Buch lesen: «Sin cadenas»

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CARLOS CUAUHTÉMOC SÁNCHEZ


La historia de dos hermanos que aprenden

a defenderse de gente abusiva y prepotente.


“Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros medios sin el permiso de la editorial”.

Edición ebook © Enero 2013

ISBN: 978-607-7627-41-8

Edición impresa - México

ISBN: 968-7277-47-5

Derechos reservados: D.R. © Carlos Cuauhtémoc Sánchez. México, 2002.

D.R. © Ediciones Selectas Diamante, S.A. de C.V. México, 2002.

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Nota preliminar

Los libros de la serie Sangre de Campeón, son narraciones independientes que pueden leerse por separado y sin orden establecido, pero se conectan entre sí porque relatan hechos ocurridos a Felipe o a sus familiares. Están basados en sucesos verdaderos y giran alrededor de las experiencias paranormales —fenómenos de cuya naturaleza y efectos no ha dado hasta ahora cuenta la psicología científica—, que han tenido muchas personas en el mundo.

Sangre de campeón, sin cadenas es ideal para adolescentes y adultos. Narra la vida del padre de Felipe, y de otros jóvenes cuyos testimonios tienen el poder para enseñarnos a controlar nuestras emociones destructivas, defendernos de los ataques externos, comunicarnos mejor y entender con mayor profundidad el verdadero sentido de la existencia humana.


1 TRES CUALIDADES A FORTALECER

Owin y Beky jugaban a las damas chinas cuando escucharon golpes insistentes.

—¡Abran! —gritó una voz.

—¿Quién es?

—¡Traemos a su padre! ¡Está enfermo!

Los hermanos se miraron. Beky saltó y abrió la puerta sin preguntar más.

El señor Meneses arrastraba los pies y cabeceaba como si estuviese a punto de desmayarse. Dos hombres lo cargaban. Uno de ellos vestía como doctor.

—¿Qué le pasó a mi papá? —Preguntó Beky.

—Sufrió un síncope nervioso.

—¿Qué?

El médico abrió su maletín y sacó una jeringa.

—Voy a inyectarle un sedante.

—¿Dónde podemos acostarlo?

—Aquí, en el sillón.

El padre de Owin y Beky era delgado, un tanto encorvado, de temperamento nervioso y sufría de depresiones frecuentes desde que su esposa murió.

Apenas lo recostaron, comenzó a temblar y a emitir gemidos de pánico como si viera fantasmas.

—¿Qué... qué tiene mi... mi papá? —preguntó ahora Owin, tartamudeando, como solía hacerlo—, ¿po... por qué tiembla y llora? ¿Por qué hace esos ruidos?

El médico preparaba la ampolleta.

—Se pondrá bien. Sólo necesita descanso.

El hombre de overol azul que acompañaba al doctor, explicó:

—Su papá se preocupa demasiado. Es un hombre muy ansioso. Algunos compañeros le hacen bromas y él se pone como loco. Hoy, nuestro jefe lo regañó. Le dijo que era un bueno para nada, lo hizo quedar en ridículo frente a todos y lo amenazó con despedirlo. Entonces su papá tomó una barreta de acero y golpeó la maquinaria. Trataron de detenerlo, pero también le pegó a un compañero. Se puso a llorar y a sacudirse. Así está desde entonces.

Owin y Beky se quedaron callados; el doctor terminó de inyectar a su padre. La medicina tardó en hacerle efecto. Jadeaba como si le faltara el aire.

—Papá, cálmate —dijo Beky—, nos estás asustando.

—¡Es injusto! —gritó el hombre con todas sus fuerzas—. ¡Van a correrme del trabajo! ¿Qué va a pasar si me despiden? Tengo dos hijos que mantener —se incorporó—. ¡Injusto! ¡Injusto! Yo siempre he sido un hombre honrado, pero nadie me apoya. Odio la fábrica, odio a mis compañeros, odio a mi jefe. Ojalá que a todos les vaya mal. ¡Se lo merecen!

