Rut

Text
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa

Sinopsis

Este volumen es un estudio sobre el libro de Rut. Describe el poder del amor, el valor de la caballerosidad, la importancia de la amistad, la acción providencial de Dios y la recompensa a la humildad y a la integridad. Es también un desafío a mirar el futuro con madurez, confianza y sentido de esperanza.

La perspectiva pastoral del autor nos muestra que, en las diferentes circunstancias de la vida, es mejor permanecer tomados de la mano de Dios, quien nunca dejará de extender su cuidado sobre los que en él confían; igualmente nos muestra cómo Dios usa las situaciones de crisis para sacarnos de la desesperación y poner nuestros pies sobre la peña.



Rut

más que una historia de amor

Caleb Fernández Pérez

© 2016 Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip) – Ediciones Puma

ISBN N° 978-612-4252-16-7

Primera edición digital: abril 2016

Categoría: Estudios bíblicos - Comentarios

Primera edición impresa: agosto 2010

ISBN N° 978-9972-701-65-8

Editado por:

© 2016 Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip) – Ediciones Puma

Apartado postal: 11-068, Lima - Perú

Av. 28 de Julio 314, Int. G, Jesús María, Lima - Perú

Telf.: (511) 423–2772

E-mail: administracion@edicionespuma.org

ventas@edicionespuma.org

Web: www.edicionespuma.org

Ediciones Puma es un programa del Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip)

Diseño de carátula: Catalina Echeverri

Diagramación: Hansel J. Huaynate Ventocilla

Imagen de portada: iStock

Reservados todos los derechos

All rights reserved

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o introducida en un sistema de recuperación, o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio sea electrónico, mecánico, fotocopia, grabación o cualquier otro, sin previa autorización de los editores.

Salvo cuando se indique expresamente otra versión las citas bíblicas corresponden a la versión Reina-Valera 1960 (rv60).

Hecho en Perú

Made in Peru

A mis queridos hermanos: Bani y Josué.

Agradecimientos

A mi esposa Ester, por atreverse a construir conmigo nuestra propia historia de amor. Por su complicidad y apoyo incondicional. Por motivarme a seguir cre­ciendo en el ministerio, y por la revisión final del texto. Te amo.

A mi padre Oswaldo, porque sus aportes y su­gerencias enriquecieron teológica y literariamente el texto original de esta obra. Gracias, por dedicar tu tiempo a leer, revisar y “trabajar” este libro.

A mi madre Kelit, por ser un ejemplo de mujer y de madre cristiana. Una fiel colaboradora de las mujeres de nuestra iglesia. Gracias, por colaborar conmigo en este proyecto.

A los que fueron y son presbíteros de la Prime­ra Iglesia Presbiteriana de Valparaíso, por su amor, dedicación y compromiso con el Señor en el equipo pastoral que formamos. Y, muy especialmente, a sus esposas e hijos por su paciencia, apoyo y compren­sión.

A cada una de las familias de nuestra iglesia, por ser la inspiración para escribir este libro, basado en la “Serie de Mensajes en Rut”, predicados entre abril y setiembre del 2009.

Y, principalmente, a Dios, de quien escribo y a quien debo toda mi vida. A Él sea toda la gloria para siempre.

Prólogo

Que la familia está en crisis es un hecho indis­cutible. En nuestras sociedades, cada día son menos los matrimonios que perseveran en las dificultades. Proliferan, más bien, aquellos que se dejan llevar por la adrenalina de una nueva conquista, dejando atrás lo que un día fue el proyecto más importante de sus vidas: su matrimonio; y sus retoños, los hijos que como unión pudieron concebir.

El libro Rut: más que una historia de amor nos muestra cómo las malas decisiones pueden llevarnos a vivir crisis familiares. Nos enseña también que es mejor permanecer tomados de la mano de Dios, quien nunca dejará de extender sobre nosotros sus cuidados, hasta en los momentos más dolorosos. Igualmente, nos muestra cómo el Todopoderoso utiliza los tiempos de crisis para sacarnos del pozo de desesperación y poner nuestros pies sobre peña (Sal 40.2).

