Encontrar el sentido al duelo

Text
Aus der Reihe: Shortbooks #4
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Encontrar el sentido al duelo
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa

Encontrar el sentido al duelo

Anji Carmelo

ENCONTRAR EL SENTIDO AL DUELO

Charlas a los grupos de Duelo


1ª Edición: mayo 2021

© 2021 – Anji Carmelo

Portada: Mica di Julio

Maquetación: Verònika Plainer

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de cárcel y/o multa, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, por los quién reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin autorización.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra».

© Tarannà edicions

e.mail: info@taranna.es

http://www.taranna.es

Depósito legal: B 8170-2021

ISBN formato libro: 9788412332230

ISBN formato ebook: 9788412332247

Índice

Nota del editor

Del llanto al amor – la muerte de un hijo

El Destino

De la Justicia al Amor

¿Por qué creer?

Encontrar el sentido a mi vida

Verano

Del vacío al encuentro

La autora

Grupos de intervención en duelo (orientativo)

Otras obras publicadas en esta colección

Nota del editor

Desde hace más de 20 años, Anji Carmelo dirige y participa activamente en diversos foros relacionados con el duelo, habiendo impartido numerosas conferencias y charlas, tanto en congresos como a grupos de duelo.

Hemos hecho una selección, que iremos publicando en esta colección, y cuya finalidad, en palabras de la autora es: “Aportar una visión más, otros acercamientos al dolor y ese nacimiento que os espera a un paso de vuestra esperanza. Espero que os ayuden a comprender las luces y sombras de vuestro paisaje interno. En eso estamos, comprender para seguir haciendo camino. Yo sigo aquí intentando aportar nuevas perspectivas para que cada vez tengáis más herramientas que os apoyen y ayuden”.

En este primer volumen, publicamos las que realizó en el centro AVES de Barcelona, los años 2006 y 2007.

Esperamos sirvan de complemento a la lectura de las obras publicadas de la autora.

Del llanto al amor – la muerte de un hijo

Todos hemos superado muchas muertes, en este camino tan primordial y significativo de hacerse persona. Pero, cuando podemos superar nuestra propia muerte sin tener que morir, damos un paso agigantado hacia la VIDA. Casi siempre el proceso de duelo permite eso.

Mi principal trabajo es ayudar para transformar la muerte, la propia, la de un ser querido y esas otras muertes. Cada vez que perdemos algo morimos a muchas cosas, áreas nuestras que siguen contando con y dependiendo de esa persona o esa situación o ese trabajo... futuros que se desmoronan de un segundo a otro, incluso capacidades que desaparecen, a veces… incomprensible-mente.

He escrito tres libros para aliviar, apoyar y acompañar el duelo. Primero Déjame Llorar que nació de la necesidad que tenemos para comprender lo que nos está pasando, saber que no somos los únicos y constatar que no nos estamos volviendo locos. Luego Camino de Héroes, ya que tenía que destacar esa cualidad, tan necesaria para vencer cualquier trance realmente duro… la valentía. Y en abril del 2006, nació Estás en mi Corazón. Saber que esa persona está en nuestro corazón, viene de una capacidad o valor y que yo llamo esperanza. Esperanza es sembrar y saber que la cosecha es inmediata, y saber que estamos cosechando a diario, el paso de nuestro ser querido por nuestras vidas. No tenemos que esperar los frutos, somos el fruto primordial. Lo único que tenemos que hacer, para darnos cuenta de esta gran verdad, es intentar imaginar lo que hoy seríamos sin su presencia, su ejemplo, su influencia. Me imagino que la gran mayoría no nos reconoceríamos.

Así es el Amor, transforma. Y cuando queremos a alguien y nos dejamos querer, la transformación es tan importante, que jamás lo habríamos podido imaginar. Ese amor nos aporta tanto, que ahora lo único que nos está pidiendo, es que no nos paremos, que su paso por nuestras vidas, no haya sido en vano, que no sólo sirva para hacernos sufrir ahora, sino que sirva para sembrar esperanza y ganas de seguir adelante en todo lo que hacemos, ya que los reencuentros son constantes y el nuestro es a diario.