—Tranquilícese, Meneses —sugirió el médico—, trate de no pensar.

El hombre sudaba como si estuviese ardiendo en fiebre. Luego se giró de espaldas sin cerrar los párpados. Sus hijos lo contemplaron un largo rato. Después, Beky comentó en voz baja:

—Él nunca se había puesto así antes.

—E... es cierto —confirmó Owin—, cua... cuando mamá vivía... nue... nuestra familia e... era muy bella... pe... pero ahora...

Echó un vistazo alrededor como queriendo explicar. La casa estaba descuidada y los escasos muebles se caían a pedazos; como había comenzado la época de lluvias, numerosas goteras hacían tintinear los recipientes llenos de agua distribuidos por toda la vivienda.

—Nuestra familia sigue siendo bella —rebatió Beky.

El doctor escribió una receta, cerró su maletín y dejó sobre la mesa una caja de medicina.

—Su papá está sedado. Dormirá hasta mañana. Que se tome estas pastillas y no vaya a trabajar. Necesita descanso. Si tiene otra crisis llámenme.

Los muchachos asintieron sin poder hablar. Vieron salir al médico y al hombre de overol azul. Se quedaron solos. No hablaron por un largo rato. Después, Beky comentó:

—Debemos animar a papá...

Owin dijo que sí con la cabeza y agregó:

—Siempre que... que él se ponía hi... histérico, ma... mamá le decía co... cosas que lo tranquilizaban... E... ella sabía cómo a... ayudarlo a controlar su... su mal carácter.

Los jóvenes estuvieron callados durante mucho tiempo, dejándose llevar por pensamientos tristes. La chica acarició la cabeza de su padre y el joven se sentó a sus pies.

Se estaban quedando dormidos los tres en el sillón de la sala. Pero Beky se puso de pie y caminó hasta las repisas donde había libros y notas de su mamá. Encontró un cuaderno con escritos redactados a mano, como un diario. Parecían apuntes personales de su madre.

Leyó una de las páginas en voz alta:

Siempre me ha costado trabajo exigir mis derechos. Toda la vida me enseñaron a ser callada, tímida y respetuosa en exceso, pero a veces eso ha hecho que los demás abusen de mí. ¡Suelo ser cohibida mientras mi esposo es agresivo! Ninguno de los dos estamos bien. Temo que hemos dado mal ejemplo a nuestros hijos.

Hoy fui a comer con mis compañeros del curso de asertividad (me gustan esas clases; nos enseñan a fortalecer el carácter). En el restaurante, no me gustó el platillo que me dieron, pero me quedé callada. En cambio, una compañera, a la que tampoco le gustó, reclamó. Le cambiaron el plato, y como tampoco le gustó, llamó al capitán de meseros y comenzaron a discutir. Al final le llevaron un nuevo platillo ¡gratis! Fue muy interesante ver cómo mi amiga se dio a valer. ¡A mí me cuesta tanto trabajo hacer eso! Siempre me enseñaron a callarme y a no causar problemas. ¡Pero esto debe acabarse ya!

Por mi bien y el de mi familia, debo trabajar en tres aspectos:

1. Mi autoestima. Pensaré que valgo mucho y lucharé contra la timidez, la inseguridad, el miedo a lo desconocido, el deseo exagerado de ser aceptada por los demás.

2. El control de mis emociones. Dejaré de ser negativa, pensaré cosas adecuadas para no sentir coraje, vergüenza o preocupación.

3. La forma de comunicarme. Hablaré claro y fuerte, de manera cortés. No me prestaré a peleas, amenazas, gritos, insultos o manipulación.

Con los cursos para afirmar la personalidad he aprendido que debo ser valiente, pues muchas cosas sólo las conseguiré hablando con firmeza; sin embargo también he aprendido que puedo ganar cualquier discusión exigiendo mis derechos con elegancia, sin ser altanera o grosera. ¡Todo es cuestión de aplicar ciertas técnicas!