El pastor Caleb, una vez más, ha sido sensible a las necesidades de su congregación, las cuales, sin duda, reflejan las del pueblo de Dios y las de aquellos que no lo conocen, y se ha dejado utilizar por Jehová. En estos sermones, no sólo nos cuenta la bella historia de Rut y su suegra Noemí, también de­sentraña la teología que hay detrás del libro bíblico de Rut. Esta nos enseña acerca del cuidado de Dios y de la esperanza que debe sostenernos y alentar­nos. Asimismo, nos muestra cómo la obediencia y la integridad, si bien tienen un sentido restrictivo, también nos ofrecen el fruto de una bendición aún mayor reservada por Dios para nosotros.

En Rut aprendemos, además, cómo el hacer familia puede tener diferentes formas. En nuestra realidad, hoy vemos las familias uniparentales, por ejemplo, encabezadas por uno de los padres y la au­sencia del otro. Igualmente, familias en que el padre y la madre están presentes para los hijos y compar­ten los momentos importantes sin dificultad, pero que ya no son más un matrimonio. Otras, en que los abuelos se transforman en padres. Así, parece haber tantas variantes como historias de vida. Muchas de estas, que podríamos llamar “irregulares”, serían atribuibles al pecado del hombre... Difícil juzgar, sin embargo. Con Rut aprendemos que Dios puede uti­lizar realidades familiares diversas para derramar su bendición. Y, acaso, podría llegar a ellas también, algún Booz que las redima.

La familia que un día tuvo Noemí, junto con su esposo Elimelec, sus dos hijos, Mahlón y Quelión, y sus nueras, Orfa y Rut, fue “una familia del pacto”; Dios eso no lo olvidó, a pesar de las malas decisiones que tomó esta familia. De la forma de vivir ese pacto, fue testigo Rut, la moabita de esta historia, quien no sólo decide no abandonar a su suegra con quien comparte el luto de la viudez, sino que la acompaña en su amargura y se entrega a su fe. Se pone en las manos de un Dios al que no conoce personalmente, pero que en el seno de la familia de Noemí pudo palpar. ¡Cuántos somos los que hemos conocido a Dios acogidos por una familia que da testimonio de Él!

Dios tenía un porvenir para estas mujeres, más allá del dolor y el sometimiento de Rut a la fe de su suegra, el cual fue clave para sacar a Noemí de su amargura y para que ellas recibieran la redención de Booz.

Son muchas las lecciones que podemos sacar de esta bella y sencilla historia que habla de esperanza y del testimonio de fe que evangeliza. Nos muestra la forma cómo Dios hace las cosas; su metodología es siempre aleccionadora para nosotros. Aquellas pala­bras, que a veces repetimos con tanta ligereza, de que “su misericordia y bondad nunca fallan”, son mucho más reales de lo que pensamos en las curvas y reco­vecos de la vida que Dios nos ha dado.

Debemos agradecer al pastor Caleb por su dedi­cación y entrega a los desafíos a los que Dios lo llama. Quienes lo conocen coincidirán conmigo en que no escatima en la búsqueda de recursos para llevar el evangelio lo más lejos, y a más personas posibles, cumpliendo con el mandato que él siente del Señor. El libro Habacuc: de la crisis a la esperanza y este de Rut: más que una historia de amor, que hoy está en nuestras manos, son prueba de ello.

Damos gracias a Dios por mover los corazones y hacer posible este libro, el cual llega en un momento, digamos, muy oportuno; pues siempre es oportuno meditar y buscar todos los medios a nuestro alcance para ser una mejor familia del pacto; y para pensar cómo debe ser mi familia, si es que todavía no la tenemos.

Para el pastor Caleb y su esposa Ester, quienes se preparan para recibir la primera coronación de su amor: su primer hijo, es el momento justo para que den todo lo bueno que han recibido de sus respecti­vos padres, quienes están tan dichosos como Noemí con su nieto Obed. La palabra de Dios en Rut será una enseñanza que seguramente estará presente en sus corazones, en esta nueva y maravillosa tarea que emprenden.

Lucky García Véliz

Santiago, 28 de enero de 2010

Introducción

El libro de Rut se presenta como un jardín de esperanza en medio de la crisis financiera, política y, sobre todo, espiritual, que se vivía en la época de los Jueces según lo relata el Antiguo Testamento.

Este libro de la Biblia cuenta una bella historia de amor, como pocas. Rut es uno de los más encan­tadores romances bíblicos. Una de las joyas más ricas y encantadoras de toda la literatura mundial. Y, por cierto, un libro inspirado por Dios que encierra enseñanzas maravillosas para nuestra vidas.

