Buch lesen: «El Ministerio Pastoral según el Apóstol Pablo»

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Copyright © 2.006 por James W. Thompson

Originalmente publicado en inglés bajo el título Pastoral Ministry According to Paul por Baker Academic, una division de Baker Publishing Group

Grand Rapids, Michigan, 49516, U.S.A.

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Esta edición es publicada para todo el mundo hispano por

Ediciones Berea

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A menos que se especifique, todas las citas bíblicas son tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional 1999, de la Sociedad Bíblica Internacional. Todos los derechos reservados.

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Editor General: Héctor H. Gómez

Traducción: Adriana Marcela Aranguren Medina

Diseño de Carátula: Germán Arenas

Diagramación: Catherine Niño

Primera edición en castellano: 2.010 por Ediciones Berea.

Calle 100 No.49-97 Int. 12-418. Tel.: (571) 257 8886

www.edicionesberea.com

ISBN: 978-958-44-1037-5

Impreso en Bogotá D. C., Colombia.

Contenido

Capítulo 1

Descubriendo una Teología Pastoral Paulina

Capítulo 2

Intachables Cuando Él Venga

Capítulo 3

Viviendo entre los Tiempos

Capítulo 4

Romanos como Teología Pastoral

Capítulo 5

Edificando la Comunidad

Conclusión

Transformación y Teología Pastoral

Notas

Capítulo 1

Descubriendo una Teología Pastoral Paulina

Después de años de educar a futuros ministros, mis colegas y yo finalmente nos dimos al trabajo de escribir una visión que sirviera de fundamento para nuestro currículum y describir el ministerio para el cual estábamos preparando a nuestros estudiantes. Después yo tomé la responsabilidad de liderar el comité y convertir la visión en un escrito; comprendí que tenía una tarea muy difícil, de ofrecer una visión coherente que reflejara lo que la facultad comprendía acerca del ministerio. La importancia de este desafío radica especialmente en que los miembros de la facultad pudieran alcanzar un acuerdo en el escrito final sólo después de una extensa discusión a pesar de que nosotros habíamos acordado la misma tradición teológica y estábamos preparando estudiantes para el ministerio dentro de esta tradición. Descubrimos que habíamos trabajado con muchísimas presunciones acerca de la naturaleza del ministerio.

Cuando le hablo a los comités de búsqueda de predicadores, que son los empleadores potenciales de nuestros graduados, descubro que su visión del ministerio corresponde a duras penas a la visión que nosotros habíamos forjado como facultad. Estos comités de búsqueda presentan descripciones del trabajo con muchas expectativas específicas para los candidatos ministeriales. A pesar de que las descripciones del trabajo no articulan una teología del ministerio, ellas reflejan presunciones acerca de la naturaleza del ministerio. La presunción se deriva primeramente de las propias experiencias pasadas del comité y las observaciones de lo que parece ser un ministerio efectivo.

He aprendido de colegas en otros seminarios, que mi experiencia no es única. Cada uno tiene una idea preestablecida de la naturaleza del ministerio, que son evidentes en los diferentes modelos alternativos que incluso compiten entre sí. Jackson Carroll ha señalado que las tradiciones teológicas tienen diferentes conceptos acerca del ministerio. Algunas denominaciones en la tradición reformada, hacen énfasis en una presentación muy profunda de la fe mientras que los metodistas le dan un gran valor a las habilidades interpersonales. Los bautistas del sur hacen énfasis en dones evangelísticos, mientras que los cristianos ortodoxos esperan un liderazgo litúrgico.1 En el contexto norteamericano, sin embargo, las expectativas han cambiado en un período de tiempo, a menudo cruzando líneas denominacionales.

