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A T R A Y E N D O

(LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE—LIBRO #3)

B L A K E P I E R C E

Blake Pierce

Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce también es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicológico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicológico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros).

Blake Pierce es un ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber más y mantenerte en contacto.

Derechos de autor © 2019 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976 y las leyes de propiedad intelectual, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o distribuida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en un sistema de bases de datos o de recuperación sin el previo permiso del autor. Este libro electrónico está licenciado para tu disfrute personal solamente. Este libro electrónico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si quieres compartir este libro con otras personas, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regrésalo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son productos de la imaginación del autor o se emplean como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Derechos de autor de la imagen de la cubierta son de Artem Korionov, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.

LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE

SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE JESSE HUNT

EL ESPOSA PERFECTA (Book #1)

EL TIPO PERFECTO (Book #2)

SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE

Al LADO (Libro #1)

LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2)

CALLEJÓN SIN SALIDA (Libro #3)

SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE

SI ELLA SUPIERA (Libro #1)

SI ELLA VIERA (Libro #2)

SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE

VIGILANDO (Libro #1)

ESPERANDO (Libro #2)

ATRAYENDO (Libro #3)

TOMANDO (Libro #4)

SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE

UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)

UNA VEZ TOMADO (Libro #2)

UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)

UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)

UNA VEZ CAZADO (Libro #5)

UNA VEZ CONSUMIDO (Libro #6)

UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7)

UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8)

UNA VEZ ACECHADO (Libro #9)

UNA VEZ PERDIDO (Libro #10)

UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11)

UNA VEZ ATADO (Libro #12)

UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13)

UNA VEZ LATENTE (Libro #14)

SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE

ANTES DE QUE ASESINE (Libro #1)

ANTES DE QUE VEA (Libro #2)

ANTES DE QUE DESEE (Libro #3)

ANTES DE QUE ARREBATE (Libro #4)

ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5)

ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6)

ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7)

ANTES DE QUE CACE (Libro #8)

ANTES DE QUE SE APROVECHE (Libro #9)

ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10)

ANTES DE QUE SE DESCUIDE (Libro #11)

SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK

UNA RAZÓN PARA MATAR (Libro #1)

UNA RAZÓN PARA HUIR (Libro #2)

UNA RAZÓN PARA ESCONDERSE (Libro #3)

UNA RAZÓN PARA TEMER (Libro #4)

UNA RAZÓN PARA RESCATAR (Libro #5)

UNA RAZÓN PARA ATERRARSE (Libro #6)

SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE

UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1)

UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2)

UN RASTRO DE VICIO (Libro #3)

UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4)

UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5)

CONTENIDO

PRÓLOGO

CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO DOS

CAPÍTULO TRES

CAPÍTULO CUATRO

CAPÍTULO CINCO

CAPÍTULO SEIS

CAPÍTULO SIETE

CAPÍTULO OCHO

CAPÍTULO NUEVE

CAPÍTULO DIEZ

CAPÍTULO ONCE

CAPÍTULO DOCE

CAPÍTULO TRECE

CAPÍTULO CATORCE

CAPÍTULO QUINCE

CAPÍTULO DIECISÉIS

CAPÍTULO DIECISIETE

CAPÍTULO DIECIOCHO

CAPÍTULO DIECINUEVE

CAPÍTULO VEINTE

CAPÍTULO VEINTIUNO

CAPÍTULO VEINTIDÓS

CAPÍTULO VEINTITRÉS

CAPÍTULO VEINTICUATRO

CAPÍTULO VEINTICINCO

CAPÍTULO VEINTISÉIS

CAPÍTULO VEINTISIETE

CAPÍTULO VEINTIOCHO

CAPÍTULO VEINTINUEVE

CAPÍTULO TREINTA

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

CAPÍTULO TREINTA Y DOS

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

PRÓLOGO

Hope Nelson miró la tienda por última vez mientras se preparaba para cerrarla. Estaba cansada, y había sido un día largo y lento. Era más de medianoche, y ella había estado aquí desde temprano en la mañana.

Estaba sola porque había enviado a sus empleados refunfuñones a casa temprano. A ninguno le gustaba trabajar hasta tarde los sábados por la noche. Durante la semana, la tienda siempre cerraba a las 5:00, lo que era más del agrado de todos.

