Buch lesen: «Todo lo que aprendí de mis hijos y no me enseñaron en la escuela de negocios»

Schriftart:

Helena Guardans Cambó

Todo lo que aprendí

de mis hijos

(y no me enseñaron en la escuela

de negocios)


A mis hijos Laura y Óscar

A Ildefonso

Índice

Prólogo por Antón Costas

Introducción La vida no es como en las películas

1. No esperes a que llegue el momento perfecto

2. Cuanto antes, mejor

3. El caso de la sopa de verduras

4. Definiendo el liderazgo (todos tenemos un mal día)

5. El trato respetuoso

6. Mejor una conversación directa que cientos de e-mails

7. En el parque

8. Pero ¿a dónde vamos?

9. Petición de incremento de salario

10. Cambio de papeles

11. Futuro y condicional

12. Liderazgo ¿femenino o alemán?

13. Confiar en una misma

14. Escucha activa

15. ¿Tienes novio?

16. Next (hazte oír)

17. Lo que es fácil no cuenta

18. La experiencia no se transmite

19. Selección del equipo

20. Aprender a reaccionar

21. Contarlo ayuda a sentirse mejor

22. ¿Es realmente importante?

23. No son los demás, eres tú

24. Cuidado con los horarios

25. Saco mi espada y los mato a todos

26. El círculo de la paz

27. Una habitación propia, de Virginia Woolf

Despedida

Agradecimientos

Sobre la autora

Sobre el libro

Créditos

Prólogo

Este libro que tiene en sus manos, apreciada lectora o lector, es un feliz hallazgo en el terreno de la reflexión sobre la forma de ejercer con éxito por parte de las mu­jeres el liderazgo dentro del mundo empresarial, y de hacerlo no solo compatible con el desarrollo de una vida personal y familiar plena como mujer y madre, sino de hacerlo como un todo orgánico.

Escrito por una mujer, y pensando especialmente en las mujeres que se enfrentan al reto de conciliar su vida familiar con la profesional, este libro es de indudable interés también para los hombres. Y, más allá, también para los jóvenes que en el inicio o transcurso de su trayectoria profesional se enfrentan a situaciones de conflicto y cooperación. Aquí encontrarán una guía entretenida y sugerente para resolver con éxito esas situaciones.

En un terreno como el del liderazgo directivo en el que abundan las reflexiones presuntuosas, teóricas, dogmáticas y grandilocuentes, el lector encontrará aquí una visión fresca, amena, coloquial y desinhibida que le cautivará y enganchará desde la primera a la última de las veintisiete experiencias o situaciones que se relatan en estas páginas.

Son veintisiete experiencias contadas en primera persona por una mujer que tiene pareja e hijos, y que desempeña un puesto de alta dirección en una empresa con más de cuatro mil empleados, con una multitud de lenguas y nacionalidades. Una empresa que ella misma fundó y ha llevado adelante desde el inicio.

El objetivo explícito de esas historias es mostrar, a través de experiencias personales de la propia autora y de la relación con sus hijos, que es posible lograr un equilibrio entre las dos grandes dimensiones de nuestra existencia humana: la personal familiar y la profesional. Helena quiere demostrar que el desarrollo y el éxito profesional, entendido en la forma que cada uno quiera, no está reñido con una vida personal y familiar plena. Sostiene de forma convincente, persuasiva y amena que no hay un dilema irreconciliable entre querer ser una profesional o directiva exitosa y tener una vida familiar intensa educando a los hijos.

Al contrario, integrar esos dos ámbitos de nuestra existencia humana le permite aplicar las experiencias relacionales de la interacción con la familia a la empresa. Hacer compatible la excelencia profesional y el desarrollo de la convivencia familiar. Eso le permite sacar lo mejor de cada persona y estimular la cooperación dentro de las organizaciones.

La aproximación que ha elegido Helena para abordar este objetivo quizá podría inscribirse en la tradición literaria de las parábolas, esas narraciones simbólicas, en general de carácter religioso, de las que se extrae alguna enseñanza moral. Pero quizá es mejor inscribirlas en la tradición de las fábulas, esas piezas de literatura narrativa breve en las que, en estilo llano, se cuenta una sola y breve historia o anécdota que alberga una consecuencia aleccionadora de interés universal.