Mi observación sobre los adelantos dentro de mi propia tradición corresponde en gran medida a la delineación histórica descrita por John B. Cobb y Joseph Hough para el desarrollo de muchas denominaciones.2 Para las generaciones anteriores, el ministerio ideal era el evangelístico, medido por su éxito en persuadir a grandes multitudes de personas a volverse a Cristo. Algunos eran predicadores itinerantes, otros muchos trabajaban en congregaciones locales en donde se les daba el trabajo primeramente para propósitos evangelísticos. En una segunda era, las expectativas congregacionales para el ministro cambiaron de alcanzar multitudes a alimentar la congregación y responder a las necesidades de la gente. En esta era, los ministros aprendieron técnicas de terapia y le dieron un valor considerable al ministerio pastoral y a la consejería. Su trabajo era percibir las necesidades cada vez más crecientes en los miembros de la congregación. En la presente era, el ministerio es finalmente medido por la capacidad de organizar, construir y manejar una compleja organización. Las congregaciones continúan asumiendo que el ministro mantendrá los roles tradicionales de celebrar matrimonios y funerales, pero creen que la meta final del ministro es llevar a la congregación a un nuevo nivel de crecimiento. El ministro debe ser por lo tanto un buen comunicador y un buen administrador. En un campo religioso competitivo, la tarea del ministro es hacer que la congregación mantenga su lugar en el panorama religioso. A menudo los comités de búsqueda ya no van detrás de alguien que se acomode a uno de estos modelos, sino de alguien que sea una combinación de Jay Leno, Lee Iacocca y Dr. Phil.

Estas frecuentemente tácitas presunciones muestran que la dimensión faltante en la discusión acerca del ministerio es un concepto teológicamente coherente al propósito del mismo que incorpore sus numerosos roles. Según Tomás Oden, “no ha sido escrita una teología pastoral sistemática y basada en las Escrituras para una audiencia ecuménica angloparlante desde El Pastor Cristiano, de Washington Gladden (1898).”3 La literatura sobre los múltiples encargos del ministro es abundante, pero carecemos de un concepto teológico integral que provea los fundamentos de los mismos.

Estamos buscando una visión unificada y centrada del ministerio. Desafortunadamente, las disciplinas que complementan el trabajo pastoral de nuestro tiempo se han segmentado en vagas y a veces inútiles subespecializaciones. A pesar de haber producido una abundante literatura sobre consejería pastoral, la pregunta que permanece es qué es lo “pastoral” (distintivamente pastoral) en lo así llamado consejería pastoral. Los sermones abundan y las ayudas de los sermones más aún, pero muy pocos operan fuera de una concepción integral del trabajo pastoral que mezcla liturgia, catequesis, consejería y entrenamiento de ministros. Al haber adoptado tan fuertemente los pragmáticos procedimientos administrativos, olvidándose de su raigambre tradicional, la administración de la iglesia se ha convertido en una disciplina huérfana, preguntándose vagamente acerca de su verdadera procedencia. La pérdida de una identidad centrada en el ministerio se refleja en la excesiva carga hacia la especialización de las disciplinas tendientes a servir y unificar el ministerio.4

El currículum del seminario hace muy poco para producir un concepto coherente de la labor ministerial. La división del currículum en áreas separadas de especialización, desarrollado bajo la influencia del modelo alemán utilizado al final del siglo XIX, acrecienta el problema al separar el ministerio de las demás disciplinas teológicas.5 Edward Farley ha descrito la separación de las disciplinas teológicas bajo la influencia de los intelectuales alemanes, señalando que las escuelas teológicas contemporáneas han heredado el concepto del siglo XIX, ubicando la teología práctica dentro de un currículum teológico. Farley se remonta al período comprendido entre el tiempo en el que la “teología práctica” determinaba todo estudio teológico hasta la época en la que se volvió una disciplina separada. En el paso inicial hacia esta separación, la teología práctica incluía la teología moral, la política de la iglesia y otras actividades pastorales. Cuando la especialización aumentó, la teología práctica fue apartada de la teología moral como un área perteneciente a las actividades fundamentales de la iglesia.6 El enfoque se volvió a las habilidades necesarias para el mantenimiento de la iglesia y el cuidado de la gente en problemas. La teología práctica llegó a estar segmentada en una variedad de subdisciplinas. Con este enfoque sobre las habilidades necesarias para el mantenimiento de la congregación, los seminarios e iglesias ofrecían definiciones alternativas y aún competitivas acerca del ministerio pastoral. Aunque el grado del seminario requiere tanto de la teoría como de la práctica, las dos áreas están insuficientemente relacionadas la una con la otra para proveer una base teológica para el ministerio. Sin una base teológica, el ministro se convierte con demasiada facilidad en el que asegura la competitividad de la iglesia en el mercado de consumo religioso.