No es que simpatizaba mucho con los empleados, ya que ella trabajaba más que nadie.

Y eso era porque Mason y ella eran los dueños de la tienda. No era un secreto para Hope que los habitantes locales los resentían por ser las personas más ricas del pueblito de mala muerte de Dighton.

Y ella también los resentía a ellos.

Su lema personal era…

Dinero es responsabilidad.

Ella se tomaba sus deberes muy en serio, así como Mason, quien era el alcalde del pueblo. No solían irse de vacaciones ni tomarse días libres. Al contrario, a veces Hope sentía que a los lugareños no les importaba nada.

Mientras miraba la mercancía bien ordenada, el hardware y equipamientos electrónicos, los piensos, semillas y fertilizantes, pensó como siempre solía hacerlo: «Dighton no duraría ni un día sin nosotros.»

De hecho, suponía que eso podría ser cierto de todo el condado.

A veces soñaba en ambos haciendo sus maletas y yéndose, solo para probarlo.

«Se lo merecen», pensó antes de apagar las luces con un suspiro consternado.

A lo que se acercó a la puerta para activar el sistema de alarma antes de salir, vio una figura al otro lado. Era un hombre que estaba bajo la farola de la acera, a unos nueve metros de distancia.

Parecía estar mirándola directamente a los ojos.

Se sorprendió al ver que su cara estaba llena de cicatrices, ya sea de nacimiento o resultado de algún terrible accidente. Llevaba una camiseta, así que podía ver que sus manos y brazos también estaban desfigurados.

«Debe ser difícil para él vivir así», pensó.

Pero ¿qué estaba haciendo allí tan tarde un sábado por la noche? ¿Había entrado en la tienda antes? Si es así, uno de sus empleados debió haberlo ayudado. Ciertamente no esperaba verlo ni a él ni a nadie después del cierre.

Pero allí estaba, mirándola y sonriendo.

¿Qué quería?

Fuera lo que fuera, significaba que Hope tendría que hablar con él personalmente. Eso le molestaba. Sería difícil pretender que no veía las cicatrices en su rostro.

Sintiéndose incómoda, Hope marcó el código de la alarma, salió y cerró la puerta con llave. El aire cálido de la noche se sentía bien después de todo un día de encierro en la tienda tragándose olores desagradables, sobre todo de los fertilizantes.

Cuando empezó a caminar hacia el hombre, forzó una sonrisa y dijo:

—Lo siento, pero ya cerramos.

El hombre se encogió de hombros y murmuró algo inaudible.

Hope contuvo un suspiro. Quería pedirle que hablara más fuerte. Pero temía decirle algo que se asemejara a una orden o incluso a una petición educada porque no quería herir sus sentimientos.

Su sonrisa se ensanchó mientras Hope caminaba hacia él. El hombre volvió a decir algo que no pudo oír.

Hope se detuvo a unos metros de él y dijo: —Disculpe, pero ya cerramos.

El hombre murmuró algo inaudible. Ella negó con la cabeza para indicar que no podía oírlo.

El hombre habló solo un poco más fuerte, y esta vez pudo distinguir las palabras: —Tengo un pequeño problema con algo.

—¿Qué pasa? —preguntó Hope.

El hombre murmuró otra cosa inaudible.

«Tal vez quiere devolver algo que compró hoy», pensó.

Lo último que quería hacer en este momento era abrir la puerta y desactivar el sistema de alarma solo para devolverle su dinero.

Hope dijo: —Si quiere devolver algo, me temo que tendrá que volver mañana.

El hombre desfigurado dijo entre dientes: —No, pero…

Luego se encogió de hombros, aún con la sonrisa en su rostro. A Hope le resultaba difícil mantener el contacto visual con él. Mirarlo directamente a la cara era difícil. Y, de alguna manera, sentía que él lo sabía.

A juzgar por su sonrisa, tal vez incluso lo disfrutaba.

Escalofríos recorrieron todo su cuerpo ante la idea de que disfrutaba de la incomodidad que provocaba en las personas.

Luego dijo un poco más fuerte y claro: —Ven a ver.

El hombre señaló hacia su vieja ranchera, la cual estaba estacionada en la acera a poca distancia. Luego se volvió y comenzó a caminar hacia la ranchera. Hope no se movió. No quería seguirlo, y no estaba segura de por qué debería molestarse en hacerlo…

«Sea lo que sea, sin duda puede esperar hasta mañana», pensó.

