La tormenta de los relámpagos sin trueno

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La tormenta de los relámpagos sin trueno
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LA TORMENTA DE LOS

RELÁMPAGOS SIN TRUENO


AITOR BAYÓN ALCOLEA

LA TORMENTA DE LOS RELÁMPAGOS SIN TRUENO

EXLIBRIC

ANTEQUERA 2020

LA TORMENTA DE LOS RELÁMPAGOS SIN TRUENO

© Aitor Bayón Alcolea

© de las imágenes de interior: Jon Amorrortu

Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric

Iª edición

© ExLibric, 2021.

Editado por: ExLibric

c/ Cueva de Viera, 2, Local 3

Centro Negocios CADI

29200 Antequera (Málaga)

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Según el Código Penal vigente ninguna parte de este o cualquier otro libro puede ser reproducida, grabada en alguno de los sistemas de almacenamiento existentes o transmitida por cualquier procedimiento, ya sea electrónico, mecánico, reprográfico, magnético o cualquier otro, sin autorización previa y por escrito de EXLIBRIC; su contenido está protegido por la Ley vigente que establece penas de prisión y/o multas a quienes intencionadamente reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica.

ISBN: 978-84-18730-15-3

Nota de la editorial: ExLibric pertenece a Innovación y Cualificación S. L.

AITOR BAYÓN ALCOLEA

LA TORMENTA DE LOS RELÁMPAGOS SIN TRUENO

Dedicado a todas aquellas personas que,

abandonadas en este océano de confusión,

buscaron, buscan y buscarán la verdad.

Contents

Dedication

Salve, Adriel

La Tormenta De Los Relámpagos Sin Trueno

Mi Río

Raja Yoga

O. Espacio y condiciones

1. Concepto de meditación

2. La postura de meditación

3. La respiración

4. La atención

5. La pantalla mental

6. La pantalla mental y el subconsciente

7. Fin del yoga

8. El silencio

Author


SALVE, ADRIEL

1. La reina Esirceva

La anciana Iskenia aún recordaba tiempos de armonía y felicidad en el planeta Tihelo, años en los que su reina, Esirceva, controlaba todas las fuerzas del planeta y guardaba la armonía entre estas.

La reina Esirceva era segura, noble y bella; se trataba además de una mujer generosa, la cual nació con un fuerte impulso de adquirir conocimientos y sabiduría. Las principales misiones en las que coordinaba todas sus fuerzas unidas eran las de exploración de otros planetas. Con frecuencia terminaba reuniéndose con las reinas de los planetas más cercanos, reinas con las que, además de negociar, compartía experiencias, inquietudes y anhelos.

En más de una ocasión las otras reinas se aprovecharon de la generosidad y de las buenas intenciones de Esirceva, engañándola y humillándola. Dichos conflictos trajeron dolor y más de un quebradero de cabeza a la bella reina Esirceva, la cual, debido a esto, terminó descuidando otros asuntos de su amado planeta Tihelo.

El marido de la reina, el brillante guerrero Sabriel, era un gran apoyo para Esirceva. Siempre estaba muy atento a cualquier preocupación o sentimiento de la reina, a la que aconsejaba de forma muy atinada. Sabriel tenía la capacidad de calmarla y hacerle ver las cosas con claridad. Era realmente inteligente y sabio, tenía la capacidad de arrojar luz allá donde aparecían la duda o la ignorancia. Se trataba de una persona tranquila, discreta y silenciosa. No hablaba si no era para decir algo que valiera la pena. Era el más fiel de los siervos de la reina Esirceva, eternamente arrodillado a su voluntad.

Sabriel era muy atento y observador, no solo con su esposa, sino con todo el reino del planeta Tihelo. Además de atender los asuntos más personales de la reina, solía vigilar desde la prominente torre norte y advertir a Esirceva acerca de los problemas del reino y de posibles conflictos o peligros que estuvieran surgiendo en el planeta. La reina Esirceva era quien tomaba las decisiones y Sabriel necesitaba de la palabra de esta para poder ejecutar las diferentes soluciones. Cada cierto tiempo Sabriel informaba de la aparición de una larva de gusano y un huevo de serpiente en el reino. No se trataba de gusanos y serpientes corrientes. Sabriel percibía que eran una clara amenaza y cada vez que los avistaba pedía permiso a su esposa para destruirlos por el bien de la comunidad y del planeta Tihelo.

