Semiótica del discurso

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BIBLIOGRAFÍA

BENVENISTE, Emile

1974 Problèmes de linguistique générale, tome 2. Paris, Gallimard. [En es pañol: Problemas de lingüística general, tomo 1 (1971), tomo 2 (1985). México, Si glo XXI.].

DELEDALLE, Gérard

1978 Charles S. Peirce, Ecrits sur le signe. Paris, Seuil. [En es pa ñol puede consultarse: Charles S. Peirce, Obra lógico-semiótica, Madrid, Taurus, 1987]

ECO, Umberto

1988 Signo. Barcelona, Labor.

HJELMSLEV, Louis

1971 Prolegómenos a una teoría del lenguaje. Madrid, Gredos.

KLEIBER, Georges

1990 La sémantique du prototype. Paris, PUF.

SAUSSURE, Ferdinand de

1990 Cours de linguistique générale. Paris, Payot, 1916 (réed. 1990). [En español: Curso de lingüística general. Buenos Aires, Losada, 1974].

CAPÍTULO II
Las estructuras elementales

Las estructuras elementales / Resumen

La esquematización de los procesos significantes es lo pro pio de los discursos. El mundo es un signo, el hombre es un signo, dice Peirce, pero ese sentido difundido en nuestro medio y en nosotros mismos sólo da lugar a una significación si está actualizado por un discurso, es de cir, por un acto de enunciación. Y, en relación con ese sen tido difuso, el discurso procede por esquematización, es decir, propone esquemas de significación, de los más simples a los más complejos, y en los que se ins talan sistemas de valores. Tal es el propósito de las “es tructuras elementales”: identificar las diferentes esquematizaciones elementales, las primeras articulaciones del sentido.

1. Estructuras binarias

Las estructuras binarias, en lo esencial, son de dos tipos: las oposiciones entre contradictorios (llamadas a veces privativas), y las oposiciones entre contrarios. La misma noción de oposición privativa es discutible, en la medida en que, frecuentemente, una oposición contradictoria puede adquirir un valor genérico, es de cir, acarrea un cambio de nivel jerárquico. Hjelmslev de finió estos dos tipos de oposiciones como dos maneras de ocupar el campo de una categoría: en el primer ca so, una ocupación más o menos concentrada, más o me nos intensa y, en el otro caso, un reparto en dos zonas que satura más o menos el campo.

2. Cuadrado semiótico

El cuadrado semiótico conjuga esos dos tipos de oposiciones en el seno de un mismo sistema de valores, gracias a otra relación, la implicación. Cada uno de los tér minos de la categoría está, entonces, en la intersección de tres tipos de relaciones: una contrariedad, una con tradicción y una implicación. Cada una lo ubica en re lación con otro término de la categoría. Recibe, en tonces, su definición del conjunto de esas relaciones. La unión así estructurada puede ser recorrida enteramente, diseñando de esta manera la armadura mínima de un relato.

3. Estructura ternaria

La estructura ternaria de Peirce trata de otro aspec to de la estructura elemental: las tres fases de la ela boración del sentido. El análisis de los tres niveles propuestos por Peirce muestra, en efecto, que co rresponden a diferentes grados de existencia de las magnitudes semióticas; se trata, en suma, de tres etapas mayores del proceso que conduce de la per cepción a la significación. Esos grados de existencia, que nosotros aumentaremos efectivamente a cua tro, y que llamaremos modalidades existenciales, pueden ser explotados en el análisis del discurso.

4. Estructura tensiva

La estructura tensiva es un modelo que trata de responder a las preguntas dejadas de lado por los modelos clásicos; otorga una representación de las estructuras elementales que está cerca del cuadrado semiótico, pero en la perspectiva de una semántica de lo continuo. Además, poniendo en relación un espacio tensivo de valencias y un espacio categorial de valores, la estructura tensiva conjuga las dos grandes dimensiones de la significación, lo sensible y lo inteligible.

Las estructuras elementales

1. LAS ESTRUCTURAS BINARIAS

El análisis de las diferencias mínimas conduce a descubrir oposiciones bi narias. La categoría es, entonces, definida por su eje, el rasgo común, y por sus dos rasgos pertinentes, los términos de la oposición. La forma más acabada y mejor conocida de esta concepción está representada por la fonología de Jakobson.

1.1 La oposición privativa

La primera diferencia es producida por la presencia y la ausencia de un rasgo: las consonantes pueden ser sonoras o no-sonoras, en el sentido de que una misma articulación, por ejemplo, bilabial, puede estar com binada o no con una resonancia de las cuerdas vocales (/b/ vs /p/). La categoría, en ese caso, es la de la sonoridad. Pero esta presentación es discutible porque no está claro cómo un término que no presenta el ras go definitorio de la categoría (el rasgo sonoro) podría pertenecer a esa misma categoría.