A pesar de las presiones que a menudo llegan de la iglesia y la sociedad para definir el rol del ministro en términos pragmáticos como el mantenimiento y el crecimiento de la institución, la respuesta a la pregunta sobre la identidad ministerial, como Ellen Charry ha argumentado, es un asunto teológico.7 En este libro, yo me dirijo a esta dimensión perdida en la discusión acerca del ministerio ofreciendo una teología pastoral que descansa en una conversación con modernos intérpretes de la teología paulina. Examinando las bases teológicas y las metas del trabajo pastoral de Pablo, puedo decir que la visión paulina contribuirá a la discusión que hoy ocupa a las iglesias y seminarios a través de Norteamérica. Qué es un ministro? Para qué roles preparamos a nuestros futuros ministros? Cuáles son las metas del ministerio? Como un erudito del Nuevo Testamento que a menudo trabaja en las fronteras entre los estudios bíblicos y el ministerio práctico, deseo iniciar una discusión entre las dos disciplinas, porque Pablo provee una visión pastoral coherente que puede ser la base para una teología pastoral contemporánea. Mi propósito es movernos mucho más allá del enfoque sobre los roles del ministro y de la literatura sobre el ministerio para determinar las actuales metas de nuestro trabajo. Otros nos han desafiado a renovar esta dimensión teológica volviendo a los textos clásicos sobre el ministerio.8 Aunque apoyarnos en los textos clásicos es un ejercicio valioso, propongo que consideremos ir más allá de estos antiguos textos hacia una reconsideración de la importancia de la teología paulina para definir las metas del ministerio.

Pablo no es la única guía para una teología pastoral, como algunos intérpretes han dicho. Eugene Peterson sugiere que el Megilloth – Cantar de los Cantares, Ruth, Lamentaciones y Eclesiastés – aportó un gran propósito pastoral en el antiguo Israel, que puede ser útil para darle forma a la imaginación de la iglesia contemporánea.9 Gustav Stählin afirma que “el Nuevo Testamento es de principio a fin un libro pastoral,” pero él hace un énfasis especial en la narración de Mateo como un ejemplo del ministerio pastoral.10 Mateo refleja la preocupación pastoral por la situación de sus lectores; la combinación de la historia y la instrucción dan gozo y dirección a una comunidad afligida. Paul Walaskay la base teológica para el ministerio pastoral en las tradiciones de sanación del Antiguo Testamento y los Evangelios.11 Otros miran los retratos de Jesús en los Evangelios para identificar una orientación básica para el ministerio pastoral.12 Aún así, las cartas de Pablo tienen un valor especial en la delineación y comprensión de la meta final del ministerio. Las cartas nos permiten escuchar la guía pastoral de Pablo para sus iglesias y observar su teología pastoral en la práctica. Ellas presentan un estudio longitudinal parcial del rol de Pablo como evangelista, plantador de iglesias y pastor; tal entendimiento de la finalidad del ministerio no tiene paralelo en otros escritores bíblicos. Por lo tanto, la teología paulina constituye una guía indispensable para determinar la meta final de nuestro ministerio.