Como en las fábulas, las historias de Helena son cortas, con una narración didáctica y contienen una ambición ética. De ahí que, como en aquellas, cada una de sus historias se cierra con una reflexión o moraleja de carácter universal acerca de cómo abordar las diferentes circunstancias que plantea la vida profesional. En su caso, a diferencia de lo que ocurre en las fábulas, en las que se hace hablar a animales o cosas inanimadas, Helena utiliza la conversación con sus hijos y sus reflexiones para abordar de forma no convencional la salida a los conflictos en el mundo laboral.

El recorrido por las veintisiete narraciones permite ver el liderazgo intencional que desarrolla Helena. Un liderazgo en el que se combina de forma maravillosa el propósito empresarial y el humanismo directivo. No aparece en ninguna de sus páginas el comportamiento ególatra y pagado de sí mismo tan frecuente en el mundo directivo. Por el contrario, vemos un liderazgo humanista en el que Helena no pretender aparecer como la persona más inteligente de cada reunión. Por el contrario, busca crear un entorno en el que los otros puedan tener éxito. Su comportamiento responde a la definición de líder como aquella persona que hace mejorar a los que están a su alrededor.

En este sentido, el libro de Helena Guardans se publica en un momento que añade un plus de interés a su reflexión. El coronavirus Covid-19 nos ha arrojado de forma inesperada y violenta a escenarios sociales, familiares, laborales y económicos que las generaciones actuales nunca habían vivido. Sus impactos van a ser amplios y profundos. En la mayoría de los casos solo comenzamos a entreverlos. Pero hay uno que ya hemos experimentado de forma intensa en estos meses. Es el sentimiento de vulnerabilidad como seres humanos. Y también el de la fragilidad de las instituciones que ordenan todos los ámbitos de nuestras vidas. En estas circunstancias, necesitamos personas con mucha inteligencia emocional, que lideren con todas las partes de su cuerpo: con su cerebro, su corazón, su alma y hasta con sus intestinos. Que sean capaces de potenciar el efecto de las emociones controladas para empoderar a las personas; en particular, a las mujeres que sienten el efecto de un techo de cristal en las organizaciones en que desarrollan su vida laboral o profesional.

Esta pandemia me ha hecho recordar una sentencia del gran economista inglés John Maynard Keynes. En las circunstancias dramáticas de la Gran Depresión de los años treinta, que para el pensamiento económico clásico no era impensable, Keynes señaló que “cuando esperas que ocurra lo inevitable, sucede lo impensado”.

Lo inevitable era la digitalización y la automatización y su impacto sobre el empleo y sobre la igualdad, la lucha contra el cambio climático, la desglobalización, la rivalidad geopolítica… y ha sucedido lo impensado: la aparición de una economía pandémica que pone patas arriba nuestras vidas. Este tipo de economía no es desconocida en la historia, aunque es infrecuente. Para enfrentarnos a ella tendremos, además de resistir y recuperarnos, que reinventarnos.

El libro que tiene en sus manos, querida lectora o lector, es una excelente ayuda para transitar por estos tiempos impensados. Quizá en una próxima reedición, que estoy seguro se producirá, Helena se vea movida a incluir nuevas parábolas que nos ayuden a reinventarnos en la pospandemia.

Antón Costas

Catedrático de Economía

Presidente de la Fundació Cercle d’Economia

Introducción

La vida no es como en las películas

Después de charlar con amigas y compañeras de trabajo muchas veces, me preguntaron si había pensado escribir sobre mi experiencia personal y profesional. Se me hacía difícil imaginar qué parte de mi relato les atraía, qué parte consideraban novedosa y por qué tendría valor para ser compartido con otras personas. Hasta que, viendo una serie en televisión, lo comprendí.

La actriz Glenn Close era la protagonista. Sobra decir que me encanta esta actriz y que admiro en ella casi todo, y especialmente que, a su edad —en Hollywood parece que la edad para las mujeres avanza todavía más rápido incluso que en el resto del planeta— siga interpretando magníficos papeles. Glenn Close en Daños y perjuicios es una abogada —Patty Hewes— de mucho prestigio. Su poder y su éxito son posibles porque es una malísima persona, con una falta total de empatía, escrúpulos y valores. Una y otra vez se nos muestra que el triunfo profesional está totalmente reñido con una vida plena y por supuesto con tener una familia. Patty Hewes tiene una pupila joven, Ellen Parsons, que a lo largo de la serie lucha entre triunfar profesionalmente o llevar una vida personal. Las dos son magníficas abogadas, elegantísimas, y se admiran tanto como se odian mutuamente. Y sin hacer spoiler de la serie, su mensaje es muy claro. Patty Hewes pierde la poca familia que tenía y está sola, lo que le permite triunfar en su vida profesional. Ellen Parsons se ve forzada a abandonar la carrera profesional para tener finalmente pareja y una hija.

