Multiplicidades del Patrimonio

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MULTIPLICIDADES DEL PATRIMONIO

DE LO SAGRADO A LO COTIDIANO, DE LA CALLE A LA MESA

Amalia Castro San Carlos, Catherine Burdick y Juan Pablo Silva-Escobar

(Editores)

Primera edición: Diciembre de 2021

© 2021, Ediciones Universidad Mayor SpA

Alonso de Córdova 5495, Las Condes, Santiago de Chile

Teléfono: 6003281000

www.umayor.cl

ISBN Impreso: 978-956-6086-16-1

ISBN Digital: 978-956-6086-14-7

RPI: 2021-A-11144

Dirección editorial: Andrea Viu S.

Edición: Pamela Tala R.

Diseño y diagramación: Pablo García C.

Diagramación digital: ebooks Patagonia

info@ebookspatagonia.com www.ebookspatagonia.com

ÍNDICE

1.Presentación

2.Monumento, espacio público y poder simbólico. El caso de la estatua del general Baquedano y el uso político del patrimonio Juan Pablo Silva-Escobar

3.Arte en portales franciscanos históricos en Santiago. Evidencia de inventarios coloniales y poscoloniales Catherine Burdick y Amalia Castro

4.Los enclaves sagrados. Exploraciones de un espacio patrimonial complejo Pedro Javier Cruz Sánchez

5.Historia y alimentación. La construcción del patrimonio alimentario Luis Benito García Álvarez

6.Aportes para comprender el patrimonio alimentario en Chile Alejandra Alvear Montecino

7.Sobre los autores

PRESENTACIÓN

Al alero de la enorme cantidad de aproximaciones en torno al patrimonio, en especial aquellos que intentan superar la brecha –artificialmente creada– entre tangible e intangible y los criterios de valorización impuestos por UNESCO desde Europa hacia el resto del mundo, creando distorsiones profundas tanto en su disección en numerosas categorías como en la percepción del valor jerarquizado de los patrimonios locales y no europeos, surge la necesidad de repensar la realidad actual del patrimonio y la emergencia de nuevas preguntas sobre su sentido, sus límites y pervivencias, así como su cariz de fenómeno cultural social.

La situación recién descrita ha provocado un poderoso movimiento a través del mundo académico que percibe el patrimonio como conjunto cultural humano, rescatando la profunda riqueza del patrimonio inmaterial, tal vez el más cercano a su comprensión como un hecho global, no parcializado. Y es que el patrimonio, creemos, da cuenta de innumerables pasados y herencias que permiten entenderlo como un proceso –más que como un producto acabado– que se mueve en diferentes direcciones (Gómez, 2018, p. 100). Es precisamente su característica multidireccional lo que permite reflexionar en torno a los alcances y limitantes de los procesos de patrimonialización y de su impacto real en la sociedad: como construcción cultural, diariamente nos vemos enfrentados –la mayor parte del tiempo sin advertirlo– a fenómenos desatados por nuestras herencias, desde las culinarias hasta las arquitectónicas, museológicas, eclesiásticas, hasta las sagradas.

La constatación de esta nueva realidad epistemológica movió al Núcleo de Patrimonio y Arte, dirigido por Catherine Burdick y Amalia Castro, a convocar un coloquio a fines de agosto de 2019. Allí se apostó por conocer nuevas miradas al patrimonio de la mano de profesionales e investigadores reconocidos en su área. Los investigadores y trabajos allí presentados han cristalizado, luego de más de un año de intenso trabajo –y también de forzosas pausas pandémicas– y constituyen el primer volumen de la serie en torno al patrimonio que se inaugura con este volumen.

El propósito de la presente obra es, justamente, explorar la diversidad epistémica de las prácticas y enfoques de estudios patrimoniales en el siglo XXI, reflejado en la nueva multiplicidad de aproximaciones que están enriqueciendo y amplificando este importante campo de estudio. La obra que se propone, a diferencia de las últimas publicaciones en Chile que miran el pasado patrimonial y buscan los vacíos reflexivos en esa área, junto con algunas reflexiones presentes, resultantes de la pérdida de saberes patrimoniales (Candia, Miranda y Morales, 2019; Montencino, 2017; Ivanovic, Aguilera y Hernández, 2020) se enfoca en los cuestionamientos en torno a los ‘nuevos patrimonios’ y el rol de dichos patrimonios en los grupos humanos que los habitan, así como en sus potencialidades de aplicación en diferentes áreas, con fuerte énfasis en el ámbito social y las implicancias del ‘vivir’ el patrimonio o en el patrimonio.