Rut nos muestra que cada revés es un paso posible hacia la alegría. Es la estrategia de Dios, la conspiración de los cielos, que todas las situaciones amargas de nuestra vida trabajen para nuestro bien. Nos anima a creer en Dios cuando pensamos que es indiferente a nuestro dolor, o que está contra noso­tros.

El libro de Rut nos invita a refugiarnos bajo las alas de Dios, cuando nos parece que todo está en sombras; a esperar el momento oportuno de mirar fuera de su nido. Nos damos cuenta de que Él nos cuida de un abismo espantoso e incierto. Dios abre la puerta para nosotros y muestra que siempre estuvo obrando en nuestro favor.

 

En sus páginas, el libro de Rut trae “Más que una historia de amor” puesto que fue escrito con la inten­ción de mostrar a los más jóvenes las tradiciones de la cultura del pueblo de Dios de aquella época. Cada detalle del texto, nos muestra una tradición —las tra­diciones son abordadas en diferentes partes de este libro—. No obstante ello, esta historia, igualmente, nos presenta los más diversos asuntos en forma de mil y una imágenes. Hallaremos en el libro de Rut un collage de temas que nos son contemporáneos, y muy propios aún de nuestra cultura actual.

Rut tiene toda la pretensión de fascinarnos, es una historia que nos colma de emociones muy profundas. Destacan el poder del amor, el valor de la caballerosidad, la importancia de la amistad, la belleza de la providencia de Dios y la recompensa a la humildad y a la integridad. Por otro lado, además, nos invita a la madurez frente a la tristeza de la separación, el dolor de la muerte, la impotencia de la pobreza y la amargura contra Dios. El libro de Rut, también, nos estimula a pensar en la posibilidad de formar un hogar, incluyendo en él el romanticismo, la pasión, la iniciativa en la seducción, el reconocimiento del otro, la valoración de la mujer, la importancia de las promesas en la pareja, etc.

Leer Rut es una invitación a mirar el pasado para descubrir que en situaciones sencillas, de personas comunes, se tejió la historia de nuestra salvación. También es un desafío para que nos animemos a mirar el futuro con madurez, imitando el ejemplo de Rut. Enfrentemos cada situación familiar y personal llenos de amor, confianza y gratitud a Dios.

¡Buena lectura!


Rut 1.1–6

Situaciones en dramas familiares I

El libro de Rut nos cuenta la historia trágica de una familia tras una migración forzada. Nos habla sobre lo cotidiano en un escenario que nos es conocido: Belén, una pequeña ciudad al sur de Jerusalén.

Rut es, a pesar de todo lo que ahí sucede, un espacio donde también crece la esperanza. Cada detalle es como el retoño de las flores de un jardín de amor, en tiempos en los que el desamparo parecía marchitar las flores de cualquier jardín.

Esta historia tiene como telón de fondo los tiempos de anarquía y malestar popular entre los hebreos, en el camino hacia la formación del go­bierno que Dios les había instruido. El período de los jueces, en la historia del pueblo hebreo, es rico en relatos sorprendentes. Fue un largo período de más de trescientos años que comenzó después de la muerte de Josué, y que sólo terminó con la concesión divina de un monarca en la persona del rey Saúl.

En ese tiempo, el pueblo de Dios parecía estar en un ascensor, porque vivía de arriba hacia abajo en su relación con Dios. Oscilaba entre su rebeldía a Dios y el regreso a Él. Por lo mismo, la inestabilidad política, el colapso moral y la infidelidad espiritual fueron las marcas distintivas de ese tiempo.

La época de Noemí y de Rut, su nuera, se aseme­ja a la actual en la crisis ética que condujo al hambre de mucha gente. Hoy tenemos un caos ético tal que ha afectado el sistema financiero con estafas, corrup­ción e inversiones que dañan el medio ambiente; este caos está trayendo desastres y más hambre al mundo. La historia de Rut es un relato inspirado por el Señor para hablarnos de realidades como estas, aunque nos cueste aceptarlas, por ser ellas muchas veces tan contradictorias.

El escenario del libro de Rut es Belén, una pe­queña ciudad con un nombre cargado de significado. “Belén” quiere decir ‘casa del pan’. Era la tierra donde abundaba “leche y miel”, pero en aquellos días estaba desolada. Esta ciudad había pasado a ser un lugar de desesperación y hambre. Sus habitantes tuvieron que buscar refugio en otros lugares, en los campos de Moab, por ejemplo, o entre los parientes lejanos de sus padres.

