Buch lesen: «Una Vez Atraído»

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U N A V E Z A T R A Í D O

(UN MISTERIO DE RILEY PAIGE—LIBRO 4)

B L A K E P I E R C E

Blake Pierce

Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio de RILEY PAIGE, que incluye los thriller de suspenso y misterio UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1), UNA VEZ TOMADO (Libro #2), UNA VEZ ANHELADO (Libro #3) y UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4). Blake Pierce también es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE y de AVERY BLACK.

Blake Pierce es un ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber más y mantenerte en contacto.

Derechos de autor © 2016 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto según lo permitido bajo la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, distribuida, transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperación, sin el permiso previo del autor. Este libro electrónico está disponible solo para su disfrute personal. Este libro electrónico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si te gustaría compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regrésalo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son productos de la imaginación del autor o se emplean como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Derechos de autor de la imagen de la cubierta son de GongTo, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.

LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE

SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE

UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)

UNA VEZ TOMADO (Libro #2)

UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)

UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)

UNA VEZ CAZADO (Libro #5)

UNA VEZ AÑORADO (Libro #6)

SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE

ANTES DE QUE ASESINE (Libro #1)

ANTES DE QUE VEA (Libro #2)

SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK

UNA RAZÓN PARA MATAR (Libro #1)

UNA RAZÓN PARA HUIR (Libro #2)

CONTENIDO

PRÓLOGO

CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO DOS

CAPÍTULO TRES

CAPÍTULO CUATRO

CAPÍTULO CINCO

CAPÍTULO SEIS

CAPÍTULO SIETE

CAPÍTULO OCHO

CAPÍTULO NUEVE

CAPÍTULO DIEZ

CAPÍTULO ONCE

CAPÍTULO DOCE

CAPÍTULO TRECE

CAPÍTULO CATORCE

CAPÍTULO QUINCE

CAPÍTULO DIECISÉIS

CAPÍTULO DIECISIETE

CAPÍTULO DIECIOCHO

CAPÍTULO DIECINUEVE

CAPÍTULO VEINTE

CAPÍTULO VEINTIUNO

CAPÍTULO VEINTIDÓS

CAPÍTULO VEINTICUATRO

CAPÍTULO VEINTICINCO

CAPÍTULO VEINTISÉIS

CAPÍTULO VEINTISIETE

CAPÍTULO VEINTIOCHO

CAPÍTULO VEINTINUEVE

CAPÍTULO TREINTA

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

CAPÍTULO TREINTA Y DOS

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

CAPÍTULO TREINTA Y OCHO

CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

CAPÍTULO CUARENTA

CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

CAPÍTULO CUARENTA Y TRES

CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO

CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO

CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS

CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE

CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO

PRÓLOGO

El hombre que estaba sentado en su carro se sentía preocupado. Sabía que tenía que apurarse. Era importante mantener todo en el buen camino esta noche. Pero ¿la mujer vendría por esta carretera a su hora habitual?

Eran las 11:00 de la noche, y sabía que la hora podría ser un problema.

Recordó la voz que había estado resonando en su mente antes de haber venido aquí. La voz del abuelo.

“Más te vale que tengas razón respecto a su horario, Diablito”.

Diablito. No le gustaba ese nombre. No era su verdadero nombre. Para el abuelo, él era una “mala hierba”.

El abuelo lo había llamado así desde épocas que no recordaba. Aunque todo el mundo lo llamaba por su verdadero nombre, Diablito se había metido en su mente. Odiaba a su abuelo. Pero no podía sacarlo de su cabeza.

Diablito golpeó su propia cabeza varias veces, tratando de sacar la voz de su mente.

Le dolió, y por un momento tuvo una sensación de calma.

Pero luego vino la risa sosa del abuelo, haciendo eco en su mente. Al menos se había vuelto un poco más suave.

Miró su reloj ansiosamente. Las once con diez minutos. ¿Llegaría tarde esta noche? ¿Iría a algún otro lugar? No, no era su estilo. Había observado sus movimientos durante días. Siempre era puntual, siempre se apegaba a la misma rutina.