En primer lugar, el capítulo “Monumento, espacio público y poder simbólico. El caso de la estatua del general Baquedano y el uso político del patrimonio” de Juan Pablo Silva-Escobar aborda la problemática de los lugares, monumentos y sitios simbólicos como marcadores de identidad que se han erguido como nuevos hitos patrimoniales a la luz de hechos históricos recientes. El propósito de este trabajo es analizar las implicancias políticas que ha traído la disputa simbólica del monumento a Baquedano, surgida a partir de la revuelta popular del 18 de octubre de 2019 en Chile; centrando su análisis en aquellos indicios, huellas o síntomas que “permiten captar una realidad más profunda de otro modo intangible” (Ginzburg, 2004, p. 79) y que contribuyen de manera significativa a investir a la plaza Italia/Baquedano/Dignidad de un poder simbólico que genera controversias y disputas, re-significaciones y apropiaciones y que ha terminado en una disputa simbólica en pro de establecer un uso privilegiado y legitimado de ese espacio público, a través de la conquista y clasificaciones que ponen en juego aquello que Pierre Bourdieu (2019, p. 102) llama “poder de constitución, [es decir, un] poder esencialmente político de hacer existir lo que se dice.”

El capítulo “Arte en portales franciscanos históricos en Santiago. Evidencia de inventarios coloniales y poscoloniales”, de Catherine Burdick y Amalia Castro, analiza un espacio patrimonial liminal, definido por parámetros arquitectónicos y evidenciado por iconografías religiosas. Desde las sombras y luces de la arquitectura patrimonial emerge la importancia de sus entradas formales: los portales. Estos han sido estudiados por diversos autores como límites significativos entre el interior y el exterior, entre santuarios y amenazadores mundos exteriores. Las puertas y porterías se han visto como puntos de transición que señalan el paso entre lo familiar y lo desconocido o entre el espacio profano y el espacio sagrado. La iconografía que se exhibe en tales puertas señala lo que hay más allá, al servir como proclamaciones públicas que definen el carácter y la función de una estructura arquitectónica. En este artículo, las autoras analizan evidencia de archivos para reconstituir la iconografía religiosa previamente desconocida y, en algunos casos, programas iconográficos completos que se organizaron en portales de la arquitectura franciscana colonial en Santiago, Chile, durante las épocas colonial y poscolonial.

Utilizando fuentes documentales, principalmente inventarios, este estudio reconstruye las pinturas y esculturas que se compusieron en las entradas de dos espacios franciscanos en Santiago durante las últimas épocas colonial y republicana: el primer espacio son dos porterías del convento de San Francisco y el segundo es la entrada secundaria de la (ya no existente) iglesia de San Diego. Su objetivo es ampliar el conocimiento de las relaciones entre el arte y la arquitectura patrimonial e histórica de la era colonial y contribuir a una comprensión más refinada de los arreglos formales de dicha iconografía y su efectividad como un dispositivo retórico para presentar argumentos visuales sobre los espacios en que estaban presentes. Una de sus principales conclusiones es que la tradición de instalar arte en portales y porterías continuó en las estructuras religiosas coloniales que sobrevivieron en la era poscolonial, incluido el uso de obras de arte del siglo XIX que abordaban temas pertinentes a la época, así como su capacidad persuasiva, tradición que perdura siglos después.