Owin le quitó el cuaderno a su hermana y lo hojeó.

—E... esto es increíble... ¿Mamá lo... lo escribió?

—Eso parece.

Los hermanos habían hallado un verdadero tesoro. ¡Ese cuaderno tenía plasmadas ideas personales de su madre!

—Devuélvemelo —Beky quiso arrebatárselo a Owin pero el joven lo sostuvo. Estuvieron a punto de romperlo.

—¿Qué... qué haces? ¡Te... ten cuidado!

—Pues dámelo.

—Yo lo guardaré.

El señor Meneses gimió, se incorporó del sillón y se recargó en el respaldo con ambas manos en la cabeza.

Beky y Owin dejaron de pelear por la libreta.

—Recuéstate papá —sugirió ella—, tienes que descansar.

Sin abrir los ojos, Waldo Meneses les dijo a sus hijos:

—Acérquense, por favor.

Los muchachos obedecieron. El hombre abrió los brazos y atrajo a sus hijos cariñosamente hacia él.

—Los quiero mucho. Perdónenme por ser un mal padre.

—No digas eso.

—¡Tengo miedo de fallarles ahora que su mamá nos ha dejado! ¡La extraño tanto!

Los muchachos abrazaron a su papá. Eran una familia resquebrajada: A los chicos se les había derrumbado su soporte emocional y el padre había perdido la estructura de su vida. Tenían que recuperarse pronto o nada volvería a ser igual.

LAS TRES ACTITUDES A FORTALECER EN UN CURSO DE ASERTIVIDAD

REPASO DE CONCEPTOS

01. La asertividad es un rasgo de carácter que afirma la personalidad del individuo.

02. La persona afirmativa o asertiva no se deja manipular, y desarrolla tres cualidades básicas:

• Autoestima: Seguridad, desenvoltura, personalidad definida, poco deseo de aceptación por parte de los demás.

• Control emocional: Capacidad para generar ideas positivas y emociones sanas.

• Poder de comunicación: Facilidad para decir “no”, expresar deseos y discutir sin herir a los demás.

03. A nadie le gustan las discusiones, pero debemos ser valientes, porque muchas cosas buenas sólo se consiguen exigiendo nuestros derechos.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

01. ¿Alguna vez has perdido algo por miedo a discutir o exigir tus derechos? Relata.

02. ¿Cómo definirías tu personalidad? Describe los aspectos positivos y negativos.

03. ¿Qué necesitas hacer para eliminar los rasgos negativos de tu personalidad? Define propósitos específicos.

04. ¿Qué necesitas hacer para afirmar los rasgos positivos de tu personalidad? Define propósitos específicos.

05. ¿Cómo podrías mejorar tu individualidad, tu control emocional y tu poder de comunicación?


2 EL CIRCO DE PULGAS

Al día siguiente, Owin y Beky se levantaron temprano para ir a la escuela. Su padre continuaba dormido. No lo despertaron.

Cuando llegaron al salón de clases, encontraron un griterío. La maestra no había llegado. En un ambiente de travesuras, groserías y burlas, los chicos pasaron casi toda la mañana sin ninguna guía. De repente, en la última hora de clases, el prefecto entró y levantó la voz:

—Su profesora enfermó. Contrataron a una suplente. Vendrá a presentarse al rato. Me mandaron a cuidarlos mientras tanto. ¿Qué hacemos? ¿Jugamos a algo?

El prefecto era un joven que hacía las veces de portero, vigilante y recadero. Organizó un juego de palabras, hombres contra mujeres. Como representante de los niños, eligió a Owin. Todos abuchearon la elección. Owin se rehusó, pero el prefecto insistió; entonces, sin saber cómo negarse, el joven caminó hacia el frente. Sus compañeros le arrojaron bolas de papel. Owin agachó la cabeza y se mantuvo quieto. Por otro lado eligieron a una chica guapa y lista para representar a las mujeres.