Pero no se atrevía a darse la vuelta e irse. Una vez más, temía parecer grosera.

Por esa razón, comenzó a caminar hacia la parte trasera de la ranchera. Cuando el hombre abrió la tapa de la plataforma, Hope vio un montón de alambre de púas.

De pronto, el hombre la agarró por detrás y colocó un trapo mojado sobre su boca y nariz.

Hope pateó y trató de soltarse, pero él era más alto y más fuerte que ella.

Ni siquiera podía gritar por el trapo que tenía sobre su boca. Estaba empapando de un líquido espeso que olía y sabía dulce.

Luego, una sensación extraña comenzó a invadirla.

Sentía vértigo y euforia, como si se hubiera drogado.

Durante unos segundos, esa euforia le impidió comprender que estaba en grave peligro. Luego trató de luchar, pero sus extremidades estaban muy débiles y parecían de goma.

Sea lo que fuere lo que el hombre estaba tratando de hacer con ella, no podía luchar.

Sintió al hombre levantándola y tirándola en la parte trasera de su ranchera, en medio de la maraña de alambre de púas. El hombre no le quitó el trapo de la cara, y ella no pudo evitar respirar los gases.

Hope Nelson apenas sentía los dolores punzantes por todo su cuerpo mientras perdió el conocimiento.

CAPÍTULO UNO

Mientras preparaba dos bisteques, Riley Sweeney volvió a pensar: «Quiero que esta noche sea especial.»

Ella y su prometido, Ryan Paige, habían estado demasiado ocupados últimamente. El programa agotador de prácticas del FBI de Riley y el nuevo trabajo de Ryan como abogado de nivel inicial en un bufete de abogados tomaba todo su tiempo y energía. Ryan hasta había tenido que trabajar hoy sábado.

Aunque Riley había cumplido 22 años hace casi dos semanas, simplemente no había habido tiempo para celebrar. Ryan le había comprado un collar bonito, pero Riley no disfrutó ni de un pastel ni de una cena especial. Esperaba que la cena especial de esta noche compensara por ello.

Además, esta probablemente era la última oportunidad que tendrían de pasar tiempo juntos. Riley había completado sus prácticas ayer, y mañana tenía que partir a la Academia del FBI en Quantico, Virginia. Ryan se quedaría aquí en Washington, D.C. Aunque solo estarían a una hora de distancia, los dos estarían trabajando muy duro. No sabía cuándo volverían a tener tiempo para compartir.

Siguiendo una receta detallada, Riley terminó de marinar los bisteques con sal, pimienta, cebolla en polvo, mostaza molida, orégano y tomillo. Luego se quedó mirando su obra. Había preparado una ensalada y cortado champiñones en rodajas para asarlos con los bisteques y ya había metido dos papas al horno. En el refrigerador, había una tarta de queso que había comprado para el postre.

Había arreglado la pequeña mesa de cocina, hasta llenando un jarrón con flores que había comprado junto con el resto de los comestibles. Una botella de vino tinto barato pero muy rico estaba esperando por ellos.

Riley miró su reloj. Ryan ya debía haber llegado, y ella esperaba que no tardara mucho tiempo más. Quería terminar de asar los bisteques mientras hablaban para que no se enfriaran.

Entretanto, no se le ocurría nada más por hacer. Había pasado toda el día lavando ropa, limpiando su pequeño apartamento, haciendo compras y preparando comida, tareas domésticas que rara vez había tenido tiempo para hacer desde que ella y Ryan se mudaron juntos a principios de verano. Le agradaba la cotidianidad de dichas tareas.

Aun así, no pudo evitar preguntarse: «¿Así será la vida matrimonial?»

Si lograba su objetivo de convertirse en agente del FBI, ¿podría tomarse el tiempo para asegurarse de que Ryan encontrara todo lindo y ordenado cada vez que llegara del trabajo? No parecía probable.

A Riley le resultaba difícil visualizar ese futuro, o cualquier futuro en específico.

Se dejó caer en el sofá. A lo que cerró los ojos, se dio cuenta de que estaba muy cansada.

«Lo que ambos necesitamos son unas vacaciones», pensó.

