo por un afamado ocultista, Eliphas Levi. Las enseñanzas de Crowley sobre que Satanás es más poderoso que Dios, en combinación con sus extraños rituales religiosos y sexuales, frecuentemente realizados bajo la influencia de drogas, influyeron en otro inglés, Gerald Gardner. Los libros de Gardner, quien se autoproclamó como brujo, ayudaron a establecer rituales de brujería moderna con base en la diosa Madre. Gardner, y posteriormente Anton LaVey (b. 1930), quien fundó la Iglesia de Satanás en 1966, popularizaron la imagen de Baphomet, el honrado dios, como símbolo de la brujería y el satanismo. “Dios está muerto y Satanás vive” se ha convertido en la contraseña de rituales en muchas grutas o “congregaciones” locales de LaVey. Desde la década de 1970, numerosos grupos se han separado de la iglesia de LaVey y han formado otros grupos satánicos.

 

Situados entre aquellos que niegan a Satanás y quienes lo adoran, tanto los pentecostales como los carismáticos han enfatizado crecientemente la realidad de Satanás y la importancia de la guerra espiritual. Frecuentemente caen en el error de promover un interés irracional en los demonios. Encuentran un demonio detrás de cada problema que enfrentan; la responsabilidad personal cede el paso a la influencia demoníaca y los actos de la carne se convierten en demonios a los que hay que exorcizar. Todo lo anterior promueve una creciente espiritualidad popular oculta. Los remedies supersticiosos, como los mapas espirituales y los rituales de exorcismo, se han vuelto más populares que la respuesta de las Escrituras a la confesión del pecado, el arrepentimiento y la nueva obediencia a Cristo.

En los últimos años, muchas personas han tomado más conciencia de Satanás y sus diablos. Las librerías cristianas y seculares están atestadas de libros sobre ángeles y demonios. Escritores populares, como M. Scott Peck, están convirtiéndose abiertamente en creyentes de la realidad de Satanás. Hoy es el momento oportuno para que los evangélicos centrados en la Palabra promuevan una visión balanceada de Satanás y los demonios que evite tanto la negación como la obsesión.

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