2. La maldición y enfermedad de Esirceva

Esirceva solía permitir a Sabriel que acabase con las amenazas de las que le avisaba, pero tras continuados conflictos y traiciones por parte de las reinas de otros planetas la reina empezó a cambiar. Estos fracasos diplomáticos terminaron por obsesionarla y provocaron que desatendiese a Sabriel y varios asuntos del reino. Con el tiempo comenzó no solo a ignorar, sino también a menospreciar a su fiel y sabio esposo. A Esirceva le entraron dudas y ya no estaba segura de que los consejos de su marido fueran acertados, ya que no estaba logrando éxitos en el universo, más allá del planeta Tihelo. Entonces tomó la peor decisión de su vida, desdeñar las advertencias de Sabriel y permitir que la larva de gusano creciese y que el huevo de serpiente madurase. La reina pensó que a lo mejor ese gusano y esa serpiente podrían servirle contra las reinas que la habían humillado. Quiso comprobar si ese gusano y esa serpiente podían aportarle algo: información, experiencias… Incluso a lo mejor resultaban un buen arma para atacar planetas de reinas enemigas.


Al poco tiempo nacieron Nevedost, el gustano; y Xeba, la serpiente. Pero la verdad es que nada pudo aprender de aquel gusano ni de aquella serpiente, los cuales con el tiempo se volvieron monstruos enormes. Estas bestias tuvieron dos hijos: Miznisa, la araña; y Jeilza, el caballo negro. Esirceva tampoco escuchó los avisos de su marido sobre los hijos de las bestias; de hecho, cada día lo ignoraba más. La reina se estaba corrompiendo y entre sus pensamientos predominaba el dañar a las otras reinas y arrebatarles sus posesiones, ya que a ella la habían herido y estafado en más de una ocasión. Las ganas de venganza encontraron terreno fértil en el corazón de Esirceva.

Esirceva y su corte eran los únicos habitantes de Tihelo. Todos vivían en la fortaleza de Bidniava, que se encontraba en lo alto de las montañas, lugar desde el cual podían vislumbrar el reino. Pero el punto desde donde mejor podían observar todo el reino era la torre norte, desde donde fácilmente se podía detectar cualquier amenaza o peligro. Pero ahora había unos nuevos habitantes en Tihelo, cuatro horribles bestias. Una noche oscura la araña Miznisa escaló hasta la fortaleza de Bidniava, se infiltró dentro de los aposentos del palacio y atacó a la reina Esirceva, a la que mordió y pinchó con su aguijón en la cara, dañando el bello rostro de la reina y envenenándola. Después tejió una fuerte tela con la que dejó a la reina inmovilizada en el suelo del palacio. Acto seguido la araña Miznisa huyó rápidamente fuera de la fortaleza.


La reina, que había sido tan bella y poderosa, se encontraba enferma, atada y con su rostro desfigurado.

—¿Dónde estaba mi marido, Sabriel, cuando la araña atacó? —se preguntaba entonces la reina malherida.

En un gran esfuerzo, Esirceva giró su cabeza hacia el costado y, entreabriendo los ojos, distinguió la brillante armadura de su marido, pero no lograba reconocerle. Parecía solo quedar la armadura abandonada. Si abría del todo los ojos se veía reflejada en la armadura, a modo de espejo. Al hacer esto contempló su rostro inflamado, de color verdoso y con cicatrices. Del susto y el dolor de ver su desfigurada cara, decidió no volver a mirar jamás hacia la armadura del guerrero Sabriel y permaneció llorando, atrapada en la tela de araña.

3. Los cinco sirvientes

Además de la reina y el valiente guerrero, había cinco personas más viviendo en la fortaleza de Bidniava, conocidas como los cinco sirvientes:

 

Lhudski, el vidente. Era un hombre ciego y sordomudo, pero tenía la capacidad de ver más allá del planeta. Tenía visiones de Tihelo y, sobre todo, de otros mundos cercanos. Podía ver las laderas, las montañas, captar sus olores y los sonidos de sus vientos y mareas. En cambio, era incapaz de sentir nada en absoluto de su entorno inmediatamente cercano. Era un hombre impetuoso e impulsivo, difícil de disciplinar, pero era un miembro clave de la corte para la reina, ya que era el único que podía aportar información de los planetas más cercanos, de sus características y recursos.