Pero sabía que no podrían irse de vacaciones en mucho tiempo.

Sintiéndose un poco somnolienta, recordó algo justo cuando estaba a punto de quedarse dormida…

Estaba atada de pies y manos por un loco que llevaba un disfraz y maquillaje de payaso.

El hombre sostuvo un espejo en su rostro y dijo: —Estás lista. ¡Mírate!

Vio que la había maquillado para parecer un payaso.

Se horrorizó al ver que estaba sosteniendo una jeringa frente a ella. Sabía que si le inyectaba su contenido mortal, moriría de terror…

Los ojos de Riley se abrieron de golpe y ella comenzó a estremecerse.

Hace dos meses, había estado a punto de morir a manos del famoso «Asesino de Payasos». Aún revivía su terrible experiencia a veces.

Mientras trataba de olvidar, oyó que alguien se acercaba por las escaleras del edificio de apartamentos al pasillo del sótano.

«¡Ryan llegó a casa!», pensó.

Se levantó del sofá y verificó el horno para asegurarse de que estaba a temperatura máxima. Luego apagó las luces del apartamento y encendió las velas que había puesto sobre la mesa. Finalmente, se acercó a la puerta y encontró a Ryan abriéndola.

Riley le echó los brazos al cuello y le dio un beso. Pero él no le regresó el beso, y ella sintió su cuerpo hundiéndose de agotamiento.

Miró el apartamento iluminado con velas y espetó: —Riley, ¿qué demonios es esto?

Riley se sintió terrible.

Ella dijo: —Preparé la cena.

Ryan entró, bajó su maletín y se dejó caer sobre el sofá.

—No debiste haberte molestado —dijo—. Hoy fue un día de mierda. Y no tengo mucha hambre.

Riley se sentó a su lado, le frotó los hombros y le dijo: —Pero todo está prácticamente listo. ¿Ni siquiera te provoca un bistec?

—¿Bistec? —preguntó Ryan sorprendido—. ¿Nos lo podemos permitir?

Riley ahogó una oleada de irritación y no respondió. Ella manejaba las finanzas del hogar, así que sabía muy bien lo que podían y no podían permitirse.

Aparentemente percibiendo el desánimo de Riley, Ryan dijo: —Sí, me provoca un bistec. Dame unos minutos para lavarme las manos.

Ryan se levantó y se dirigió al baño. Riley volvió rápidamente a la cocina, sacó las papas del horno y terminó de asar los bisteques.

Ryan estaba sentado en la mesa para cuando Riley volvió con ambos platos. Vio que había servido vino para ambos.

—Gracias, todo esto es muy agradable. —Mientras cortaba su bistec, añadió—: Me temo que traje un poco de trabajo a casa. Tendré que terminarlo a lo que terminemos de comer.

Riley contuvo un suspiro de desilusión. Esperaba que su cena terminara de forma más romántica.

Ella y Ryan comieron en silencio durante unos momentos. Luego Ryan comenzó a quejarse de su día: —Los abogados de nivel inicial somos esclavos. Tenemos que hacer todo el trabajo pesado para los socios: investigar, preparar alegatos, asegurarnos de que todo esté listo para los tribunales. Y trabajamos mucho más que los socios. Todo el trabajo parece novatadas de fraternidad, excepto que nunca se detiene.

—Todo mejorará —dijo Riley, antes de forzar una risa y añadir—: Algún día tú serás socio. Y tendrás a muchos abogados de nivel inicial que solo se quejarán de ti.

Aunque Ryan no se rio, Riley no podía culparlo. Ahora que lo pensaba, parecía un chiste patético.

Ryan siguió quejándose durante toda la cena, y Riley no sabía si se sentía más herida o enojada. ¿No apreciaba lo mucho que se había esforzado para que esta noche fuera perfecta?

¿Y no entendía lo mucho que sus vidas estaban a punto de cambiar?

Cuando Ryan se quedó callado durante unos momentos, Riley dijo: —Mira, mañana habrá una reunión en el edificio del FBI para celebrar el fin de las prácticas. ¿Podrás venir?

—Me temo que no, Riley. También tengo que trabajar mañana.

Riley se quedó sin aliento y dijo: —Pero mañana es domingo.

Ryan se encogió de hombros y dijo: —Sí, bueno, es como dije, trabajamos como esclavos.