Cuando enfrentamos una crisis financiera y espiritual

Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra [...] (Rt 1.1a).

La crisis financiera mundial nos ha tomado por sorpresa, algunos economistas la anticipaban, pero los escuchábamos como a falsos profetas. No considerábamos sus advertencias. No era recomen­dable endeudarse para cumplir el sueño de la casa propia, la economía de las familias emergentes aún era débil. Cuando la crisis llegó, no discriminó a nadie, nos golpeó a todos: pobres y ricos, hombres y mujeres, negros y blancos.

Los “profetas” de Mamón1 nos están anuncian­do que la crisis ya terminó, pero estos desastres financieros no son acontecimientos puntuales y pasajeros, fácilmente eludibles con una inyección de recursos de un sector para salvar a otro sector. Son realidades más estructurales, que necesitan ser modificadas y reevaluadas, para llegar a lo más profundo del problema, o sea, al ser humano como transgresor y provocador de estos males. En nuestro caso, en particular, fuimos testigos del fracaso de las políticas neoliberales que desfallecían y no lograban mantenernos en la superficie de las aguas turbulen­tas de la especulación financiera. Fuimos testigos del Estado haciéndose cargo del juego “privado”. Esto es histórico, y lo hemos vivido, y lo estamos viviendo en tiempo real.

En los días en que gobernaban los jueces se vivía una recesión significativa, había desocupación a causa de la sequía en la región; motivo por el cual, el mercado agrícola de Belén estaba desabastecido. Después del liderazgo de Moisés, Josué, quien fue sucesor de Moisés, procuró, con pocos resultados, continuar con el mismo sistema de justicia, pues el mundo había cambiado. La falta de equidad, la violencia, la inseguridad, instalaron una situación anárquica en la vida del pueblo de Dios. Los ciuda­danos seguían las noticias con intenso interés y eran testigos oculares de un hito importantísimo de la historia de su nación. La crisis había llegado y los ricos veían sus negocios desmoronarse y sus tierras siendo embargadas. Elimelec era uno de ellos. Él era un hombre acomodado, tenía tierras, negocios y bienes. Sin embargo, la crisis lo golpeó, y el hambre también llegó a la casa de su familia.

En ningún caso, la crisis de la economía agrícola y el hambre son una casualidad, ni siquiera el resultado de una tragedia natural. Se trataba de las consecuencias de la desobediencia y era lo que de­bían esperar. Ellos, siendo el pueblo de Dios, habían permitido la injusticia, cada quien hacía lo que que­ría, la palabra divina que los orientaba escaseaba2, la desesperanza se imponía, y las decisiones se realizaban impulsadas más por la necesidad.

Rut, el libro, nos hace saber de las decisiones de una familia hebrea, decisiones que ellos tomaron en medio de aquellas circunstancias. A Elimelec le tocó el manejo de esta crisis. Nos preguntamos, quizá, ¿cómo manejó esta familia la crisis? Algunas reacciones de ellos nos permitirán ver ciertos principios, que tal vez nos puedan ayudar en nuestros propios dramas familiares.

Cuando tomamos malas decisiones

Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos. El nombre de aquel varón era Elimelec, y el de su mujer, Noemí; y los nombres de sus hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Judá. Llegaron, pues, a los campos de Moab, y se queda­ron allí (Rt 1.1–2).

Cuando las comodidades y la abundancia son nuestro estilo de vida, podemos encontrarnos como Elimelec ante la escasez y el hambre. Lo primero que va aparecer es el instinto de sobrevivencia, entonces nos haremos cargo de nuestra responsabilidad frente a la sobrevivencia familiar. Era evidente para los padres y los hijos jóvenes, que se debía tomar una decisión. No podían seguir viviendo con tantas limi­taciones. Huir del problema era el único recurso en ese momento para enfrentar las dificultades, así lo entendieron. Delante de alguna crisis, es inevitable el tener que tomar decisiones. Algunos colocan los pies en las “avenidas de la victoria”, enfrentando la situación para resolverla; otros avanzan por los atajos del escape, de la huida y, a veces, de la irres­ponsabilidad…

El libro de Rut nos llama la atención sobre la forma como Dios cambia las consecuencias de nuestras decisiones equivocadas. Nos muestra que enfrentar nuestros problemas en el lugar donde ocurren puede ser lo más recomendable o saludable y no así huir de ellos. Dios no desea darnos pies rápidos para huir, Él desea darnos coraje para vencer en tiempos difíciles, para asumir nuestros proble­mas con paciencia, voluntad y dedicación; porque tiene un proyecto exitoso para nosotros, pero este sólo se hará realidad luego de un esforzado trabajo. El diccionario es el único lugar donde “éxito” lo encontramos antes que “trabajo”.