El juego comenzó. Se trataba de escribir en el pizarrón palabras que iniciaran con la misma letra. Owin se hallaba tan intimidado que no pudo encontrar el nombre de una persona, ciudad, animal, cosa o película que comenzara con v. La chica terminó su trabajo en unos segundos y recibió el aplauso de todo el grupo femenino.

—¡Las mujeres van ganando! —dijo el prefecto—, ahora escribirán palabras que comiencen con r. Tienen un minuto.

Nuevamente Owin perdió. Los gritos de ánimo de las niñas fueron opacados por las groserías que decían los hombres:

—¡Eres un burro, Owin! ¡No sirves para nada! ¡Mejor lárgate! ¡No debiste venir a la escuela hoy! ¡Torpe! ¡Tarado! ¡Ignorante! ¡Bestia!

El prefecto escuchaba las burlas y se reía.

—Vamos a darle otra oportunidad a nuestro amiguito. Estaba un poco dormido. ¿Ya despertaste? ¡Vamos! Ahora no escribirán en el pizarrón, sino que dirán en voz alta las palabras. Empezaremos con la letra t. ¡Vamos!

La niña gritó de inmediato:

—Tomás, Toronto, tortuga, tronco, Titanic.

Owin trató de hablar al mismo tiempo, pero su tartamudez se convirtió en freno.

—Te... te... te... te... te...

Todos los chicos rieron.

—¡Es una ametralladora!

—Te te te te te te te te te—. Se burlaron.

Guardó silencio. No se atrevió a regresar a su lugar ni quiso seguir compitiendo contra alguien que, en ese juego, era más rápida que él.

—¡Las mujeres ganamos otra vez! —dijo la chica—, ¡ganamos siempre!

—¡Siéntate, zopenco! —gritaban los hombres—, ¡eres peor que un animal! ¡Nos das vergüenza!

Las bolas de papel volvieron a lloverle.

Owin, tenía trece años y no le gustaba demostrar debilidad, pero esta vez, frente a sus compañeros, las lágrimas de rabia comenzaron a bordearle los párpados.

—¡Mírenlo! Está llorando. ¡Es una ametralladora gallina!

El prefecto zarandeó al joven y le increpó:

—¿Eres marica, Owin? ¿Y por qué no lo habías dicho? De haberlo sabido hubiéramos escogido a otro para que representara a los hombres.

La bulla aumentaba.

Beky se puso de pie.

—¡Basta!, ¡dejen en paz a mi hermano! —el griterío disminuyó un poco—. Él no les ha hecho nada malo... ¡Déjenlo en paz!

Beky caminó al frente. Las bolas de papel comenzaron a caer sobre ambos. Ella le sugirió a Owin en voz baja:

—¡Vamos a la dirección! Debemos quejarnos.

—No, hermana —contestó él—. Si me defiendes será peor.

—¡Acuérdate lo que leímos en el cuaderno de mamá!

—No sé.

—Vamos afuera.

—¡Está prohibido salir! —intervino el prefecto—. Lo siento mucho. ¡Mientras no llegue su maestra, yo mando!

En ese momento se escuchó la voz firme de una mujer.

—Pues tu tiempo de mandamás terminó. Estoy aquí desde hace rato... por si no lo habías notado.

Los gritos fueron bajando de intensidad hasta que se convirtieron en murmullos.

Una mujer joven e impávida los miraba desde la entrada.

—Soy la maestra suplente —caminó—. He estado parada en esta puerta escuchando majaderías...

Los murmullos se apagaron por completo. Todos observaban a la mujer que acababa de entrar al salón.

—Jóvenes —indicó a los hermanos—, hagan favor de regresar a sus asientos, y usted, “prefecto”, puede retirarse. Hablaremos después.

El liderzuelo salió del aula como huyendo.

La profesora tenía un rostro fino, cabello negro largo rizado y figura esbelta; parecía una muñeca de colección, sin embargo, en contraste con su belleza física, el ceño fruncido y la boca apretada le daban una apariencia de enfado. Caminó por el aula en silencio.