Esta primera exploración sobre espacios interiores-exteriores, proyectantes del espacio sagrado hacia lo profano, abre la puerta para la comprensión de espacios patrimoniales sagrados de la mano de Pedro Javier Cruz y su estudio “Los enclaves sagrados. Exploraciones de un espacio patrimonial complejo”. Desde una óptica puramente antropológica, los denominados paisajes sagrados –concepto complejo que engloba un sinfín de aspectos teóricos– caben ser catalogados como espacios privilegiados en virtud de su posición estratégica en el territorio. Los lugares sagrados están cargados de significados a través de un phylum que los une con los paisajes ancestrales y los conecta con la divinidad, siendo ámbitos donde más claramente se manifiesta una hierofanía, la cual puede desarrollarse y plasmarse de muchas formas. Son sitios donde, además, se llevan a cabo determinados rituales y ciertas acciones simbólicas que funcionan como auténticas válvulas de escape ante posibles conflictos sociales. Por ello, las estrategias de apropiación de dichos espacios son diversas y se revelan no solo por medio de dichos rituales, algunos de ellos de enorme complejidad, sino también a través de determinados hitos espaciales o marcas que modelan unos ámbitos espaciales muy concretos, por lo común lugares con presencia de ciertos recursos críticos los cuales es preciso controlar de manera simbólica a partir de las acciones descritas.

 

El texto que se presenta intenta deslindar la génesis de estos espacios y su evolución, a través del concepto de “enclave privilegiado”, donde se lleva a cabo una amplia diversidad de manifestaciones de carácter inmaterial, las cuales, de forma continuada en el tiempo, configuran y reinterpretan estos paisajes y los individualizan frente a los demás. Lo anterior se realiza desde un contexto eminentemente ibérico, ámbito donde se desarrollan las investigaciones del autor. Se busca tipificar y caracterizar estos enclaves sagrados que tienen “especial significado espiritual para los pueblos”, según apuntan Robert Wild y Christopher McLeod (2008), mediante el análisis de la triple relación territorio, tiempo y sobrenaturaleza (Madrigal, Escalona y Vivar, 2016) con el fin de definir unos espacios narrativos o events places que modelan simbólicamente el territorio de manera diacrónica y que son reconocidos y continuamente reinterpretados por las poblaciones de su entorno. En ese capítulo se pretende definir y delimitar el concepto de “enclave sagrado” y ofrecer nuevas vías de análisis a unos paisajes que, por conocidos, no dejan de ser lugares en los que apenas se ha atendido a los rasgos que configuran su singularidad.

Los dos últimos capítulos remiten al patrimonio inmaterial alimentario de la mano de una necesaria reflexión sobre la construcción de estos patrimonios en el mundo y particularmente en Chile, en especial en el contexto histórico actual: desde una revolución social en octubre de 2019 hasta un presente pandémico, donde se ha manifestado, con más fuerza que nunca, la recuperación de memorias culinarias en ollas comunes que brindan no solo alivio al hambre, sino también a la incerteza frente al cuestionamiento generalizado de la sociedad chilena acerca de su propia identidad.

Luis Benito García Álvarez presenta “Historia y Alimentación. La construcción del patrimonio alimentario”, donde aborda el análisis del patrimonio alimentario partiendo de la consideración de que ciertos elementos pertenecientes a esta dimensión, además de representar un componente fundamental en la economía de una región o comarca, constituyen referentes simbólicos claves en la identidad colectiva de sus comunidades de origen. De este modo, en torno a ellos se han desarrollado prácticas que han generado particularismos alimentarios que se transmiten generacionalmente, no hallándose exentos de influencias externas que los pueden enriquecer y ayudar a evolucionar. El sostenimiento de esta herencia, por otra parte, contribuye frecuentemente a la preservación de paisajes y ecosistemas, suponiendo una útil herramienta para la consecución de un desarrollo sostenible.

En ese sentido, no se puede perder de vista que este capital cultural se ha visto sujeto en muchas ocasiones a procesos de mercantilización, especialmente con el desarrollo de la sociedad de consumo de masas y la globalización o de institucionalización; factores que han afectado de modo sensible al desarrollo de sus estrategias adaptativas, colaborando con su construcción histórica y con mantener la cultura a él asociada, viva. De todos modos, en ocasiones, tales procedimientos también han favorecido la desvirtuación y desnaturalización de este legado. En cualquier caso, el patrimonio alimentario se desvela generalmente como un identificador comunitario que refuerza los vínculos sociales y dota de sentimientos de pertenencia, continuidad y respeto a la comunidad y sus tradiciones.