Riley dijo: —Mira, es solo un rato. El subdirector y nuestro supervisor de entrenamiento querrán decir unas palabras. Y luego habrá algunos aperitivos y…

Ryan interrumpió: —Riley, lo siento.

—Pero mañana me voy a Quantico, justo después de la reunión. Me llevaré mi maleta conmigo. Pensé que me llevarías a la estación de autobuses.

—No puedo —dijo Ryan bruscamente—. Tendrás que buscar otra forma de llegar allí.

Ambos comieron en silencio durante unos momentos.

Riley se esforzó por comprender lo que sucedía. ¿Por qué Ryan no podía acompañarla mañana? Solo tomaría unas horas de su día. En ese momento entendió algo…

—Aún no quieres que vaya a Quantico.

Ryan soltó un gemido de disgusto y dijo: —Riley, no quiero volver a hablar del tema.

Riley sintió su rostro enrojecerse de ira y luego dijo: —Bueno, es ahora o nunca, ¿no?

Ryan dijo: —Ya tomaste tu decisión. Supuse que era definitiva.

Los ojos de Riley se abrieron de par en par.

—¿Mi decisión? —dijo—. Creía que era nuestra decisión.

Ryan suspiró y dijo: —No voy a hablar de esto. Solo terminemos de comer, ¿de acuerdo?

Riley se lo quedó mirando mientras comía.

En ese momento, se preguntó: «¿Ryan tiene razón? ¿Lo obligué a aceptar mi partida?»

Ella pensó en sus conversaciones, tratando de recordar. Recordó lo orgulloso que Ryan había estado de ella cuando detuvo al Asesino de Payasos:

—Salvaste la vida de al menos una mujer. Como resolviste el caso, quizá salvaste la vida de otras mujeres. Es una locura. Creo que tal vez estás loca. Pero también eres una heroína.

En ese momento, ella había creído que eso era lo que quería, que siguiera una carrera con el FBI, que siguiera siendo una heroína.

Pero ahora que lo pensaba, Riley no recordaba a Ryan diciendo exactamente esas palabras. Ryan nunca le había dicho que quería que fuera a la Academia para seguir sus sueños.

Riley respiró profundo varias veces y pensó: «Necesitamos discutir esto con calma.»

Finalmente dijo: —Ryan, ¿qué quieres para nosotros?

Ryan inclinó la cabeza y se le quedó mirando.

—¿De verdad quieres saberlo? —preguntó.

Aunque Riley sintió un nudo en la garganta, le respondió: —Quiero saberlo. Dime qué es lo que quieres.

Ryan parecía herido. Riley se encontró temiendo lo que iba a decir.

Ryan finalmente dijo: —Solo quiero una familia.

Luego se encogió de hombros y comió otro bocado de bistec.

Sintiéndose un poco aliviada, Riley dijo: —Yo también quiero eso.

—¿Sí? —preguntó Ryan.

—Claro que sí. Sabes que sí.

Ryan negó con la cabeza y dijo: —No, creo que ni siquiera tú sabes lo que quieres.

Esas palabras fueron como una cachetada para Riley. Por un momento, simplemente no supo qué decir.

Luego dijo: —¿No crees que pueda tener una carrera y una familia al mismo tiempo?

—Claro que sí —dijo Ryan—. Muchas mujeres lo hacen hoy en día. Se llama ‘tenerlo todo’. Es difícil y requiere de una planificación y muchos sacrificios, pero se puede hacer. Y me encantaría ayudarte a lograrlo. Pero…

Su voz se quebró.

—Pero ¿qué? —preguntó Riley.

Ryan respiró profundo y luego dijo: —Tal vez sería diferente si quisieras ser abogada, como yo. O médico o psiquiatra. O agente de bienes raíces. O abrir tu propio negocio. O convertirte en profesora universitaria. Entendería eso. Podría lidiar con eso. Pero ¡estarás en Quantico durante 18 semanas! ¿Cuántas veces nos veremos durante todo ese tiempo? ¿Crees que una relación puede sobrevivir tanto tiempo de separación? Además… —Sostuvo la mirada de Riley por un momento y luego dijo—: Riley, has estado a punto de ser asesinada dos veces desde que te conozco.

Riley tragó grueso.