—Me entristece haberlos conocido en estas circunstancias —dijo después—. Creí que me habían asignado un grupo de jóvenes, y he aquí que llego al salón y me encuentro con un verdadero circo de pulgas... —respiró varias veces como para tranquilizarse, siguió explicando—. Hace años, en las ferias, había “circos de pulgas”. Las pulgas son insectos muy especiales; a pesar de su pequeñez, tienen enorme fuerza en las patas. Una pulga de medio milímetro puede saltar más de treinta centímetros. ¡Seiscientas veces su tamaño! Es como si alguno de ustedes pudiera subir de un salto al techo del edificio más grande del mundo. El domador de pulgas atrapaba a estos insectos, los encerraba en recipientes de cristal y los dejaba ahí por varios días. Cada vez que una pulga saltaba, chocaba con la dura superficie del vidrio. Algunas morían. al impactarse contra el cristal. Cuando al fin eran sacadas del encierro, las sobrevivientes habían aprendido que sólo podían dar saltos pequeños para no lastimarse. El domador les ponía columpios a su alrededor y las pulgas amaestradas brincaban poquito de un lado a otro sin escaparse. ¡Eso es un circo de pulgas! Ustedes no son capaces de hazañas físicas como las de la pulga, pero sí lo son de hazañas mentales parecidas; pueden soñar con altísimos ideales y saltar hacia ellos, pueden imaginar grandes cosas y alcanzarlas, pueden anhelar metas enormes y lograrlas. Los hombres multiplican seiscientas veces o más su estatura mental cuando realizan obras artísticas, científicas o de investigación. Tienen grandes capacidades. Son triunfadores en potencia, pero ¿qué pasa si alguien asiste a un salón de clases como éste y cada vez que se equivoca recibe el golpe de las burlas? ¿Qué sucede si cada vez que opina, le dicen que se calle?, ¿si pasa al frente y le arrojan bolas de papel? Esos actos son como golpes en la cabeza, y producen el mismo efecto que el vidrio en las pulgas encerradas. Hace rato fui testigo de cómo atacaron a un compañero. Le dijeron: “burro”, “no sirves para nada”, “mejor lárgate”, “no debiste venir a la escuela”, “torpe”, “tarado”, “ignorante”, “bestia”, “zopenco”, “nos das vergüenza”, etcétera.

La lista de insultos, dicha así, de corrido, sonaba exagerada y hasta chistosa. Hubo algunas risitas. La maestra prosiguió:

—¡Este salón es un circo de pulgas! ¡Cada vez que un compañero intenta saltar, los demás lo castigan para que aprenda a que no debe hacerlo! Es la escuela de la mediocridad. Los mediocres fastidian a los soñadores hasta arrancarles sus deseos de triunfar. Pero yo observé la mirada de Owin y pude detectar que es un niño noble e inteligente. Tiene derecho a ser feliz y a lograr grandes metas. Nadie debe hacerlo sentir menos.

Algunos chicos comenzaron a ver a los gemelos de reojo. Beky observaba a la maestra con profundo agradecimiento. Owin apretaba los dientes y miraba al suelo. Su corazón estaba abrumado. Lo habían golpeado tanto que, en efecto, se sentía como un insecto. Sin deseos de saltar ni de moverse.

—Owin, pasa al frente —dijo la maestra.

—No... —murmuró—, n... no otra vez.

—Pasa, por favor. Tus compañeros te van a pedir una disculpa.

INDIVIDUALIDAD: NO PARTICIPES EN CIRCO DE PULGAS

REPASO DE CONCEPTOS

01. Los hombre multiplican seiscientas veces o más su estatura mental cuando realizan obras artísticas, científicas o de investigación.

02. Todos podemos soñar con altísimos ideales y saltar hacia ellos; imaginar grandes cosas y alcanzarlas, anhelar metas enormes y lograrlas.

03. La mediocridad se origina en ciertos grupos en los que cada vez que un compañero intenta saltar, los demás lo castigan.

