Buch lesen: «Los sueños de Tavi»
© del texto: Carlos Redó Viudez
© de las ilustraciones: José M. Romano
© del diseño y corrección: Equipo BABIDI-BÚ
© de esta edición:
Editorial BABIDI-BÚ, 2021
Fernández de Ribera, 32 — 2ºD
41005 – Sevilla
Tlf: 912 — 665 — 684
Primera edición: abril, 2021
ISBN: 978-84-18649-98-1
Producción del ePub: booqlab
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra»
ÍNDICE
Cap. I - El Mundo de los Sueños
Cap. II - El Delta del Mekong
Cap. III - Hoi An
Cap. IV - Islas Cham
Cap. V - Hué
Cap. VI - Camino a Sapa
Cap. VII - Sapa
El Despertar
Y tú... ¿Estás preparado para soñar?
CAPÍTULO I
EL MUNDO DE LOS SUEÑOS
—Tavi, tenemos que irnos a la cama —le dijo su padre—, mañana es el primer día de colegio, y tienes que descansar.
Tavi estaba muy nervioso, al día siguiente empezaba un nuevo curso y se reencontraría con sus compañeros. Al escuchar las indicaciones de su padre, se levantó rápidamente del sofá y se fue directo a la cama. Para Tavi, este era uno de los mejores momentos del día porque su padre se sentaba con él y le explicaba su cuento favorito. Solo con escuchar las primeras frases, Tavi entraba en un sueño profundo, y dormía plácidamente hasta el amanecer.
La historia empezaba en un lugar muy lejano, en medio de la naturaleza y los animales. Tavi ya se sabía el cuento casi de memoria, y como era un niño con mucha imaginación, podía hacerse la idea de cómo era aquel lugar e incluso sentir que formaba parte de la historia. Mientras su padre leía, él siempre imaginaba que estaba en aquel paraje de ensueño, totalmente diferente al suyo, con otras costumbres, otra gente y otra forma de vida.
A los pocos minutos de empezar el cuento, a Tavi le entró el sueño, sus ojos se cerraron poco a poco y su cuerpo se relajó para descansar una noche más. Pero esta vez, todo sería diferente. De repente, sintió que todo giraba muy rápido, un sinfín de imágenes pasaban por su cabeza a un ritmo vertiginoso, y sin saber cómo y por qué, Tavi se despertó en un lugar muy diferente a su habitación. En décimas de segundo había pasado de estar en su cama a encontrase sentado en un pequeño barquito navegando por un río que le era muy familiar.
—¡Oh! ¿Dónde estoy? ¿Por qué llevo puesto este sombrero? —se preguntó Tavi, que descubrió en su cabeza un sombrero al estilo vietnamita.
Sin nadie que llevara el timón, el barquito avanzaba lentamente por un río que, aunque no era muy amplio, cruzaba unos extensos campos de arroz. En pocos minutos, el barquito se detuvo en una embarcación, Tavi levantó la vista y vio a un pequeño anciano que, curiosamente, llevaba el mismo sombrero que él.
—¡Xin chào, Tavi!, por fin has llegado —dijo el anciano—. Hace días que estaba esperándote, la gente de Can Tho te necesita.
—¿Cómo? ¿A mí? ¿Y usted quién es? —preguntó Tavi, que en aquel momento de desconcierto tenía miles de preguntas.
—Tavi, bienvenido a Vietnam —dijo el anciano—, en estos momentos te encuentras en el pequeño pueblo de Can Tho, el más importante de la zona del Delta del Mekong.
Somos un pueblo muy unido, y nuestros habitantes viven en paz y tranquilidad desde hace muchos años. Pero hace unas semanas, pasó algo que puede llevar al pueblo a una situación muy preocupante.
El dragón de Halong, que vive en las montañas de Sapa, situadas en el norte del país, vino hasta aquí para llevarse todas nuestras semillas de arroz, y sin ellas no podremos preparar los cultivos para el próximo año. La gente del pueblo está muy preocupada, el arroz es nuestro principal alimento, y si no lo podemos cultivar, acabaremos muriendo de hambre.
Para que nos lo devuelva, tenemos que traerle el objeto que más desea, el farolillo de oro de Hoy An; y tú, Tavi, eres el elegido para traérselo.
Tavi no se podía creer la misión que le estaban encomendando; el dragón, el farolillo, Sapa… Él nunca había oído hablar de estas cosas, y ni mucho menos, podía pensar que los dragones existieran.
Al ver su cara de confusión, el anciano intentó tranquilizarle:
—No te preocupes, Tavi, el pequeño Xing Huang, conoce muy bien el país, y te acompañará durante todo el viaje.