Alejandra Alvear, por su parte, presenta “Hacia una conceptualización del patrimonio alimentario en Chile”. Actualmente las discusiones respecto a la comprensión del patrimonio –en particular del alimentario– de un país, colectivo o grupo es objeto de debate y reflexiones, tanto desde las políticas públicas, como desde la academia. América Latina –y Chile en particular– no ha estado ajena a estas discusiones; ejemplo de ello lo constituyen el Primer Congreso Multidisciplinario de Patrimonio Alimentario llevado a cabo por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes el año 2016 en Santiago de Chile, la inscripción de la comida tradicional mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de UNESCO o las múltiples políticas asociadas a las Denominaciones de Origen (DO) e Indicaciones Geográficas (IG), así como los esfuerzos de los ministerios de las culturas y de agricultura del continente por incorporarlo. Es así que el patrimonio alimentario en la región emerge como una respuesta a la homogenización, desterritorialización de mercados, culturas e industrias propias de los procesos de la mundialización.

En su estudio, la autora aborda la emergencia del concepto de patrimonio asociado a la alimentación en el contexto chileno, dando cuenta de su emergencia, conceptualización (¿patrimonio alimentario, culinario o gastronómico?) y formas de abordaje desde algunas políticas públicas. Esto resulta relevante en el contexto actual, ya que sabemos que este tipo de patrimonio se relaciona con el sentido de pérdida de signos y símbolos de un pasado que parecen desvanecerse fruto de la modernidad, pero que, por otra parte, también se encuentra ligado a un ejercicio de poder. Es así que, si seguimos los planteamientos de la socio-antropología de la alimentación y su popular frase “somos lo que comemos y comemos lo que somos”, ¿qué dice de nosotros lo que entendemos por nuestro patrimonio alimentario?

Con este libro que se presenta hoy al lector, se pretende entregar un recorrido ágil y ameno por los desafíos que presentan hoy las distintas miradas sobre el patrimonio, visibilizando algunas de las nuevas corrientes emergidas producto del avance de la modernidad, hibridación, homogeinización y otros vectores como la consolidación –y resquebrajamiento simultáneo– de un modelo neoliberal de mercado. Tanto las mantenciones como las crisis establecen paradigmas en los que se encuadran las pesquisas y el entendimiento de lo patrimonial. En este primer volumen, producido al alero del Núcleo de Patrimonio y Artes del Centro de Investigación en Artes y Humanidades (CIAH) de la Universidad Mayor, comienzan a develarse estas patrimonialidades discutidas, ofreciendo claves para la interpretación de sus procesos, alcances y límites.

Referencias

Bourdieu, P. (2019). Curso de sociología general 1. Conceptos fundamentales. Siglo XXI Editores.

Candia, R; Miranda, A.; Morales, C. (Eds.) (2019) Patrimonio del Olvido. Editorial Universitaria.

Ginzburg, C. (2004). “Huellas de un paradigma indiciario”. En Tentativas. Prohistoria, pp. 69-113.

Gómez Villar, Joseph (2018) “El patrimonio como problema académico: apuntes para un enfoque interdisciplinario”. En Nordenflycht Concha (Ed.) Estudios Patrimoniales (pp. 97-137). Ediciones UC.

Ivanovic, C.; Aguilera, I.; Hernández, P. (Eds.) (2020) Alimentación, cultura y sociedad. Experiencias de investigación en Chile. Ediciones Universidad Finis Terrae.

Madrigal Calle, B. E.; Escalona Maurice, M. y Vivar Miranda, R. (2016). “Del meta-paisaje en el paisaje sagrado y la conservación de los lugares naturales sagrados”. Sociedad y Ambiente, año 4, Vol.1, N° 9 (noviembre de 2015-febrero de 2016), pp. 1-25.

Montecino, S (Ed.) (2017) Cocinas, alimentos y símbolos. Estado del arte del patrimonio culinario en Chile. Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

Wild, R. y McLeod, Ch. (Eds.). (2008). Sitios Naturales Sagrados. Directrices para administradores de áreas protegidas. UICN.


MONUMENTO, ESPACIO PÚBLICO Y PODER SIMBÓLICO

EL CASO DE LA ESTATUA DEL GENERAL BAQUEDANO Y EL USO POLÍTICO DEL PATRIMONIO

Juan Pablo Silva-Escobar

Académico del Centro de Investigación en Artes y Humanidades (CIAH), Facultad de Artes, Universidad Mayor, Chile.