Si tan solo entendiera cuánto estaba en juego. El abuelo lo castigaría si arruinaba esto. Pero era más que eso. Se le estaba acabando el tiempo al mundo en sí. Tenía una enorme responsabilidad, y eso lo agobiaba.

Aparecieron unos faros en la carretera, y suspiró de alivio. Esa tenía que ser ella.

Esta carretera rural solo llevaba a unas pocas casas. Generalmente estaba desierta a esa hora, excepto por la mujer que siempre conducía de su trabajo a la casa donde alquilaba una habitación.

Diablito había girado su auto para estar en frente del de ella y lo detuvo justo en el centro de ese camino de grava. Él estaba parado con manos temblorosas, utilizando una linterna para mirar bajo su capó, con la esperanza de que funcionara.

Su corazón latió con fuerza a lo que el otro vehículo pasó el suyo.

“Detente”, rogó silenciosamente. “Detente, por favor”.

El vehículo se detuvo a una corta distancia poco después.

Diablito sonrió, se volvió y miró hacia las luces.

Sí, era su carro feo, justo como él había esperado.

Ahora solo tenía que atraerla a él.

Ella bajó su ventanilla y él la miró y le sonrió de la forma más agradable posible.

“Supongo que estoy varado”, le dijo.

Colocó la linterna justo en el rostro de la conductora. Sí, definitivamente era ella.

Diablito notó que tenía un rostro encantador. Más importante aún, ella era muy delgada y eso se adecuaba a sus propósitos.

Era una lástima lo que tendría que hacerle. Pero era como decía el abuelo: “Es para el bien de todos”.

Era cierto, y Diablito lo sabía. Si tan solo la mujer pudiera entenderlo, tal vez incluso estaría dispuesta a sacrificarse. Después de todo, el sacrificio era una de las mejores características de la naturaleza humana. Para ella debería ser un placer prestar ese servicio.

Pero sabía que no debería esperar demasiado de ella. Las cosas se volverían violentas y sucias, como siempre.

“¿Cuál es el problema?”, preguntó la mujer.

Él notó algo atractivo en su forma de hablar. No sabía lo que era aún.

“No lo sé”, respondió. “Simplemente se apagó y no quiere arrancar”.

La mujer sacó la cabeza por la ventanilla. Él la miró fijamente. Su rostro pecoso enmarcado por pelo rizado rojo brillante estaba sonriente. No parecía estar ni un poco consternada por las molestias que le había causado.

Pero ¿confiaría lo suficiente como para bajarse del carro? Probablemente, así había sucedido con las otras mujeres.

El abuelo siempre estaba diciéndole lo horriblemente feo que era, y no podía evitar considerarse justamente eso. Pero sabía que otras personas, especialmente las mujeres, lo encontraban agradable de mirar.

Hizo un gesto hacia su capó abierto. “No sé nada de carros”, le gritó.

“Yo tampoco”, dijo la mujer.

“Bueno, tal vez ambos podemos descubrir lo que pasa”, dijo. “¿Te molestaría intentarlo?”.

“Para nada. Solo no esperes que sea de mucha ayuda”.

Ella abrió su puerta, se bajó del carro y caminó hacia él. Sí, todo iba perfectamente. Había logrado convencerla de que se bajara del carro. Pero el tiempo seguía siendo oro.

“Vamos a echarle un vistazo”, dijo, mirando el motor.

Ahora entendió lo que le gustaba de su voz.

“Tienes un acento interesante”, dijo. “¿Eres escocesa?”.

“Irlandesa”, dijo agradablemente. “Llevo aquí solo dos meses, obtuve un permiso de residencia para poder trabajar con una familia en este país”.

Él sonrió. “Bienvenida a Estados Unidos”, dijo.

“Gracias. Me encanta”.

Él señaló hacia el motor.