La vida, dirigida por Dios, se ha encargado de hacer pedagogía a partir de nuestros problemas familiares. Y nos demuestra que huir de las circuns­tancias desfavorables no ha sido siempre el mejor camino, pues esta segunda opción podría ser la peor. Mientras estemos en este mundo y en su historia, siempre vamos a tener problemas con el entorno. Siempre van a aparecer situaciones que parecen amenazar nuestra integridad. Cuando entramos en conflicto con el vecino, con el marido, con la esposa, con el jefe, con los hijos, con los clientes, con los amigos, lo primero que consideramos es huir, irnos lejos y dejarlo todo. Imaginen lo que le dicen a Elimelec cuando anuncia que se va, que no soporta más la escasez de alimentos. Son muy pocos los que pensarían que lo mejor es dejar a la familia, terminar con el matrimonio o, tal vez, dejar el trabajo. Este relato nos enseña, lo remarcamos, que la segunda opción puede ser peor que la primera.

Elimelec, junto con su esposa e hijos, tomaron una decisión, a nuestro entender, equivocada; y a esta se añadió lo imprevisto. El refugio de Elimelec en Moab era extraño y contradictorio. Los campos de Moab se ubican en un lugar alto, al este del Mar Muerto, al otro lado del mar, enfrente de Belén, rodeando el mar a unos ochenta kilómetros. Era poblada por gente que había abandonado la adoración a Jehová, el único Dios, y que se había perdido en la adoración a imágenes equivocadas de Dios. Esta idolatría era utilizada entre los moabitas como ins­trumento de sometimiento y opresión.

En primera instancia, no se entiende por qué Elimelec toma esa decisión, pero es posible que haya sido la opción más rápida y fácil, pues tenía entre los pobladores de Moab parientes lejanos, de orígenes cuestionables; pero, en fin, parientes, descendientes de Lot, el sobrino de Abraham3.

El atajo más fácil no siempre es la alternativa más ética, segura y sensata. En el momento de cualquier crisis que nos toque vivir, deberíamos mirar hacia Dios, en lugar de mirar sólo las circunstancias. Cuando estamos acorralados por circunstancias ad­versas, necesitamos creer que Dios está por encima de ellas y al control de estas. Enfrentar la crisis es mejor que la fuga. Huir no es la decisión más segura. Por eso, debemos buscar abrigo debajo de las alas del Omnipotente, en lugar de andar descubriendo atajos peligrosos y cuestionables.

Cuando nuestras dificultades empeoran

Y murió Elimelec, marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos, los cuales tomaron para sí mujeres moabitas; el nombre de una era Orfa, y el nombre de la otra, Rut; y habitaron allí unos diez años. Y murieron también los dos, Mahlón y Quelión, quedando así la mujer desamparada de sus dos hijos y de su marido (Rt 1.3–5).

Las Sagradas Escrituras nos muestran que el Altísi­mo gobierna todas las cosas, no sólo sus bendiciones y manifestaciones, sino también los sucesos cotidia­nos de la vida, aquellos que nos dan alegría como también los que nos causan tristeza. Son estos los que nos ayudan a crecer y madurar, sobre todo cuando aprendemos a confiar en que Él no está distante. Nos permite ser libres, ser adultos, capaces de corregir lo que está equivocado, aun después de muchos años.

Por otro lado, hombres y mujeres somos respon­sables de nuestras decisiones y acciones, de aquellas que nos involucren y de aquellas que consintamos. El ser humano tiene que hacerse cargo de las consecuencias de sus obras, debe ser responsable y honesto delante de Dios. No tiene que ir buscando a quien echarle la culpa. Y, en el colmo de la soberbia pensar, por último, que puede hacer culpable a Dios de lo que le pasa.

 

Estas dos verdades bíblicas: la soberanía de Dios sobre todos los aspectos de la vida y la responsabili­dad del hombre sobre sus acciones, son verdades que no se contraponen, más bien se complementan, y conviven en la revelación de Dios en nuestra historia.