Entonces, un niño pequeño se acercó hacia dónde estaba Tavi. Era más o menos de su edad, vestía una camiseta roja, unos vaqueros cortos, y para su sorpresa, andaba descalzo por el campo, sin importarle pisar las piedras con sus pies, es más, parecía que anduviera por encima de una alfombra.
—Xin chào, amigo Tavi —le saludó Xing—. Yo seré el encargado de acompañarte hasta Sapa, así que no te preocupes, con tu astucia y mis conocimientos encontraremos el farolillo y se lo entregaremos al dragón.
Pero Tavi no lo tenía muy claro, él habría preferido que lo acompañara alguien más mayor, no obstante, a Xing se le veía muy capacitado, así que sin dudarlo mucho, Tavi y Xing Huang emprendieron juntos una aventura que les depararía muchas sorpresas.
CAPÍTULO II
EL DELTA DEL MEKONG
Tavi y Xing Huang se montaron en el barquito y partieron hacia el norte. Tavi estaba muy excitado, ya que todo era nuevo para él, además, era la primera vez que estaba en contacto con una cultura tan diferente a la suya.
Después de dejar Can Tho, el paisaje cambió radicalmente, los extensos y llanos campos de arroz dejaron paso a una zona con mucha más vegetación, árboles altos y riachuelos estrechos, lo cual no parecía gustarle a Xing, que se mantenía en un estado de alerta que a Tavi no le dejaba muy tranquilo.
—¿Todo bien, Xing? —preguntó Tavi.
—Sí, gracias —contestó muy serio Xing, que, aunque no quiso decirlo, estaba un poco preocupado, porque sabía que en breve se encontrarían la primera dificultad en el camino.
Y de pronto, los chicos vieron venir un barco que se acercaba lentamente, era bastante más grande que el suyo y parecía que iba directo hacia ellos.
—¡Oh! ¿Quiénes serán, Xing? —preguntó nervioso Tavi.
—¡Me lo temía! —dijo Xing en voz baja—. Tavi, el barco que viene hacia nosotros es de piratas —le avisó Xing—, en esta zona es fácil encontrarlos. Tenía la esperanza de que, al ver que somos niños, pasáramos desapercibidos, pero en estos momentos nadie tiene arroz, así que intentarán robarnos todo lo que tenemos, o incluso hacernos trabajar para ellos.
—¿Piratas? ¿Cómo puede ser que un barco de piratas venga a robarnos a nosotros? —dijo Tavi, que no podía creerse que estuviera a punto de enfrentarse a un barco pirata.
El barco estaba cada vez más cerca, y pudieron ver que en él había seis hombres, los cuáles no les inspiraban mucha confianza.
—Xin chào, pequeños —les dijo uno de ellos, que parecía ser el líder del grupo—. Somos los piratas del Delta del Mekong. ¿Seréis tan amables de decirnos a dónde vais?
—Vamos a buscar fruta —contestó Xing rápidamente.
—Muy bien —dijo el pirata—. Pues para poder avanzar, tenéis que pagar un peaje, en caso contrario tendréis que dar la vuelta.
—Disculpe, pero no tenemos dinero —dijo Xing con voz temblorosa.
—No os preocupéis, nosotros lo que queremos son semillas de arroz, tendréis que darnos una bolsa de semillas para poder pasar.
—Oye, Xing, ¿te quedan algunas semillas para darles? —preguntó Tavi.
—Que va... el dragón se las llevó todas, ya no tenemos nada —se lamentó Xing—, pero si no les damos algo, estos piratas nos robarán lo poco que tenemos.
—No te preocupes —exclamó Tavi—, creo que tengo una buena idea.
—¡Señores Piratas! —exclamó Tavi—, hace un momento transportábamos los últimos sacos de semillas de arroz que nos quedaban en el pueblo, pero como pesaban mucho, nuestra pequeña barca no podía avanzar, de manera que los hemos tenido que dejar en la orilla, a unos cien metros de donde estamos ahora.
—Ja, ja, ja… —rieron a carcajadas los piratas—, no te creemos, pequeñín —dijo uno de ellos—. Estás intentando librarte de nosotros, ¿verdad? No te preocupes, nos acompañaréis a buscarlos, y si no encontramos nada, nos quedaremos con vosotros para que seáis nuestros cocineros.
—Tavi, nosotros no tenemos nada —dijo Xing, preocupado—. Se darán cuenta de que los hemos engañado y nos harán trabajar para ellos, y además, yo no sé cocinar...
Pero Tavi solo sonreía, parece que tenía un buen plan, o eso esperamos...
—Venga, chicos, subid a nuestro barco —dijo el pirata—, así, si no encontramos las semillas, ya no hará falta que bajéis.
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