“Espera”, dijo. “¿Qué crees que sea eso?”.

La mujer se inclinó para observar más de cerca. Diablito aprovechó el momento y movió la palanca para hacer caer el capó sobre su cabeza.

Luego abrió el capó con la esperanza de no tener que golpearla de nuevo. Por suerte, estaba inconsciente, su rostro y torso estirados sobre el motor.

Miró sus alrededores. No había nadie a la vista. Nadie había visto lo que había sucedido.

Tembló de deleite.

La colocó en sus brazos, notando que su rostro y la parte delantera de su vestido ahora estaban llenos de grasa. Era ligera como una pluma. La llevó a su lado del carro y la extendió en el asiento trasero.

Se sentía seguro que sería perfecta para lo que necesitaba hacer.

*

Justo cuando Meara comenzó a recobrar el conocimiento, fue sacudida por ruido ensordecedor. Parecía una mezcla de todos los ruidos que se podía imaginar. Había gongs, campanas, campanadas, sonidos de pájaros y diversas melodías que parecían provenir de una docena de cajas de música. Todos parecían ser deliberadamente hostiles.

Ella abrió los ojos, pero no vio nada. Su cabeza le dolía demasiado.

“¿Dónde estoy?”, se preguntó.

¿Estaba en alguna parte de Dublín? No, fue capaz de armar la cronología. Había llegado aquí hace dos meses y había comenzado a trabajar de inmediato. Definitivamente estaba en Delaware. Con esfuerzo recordó haberse detenido para ayudar a un hombre con su carro. Luego había sucedido algo. Algo malo.

Pero ¿qué era este lugar, con todo su ruido horrible?

Se dio cuenta que estaba siendo cargada como una niña. Oyó la voz del hombre que la estaba cargando sobre todo el ruido.

“No te preocupes, llegamos a tiempo”.

Sus ojos comenzaron a enfocarse. Vio un número asombroso de relojes de cada tamaño, forma y estilo concebible. Vio enormes relojes de pie flanqueados por relojes más pequeños, algunos de ellos relojes cucú, otros con pequeñas personas mecánicas. Había relojes aún más pequeños en los estantes.

“Todos están sonando la hora”, pensó.

Pero no pudo distinguir el número de campanadas entre todo el ruido.

Volvió la cabeza para ver quién la llevaba. Él estaba mirándola. Sí, era él, el hombre que le había pedido ayuda. Había sido un tonta en detenerse por él. Había caído en su trampa. ¿Y qué haría con ella ahora?

Sus ojos se desenfocaron de nuevo cuando los relojes dejaron de sonar. No podía mantenerlos abiertos. Sentía que estaba perdiendo el conocimiento de nuevo.

“Tengo que quedarme despierta”, pensó.

Oyó un golpeteo metálico, luego sintió cuando el hombre la colocó suavemente en una superficie fría y dura. Hubo otro traqueteo, seguido de pasos y finalmente el sonido de una puerta abriéndose y cerrándose. Los relojes seguían sonando.

Entonces oyó un par de voces femeninas.

“Está viva”.

“Pobre de ella”.

Las voces eran silenciosos y roncas. Meara logró abrir los ojos de nuevo. Vio que el piso era de hormigón gris. Se volvió dolorosamente y vio tres formas humanas sentadas en el suelo cerca de ella. O al menos pensaba que eran humanas. Parecían ser niñas o adolescentes, pero eran cadavéricas, poco más que esqueletos, podía ver sus huesos claramente bajo su piel. Una parecía estar apenas consciente, su cabeza colgando hacia adelante y sus ojos mirando el piso gris. Le recordaban de las fotos que había visto de los presos de los campos de concentración.

¿Todavía estaban vivas? Sí, tenían que estar vivas. Las había oído hablar.

“¿Dónde estamos?”, preguntó Meara.

Apenas oyó la respuesta.

“Bienvenida al infierno”, dijo una de ellas.