Al principio con mucho dolor… pero llegará el momento en que ese dolor será apaciguado por una gran verdad: Llevamos a ese ser tan valorado no sólo en nuestro corazón, sino en todos y cada uno de nuestros actos, sentimientos y pensamientos. Está con nosotros, forma parte esencial de quien somos y el amor que somos es, porque ya nunca más lo vamos a perder.

Tenemos que reconocer esta transformación para darle vida, y para que el gran cambio que supuso en nuestras vidas, dé más fruto aún de lo que podemos imaginar. Tenemos que reconocerlo, ya que sólo reconociendo lo evidente, vamos a poder ir más allá, y con su existencia incorporada a nuestras vidas, empezar a hacer nueva vida.

Hoy estamos aquí para comprender lo que nos está pasando y para comprendernos. El título de esta conferencia Del Llanto al Amor, nos indica un proceso, un viaje, que nos lleva del dolor mayor hasta el sentimiento máximo que puede albergar el ser humano y sobre todo un ser humano que siente. Este proceso tiene un nombre altamente descriptivo, y aunque también se conoce por luto preferimos duelo porque viene de dolor, ya que, si algo marca el periodo que lo engloba, es el dolor en todas sus manifestaciones. Es una vivencia que abarca mucho, porque podríamos decir que, aunque hoy lo vamos a tratar desde la perspectiva de la muerte de un ser querido, y en especial la muerte de un hijo, también existen otros duelos, que cada vez más alcanzan y desmontan muchas vidas.

Estos duelos, aunque no identificados como tales, suelen ocurrir en torno a otras pérdidas y cambios constantes, que son cada vez más comunes en los tiempos que estamos viviendo. Entre ellos están las pérdidas de salud, debidas a enfermedades crónicas o terminales, permanentes o temporales. Es un tema que cada vez más está desmontando vidas y hogares y cambiando el panorama social y laboral de la vida hoy. Digo esto, para resaltar que, aunque no nos demos cuenta de ello, ya tenemos una cierta familiaridad con la pérdida y el duelo. Pero, la pérdida a través de la muerte, con su condición de definitivo y contundente, necesita una atención especial.

El ser humano es un ser doliente por principio. Tenemos el cuerpo físico y el cuerpo físico duele… si nos pinchamos o nos cortamos o nos caemos o nos pegan, no vamos a poder evitar doler. Pero no solo nos duele el físico, sino que también, nos duele sentir y pensándolo bien… descubrimos que en según qué circunstancias, incluso nos duele pensar.

Este estado de dolor, es el estado normal, de una persona que ha perdido a su ser querido, y es el estado continuado de las primeras fases de ese periodo que llamamos duelo, y que yo defino como “todo el tiempo y el espacio que se va a necesitar para llorar y transformar la pérdida del ser querido”.

Entonces, el duelo con todo lo que conlleva, se convierte en la vida de esa persona, que de pronto se encuentra en un estado de emergencia y sufrimiento. Lo único que tiene seguro, es que va a tener que dedicar su tiempo, viviendo lo que no parece tener una duración específica, aunque distintas culturas han establecido el año para su desarrollo “normal”. Un año porque es el tiempo específico, en el que se van a poder vivir todas las fechas destacadas e importantes por primera vez, sin la presencia de ese ser tan querido y tan necesario, que además daba significado a esas fechas. Un año para integrar dos verdades, que esa persona ya no está físicamente con nosotros y que el transcurrir de nuestras vidas ahora va a tener que prescindir de lo imprescindible.

Visto así, el año no sólo puede ser insuficiente, sino que tampoco tiene sentido, porque vivir esa ausencia no es algo que se supera simplemente pasándolo. Existen otros factores: entre ellos el hecho de que nuestra salud mental, emocional y física, dependerá de cuanto desasosiego, alteración y sufrimiento existe debido a la falta de esa persona; y cuantos recursos están faltando para aguantar, superar y transformar ese estado de descoloque y necesidad.

Entonces nos damos cuenta que lo del año es muy relativo. Y si realmente nos cono-cemos y reconocemos lo que nos está pasando sabremos que ubicar nuestra carencia y nuestro dolor dentro de un tiempo medido de antemano, es imposible.