Querida lectora o lector, la vida no es como en las películas. No tenemos que decidir si queremos ser Patty Hewes o Ellen Parsons. En este libro te contaré mi experiencia y te mostraré cómo, en la mayoría de las ocasiones, manejar mi vida fue mucho más fácil de lo que había previsto. Y probablemente se debió a que no consideré necesario escoger entre el desarrollo profesional y el personal. Opté, en cambio, por que uno se enriqueciera del otro.

Con la esperanza de ganar tu confianza para que nos sea más fácil entablar una conversación honesta, permíteme que te presente algunas pinceladas de mi vida, el entorno en el que nací y en el que me he de­sarrollado.

Nací en Barcelona en 1960, en el seno de una familia acomodada y religiosa. Eso en parte explicaría que mis padres tuvieran catorce hijos. Tengo cuatro hermanas y nueve hermanos, yo soy la octava y la segunda hija. Las relaciones entre hermanos imagino que no se diferencian por el hecho de tratarse de una familia numerosa o no, porque, aunque seamos muchos, hay un vínculo personal con cada uno, no con el grupo. Podría decir que las nuestras en general siempre fueron buenas y que mis hermanas y algunos de mis hermanos son de las personas que más han contado en mi vida. Pertenecer a una familia numerosa significó estar siempre rodeada de gente y también que el orden, el respeto y la autoridad marcaran la relación con mis progenitores. Mis padres consideraron que la educación era lo más importante que nos podían ofrecer, y curiosamente fue solo en ese ámbito en el que los hijos y las hijas fuimos tratados por igual, sin aplicar ninguna diferencia de género.

Estudié en un colegio religioso en Barcelona y cursé el bachillerato en París, donde me sentí independiente y libre por primera vez en mi vida. Al regresar, tomé mi primera decisión como adulta: dónde estudiar COU. En 1984 terminé la carera en Esade y tuve la oportunidad de estudiar seis meses en la Universidad de Nueva York en un programa de intercambio entre ambas universidades. Vivir en esa ciudad dos años marcó mi vida para siempre. Después de varios empleos, me contrató una gran agencia de publicidad, donde descubrí un mundo profesional en el que sentí que podía crecer, desarrollarme y, por qué no, pasármelo bien al mismo tiempo. Años después, en 1994, creé mi empresa, Singular, con el objetivo de ofrecer un buen servicio de atención al consumidor, que en ese momento escaseaba o no se le daba la importancia que yo pensaba que tenía

Me casé ese mismo año con Ildefonso, a quien había conocido en la agencia. Antes de enamorarnos ya habíamos aprendido a trabajar, a discutir y a reír juntos. Esa experiencia común y similar en el entorno laboral ha sido muy importante en nuestra relación. Mi marido me ha apoyado sin fisuras a lo largo de toda mi carrera como verás en estas páginas. En 1995 nació nuestra hija Laura y dos años después nuestro hijo Óscar.

La empresa que creé fue creciendo, y una multinacional alemana, Sellbytel adquirió años después la mayoría. Recientemente fue comprada por Webhelp, otra multinacional, esta vez francesa. Presido la compañía en España, y contamos en nuestro país con un equipo de más de cuatro mil personas.

Me parecía importante esta introducción antes de compartir mis experiencias contigo.

Hace unos años leí el libro de Sheryl Sandberg, Lean In (en castellano traducido como Vayamos adelante). Me encantó porque por primera vez me vi reflejada en el relato de su experiencia profesional. Muchas de las cosas que contaba ¡me habían pasado a mí! Me sorprendió leer una crítica muy negativa sobre el libro, en la que se decía que Sandberg representaba a un número muy reducido de mujeres y que su experiencia no era generalizable. Tal vez no a su nivel, pero ya somos muchas las mujeres que hemos desarrollado carreras en distintas profesiones, alcanzado cargos de dirección, y buscamos los modelos de liderazgo que nos sean más afines. Quizás no representemos todavía un porcentaje relevante, pero confío que, con un poco más de impulso y con modelos que nos ayuden, abriremos la puerta a muchas más. Y este libro trata de eso, de empujar un poco esa puerta para ti.