CAPÍTULO UNO

Riley Paige no vio el primer puñetazo. Aún así, sus reflejos respondieron bien. Sintió que el tiempo se detuvo cuando el primer golpe se acercó a su abdomen. Ella lo evadió perfectamente. Un gancho de la izquierda se acercó a su cabeza. Ella saltó a un lado y lo esquivó. Cuando él cerró con un golpe final a su cara, subió la guardia y tomó el golpe con sus guantes.

Luego el tiempo reanudó su ritmo normal. Ella sabía que la combinación de golpes había llegado en menos de dos segundos.

“Excelente”, dijo Rudy.

Riley sonrió. Rudy estaba esquivándola ahora, más que preparado para sus golpes. Riley hizo lo mismo, moviéndose de arriba abajo, tratando de mantenerlo en constante adivinación.

“No tienes que apresurarte”, dijo Rudy. “Piénsalo bien. Considéralo un juego de ajedrez”.

Sintió una punzada de molestia mientras seguía moviéndose. Se la estaba poniendo fácil. ¿Por qué tenía que ponérsela fácil?

Pero ella sabía que esto era así. Esta era su primera vez en el ring de combate con un oponente real. Hasta ahora había estado probando sus combinaciones en un saco. Tenía que recordar que apenas era una principiante en esta modalidad de combate. Realmente era mejor no apresurarse.

Había sido idea de Mike Nevins intentar el sparring. El psiquiatra forense que ayudaba al FBI también era buen amigo de Riley. La había ayudado a superar muchas de sus crisis personales.

Recientemente se había quejado con Mike, contándole que tenía problemas para controlar sus impulsos agresivos. Perdía los estribos frecuentemente. Se sentía tensa.

“Prueba el sparring”, le había dicho Mike. “Es una buena forma de desahogarse”.

Ahora mismo se sentía bastante segura de que Mike tenía razón. Se sentía bien tener que actuar rápidamente, tener que enfrentarse a amenazas reales en lugar de las imaginarias, y era relajante enfrentarse a amenazas que no eran realmente mortales.

Unirse a un gimnasio que la alejaba un poco de la oficina central de Quántico también había sido una buena decisión. Pasaba demasiado tiempo allí. Este era un cambio agradable.

Pero se había distraído por mucho tiempo. Y podía ver en los ojos de Rudy que se estaba preparando para otro ataque.

Eligió mentalmente su próxima combinación. Se acercó bruscamente a él para su ataque. Su primer golpe fue un gancho de izquierda que él esquivó. Respondió con un cross que rozó su casco de combate. Respondió en menos de un segundo con un jab de derecha que alcanzó con su guante. En un instante lanzó un jab de izquierda que él esquivó tambaleándose al lado.

“Buen trabajo”, dijo Rudy de nuevo.

A ella no le había parecido que lo había hecho bien. No le había dado ni un solo golpe, mientras que él la había golpeado ligeramente incluso mientras se defendía, y ella estaba comenzando a irritarse. Pero recordó lo que Rudy le había dicho al principio...

“No esperes darme muchos golpes. La mayoría de las personas no lo hacen en el sparring”.

Ella estaba mirando sus guantes, detectando que estaba a punto de lanzar otro ataque. Pero entonces ocurrió una extraña transformación en su imaginación.

Los guantes se convirtieron en una sola llama, la blanca llama de una antorcha de propano. Estaba enjaulada en la oscuridad otra vez, presa por un asesino sádico llamado Peterson. Estaba jugando con ella, haciendo que evadiera la llama para escapar su calor abrasador.

Pero estaba cansada de ser humillada. Esta vez estaba determinada a contraatacar. Cuando la llama saltó hacia su cara, se agachó y simultáneamente lanzó un jab feroz que no conectó. La llama se acercó a ella de nuevo y ella respondió con un cross que tampoco conectó. Pero antes de que Peterson pudiera hacer otro movimiento, ella lanzó un gancho que golpeó su barbilla...

“¡Oye!”, gritó Rudy.