 

Lo que sí es cierto, es que la expresión común de mucho de ese tiempo será el llanto. De allí la necesidad de comprender, que llorar no es de débiles ni de cobardes ni que tampoco hace daño, como ignoran muchas personas que acompañan y que piden y aconsejan con sus mejores intenciones, que se deje de llorar. Todo lo contrario, y a través de mi primer libro Déjame Llorar, reivindico esta gran necesidad, que también es una herramienta muy útil para desbloquear el malestar, que la no expresión del dolor, muchas veces puede causar.

Pero, así como es necesario, no va a ser fácil y mucho menos al principio cuando, para algunos, llorar aún es imposible. Al principio, existe una defensa del propio sistema que nos puede mantener en un estado de shock, sin que podamos reaccionar, hasta que seamos capaces de integrar lo que ha pasado de una forma más pausada para que no nos aniquile.

La pérdida de un ser querido es tan importante, que su magnitud y alcance es imposible de asumir de golpe. El resultado suele ser un estado alejado de la realidad, en el que lo que ha pasado, no hace todo el daño que correspondería. Esto permite vivirlo, desde una distancia y acolchonamiento que temporalmente protege del demasiado sentir.

Cuando de alguna manera hemos podido reunir las fuerzas para poder con el golpe, el dolor es tan inmenso que entramos en un estado de implosión total. Todas las emociones y los pensamientos, habidos y por haber, empezarán a avasallarnos: la rabia, los miedos, la tristeza, el vacío, sentimientos de abandono y tristeza. Todos agolpados, sin dejar espacio para ese respiro que tanto necesitamos. Es un estado de emergencia, en el la totalidad de nuestro ser está batallando para sobrevivir. Esta ebullición interna, puede intermitentemente compartir espacio con explosiones hacia el exterior y una gran depresión.

Llorar entonces será necesidad y consuelo, y a veces la única acción, que va a expresar mucho de lo que significa la pérdida.

Cuando esa persona, que posiblemente era nuestra fuente máxima de nutrición y energía, deja de estar a nuestro lado de una forma física, el primer e inmediato efecto, será un bajón energético, con todo lo que eso conlleva. No vamos a tener fuerzas, hasta tal punto que incluso levantarnos de la cama, va a ser una proeza más que heroica. En esos primeros momentos de tristeza total, vamos a tener que sacar fuerzas de donde ni sabíamos que teníamos. Es normal, ya que como dije antes, falta nuestra fuente primordial de nutrición. Posiblemente también estemos comiendo mal o no comiendo, durmiendo mal o no durmiendo. En esta etapa es necesario cuidarnos, pero tampoco queremos ni podemos. Es un estado de debilidad que suele traducirse en un decaimiento demasiado fuerte.

Poco a poco, menos mal, empezamos a salir de ese estado de “oruga” y empezamos a construir parapetos y defensas para mantener alejado el demasiado sentir. Este cambio puede hacer su aparición a través de pequeños resquicios, respiros que nos regalan con unos momentos de paz y de esperanza. Tenemos que cogerlos y aprovecharnos, ya que falta mucho camino, y la construcción de la crisálida va a tener que hacerse para que en algún momento futuro, podamos dejar de sufrir. Dejar de sufrir será una condición indispensable, para darnos cuenta, que no todo ha acabado y que nuestro futuro va a llegar a través del amor que había, y que ahora está más fuerte que nunca entre nuestro ser querido y nosotros. Esa “crisálida” que necesitamos construir, con mucho trabajo duro y muchos esfuerzos, va a ser el espacio sagrado, en donde nuestro amor se irá fortaleciendo, hasta que, en un momento, podrá dar nacimiento a la “mariposa”. Esa que de pronto intuimos que necesitamos ser, para seguir compartiendo con nuestro ser querido, ya simbólicamente a través del vuelo y no a través de la inmovilidad que nos mantenía anclados a la tierra.

¿Qué alcance y significado práctico puede tener la definición del duelo?: todo el tiempo y el espacio que vamos a necesitar para transformar el dolor de la pérdida de aquello que más necesitábamos, queríamos y que, por supuesto seguimos queriendo, ¿quizás ahora más que nunca?

Parte de este significado se refiere a finales, a realidades que ya no pueden ser, a pérdidas, a ausencia. Cuando estamos en duelo, estamos significando las áreas de nuestras vidas, que han dejado de pertenecer a nuestro día a día. El duelo tiene como centro lo que no está, ya que para los que hemos tenido esa gran pérdida, lo único que parece quedarnos es un gran vacío.

