Nandu

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Nandu

Cristian Correa Sunkel e Hijos

Amanda Correa Calderón

Colomba Correa Calderón

Borja Correa Calderón

Nandu

Cristian Correa Sunkel e Hijos

Amanda Correa Calderón

Colomba Correa Calderón

Borja Correa Calderón

© Cristian Correa Sunkel e Hijos

© Pehóe Ediciones

Primera edición, agosto de 2020

ISBN Edición digital: 978-956-9946-74-5

Ílustraciones: Ignacio Gana, Pintor y Escultor Chileno

Diagramación digital: ebooks Patagonia www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com

Le agradecemos que haya comprado una edición original de este libro. Al hacerlo, apoya al editor, estimulando la creatividad y permitiendo que más libros sean producidos y que estén al alcance de un público mayor. La reproducción total o parcial de este libro queda prohibida, salvo que se cuente con la autorización por escrito de los titulares de los derechos

Índice

Prólogo

Nandu

Prólogo

Siempre he tenido esa desagradable sensación de que me falta tiempo para hacer tal o cual cosa. Cuanto más pasa el tiempo se transforma en una especia de lucha interna por justificar con innumerables, y más que legítimas razones, por que no “me he dado el tiempo”. El tema ya pasa a niveles de angustia, cuando por algún descuido momentáneo, esas intenciones involucran un compromiso con otros, más aún si son con algún miembro de mi familia, señora, hijos, etc. Lo curioso es que cumplir, no solo con ellos, sino que conmigo mismo se traduce en una indescriptible sensación de logro. Cuando se construye algo en conjunto, es más potente aún, pasa a la memoria colectiva de una experiencia memorable e irrepetible, que trasciende y que nada ni nadie puede arrebatarte. Muchas veces en nuestras vidas nos cuesta encontrar espacios para darle cabida, tanto a cosas cotidianas como a nuestros más íntimos anhelos. Regalarnos un momento para disfrutar del tibio sol de invierno o para embarcarse en proyectos que nos desafíe y demande de nosotros tiempo y energía. Una paradoja, entendiendo que son cosas que nos motivan, que nos llenan de alegría y satisfacción.

Como la moneda tiene dos caras, son muchas las veces que el tiempo, los momentos, el espacio nos encuentran a nosotros. Una vez que te encuentra, se necesita esa chispa de motivación que nos empuje a dar el salto y tomar acción. Lo curioso que me di cuenta de que la acción genera motivación, al menos eso fue lo que nos sucedió a nosotros.

Fue así como nos encontró la cuarentena, con un proyecto entre las manos, para el cual “no habíamos tenido tiempo”. Seré honesto, no le había dado el espacio y tiempo para embarcarnos. Era el minuto, con la incertidumbre de lo que significaba una cuarentena, con Amanda, Colomba y Borja, (mis hijos de doce, ocho y siete años respectivamente) saltamos al vacío, nos arrojamos a una incursión literaria. Comenzó con una especie de taller creativo - literario, historias y personajes comenzaron a cobrar vida. Poco a poco nos fuimos involucrando en una aventura que no sabíamos cuando, ni como terminaría. Nos enamoramos de personajes, construimos sensaciones, olores, paisajes, hasta nos disgustamos con los malvados, de una historia que fuimos construyendo en conjunto. Las discusiones no estuvieron ajenas, la creatividad fluyó en cada uno de nosotros de manera incontenible, sin embargo, no siempre tomaba el mismo curso. Fue un viaje inolvidable en nuestro confinamiento. Un trabajo en equipo donde todos aportaron hasta llegar a puerto. Encontrarle un momento a nuestro proyecto ya no era tema. Fue nuestro cuento el que ocupó los espacios y tiempo, fue así como nació nuestro cuento de cuarentena.

Iku es un pueblo como cualquier otro, en medio de una tupida selva, rodeado por montañas, ríos y bosques impenetrables, de esos pueblos pequeños donde la vida es apacible y todo ocurre con tranquilidad. En Iku todos son amables, se conocen y colaboran unos con otros. Iku es de esos lugares donde se respira amabilidad en cada esquina, sus habitantes son cordiales y por sobre todo cuidadosos con su entorno y la naturaleza.

Samara, la hija de Omar y Jamila vivía en las afueras del pueblo. Omar su padre, se dedicaba a cultivar la tierra, principalmente especias para producir esencias, aceites, etc. Así como también condimentos para hacer curry y esas mágicas mixturas que hacen que las comidas queden tremendamente deliciosas. En el negocio de la familia Jamila era quien hacía las mezclas, tenía el don y la habilidad para elaborar los más deliciosos condimentos, colocar las medidas y combinaciones perfectas, logrando así las más ricas sazones de todo el pueblo de Iku.

Samara ayudaba a su mamá en el puesto de especias y condimentos de la familia en la feria que cada domingo se instalaba en la plaza principal del pueblo. Era una feria a la que todo el pueblo asistía, tanto para ofrecer sus productos como para comprar todo tipo de cosas.