Su voz trajo a Riley de vuelta a su realidad actual. Rudy estaba de espaldas en la alfombra.

“¿Cómo llegó allí?”, se preguntó Riley.

Entonces entendió que lo había golpeado, y fuertemente.

“¡Dios mío!”, gritó. “¡Rudy, lo siento!”.

Rudy estaba sonriendo y volviéndose a colocar de pie.

“No te preocupes”, dijo. “Eso estuvo bien”.

Siguieron con el sparring. El resto de la sesión fue tranquila, y ninguno logró tocar al otro. Pero ahora todo esto le parecía bien. Mike Nevins tenía razón. Esta era exactamente la terapia que necesitaba.

Aún así, siguió preguntándose cuando sería capaz de borrar esos recuerdos.

“Tal vez nunca”, pensó.

*

Riley cortó su bistec con entusiasmo. El chef de El Grill de Blaine hacía un buen trabajo con varios platos menos convencionales, pero el entrenamiento de hoy en el gimnasio la había dejado deseando un buen bistec y una ensalada. Su hija April y su amiga Crystal habían ordenado hamburguesas. Blaine Hildreth, el padre de Crystal, estaba en la cocina, pero regresaría en poco tiempo para terminarse su dorado.

Riley miró alrededor del comedor confortable con un profundo sentimiento de satisfacción. Se dio cuenta que su vida no incluía suficientes noches cálidas como esta con amigos, familiares y una buena comida. Las escenas que su trabajo le presentaban eran a menudo feas e inquietantes.

En pocos días testificaría en una audiencia de libertad condicional para un asesino de niños que esperaba salir de la cárcel antes de tiempo. Y necesitaba asegurarse de que eso no sucediera.

Había cerrado un caso inquietante en Phoenix hace varias semanas. Ella y su compañero, Bill Jeffreys, habían atrapado a un asesino de prostitutas. A Riley aún le costaba sentir que había hecho mucho bien solucionando ese caso. Ahora sabía demasiado de un mundo de explotación de mujeres y niñas para su propia comodidad.

Pero estaba decidida a mantener tales pensamientos fuera de su mente ahora mismo. Sentía que se estaba relajando poco a poco. Comer en un restaurante con un amigo y sus hijas le recordaba cómo sería vivir una vida normal. Estaba viviendo en un hogar agradable y acercándose a un buen vecino.

Blaine volvió y se sentó. Riley no pudo evitar observar una vez más que era atractivo. Sus entradas lo hacían verse maduro, y estaba en forma.

“Lo siento”, dijo Blaine. “Este lugar opera bien sin mí cuando no estoy aquí, pero todos deciden que necesitan mi ayuda si estoy a la vista”.

“Sé cómo es eso”, dijo Riley. “Estoy esperando que la UAC se olvide de mí por un tiempo si me quedo fuera de vista”.

“Eso es imposible”, dijo April. “Te llamarán en poco tiempo. Pronto te dirigirás a otra parte del país”.

Riley suspiró. “Pudiera acostumbrarme a que no me estén llamando a todo momento”.

Blaine terminó un bocado de su dorado.

“¿Has pensado en cambiar de carrera?”, preguntó.

Riley se encogió de hombros. “¿Qué más haría? He sido un agente casi toda mi vida adulta”.

“Estoy seguro de que hay muchas cosas que una mujer con tus talentos podría hacer”, dijo Blaine. “La mayoría de ellas son más seguras que ser agente del FBI”.

Blaine lo pensó por un momento. “Puedo imaginarte de maestra”, añadió.

Riley se rio entre dientes. “¿Crees que eso es más seguro?”, preguntó.

“Depende dónde lo hagas”, dijo Blaine. “¿Y en la universidad?”.

“Esa es una buena idea, Mamá”, dijo April. “No tendrías que viajar todo el tiempo. Y aún ayudarías a las personas”.