Tratar juntos los estudios paulinos y pastorales en una discusión es enfrentar asuntos metodológicos que surgen de varios factores. Primero, carecemos de una simple definición del ministerio o ministerio pastoral como una base para compararla con Pablo. Segundo, ni Pablo ni sus compañeros de trabajo obraron en una forma similar al moderno concepto del ministro; el ministro en nuestro tiempo es muy diferente de cualquiera en la historia cristiana y judía o el Nuevo Testamento.13 Y tercero, enfrentamos el desafío hermenéutico de apropiar el ministerio de Pablo a la situación contemporánea, porque uno no puede simplemente leer una teología pastoral o sacarla de las páginas de m la Biblia sin mezclar los horizontes del mundo bíblico y el nuestro.14 Estos problemas indican las dificultades metodológicas de descubrir una teología paulina del ministerio pastoral.

Aún, yo estoy convencido de que encontraremos esa visión en Pablo, que provea una base para la iglesia contemporánea. Debido a que sería infructuoso empezar con nuestra propia definición del ministerio y luego examinar el cuerpo paulino para encontrar un corolario, sugiero que empecemos con una definición preliminar y general en la que veamos puntos de contacto entre nuestro propio concepto y el encontrado en las Cartas Paulinas. Uno de ellos es el reconocimiento de que Pablo es el evangelista que no sólo llama a otros a volverse a la fe sino que también tiene una “preocupación por todas las iglesias” (2ª Corintios 11:28). También podemos observar similitudes funcionales entre nuestro propio concepto del ministerio y las actividades de Pablo en su preocupación por los que él ha ganado.15 Aunque el énfasis ha variado a través de los siglos, ciertos elementos han permanecido constantes, incluyendo el ser compasivos, el edificar y animar a otros, especialmente a los miembros de la comunidad cristiana. El trabajo de Pablo es lo suficientemente análogo a nuestra propia concepción acerca del ministerio como para reconocer en él un modelo para el mismo, especialmente en las metas que él establece.

Un Estudio Previo de la Teología Pastoral Paulina

No soy el primero en sugerir que las Cartas de Pablo son la base para una teología pastoral. De hecho, los intérpretes acuden a ellas para apoyar las diferentes alternativas a las metas del ministerio anteriormente mencionadas. Para algunos, Pablo es la base para ver en primer lugar al ministro como un evangelista; para otros, Pablo es la base para concebir al ministro como terapista. Y según la reciente literatura sobre el crecimiento de la iglesia, Pablo proporciona la base teológica para el ministro como un plantador y edificador de iglesias. La declaración de Pablo, “Yo sembré, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento” (1 Corintios 3:6), es la base para un ministerio enfocado en el crecimiento. La misión de la iglesia según esta visión, es crecer y extender el reino de Dios mediante la plantación y el desarrollo de iglesias.16 La metáfora de Pablo de la construcción en 1 Corintios 3:10-17 proporciona una imagen adicional del ministro que construye la congregación mediante la eficiente planeación y organización.

Aunque Pablo emplea el lenguaje de crecimiento de la iglesia en 1 Corintios 3:6-9, no lo usa de una manera que apoye el llamado contemporáneo a este pasaje de Pablo. El contexto del pasaje indica que la mayor preocupación de Pablo no es el crecimiento numérico sino la madurez de la iglesia plantada por él. En 1ª Corintios 3:1-5, Pablo usa la imagen de la niñez y la madurez para describir el desarrollo de la Iglesia que él quiere. No obstante, los corintios no han dejado de ser niños, porque están enredados en los celos y contiendas que los caracterizaban antes de ser cristianos. Con sus partidismos políticos – “Yo sigo a Pablo, Yo sigo a Apolos” -, ellos demuestran que aún son inmaduros. El centro de la metáfora de Pablo de la plantación y el crecimiento es que a pesar del enfoque de los corintios sobre el liderazgo individual, “Dios es quien da el crecimiento.” En los ejemplos de plantación, crecimiento y madurez, el énfasis de Pablo está en la madurez de la congregación. Aunque podemos asumir que Pablo presupone el crecimiento numérico, su énfasis está en el camino a la madurez. Él usa la metáfora del edificio para asegurar que los líderes de la comunidad construyen una congregación que resistirá la última prueba.