Él tenía razón, por supuesto. Su más reciente roce con la muerte había sido a manos del Asesino de Payasos. Antes de eso, durante su último semestre en la universidad, casi había sido asesinada por un profesor psicópata que todavía aguardaba juicio por el asesinato de dos alumnas, sus amigas.

Riley había logrado ser admitida a las pasantías del FBI por haber ayudado a resolver el caso, y el asesinato de sus amigas era una de las razones principales por las que quería convertirse en agente del FBI.

Con voz entrecortada, Riley dijo: —¿Quieres que renuncie? ¿Quieres que no vaya a Quantico mañana?

Ryan dijo: —Lo que yo quiero no importa.

Riley tenía muchas ganas de llorar.

—Sí, sí importa, Ryan —dijo Riley—. Importa mucho.

Ryan se la quedó mirando por mucho tiempo.

Luego dijo: —Supongo que sí, que sí quiero que renuncies. Sé que todo te parece emocionante. Ha sido una gran aventura para ti. Pero es hora de que ambos sentemos cabeza. Es hora de seguir adelante con nuestra vida real.

Riley de repente sintió que esto tenía que ser una pesadilla de la cual no podía despertar.

«¡Nuestra vida real!», pensó.

¿Qué significaba eso?

¿Y qué decía sobre ella el hecho de que no sabía lo que significaba?

Solo sabía una cosa con certeza, que él no quería que fuera a Quantico.

Luego Ryan dijo: —Mira, puedes trabajar en cualquier cosa aquí en DC. Y tienes un montón de tiempo para pensar en lo que quieres hacer a largo plazo. Entretanto, no importa si ganas mucho dinero o no. No gano mucho en el bufete, pero estamos sobreviviendo, y eventualmente ganaré bastante dinero.

Ryan se metió otro bocado en la boca, pareciendo extrañamente aliviado, como si ya hubieran arreglado todo.

Pero sentía que no habían arreglado nada. Riley había pasado todo el verano soñando con la Academia del FBI. No podía renunciar a eso ahora.

«No —pensó—. No puedo hacer eso.»

Ahora se sentía muy enojada.

Con voz tensa, dijo: —Lamento que te sientas así. No voy a cambiar de parecer. Me voy a Quantico mañana.

Ryan la miró como si no pudiera creer lo que estaba oyendo.

Riley se levantó de la mesa y dijo: —Disfruta el resto de la comida. Hay pastel de queso en el refrigerador. Estoy cansada. Me ducharé y luego me iré a la cama.

Antes de que Ryan pudiera responder, Riley corrió al baño. Lloró durante unos minutos y luego se duchó por un largo raro. Cuando se puso la bata de baño y volvió a salir del baño, vio a Ryan sentado en la cocina. Había recogido la mesa y estaba trabajando en su computadora. Ni siquiera levantó la mirada.

Riley entró en el dormitorio, se metió en la cama y empezó a llorar de nuevo.

Mientras se limpiaba los ojos y se sonaba la nariz, se preguntó: «¿Por qué estoy tan enojada? ¿Ryan está equivocado? ¿Nada de esto es su culpa?»

No podía pensar con claridad. Y en ese momento comenzó a recordar algo terrible… cuando despertó en la cama con un dolor agudo y se dio cuenta de que estaba empapada de sangre… cuando tuvo el aborto espontáneo.

Ella se preguntó si esa era una de las razones por las que Ryan no quería que se convirtiera en agente del FBI. El caso del Asesino de Payasos la había estresado mucho. Pero el médico en el hospital le había asegurado que el estrés no había causado su aborto involuntario.

En su lugar, le había dicho que había sido causado por «anomalías cromosómicas».

Ahora que Riley lo volvía a pensar, esa palabra, «anomalías», la perturbaba.

Se preguntó si ella era una anormal después de todo.

¿Era incapaz de tener una relación duradera y mucho menos una familia?

A lo que se quedó dormida, se sintió como si solo sabía una cosa con certeza… que se iba a Quantico mañana.

€2,71
Altersbeschränkung:
16+
Veröffentlichungsdatum auf Litres:
10 Oktober 2019
Umfang:
221 S. 3 Illustrationen
ISBN:
9781640299658
Download-Format:
Dritte Buch in der Serie "Las Vivencias de Riley Paige"
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