En los años sesenta, la noción de oposición privativa dio lugar a la de marca: entre los dos términos de una oposición privativa se acuerda entonces considerar que la presencia del rasgo “marca” un término; el otro término, que no posee el rasgo, es considerado como “no marcado”. La “marca” es, tal vez, más satisfactoria para el espíritu que la “privación”, pero no nos permite avanzar ni un paso: en efecto, sea “privado de un rasgo” o “no marcado”, el segundo término de la oposición di fícilmente puede pertenecer a la categoría definida por ese rasgo o por esa marca.

De hecho, la “privación” o la ausencia de “marca” esconden una propiedad esencial del término concernido, a saber, su valor genérico: al sus pender la aplicación de un rasgo específico, se encuentran todos los tér minos posibles de la categoría. El célebre slogan feminista, La mitad de las mujeres son hombres, reposa sobre ese mismo principio. El uso más corriente, según el cual la categoría de la sexualidad está designada por el término hombre, supone que este último posee el rasgo que de fine la categoría en general, el rasgo sexual por excelencia; en cambio, el término mujer es tratado como específico, y posee entonces un ras go suplementario que el término genérico no posee. Eligiendo el término mujer como término que designa la categoría, el slogan invierte la relación y hace del término hombre el término específico, dotado de un rasgo suplementario, y, del término mujer, el rasgo genérico que define la categoría. La guerra de los sexos recurre también a las armas de la categorización.

Las nociones de “oposición privativa” o de “marca” pueden, en rigor, ser conservadas cuando una categoría está limitada a dos términos, pero su puesta en marcha se hace particularmente problemática desde el momento en que el número de términos es superior a dos, puesto que entonces el término “no marcado” recubre toda la categoría, a excepción del término marcado.

Hjelmslev ha propuesto otra aproximación, poniendo en evidencia el hecho de que esta oposición concierne a la extensión de una categoría y no a su comprensión. Propone considerar que toda categoría equivale a un dominio en el espacio abstracto de los recortes culturales y que ese dominio puede ser ocupado de dos maneras diferentes: sea de ma nera difusa y vaga (sub-dominio A), sea de manera concentrada y pre cisa (sub-dominio a):


No se trata ya de rasgo “presente” o “ausente”, sino de la intensidad perceptiva de una parte de la categoría: el término “di fuso” o “vago” sirve de fondo sobre el cual se destaca una figura, el término “con centrado” o “preciso”.

La llamada oposición “privativa” es redefinida de esta manera como una oposición que depende del lugar y de la intensidad de los términos; pero hay que tener en cuenta, para evitar algunos malentendidos, que el término “vago” o “difuso” no es, como se podría pensar, “impreciso”, sino que tiene un valor genérico: desde ese momento, la negación que lo hace aparecer en el discurso da libre curso a todos los términos po sibles de la categoría: no se trata ya de una caja vacía sino de una caja de Pandora…

1.2 La oposición entre contrarios

Otra posible oposición es la que pone en presencia, sobre el fondo de un mismo eje, dos términos igualmente “plenos”, es decir, definidos ca da uno por un rasgo. En fonética, por ejemplo, se opondrá el rasgo “bi labial” al rasgo “labiodental”, sobre el fondo del eje común, el rasgo “la bial”. La categoría de las labiales será entonces organizada, en fran cés, por la diferencia del punto de articulación secundaria, labial o dental.

A otro nivel de análisis que el evocado líneas arriba, el masculino y el femenino obedecen a ese mismo principio de contrariedad: sobre el fon do de la categoría de la sexualidad, los dos términos se oponen gracias a la presencia de dos rasgos igualmente presentes, cada uno contrario del otro.

 

En la perspectiva de Hjelmslev, se debería entonces suponer o bien que él no otorga mucha importancia a esta figura o que dos subdominios concentrados ocupan el dominio de la categoría:

Esta representación tiene la ventaja de mos trar que el dominio pue de ser saturado o no sa turado por los dos contrarios, y que, en con se cuen cia, si hay zonas no cubiertas por A1 y A2, queda un subdominio “di fuso” ocu pado por el término genérico.

2. EL CUADRADO SEMIÓTICO

El cuadrado semiótico se presenta como la reunión de los dos tipos de oposiciones binarias en un solo sistema, que administra a la vez la pre sencia simultánea de rasgos contrarios y la presencia y la ausencia de cada uno de esos dos rasgos. Como la “ausencia” tiene, como ya se ha mostrado, un valor genérico, se puede decir que el cuadrado semióti co, en suma, se interesa a la vez por la organización interna de la categoría y por la delimitación de sus fronteras.