04. Para que un grupo se convierta en semillero de campeones, los compañeros tienen que ayudarse y motivarse unos a otros.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

01. Piensa en alguien a quien hayas insultado. ¿Cómo te sentiste después de hacerlo? Relata.

02. Piensa en alguien a quien hayas elogiado. ¿Cómo te sentiste después de hacerlo? Relata.

03. ¿Puedes convertir a tu grupo de trabajo o estudio en un semillero de campeones? ¿Cómo?

04. ¿Puedes evitar formar parte de los circos de pulgas? ¿De qué forma?

05. ¿Qué obras artísticas, científicas o de investigación vas a proponerte alcanzar para multiplicar tu estatura mental?


3 LAS CRÍTICAS AGRESIVAS

Owin se puso de pie. Avanzó despacio y se paró junto a la nueva maestra.

—Escúchenme bien —agregó ella—. Este niño es un campeón. Igual que todos ustedes. Crecerá y sorprenderá al mundo con su enorme capacidad. Lo han herido mucho, así que ahora cada uno le dirá algo bueno, para compensar un poco el daño que le han hecho.

Todos en el salón de clases se quedaron muy quietos. Parecía que no respiraban. Nadie se atrevía a abrir la boca ni a mover un dedo.

—¡Estoy esperando! —insistió la maestra.

Owin espió a sus compañeros con timidez. La mayoría eludía la mirada. En efecto, muchos de aquellos chicos tenían como deporte favorito el criticar, calumniar y herir a los demás. Eran verdaderos domadores de pulgas. La maestra había dado el discurso adecuado en el lugar adecuado. Al ver que nadie hablaba, ella insistió:

—No sé cuánto tiempo voy a ser su profesora suplente, pero mientras esté con ustedes nuestro salón será un semillero de campeones. Para lograr eso tenemos que ayudarnos y motivarnos unos a otros.

En ese instante sonó el timbre que anunciaba la terminación de clases. Algunos jóvenes comenzaron a recoger sus cosas. La maestra fue hasta la puerta y la cerró con fuerza.

—¡Alto, muchachos! Nadie se retira hasta que hayan sanado un poco las heridas que le hicieron a su compañero.

Silencio.

—¿Quién empieza? —insistió.

Al fin, alguien levantó una mano. Era Beky. La maestra le dio la palabra.

—Quiero decirte, hermano, que eres muy valiente y muy bueno. Desde que... —titubeó mirando alrededor, después se animó a seguir—, desde que murió mamá yo he llorado mucho y tú siempre me has dado consuelo. Eres un amigo para mí —la voz se le quebró—, y nadie en este salón sabe del gran corazón que tienes —hizo una pausa—, gracias, Owin, por ser mi hermano y mi amigo en las buenas y en las malas...

Algunos compañeros ni siquiera sabían que Beky y Owin eran huérfanos de madre. Segundos después, se escuchó una voz a la izquierda.

—Perdónanos por burlarnos de ti.

Las frases fueron sonando en uno y otro lado del salón.

—Eres inteligente. Sigue adelante.

—No te des por vencido.

—Puedes llegar muy alto. Alcanzarás todas tus metas.

—Supe que eres un excelente nadador. Quizá llegues a ser campeón olímpico.

—Todos te apreciamos...

—Owin, perdónanos. No te mereces las groserías que te hemos hecho.

Después de algunos comentarios más, volvió el silencio al salón. No sólo Owin Meneses había recuperado la alegría, todos en el grupo se sentían aliviados. Ese día aprendieron que es más gratificante decir halagos que insultos, dar reconocimiento que criticar. Aquel día se quedó grabado para siempre en el corazón de los muchachos en esa clase, que todas las personas podemos soñar con altísimos ideales y saltar hacia ellos, imaginar grandes cosas y alcanzarlas, anhelar metas enormes y lograrlas, siempre y cuando nos neguemos a ser víctimas de los miles de “domadores de pulgas” que hay a nuestro alrededor.