Los primeros intérpretes apelaron al enfoque protestante basado en la doctrina paulina de la justificación por la fe, comúnmente entendida como el centro de su teología, para desarrollar una teología pastoral. La comprensión de la justificación por la fe ha aportado dos dimensiones a la concepción tradicional del ministerio. En primer lugar, la visión tradicional de la justificación por la fe como la salvación del individuo ha sido la base para concebir al ministro como el evangelista que proclama la gracia de Dios a la gente y los invita a responder en fe. Para quienes comprenden la justificación por la fe como una teología acerca de “entrar en” una relación con Dios, el ministerio se convierte en la práctica de traer gente a la gracia de Dios a través del evangelismo. Así, el papel del ministro como evangelista corresponde al concepto tradicional de la justificación por la fe.

En segundo lugar, la justificación por la fe también ha sido la base para ver el ministerio como el ofrecimiento de la gracia a quienes sufren continuos conflictos en sus intentos por vivir la vida cristiana. En la interpretación tradicional de Romanos 7, por ejemplo, la persona atormentada que dice, “no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco” (Romanos 7:15), es el cristiano que es recto y pecador al mismo tiempo. Lutero observó la importancia pastoral de su interpretación cuando dijo, “De hecho, es un gran consuelo saber que un gran apóstol sufrió las mismas luchas y aflicciones en las que nos encontramos nosotros mismos cuando deseamos ser obedientes a Dios!”17 Mientras esta persona permanezca constantemente necesitada de la gracia de Dios, el papel del ministro es comunicar la gracia de Dios.

Howard Clinebell cita este pasaje como la base de un moderno ministerio pastoral. Él habla del “conflicto interno” de Pablo como un ejemplo de la caída del hombre a lo que el ministro responde: “Todos conocemos el conflicto interno expresado por Pablo en su carta a la Iglesia primitiva en Roma: ‘Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero’ (Romanos 7:18-19)”18 Para Clinebell, este pasaje ilustra que “nuestra separación de nosotros mismos y de otros nació de alguna manera de nuestra separación de que proviene del amor de Dios.”19 Esta enajenación proporciona las bases para el ministerio pastoral, definiendo el papel del pastor como el que responde a quienes se encuentran en problemas, ayudándolos a superar esa situación.

Podemos ver el impacto de este concepto de la justificación en la obra de los teólogos pastorales que equiparan la doctrina de la justificación por la fe con la aceptación que se constituyó en el centro de la psicoterapia Rogeriana. Clinebell acude a Pablo cuando describe la relación de consejería como “un canal para la gracia de Dios, el amor transformador que es la fuente de toda salvación y toda plenitud (Gálatas 2:8; Romanos 3:23-41).”20 Según LeRoy Aden, “Pablo nunca nos deja olvidar que Dios nos acepta a pesar de nuestra naturaleza inaceptable, que Él ama y perdona aún cuando continuemos mostrando enemistad e incredulidad hacia Él. Aparte de esta incondicional e inmerecida aceptación, fluye un amor que busca servir como ha sido servido.”21 Podemos comparar este comentario de Rodney Hunter:

Desde la perspectiva de Pablo y los Reformadores Protestantes, el corazón del Evangelio, desde el que toda la fe, la vida y el ministerio cristiano fluyen, es que Dios ha perdonado nuestros pecados y que Él no ha actuado conforme nuestras trasgresiones lo merecían, pues por la libre entrega de su Hijo, ha proclamado y establecido nuestra reconciliación con Él por la fe, totalmente aparte de todas las consideraciones de mérito o merecimiento. En esta tradición, el corazón del Evangelio es el anuncio del perdón de pecados a través de Jesucristo…

Si este mensaje es tomado como el tema central de la fe cristiana – como lo ha sido tradicionalmente en la fe y la teología protestantes -, entonces también debe ser el tema central o enfoque para el ministerio, incluso el ministerio pastoral. En este contexto, desde un punto de vista puramente normativo y sistemático, el ministerio pastoral así como los más especializados ministerios de consejería deben ser entendidos fundamental y comprehensivamente, con referencia a este tema.22

La doctrina paulina de la gracia se vuelve la base para el concepto pastoral de aceptación.