El refugio de la familia de Elimelec en Moab fue golpeado por desgracia tras desgracia, como conse­cuencia de un proyecto en el que la fe en la promesa no era una característica. Por el contrario, era noto­rio que remaban contra la corriente de lo que Dios quería para ellos. ¡Cuántas consecuencias hay en nuestra vida cuando nos alejamos del propósito de Dios! Sin embargo, esta decisión nunca estuvo fuera de la observación de Él. Dios utilizó esta decisión complicada para transformarla en una oportunidad para la bendición, como veremos más adelante.

El problema de Elimelec y su familia fueron sus expectativas de bienestar. En estas expectativas lo espiritual no tenía un lugar importante; estaban concentrados en lo material, tal vez en sus tierras. La pérdida de la cosecha les parecía el principio del fin. No pudieron soportar la escasez de alimentos. La austeridad, el sufrimiento, la angustia temporal, el tiempo de la prueba de fe no estaban en su visión de la vida en ese momento. Elimelec perdió la vida buscando la sobrevivencia en los campos moabitas, “queriendo ganar la vida, terminó perdiéndola”. Su fe no fue suficiente para impulsarle a buscar la provisión de Dios. Siempre se había autoabastecido; tal vez nunca había sufrido hambre, creció creyendo que los recursos alimentarios son inagotables.

La muerte de Elimelec es la muerte del padre de una familia patriarcal que no sólo trae profunda tristeza a la esposa y sentimientos de orfandad a los hijos, sino que también les deja con una sensación de gran desamparo. Más aún siendo inmigrantes lejos de su tierra natal. En este momento es cuando la fe de Noemí se realiza en medio de sentimientos encontrados. Por un lado, su profundo amor y fidelidad al amor de su vida, su esposo, y, por otro, sus sentimientos de amargura. La pérdida de un ser querido, y muy particularmente, la muerte de un cónyuge, no es un proceso fácil de asimilar.

Noemí esperó que las cosas tomaran otro color. Una luz de esperanza volvió a brillar en el camino cuando sus queridos hijos Mahlón y Quelión se ca­saron. Habían escogido a mujeres moabitas por esposas. Una de ellas fue Rut. La historia podría haber quedado ahí con un final feliz; pero, súbitamen­te, después de unos años, sin ninguna explicación, Mahlón y Quelión mueren. Al parecer, fue uno de esos casos en que los miembros de una misma fami­lia mueren uno tras otro, casi juntos. La tragedia en algunas familias es una de las experiencias más desoladoras de la vida, ante la que sólo nos queda en­mudecer. Hay pocas situaciones tan dolorosas como aquellas en que los padres entierran a los hijos.

¡Qué dolor para aquella mujer: perdió a su esposo, y ahora a sus hijos! Noemí había quedado completamente desamparada y sola. Ella era la fascinación de Elimelec. Lo había amado y seguido en busca de refugio hasta los campos de Moab.

Cuando las circunstancias no mejoran, cuando la vida se estanca, cuando la batalla se enardece y el camino se alarga, todo parece insoportable, injusto y triste. Cuando nosotros sólo vemos dolor, Dios jamás desperdicia el sufrimiento en la vida de sus hijos. Noemí, en medio de su dolor y resentimiento, debía seguir siendo una mujer hebrea que cree en el Todopoderoso, que lo ve como al Dios soberano que es. Él da y quita, y su nombre debe ser glorificado4. En adelante, ella tomará decisiones para superar el desamparo y no estará sola.

Cuando sabemos reconocer nuestros errores

Entonces se levantó con sus nueras, y regresó de los campos de Moab; porque oyó en el campo de Moab que Jehová había visitado a su pueblo para darles pan (Rt 1.6).

Volvamos nuestra mirada a Belén. Dios estaba disciplinando a su pueblo. El hambre era temporal. En medio de su ira por el caos social y político, se acuerda del amor por su pueblo. Lo que sucede luego en Belén, la “casa del pan,” nos muestra lo especial que es su pueblo para Dios.

Las crisis no duran para siempre, y el mismo Dios que envió el hambre, envío de nuevo el pan como un gran gesto y señal de su misericordia. Noemí no estaba escuchando noticias del tipo: “Hubo una gran inversión económica en la ciudad” o “Las cosas han mejorado en los mercados de Belén”. Las noticias llegaron como el evangelio llega a nosotros: Él nos ha visitado, ha llovido, el grano ha dado su fruto, las cosechas han sido abundantes, Dios ha dado una nueva gran oportunidad a su pueblo, un gran regalo del Todopoderoso.