Introducción

No es que lo pasado arroje luz sobre lo presente, o lo presente sobre lo pasado, sino que imagen es aquello en donde lo que ha sido se une como un relámpago al ahora en una constelación.

Walter Benjamin (2016, p. 464)

De acuerdo con las versiones oficiales emitidas por el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), el retiro de la estatua del general Manuel Baquedano del lugar que ocupó desde el 18 de septiembre de 1928 en el centro de la plaza Italia/Baquedano/Dignidad, obedece a una “medida preventiva y a fin de realizar trabajos de restauración integral sobre la pieza”1 y “una vez reparada la estatua volverá a ser ubicada en la Plaza Italia”.2 La decisión de restaurar la obra del escultor Virgilio Arias se tomó luego de que el monumento sufriera un intento de incendio el 5 de marzo de 2021, en el marco de las protestas sociales y un intento con oxicorte para botar la estatua del pedestal el lunes 8 del mismo mes, cuando se conmemoraba el Día Internacional de la Mujer. Estos dos hechos gatillaron que en la madrugada del 12 de marzo de 2021, en medio del toque de queda y con un fuerte contingente militar y policial, se llevara a cabo el retiro de la estatua.

Así, después de 93 años de haber ocupado un lugar preponderante en esta emblemática plaza, su retiro no estuvo exento de polémicas y visiones contrapuestas respecto de la importancia simbólica de la estatua. La demostración más rocambolesca de una de esas valoraciones fue la imagen de personal del Ejército rindiendo honores militares a la figura de bronce del general Baquedano, como si estuviéramos ante un funeral de Estado. La escena, que podría haber sido digna de un filme de Fellini, no es solo un hecho anecdótico para mostrar una solemnidad delirante, sino que es sintomática de lo que esa imagen y el lugar en donde estaba emplazada representan para el relato y el patrimonio histórico, para la memoria y su devenir monumento, para el poder simbólico y para el uso social que de esa plaza hacen distintos actores y sectores de la sociedad chilena. Ahora bien, tal como observa la antropóloga Francisca Márquez, el hecho de que la estatua vuelva o no a su lugar de origen no es lo relevante,

(…) porque con esta gesta final, el general entra en el vasto inventario iconoclasta de nuestra historia monumental y patrimonial. En efecto, tal como hemos visto estos últimos años en toda Latinoamérica y el mundo, el monumento del general Baquedano como muchos otros monumentos, se ha transformado en un espacio privilegiado para la disputa de las narrativas heroicas de la nación (Márquez, 2021).

Esta disputa por la construcción de una narrativa heroica se encuentra, a mi modo de ver, directamente determinada por el uso social que se hace de esos espacios en donde los monumentos están emplazados, pues es el uso social el que le confiere al patrimonio cultural e histórico su valoración simbólica. Pero ese uso social puede o no estar relacionado con el monumento, puede o no ser el monumento el que gatille su uso, por lo tanto, para que un determinado monumento adquiera o no un poder simbólico requiere un conjunto de elementos urbanísticos, sociales, políticos y comunicacionales que contribuyan a otorgarle visibilidad, valoración y sentido social. En el caso específico del monumento al general Baquedano, me atrevería a argumentar que esta estatua ha sido significativa en los últimos cuarenta años no por lo que ella representa –la imagen de un héroe de la Guerra del Pacífico–, sino por el lugar que ella ocupa físicamente en el centro de plaza Italia/Baquedano/Dignidad, lo cual ha contribuido significativamente a otorgarle a la estatua el poder simbólico del que goza hoy en día. Este poder simbólico se debe, entonces, aunque no exclusivamente, a tres grandes factores: 1) la funcionalidad urbanística que tiene el lugar (la plaza en términos arquitectónicos se constituye como una gran explanada en donde las personas se pueden reunir de manera masiva), 2) en términos sociales, la plaza se establece como una frontera simbólica que separa las clases sociales (de plaza Italia hacia el oriente se localizan las clases privilegiadas, de plaza Italia hacia el poniente se ubican las clases menos favorecidas), 3) el uso político que se hace de la plaza como ágora privilegiada en donde santiaguinas y santiaguinos pueden concurrir para manifestar y deliberar acerca del interés general.