Aunque algunas veces Pablo ha sido utilizado como una fuente de teología pastoral, esto se ha basado en un anticuado e inadecuado concepto de Pablo. En primer lugar, se basa en una presunción altamente debatible en los estudios bíblicos: que la justificación es el centro de la teología de Pablo y que consiste en el perdón del individuo. En ese enfoque individualizado, no se reconoce que la justificación incluye no sólo entrar en una relación con Dios a través del perdón, sino en la fidelidad del pacto de Dios, en el que no sólo se acepta al pecador sino que le exige una nueva existencia.23 Es más, no reconoce el polémico contexto en el que Pablo formuló la doctrina de la justificación en Gálatas y Romanos. Así, una teología pastoral basada en una concepción tradicional de la doctrina paulina de la justificación por la fe no aborda todas las ramificaciones de la justificación ni otros aspectos de la teología paulina. En segundo lugar, ignora la naturaleza colectiva de la existencia cristiana, ofreciendo una concepción individualizada de la justificación por la fe. Finalmente, ignora el consistente llamado de Pablo a la transformación y sus instrucciones parenéticas, de acuerdo a las cuales él insiste en que los cristianos caminan “dignamente en el evangelio.”

Si Pablo proporciona una base teológica para el trabajo pastoral, debemos ver un concepto más matizado de su teología. Por lo tanto, ya que toda teología tiene una dimensión pastoral paulina, nosotros no podemos asumir que la justificación por la fe, definida por lo pronto como la aceptación del individuo por Dios, proporciona la base para una teología pastoral, porque las preocupaciones de Pablo van más allá de simplemente entrar en una relación con Dios. Si estudiamos las cartas de Pablo, vemos que la justificación tiene un lugar principal sólo en Gálatas y Romanos. Pablo apela a este tema sólo en polémicas situaciones para declarar quién pertenece al pacto. Su enfoque no está en el individuo que batalla para encontrar a un Dios de gracia sino en la fidelidad de Dios al pacto con Israel, el cual ahora incluye a los gentiles. Este concepto tiene consecuencias para la visión tradicional del ministerio porque se enfoca más en la eclesiología que en la respuesta individual al evangelio. En consecuencia, aunque la justificación es un tema principal en la teología paulina, no es el centro de su pensamiento. Más aún, como se dice más adelante, aunque la teología de Pablo es una orden para el evangelismo, lo valioso de su obra se extiende más allá de traer pecadores a una relación con Dios, a la completa formación de sus comunidades.

Krister Stendahl desafió la común interpretación occidental de Romanos 7, argumentando que Pablo no da evidencia de su lucha con el pecado antes ni después de su conversión.24 Los intérpretes de la última generación han dicho que el pasaje no habla de la experiencia pre-cristiana de Pablo ni de su vida como cristiano, sino de la nueva perspectiva cristiana de Pablo acerca del individuo bajo la Ley. De esta manera, si Romanos 7 no describe la necesidad del cristiano de gracia y aceptación, no sirve como base para la teología de la aceptación que ha proporcionado la base para la teología pastoral.

Una debilidad adicional del concepto tradicional de la justificación es que disminuye la importancia de la ética, separando la teología pastoral de la transformación ética. Aunque los escritos de Pablo insisten en que la justificación no socavan la ética (cf. Romanos 6:1-11), los intérpretes han relegado la transformación ética a algo marginal en la teología paulina, convirtiendo la doctrina paulina de la gracia en una “gracia barata.” En consecuencia, la teología pastoral ha creado una profunda brecha entre la aceptación del individuo y la exigencia de obediencia en fe.25

Una Nueva Perspectiva Paulina de la Teología Pastoral.