2.1 Las relaciones constitutivas

Un cuadrado semiótico descansa sobre los rasgos contrarios de una categoría, a partir de los cuales se proyectan los contradictorios:


Pero esta representación no ofrece gran interés mientras las relaciones entre todos los términos no estén precisadas, particularmente las relaciones entre a2 y no a1 de un lado, y a1 y no a2 del otro. Se trata, pues, de precisar la relación que se establece entre los productos respectivos de dos tipos de diferencias. En efecto, a partir de a1, por ejemplo, se obtiene el contrario a2 y el contradictoriono a1. Se constata en tonces que esos dos nuevos términos, si la categoría es homogénea, de ben ser complementarios el uno del otro. El rasgo contrario a2, en efecto, implica la ausencia del rasgo a1, es decir, su contradictorio no a1, que es del mismo género que él. Asimismo, el rasgo a1 implica el rasgo no a2.

En todas las obras de semiótica de los años setenta y ochenta se encontrarán excelentes pre sen taciones del cuadrado semiótico, el cual hace mucho tiempo que cumple la función de “emblema” de la semiótica greimasiana. Para más precisiones, nos remitimos a di chas presentaciones. De hecho, en su uso, ese modelo ha presentado siempre las mismas dificultades: una dificultad técnica y una dificultad metodológica. Desde un pun to de vista técnico, la relación más difícil de establecer y de justificar es siempre la re lación de complementariedad; es posible hilvanar mecánicamente cuadrados formales par tien do de dos contrarios A & B y proyectando sus contradictorios no A & no B; pero es mu cho más delicado identificar claramente esos contradictorios en el curso del análisis y asegurarse de que son realmente los complementarios de los contrarios.

Desde el punto de vista metodológico, la construcción de un cuadrado a partir del aná lisis de un corpus es siempre problemático, pues la definición del cuadrado no comporta ninguna indicación sobre la manera en que los datos textuales deben ser levantados y tratados para entrar en el estilo de categorización que es inducido por el cuadrado semiótico. Resulta que, frecuentemente, el cuadrado aparece como una proyección que presiona a los elementos del corpus a adoptar la forma que impone. De hecho, en un caso como en otro, la dificultad reside siempre en la relación problemática entre el mo delo constitucional y la forma de los datos textuales extraídos de un corpus con creto.

Pongamos un ejemplo. Imaginemos que, en un texto, dos elementos naturales se oponen como contrarios: el agua y el fuego, y que los otros dos no tienen otro rol que el de manifestar la ausencia de los dos pri meros, la tierra y el aire respectivamente: en ese caso, la tierra sería el contradictorio del agua; el aire sería el contradictorio del fuego:


La simple proyección de los dos tipos de diferencias no nos dicen na da de las relaciones entre, respectivamente, el agua y el aire, el fuego y la tierra y, en fin, la tierra y el aire. Ahora bien, para que la categoría sea isotópica y homogénea, sería necesario que el valor de cada término pudiera ser precisado en relación con todos los otros y no en relación con uno solo. Esta es una cuestión de “estilo” de categorización: si uno se contenta con definir cada término por una relación con sólo otro té r mino, globalmente, la categoría será una “familia”. Por el contrario, el ti po de categoría aquí investigada es una categoría que forma una totali dad en la que todos los términos entran en relación con todos los otros, es decir, según Saussure, un sistema de valores.

Se dirá entonces que a las diferencias de base se añaden otros dos ti pos de relaciones: agua y aire son complementarios (pertenecen al mis mo género) puesto que ambos son opuestos a fuego; asimismo, fuego y tierra, ambos opuestos a agua y del mismo género, son complementarios. Tierra y aire son subcontrarios, producidos ambos por la negación de los contrarios.

La tradición plantea que los términos sean dispuestos de manera más ex plícita: el cuadrado semiótico es, en efecto, ante todo, un esque ma vi sual, y la visualización de las relaciones debe ser intui tivamente aceptable; la diagonal será reservada a la contra dicción, la horizontal a la con trariedad y la vertical a la com ple men ta riedad.


Desde un punto de vista práctico, si uno se esfuerza por construir un cuadrado semiótico, la dificultad reside casi siempre en el establecimien to de las relaciones de complementariedad; su interés reside, justamente, en procurar un buen test de consistencia: si los complementarios no funcionan en el texto analizado, es que la categoría está mal construida o mal delimitada.

2.2 La sintaxis elemental

El cuadrado semiótico está destinado a ser recorrido: el sistema de va lores que propone puede diseñar las fases principales de un relato mí nimo y las relaciones entre los términos sirven entonces de soporte a las transformaciones narrativas elementales. Pero todas las relaciones no son explotadas de la misma manera.

Ante todo, la contrariedad no puede dar lugar a una transformación: el camino que lleva de un contrario a otro, de a1 a a2, pasa primero por el contradictorio no a1. En suma, es necesario negar el término que es tá en el origen del recorrido antes de afirmar su contrario; es necesario negar el primer género para entrar en el segundo.