 

Estos tres elementos denotan la manera en que ese espacio social se ha constituido como condición de posibilidad para que la estatua de Baquedano adquiriera, a lo largo del tiempo, un grado importante de visibilidad social. Este primer orden de sentido puede ser complementado con un segundo orden, uno subyacente o connotado y, a través de este sentido oculto, buscar una interpretación acerca de lo que ese monumento estaría significando al día de hoy para la sociedad chilena. Por ende, es posible pensar que, en términos ideológicos, la valoración simbólica que se hace del monumento a Baquedano está directamente vinculada con el proceso de repolitización e impugnación social al modelo neoliberal, surgido a partir de la revuelta social del 18 de octubre de 2019 (en adelante 18-O). Este hecho político y social es, a mi modo de ver, el que ha venido a revelar las posiciones discordantes respecto de lo que ese sitio y el monumento allí situado representa para unos y otros. Es decir, la disputa simbólica y política que se hace de ese espacio y de la estatua allí emplazada puede ser leída como un correlato que obedece a una toma de posición respecto del carácter político con que ha sido reinscrita la plaza Italia/Baquedano/Dignidad a partir del 18-O y de la oposición que hacen algunos sectores a dicha reinscripción.

El propósito de este trabajo será analizar las implicancias políticas que ha traído la disputa simbólica del monumento a Baquedano surgida a partir de la revuelta popular del 18-O, centrando mi análisis en aquellos indicios, huellas o síntomas que “permiten captar una realidad más profunda de otro modo intangible” (Ginzburg, 2004, p. 79) y que contribuyen de manera significativa a investir a la plaza Italia/Baquedano/Dignidad de un poder simbólico que genera controversias y disputas, re-significaciones y apropiaciones, y que ha terminado en una disputa simbólica en pro de establecer un uso privilegiado y legitimado de ese espacio público, a través de la conquista y clasificaciones que ponen en juego aquello que Pierre Bourdieu llama “poder de constitución, [es decir, un] poder esencialmente político de hacer existir lo que se dice” (2019, p. 102).

Heterotopías del patrimonio

De modo general, las relaciones entre imagen y patrimonio (material o inmaterial, histórico o cultural) se organizan y se disponen de manera relativamente compleja y requieren ser interpretadas a la luz de lo múltiple o lo heterogéneo. Al constituirse en artefactos simbólicos que se han vuelto indeterminados, líquidos o volátiles, las imágenes y el patrimonio exhiben varias capas de sentido y posibilidades de significación. Sin embargo, esta heterogeneidad semiótica puede ser situada (o anclada) a la cuestión del lugar como posibilidad de lectura y pertenencia. Así, por ejemplo, Hans Beltin (2007), plantea que el lugar que ocupan las imágenes en una sociedad se encuentra en gran medida predeterminado por el contexto histórico, pues son los contextos históricos los que facultan el poder reconocer las diferencias y las transformaciones que a lo largo de la historia han experimentado las imágenes y el lugar que ocupan física y simbólicamente. Este lugar responde a cuestiones de orden cultural y político y por ello es posible trazar una genealogía del lugar de las imágenes, analizar cómo esos lugares se han ido modificando en el tiempo de acuerdo a epistemes e ideologías y establecer relaciones de sentido entre imagen y lugar. Al respecto, Belting plantea:

El aura de las imágenes antiguas no era solamente un concepto de cosa sacralizado en secreto, sino, aun en mayor medida, un sublime concepto de lugar. En la modernidad, el museo se convirtió en un refugio para las imágenes que habían perdido su lugar en el mundo, y que lo canjearon por un lugar del arte. Pero también este vínculo secundario con el lugar se ha diluido con los agitados y efímeros medios de la imagen. Por otro lado, el propio concepto de lugar se ha vuelto dudoso, a partir de que los lugares del tipo antiguo ya no son perdurables y han perdido sus fronteras fijas. Los reemplazamos con imágenes de lugares que captamos en las pantallas (2007, p. 77).