Aunque numerosos estudios han explorado la práctica pastoral de Pablo, la dimensión ausente en el estudio de Pablo y el ministerio es el análisis del objetivo esencial de su trabajo pastoral. Ya que la justificación por la fe, concebida como una salvación individual, no es el principio central para una teología pastoral, expondré una alternativa. Mi tarea no es exponer un minucioso estudio de la teología paulina sino mostrar la correspondencia entre los temas teológicos centrales y su objetivo pastoral. En la ausencia de una teología pastoral basada en la comprensión tradicional de Pablo, sugiero que una nueva lectura de Pablo proporciona la adecuada base para una teología pastoral paulina y ofrece una visión coherente de la intención del ministerio. El centro del pensamiento de Pablo es una teología de transformación, la cual proporciona las bases para una teología pastoral paulina.

Una muy consistente comprensión del ministerio emerge en todas las cartas, permitiéndonos definirlo en términos precisos: el ministerio es la participación en la obra de Dios de transformar la comunidad de fe hasta presentarla “sin culpa” cuando Jesús venga. La comunidad es un asunto inconcluso, que permanece entre su comienzo en el bautismo y su plena realización al final. La ambición pastoral de Pablo tal como él la establece en sus cartas, es la formación de la comunidad. Sus comunidades no judías ahora participan de la historia de Israel, viviendo entre su adopción inicial (o “elección”) en esa historia y el día final, cuando sean transformados en la imagen de Jesucristo. La ambición pastoral de Pablo es participar con Dios en la efectiva transformación de sus comunidades.

J. Christiaan Beber ha argumentado persuasivamente que una comprensión de la teología paulina requiere nuestro reconocimiento tanto de la coherencia como de la contingencia de las cartas de Pablo.26 Esta coherencia la encontramos en los temas que Pablo anuncia bajo una variedad de circunstancias. Sugiero que una teología pastoral de la transformación surge del centro del pensamiento de Pablo cuando se considera lo siguiente:

1. Pablo expone una consistente declaración de su ambición pastoral en casi todas sus cartas.

2. Las declaraciones de Pablo acerca de su ambición pastoral son consistentes con la mayoría de los temas de su teología.

3. A pesar de la variedad de circunstancias en las que Pablo escribe, su argumento tiende hacia la exhortación ética en su esperanza de configurar la transformación de la iglesia.

La Ambición Pastoral de Pablo

Una consistente característica de las cartas de Pablo es la declaración de su visión pastoral, señalando la meta de su ministerio. Las ideas dominantes de esta visión ministerial en sus cartas reflejan su coherencia dentro de la teología paulina:

“Sin embargo, les he escrito con mucha franqueza sobre algunos asuntos, como para refrescarles la memoria. Me he atrevido a hacerlo por causa de la gracia que Dios me dio para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles. Yo tengo el deber sacerdotal de proclamar el evangelio de Dios, a fin de que los gentiles lleguen a ser una ofrenda aceptable a Dios, santificada por el Espíritu Santo. Por tanto, mi servicio a Dios es para mí motivo de orgullo en Cristo Jesús.” (Romanos 15:15-17).

“Según la gracia que Dios me ha dado, yo, como maestro constructor, eché los cimientos, y otro construye sobre ellos. Pero cada uno tenga cuidado de cómo construye, porque nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es Jesucristo. Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno. Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego.” (1 Corintios 3:10-15).

“Para nosotros, el motivo de satisfacción es el testimonio de nuestra conciencia: Nos hemos comportado en el mundo, y especialmente entre ustedes, con la santidad y sinceridad que vienen de Dios. Nuestra conducta no se ha ajustado a la sabiduría humana sino a la gracia de Dios. No estamos escribiéndoles nada que no puedan leer ni entender. Espero que comprenderán del todo, así como ya nos han comprendido en parte, que pueden sentirse orgullosos de nosotros como también nosotros nos sentiremos orgullosos de ustedes en el día del Señor Jesús.” (2 Corintios 1:12-14).