—Pueden retirarse, muchachos —dijo la maestra—. Mañana nos vemos.

Los chicos comenzaron a salir.

Owin y Beky recogieron sus cosas despacio. Iban a ser los últimos en abandonar el aula, cuando la profesora los detuvo:

—No se vayan todavía. Quiero hablar con ustedes dos a solas.

Los gemelos esperaron que todos sus compañeros abandonaran el salón y finalmente se acercaron a la profesora.

—Hay algo muy importante que debo decirles... —comentó—. Soy maestra suplente y me envían por temporadas a diferentes escuelas de la zona. Este es un plantel conflictivo y nadie quiere trabajar aquí, pero yo revisé la lista de alumnos e identifiqué el nombre de ustedes... Son nombres fuera de lo común... Su madre siempre los mencionaba.

—¿U... usted conoció a nuestra mamá?

—Sí. En los cursos de asertividad.

Owin y Beky quedaron pasmados.

—Su madre era una gran mujer —continuó la maestra—. Siempre estaba alegre y luchaba por superarse cada día. Deben comportarse como hijos dignos de ella. No se acobarden ante los problemas... recuerden que todos los hombres importantes sufrieron infinidad de ataques. Cada héroe que ahora es admirado recibió cientos de agresiones mientras vivió. Piensen en eso y no se enfurezcan si los molestan o difaman. No crean al pie de la letra a quienes los critiquen. Si consideran que la opinión de los demás es muy importante, terminarán siendo “pulgas amaestradas”. Nunca olviden que los criticones jamás trascienden; ellos no dejan huella; se especializan en buscar los errores de la gente y difundirlos; incapaces de crear algo bueno, se dedican a desacreditar los esfuerzos de otros. Aunque suene alarmante, es una realidad que deben aprender: Hagan lo que hagan, siempre habrá personas en su contra. Digan lo que digan, no faltarán quienes cuestionen sus ideas. Aunque se porten bien, hablarán mal de ustedes. ¡Crean en sus sueños y vayan tras ellos! Pongan tapones a sus oídos y decídanse a hacer lo que anhelan. No finjan una personalidad diferente para que otros los acepten. Sólo sean legítimos, fuertes y decididos en sus objetivos. Si actúan con valor, cuando pase el tiempo se habrán convertido en personas que todos admirarán, pero eso carecerá de importancia para ustedes. Mirarán atrás y dirán: “viví mi vida intensamente, hice lo que debí hacer, fui quien tuve que ser y, lo más importante, la felicidad colmó cada día de mi existencia”.

Los chicos se quedaron reflexionando.

—Y usted, maestra —preguntó Beky después—, ¿aceptó el trabajo en esta escuela sólo porque identificó nuestros nombres?

—En parte sí, pero hubo otra razón —se detuvo como si estuviese a punto de decir un secreto de vida o muerte; luego agregó—: Tengo un don especial de percepción.

—¿Qué es eso? —preguntó Beky frunciendo las cejas.

—Adivino algunas cosas... a través de... lo que sueño. Estaba indecisa de aceptar el puesto de suplente aquí cuando soñé a muchos jóvenes insultando y arrojando bolas de papel a dos chicos... Pude “verlos” muy bien. Como comprenderán, a veces no me gustan mis sueños y me lleno de tristeza al saber que son cosas a punto de suceder. No soy una bruja. En todo caso podría decirse lo contrario: Soy una amiga que quiere ayudarlos.

—¿Pero hay algo más, verdad? —preguntó Beky—. Es decir, aparte de las ofensas y las bolas de papel, usted soñó algo más sobre nosotros dos...

La maestra dijo que sí con tristeza.

—Soñé a su padre.

—Pa... pa... pa... papá está enfermo...

—Sí, aunque no físicamente. Su problema es emocional... No sabe cómo enfrentar su viudez. Sean comprensivos con él. Se ha “deshecho” para que ustedes “se hagan”. Está confundido y acabado. Quizá comience a cometer errores graves... Deben saberlo: se avecina una terrible tormenta en su familia.