Luego, dos caminos son posibles, uno de los cuales es canónico y el otro no canónico: a partir de a1 se puede negar a1 (no a1) de manera canónica, después afirmar a2; pero se puede también, de manera no ca nónica, tomar en retroceso la complementariedad con no a2, después, tomar en retroceso la contradicción entre no a2 y a2. Este segundo recorrido se encuentra a veces en los textos, pero se ve enseguida por qué no es canónico, pues toma en retroceso cada una de las relacio nes que utiliza como soporte; esas transformaciones, como son no ca nó nicas, o sea ilógicas, aparecen como saltos cualitativos y pasionales par ticularmente sorprendentes. Sea:


2.3 La polarización axiológica

La sintaxis elemental es una secuencia de predicados (negar & afirmar) que aseguran las disjunciones (negar) y las conjunciones (afirmar) de un recorrido narrativo condensado. Si se admite con Greimas que el relato se define como una transformación de contenido, entonces es ta secuencia se convierte en la matriz narrativa por excelencia. Se mos trará más adelante que otras matrices narrativas son igualmente po si bles. Pero por lo que concierne a lo que nos ocupa en este momento, el cuadrado semiótico, los términos que lo componen constituyen en claves del recorrido narrativo: se parte, por ejemplo, de la posición a1 y se trata de alcanzar la posición a2, vía la posición no a1. En conse cuencia, el sistema de valores semánticos que esquematiza el cuadrado se miótico debe ser considerado como un sistema de valores para los su je t os, es decir, como un sistema axiológico. Se está entonces pasando (1) del valor de un término en relación con otros términos (2) al valor de una posición en relación con otras posiciones, y (3) al valor que esos con tenidos y que esas posiciones tienen para los sujetos. Del valor de fi nido por la diferencia (versión paradigmática), se ha pasado al valor de finido en la perspectiva de un sujeto narrativo, sujeto comprometido en una serie de transformaciones narrativas (versión sintagmática).

Esta conversión puede ser explicada simplemente a pesar de que no sea, en sí misma, una conversión simple. En efecto, una vez organizado como cuadrado semiótico, el sistema de valores saussuriano debe ser orientado o, más precisamente, polarizado —un polo positivo y un po lo negativo— para poder ser recorrido por un sujeto en busca del valor. El camino que lleva de un contrario al otro se convierte entonces en el ca mino que conduce de un polo al otro, es decir, en el camino que acer ca o que aleja del valor positivo. Si, por ejemplo, el cuadrado de ele mentos naturales es polarizado así:


entonces los caminos recorridos por la sintaxis serán:

• un camino canónico progresivo que conjunta con el valor positivo: (-) fuego aire agua (+)

• un camino canónico regresivo que conjunta con el valor negativo: (+) agua tierra fuego (-).

Se establecerá como regla que los dos recorridos están siempre disponibles y siempre al menos virtualmente activos. En consecuencia, cada uno de los dos sólo puede realizarse neutralizando al otro y la “energía” desplegada por este hacer estará entonces en función de la resistencia opuesta por el recorrido contrario. La primera consecuencia de la po larización del sistema de valores es, pues, una tensión (una diferencia de potencial), entre el polo negativo y el polo positivo; la segunda con secuencia es la aparición de una tensión entre las dos direcciones po sibles, es decir, entre dos recorridos de orientación opuesta.

2.4 Los términos de segunda generación

Los términos obtenidos en un cuadrado semiótico no son otra cosa que los términos resultantes de las relaciones constitutivas del cuadrado, que aparecen en la intersección de tres tipos de relaciones, la contra riedad, la contradicción y la complementariedad. Pero en los discursos concretos son con frecuencia las figuras mixtas las que se presentan, figuras compuestas que comportan dominantes, y ello resulta necesario para dar cuenta de la asociación de términos simples en lo que se ha convenido en llamar términos de segunda generación.

La asociación de dos contrarios a1 & a2, forma el término complejo. La asociación de dos subcontrarios, no a1 & no a2, forma el término neutro. Se pueden asociar también, dos a dos, los complementarios; si el cuadrado está polarizado para formar una axiología, una de esas aso ciaciones (a1 & no a2, por ejemplo) formará el término positivo y el otro (en este caso a2 & no a1) formará el término negativo.

 

La identificación de tales combinaciones es, en general, específica de ca da discurso concreto, pero como el número de combinaciones es limitado, se pueden prever diferentes figuras. Se puede imaginar, por ejem plo, para los elementos naturales, que tal discurso particular podría pro poner las siguientes combinaciones: [agua + fuego] = fuego líquido; [aire + tierra] = polvo; [agua + aire] = bruma; [fuego + tierra] = ceniza.