Por otro lado, el patrimonio también puede devenir imagen y lugar. Así, el lugar del patrimonio histórico, ya sea si lo pensamos de manera metafórica o de manera literal, “contienen y expresan los idearios y narrativas dominantes de las utopías urbanas. La noción de patrimonio permite que los edificios actúen como mónadas u objetos que imponen y significan un cierto momento del pasado, la memoria y la utopía urbana” (Márquez, Rozas y Arriagada, 2014, p. 60). De acuerdo con esta definición, el lugar del patrimonio oscilaría entre la evocación y el aparecer, entre la memoria y el olvido y, entre esos dos polos, el patrimonio se “constituye [como] una disputa entre utopías hegemónicas a lo largo de la historia” (Márquez, Rozas y Arriagada, 2014, p. 60). Néstor García Canclini plantea que el patrimonio se articula como un espacio de mediación que funciona como dispositivo cultural entre quienes comparten un conjunto de bienes y prácticas, identidades y tradiciones y, con ello, “el patrimonio sirve para unificar a una nación” (1999, p. 18), pero también es cierto –dice García Canclini– que las desigualdades en la creación y apropiación del patrimonio conllevan un proceso de distinción y reproducción social de las diferencias entre los grupos. De ahí que el patrimonio se constituya como un espacio en disputa, una lucha material y simbólica entre clases, etnias y grupos.

El patrimonio cultural sirve, así, como recurso para reproducir las diferencias entre los grupos sociales y la hegemonía de quienes logran un acceso preferente a la producción y distribución de los bienes. Los sectores dominantes no solo definen cuáles bienes son superiores y merecen ser conservados; también disponen de medios económicos e intelectuales, tiempo de trabajo y de ocio, para imprimir a esos bienes mayor calidad y refinamiento (García Canclini, 1999, p. 18).

Por ende, el lugar del patrimonio sería ese espacio en donde los grupos sociales se apropian y resignifican los objetos culturales como un lugar en donde el pasado es valorado, ya sea por la identidad a la que convoca, por la tradición que nombra, por la historia que relata o por la memoria que reclama. Estas evocaciones y emplazamientos del patrimonio no son neutras ni mucho menos transparentes, más bien se encuentran atravesados por relaciones de poder e inscripciones ideológicas, por medio de las cuales se exhiben las diversas y desiguales posiciones que ocupan los individuos y los grupos sociales en la distribución del poder cultural. De ahí que esta disputa no sea una lucha equitativa entre los distintos grupos sociales, por el contrario, aquello que es elegido para ser patrimonializado responde a un proceso de construcción social que “consiste en la legitimación de unos referentes simbólicos a partir de unas fuentes de autoridad” (Prats, 1997, p. 22). Sin embargo, es necesario tener en cuenta que la legitimación de un determinado patrimonio histórico nunca es absoluta o eterna, siempre existen intersticios para la emergencia de contranarrativas que vienen a cuestionar o disolver aquello que en un momento dado fue legitimado, ya sea por imposición o consenso. Ejemplo de esto fue lo que ocurrió a partir del 18-O cuando, en pleno estallido social, un número importante de monumentos y estatuas a lo largo del país fueron intervenidas de distinta manera o derechamente destruidas.3

Esta problemática teórica que surge acerca del lugar de las imágenes y del patrimonio puede ser pensada a partir del concepto de heterotopía desarrollado por Michel Foucault (1999; 2008), quien plantea que las heterotopías son aquellos espacios en donde se materializan las impugnaciones míticas (o simbólicas) y/o reales (o concretas) del espacio en que habitamos. Se trataría de una objetivación de los lugares como territorios de intervención en los que se lleva a cabo “una especie de utopías efectivamente realizadas en las cuales los emplazamientos reales, todos los otros emplazamientos reales que se pueden encontrar en el interior de la cultura están a la vez representados, cuestionados e invertidos, especies de lugares que están fuera de todos los lugares, aunque sean sin embargo efectivamente localizables” (Foucault, 1999, pp. 434-435). A diferencia de las utopías, que se constituyen por espacios que no están en ninguna parte salvo en la imaginación (o en el imaginario) de lo irrealizable e ilusorio, las heterotopías poseen una localización concreta, un lugar en el mapa que, no obstante ello, se constituyen como contra-espacios o como utopías situadas y encarnadas social, política y culturalmente.