Pacuam, el evaluador. Este curioso hombre era un brillante matemático y además tenía la capacidad de entrar en la mente de Lhudski colocando su mano izquierda sobre los ojos del visionario. De esta forma, hacía posible acceder a las visiones de Lhudski, ya que al ser este sordomudo no podía contar nada de lo que veía. Con la información obtenida, Pacuam realizaba precisos cálculos de distancias y de las composiciones de los materiales con las visiones de su compañero ciego. El problema era que Pacuam hablaba un idioma que nadie más entendía en la corte, por lo que no podía expresarle directamente a la reina las visiones procedentes de Lhudski ni sus elaborados cálculos y análisis de las mismas. Se trataba de un buen científico, pero no podías esperar nada sobresaliente de él fuera de la física y la química. Además, no siempre acertaba con sus valoraciones.

Umysel, la intérprete. Esta potente mujer era el sustento del resto de los habitantes de la fortaleza de Bidniava. Podía comunicarse con Pacuam si este colocaba su mano derecha sobre el cuerpo de ella. De este modo, la información de Lhudski y los cálculos de Pacuam ya estaban disponibles para todos los miembros de la fortaleza. Umysel era el punto de encuentro para que todo funcionase. Todas las conversaciones ocurrían pasando a través de ella, era la moderadora de las reuniones y tertulias. No aportaba nada propio, pero era a través de ella como se podía comunicar el resto y obtener información los unos de los otros.

Fuznura, la estudiosa. Era la persona más inteligente de Bidniava después de Sabriel. Siempre atenta a Umysel, con la que hablaba durante horas procurando recoger la mayor cantidad de información posible. Trataba de sacar conclusiones de toda esa información y entender la realidad. Destacaba también por su disciplina y tenacidad, siempre trabajando en búsqueda de lo óptimo para el planeta y para la corte. Sus conclusiones solía hablarlas con la propia Umysel, con la reina Esirceva y con la anciana Iskenia. Se delegaban en Fuznura las decisiones cuando Esirceva no estaba presente o cuando a esta le resultaba indiferente. No obstante, la relación con Esirceva era un poco conflictiva. A estas dos mujeres les resultaba complicada la comunicación, ya que a menudo presentaban opiniones enfrentadas. A veces Fuznura tenía dificultades para comprender a Esirceva y sus argumentos. Esirceva, por su parte, solía ser tozuda, llegando incluso a preferir no escuchar los planteamientos de Fuznura. Esirceva era una mujer muy sensible. Fuznura poseía inteligencia, pero no mucho tacto. Era muy clara y directa con sus opiniones. Esa franqueza debía ser de agradecer, pero en muchas ocasiones la sinceridad sin adornos ni eufemismos puede provocar dolor en quien no quiera escucharla o no esté preparado para ella.

Iskenia, la anciana experta. Era la persona con más conocimientos y memorias del reino. Todo lo que escuchaba de mano de la reina Esirceva, de Umysel o de Fuznura rápidamente lo apuntaba en sus innumerables libros diarios. Iskenia tenía a su cargo una gran biblioteca con libros de historia de Tihelo, crónicas de Bidniava y algún que otro libro técnico. Solía aconsejar a Fuznura cuando esta reflexionaba sobre algún tema en alto, recordándole lo ocurrido en situaciones anteriores similares. También solía observar a la reina Esirceva y tomaba nota de sus estados de ánimo, de sus anhelos y preocupaciones. Eran estos recuerdos los que más obsesionaban a Iskenia. Solía pasar largos ratos recordando a Umysel los estados más críticos de la reina Esirceva. Después Fuznura reflexionaba sobre ello e Iskenia tomaba nota de dichas reflexiones, lo que provocaba un círculo vicioso de información con el que más de una vez acababan teniendo dolor de cabeza las tres mujeres.


Con la reina Esirceva malherida y delirante y el caballero Sabriel desaparecido, la corte y el planeta Tihelo viajaban a la deriva por el universo. Pronto Sabriel fue olvidado por los cinco sirvientes, ya que Iskenia había tenido dificultades para observarle debido a su fuerte brillo y a Umysel tampoco le había llegado información clara sobre él. Con el tiempo Sabriel pasó de ser una realidad a una leyenda, en la cual cambió incluso su nombre. Iskenia contaba que hubo un día en que aquella brillante armadura fue portada por el mayor de los guerreros, Adriel, el caballero de luz. Iskenia, sin darse cuenta, mezcló historias de Sabriel con las que había escuchado Lhudski de otros planetas, en los que estaba muy extendida la creencia en un dios creador y en su guerrero glorioso, Adriel. La anciana incluso inventó diferentes cantos protagonizados por un tal Adriel, que vencía a todos los demonios en las oscuridades más profundas del universo.