Samara no solo ayuda a vender, sino que también a elaborar las mezclas para la feria, ella conoce muy bien cada planta, con los años aprendió el arte de mezclar. Cada vez que su madre mezclaba, ella atentamente observaba.

Cultivar era algo que requería mucho conocimiento y experiencia también, su padre era un experto en eso, su sensibilidad para saber qué necesitaba cada planta era única. Samara admiraba mucho a su padre por eso, por el cuidado que ponía en cada una. Lo acompañaba seguido a los cultivos, no solo para ayudarlo con el riego y otros cuidados, sino que también para disfrutar el paisaje y los aromas que las plantaciones producían. En las tardes le gustaba ir a un lugar llamado Terbenam, que es el lugar donde baja y se esconde el sol. Era un acantilado precioso desde donde se podía apreciar el valle de Iku, los bosques y las montañas. Era su lugar favorito. A aquel lugar siempre iba acompañada de su perro Rufo y su Ukelele. Ahí se sentía libre, en armonía con la naturaleza y viendo todo tipo de animales que escuchaban sus preciosas melodías.

Era sábado por la tarde y Samara ayudaba a su Mamá con las últimas preparaciones para la feria del domingo, mientras Rufo jugaba con los tarros vacíos.

- (Samara) Rufo!! ¡¡Deja eso tranquilo, no desordenes más perro travieso!!

- (Jamila) Aahh a pesar de lo desastroso me agrada que cada sábado nos acompañe en nuestras labores.

- (Samara)¡Si, es un travieso! pero siempre nos alegra el día.


Samara llenaba los frascos mientras Jamila los etiquetaba y los ordenaba en los distintos canastos en donde llevaban los productos a la feria. Preparar la feria requería mucho trabajo, muchos detalles de los que había que preocuparse. Arreglar los toldos del puesto, mesas, canastos, frascos con productos, etc. Una vez terminadas las labores Samara y Rufo se fueron a dormir para estar con energías al día siguiente.

Eran las 6:00 de la mañana, cuando de pronto Samara se despertó muy exaltada.

- (Samara) Qué fue ese sueño!!!

- (Rufo) Wouuu! Wouuu!

- (Samara) No sabes el sueño extraño que he tenido Rufo……Soñaba que se me acercaba un Cututrulu en Terbenam, revoloteaba alrededor mío, como si me quisiera decir algo, como si quisiera que lo siguiera, tenía la sensación que me estaba pidiendo ayuda, no sé, que lo salvara de algo creo…es muy raro ver un Cututrulu, y menos que se acerque tanto.

El cututrulu, es un ave muy particular, una especie de colibrí de color azul resplandeciente, de cola roja, y una cresta blanca y unos tonos violeta. Son aves polinizadoras, van tomando el néctar de las flores y polinizando otras, son parte fundamental de la cadena de propagación de la flora, dicen que tienen la capacidad de polinizar especies distintas y es así como nuevos tipos de flores y plantas van naciendo. Quedan pocos y es muy raro poder ver uno, y menos acercárseles.

- (Jamila) Samara! Apúrate hija que vamos a llegar tarde a la feria

- (Samara) ¡¡Ya voy Mamá!! Mes estoy vistiendo.

Rápidamente Samara se vistió, había que llegar temprano a la feria para armar el puesto, organizar los productos y recibir a los clientes.

Una vez en la feria Samara y su madre dispusieron todo como cada domingo. El puesto de las especias era una parada obligada para cada persona que asistía. Ya al medio día la feria estaba abarrotada de gente, sería un buen domingo de ventas. Mientras Jamila atendía a unos clientes, Samara vio acercase a una familia de aspecto peculiar, se notaba a lo lejos que eran forasteros, vestían ropas sucias, se veían cansados. El más anciano se veía pálido y muy cansado, tosía mucho, le costaba respirar y se le veía afiebrado ya que sudaba bastante. Se detuvieron en el puesto de al lado para comprar frutas y cereales para cocinar. Samara los oyó hablar, decían que venían desde Hasari, una ciudad a unos novecientos kilómetros del pueblo.

- (Forastero) Buen día necesitamos víveres, alojamiento y un doctor, venimos desde Hasari, estamos muy cansados y el abuelo está muy enfermo.

Samara al oírlos le dijo a su mamá.

- Mamá debemos ayudar a estos forasteros, llevémoslos donde el tío Bubtar, es uno de los mejor médicos del pueblo.

 

Repentinamente el forastero se acercó a Samara.

- (Forastero) Buenos días, me das un frasco de aceite y especias por favor.

- Si claro, respondió Samara. Escuché que necesitan un médico, mi tío es uno de los mejores del pueblo y su mujer es la dueña del hostal. Yo puedo llevarlos con ellos.

- ¡Muchas gracias! Respondió el forastero, ¿cómo te llamas niña?

- Mi nombre es Samara, ella es Jamila mi madre. ¿Mamá te parece que los lleve?

- Si claro hija, yo sigo acá.

Samara acompañó a la familia donde su tío, el abuelo parecía muy enfermo, apenas podía caminar con la fiebre que tenía. El lago camino había deteriorado su salud y necesitaba ayuda cuanto antes.