Mientras atravesamos el escenario de la histo­ria, somos convocados a responder a cada una de las oportunidades que Dios nos da. Es nuestra gran oportunidad el desenvolvernos de la mejor manera posible. El Nuevo Testamento llama kairós a estas oportunidades o momentos, espacio de tiempo importante, ocasión adecuada o propicia. Algo así como lo que sucede con nuestra fruta predilecta si no hemos estado atentos, a su temporada de cosecha, para saborearla, no la veremos más hasta la siguiente temporada. Debemos estar atentos a lo que Dios está haciendo en la historia. Dios visitó a su pueblo, les prestó atención y les dio pan.

Noemí tomó valor, se levantó, la amargura no la iba a doblegar. Seguía confiando en el Dios que ha visitado a su pueblo. Era el tiempo oportuno para volver a su Belén querido, sus nueras irían con ella a Judá.

El tiempo oportuno de Dios exige atención y pronta reacción, pues puede pasar como un cometa a gran velocidad. Quien pestañó, se perdió el espec­táculo. No hay espacio para prórrogas y displicencias. La oportunidad en medio de la crisis exige sabiduría y disposición para tomar valor, y retroceder si es ne­cesario. Salir, cambiar, alejarse, regresar, afirmarse. En nuestro tiempo, los plazos necesitan ser liberados de la indiferencia, de la desidia, de los apuros compul­sivos, estresantes, sin sabiduría. El apóstol Pablo nos advierte que las circunstancias que nos rodean son malas. Cuando decimos “ahora es demasiado tarde, ya pasó el tiempo”, hemos dejado escapar la oportunidad que Dios nos estaba dando5.

Noemí supo aprovechar la oportunidad que Dios le entregaba y decidió caminar a la sombra de la eternidad. En tiempos difíciles, es necesario aprender a retroceder, a cambiar de dirección, y a volver sobre nuestros pasos. Cualquiera de nosotros podría decir lleno de orgullo: “No volvería nunca atrás, pues sería el hazmerreír de todo el mundo”. Sin embargo, para regresar no solamente se necesita humildad, también hace falta valentía, porque reconocer errores es de gigantes.

Uno de los problemas de las congregaciones de hoy es que no estamos abriendo espacio para que las personas se equivoquen. No es común escuchar en el liderazgo, entre los ministros del evangelio, que alguien reconoce que se ha equivocado, que tomó una mala decisión, que no consideró la voluntad de Dios, que invirtió mal el dinero del Señor, que no tuvo la palabra y la actitud adecuada ante una situación, o que le aterra la sola idea de la escasez y la austeridad. En una cultura que exalta el triunfalismo y la ley del que menos se equivoca, no hay cabida para el arrepentimiento y el reconocimiento del error.

La teología de Noemí es la de seguir creyendo en Dios, quien es todopoderoso y misericordioso (Rt 1.8, 20) a pesar de su resentimiento, el cual ella describe más adelante como “amargura”. Noemí es una mujer que lucha con sus contradicciones, no deja que la amargura se vuelva terquedad. No trató de probar a un Dios de misericordia en medio de justas consecuencias. Su teología no la dejó en un camino sin alternativas, con un Dios despreocupado de la historia, que no da nuevas oportunidades o no perdona. Porque al fin y al cabo ese también es el problema de nuestras familias, nos cuesta detenernos y regresar, ceder, volver atrás y ver el perdón como una acción real. Noemí inició el camino de retorno, la esperanza era muy leve en ella, sus sentimientos eran encontrados. En su mente, sólo estaba la idea de salir del lugar al que había ido. La mayor gracia en el creyente no consiste en no caer nunca, sino en levantarse cada vez que cae. El impío cae en el mal y no se levanta, pero el justo cae y se levanta6. Noemí era una mujer justa. Vio la muerte de su familia, quedó desamparada, se resintió contra Dios y allí estaba tomando valor, levantándose para regresar. El camino tomado por su familia lejos de Belén fue de muerte y perplejidad. En algo se habían equivocado y sólo ella, mujer y hebrea, sobrevive para contarlo. Aprendamos a reconocer nuestros errores. Dios no quiere avergonzarnos, quiere restaurar nuestra suerte, así como lo hizo con Noemí.

Sie haben die kostenlose Leseprobe beendet. Möchten Sie mehr lesen?