Hoy para algunos de vosotros, estar aquí significará un intento más, para apartar de vuestra vista el agujero negro en el que se ha convertido vuestra vida, y así encontrar un alivio, un pequeño respiro, algo en lo que poder asiros para no ser engullidos por la nada. Y aunque suene tremendamente dramático, es así porque para los que en estos momentos estáis viviendo esa oscuridad, jamás, podréis expresar en palabras lo que vuestra pérdida realmente está representando.

Vuestra tarea no es una tarea fácil. Para aquellos que necesitáis dar algún paso que os acerque a vuestra capacidad para seguir haciendo camino, aparentemente os quedan muy pocas herramientas para intentarlo. Algunos incluso diríais que nada y estaríamos de acuerdo. Falta todo, todo lo que había sido, y hasta que podamos significar ese hecho, difícilmente podremos reconocer lo que ahora tenemos.

Quizás empezáis a vislumbrar que el vacío no es total y que existen nuevas formas de hacer vida y quizás, algunos de vosotros rechacéis lo que estáis encontrando. Muchos hemos pasado por esto y realmente es así… no nos servía, por mucho que intentaban hacernos ver todo lo que seguíamos teniendo… no nos servía. La realidad es que queremos lo que más necesitamos… y eso de pronto ya no está a nuestro alcance, por lo menos no de forma física.

Entonces, ¿cómo empezar?

Vamos a tener que repoblar el vacío, al igual que repoblamos cada día, hora, minuto y segundo de nuestras vidas, y lo que está claro es, que no vamos a poder hacerlo con lo que no está. Y aunque esta realidad nos destroce con su crudeza, intuimos que vamos a tener que rehacernos y vamos a tener que hacerlo solos, literalmente partiendo de cero.

Pero cuando cambiamos el enfoque. Cuando dejamos de buscar fuera y empezamos a reconocer lo mucho que tenemos dentro, lentamente nos despegamos del desespero y empezamos a valorar.

La gran verdad que no queremos ver es que lo mismo que nos machacaba nos va a reconstruir. Aquello que ya no está con nosotros empieza a ser descubierto dentro de nosotros. E irónicamente, sólo el vacío que nos rodea va a destacar el lleno en nuestro interior… En nuestro interior hay vida, que hierve porque la persona que lo plantó sigue aún más viva que nunca, en nuestra mente, en nuestros sentimientos… en nuestra esencia.

Hace poco di una charla en Aves sobre el desapego. Un tema que tiene mala prensa, especialmente en personas que han tenido una pérdida. Esto sucede porque suele ser el consejo mayor que se recibe de familiares y amigos. “Desapégate.” o “Tienes que desapegarte.” Se dice con mucha facilidad por personas que no se identifican con ese apego y quieren ver a su amigo o familiar, mejor. Pero la persona que lo vive, no considera que esté viviendo apegada sino necesitada. Lo que quiero decir es que generalmente, lo que los demás interpretan como apego, suele ser tan importante como la vida misma para la persona que está viviendo esa necesidad primordial.

En esa reunión, una madre, que no había perdido a ningún hijo por muerte, pero que estaba sufriendo sus ausencias por otros motivos, comentó con todo respeto, que la muerte de un hijo debe de ser lo peor que existe para una madre… un padre, porque si cualquier separación, como en su caso la ida de sus hijos también hace estragos, que más una muerte.

Esta relación entre padres e hijos, tan especial e íntima, tan difícil de poner en palabras es lo que quiero compartir con vosotros hoy.

Mi forma de trabajar y sentir el duelo nunca me ha permitido calificar uno por encima de otro, ya que sé que la persona que está viviendo su pérdida, sea la que sea, considera que es lo peor que le ha pasado y que puede pasarle a nadie. Pero hoy, quiero destacar el duelo por un hijo, porque a lo largo de mi trabajo, aunque siempre he pedido que no hubiera comparaciones, la experiencia me ha permitido observar, que existen dos duelos que se viven con muchísima más dificultad, debido al tipo de pérdida y uno de ellos es la pérdida de un hijo, el otro es la pérdida de la pareja, especialmente en una edad ya avanzada, cuando toda la vida de esas dos personas, giraba en torno al otro.

Sie haben die kostenlose Leseprobe beendet. Möchten Sie mehr lesen?