Owin tragó saliva y protestó:

—E... eso me asusta. No... no tiene idea de... de lo mal que nos ha ido u... últimamente.

La maestra lo miró con ternura. Beky cambió el tema y se despidió:

—Gracias por lo que hizo hace rato con nuestros compañeros... fue hermoso.

—Sí —confirmó Owin—, mu... muchas gracias.

Los siguientes días transcurrieron de forma extraña. El señor Meneses, en efecto, fue decayendo cada vez más. Se comportaba intolerante, colérico y nervioso. Llegaba del trabajo hablando solo y se encerraba en su habitación sin saludar a los chicos. Owin y Beky varias veces optaron por salirse de la casa para ir al deportivo municipal. Su madre les inculcó el amor por la natación, y aunque desde que ella murió dejaron de participar en competencias, pocas cosas los reconfortaban más que zambullirse en una alberca.

Por otro lado, cada día la maestra suplente les contaba historias que los inspiraban y, después de las clases, charlaba un rato en privado con ellos. Una tarde les dio su tarjeta personal a los hermanos y les dijo:

—Muy pronto tendré que irme. Aquí tienen mi número telefónico. Si la tormenta se vuelve insoportable, no duden en hablarme...

Otra vez había usado la misma comparación. Beky protestó:

—¿A qué tormenta se refiere, maestra...? ¡Háblenos claro!

—He estado soñando de nuevo con ustedes... y... han sido cosas... un poco... difíciles de explicar. Deben estar preparados para todo.

Owin y Beky llegaron a su casa y, sin hacer comentarios, barrieron, lavaron los platos y sacudieron. Después buscaron algo de comida en las alacenas. No había mucha; un frasco de mermelada endurecida, dos latas de sardinas y una bolsa añeja de cacahuates rancios. Se comieron todo, luego limpiaron la mesa.

El señor Meneses solía regresar del trabajo a las cinco de la tarde. Ese día dieron las seis, las siete, las nueve, las once, y no llegó. Owin y Beky, se preocuparon mucho. Los pensamientos destructivos llegaron a sus mentes y se volvieron cadenas paralizantes.

Beky pensaba: “Tal vez mi papá decidió abandonarnos. Quiere iniciar una nueva familia y nos ha dejado para siempre.”

Owin pensaba: “Papá anda en la calle tratando de olvidar sus problemas. Quizá le ocurra un accidente y muera también.”

Esas ideas les produjeron un terrible peso de esclavitud. No podían moverse, pero tampoco podían dormir. Fue una noche mala, llena de fantasmas.

Cuando salió el sol se vistieron con mucha lentitud. De pronto, quedaron helados al ver a su padre parado en medio de la sala. Estaba sudando, lleno de tierra, con los ojos inyectados de sangre y un costal mugriento sobre el hombro.

INDIVIDUALIDAD: SUPERA LAS CRÍTICAS AGRESIVAS

REPASO DE CONCEPTOS

01. Criticar a los demás se ha convertido en un deporte que produce amargura; y la amargura se contagia...

02. Hagas lo que hagas, siempre habrá personas en tu contra; digas lo que digas, no faltarán quienes cuestionen tus ideas; aunque te portes bien, hablarán mal de ti.

03. Cree en tus sueños, ve tras ellos y no te enfurezcas si te difaman o critican. Es parte del camino hacia el éxito.

04. Todas las personas importantes han sufrido infinidad de ataques.

05. Si actúas con valor, a la larga te convertirás en una personalidad, pero eso no te importará porque dirás: “viví mi vida intensamente, hice lo que debí hacer, fui quien tuve que ser y, sobre todo, la felicidad colmó cada día de mi existencia”.

4,99 €
Altersbeschränkung:
0+
Umfang:
166 S. 27 Illustrationen
ISBN:
9786077627418
Rechteinhaber:
Bookwire
Download-Format:
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Teil der Serie "Sangre de campeón"
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