1. No esperes a que llegue

‘el momento perfecto’

Desde hace tiempo me invitan a dar algunas charlas una vez al año en Esade y en Iese para hablar a los alumnos y alumnas de mi experiencia profesional. En Esade me encuentro con estudiantes del último curso de carrera que aún no han trabajado. En Iese con graduados que tuvieron una experiencia laboral y más tarde decidieron hacer un máster. Son chicas y chicos entre veintidós y treinta años, algunos españoles y otros procedentes de distintos países. Es curioso que, en ambos casos, a pesar de las diferencias en edad, experiencia o cultura, al finalizar mi presentación siempre hay alguien que hace la siguiente pregunta:

—Helena, ¿se puede llegar a una posición de alta dirección siendo madre?

Mi respuesta es que son muchas las habilidades que una madre puede aportar a la empresa y que incluso en muchas ocasiones ayuda a ser una mejor profesional.

Como ambas universidades invitan a distintos ponentes a lo largo del año, finalizo preguntando a mi audiencia si esa cuestión también se la formulan a los hombres que me han precedido, es decir, si a ellos les resultó difícil llegar a un puesto de dirección siendo padres. La respuesta es que a nadie se le ocurre preguntar tal cosa.

Cuando imaginamos una situación futura que desconocemos, la mayoría de las veces visualizamos acontecimientos que no van a suceder y también afloran especialmente nuestros miedos y dudas. Probablemente es así porque la mente, desde hace miles de años, está más entrenada para protegernos de los riesgos y peligros que nos puedan sobrevenir, que para abrirnos a disfrutar de nuevas experiencias y oportunidades.

En mi caso, hubo un instante de mi vida en el que percibí que había llegado el momento para crear mi propia empresa. Tenía una idea, un proyecto. Y lo que consideré más importante aún que la idea: yo era una persona independiente, sin ataduras —pues no tenía hijos— y con algunos ahorros. Y así fue como, en 1994, con un préstamo y muchas ganas de comerme el mundo, fundé una pequeña compañía, Singular, con tres empleados. Un año después me había casado y tenía una hija, y al año siguiente nació Óscar. Ni mi pareja ni los niños fueron obstáculo para que siguiera adelante con el proyecto empresarial que había iniciado. Creo que, de no haber tomado la decisión de emprender antes de que naciera mi hija, probablemente hubiera esperado indefinidamente hasta que llegara la situación ideal.

Lo que pretendo explicar es que casi todas las circunstancias son buenas para empezar, y que no es necesario que esperemos al momento perfecto o a que todos los astros estén alineados para tomar la decisión. ¿Sabes por qué? Porque los astros se desalinean cada día, o lo hacen mucho antes de lo que imaginamos, sin que podamos evitarlo. Y la verdad es que la mayor parte del tiempo casi nunca pasa nada. Una vez tomada la decisión, avanzamos paso a paso y de pronto estamos en ese futuro que habíamos visualizado con angustia. Y vemos que, después de todo, no había para tanto.

Recuerdo que a Óscar se le ocurrió preguntarme en una ocasión cómo vivía yo como madre eso de tener dos hijos en plena adolescencia. Él tenía entonces trece años y su hermana quince. Me divirtió la cuestión, y mi respuesta salió disparada sin pensar demasiado. “Óscar —le dije— si hubieras nacido tal como eres ahora, probablemente me hubiera llevado un susto de muerte. Pero llevamos trece años practicando juntos, y creo que entre los dos lo hacemos bastante bien. ¿No te parece?”.

Lo que sucede cuando imaginamos el futuro es que visualizamos lo peor que puede pasarnos, y esa visión negativa es la causa de que a menudo retardemos innecesariamente nuestras decisiones. Parece que nunca llega el momento apropiado de tener hijos; tampoco el de que estemos preparadas para avanzar en nuestra carrera profesional.

Además, en cuanto a los hijos, hay unas normas extrañas que definen lo que pueden hacer e incluso cuándo; normas que parecen hechas para dificultarnos la vida. En nuestra familia no las seguimos demasiado. Recuerdo una vez que, entrando en un museo de arte, llevaba a Óscar sentado en su cochecito y a Laura agarrada detrás. La persona uniformada que estaba en la entrada me miró con extrañeza y a continuación me espetó:

—Perdone señora, ¿no cree que sus hijos son demasiado pequeños para venir a un museo?