4. El caballero oscuro

Los cinco sirvientes no eran conscientes de ello, pero había aparecido un caballero oscuro en Tihelo: Tamadnik el depredador. Tamadnik se había hecho el señor de las cuatro bestias y, montando sobre Jeilza, el caballo negro de ojos ardientes, reinaba ahora en el planeta, saciando el hambre del gusano Nevedost, de la serpiente Xeba, de la araña Miznisa y de Jeilza, el corcel furioso.

Jeilza resultaba una difícil montura con sus frecuentes ataques de furia. El caballero oscuro apenas podía mantenerse sujeto y cabalgaba muchas veces en la dirección que el caballo decidía en su rabiosa carrera.

Sin que nadie en la fortaleza lo advirtiese, el caballero oscuro mandó colarse al gusano Nevedost en Bidniava y, entrando por el oído de Umysel, el detestable gusano depositó en su interior el mensaje de que el señor de Tihelo era Tamadnik, el caballero oscuro, a quien incluso la reina Esirceva debía veneración. Una vez terminada la misión, el gusano abandonó la fortaleza para no levantar sospechas.

Al creer que el caballero oscuro era su señor, Umysel ni quería ni podía evitar que este accediese a toda su información y de esta forma Tamadnik tenía a su disposición las visiones de Lhudski, los cálculos de Pacuam, las reflexiones de Fuznura (aunque estas últimas no le interesaban) y las memorias de Iskenia (en las que este personaje oscuro comenzó a aparecer como el señor del reino). Tras este hecho apareció misteriosamente una nueva estantería con cuatro libros de tapas negras en la biblioteca de Iskenia, los cuatro libros oscuros:

Libro de Xeba. Guarda los objetivos del señor oscuro y los objetivos más banales y egoístas de la reina Esirceva.

Libro de Miznisa. Registra una lista de todas las personas que en algún momento llegaron a hacer sufrir a la reina Esirceva o al caballero oscuro, una lista creciente de enemigos. Además, en este libro aparecen apuntadas las principales amenazas de todo tipo hacia ellos y una lista de disconformidades con las realidades del planeta Tihelo y el rendimiento de sus habitantes.

Libro de Nevedost. Guarda una serie de leyes dogmáticas irrebatibles, deducidas desde observaciones sueltas y generalizaciones de sucesos que en su momento hayan llegado a afectar intensamente a Esirceva o al señor oscuro.

Libro de Jeilza. Contiene protocolos y procedimientos para ejecutar con inmediatez en ciertas situaciones concretas. Está orientado principalmente a situaciones relacionadas con las leyes del libro de Nevedost.

Estos cuatro libros afectaron gravemente a Iskenia, que ahora no pasaba ni un minuto en silencio y, a no ser que alguien le consultara alguna otra cosa, se dedicaba a recitar continuamente a Umysel el contenido de los cuatro libros oscuros, impidiéndole descansar y haciendo imposible el silencio en la fortaleza de Bidniava. Pronto Umysel se acostumbró a este hecho y escuchar continuamente los versos de los cuatro libros oscuros le parecía lo normal.

Gracias a los cuatro libros oscuros, Tamadnik no tenía que estar constantemente dirigiendo y exigiendo a los habitantes de Bidniava. Con el continuo pronunciar de sus versos estaban todas las formas de pensar y de actuar bien definidas, al gusto del caballero oscuro. Con la reina Esirceva atrapada y postrada en el suelo, los sirvientes no tenían un líder que les dirigiese y les asignase tareas. Este vacío fue rellenado por Tamadnik y los libros oscuros. Estos libros oscuros facilitaban el trabajo a Tamadnik, pero de algún modo también resultaban cómodos para los miembros de la corte, puesto que refugiándose en ellos no necesitaban plantearse nada en absoluto.


Con Sabriel desaparecido y olvidado y Esirceva abatida, ella y los cinco sirvientes de la fortaleza de Bidniava creían inevitablemente que el señor de Tihelo era Tamadnik, el caballero oscuro, pero en realidad este personaje no era más que un pusilánime que estaba bajo las exigencias de las cuatro bestias, aunque frecuentemente estas le obedeciesen como un líder. Lo cierto es que Tamadnik tenía que negociar con todas ellas, prometiéndole a cada una lo que le interesaba.

Nevedost, el gusano, era fácil de complacer, pues se sentía identificado con el señor oscuro y sus intereses. Estaba bastante satisfecho con haber llevado la confusión a Bidniava y lo único que pedía a Tamadnik era que trabajase para que reinase la confusión en Umysel y nadie hiciera demasiado caso a Fuznura. Le producía un gran regocijo que los libros oscuros dirigieran la fortaleza.