Riley se quedó callada, analizando lo dicho. Dar clases en una universidad sería parecido a lo que había hecho en la Academia de Quántico. Le había gustado hacer eso. Siempre le daba la oportunidad de recargarse. Pero ¿querría ser profesora a tiempo completo? ¿Podría realmente pasar todos sus días dentro de un edificio sin actividad real?

Pinchó una seta con su tenedor.

“Podría convertirme en uno de estos”, pensó.

“¿Y convertirte en investigador privado?”, preguntó Blaine.

“No lo creo”, dijo Riley. “Desenterrar secretos sucios sobre parejas que están en pleno divorcio no me llama la atención”.

“Eso no es todo lo que hacen los investigadores privados”, dijo Blaine. “¿E investigar fraude de seguros? Tengo un cocinero que está recibiendo beneficios de discapacidad, dice que su espalda no está bien. Estoy seguro que está fingiendo, pero no puedo probarlo. Podrías empezar con él”.

Riley se echó a reír. Blaine estaba bromeando, obviamente.

“O podrías buscar personas desaparecidas”, dijo Crystal. “O mascotas desaparecidas”.

Riley se echó a reír de nuevo. “¡Eso sí me haría sentir que estoy haciendo algo realmente bueno en el mundo!”.

April ya no estaba involucrada en la conversación. Riley vio que estaba enviando mensajes de texto y riéndose. Crystal se inclinó sobre la mesa hacia Riley.

“April tiene un nuevo novio”, dijo Crystal. “No me agrada”, añadió silenciosamente.

A Riley le molestaba que su hija estaba ignorando a todos los demás en la mesa.

“Deja de hacer eso”, le dijo a April. “Es grosero”.

“¿Por qué es grosero?”, dijo April.

“Hemos hablado sobre esto”, dijo Riley.

April la ignoró y escribió un mensaje.

“Guárdalo”, dijo Riley.

“En un minuto, Mamá”, dijo April.

Riley sofocó un gemido. Desde hace mucho tiempo había aprendido que “en un minuto” significaba “nunca” en el mundo de los adolescentes.

Su teléfono celular vibró en ese momento. Se sintió enojada consigo misma por no apagarlo antes de salir de casa. Miró el teléfono y vio que era un mensaje de su compañero del FBI, Bill. Pensó en no leerlo, pero simplemente no podía hacer eso.

Cuando abrió el mensaje, levantó la mirada y vio a April sonriéndole. Su hija estaba disfrutando de la ironía. Silenciosamente furiosa, Riley leyó el mensaje de texto de Bill.

“Meredith tiene un nuevo caso. Quiere discutirlo con nosotros lo antes posible”.

En agente especial encargado Brent Meredith era el jefe de Bill y de Riley. Sentía una gran lealtad hacia él. No solo era un jefe bueno y justo, sino que alzó la voz en defensa de Riley varias veces cuando tuvo problemas en el trabajo. Sin embargo, Riley estaba determinada en no dejarse llevar, al menos no por los momentos.

“No puedo viajar ahora mismo”, le respondió.

“El caso es local”, respondió Bill.

Riley negó con la cabeza, abatida. Mantenerse firme no sería fácil.

“Después hablamos”, le respondió ella.

Bill no le respondió más, así que Riley guardó el teléfono en su cartera.

“Pensé que dijiste que eso era grosero, Mamá”, dijo April con una voz tranquila y taciturna.

April aún estaba enviando mensajes de texto.

“Ya terminé con el mío”, dijo, tratando de no sonar tan molesta como se sentía.

April la ignoró. El teléfono celular de Riley vibró de nuevo. Dijo una grosería en voz baja. Vio que el mensaje de texto era de Meredith.

“Te espero en la UAC mañana a las 9 AM”.

Riley estaba tratando de pensar en una forma de excusarse a sí misma cuando le llegó otro mensaje.

“Considéralo una orden”.

€2,64
Altersbeschränkung:
16+
Veröffentlichungsdatum auf Litres:
10 Oktober 2019
Umfang:
261 S. 3 Illustrationen
ISBN:
9781640290259
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