- ¡Hola Samara! ¿En qué te puedo ayudar?

- Hola tío Bubtar, ellos vienen desde Hasari necesitan alojamiento y el abuelo viene muy enfermo.

Casi al instante el abuelo se desvaneció en sus brazos.

- ¡Pasen! Ayúdenme a llevarlo a la camilla.

Rápidamente lo recostaron sobre la camilla, Bubtar cuidadosamente lo examinó, tenía mucha fiebre y tos, cada vez le costaba más respirar.

Hazán, el padre de la familia se acercó a Bubtar y le preguntó:

- ¿Se pondrá bien?

- No lo se - respondió Bubtar – No había visto algo así antes, es una enfermedad muy rara al parecer, los síntomas parecen ser de una gripe severa, pero una fiebre tan alta, es muy extraño.

- Samara mencionó que vienen desde Hasari.

- Si, hay mucha gente allá que ha enfermado repentinamente y nadie sabe por qué, al parecer el abuelo se contagió antes del viaje. Venimos hace diez días viajando a través de las montañas, hace dos días comenzó a sentirse mal.

- Le daré una medicina para bajar la fiebre y una hierba medicinal para aliviar la tos y veremos como evoluciona. Mi mujer los ayudará con el alojamiento.

- Muchas gracias señor Bubtar.

Samara, muy afectada por la situación volvió a la feria, para ayudar a su Mamá a recoger las cosas del puesto. Al llegar a la casa, cayó rendida sobre el sillón y se quedó dormida al instante. Un rato después, Jamila la despertó algo preocupada. Mientras dormía decía: “!!cututrulu!! ¡Detente! ¡Espérame! ¡No te alcanzo!”

- Samara hija! ¿Qué sucede?!?! Estás soñando, hablabas dormida.

- He tenido nuevamente el mismo sueño, es el mismo de esta mañana, un cututrulu quería decirme algo mamá, que lo ayude.

- Tranquila hija, ha sido un largo día, ya ayudaste a la familia que venía desde Hasari y eso te ha afectado un poco, come algo y ve a dormir.

Samara no entendía como es que el mismo sueño, idéntico, podía haberlo soñado nuevamente. Tenía la sensación de que algo no andaba bien, comenzaba a sentir algo extraño, que algo sucedería.

Pasaron algunos días y Samara pensaba cómo estaría la familia que había dejado donde su tío Bubtar, así que decidió ir a visitarlos. Caminó hasta la consulta y tocó la puerta.

- ¡Hola Samara que haces por esto lados, no deberías venir!

- Hola tío, quería saber como está la familia que venía de Hasari, les traía algunos aceites y especias que yo misma preparé.

- Es muy gentil de tu parte, pero no es bueno que estés acá. Algo tiene esta enfermedad que es muy contagiosa, ¡todos en la familia han enfermado! Varios huéspedes de la pensión también han enfermado, incluso tu tía y su amiga del puesto de flores. ¡Debes volver a casa ahora!

Algo angustiada por la situación Samara y mientras caminaba hacia su casa se dio cuenta que algunas tiendas estaban cerradas, no se veía mucha gente en las calles, al parecer había más gente que se había contagiado pensaba ella o bien no querían contagiarse.

De pronto en una esquina, una mujer de aspecto muy dulce, de avanzada edad, se le acercó y le dijo.

- Hola niña, tu eres la del puesto de especias y condimentos, te he visto ahí junto a tu madre entre todo tipo de ungüentos, has aprendido el arte de mezclar y muy bien lo has hecho, es un don que debes saber utilizar.

- Hola….muchas gracias, pero la conozco? ¿La puedo ayudar en algo?

- Conocerme no, vivo en las alturas, pero de vez en cuando bajo a las llanuras, en problemas está el pueblo, esa es mi visión, en tus manos y corazón encontrarás tu misión. Ve Samara a tu casa y descansa, un largo viaje pronto te alcanza.

La mujer siguió su camino lentamente, hasta perderse en la siguiente esquina. Samara no entendía mucho que había sucedido, como la anciana la conocía y sabía su nombre.

Siguió su camino, al llegar a casa entró rápidamente buscando a su madre. Seguía afectada por lo sucedido donde su tío.

- ¡Mamá! ¡Mamá!

- ¡Que sucede hija! ¡¿¡¿dónde andabas?!?!

- Estaba donde el tío Bubtar, quería saber cómo estaban los forasteros. ¡Mi tío me contó que todos han caído enfermos y la tía también, algo sucede mamá!

- Así parece Samara, esta mañana tu padre no pudo comprar abono para la cúrcuma, la albahaca y el orégano, la tienda de Don Rumashi estaba cerrada por que el también se encuentra enfermo. Por favor quédate en casa, algo está sucediendo.

Samara estaba cada vez más inquieta, sentía que algo debía hacer, quería ayudar. De un solo impulso, tomó su ukelele y salió corriendo hacia las plantaciones en búsqueda de su padre, mientras Rufo salía detrás suyo corriendo e intentando alcanzarla.

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