Xeba, la serpiente, era con quien más a menudo debía negociar. Era insaciable. Deseaba los bienes y manjares de Tihelo y de los planetas más apetecibles del entorno. Una vez conseguía lo que pedía, exigía más y más, volviéndose cada vez más grande y destructiva. Su tamaño y su aterrador hambre eran tales que estaba deteriorando los bosques, ríos y montañas de Tihelo con su arrollador paso y sus cuantiosos excrementos tóxicos.

Miznisa, la araña, compartía a veces las aspiraciones de Xeba, pero, más que alimentarse de bienes y manjares, disfrutaba de cómo quedaban destruidos esos planetas tras el ataque y el saqueo. Miznisa pedía a Tamadnik que trabajase en que los habitantes de esos planetas atacados no pudieran levantar cabeza y se sintieran miserables por siempre. Miznisa, al igual que Xeba, tenía preferencia por atacar y arruinar los planetas más apetecibles y prósperos.

Jeilza, el caballo, no razonaba. Era pura furia y de vez en cuando embestía imprevisiblemente contra montañas o bosques, destruyendo Tihelo poco a poco. También participaba encantado en los ataques a otros planetas, donde desahogaba su furiosa ira.

Tihelo, que había sido un reino boyante, estaba ahora en un período de decadencia total. El planeta estaba cada vez más sucio, con menos recursos y más desértico.

La reina Esirceva veía cómo el reino se estaba destruyendo y esto la hacía llorar y sufrir aún más. Envenenada, apresada y con su corte llena de confusión, sentía que el reino pertenecía legítimamente a Tamadnik, al que obedecería en todo caso. Con semejante desbarajuste ya ni siquiera creía ser la reina del planeta Tihelo, pero aún lo amaba.

Umysel, la mujer que era el vértice donde se apoyaban los otros cuatro sirvientes, estaba llena de confusión y tratar de dialogar con ella o pedirle información era una tarea ardua y tediosa. Umysel sufría mucho; ahora estaba siempre con las manos en la cabeza y los ojos cerrados, muchas veces llorando. Llena de confusión, era incapaz de escuchar a Fuznura y le resultaba realmente difícil atender las visiones de Lhudski o los cálculos de Pacuam. En breve tiempo perdía esa información. Esta situación de Umysel dejaba a Fuznura fuera de juego. Ya no podía reflexionar sobre las situaciones presentes debido a que Umysel estaba prácticamente inutilizada.

 

Con frecuencia aparecía el caballero oscuro en el interior de Umysel para recoger información sin tener que personarse y exigir obediencia y colaboración de los cinco sirvientes en sus malvados planes, con los cuales los sirvientes ya estaban familiarizados al escuchar a diario el libro de Xeba. Los sirvientes obedecían sin rechistar al que creían que era su señor. Era tal la confusión de Umysel que consideraban que obedecer esas macabras órdenes era lo mejor para ellos y para el planeta. Además, el señor oscuro no necesitaba dar demasiadas instrucciones explícitas, ya que los sirvientes tenían todos los quehaceres claramente definidos en los libros de Jeilza y Nevedost. Por otra parte, difícilmente verían al señor oscuro como un enemigo, pues estaban los enemigos bien indicados en el libro de Miznisa, que contenía los sujetos que despreciar y los temas que debían preocuparles.

Con el paso del tiempo Xeba, la serpiente, había creado semejante estropicio en el planeta Tihelo (además de en los planetas circundantes) que el aire de la fortaleza de Bidniava se vio afectado. Esta venenosa atmósfera afectó a las visiones de Lhudski, las cuales se habían tornado borrosas y ruidosas. También los cálculos de Pacuam fallaban con mucha frecuencia y, por tanto, los datos que llegaban a Umysel estaban cada vez más distorsionados, lo que aumentó su confusión e indujo a que cada vez se confiase menos en la ya desordenada información que ella procesaba. La atormentada Umysel estaba perdiendo cabellera y cada día se la veía más angustiada. Los lloros pasaron a gritos y rabietas. Fuznura trataba de calmarla, pero muchas veces era en vano. Umysel había perdido totalmente el control. Los aires contaminados habían llegado a afectar también a la biblioteca de Iskenia, que estaba perdiendo numerosos capítulos de sus memorias al quemarse unas hojas y correrse la tinta en otras.

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