Buch lesen: «El sol de los ciegos»
Primera edición: octubre, 2021
© Alfredo Pérez Alencart, 2021
© Vaso Roto Ediciones, 2021
ESPAÑA
C/ Alcalá 85, 7° izda.
28009 Madrid
Grabado de cubierta: Víctor Ramírez
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.
Impreso y gestionado por Bibliomanager
ISBN: 978-84-124085-9-1
eISBN: 978-84-124374-3-0
BIC: DCF
Depósito legal: M-27515-2021
Alfredo Pérez Alencart
El sol de los ciegos
ÍNDICE
Inscripción
Taller
La poesía alcanza
Lo más oscuro
Año nuevo
Fama
Todo sucede
Creación
Campo de refugiados
La nieve venía sobre mí
Invocación
Soy, seré…
David
Con el vino me hablo de tú
Oídme, mis hermanos
Consejo para envidiosos
Holocausto
Ladridos
Nochevieja
Compañera en todo
Recuerdos
Vuelta a casa
Al hidalgo poeta
Sed
Decir común
Pasaporte el Corazón
En vida, las flores
Un año más
Perfume
Las monedas
Siempre así
Tras la niebla
Descabalgado ya
Eva
Migrancia
Árbol o sombra
Deseos
Traductores
Resistencia
Un abrazo que toca el corazón para siempre
¿Dónde están los otros?
Amada
Mirada que ruega
Poema encarnado
Semilla
Alas cansadas
Libros que albergo
Fuego salvífico
Habladme
Sosiego
Hijos de Adán
Humildad
In memoriam
Alondra
Lejanía
Inri
Oveja
Pedigüeño
Confesión
Lo que no termina
Incendio
Perdón
Herida
Unigénito
El vigía
Devoción
Vestigios
Perla
Único jardín
En mayo
Prometo no prometer nada
Eunice, cien veces cien
Esposados
Ahora, demasiado tarde, como siempre
Todo esto pasará
Ahí
Primavera
Otro reino
Universidad
Enviado
Leal pareja
Mundo aquí
La última cena
Los fariseos, siempre los fariseos
Como en el Paraíso
Destino
Sonrisa
Insomnio
Ninguna bomba habla mi idioma
Cuatro paredes
Lo vivo
Historia
Unamuno
Vencejos
Llorar la vida
Y los últimos, primeros
El que no calla
Por Machado
Rumor
Sin límites
Para después
Inscripción
Tal vez esto también se llame Amor: ordenar palabras, darles un intenso voltaje para sostener la vida en voz alta o en la médula memoriosa del poema. Tal vez esto de tener el ojo abierto —ante la inmensa ceguera de los días— ayude a presentir presencias y ocupaciones de otra realidad poco examinada, más aún en estos tiempos, cuando avergüenza hablar de lo que atañe al espíritu. Tal vez lo único que se redacte sea el estupor del hombre o su vacío, pero siempre hay más que el metódico trabalenguas dictado por la muerte. Tal vez el Amor independice al hombre de arreos truculentos, nutriéndolo con otra ley fundamental que lo torna depositario del diario milagro de existir.
En un poema caben varias existencias, asiladas —con su porción de oxígeno— en cuerpo tan fecundante. No siempre la experiencia del poeta es la que fertiliza lo creado; no siempre lo escrito por el poeta es la voz de sus gozos y heridas. A veces se pergeñan los versos percibiendo al prójimo, para que distantes venas ajenas dejen fluir más savia ante sentimientos parecidos. Aquí —en esta gavilla de poemas escritos entre 2010 y 2021— hay mucho de mí, pero también de tantos congéneres. Ahora se publican un buen número de éstos, pues en 2014 aparecieron —en Ecuador— veinticinco poemitas, editados por Xavier Oquendo Troncoso bajo el sello El ángel editor. Luego, otros pocos se publicaron en antologías y plaquetas varias. Los restantes permanecían inéditos hasta ahora. Entiéndase esta edición como una aproximación del libro definitivo que alguna vez daré a imprenta: aquí tienen un centenar de textos de los más de doscientos que he ido cosechando en esta década pasada. Quise que aparecieran en la editorial que dirige Jeannette L. Clariond, no sólo porque expresó el deseo de acogerme entre sus autores selectos; también porque Vaso Roto está aquende y allende el castellano, como mi propio ser.
Decir, finalmente, que el poeta es un ser soledoso, un firme aprendiz de soledades, además de gestor de esperanzas izadas desde insondables abismos. El poeta está siempre abocado al destierro, aun cuando viva en su patria o que alguna otra tierra lo reclame como propio. Y es que el poeta, por lo general, resulta arisco y forastero, anotador de prodigios cotidianos y de avatares futuros: lo salva la sapiencia de la resurrección a través del Verbo, o el otear aquella Luz que quiebra las más hondas tinieblas.
El sol de los ciegos: he ahí la Poesía, brújula que orienta a ciegos perdidos y a quienes cuyos ojos todavía resbalan, sin ver lo que está por llegar.
Junio y en Tejares (2021) A. P. A.