Me quedé muy sorprendida. Mientras paseábamos iba preguntándome cuál es la edad que se considera adecuada para que un niño visite un museo. Está claro que no lo harás del mismo modo si vas sola o con tus hijos, pero ¿por qué iba a dejar de hacerlo? Entramos, alegres y divertidos, y en cada sala ellos escogían, por turnos, el cuadro que más les gustaba; nos sentábamos los tres en un banco, si lo había, o en el suelo, y contábamos las historias que se nos ocurrían mirando esa pintura. Los recuerdo como unos ratos maravillosos. Me cuesta creer que un adulto que no haya visitado museos en su infancia, de pronto un día decida que es algo para hacer un sábado, por ejemplo. Probablemente sucede igual con las verduras. ¿Alguien se imagina a un niño que nunca las come en casa, pidiendo un día un plato de espinacas?

Insisto en esas absurdas barreras artificiales porque son muchas y están por todas partes. También sucede, por ejemplo, con ese tono de voz impostado con el que muchos adultos se dirigen a los niños.

Siempre me he preguntado por qué lo hacen, o cuándo suponen que ya no es necesario. En casa no lo hicimos. Siempre hablamos a Laura y Óscar con cariño y respeto, independientemente de su edad. Y si recibíamos a amigos, a menudo los niños estaban con nosotros un largo rato, escuchando nuestras conversaciones; y más tarde, durante las vacaciones, se unieron a nuestras cenas. He de aclarar que en esas noches de verano, Ildefonso siempre intentaba que hubiera una única conversación a la vez, donde participaran todos, lo que hacía que las veladas fueran a menudo mucho más interesantes, y todo el mundo las recordara de un año a otro. Ya adultos, Laura y Óscar coincidieron en que lo pasaron muy bien en esos momentos veraniegos, y agradecían a sus padres y a sus amigos haber sido tratados en esas ocasiones como personas mayores, tomando la palabra cuando les interesaba hacerlo mientras los demás escuchaban; ello les dio además una bien cimentada seguridad cuando más adelante se encontraron en reuniones, ya solos, con otros adultos.

En cualquier proyecto de tu vida, todo transcurre paso a paso y te adaptas, sacando lo mejor de cada momento. En mi caso, ni la empresa pasó de tener tres empleados a más de cuatro mil de la noche a la mañana, ni mis hijos evolucionaron en un solo día de la edad de estar en la cuna a la de discutirlo todo. Tuve muchas semanas, meses y años para aprender, equivocarme y rectificar. Y por encima de todo, disfrutar de mi trabajo y de mi familia.

Por tanto, permíteme sugerir que intentes no visualizar todo lo que te pasará en los próximos años si haces tal o cual cosa —o lo contrario—, porque probablemente esa imagen te influirá como si fuera real, te paralizará para tomar cualquier decisión, y te impedirá avanzar. En cambio, te aconsejo que sueñes con el lugar donde querrías llegar. Y un día, cuando mires atrás, verás que cada decisión, cada paso, aunque fuera pequeño, te llevó al destino que un día soñaste.

Der kostenlose Auszug ist beendet.

Altersbeschränkung:
0+
Umfang:
122 S. 4 Illustrationen
ISBN:
9788416372812
Rechteinhaber:
Bookwire
Download-Format:
Audio
Durchschnittsbewertung 3,9 basierend auf 71 Bewertungen
Text, audioformat verfügbar
Durchschnittsbewertung 4,8 basierend auf 193 Bewertungen
Text, audioformat verfügbar
Durchschnittsbewertung 4,7 basierend auf 695 Bewertungen
Audio
Durchschnittsbewertung 4,7 basierend auf 1243 Bewertungen
Audio
Durchschnittsbewertung 4,5 basierend auf 256 Bewertungen
Audio
Durchschnittsbewertung 4,6 basierend auf 560 Bewertungen
Text, audioformat verfügbar
Durchschnittsbewertung 4,8 basierend auf 1224 Bewertungen
Text, audioformat verfügbar
Durchschnittsbewertung 4,8 basierend auf 1196 Bewertungen
Text, audioformat verfügbar
Durchschnittsbewertung 4,7 basierend auf 110 Bewertungen